Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

ArribaAbajo

Capítulo XIII

Reyes de Castilla, don Sancho Valiente y don Alfonso Sexto. -Destruición y reparación de Segovia. -Población de Martín Muñoz. -Segovianos ganan a Cuenca. -Don Pedro de Aagem obispo de Segovia. -Donación que le hicieron los segovianos.

     I. Dejó Fernando sus reinos divididos en tres hijos y dos hijas que tuvo: a don Sancho el mayor de los varones, Castilla; a don Alfonso, León; a don García, Galicia; y a doña Urraca y doña Elvira las ciudades de Zamora y Toro. Contradijo don Sancho esta división, origen de muchos daños; pues en muriendo la reina doña Sancha su madre, cuyo respeto le detenía, quitó el reino de Galicia a don García, a quien prendió año mil y setenta; y acometiendo a don Alfonso, vencido y preso, le forzó a entrar en religión, de donde huyó a Toledo, y quitando a doña Elvira su herencia, y ciudad de Toro, puso cerco sobre Zamora, donde fue muerto a traición por Bellido de Olfos en cuatro de otubre de mil y setenta y dos años, y llevado por los castellanos a sepultar en San Salvador de Oña. Luis del Mármol cuidadoso coronista de las cosas de los moros dice que por este tiempo Ali Maimon, rey de Toledo, rompiendo las treguas que tenía con el rey don Sancho de Castilla cercó la ciudad de Segovia, y dándosele a partido la destruyó y asoló toda. La diligencia de este escritor, que fue mucha sin duda, halló esta noticia en las historias árabes, y acaso el moro acometió de repente a nuestra ciudad en ocasión que sus escuadras asistían a su rey en las guerras contra sus hermanos, o en el cerco de Zamora. En fin, quedó ahora destruida, aunque se reparó presto, como veremos.

     II. Avisado Alfonso de su hermana doña Urraca, volvió de Toledo a Castilla, y habiendo jurado en Santa Gadea de Burgos, que no había cooperado en la muerte de su hermano, fue jurado rey, intitulándose emperador como su padre, y casándose luego con la reina doña Inés: acometiendo el rey de Córdoba al de Toledo año mil y setenta y cuatro, acudió a favorecerle Alfonso, agradecido del hospedaje, con que se retiró el cordobés, y el castellano quedó en gran reputacion. Murió este año Santo Domingo de Silos, que con su santidad y milagros dio nombre al convento donde vivió y murió abad, que antes se nombraba San Sebastián de Silos. Sucedió en la abadía don Fortunio, a quien el rey don Alfonso hizo donacion, de la casa y heredades de San Frutos, nuestro patrón, año mil y setenta y seis: y de aquí se infiere que ya estaba reparada nuestra ciudad. Es el priorato de San Frutos estimado por el mejor de los muchos que tiene aquel gran convento, y así el abad don Fortunio comenzó luego a engrandecer su fábrica, que se acabó y consagró año mil y ciento, como entonces diremos. Defunta la reina doña Inés casó el rey al fin del año mil y setenta y siete o principio de setenta y ocho con doña Constanza, hija de Roberto, duque de Borgoña, como refiere un fragmento antiguo de la Historia Aquitánica, que con otros historiadores antiguos de Francia publicó Pedro Piteo, aunque Juliano Arcipreste en su crónico (núm. 633) dice que fue hija de Enrique primero, rey de Francia; y defunto Hali Maimon y su hijo, reyes ambos de Toledo, la puso cerco por abril de mil y setenta y nueve años, talando su campaña con porfía, y continuación de seis años hasta que se le rindió año mil y ochenta y cinco en veinte y cinco de mayo, corno escribe Juliano, arcipreste que era entonces de Santa justa. Este mismo año fue nombrado arzobispo don Bernardo, célebre en santidad y letras, abad que al presente era en el convento de Sahagun; el cual con la reina y Ricardo, abad de Marsella, legado en Castilla por el papa, franceses todos tres, porfiaron con el rey recibiese el rezo y ceremonias romanas, abrogando el gótico, como se hizo con grande sentimiento del reino. Quitaron también la mezquita mayor a los moros en ausencia del rey, que avisado acudió furioso; pero a ruego de los mismos moros, que en consecuencia del castigo recelaban su perdición, aplacó la ira.

     III. Conquistada Toledo, fortísimo presidio contra los enemigos, ordenó el rey que se poblasen y reparasen los pueblos que en nuestra Extremadura estaban unos asolados, otros desamparados. Así lo escriben don Rodrigo y don Lucas, y siguiéndoles la general, dice: Entre tanto el rey poblaba en la Extremadura las villas que eran yermas, que eran estas, Salamanca, e Avila, e Medina del Campo, Olmedo, Coca, Yesca, Cuellar, e Segovia, e Sepulveda. Estas poblaciones se encargaron a difentes personas. El conde don Ramón, primer marido de doña Urraca, hijo de Guillermo, conde de Borgoña, y hermano de Guido presente arzobispo de Viena, y despues papa Calixto segundo, pobló a Salamanca y Ávila. Don Prudencio de Sandoval dice: Que este mismo conde don Ramón pobló a Segovia, que muchos años había estado yerma. Y prosigue: Poblaban estos lugares ordinariamente gallegos, asturianos y montañeses, y de tierra de León y Rioja. En este año, que fue el de Christo mil y ochenta y ocho. Está escrita esta población o principio de ella en la iglesia de Santa Coloma en la misma ciudad. Esto dice Sandoval: y no sabemos en que parte de la iglesia de Santa Coloma estuviese esta inscripción porque hoy no se halla, ni memoria de que la haya habido. En la antigua ermita que nombran del Santo, junto al lugar de Palazuelos, cuyo principio referimos año 755 en el salmer, o principio de un arco, está dada una capa de cal, y en ella escrito con bermellón y letras entre góticas y latinas todo lo siguiente. Pugnavit Rer Allefonsus in Alarcos XX mensis Augusti aera M.CC.XXXIII. Y Prosigue: Pugnavit Rex Allefonsus in Navis de Tolosa XVII mensis Augusti aera M.CC.L.

     Incepit famas valida, mense junio era M.CC.LI. Y luego: eodem, tempore Secopíam, quae multis temporibus depopulata fuerat; populare caeperunt eam aera M.C.XVII. Obscuravit Sol, lo siguiente está gastado. En la confusa disposición y estilo se conocerá el poco crédito que merece, y cuánto embaraza una antigua inadvertencia. Y esta parece haberse escrito después de la era M.CC. LI. que es año 1213; y siendo tan cierto que nuestra ciudad continuó su población cristiana (aunque con algunos pequeños intervalos) hasta que Hali Maimon la destruyó, como dejamos escrito por los años 1072; tan pocos años no pudieron llamarse muchos tiempos. Ni para restaurar su población era necesario traer forasteros, pues es cierto que los que ausentes, o fugitivos habían escapado del furor del moro; volverían a sus casas y heredades, como sin duda volvieron. Y así refiere la antigua historia de la poblacion de Ávila, que pidiéndose por estos mismos días limosnas por Italia, Francia y España para la fábrica de la iglesia mayor de Ávila, las limosnas de Castilla y Vizcaya se recogieron en Segovia, donde vino por ellas el obispo don Pedro Sánchez.

     IV. La población de nuestra villa de Sepúlveda encargó el rey a Pedro Ioanes, merino mayor de Castilla, que devoto de San Millán, nombrado de la Cogulla, dio a su convento y abad don Álvaro una serna (así nombraban los antiguos las heredades que se sembraban) en el valle de Válsamo y Navares donde el abad fabricó luego una ermita. Muriendo Pedro Ioanes, quisieron quitársela al convento, cuyo abad se quejó al rey que estaba en Río de Espíritu, hoy Espirdo, aldea una legua de nuestra ciudad entre norte y oriente; y el rey confirmando la donación mandó no les inquietasen. Por estos días Martín Muñoz, caballero noble de Burgos, casó en nuestra ciudad con Jimena Bezudo, hermana de Pedro Rodríguez Bezudo y Gutiérrez Bezudo, famosos capitanes de nuestra ciudad, que ganaron a Cuenca, como diremos año 1110. Llevó Ximena Bezudo en dote toda la campaña donde su marido pobló los pueblos que nombró de su nombre y de sus hijos, Martín Muñoz, Blasco Muñoz y Gutierre Muñoz. Y la Armuña (nombre hoy de una aldea distante de nuestra ciudad cinco leguas entre poniente y norte) se nombró así de una hija suya. Y este fue el origen de esta familia, ilustre en nuestra ciudad con ricos hombres, capitanes y santos, como mostrará nuestra historia, particularmente en la conquista de Córdoba, año 1235. Defunta la reina doña Constanza año mil y noventa y dos, casó luego el rey con doña Berta, de nación también francesa, que murió año mil y noventa y siete casando el rey con doña Isabel, hija (según dicen) de Aben Abet rey moro de Sevilla, y nombrada Zaida, que en arábigo significa Señora, y en el bautismo se nombró Isabel, como dice su epitafio en San Isidro de León y trajo en dote a Cuenca, Huete y Ocaña, y en breve parió al príncipe don Sancho.

     V. Año mil y ciento se acabó la fábrica de la iglesia y casa de San Frutos con diligencia del abad don Fortunio y liberalidad del santo arzobispo don Bernardo. Refiérelo Juliano Aedificatur Monasterium Sancti Fructuosi Segoviensis Heremitae, et martyris a Divo Bernardo Toletano. Esto es:

     El santo Bernardo (arzobispo) toledano edifica el monasterio de San Fructuoso segoviano, ermitaño y mártir. Nómbrale Fructuoso y mártir, como dejamos advertido arriba. Y cierto que viviendo y escribiendo Juliano este mismo año, en cincuenta años de su edad, como se colige de su Crónico, merece crédito. En cuanto al año en que se acabó esta fábrica, aunque en la impresión de Juliano está puesto en la margen año 1110 presumimos que es error de la impresión, pues la inscripción que permanece y hemos visto en la Iglesia y refiere Yepes en la Corónica de San Benito, dice: Haec est domus Domini in honorem Sancti Fructi aedificata ab Abbate Fortunio ex Sancti Sebastiani Silensis Religione, et in hoc coenobio dominante, ab Archiepiscopo Bernardo sedis Toletanae dcdicata sub era millesima centesima trigesima octava: et anno millesimo centesimo est fabricata. Dice con mucha distinción cómo se acabó y dedicó el año mil y ciento, en que va nuestra historia. Muriendo la reina doña Isabel casó el rey con segunda Isabel, hija de Luis, rey de Francia: así lo dice su epitafio, que también está en San Isidro de León, diciendo que murió año mil y ciento y siete: y en breve casó con doña Beatriz, su última mujer.

     VI. Deseando el rey conquistar el resto de España, llamó, por consejo del rey de Sevilla, su suegro, cristiano según dicen, de secreto, los almorávides de África, celebrados entonces por su destreza en la guerra. Pasaron con orden y licencia de su rey muchas escuadras con Hali Hamai, capitán valiente que en viéndose en España se coronó rey, y uniendo los moros africanos y españoles dio muerte al rey de Sevilla, y acometió al castellano a cuyo llamamiento había venido. No pudiendo salir el rey a la resistencia, envió su ejército y a su hijo el príncipe don Sancho con el conde don García de Cabra año mil y ciento y ocho, algunos dicen siete. Acometiéronse los ejércitos en treinta de mayo junto a Uclés; y el africano cargó tan furioso que rompiendo la vanguardia caló hasta el batallón donde iba el príncipe, que matándole el caballo cayó en tierra, y arrojándose el conde del suyo procuró defenderle, acudiendo muchos al socorro que oprimidos de la muchedumbre quedaron con el príncipe en la campaña, que del suceso y de los caudillos muertos se nombró Siete Condes. El vencedor tomó a Cuenca, Huete y otros pueblos. Sintió el rey entrañablemente la pérdida de hijo, pueblos, gente y reputación; y advertido de que su gente degeneraba del antiguo valor con los deleites de baños y mujeres, quitó lo uno y reformó lo otro. Y publicando vengativa guerra para el año siguiente, acudieron todos con presteza. Nuestra ciudad envió sus escuadras, y por capitanes Pedro Rodríguez Bezudo y Gutierre Bezudo, su hermano. Entró el rey con poderoso ejército en Andalucía, ganó a Córdoba, cercó a Sevilla retirándose los más de los almorávides a África, con que volvió triunfante a Toledo.

     VII. Por no hallarse con salud para seguir la guerra el año siguiente mil y ciento, Fernán Ruiz Minaya, su general, cercó a Cuenca que defendía Alhazen Boli, moro valiente con muchos almorávides de valor y experiencia: peleábase por la reputación más que por la presa, y determinado el combate en veinte y tres de mayo, mandó el general arrimar pertrechos para romper una puerta cargando allí el peso de acometimiento y defensa. En tanto nuestros segovianos acometieron la parte oriental, y arrimando escalas el primero que subiendo enarboló bandera cristiana en el adarve fue el capitán Pedro Rodríguez Bezudo, acometido de tantos enemigos que sin poder ser socorrido cayó muerto; pero su hermano Gutierre alentando su gente y rompiendo la enemiga, entró la ciudad, en cuyo presidio y defensa quedó con su compañía y Blasco Ximeno y Juan Ibañez Rufo, capitanes de Ávila con las suyas, poblándose lo más de aquella ilustre ciudad de segovianos y avileses. Murió el rey en Toledo último día de junio de este año, y aunque hay diversas opiniones del año en que murió este rey, seguimos esta por más ajustada a la concordia de los tiempos y sucesos. Cierto es que antes de su muerte las piedras junto al altar de San Isidro de León tres días continuos brotaron agua, en grande copia, prodigio raro que se atribuyó a sentimiento. En nuestra ciudad es tradición constante que la cercó este rey de los muros, que hoy permanecen. Su cuerpo fue llevado a sepultar al convento de Sahagún, acompañado de muchos ricos hombres y prelados, y entre ellos don Pedro, obispo de Segovia, que se halló a la muerte del santo obispo de Osma don Pedro, que falleció allí en Sahagún primero día de agosto. Siendo esta la primera noticia que hasta hoy sabemos de este nuestro prelado, nacido en Francia en la ciudad de Aagern, en la ribera septentrional del río Garona de donde le trajo don Bernardo (arzobispo de Toledo); y habiéndobe criado en aquella santa Iglesia, le nombró su arcediano y después obispo nuestro, sin que hasta ahora sepamos año ni día fijo de este nombramiento.

     VIII. Los moros se animaron tanto con la muerte de Alfonso, que acometieron a Ávila recién poblada y defendida de la valerosa Ximena Blázquez, en ausencia de sus valientes capitanes, y antes que llegasen los de nuestra ciudad, que ya caminaban en su ayuda, se habían retirado los enemigos. En la historia antigua de aquella ciudad se refiere que la reina doña Urraca, hija y heredera de don Alfonso estaba, cuando su padre falleció, en Aragón, con cuyo rey nombrado también don Alfonso había celebrado segundas bodas, aunque inválidas por ser primos segundos, hijos de primos hermanos y no haber precedido dispensación; y dice aquella historia que ambos rey y reina dieron a Nalvillos Blázquez, celebrado avilés, la presidencia sobre los gobiernos de Ávila, Segovia y Olmedo, ordenando a Fernán López Trillo, que convocase de Alfaro a Iofre de Carlos, francés, y a Fernán Núñez, leonés, con sus escuadras, que llegando juntos a nuestra ciudad, fueron bien recibidos y festejados de Martín Muñoz y del gobernador de nuestra ciudad sin declararse en aquella historia cómo se nombraba; aunque se advierte con buen reparo que todas las galas y fiestas eran armas, caballos y soldadescas, y que habiéndoles festejado muchos días los nobles de nuestra ciudad les acompañaron hasta Ávila, formando por los campos un vistoso ejército, que en fin la guerra engendra valor, como la paz ociosidad.

     IX. Los reyes, mal casados y peor avenidos, se apartaron, reteniendo el rey muchos pueblos en Castilla con presidio aragonés; sentimiento que los castellanos remitieron a las armas, dándose la batalla en Candespina, cuatro leguas al norte de nuestra villa de Sepúlveda, año mil y ciento y once (según memorias antiguas). Venció el aragonés, huyendo al atacar la batalla el conde don Pedro de Lara que regía la avanguardia; y muriendo en la retaguardia el conde don Gómez González, nombrado de Candespina por el lugar de su muerte, no porque fuese de su señorío. Los vencedores talando los campos y pueblos de Castilla, entre León y Astorga vencieron a los leoneses y gallegos, que con don Alonso Ramón (nieto de Alfonso, hijo de Urraca, y su primer marido el conde de Galicia don Ramón) ya jurado y ungido rey, les salieron al encuentro, pero al fin faltos de vitualla y gente se metieron en Carrión, donde fueron cercados de la reina y sus gentes. Saliendo de allí por concierto, partió el aragonés a Ávila con noticia de que había enfermado y muerto allí el nuevo rey castellano, y diciéndole cómo estaba vivo quiso verle, pidiendo en rehenes de seguridad sesenta caballeros, que los avileses dieron con generosidad. Habiendo visto al rey en la torre de la iglesia, vuelto a sus reales hizo matar delante de sí a los sesenta caballeros, y aun (según dicen) freír sus cabezas en aceite, ferocísima crueldad que desculpó y aun abonó cualquiera acción, que la reina y castellanos hubiesen usado con él. Retóle por esta alevosía Blasco Ximeno, valeroso avilés, a quien también hizo alancear en su presencia; y volviendo a Aragón fue muerto en la batalla de Fragua, sin que pareciese su cuerpo.

     X. Habiendo entrado en Italia año mil y ciento y once Enrique quinto emperador, alborotado a Roma, puesto en prisión al papa Pascual segundo con muchos cardenales y obispos, para que consintiese en que el emperador nombrase prelados de sus ciudades, y con sólo su nombramento fuesen consagrados sin confirmación del papa; y habiendo dado consentimiento exterior violentado de tantas persecuciones, ausentándose Enrique año mil y ciento y doce convocó el concilio Lateranense segundo en veinte y siete de marzo, confesando en él la violencia, y declarando inválida la concesión. En este concilio concurrieron dos obispos españoles, Gelón de León y Pedro de Segovia. En este mismo año, sin que sepamos el día, el concejo de nuestra villa de Cuéllar con el conde don Pedro Assures, y la condesa doña Eylo su mujer, hicieron una gran donación al convento de San Baudelio, hoy San Boal, de monjes benitos, distante de Cuéllar tres leguas al mediodía para su fundación; o, lo que es más cierto, para su conservación; hoy es priorato de San Isidro de Dueñas. En unas memorias que publicó por antiguas don fray Prudencio de Sandoval en la historia de nuestro rey don Ramón y de doña Urraca su madre, dice: Los de Segovia después de las octavas de pascua mayor mataron a Alvar Fáñez era 1152. Es año mil y ciento y catorce, en que va nuestra historia. Discurre Sandoval que le matarían, porque como a gente advenediza y bulliciosa les quería corregir. En el hecho de que fuese muerto por nuestros segovianos hay mucha duda por la poca autoridad de aquellas memorias, y la mucha vanedad de opiniones que hay sobre el lugar donde este caballero, está sepultado. Pero cuando la muerte sea verdadera, dejamos bien probado que los pobladores de nuestra ciudad fueron los mismos ciudadanos, que poco antes habían huido del poder de Almanzor; y así presumimos que la muerte fuese sobre repartimiento de los términos; queriendo nuestros segovianos retener sus heredamientos, cuyo dominio no se podía juzgar desierto.

     XI. Año siguiente mil y ciento y quince se celebró concilio en Oviedo cuyos principales decretos se enderezaron a la inmunidad de la iglesia y sus ministros, profanada con las guerras. Entre los prelados de este concilio asistió nuestro don Pedro; y movidos de esta doctrina y del ejemplo de sus antecesores, nuestros ciudadanos hicieron grandes donaciones a su iglesia cuyo templo y fábrica se disponía. De muchas pondremos una para ejemplo y prueba de cuan antigua es en nuestra república la religiosa liberalidad con que ha fabricado y fabrica hoy tan suntuosos templos.

     In Nómine sanctae, et individuae Trinitatis Patris, et Filij et Spiritus Sancti Amen. Quoniam prodecessorum nostrorum iugi exortatione, ac sedula admonitione, prout sanctorum Canonum instituta testantur Ecclesiam nostram Sacrosancto regenerationis mysterio matrem, ac genitricem Venerabili studio magnifice honorare in sancta Religione munire, observare, iubemur, et custodire: illlius adversarios delere, maleficos opprimere: beneficos beneficijs nostris refovere. Quia inquam Ecclesiae augere prospera: supportare adversa, diflinitione erudimur iuridica. Universum tam maiorum, quam minorum totius SEGOVIAE Concilium PETRO Domino nostro, eiusdem Ecclesiae Antistite annitente, iugiter persuadente, et sanctae praedicationis studio suggerente, pro peccatorum nostrarum, liberorum, atque parentum remissione, pro continua rerum nostrarum salubritate, pro civitatis nostrae immota quietudine, unanimiter decernimus, statuimus, ac roboramur quatenus BEATAE MARIAE SEGOVIENSIS sedis Ecclesiae Deo proaestante nuper suae pristinae dignitate restitutae, Episcopus ab omnibus summo honore veneretur, Canonice tractetur: ac si quisquam Episcopus in aliqua totius Hispaniae civitati a populo suo iaudatur, diligitur, et amatur; Noster non minori diligentia colatur, ac summa obedientia veneretur. Territorium igitur quod est a ianua civitatis usque ad vallum oppidi: et a muro, qui respicit ad aquam, usque ad fontem qui dicitur Sanctae Mariae: collis quoque usque ad posticum Sancti ANDREAE; illi perpetuo iure deserviat, ac temerae retemptatinis, sive impudicae invasionis nostra auctoritate omni oppresa invidia, sub dominatu Divae Genitricis illaesum persistat. Pignorare: servum quoque vel ancillam capere intra praedictos terminos absque iussu pontificis sive sui vicarij nemo audeat. Captivum, homicidam aut quemlibet maleficum tangere; sive contra quemquam aliquid violenter agere nullus praesumal. Si quis autem iusu nefario huius nostri decreti temerator, aut contemptor exctiterit Antistiti primun Ts. novem libras auri reddere coarctetur. Ac si decensu commissus fuerit in quadruplum restituat, perpetuo concremandus supplicio, aeternis condemnationibus subiaceat innodatus.

     XII. Este instrumento está en un libro escrito en pergamino y letra muy antigua de previlegios de la santa iglesia Catedral; y aunque le falta la data (culpa sin duda del escribiente); de lo antecedente y consecuente se conoce que fue año mil y ciento y diez y seis. Lo que lastima mucho es que no se nombren los autores de acción tan religiosa en sustancia y modo de tantas inmunidades y territorio, cuyos llombres ha confundido el tiempo, si bien se conoce que es la habitación de los prebendados, calles que hoy nombran Calongías vieja nueva, y antes nombraban claustros, porque se cerraban con tres puertas; permaneciendo hoy el arco de la una y será justo se conserve en memoria tan honorosa, pues los dos se deshicieron año 1570 como entonces diremos. Síguese a esta otra donación semejante extendiéndola. Quod de Monasteriis suis, scilicet de sancto Silvestro, de sancta María de Matronis, de sancto Petro de Caldis, de Mascoles, del Parral, de Aldea de Abbatibus, de, sancto Momete, quod nullum tributum, quod dicunt postam persolvant. Si hubiéramos de declarar qué monasterios eran estos, no bastara un libro mayor que nuestra historia; contentémonos con mostrar cuán religiosos han sido siempre nuestros ciudadanos, pues confiesan que hacen estas y las demás donaciones por exhortación y ejemplo de sus antecesores. Este mismo año hicieron también donación al obispo y su iglesia de la campaña que encierra el río Pirón desde su nacimiento hasta donde corta el camino que va de Segovia a Sepúlveda, y sube a la senda de Turégano (que nombra Torodano) a Butrago, y por las cumbres de la sierra vuelve al nacimiento de Pirón, poniendo pena al quebrantador de esta donación cien libras de oro purísimo; en cuya campaña pobló el obispo a Santo Domingo (nombrado de Pirón) y a Collado Hermoso, y el convento cisterciense de santa María de la Sierra; y el cabildo pobló a Sotos Alvos y Pelayos, que poseyó hasta que año 1536 se vendieron con Aguilafuente a don Pedro de Zuñiga.

     XIII. El siguiente año mil y ciento y diez y siete día primero de Noviembre otorgó testamento Domingo Pérez, y después de otros legados que significan bien la rudeza de aquel tiempo, dice: Et Prior sanctae Mariae, qui accipit omnia mea, primitus faciat Bibliothecam bonam, et donet eam sancto Michaeli; et aliud quod remanserit sit santae Mariae. Facta carta coran his testibus Dominicus Abbas sancti Martini testis: Dominicus suo tio sancti Michaelis , etc. Kalendis Novembris Era M. C. LV. Merece reparo, que en tiempo tan rudo mandase Domingo Pérez fundar una librería a su heredero prior de Santa María que sin duda era la catedral, que ya se fabricaba. Poníanse estas librerías en las iglesias parroquiales para uso y estudio público, como está en San Miguel, y año 1140 hallaremos otra en San Martín. Y el celebrado deán don Juan López mandó poner la suya en santa Coloma por los años 1490. También se colige de estos instrumentos y otros de estos tiempos, que ya estaban fundadas las iglesias parroquiales de San Martín, San Miguel, San Andrés, San Esteban y San Quirce que nombran San Quilez; y que los curas se nombraban abbates.

Arriba