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941

Joan., XII, 9-11.

 

942

Sepp. Vida de Nuestro Señor Jesucristo, tom. II, pág. 237.

 

943

Es decir, al día siguiente al sábado, que correspondía exactamente a nuestro Domingo de Ramos.

 

944

Isaí. LXII, 11; Zachar., IX, 9.

 

945

Ésta es la única vez que el Hijo del Hombre «que no tenía donde recostar la cabeza», quiso servirse de una cabalgadura. Esto no impide a nuestros racionalistas decir: «Jesús recorría la Galilea en medio de una fiesta perpetua. Servíase de una mula, cabalgadura tan buena y tan segura en Oriente, y cuyos grandes ojos negros, sombreados por largas cejas, tienen suma dulzura». (Vida de Jesús, pág. 189, 190.)

 

946

La palabra Hosanna se compone de Hosia (Salud) y de Na, abreviación de Anna, (Yo os ruego.) Los Judíos hicieron de ella, con sus aclamaciones ordinarias, una especie de interjección nacional, que significa: ¡Salve, paz y gloria! El sétimo día de la fiesta de los Tabernáculos, se llama en su calendario Hosanna rabba, es decir, el gran Hosanna. (Pezron. Historia Evangélica, tom. II, pág. 191.) Los ramos de follaje o Lulabim, que llevaban en las manos los Judíos en esta triunfal ovación, eran palmas: Ramos palmarum. En cuanto a las ramas que cortaron de los árboles y tendieron por el camino, debieron ser de diversas especies. El monte, llamado de los olivos, debió ofrecer naturalmente ramos de olivos al entusiasmo de la multitud. El torrente Cedron, que fue preciso atravesar, se halla cercado de sauces; finalmente, hallábanse escalonados mirtos y limoneros en la montaña de Sión. Es, pues, probable que cada uno de estos arbustos suministrase su contingente al triunfo del hijo de David. La costumbre de tender vestidos por el camino por donde debía pasar mi personaje notable, se ha conservado hasta nuestros días en Oriente. «En 1834, pasando por Belén el cónsul inglés de Damasco, M. Farran, vio venir a su encuentro centenares de hombres y de mujeres, que, de repente, y como por una súbita inspiración, tendieron sus vestidos por tierra, delante de su caballo, suplicándole que intercediese por ellos con el virrey de Egipto, en cuya cólera habían incurrido, revelándose contra él». (Sepp. Vida de Nuestro Señor Jesucristo, tom. II, pag. 240 y 241.)

 

947

Math. XXIII, 37.

 

948

Math., XXI, 1-9. Marc., XI, 1-9. Luc., XIX, 29-44. Joan., XII, 12-19.

 

949

Psalm., VIII, 3.

 

950

Math., XXI, 10-15. Marc., XI, 11. Luc. XIX, 45-47.