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Capítulo V

Juvenales en Segovia. -Trajano de Pedraza. -Nueva división de España. -San Audito de Butrago.

     I. En el imperio romano y señorío de España sucedió a Tiberio, Calígula; a Calígula, Claudio; a Claudio, Nerón, último del linaje del César, que inhumano y cruel dio principio a las persecuciones de la iglesia, y muerto a manos de su crueldad le sucedieron Galva, Oton y Vitelio, que en menos de tres años todos tres fueron muertos violentamente, sucediendo Flavio Vespesiano, en cuyo tiempo fue pretor de España citerior Licinio Larcio, a quien algunos atribuyen la fábrica de nuestra Puente. Mas ya dejamos escrito lo que sentimos o disentimos de esta opinión, y como si así fuera, no lo olvidara Plinio, que en este tiempo fue cuestor en España. A Vespesiano sucedió su hijo Tito, llamado por su bondad regalo del mundo, que ministro de la divina justicia había destruido la ciudad santa de Jerusalén y su celebrado templo con muerte de seiscientos mil judíos y cautiverio de otros tantos, año setenta y dos de Cristo. A Tito sucedió Domiciano su hermano, en sangre, no en prudencia; pues ni tuvo virtud, ni le faltó vicio; levantó la segunda persecución a la Iglesia y desterró a San Juan Evangelista.

     II. En su tiempo florecieron en Roma muchos ingenios españoles, y entre ellos cuentan algunos a Juvenal, aunque la corriente de los modernos extranjeros le hace de Aquino en Italia, por unos versos de la Sátira tercera al fin. Y podríamos los españoles animar nuestra opinión con llamarle Marcial (español también) Iuvenal mio. Afecto, que pueda, significar unión patria, como de amistad. En cuanto a su muerte nadie ha escrito con afirmación, cuándo, dónde, ni cómo fuese. En el muro exterior de nuestra ciudad a la parte del mediodía, en un cubo o torre, junto a la puerta, nombrada hoy de San Andrés está una piedra sepulcral con esta inscripción:

                PVBLICIO IVVE-
NALI IVVENALIS.

     Y advertimos que Juan Vaseo trasladó mal Publio, porque dice Publicio, como aquí va escrito. No por esto pretendemos que fuese sepulcro del poeta Juvenal; pero probamos que hubiese en nuestra ciudad Juvenales, pues en tan pocas letras se muestran dos. Y de algo nació no quedar en Roma noticia de la muerte de un hombre tan celebrado.

     III. A Domiciano sucedió en el imperio Coceyo Nerva, español, que luego adoptó hijo, y nombró sucesor a Marco Ulpio Trajano, honor de España. Dion Casio, Aurelio Víctor y Eutropio señalaron por su patria a Itálica, seguidos en esto de la corriente de los historiadores. La Historia general de España, que por orden del rey don Alonso Sabio compusieron hombres doctos, dice: Trajano fue español, como de suso es dicho: é natural de una villa de Extremadura, que a nombre PEDRAZA. Y Lucio Marineo Siculo en su Historia de España; Pedro de Medina en sus grandezas; Juan Sedeño en sus Varones Ilustres, dicen lo mesmo. Y no se diría sin fundamento, pues sus autores habrían leído a los antiguos. Si acaso no es que esta villa, nombrada en tiempo del rey don Alonso Pedraza de Extremadura, por estar en ella (como diremos), y hoy Pedraza de la Sierra., por estar junto a ella, y diferenciarla de otra que hay en Campos, se nombró antes Itálica. Aunque el Nebrisense, Josefo Molecio y Filipo Ferrario quieren que sea la Meterosa de Tolorneo. Confirma esta naturaleza de Trajano la tradición constante hasta hoy en que aquella villa y su comarca, hablando algunos en que su madre se nombraba Aureliana y dio nombre a una población, que dividida hoy en dos pequeñas aldeas, relajada la pronunciación se nombran Orejana y Orejanilla; donde aún señalan el sitio de la casa de su parentela, como advirtió Sedeño y nosotros hemos visto.

     IV. Parece fue su madre de esta tierra y su padre de Itálica, gloriándose ambos pueblos de patria de uno de los mejores príncipes del mundo, que celebra y celebrará en deseo proverbial: felicidad de Augusto y bondad de Trajano. Aunque mal informado levantó la tercera persecución a la Iglesia, si bien advertido mandó que cesase, como consta de las cartas de Plinio sobrino, procónsul de Bitinia. Habiendo decretado Nerva, su antecesor, que catorce legiones viniesen al occidente del imperio, y abatiesen los pueblos de situación alta y fuerte a sitios bajos y fáciles de combatir, para tener sujetos a sus moradores, arbitrio antes ejecutado en España por Tito-Didio en Termes y otros pueblos, como dejamos escrito; dos de estas catorce legiones vinieron a España y bajaron la antigua Sublancia al sitio que ahora tiene León, y la alta Bilbilis a Calatayud y otras. Y según dice un escritor nuestro, en esta ocasión fue abatida nuestra ciudad del eminente sitio de su primitiva fundación, que es el mismo que ocupa hoy restaurado por don Alonso VI como diremos. Y siendo cierto que fue en esta ocasión, o había sido antes, y que nuestros segovianos habitaron muchos siglos en el valle y riberas del río, donde hoy permanecen los barrios de la Puente Castellana y San Lorencio, y las antiguas parroquias de San Marcos, San Blas, Santiago y San Gil; ¿cómo se podrá creer que Trajano hiciese obra tan suntuosa como nuestra Puente para ciudad que o estaba abatida antes, o se abatió por su orden, o que si la hiciera, la dejara (como dijimos) sin inscripción, ni que Dion Casio dejara de referirlo en su vida, pues tan por menudo describió la que hizo sobre el Danubio? Estas conjeturas contradicen que tan gran monarca originario de nuestra patria la haya ilustrado con tan grandiosa fábrica, de cuyo autor ya escribimos, cediendo al que mejor averiguare.

     V. Imperando, pues, Trajano en la paz igual con todos, y en la guerra superior a sus enemigos, no sólo restituyó al imperio mucho que habían perdido sus antecesores, pero le aumentó tantas provincias al norte y oriente, que sus vitorias fueron cumbre de la monarquía romana; dando fin a su imperio, y vida en Selinunte, ciudad de Cilicia, que de su muerte se llamó Trajanópolis (esto es, Ciudad de Trajano), año ciento diez y nueve de Cristo, en edad de sesenta y un años cumplidos, y de imperio veinte y uno, seis meses y quince días, como cuenta Dion. Sucedióle Adriano su sobrino, también español, que imitador de sus acciones levantó la cuarta persecución a la Iglesia que duró ocho años. Fue de agudo y vario ingenio, ejercitado en todos empleos de paz y guerra. Y deseoso de aplauso y celebridad visitó por su persona todo el imperio; y en Tarragona celebró Cortes generales a toda España, mudando en ellas el gobierno y división antigua de las tres provincias de España, en seis: estas fueron Bética, Lusitania, Cartaginesa, Tarraconense, Galicia, y la parte de África que nombraron Tingitania. De esta división usaron Siricio papa en la Epístola decretal a Himerio arzobispo de Tarragona, año 385; Rufo Festo Avieno en su Breviario de la historia romana, Paulo Orosio en su historia, San Isidoro en sus Etimologías y Nuban árabe en la Geografía que escribió en arábigo (habiendo estado en España) por los años de Cristo 1150. Y la confiesan los más de nuestros modernos. Y según esto la provincia de Galicia tenía entonces por límite oriental nuestras montañas, y en ella se incluían las ciudades de Salamanca, Ávila, Segovia, Osma y Numancia, como se verá en nuestra Historia.

     VI. Murió Adriano en Bayas, año ciento y cuarenta, en sesenta y dos de edad, como escribe Dion. Sucedióle Antonino, nombrado Pio por la piedad de su gobierno y acciones, que defunto en Lorio junto a Roma, como escribe Julio Capitolino, año ciento y sesenta y tres, le sucedieron Marco Aurelio (llamado filósofo) y Lucio Comodo-Vero, que juntos y en paz imperaron hasta que defunto Lucio Comodo nueve años adelante, habiendo perseguido la iglesia, quedó Marco Aurelio en la monarquía que gobernó como verdadero filósofo. Y murió año ciento y ochenta y dos nombrando heredero a Comodo, su hijo en la sangre, no en la prudencia; pues degeneró en tirano cruel dando muerte a los mejores senadores, y los gobiernos a los peores ciudadanos; con que murió a manos de Marcia, su amiga y Narciso su criado, último día del año ciento y noventa y tres. Por su muerte los soldados de la guardia imperial, que nombraban pretorianos, eligieron emperador a Elio Pertinaz, su capitán, de venerables canas y costumbres; que intolerable a los mismos soldados le mataron a ochenta y dos días de imperio, publicando darle a quien más les diese. En tan infame almoneda anduvo aquella gran monarquía, donde la compró Dido Juliano, prometiendo lo que aún no alcanzó a pagar con su larga hacienda, y pagó con su corta vida, que le quitaron los mismos soldados a sesenta y seis días de electo.

     VII. Envidiosos o animados los ejércitos provinciales con las elecciones de los soldados pretorianos, cada cual eligió emperador. El ejército de Siria a Pescenio Nigro, el de Inglaterra a Albino, el de Hungría a Severo, que más presto y sagaz llegó con su ejército a Roma y se hizo confirmar por el Senado. Tal era el desasosiego del imperio, que embarazados en él los escritores de este tiempo, no tratan de España, más que si no fuera del imperio. Tanto que Herodiano (autor griego) que en ocho libros escribió la historia de su tiempo, desde la muerte de Marco Aurelio al principio de Gordiano, no nombra a España, siempre infeliz en descuidos de escritores. Pues cuando los gentiles la olvidaran por no haber tenido estos años guerra con el imperio; los cristianos, pues fueron tan excelentes los que entonces escribían, Eusebio Cesariense, Clemente Alejandrino y el célebre Tertuliano, pudieran hacer memoria de los muchos mártires que en nuestra España firmaban la fe con su sangre y vidas, en la persecución que el emperador Severo hizo a la iglesia año docientos y cuatro, que fue décimo de su imperio, la cual refiere Elio Esparciano, escritor gentil; y de nuestros cristianos Eusebio, San Jerónimo, Severo Sulpicio y Paulo Orosio.

     VIII. Nuestro español Flavio Destro dice en el año docientos y ocho de Cristo: Britabli prope Segoviam ad iuga Carpetana in provincia Tarraconensi Sanctus Auditus Martyr primo Novembris. Esto, es: en Butrago junto a Segovia a las cumbres Carpetanas en la provincia Tarraconense San Audito Mártir en primero de Noviembre. Ya dejamos advertido que el pueblo que Tito Livio dejó nombrado Litabro, y Destro Britablo, es el mismo que hoy se nombra Butrago. Y aunque algunos desestiman la cronología (esto es número de años)que Destro tiene en las márgenes, esta del año 208 viene ajustada con la persecución de Severo, en que sin duda padeció San Audito. Y lo confirma Juliano diciendo en los adversarios Memoria celebris fuit Sancti Auditi Civis, et Martyris Britabliensis, id est, de Butrago, qui passus est pro Fidei confessione varia tormenta anno CCIIX. quem Sanctus Quirinus Episcopus Toletanus creditur ad Fidem convertisse, et sacris aquis intinxisse. Passus est Litabri in quinta persecutione Ecclesiae, sub Marco Aurelio Severo Imperatore. Ejus ossa servantur cum honore. Esto es: Fue célebre la memoria de San Audito, ciudadano y mártir de Britablo, que es Butrago; el cual padeció por la confesión de la fe varios tormentos, año del Señor docientos y ocho. Al cual se cree haber convertido y bautizado San Quirino obispo toledano. Padeció en Litabro en la quinta persecución de la Iglesia por Marco Aurelio Severo emperador. Sus huesos se guardan con veneración.

     IX. Mucho refirió este autor, que siguiendo al español Paulo Orosio numera quinta esta persecución de Severo; aunque Sulpicio y otros la cuentan sexta. Y merece ponderación que, habiendo tanta noticia del martirio y veneración de San Audito, y de los nombres de Litabro y Butrago en tiempo de Juliano que como dejamos advertido escribió por los años 1150 sin haber intervenido invasión de enemigos ni mudanza de religión o gobierno, se perdiesen tanto las noticias en menos de quinientos años, que ningún escritor de cuantos han escrito en treinta años, que pasaron de la publicación de Destro a la de Juliano, hiciese diligencia en descubrirlas para ilustrar a Destro; y, lo que es más importante para despertar la noticia y devoción de un mártir español tan ilustre como San Audito. Y certificamos de verdad, que con este intento y algunas conjeturas que referiremos adelante, entre otras muchas diligencias y viajes que hemos hecho para escribir esta historia en servicio de nuestra patria, hicimos este año 1628 (sin haber visto a Juliano que el mismo año se imprimió en París). Y llegando a Butrago en 28 de otubre, fiesta de San Simón y Judas, día de feria y concurso en aquella villa, no pudimos descubrir inscripción ni memoria romana alguna, aunque teníamos por cierto ser el Litabro de Livio y Britablo de Destro, por las señales individuales de su topografía. Y menos hallábamos noticia de San Audito, hasta que un viejo labrador de aquella comarca dijo haber oído a sus mayores que la abadía de San Tui se nombraba antes de San Audito.

     X. Con esta luz al siguiente día por las faldas y senos de aquellas montañas, que por allí son muy ásperas, a cuatro leguas entre norte y oriente de Butrago, llegamos a la casa o convento que nombran San Tui los comarcanos. Entre los cuales averiguamos que habitando aquel santuario canónigos seglares con su abad, el cardenal arzobispo don fray Francisco Jiménez le unió a su gran colegio de Alcalá, distante de allí doce leguas al mediodía. La fábrica de templo y casa es muy antigua y ya arruinada en muchas partes. Junto al altar mayor, al lado del evangelio, se ven de fábrica moderna y piedra blanca, un arco y urna en que están los huesos de un infante de Castilla nombrado don Sancho; así lo refieren los comarcanos, y dos epitafios en tarjetas de pincel, uno en prosa, que es el siguiente: Hoc iacent Sarcóphago cineres, ac ossa D. D. Sanctij, cuiusdam regis Castellae filij, ut antiqua tradit vetustas per seniorum, ac veterum ora, multosque per annos deducta, qui relictis amicis, famulis, cultuque Regio, huc adventavit: hanc erexit domum: monasticam degit vitam. Obijt in Domino: cuius memoria cum sic vixerit in benedictione erit. Anno 1199. Conforme a este año fue el infante don Sancho, hijo del rey don Alonso Noble que, según la general, don Rodrigo Sánchez, obispo de Palencia y Garibay, murió jurado por heredero; sin que ninguno señale dónde, cuándo ni cómo fue su muerte. En las crónicas de la orden de Santiago consta, que habiendo don Fernando Díaz, maestre de aquella orden, renunciado el maestrazgo, año 1186 se retiró al convento de San Audito, acaso en compañía del infante. Y Ambrosio de Morales refiere haber visto una donación original de que en 21 de enero de 1204, Arquilino, abad de Santa Leocadia en Toledo y sus canónigos dieron al rey don Alonso el convento de San Audito. La concordia de los años y deseos de suplir en algo la negligencia de nuestros antiguos escritores nos han movido a estas conjeturas, lastimados de no haber hallado en el convento ni en la comarca noticia ni tradición de las reliquias de San Audito, que en tiempo de Juliano (como él escribe) estaban tan veneradas. Tanto han ocultado cuatro o cinco siglos.

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