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1021

Math., XXVI, 11.

 

1022

Math., XXVI, 17-19. Marc., XIV, 12-16. Luc., XXII 7-13.

El padre Scio traduce este versículo 2 de San Juan: «Acabada la cena»; exponiendo en nota: «Antes de la institución de la Eucaristía». Por lo que aquí se refiere y se lee también en los otros Evangelistas, se ve, que el Señor, acabada la cena legal, lavó los pies a sus discípulos, como una señal de la pureza y preparación con que habían de recibir la Eucaristía, que instituyó después y les dio». Igual traducción hacen de este versículo los padres Petite y Amat. Otros expositores entienden las palabras griegas de este versículo dei¿pnou ginome/nou, como diciendo: «Habiéndose verificado una cena, y refiriéndose en su consecuencia esta expresión a la cena legal, que celebraron antes de la institución del Sacramento del cuerpo y sangre de Jesucristo, o de la cena Eucarística que se celebró después; y critican la interpretación arriba expuesta: «acabada la cena» entendiendo que para tal interpretación sería necesario, o que precediese el artículo a la palabra dei/pnou, o que indicase claramente el contexto que se trata aquí de la cena por excelencia, la cena Pascual, siendo así que las primeras palabras del v. 1: «Antes de la fiesta de Pascua», son a propósito para hacer concebir la idea primeramente enunciada. Según la lección alejandrina (ginome/nou), el sentido verdadero sería éste. «En el momento en que comenzaba una cena o la cena». Aunque aprobada por Tischendorf y Meyer esta lección podría considerarse como una corrección que tuviera por objeto colocar, como parece natural, el lavatorio de los pies al principio de la cena. Muchos comentadores modernos, entre ellos Lange y Hengstemberg, admiten que la ablución de los pies no se verificó según debiera, al principio de la cena, porque no había allí esclavo alguno para hacer este oficio, y ninguno de los discípulos se había ofrecido voluntariamente a ello. Hengstemberg supone que Pedro o algún otro había lavado los pies a Jesús, y que después se colocó entre sus demás colegas, esperando que le prestara a él igual servicio uno de los discípulos de rango inferior. Esto es lo que habría provocado la contienda de que habla San Lucas (XXII, 24), y que coloca al fin de la cena, sobre cuál de ellos parecía ser el mayor; a la que puso fin Jesús, levantándose él mismo y desempeñando el oficio del esclavo de que se desdeñaban los discípulos. Todo esto habría acontecido naturalmente antes de principiar la cena. Las expresiones dei/pnou ginome/nou «habiéndose verificado una cena» (v. 2) y «se levantó de la mesa» (propiamente, «de la cena»), sin contradecir positivamente esta explicación, no son, sin embargo, favorables a ella, pues inducen más bien a pensar que había principiado ya la cena, y aun que estaba próxima a su fin. Por otra parte, si tal hubiera sido la ocasión o motivo de la contienda citada por San Lucas, el objeto de la discusión hubiera sido, no: ¿quién era el mayor? sino: ¿quién era el más pequeño? ¿Quién era el que debía encargarse de ejercer con los demás aquel humilde oficio? No parece, pues, dudoso que la contienda de que habla San Lucas fue la que dio ocasión al lavatorio de los pies; así aparece casi necesariamente de las palabras de Jesús en San Lucas: «Los reyes de las naciones dominan sobre ellas; no sea así entre vosotros... porque ¿quién es el mayor, el que está a la mesa o el que sirve?... Yo estoy en medio de vosotros como un sirviente». Pero en este caso, este acto debe colocarse, así como la misma contienda, según San Lucas, al fin de la cena; y éste es también el sentido natural del texto de San Juan. Por otra parte, observa Schweizer con razón, que si se hubiera lavado ya una vez los pies a los convidados al principio de la cena, el acto de Jesús, no respondiendo a ninguna necesidad, tendría un carácter artificial, y como dice Weisse, teatral. Así, pues, nos inclinamos a creer, que se omitió enteramente el lavatorio de los pies al principio de la cena, porque no era una astricción u obligación legal (Luc., VII, 44), y porque no se había ofrecido voluntariamente ningún discípulo a ejecutar este oficio para con su Maestro y sus hermanos. Jesús dejó pasar en un principio, sin decir una palabra, esta falta de consideración (como en el caso que refiere San Luc., VII); pero cuando en el curso de la cena, revela a las claras una contienda sensible para su corazón los pensamientos mundanos de que se hallan aun dominados sus discípulos, se aprovecha entonces de la circunstancia de haberse omitido la ablución, para darles la lección que necesitan, supliendo este vacío. De todos modos, cualquiera que sea la interpretación que se adopte, de las que llevamos expuestas, deberá entenderse, que el lavatorio de los pies se verificó antes de la cena Eucarística o de la institución del Sacramento de la Eucaristía, ya precediera solamente a la cena Eucarística, como se ve en la mayor parte de los historiadores de la vida de Nuestro Señor Jesucristo (V. la Historia escrita por el señor Roca y Cornet, cap. LXXX), ya precediese a ésta y a la cena legal o de Pascua, según el rito judaico, como se nota en la presente obra de M. Darras; pues así se cumple el objeto que indica en su nota citada el padre Scio, de que sirviera este laboratorio de señal de la pureza y preparación con que debe recibirse la Eucaristía. (N. del T.) [deipnou giuomenou en el original (N. del E.)]

 

1023

Joann., XIII, 1-17.

 

1024

Luc., XXII, 14-18.

 

1025

Pedro y Juan estaban, pues, igualmente cerca del Salvador. El primero, no obstante, ocupaba el sitio de honor, como siempre. Porque en este caso, el primer lugar, entre los Hebreos, estaba a la izquierda, es decir, a la cabeza del huésped que ocupaba el centro de la mesa. No obstante, Juan estaba mejor situado para hablar a divino Maestro. Los pintores han abusado de la expresión del apóstol San Juan, cuando dice: «Que reposaba sobre el pecho de Jesús»; locución oriental para designar que estaba recostado cerca del pecho del Salvador. Así, pues y los pintores colocan al discípulo del amor sobre el seno de Nuestro Señor, de suerte que Jesús no hubiera podido ni respirar ni moverse, mientras que es lo cierto que Cristo y los Apóstoles estaban todos recostados del mismo modo, quedándoles libre la mano derecha». (Sepp. Vida de Nuestro Señor Jesucristo, tom. II, pág. 349).

 

1026

Recordamos aquí para memoria, y a fin de consignar mejor la falta de inteligencia o la mala fe del racionalismo, las odiosas palabras que ya se han leído. «Las comidas habían llegado a ser para la comunidad naciente, para la festiva y vagabunda compañía, uno de los monumentos más dulces. Cuando murió Jesús, la forma bajo la cual se aparecía al piadoso recuerdo de sus discípulos era la de un místico banquete. Es probable que fuese este uno de los hábitos de su vida, y que en este momento estuviese particularmente amable y enternecido. (Vida de Jesús, pág. 167, 302, 303.)

 

1027

Este pan, símbolo de la libertad, fue sobre el que pronunció Jesús las palabras Eucarísticas: «Esto es mi cuerpo».

 

1028

Credidi propter quod locutus sum (Salm., CXV). Beati Immaculati in via (salmo CXVIII. Véase respecto de todos los pormenores de la cena Pascual: Pezron. Historia Evangélica, tom. II, pág. 229-240. Sepp., Vida de Nuestro Señor Jesucristo, tom. II, página 448-360).

 

1029

Math., XXVI, 26-28. Marc., XIV, 22-24. Luc., XXII, 19-20.

 

1030

Salm., XL, 10.