Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

131

Clement. Alex. Stromat, lib. II, cap. X; Patrol. graec., tom. VIII, col. 984.

 

132

Origen. in Matth., vers. 19; Fragmentum ex Philocalia Patrol, graec., tom. XIII, col. 839.

 

133

δε λόγποι κυριακοι en el original (N. del E.).

 

134

Estos logia o discursos del Señor, tienen además por equivalente en el mismo pasaje de San Papías, «las cosas dichas o hechas por Jesucristo (Euseb., Hist. Eccles., III, 40 (39).» Al designar, pues, Papías de esta suerte la obra de San Mateo, entiende que coleccionó los actos y los discursos. Así M. Miguel Nicolás ha declarado que por su parte le parece convenir perfectamente las expresiones de Papías a los Evangelios de San Mateo y de San Marcos, tales como los conocemos en el día. Por otra parte una observación debe atajar toda esta polémica; imagínese lo que se quiera de los logia de San Mateo, hay un hecho cierto e indudable, como reconoce M. Reville, y es, que esta pretendida refundición de San Mateo, existía en tiempo de Papías. Si no son, pues, los logia precisamente este evangelio, explíquese cómo es que no menciona Papías este Evangelio que se creía ser de San Mateo. Esta cuestión ha sido propuesta por M. Miguel Nicolás a M. Reville, quien todavía no ha contestado a ella. El San Mateo de Papías, es pues, nuestro San Mateo, y lo que se dice de los logia se aplica a nuestro evangelio actual. (V. M. Wallon. Introducción a la Vida de Nuestro Señor Jesucristo, página 62.)

(N. del T.)

 

135

Clement. Alejandrin., Cohortatio ad Gentes, cap. X; Patrolog. graec., tom. VIII col. 228.

 

136

A pesar de la grande erudición que demuestra aquí M. Darras, creemos oportuno ilustrar mayormente este importante pasaje, con los preciosos datos que expone sobre el mismo, el sabio profesor de sagrada Escritura G. Ghiringhelo, en la obra ya citada. La significación dice, que da M. Renan a la palabra logia, limitándola a sólo las sentencias, dichos o discursos con exclusión de los hechos y de cualquiera exposición histórica, fue iniciada por Schleiermacher, habiendo sido acogida favorablemente, como era de preveerse por los racionalistas, entre otros Schneckemburger, Lachmann, Weisse, Reuss, Wieseler, Banmgarten Crusius, Meyer, Holtzmann, si bien halló opositores aun entre éstos, como De Wette, Einl, §. 97, 6; Strauss, Vie de Jesus, edit. Littré Introd., § XXII, p. 70-71; Baur, Kritische Untersuchungen über die Kanon. Evangel., § 580, ff. y Bleeck, Einl. in das N. T. S. 93-94, los cuales fueron bastante perspicaces e imparciales para reconocer, que tal interpretación no tiene fundamento alguno ni en el uso, ni en el tenor del pasaje de Papías citado, ni en el contexto del Evangelio de San Mateo. Reville, que en su obra intitulada Etudes critiques sur l'Evangile selon San Matthieu; Leída, 1862, cap. II, pág. 43-67, obra premiada por la Sociedad Asiática para la defensa de la religión cristiana, después que trata de demostrar que el actual Evangelio de San Mateo, no es idéntico a la colección que hizo de los oráculos y sentencias de Cristo, recordada por Papías, tiene la ingenuidad de confesar que se inclinaba a creer ser inaplicable a nuestro primer Evangelio la hipótesis de una colección primitiva de simples discursos (logia). No tiene fundamento aquella interpretación en el uso, ya sea bíblico, ya patrístico, puesto que se halla usada la palabra logia por los escritores del Nuevo Testamento en el significado general de una colección de oráculos, esto es, de revelaciones, cualquiera que fuese la forma con que se hicieran, y de aquí, el usarla también respecto de la enseñanza divina en general (Hebr. V, 12. ta\ stoixei=a... tw=n logi/wn tou= qeou [ta stoikei=a... twn logiwn tou= qeon= en el original (N. del E.).], los elementos de la palabra de Dios, son los rudimentos de la doctrina cristiana (I, Petr. IV, 11), lo/gia qeou= [logia deou= en el original (N. del E.).], son un hablar divino, esto es, una exposición de la palabra divina, (cf. Policarp. Ep. ad Philip., c. VII), y por sinécdoque, se ha entendido la palabra logia por la Sagrada Escritura que contiene dicha enseñanza. (San Pab. a los Rom., III, 1-2, dice, que fueron confiados a los hebreos los oráculos de Dios, esto es (según el padre Amat, las Escrituras divinas): e)pisteu/qhsan ta\ lo/gia tou= qeou= [etisteudhsauita logia tou= deou en el original (N. del E.).], es decir, el código de la revelación divina y de las promesas que fueron escritas para que se custodiaran y conservaran mejor; y también se usa aquella palabra como refiriéndose a una sola parte de dicha Escritura (Act VII, 38; lo/gia zw=nta [logia zwuta en el original (N. del E.).], la palabra viva, esto es, procediendo de la vida, que son los preceptos del Decálogo, y los demás que fueron promulgados en el Sinaí. Filou llama a los preceptos del Decálogo los diez oráculos ta\ de/ka lo/gia [ta deka logia en el original (N. del E.).]; pero adapta también la misma voz, De vita contemplativa, I, 3, para significar la segunda de las tres clases en que dividieron los Hebreos la sagrada Escritura, leyes, profetas y hagiógrafos; subdividiendo la segunda, en profetas primeros, que comprenden los libros históricos, Josué, los Jueces, Samuel y Reyes, y en posteriores que son Isaías, Jeremías, Ezequiel y los doce profetas menores, hablando de los Terapeutas,* dice, que en su oratorio no se introducían entre las leyes, los oráculos preferidos por los profetas, los himnos y lo restante del sagrado código: no/mouj kai\ lo/gia e)pisteu/qenta dia\ profhtw=n, kai\ u(/mnouj kai\ ta\ a)/lla [uomouj kai logia qetpisqeuta dia profhtw=n, xai umnouj kai ta alla en el original (N. del E.).]; fórmula que es la misma adoptada por Sirac en el prólogo del Eclesiástico; o( no/moj kai\ profh/tai kai\ ta\ a)/lla [ o/ uomoj ui profh)ai kaita a(\lla en el original (N. del E.).], Vulg. «lex et prophetae, coeteraque aliorum librorum;» así como por Cristo; Luc., XXIV, 44; o( no/moj, oi( profh/tai kai\ oi( ya/lmoi, la ley, los profetas y los salmos [o uomoj, oi profh(ai kai oi falmou en el original (N. del E.).]. De donde se deduce ser manifiesto que en el lenguaje helenístico ta\ lo/gia [ta gogia en el original (N. del E.).] son los escritos inspirados aunque sean puramente históricos). Así han entendido la voz logia Justino (Dial. cum Thryph., c. 18, y en la Epist. ad Zenan et Serenum hace sinónimas las dos voces ta\ lo/gia tou= swth=roj y eu)agge/lion [ta logi/a tou= swthroj y eu(/aggeli/ou en el original (N. del E.).]), Ireneo. Clemente de Alejandría, Orígenes y Eusebio (Dem. Evang., 1, 6;.Hist. eccl., VI, 22; De martyr. Palaestinae, c, XI), en el significado de escritura canónica y especialmente de Evangelios; no en otro sentido la usaron sucesivamente, los escritores eclesiásticos (Cf. Suiceri Thesau. Eccl., tom. II, pág. 248; Wetstenii, N. T., tom. II, pág. 36), entre los cuales llama Focio a los Evangelistas los oráculos dominicales ta\ kuriaka\ lo/gia [ta knraka pugia en el original (N. del E.).] (Photius, Bibliothecae cod. CCXXVIII); y hablando de San Efrem, patriarca de Antioquía, dice que los escritores de donde sacó la prueba del dogma de la Santísima Trinidad son el A. T., los oráculos dominicales y las predicaciones apostólicas h( te diaqh/kh palaia\ kai\ ta\ lo/gia kuriaka\ kai\ ta/ a)postolika\ khru/gmata [h( te diadh\kh palaia kai ta logia kuri/aka kai ta/ a(/postoli(/ka khrugmata en el original (N. del E.).], esto es, respectodel N. T, los Evangelios y los Actos y Epístolas de los Apóstoles, incluso el Apocalipsis; fórmula análoga a aquella con que los Padres apostólicos y sus inmediatos sucesores acostumbraban indicar la colección completa de los escritos del Nuevo Testamento, llamándola el Evangelio, to\ eu)aggeli/on [to eu(/aggelion en el original (N. del E.).] o bien el Evangelio y el Apostolado, o los Apóstoles, o los escritores apostólicos, to\ eu)aggeli/on kai\ o( a)po/stoloj, oi( a)po/stoloi, ta\ a)postolika [to euaggelion kai\ o/ a/postoloj, oi upostoloi, ta a/postolika en el original (N. del E.).] V. Ignat. ad Philadelph., c. V; ad Smyra., c, VIII; Constit. Apost., II, 59; Clement. Alex: Strom. VII. p. 757; Iren. Adv. Haer., 1, 3, 6; Tertul., Adv. Prax., c. 15; De praescript haeret. c. 30; De baptismo, cap. 11, 12; Contra Marcion., IV, 2; Auctor. Ep. ad Diogenet., c. II. Con lo que se confirma el uso de la frase lo/gia kuriaka [loria kuriaka en el original (N. del E.).] como equivalente a la colección de los cuatro Evangelios canónicos). Dicha forma usada por Focio, es la misma que adopta Papías, tanto al designar con ella sus propios escritos, como al denominar la predicación de San Pedro y el Evangelio de San Marcos, queriendo con ella significar una exposición histórico-didáctica de la doctrina dominical, esto es, de la predicación evangélica. (Papías intituló su escrito Logi/wn kuriakw=n e)ch/ghsij [Logiwn kuriakw=n echghsij en el original (N. del E.).] , Exposición de los oráculos dominicales, esto es, de los discursos del Señor, proponiéndose hacer una exposición metódica y clara de cuanto recordaba haber aprendido de los ancianos, tanto relativamente a los discursos del Señor, como a los de los Apóstoles y discípulos. Pero no comprendía únicamente su libro los oráculos o discursos del Señor, sino las declaraciones y las tradiciones de los ancianos, y cuanto creyó conveniente recoger de la tradición oral; y así, no sólo los preceptos e)ntola\j [eftolaj en el original (N. del E.).] genuinos del Salvador, sino ciertas parábolas y doctrinas ce/naj te\ tinaj parabola\j tou= swth/roj kai\ didaska/liaj [cenaj te tinaj parabolaj tou= swthroj kai didaskaliaj en el original (N. del E.).] que se le atribuían falsamente; y datos históricos, leyendas y prodigios tomados de la misma fuente tradicional, y referidos, no ya en calidad de exégeta, a modo de dilucidación, como interpreta inexactamente Reville, sino en calidad de recopilador histórico, curioso y diligente, y como expositor del tesoro tradicional: tales son las noticias que da sobre la redacción de los Evangelios de Mateo y de Marcos; tales los dos prodigios que refiere de la hija de Filipo; tales también la fábula milenaria y los particulares de la muerte de Judas, distintos de los del Evangelio de San Mateo, lo cual justifica la opinión de Eusebio, respecto de la poca solidez de Papías, calificándole de del Evangelio de San [smikro\j to\n nou\n en el original (N. del E.).], de escaso talento, porque, solícito de beber en fuentes verdaderas, daba no obstante, fácil y entero crédito a cuanto se le refería por cualquier oyente de los ancianos, dejándose a veces alucinar de lo extraño y de lo maravilloso. Si pues, la Exposición de los oráculos del Señor comprendía igualmente los dichos y los hechos de los Apóstoles y de los Discípulos y las declaraciones de los ancianos, y era una colección o recapitulación de cuanto pudo recoger el autor en el vasto campo de la tradición oral, se comprende bien qué significación tan extensa atribuye Papías al vocablo lo/gia [logia en el original (N. del E.).], y cuan propiamente se adapta a ser sinónimo de Evangelio. En hecho, esta voz abrazó la exposición tanto oral como escrita de los discursos y de los hechos, como si dijéramos, los actos y las sentencias de Cristo. Matth., XXVI, 13; Marc., XIII, 10; XIV, 9; XVI, 15; Act., XV, 7, al. De aquí es que al hablar Papías de la enseñanza (didaskali/aj [didaskaliaj en el original (N. del E.).]) de Pedro, dice que éste acomodándola a la diversidad de circunstancias u ocurrencias (pro\j ta\j xrei/aj [proj taj xreiaj en el original (N. del E.).]) no proponiéndose trazar una exposición coordinada de los discursos del Señor, no la pudo suministrar a Marcos, y éste fue el motivo por el cual no coloca Marcos por orden los dichos y hechos de Cristo h)/ lexqe/nta h)/ praxqe/nta [h/) lekqenta h)/ trukqenta en el original (N. del E.).]), lo cual supone necesariamente que la enseñanza de Pedro comprendía unos y otros. Y siendo el Evangelio de Marcos una colección de los dichos y hechos de Cristo, calcada, en cuanto a la materia y a la forma, en la enseñanza de Pedro de la cual eran objeto los discursos del Señor, se sigue que estas son voces sinónimas y frases equivalentes. La cual equivalencia, cuando se nota por la razón expuesta por Papías, de no hallarse puestos en orden los dichos y los hechos referidos por Marcos, coadyuva a aclarar en qué consiste el mencionado defecto de orden, no imputable a Marcos, el cual cuidadoso de no omitir ni alterar nada de lo que había oído, lo escribió todo fielmente según y conforme lo recordó; sino que debe atribuirse a Pedro, que en su predicación no creyó necesario ni expedito mejor orden. Ahora veamos por qué no pudo Pedro agrupar los hechos y dichos afines como hizo Mateo, o por qué no pudo hacer esto Marcos por sí, independientemente de Pedro. Si se abstuvieron de ello uno y otro, esto quiere decir, que Pedro tuvo por necesidad o conveniencia que sustituir un orden artificial al cronológico que no podía ignorar, ni trastornar sino a ciencia cierta. Supongamos que lo siguiese compendiosamente y no sin alguna interrupción, y que por esto Marcos, ateniéndose escrupulosamente a la predicación del maestro, no creyese deber suplir tales claros redactando una exposición ordenada y seguida de los dichos y hechos del Señor. Así me parece deber interpretarse la frase de Papías ou) ta/cei [ou\ tazei en el original (N. del E.).], sin orden, y no ya comparativamente, con el que siguió Mateo (como suponen Ebrard y Maier), el cual era compatible con la redacción de Marcos, sino con relación a la falta de continuidad, si bien conforme al tenor de este Evangelio, que por ser el más restringido y compendioso, fue llamado breve por San Gerónimo (De vir. illust. cap. VIII).

La razón y el origen de esta equipolencia de la frase lexqe/nta kai\ praxqe/nta [lekqenta kai prakqenta en el original (N. del E.).], dichos y actos, y de los vocablos lo/goi [logoi en el original (N. del E.).], discursos, y lo/gia [logia en el original (N. del E.).], oráculos, adoptada por Papías para significar el Evangelio de Marcos, la predicación de Pedro y el Evangelio de Mateo, debe buscarse en el idiotismo hebraico, en el cual la voz davar y el plural devarim, divre, según los LXX o(/rasij [ o)rasij en el original (N. del E.).], palabra, discurso, no significan solamente los dichos, sino también los hechos, y aun solo éstos, así como también los escritos en que están comprendidos unos y otros (Cf. I, Paráb. XXIX, 29; II Par. IX, 29; XII, 15; XIII, 22; XXXII, 12); y cómo se entiende en este último sentido la voz o(/rasij [ o)rasij en el original (N. del E.).], Visión y profhtei/a[ profhteia en el original (N. del E.).], profecía (II Par. XX, 29; XXXII, 32), tratándose de escritos que contienen profecías y sucesos históricos, es pues claro que en el mismo sentido se ha podido adoptar la voz análoga lo/gia [logia en el original (N. del E.).] , oráculos, y cómo en la aplicación hecha por Papías al Evangelio de Mateo se puede ver una confirmación del original aramaico, no siendo improbable que se intitulase éste primitivamente con un vocablo equivalente. No podía dejar de usarse por Papías de la palabra lo/gia [logia en el original (N. del E.).] en otro sentido que el de oráculos dominicales; y por tanto se emplea el vocablo Evangelio por la predicación oral y escrita, y siendo el fin de ésta únicamente dar un compendio más o menos copioso de la predicación oral, para que el lector tuviera a la vista como un resumen y recuerdo de cuanto había aprendido de oídas, esto demuestra que la distinción entre una y otra (voz) no era de materia, sino de forma. Además de que suponer que hiciera Mateo una colección primitiva de sólo los discursos de Cristo, equivale a restringir a éstos su predicación oral, hipótesis contraria a la enseñanza de Cristo, quien acompañó con sus obras su doctrina en prueba de su divina misión (V. Math., XI, 2, 6; Luc., VII, 19, 23; Ioan., V, 19-36; IV, 3-4; X, 25-32-28); hipótesis contraria a los hechos de los Apóstoles que teniendo que sustituir con otro el puesto de Judas, lo quisieron escoger entre los asiduos y constantes testigos de la vida pública de Cristo (Act., I, 21,22), y especialmente de sus obras prodigiosas (Luc., I, l), habiendo formado el tema de su predicación de la vida de Cristo y de su muerte y gloriosa resurrección y ascensión (San Pabl., I, Cor., XI; 23-26). Es pues, falsa y absurda la hipótesis que se funda en poderse separar de la predicación evangélica oral escrita, los hechos dogmáticos que son como su perno y fundamento.

Esta hipótesis repugna también a la composición del Evangelio de San Mateo, puesto que los discursos y los hechos se hallan expuestos y coordinados con igual idea, y se dirigen al mismo fin de mostrar comprobadas y expresadas en la vida y en la persona de Cristo, las señales y el carácter del verdadero Mesías. Y no sólo es idéntico al fin de la parte didáctica y de la histórica, sino que la prolijidad comparativa de la una, y la brevedad de la otra proviene juntamente de esta identidad, nueva prueba de la unidad y autenticidad del escrito y de la superficialidad de aquellos que, no advirtiendo el íntimo enlace de ambos elementos, les fantasearon distinto origen y una composición sucesiva. Si los discursos de Cristo exponen con más extensión en este Evangelio que en los otros sinópticos, esta particularidad que le es común con el de Juan, es una prueba de su origen apostólico, puesto que sólo un asiduo testigo de oídas hubiera podido conservar en la memoria y reproducir con exactitud los largos discursos del Maestro. Demuestra también la autenticidad de estos discursos la conexión y enlace que hay en todas sus partes, y el referirse en ellos hasta los hechos y circunstancias que les habían dado ocasión. El dar cuenta San Mateo más bien de los discursos que de los hechos de Jesucristo, tuvo por objeto el exponer más evidentemente la índole de su doctrina, y el hallarse aún recientes los hechos en la memoria de los naturales de Palestina, y más aún de los Galileos, la mayor parte testigos de los prodigios que había obrado Cristo. (Vita de Gesu, romanzo di Ernesto Renan, presso ad esame da G. Ghiringhello, página 165-180.(N. del T.)

__________________________________________________________________

* [«Terapéuticos» corregido de la fe de erratas del original (N. del E.)]

__________________________________________________________________

 

137

Euseb. Hist. Eccles., lib. III, cap. XXXIX.

 

138

Euseb. Hist. Eccles, lib. III, cap XXXIX, Patrol. graec., tom. XX, col. 296-300.

 

139

Origen in Matth. Comm. Fragment. I; Patrolog. graec., tom. XIII, col. 829.

 

140

Nos es imposible señalar aquí esta inconsecuencia del protestantismo de todas las escuelas. Los Actos de los Apóstoles dan en veinte y un pasajes diferentes a Nuestro Señor, el nombre de Jesucristo. Las epístolas de San Pablo repiten ciento noventa y ocho veces el mismo nombre. San Pedro lo reproduce veinte y una vez en sus dos epístolas. San Juan diez y nueve veces; San Judas siete; sin hablar de los Evangelios que llevan este título uniforme: Evangelium Jesu Christi: ¿Por qué han dividido en dos el nombre del Salvador los protestantes, que no reconocen más regla que la sola palabra de la Escritura? Su designación absoluta de Cristo, sin artículo prefijo, es igualmente contraria al texto mismo del Nuevo Testamento, en que se declina siempre el nombre de Cristo, tanto en latín como en griego: griego:o( Xri/stoj tou= Xristou=: el Cristo, del Cristo [oxristoj tou= Xri/stou= en el original (N. del E.)].