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Luc., VI, 17-31. Este discurso ofrece mucha analogía con el sermón de la Montaña, reproducido más explícitamente por San Mateo. Hemos tomado, pues, de San Lacas algunas sentencias particulares que no se hallan en el otro Evangelista.

 

662

Lucas VIII.

 

663

Marcos, III, 20.

 

664

Éste es el sentido propio del texto griego e)ce/sth. Animi deliquium passus est. Después de las fatigas del día anterior y la de la noche pasada en oraciones, no permitió la multitud tomar al Salvador alimento alguno. Sintió, pues, Jesús desmayo; porque el Hijo del hombre tomó toda la flaqueza de la naturaleza humana. Los Escribas que había entre la multitud se aprovecharon de esta circunstancia para decir que Jesús acababa de caer bajo la posesión del demonio. Entonces brilla la divinidad, y el Hijo de Dios confunde a estos hipócritas doctores. (Hasta aquí la nota de M. Darras. Los Padres Amat y Petit traducen «ha perdido el juicio», poniendo por nota el último: La expresión latina de la Vulgata dice: in furorem versus est, lo que unos traducen: está furioso; otros: está fuera de sí; otros: ha perdido el juicio. Todo viene a significar una misma cosa. El Padre Scio traduce: «Se ha puesto enajenado»; y en una nota dice lo siguiente: El in furorem versus de la Vulgata, en el texto griego, es e)ce/sth, extra se est, como si dijera: está estático, enajenado y olvidado de sí, hasta de tomar alimento, por el fervor y aplicación a las cosas del Evangelio. A esta exposición convienen todas las circunstancias.).-(N. del T.) [ ecesth en el original (N. del E.)]

 

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Esto es, será sumamente difícil su arrepentimiento. (Padre Amat.) El Padre Scio en su nota al vers. 32 del cap. XII del Evangelio de San Mateo, que dice lo mismo que este texto de San Marcos, expone lo siguiente. «Los Fariseos veían los milagros de Cristo hechos en beneficio de los hombres, conocían la fuerza de estas gracias del Espíritu Santo, y sin embargo, contra su propia conciencia, los atribuían al poder del demonio. La misma luz del sol, los cegaba, y su mismo ardor los endurecía. Ciegos pues, obstinados y blasfemos contra el Espíritu Santo, no parece les quedaban ya medios para su arrepentimiento y perdón. Por esto añade el Señor, que este pecado no se perdonará ni en este siglo, ni en el otro; no quiere decir que sea absolutamente irremisible, sino que casi jamás se perdona, porque esta misma ceguedad y dureza es por sí misma el castigo del orgullo y de la envidia diabólica que es su verdadero principio; y así se ve, que empezó a castigarlos acá abajo, entregándolos a un réprobo sentido. Hubieran podido conseguir el perdón, si hubieran hecho penitencia; pero el fruto ordinario de su pecado era un espíritu de impenitencia. Lo que inclinó a San Agustín, de Verb. Dom. Serm. XI, nov. edit. 71, Cap. XII, núm. 20, a entender por esta blasfemia contra el Espíritu Santo, la impenitencia final, que va acompañada de la desesperación de la misericordia de Dios. Tal es la explicación de este texto difícil, conforme a la doctrina de los Padres en especial San Atanasio, San Agustín y Santo Tomás. -El P. Petite dice sobre el mismo versículo. La blasfemia contra el Espíritu Santo es cuando se atribuyen al diablo las obras que manifiestamente son del Espíritu Santo, como lo explican San Atanasio, San Hilario y San Juan Crisóstomo. Y aunque absolutamente, no hay pecado alguno irremisible, con todo eso, dice Jesucristo, que éste no perdonará, para dar a entender que se perdonará con más dificultad que los otros, porque se opone derechamente a la fuente de las gracias. (S. Juan Crisóst. Hom. 42 in Matheo).-(N. del T.)

 

666

Marcos, III, 20 ad ultim.

 

667

IV, Reg., I, 2. Cf. Cornelius a Lapide, Comment., tom IV, p. 3.

 

668

Isa., LXIII, 10.

 

669

Thessal., V, 19.

 

670

Hebr., X, 29.