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Capítulo XX

Rey don Enrique primero y su muerte. -Jura y bodas del rey don Fernando Santo. -Santo Domingo funda el convento de Santa Cruz. -El arzobispo don Rodrigo gobierna el obispado de Segovia. -Noticia del convento de San Francisco. -Don Lope de Haro y don Bernardo obispos de Segovia.

     I. Sucedió en los reinos don Enrique, su hijo, en edad de once años, encomendado por sus padres a la reina doña Berenguela, su hermana. En diez y ocho de diciembre trocó a nuestro obispo don Gerardo y su Cabildo la villa de Fresno, que su padre les había dado, por veinte yugadas de tierra de Año y vez, en una heredad de Magán, pueblo entre Illescas y Toledo.

     Consta el cambio del instrumento siguiente, que original permanece en el archivo obispal.

     Religiosa loca, ei eorum Praelalos tanto devotius pijs donationibus convenit adornari, quanto misericordiosius eorum suffragijs summi Regis speratur misericordia obtineri. Ea propter ego Henricus, Dei gratia, Rex Castellae et Toleti beneficiorum innumerabilium non immerito memor existens, quae mihi Pater meus Rex Dominus Aldefonsus, bonae memoriae, cuius anima requiescat in pace, semper contulit diligenter, eius animae prodesse desiderans, spontanea voluntate Deo, et Ecclesiae sanctae Mariae Cathedralis Secoviensis, et vobis Domno Giraldo eiusdem Ecclesia instanti Episcopo, et vestris successoribus universis paruum duxi munusculum offerendum. Dono itaque vobis, et concedo haereditatem sufficientem ad viginti iuga boum ad anni vicem in serna mea de Magán, pro commutatione villae illius, quae dicitur Fresno, quam pater meus vobis legaverat, ut illam iure haereditario in aeternum habeatis. Si quis vero etc. Facta Carta apud Burgos, Era M.CC.LII. decimo octavo die Decembris. Et ego praedictus Rex Enricus regnans in Castella et Toleto, hanc Cartam, quam fieri iussi, manu propria roboro, et confirmo.

Signum Henrici Regis Castellae

Rueda = Gonzalvus Roderici, Maiordomus Curiae Regis, conf.

Alvarus Nunij, Alferiz Regis, conf.

Rodericus Toletana sedis Archieps, Hispaniarum Primas conf.
Tellius Palentinus Eps. conf.
Ioannes Calagurritanus Eps. conf.
Rodericus Seguntinus Eps. conf.
Melendus Oxomensis Eps. conf.
Dominicus Abulensis Eps. conf.
Mauritius Burgensis electus, conf.
Dominicus Placentinus electus, conf. conf.
Comes Dominus Ferrandus conf.
Rodericus Didaci, conf.
Lupus Didaci, conf.
Rodericus Roderici, conf.
Guillielmus Gonzalvi, conf.
Guillielmus Petri, conf.
Petrus Ferrandi, Merinus Regis in Castella, conf.

Petrus Pontij, Domini Regis Notarius, Didaco Garsiae existente Chancellario Petro scriptore, scribere iussit.

     II. Revalidó el rey el contrato con asistencia y consejo de la reina su hermana en diez y ocho de enero del año siguiente mil y docientos y quince en la misma ciudad de Burgos, donde se celebraban Cortes.

     En las cuales don Álvaro, don Fernando y don Gonzalo de Lara, hijos del conde don Nuño de Lara, con ambición cautelosa, comenzaron a desacreditar que rey y reino estuviesen en poder y gobierno de mujer; esforzando la plática sus parciales, que eran muchos. El arzobispo don Rodrigo, comunicado el negocio, con su mucha autoridad y prudencia, deshizo la trama, aunque partiendo en breve con otros prelados de Castilla al concilio Lateranense tercero, que celebraba Inocencio tercero, volvieron los Laras a su pretensión; y habiendo ganado por cohechos a un Garci Lorencio, ministro de la reina, la persuadió convenía que el rey viviese entre caballeros experimentados en paz y guerra, quedando ellos con el cuidado, y su Alteza superintendente y señora del gobierno, y en el sosiego que deseaba, con que renunció la tutoría en don Álvaro el mayor de los hermanos. El cual, al punto, quitada la máscara a su ambición, apartó al rey de la compañía y consejos de su hermana, trayéndole de Burgos a nuestra Extremadura, cuyos pueblos irritados de sus tiranías, le obligaron presto a pasar los puertos. Estando en Maqueda prendió un hombre que la reina (arrepentida tarde y cuidadosa siempre) enviaba a saber de la salud y sucesos del rey su hermano. Falseó don Álvaro unas cartas de la reina para confidentes suyos, escribiendo en ellas que con veneno matasen al rey, y para dar fuerzas al engaño y quitarlas a la verdad hizo ahorcar al mensajero inocente. Pero el soberano impulso de la verdad y crédito grande de la reina, contrastando al engaño, alteraron al pueblo y comarca de modo que le mataran, si no escapara huyendo a Huete con el rey, que de secreto avisó a su hermana cuánto deseaba apartarse de aquel tirano y volver a su compañía.

     III. A estos tratos envió la reina a Rodrigo González de Valverde, que descubierto fue preso y remitido al castillo de Alarcón, sin atreverse a darle muerte por no añadir odio a los pasados. Para divertir al rey, le casó con prisa, y sin edad ni dispensación, con doña Mafalda, infanta de Portugal, su parienta en grado prohibido. Avisó doña Berenguela al papa, que declaró el matrimonio por inválido, y don Álvaro, desvanecido, le pretendió para sí con desdeñoso desprecio de la infanta, que vuelta a Portugal murió en santo recogimiento. Volvió el conde con el rey a Valladolid, donde en veinte de noviembre de este año (1215) pronunció o hizo pronunciar sentencia en un pleito entre nuestro obispo don Gerardo y sus vasallos, de la villa de Mojados, sobre jurisdicción y tributos.

     Al principio del año siguiente mil y docientos y diez y seis, sabiendo que muchos señores del reino se habían quejado a la reina de la renunciación y pedían remedio, comenzó a perseguirlos con armas y cautelas, y se desvergonzó a decretar que la reina saliese del reino. La cual, con valerosa paciencia se retiró a la fortaleza de Autillo, entre Palencia y Carrión, donde estuvo hasta que estando el rey en Palencia, aposentado en las casas del obispo, jugando en el patio con otros de su edad, cayó una teja y dándole en la cabeza murió a once días, martes seis de junio de mil y docientos y diez y siete años.

     Sabiendo la reina su enfermedad, antes que muriese envió a don Lope de Haro y a don Gonzalo Ruiz Girón a pedir al rey don Alonso de León, que estaba en Toro, al príncipe don Fernando, su hijo, con pretexto de que la asistiese contra las demasías del conde don Álvaro; el cual ocultando la muerte del rey, para disponer sus tramas, hizo llevar el cuerpo a Tariego.

     IV. En estos lances llegó el príncipe don Fernando a Autillo; y publicada la muerte de Enrique, partieron madre e hijo a Palencia, cuyo obispo don Tello los recibió con procesión y alegrías. Quisiera la reina reducir con prudencia a don Álvaro, que soberbio osó pedir la tutela de Fernando; y dándole a entender que padecer un engaño es de ánimos nobles, y sujetarse a dos, sería de ignorantes, pasaron a Valladolid; de allí a nuestra ciudad, donde la reina quería coronarse como en patria suya y donde como en metrópoli se juntaban los principales de Extremadura, en cuyos pueblos tenía don Álvaro granjeados muchos confidentes.

     Llegando a Coca, hallaron las puertas de la villa cerradas pasaron a una aldea nombrada hasta hoy Santiuste. Allí tuvieron aviso que la parcialidad de don Álvaro prevalecía tanto que parecía peligroso pasar adelante.

     También llegó aviso que don Sancho, hermano del leonés, con poderoso ejército se encaminaba a Valladolid, donde volvieron apresurados, enviando la reina mensajeros a nuestra ciudad, que por su parte y de la junta enviaron comisarios a besar la mano y dar la obediencia a la reina, que en la plaza del Mercado de Valladolid fue coronada reina propietaria de Castilla. Y pasando a la iglesia de Santa María renunció la corona en su hijo don Fernando de diez y siete años, con aplauso perpetuo de los siglos y alegría común de los reinos, que del valor, gracia y aspecto de aquel príncipe esperaban todo lo que fue.

     V. Porque se publicaba que el rey de León seguía su ejército, mandó la reina a los obispos de Burgos y Ávila a proponerle de su parte: que mitigada la pasión considerase los fines de tan injusta guerra; pues era injusto pretender con título de dote el reino de mujer, cuyo marido no había podido ser. Mostrase valor de rey y fineza de esposo en favorecer al hijo habido en buena fe y amor de aquel matrimonio. Y pues por derecho divino y humano debían los padres granjear para los hijos, no se dejase aventajar en esto de una mujer, ni amancillase la gloria de su nombre, intentando quitar a su hijo los reinos que su madre le había dado.

     Tantas fuertes razones atropelló el deseo impetuoso de reinar, llegando el rey con su ejército a Lagunilla, una legua de Valladolid, de donde envió a decir a la reina con don Alfonso Téllez: Que si gustaba volver a vida conyugal alcanzaría dispensación para el matrimonio: y poseyendo ambos los reinos d Castilla y León, quedarían para Fernando. A lo cual respondió severa: Que siendo los hijos el fin más honesto del matrimonio, quien por reinar perseguía los procreados en fe y unión de matrimonio justo, mostraba casarse más con la corona que con ella, y así no permitiese Dios que volviese más a pecar.

     Sentido el rey de esta respuesta, pasó con su gente a Burgos y, hallándola fortificada, volvió talando la tierra de Campos a León.

     Los reyes, madre e hijo, al principio del año mil y docientos y diez y ocho pasaron a Palencia, donde llegaron copiosas y lucidas escuadras de nuestra ciudad, Ávila y demás pueblos de Extremadura, con que se puso cerco a Muñón, en tanto que la reina, acompañada de los obispos de Burgos y Palencia, llevó el cuerpo de su hermano, que aún se estaba por sepultar embalsamado en Tariego, a dar sepultura a las Huelgas de Burgos. Y volviendo a Muñón, que ya se había rendido, pasaron a rendir a Lerma y Lara, pueblos de don Álvaro; y rendidos, pasaron a Burgos, donde fueron recibidos con solemne procesión y alegría.

     VI. Fray Domingo de Guzmán, ilustre español y santísimo patriarca, fundada la Orden de Predicadores, confirmada por Honorio tercero en veinte y dos de diciembre de mil y docientos y diez y seis años, volvió a fundar conventos en España su patria este año mil y docientos y diez y ocho en que va nuestra Historia, según la más averiguada cronología. Llegó a Burgos donde aún estaba el rey, a quien presentó las bulas de confirmación y pidió licencia para fundar en sus reinos; y alcanzada, vino a nuestra ciudad. Conjeturas tenemos no mal fundadas de que esta venida no fue acaso, sino causada de correspondencia con los canónigos premonstenses de San Norberto, que, como dejamos escrito, habían venido a fundar en nuestra ciudad desde el convento de la Vid, donde el santo, según tradición y costumbre de aquel tiempo pasó algunos años de su primera edad y enseñanza, o por lo menos comunicó mucho siendo canónigo en Osma. Hospedose al principio en una casa particular, y después, hallando a propósito para la aspereza que profesaba, una cueva entre unos peñascos cubiertos de boscaje, entre lo profundo del río y la altura de la ciudad, expuestos al frío del norte, renovó allí sus ásperas disciplinas, esmaltando la cueva con su sangre, que permaneció en milagrosa frescura hasta el tiempo de nuestros padres, con suma reverencia de nuestros ciudadanos. Y lo gozáramos hoy, si la inadvertencia de un prelado no hubiera escurecido tan venerable reliquia, por enlucir cueva y capilla, deslumbramiento que castigaron los superiores con severidad. Con esta disposición y ejemplo salía el santo a predicar a un sitio en el mismo valle sobre el río, distante de la cueva trecientos pasos al poniente; donde la devoción de nuestros ciudadanos labró una ermita en recuerdo de estos sucesos y advocación de Santo Domingo. Permanecía entonces en todo aquel valle gran parte de la población baja de nuestra ciudad, como dejamos advertido y probaremos adelante; pues a estar como ahora, se conformaran mal en acudir a sitio tan desacomodado el celo fervoroso del predicador y la tibieza de los oyentes.

     VII. Llegó el santo a nuestra ciudad cuando su campaña estaba tan falta de agua, que fallecían los frutos y peligraba la salud. En uno de sus primeros sermones, consolando al pueblo afligido, prometió en nombre del cielo hartura de agua, imposible al juicio humano por las contrarias señales y serenidad del cielo. Mas el supremo autor de la naturaleza desempeñó la promesa de su fiel ministro tan presto y liberal, que los oyentes de aquel sermón, estorbados de agua, apenas podían pasar a sus casas. En el principio de otro sermón, llegó con muestras de prisa un correo con despachos del rey al consistorio o Concejo, como entonces hablaban, que todo había concurrido al sermón; y bien merecía el predicador tanto concurso. Apartáronse a ver el despacho; y visto comenzó el santo, diciendo: Que pues ya sabían la voluntad del rey humano y temporal, era justo oyesen con atención la palabra del rey divino y eterno. Enfadado de tan discretas, palabras uno de los principales dijo con impío desdén y voz alta: No sería malo que este charlatán nos tuviese aquí gastando el día, y ocupándonos la hora de comer. Y con desprecio y alboroto rompió por la gente, y puesto a caballo se fue. Sentido el celoso predicador del desacato a la palabra evangélica, dijo con espíritu profético: Él se va, como veis, despreciando la predicación del Evangelio, mas no pasará el año, que no le quiten la vida y la casa fuerte que labra el mismo que le ha de matar; como todo sucedió, muriendo a su lado un hijo y un sobrino, como escribe Gerardo Lemovicense escritor casi de este mismo tiempo, pues comunicó a los que comunicaron al santo patriarca.

     VIII. Remediados en pocos días muchos males, y admitidos a la nueva religión algunos de nuestros ciudadanos y entre ellos el santo fray Domingo Muñoz, cuya santa vida escribiremos en nuestros claros varones, fundados en la cueva de su recogimiento, iglesia y convento, con advocación de Santa Cruz, aunque pequeño entonces, primicias de esta gran religión en España, y que como tal goza hasta hoy primer asiento y voto en sus capítulos; partió el santo a Madrid; dejó por prelado del nuevo convento a fray Corbalán, que murió a pocos días con nombre y señales de santo. Sus reliquias se veneran hoy, colocadas en alto en la capilla mayor al lado del evangelio sobre la puerta de la sacristía con una reja dorada, y esta inscripción: Aquí están las Reliquias de muchos santos, y el cuerpo de San Corbalán, compañero de Santo Domingo, que murió en esta casa año mil y docientos y diez y ocho; comprobación bastante de que este año fue la venida del santo.

     El cual, de más de la doctrina, ejemplo y discípulos que dejaba en nuestra ciudad, dejó una túnica, o camisa de estameña tan áspera, que parece silicio, a la huéspeda que le hospedó al principio: guardóla en un cofre con lo más precioso de sus joyas, y encendiéndose a pocos días un fuego tan vehemente que abrasó la casa reservó, con apariencias milagrosas, el cofre en que se guardaba la túnica, la cual, vino después de algunos años a poder de la reina doña María de Meneses, mujer del rey don Sancho el Bravo que la dejó con otras reliquias al convento de las Huelgas de Valladolid, fundación y sepultura suya, donde hoy se venera con mucha devoción.

     IX. Nuestro obispo don Gerardo, en un sínodo que había celebrado en nuestra ciudad, sin que sepamos año ni día de esta celebración, había cargado tanto de novedades ambos estados eclesiástico y seglar, que alborotado todo el obispado se puso en pleito. El Cabildo y Concejo de Pedraza llevaron el pleito a Roma, donde antes de comenzarse ambas partes comprometieron en jueces árbitros, y pronunciada la sentencia sobrevino al obispo una larga enfermedad, juzgada de todos por sobrenatural y castigo del cielo, como expresamente lo dicen instrumentos auténticos de este suceso, privándole también del juicio, causa de que el pontífice Honorio tercero cometiese el gobierno de nuestro obispado al celebrado arzobispo de Toledo don Rodrigo Ximenez; el cual viniendo a sosegar tanto desasosiego, en treinta de mayo de este año, en la misma villa de Pedraza sosegó ambos estados, anulando cuanto el obispo había innovado en el sínodo. Y porque en las censuras había desórdenes, poniendo entredicho en la parroquia, y aun en toda la villa, por deudas que debían personas particulares, estatuyó que primero fuese descomulgado el deudor, y no pagando a nueve días se pusiese entredicho en la parroquia para que evitasen al descomulgado y a otros nueve días de rebeldía se pusiese en toda la villa.

     De todo esto se escribieron dos cartas en pergamino, cortadas por A. B. C. Una de ellas permanece en el archivo Catedral con cuatro sellos de cera y muchas dignidades de Toledo y Segovia por testigos, y entre ellos el celebrado Domingo Pascasio o Pascual, que llevó la milagrosa cruz primacial, como dijimos, en la batalla de las Navas de Tolosa. De Pedraza pasó el arzobispo a Sepúlveda, donde a tercero día, y primero de junio, quietó el Concejo de aquella villa, inquieta por la misma novedad, como también consta del instrumento original con tres sellos de cera, que está en el mismo archivo Catedral.

     X. Nuestra reina doña Berenguela, solícita de casar al rey su hijo antes que se derramase a ilícitas conversaciones, envió a Alemania a don Mauricio, obispo de Burgos, con otros señores a pedir la infanta doña Beatriz, que según dice el arzobispo don Rodrigo, y nuestros historiadores siguiéndole, fue hija de Filipo, emperador de Alemania; y lo comprueban escrituras de nuestros archivos, aunque en los historiadores extranjeros no se halla. Dice don Rodrigo que se celebraron las bodas en Burgos día de San Andrés, habiendo el rey armádose a sí mismo caballero dos días antes. El arzobispo no señala año, y Garibay, y Mariana escriben que esto fue año mil y docientos y veinte; y verdaderamente fue año mil y docientos y diez y nueve; porque en veinte y ocho de enero del año mil y docientos y veinte, estando el rey en nuestra ciudad con su madre, y con su mujer la reina doña Beatriz, y el infante don Alonso su hermano, confirmó al monasterio cisterciense de Sotos Albos, y a Ricardo su abad, el heredamiento que nuestro obispo don Pedro Aagén les había dado año mil y ciento y treinta y tres, como consta de la confirmación que autorizada está en el archivo obispal, cuya data dice así:

     Facta carta apud Segoviarn quinto kalend. Februarij, Era M.CC.LVII. anno Regni mei tertio, eo, videlicet, anno, quo ego memoratus Rex Ferrandus in monasterio Santae Mariae Regalis de Burgos, manu propria me accinxi cingulo militari: et tertia die post Dominan Beatricem Reginam, Philippi quondam Regis romanorum filium, duxi solemniter in uxorem. No tiene confirmadores, porque está inserta en otra confirmación del rey don Alonso su hijo, en Segovia año mil y docientos y cincuenta y seis. En la data de este instrumento se ajusta el principio de este rey en el año diez y siete, y el armarse caballero y casarse año diez y nueve; y que la reina doña Beatriz fue hiia de Filipo, emperador de Alemania.

     XI. Los nuevos religiosos dominicanos procedían como dicípulos de tal maestro; y nuestros ciudadanos les favorecían de modo que movió al pontífice romano Honorio tercero, a celebrarle con bula particular que original permanece en este convento, despachada en Roma en veinte y tres de marzo de este año mil y docientos y veinte. Por estar impresa en las historias de aquella religión, no la trasladamos aquí, advirtiendo sólo cuán antiguas son las limosnas en nuestra ciudad, más atenta a hacerlas que a publicarlas, pues aun esta estuvo oculta y olvidada hasta que el agradecimiento de los favorecidos publicó favor y bula. Cierto es que la nobilísima familia de los Contreras, y su pariente mayor Gaspar González de Contreras, favoreció tanto los principios de esta fundación, que en agradecimiento se le dieron el patronazgo y enterramientos de su capilla mayor, que poseyeron por más de docientos y setenta años, hasta que reedificando los Reyes Católicos el convento, quedó en el patronazgo real; quedando a los Contreras las sepulturas arrimadas a la misma capilla que hasta hoy poseen.

     Poca o ninguna averiguación se halla en las corónicas de San Francisco, ni en nuestros archivos, del tiempo y modo de la fundación de su convento en nuestra ciudad. Cierto es que fue en estos años por el santo patriarca, cuando estuvo en España, o por algunos de los compañeros que envió a ella. También es cierto que su primitivo templo fue el parroquial de San Benito, arruinado en nuestros días, cuyos paredones permanecen hoy a la puerta oriental del convento, dentro de su distrito. Y aunque la parroquia se anejó cuando entraron los religiosos, permanece hoy el nombre en un barrio que nombran Corral de San Benito. Y duró muchos años nombrarlos frailes de San Benito, como hoy nombramos frailes de Santa Cruz a los dominicos, por la advocación de su convento.

     XII. La clerecía de Sepúlveda se sentía más injuriada del sinodo que, como dejamos escrito, había celebrado nuestro obispo don Gerardo, porque en él había estatuido que muchos de sus beneficios, aunque tenían congrua sustentación, se resumiesen aplicando la renta para sí. El agravio y el interés hacían el pleito más porfiado. El arzobispo, gobernador, después de muchos lances y diferencias, volvió este año mil y docientos y veinte acompañado de tres obispos, Melendo de Osma, Domingo de Plasencia y Juan electo de Calahorra y natural de nuestra ciudad. Y en el mes de otubre, sin señalar día, aquietó la clerecía, anulando las novedades del sínodo y declarando por derecho constante que ninguna iglesia parroquial se pudiese resumir ni anejarse a otra, teniendo cóngrua sustentación de ministros. Consintió estos decretos A., deán de Segovia, en su nombre y de su Cabildo, poniendo ambos sellos en el instrumento con los de los tres obispos, asistiendo muchos testigos, nombrados en el instrumento que original permanece en el archivo Catedral. Trabajó tanto el arzobispo en quietar nuestro obispado, que estando en Sigüenza el año siguiente, mil y docientos y veinte y uno, sin señalar día, sosegó en la misma conformidad la clerecía de nuestra ciudad, desasosegada por la misma novedad, moderando las jurisdiciones que entonces usaban o abusaban los arciprestes y arcedianos, y amparando las residencias en las prebendas y beneficios, como consta del instrumento original, que también se guarda en el archivo Catedral. Cita el arzobispo para la concordia los decretos del concilio que él había celebrado en Guadalajara, secundum quod in Concilio apud Guadalfaxaram a nobis olim fuerat constitutum; noticia que hasta ahora no hemos visto en otra parte.

     XIII. En dos de junio de este año, estando el rey en nuestra ciudad, concedió a don Gerardo, nuestro obispo, y al arzobispo don Rodrigo, como gobernador, y al Cabildo, privilegio para que cuantos tuviesen heredades en pueblos de señorío eclesiástico, que nombraban Abadengo, pechasen, sin excepción ni perjuizo de nobleza. Nombran hoy a los pueblos de esta calidad, Behetrias, siendo la etimología de este nombre bien diversa. El privilegio original permanece en el archivo Catedral: y le ponemos a la letra por su singularidad y confirmadores.

     Notum sit lam praesentibus, quam futuris quod ego Ferrandus, Dei gratia, Rex Castellae, et Toleti, una cum uxore mea Regina Domina Beatrice, et cum fratre meo Infante Domno Alfonso, et de assensu, et beneplácito Dominae Berengariae Reginae genitricis meae, facio cartam concessionis, confirmationis, et stabilitalis vobis Domno G. instanti Episcopo Secoviensi: et vobis Domno R. Toletanae sedis archiepiscopo de Episcopo, et Catredali Ecclesia, et de toto Episcopatu curam habenti: et eiusdem Canonicorum capitulo et successoribus vestris perpetuo valituram. Mando quidem, et concedo, quod quicumque homines de Segovia, vel de alijs locis undecumque sint, qui habuerint haereditates in villis Episcopi, vel canonicorum de Segovia, quod pectent pro illis in omnibus pectis, quae habitatores praedictarum villarum pectaverint. Sin autem mando, quod Episcopus, vel canonici, cuius fuerint villae, prendant mobile, et radicem illius qui pectare noluerit et vendant secure, et colligant suam pectam, vel cuiuscumque fuerit ipsa pecta. Si quis vero, etc. Facta Carta apud Segoviam, Regis expensis, cuarto nonas Iunij. Era M.CC.L.VIIII. anno regni sui quarto. Et ego saepedictus Rex Ferrandus regnans in Castella, et Toleto hanc cartam, quam fieri iussi, manu propria roboro et confirmo.

Rueda = Signum Ferrandi Regis Castellae

Gonzalvus Roderici, Maiordomus Curiae Regis, conf.

Lupus Didaci de Faro Alferiz Regis, conf.

                Rodericus Toletana sedis Archieps, Hispaniarum Primas, conf.
Mauritius Burgensis Eps. conf.
Tellius Palentinus Eps. conf.
Rodericus Seguntinos Eps. conf.
Gerardus Secoviensis Eps. conf.
Garsias Conchensis Eps. conf.
Melendus Oxomensis Eps. conf.
Dominicus Abulensis Eps, conf.
Dominicus Placentinus Eps. conf.
Ioannes Dominici Regis Chancellarius Abbas Vallis Oleti conf.
Alvarus Didaci, conf.
Alfonsus Telli, conf.
Rodericus Roderici, conf.
Ioannes Gonzalvi, conf.
Suerius Telli, conf.
Guillelmus Telli, conf.
Rodericus Gonzalvi, conf.
Garsias Ferrandez Maiordomus Reginae Berengariae conf.
Ferrandus, maior Merinus in Castella, conf.
Dominicus Segoviensis iussu Domini mei Chancellarij scripsi. conf.

     XIV. En diez del mismo mes de junio, el arzobispo don Rodrigo, como gobernador, hizo concordia con los pueblos de Sotos Alvos, Pelayos, la Cuesta que nombra Ecclesia Gandul, como en otros muchos instrumentos de este tiempo, Losana, Atenzuela, Santo Domingo y Torre Iglesia, en el modo de regar los linares y huertas del palacio que nuestros obispos tenían en Collado Hermoso, donde tenían capellán, mayordomo y hortelanos. Consintieron la concordia el Cabildo catedral y Juan, electo obispo de Calahorra, natural, como hemos escrito, de nuestra ciudad, que tenía alquilado el palacio por su vida; y confirmóla el rey, que aún estaba en nuestra ciudad, como consta del original que permanece en el archivo Catedral.

     El arzobispo don Rodrigo, dejó por estos días, según entendemos, la gobernación de nuestro obispado, y fue nombrado obispo de Segovia, don Lope de Haro, hijo de don Lope Díaz de Haro, señor de Vizcaya, y doña Mencia Arias su mujer. No sabemos por quién ni cómo fue nombrado, más de que como obispo de Segovia confirma en un privilegio que el rey dio a la ciudad de Plasencia en diez de noviembre de este año. Y advertimos que fray Alonso Fernández, en la Historia de aquella ciudad, puso entre los confirmadores de este privilegio, Beraldus Serobiensis Episcopus, y luego: Lupus Segoviensis Episcopus; y sin duda lo primero está errado por Geraldus Secoviensis Episcopus: confirmando ambos obispos nuestros don Gerardo y don Lope, que sin duda entró por coadjutor suyo, y gobernador del obispado, en lugar del arzobispo don Rodrigo; advertencia que nos pareció poner en este lugar para quien mejor averiguare. No hemos hallado otra acción de este obispo don Lope, ni sabemos el tiempo ni lugar de su muerte. En la capilla de Santa Cruz, en el claustro de Santa María la Real de Naxara, se muestra su sepulcro. En veinte y tres de noviembre, fiesta de San Clemente, nació en Toledo, según Mariana, el príncipe don Alonso, que sucedió en el reino a su padre.

     XV. Tan atemorizado dejaron las armas cristianas al Miramamolín Mahomat con la victoria de las Navas de Tolosa, que fortificándose en África desamparó cuanto poseía en España. Lo cual dividieron sus capitanes, naciendo de su división su ruina. Porque don Fernando, sosegados sus reinos con castigos particulares y perdón general, dejando por gobernadora a su prudentísima madre, la primavera de mil y docientos y veinte y cuatro años entró con poderoso ejército en Andalucía, rindió a Baeza, asoló a Quesada y otros muchos pueblos, llenando aquellas provincias de su nombre, como, después de sus victorias, volviendo por noviembre victorioso a Toledo, donde alegres le esperaban madre, mujer y hijo.

     El año siguiente mil y docientos y veinte y cinco ganó a Andújar, Martos y otros pueblos menores. Este año, según nuestras memorias, murió nuestro obispo don Gerardo, ignorándose hasta ahora el día y lugar de su muerte y sepulcro.

     Como el mayor efecto de las victorias consiste en no permitir al vencido tiempo ni lugar para repararse, en llegando marzo del año siguiente mil y docientos y veinte y seis marchó el rey con su ejército a Andalucía, y conquistados algunos pueblos pequeños, pasando a vista de Jaén, mandó echar bando, que ninguno se acercase a los muros; reparo que atribuido de los moros a temor, se atrevían a salir a remesar el ejército. Y como la mayor fuerza de la guerra sea la reputación, salieron a reprimir estos acometimientos docientos caballos, y de socorro trecientos, que en la escaramuza cargaron a los moros de manera que mataron docientos y cautivaron más de mil. Con esto determinaron poner cerco a la ciudad, en el cual las escuadras de nuestra ciudad, Ávila, Cuéllar y Sepúlveda se alojaron apartadas de las demás en el camino de Granada, ocasión de que los moros les acometiesen a menudo. Y aunque resistidos con pérdida suya, la muchedumbre reforzaba los acometimientos, y a los nuestros menguaba la gente y fuerzas, hasta que socorridos del ejército cargaron con tanto valor sobre los enemigos, que con muerte de muchos, enfrenaron los acometimientos. Las Historias de Ávila refieren en sus archivos y memorias los nombres y hazañas de sus capitanes en esta guerra; a los nuestros faltó quien lo escribiese o quien lo guardase para gloria suya y ejemplo nuestro, siendo para uno y otro tan importante la noticia como la hazaña, pues la oculta ni da gloria al que la hizo, ni ejemplo al que la ignora.

     XVI. Por muerte de nuestro obispo don Gerardo, fue electo el maestro don Bernardo. Alguna desavenencia hubo en la elección, pues el papa Honorio tercero despachó la bula siguiente, que original permanece en el archivo Catedral:

     Honorius Episcopus servus servorum Dei, Dilectis filijs, Clero, et populo civitatis, et Dioecesis Segoviensis salutem, et Apostolicam benedictionem. In Christi corpore, quod est Ecclesia, ea debet esse compaginatio charitatis, ut omnia membra pro se invicem sint solicita: eademque capiti suo humiliter obsequantur. Hinc est, quod universitatem vestram rogandam duximus, et monendam, per Apostolica vobis scripta praecipiendo mandantes quatenus dilecto filio Magistro B. Segoviensi electo reverentiam, et obedientiam debitam exhibentes, ipsum tanquam caput vestrum sequamini reverenter praefectum, in his quae ad conservandum statum, et libertatem Ecclesiae Segoviensis videritis pertinere: praeceptum nostrum taliter impleturi, quod ipsius Ecclesiae status per solicitudinen eius, et vestram possit authore Domino provide conservari: vestraque devotio, et prudentia exinde merito commendetur. Alioquin setentiam quam idem electus rationabiliter tulerit in rebelles, ratam habebimus: et faciemus usque ad satisfactionem condignam firmiter observari. Dat. Lateram. XVII, Kalend. Februarjj, Pontificatus nostri anno undecimo.

     Que la data es diez y seis de enero de mil y docientos y veinte y siete años.

     Con la autoridad del papa se sosegaron los ánimos inquietos, y el electo, deseoso de entrar pacífico y agradable en el gobierno, ganó del papa Gregorio nono próximo sucesor de Honorio, bula que original permanece en el archivo Catedral, para dispensar en las irregularidades que hasta el día de su posesión hubiesen contraído sus súbditos; advertencia de pastor cuidadoso. Continuando el rey la guerra y victorias contra los moros, restauró este año a Baeza, que se había perdido, hallándose en su conquista, entre otros segovianos, Domingo Caro, de esta ilustre familia, tan antigua en nuestra ciudad, como dejamos advertido y recordaremos en la conquista de Sevilla.

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