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Historia lingüística de jábega

Manuel Alvar






ArribaAbajoUn pequeño problema

La publicación del gran Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana de Juan Corominas no añadió, ciertamente, ninguna novedad a la información muy rica que -para la historia de jábega- había aportado Vidos en su Storia delle parole marinaresche italiane passate in francese. Contributo storicolinguistico all'espansione della lingua nautica italiana (Florencia, 1939). Sin embargo, en el DCELC se desecharon con razón falsedades etimológicas de otros lexicógrafos y se adujeron documentaciones antiguas de la voz (Mateo Alemán, 1599; Rosal, 1601). Hoy, con una información mucho más rica para el español y con testimonios más antiguos de los que se han tenido en cuenta hasta este momento, creo que puedo sistematizar la historia de la palabra y que, del orden que establezca, nos saldrá alguna luz.

De los investigadores más solventes se deduce la etimología segura del español jábega: no es otra que el árabe šabbāk «nave» y, se dice, probablemente emparentado con šābaka «red». Ahora bien, en una época antigua, -bb- se hubiera escrito con -b-, como representante de un sonido oclusivo; en tanto -b- sería -u-, como fricativo1; pero, habida cuenta de la tardía documentación de jábega, se nos muestran identificados -si es que realmente alguna vez fueron distintos- los derivados de šabbāk y de šābaka. En cuanto a la -a final, sólo pueden tenerla los descendientes de šābaka «red», mientras que los que proceden de šabbāk tendrían que acabar en -que (cf. jabeque)2; por tanto habrá que pensar en dos cosas:

1) Separar los derivados de šabbāk de los que proceden de šābaka, por cuanto que originalmente son distintos, aunque se hayan confundido en las formas modernas.

2) Jábega como «barca» no puede derivar de šabbāk, sino que es la misma palabra con que se designa la «red», aunque adaptándola a nuevos usos.

Partiendo de estas hipótesis de trabajo, veamos hasta qué punto se aclara nuestro pequeño problema.




ArribaAbajo Herederos españoles de šābaka «red»

Son abundantísimos los testimonios antiguos y modernos que nos ofrecen los derivados de esta voz árabe. La más vieja documentación que poseo está en un inventario aragonés de 13693, pero en ella la palabra debe significar «herpil», pues está en unos bienes de carácter agrícola y en los que no hay ninguna referencia a utensilios de pesca: «Dos exavegas de canyamo» y «Huna exavega de canyamo».

El hecho de que estas referencias sean zaragozanas nos autoriza a pensar en una mayor antigüedad del arabismo, por más que no hayamos encontrado su localización. Años después (1438), el Corbacho ofrece un testimonio muy valioso, e inequívoco en cuanto a la forma (con -u-) y al significado: «en medio de la torre tenya vna rred de esparto gruesa, abyerta, que allá llaman xauega»4.

No extraña que el vocablo marinero reaparezca en libros que tienen que ver con América. Así en la Historia de las Indias (1552), López de Gómara escribe: «cercan [los pescadores] los peces, enciérranlos como en xauega, y poco a poco los sacan a tierra» (fol. 45 v., col. 2). Y en otro libro americano, en la admirable Instrucción náutica para nauegar, de Diego García de Palacio (Méjico, 1587, f. 152v)5, se puede leer (y, de nuevo, téngase en cuenta la u):

Rociega, se dize quando ay alguna ancora perdida en el fondo de algún puerto, y con dos bateles tienden (a modo de cerco o jáuega) vna guindaresa que se va al fondo, con piedras que la llevan, y assí arrastrando por él cogen la áncora y la traen arriba.



Mi amigo el Profesor José Mondéjar me facilita una referencia de singular valor, tanto por la cronología cuanto por la localización de la palabra. En el Ayuntamiento de Málaga (no. 32 C de la colección de libros antiguos) hay un Libro de hordenansas, en cuyo folio 45v se lee con referencia a las «crías del pescado»:

Iten porque por ysperençia se a visto que las crías del pescado se pierden e se matan con el tienpo que no se aprovechan dello por ende ordenamos y mandamos que las jáuegas que pescaren que los copos que desde oy día se hizieren hagan las mallas que quepan por ellas el dedo segundo de la mano e para ello tengan los alcaldes medida de una sortija para que conforme a ella sean las dichas mallas e no se haga de otra manera.



Estas Ordenanzas fueron impresas por Juan René6 el año 1611, y nuestro texto aparece en el folio 23.

En otros testimonios antiguos, las ediciones -no siempre de fiar- alternan -b- y -u-, pero no insistiré más; creo suficiente con haber identificado la distinción en las primeras documentaciones. Bástenos ahora seguir los pasos para rastrear su historia.

El privilegio de la Casa de Medina-Sidonia para pescar los atunes en Zahara y Conil, cuenta con vieja documentación, y no sería la de menor monta el haber aparecido el testimonio en el Diario del descubrimiento copiado por Las Casas7. En relación con este mundo están las numerosas documentaciones de la voz jábega, sea en sentido recto, sea en conexión con la picaresca. De ello trataré más adelante; ahora nos vamos a ocupar de jábega como «red».

En 1555, las prensas de Martín Nucio dieron a la luz la Segunda parte de Lazarillo de Tormes, con la desdichada suerte de que el héroe, camino de Argel, naufragara y fuera convertido en atún. Al final de la novela (capítulo XVI) fue capturado en Conil en las almadrabas del duque de Medina-Sidonia, no sin que muchos de sus compañeros atunes hubieran perecido violentamente.

hechos pedazos los testuces con unos mazos que los de la jábega en sus manos para aquel menester traían8.



Evidentemente, los de la jábega eran los hombres empleados en la almadraba que, según diré en seguida, utilizaban la red así llamada. Y desde el sentido primitivo se cumplió el cambio semántico (red > almadraba > gentes ocupadas en ella) del que trataré después.

Según digo, la jábega como red para pescar atunes en las almadrabas de Zahara y de Conil fue término extraordinariamente difundido. Cuando los jesuitas deciden misionar a los pícaros que viven en las costas del Duque de Medina-Sidonia (1557) se recurre a una comparación ya de apariencia trivial:

Son estos ombres la hez de la república, se tienen ellos por onrados (... y) aunque viles, un cortés y onrado trato los sujeta y allana (...) Y como a los del mar se arman redes y previenen de xávega, assí a estos de tierra (o atunes o tiburones) deve el zelo apostólico prevenir i ajustar pescadores y redes9.



En relación con este mundo de las almadrabas hay que situar la difusión de la palabra, y sus derivados, El P. Santibáñez, en su Historia, recién aducida, habla de las misiones de Pedro León y de Pedro de San Lúcar, jesuitas que trabajaron denodadamente entre tanto desgraciado como cayó en las almadrabas, los llamados jabegueros según un valioso testimonio:

Hazense también muchas remadas o chozas que llaman chancas, en que se recojen los xabegueros y jente común de la pesquería10.



Y aun podría añadirse una curiosa historia, que bien pudiera servir de antecedente para la que Cervantes cuenta; de ella extraigo sólo unas palabras del mozo que busca confesión: «Yo no quiero ser caballero, sino xabeguero» (ib., p. 82).

Creo oportuno, para no inducir a error, aclarar ya cómo era la jábega «red» utilizada en las almadrabas. En su estudio sobre La pesca del atún en España, A. Miranda y Rivera11 ha descrito minuciosamente la almadraba de vista o tiro, precisamente las que utilizó la Casa de Medina-Sidonia en sus pesquerías de Conil, Zahara y Tarifa; las que aún se utilizaban en Málaga, por 1923, cuando se presentaban grandes masas de atunes. Cuando desde las atalayas de la costa se avistaba un banco de atunes (por eso se llamaban almadrabas de vista), las embarcaciones calaban la red, como se hace hoy con la jábega; algo separada de ella, se calaba otra que la envolvía por completo; tirando los extremos de ambas redes (almadrabas de tiro) los peces quedaban aprisionados y eran arrojados a la playa con los bicheros.

Después de todas estas referencias, bástenos otras pocas documentaciones de la palabra para poder rastrear su historia:

boliche se llama muchas maneras de pescados pequeños que se sacan tirando la jábega12.



fui cuatro años estudiante, fui paje (...) estuve cautivo, tiré la jábega, anduve al remo y vine a ser representante13.



los demás tiraron de las cuerdas asiendo y presando dellas (...) según lo que los vergantes vsan en las jáuegas y pesquería del almadraua14.



xabega o xauega. sciauica rete da pescare15.



Y así la voz consta en el antequerano Pedro Espinosa (1578-1650)16, en López de Ubeda (1605)17, etc. Y así se llega al siglo XVIII, cuando los diccionarios técnicos dan cabida a la voz, pero siempre con la acepción de «red». Así, Esteban de Terreros en su precioso Diccionario incluye jábega o jábeca y añade la observación «llaman al trasmallo» (lo que no es exacto) y «otros le llaman así a la red barredera», aduciendo autoridades y las traducciones trasmail, sciauica y retia18; así también Antonio Sáñez Reguart19 en un par de referencias, que me permito transcribir:

[la almadraba] de sedal (...) no consta de las circunstancias que los tres (géneros) anteriores, ni por consiguiente del volumen o multitud de redes, cuerdas, anclas, barcos, etc., siendo en vigor una media xávega de cáñamo con dobles dimensiones (p. 15).



Por esta causa se aplican al boliche los nombres de mediaxábega, xávega pequeña, medio arte o medio arte real (p. 276).



En las hablas vivas perdura la acepción «red» que venimos considerando. En la Enciclopedia General del Mar20 hay un excelente artículo sobre jábega que, reducido a poquísimas palabras, podría ser así: como «red», designa un arte de playa que no sólo envuelve el pescado, sino que, además, arrastra el fondo, aunque la captura principal es de cerco; las jábegas tienen de 150 a 206 metros de longitud, pero las hubo mucho mayores, y están formadas por un copo de malla muy espesa y dos bandas laterales que termina en sendos calones a los que llegan unos hilos muy gruesos. La jábega se cala con una barquita cerca de la costa y desde la playa se hala para recuperarla. Todo esto es exacto; ya resulta inadmisible lo que dice Alcalá Venceslada: «jábega. Cuerda o maroma que en el arte de pesca sirve para arrastrar el copo hasta la playa. “Ya pronto hay que halar la jábega”»21, pues la cuerda de la que se tira o hala es el reiná (Ayamonte), el gayo (Palos), la caloma (San Fernando, Algeciras, Águilas), la orcera (Málaga), la traya (Almuñécar, Motril), etc. En Cartagena, hoy se emplean la jábega como «arte de pesca» y la jábega rebajá como «arte más pequeño que la jábega cuyo copo no termina en corona»22. En murciano hubo un sentido traslaticio documentado desde antiguo: en las Ordenanzas de la ciudad (1695) se atestigua la voz jabegón como «tejido grande de esparto (...) para contener carbón»23, y el valor se atestigua en algún pueblo, Moratalla por ejemplo, donde jábega es la «red de cuerda de esparto para transportar paja»24. En ambos casos hay que pensar en el cambio semántico producido por esa red especial que son los herpiles. Abundando en ello, y en el carácter mediterráneo de la palabra, habría que aducir los testimonios aragoneses, bien próximos a los murcianos25. Así -tierra adentro- hay jábrega como «red de malla gruesa, que generalmente se usa para portear la paja»26 y que, según el testimonio de Pellicer, jábega es la «red gruesa de esparto»27; lo mismo que en la Andalucía de hoy, jábega es la «red de esparto para transportar paja a lomo de las caballerías» en diversos puntos de Sevilla y Cádiz (ALEA, mapa 79).

Toda esta documentación es concorde, tanto en el mar como en el interior: la jábega es mediterránea, y por eso su documentación en Andalucía, en el sudeste y en Aragón. Pero debemos volver los ojos a las hablas vivas de hoy; entonces veremos cómo se comprueba que «Andalucía constituyó el crisol fundamental de esta integración lexicográfica»28 y veremos entonces, cómo desde la geografía lingüística podemos llegar a ilustrar nuestros problemas. Al frente de su monumental Diccionario, escribió Corominas unas palabras que bien merece la pena meditar:

Por lo pronto, era preciso localizar sistemáticamente las palabras, siempre que no sean de uso general, y a falta del Atlas lingüístico (o de los Atlas) que esperamos, no he vacilado en dar los informes sueltos que poseo, aun cuando yo mismo los crea sólo parciales, y aun cuando no parezcan útiles para el estudio etimológico; saber que una palabra se emplea en Almería, en Aragón o en la Argentina, por ejemplo, aunque su área sea en realidad mucho más extensa, nunca podrá desorientarnos (si tenemos conciencia del carácter incompleto de los datos)29.



Cierto que ese Atlas por el que suspira el gran etimólogo nunca le hubiera resuelto sus problemas por cuanto no tiene ni una sola pregunta referida al mar. Por tanto habrá que pensar en la llegada de esos otros Atlas para encontrar en ellos la solución. Porque, en efecto, el Diccionario académico tampoco ayudaba mucho: bajo jabeque se define, y muy bien, la embarcación costanera a la que volveré a referirme, y bajo jábega se ordenan dos artículos: uno con referencia a jábeca, donde se describe una «red de más de cien brazas de largo, compuesta de un copo y dos bandas, de las cuales se tira desde tierra por medio de cabos sumamente largos», y otro en el que se dice que jábega es una «embarcación parecida al jabeque, pero más pequeña y que sirve para pescar», lo que ya no afina mucho. Ante esta serie de dudas habrá que pensar si algún otro Atlas nos viene a resolver las aporías. En efecto, en el tomo IV del Atlas lingüístico y etnográfico de Andalucía30, jábega, como «red», se atestigua en Cádiz, Estepona, Málaga, Nerja, La Rábida (prov. de Granada), Balerma, Almería y Carboneras (todos en la prov. de Almería). Más aún, en el mapa 1091 (boliche = «jábega pequeña») la voz, con o sin variantes, aparece en Algeciras (Cádiz) y Palomares (Almería) como jábega y en San José y Carboneras (ambas en la misma provincia de Almería) como jabegueta. Entre los materiales inéditos de mi Atlas de los marineros peninsulares, las jábegas como «redes de diversas clases», pero siempre de cerco y playa, se encuentran en Ayamonte, Palos, San Fernando, Melilla, Motril, Almuñécar, Águilas y Santiago de la Ribera; es decir, de una u otra manera -y uniendo esta información a la del ALEA- jábega como «arte de pesca» se extiende desde la raya de Portugal hasta la de Alicante. Por más que la frecuencia con que yo recogí la voz varía de un sitio a otro, no deja de ser ostensible su difusión, y, en la otra orilla del Estrecho, en Marruecos, la jábega sigue siendo empleada como «red» y designada con la palabra vulgar xébca (frente a la clásica xabaca), según el venerable testimonio del P. Lerchundi31.

En el siglo XVIII, la jábega andaluza migró hacia Galicia32 y sabemos de su presencia en Portugal, donde es llamada «arte dos povres», por las exiguas ganancias que reporta33, no lejos de lo que se puede deducir de alguna descripción española. En el diario Madrid34, F. Huertas Tejada escribió:

Los pescadores hunden los pies en la arena para arrastrar la pesada malla, dándose a los cabos unos a otros y volviendo sobre sus pasos para acudir a los posteriores y extender toda la red. La tarea es lenta y dura. La jábega parece fuente inagotable de los trabajos más rudos y de más aventurado provecho.



Y esta jábega emigrada aún dio lugar a una nueva, la jábega gallega «jábega típica usada en las rías de Galicia para especies marinas»35. Definición que no se puede presentar como espejo de precisiones. Sin embargo, en la Geografía de Galiza dirigida por Ramón Otero Pedrayo se pueden ver boliches y xábegas gallegos, es decir, dos artes de pesca venidos de costas andaluzas36. La xábega, hoy en decadencia, se introdujo con fuertes resistencias, y de ella tal vez proceda el boliche de la misma forma, pero de menor tamaño.




ArribaAbajoDerivados de šabbāk

Creo que la historia de jabeque no debe confundirse con la de jábega, y en ello hay que devolver crédito al Diccionario académico cuando separa las dos familias. Los continuadores de šabbāk «nave»37 abundan en Sicilia y la Italia meridional donde la más vieja documentación es de 1399; el literario sciabecco «nave» consta, como el portugués enxabeque, en el siglo XV38; sin embargo, el Diccionari català-valencià-balear de Alver-Moll, no trae documentación antigua de xabec. Tampoco en castellano encuentro testimonios hasta una fecha muy tardía, según voy a señalar, pero quiero consignar antes que la voz falta en los diálogos -tan interesantes- que forman el tratado de Tomé Cano, Arte para fabricar naos (1611)39.

El primer texto donde recojo la palabra es de Calderón, según estos versos:


La llamada que el clarín
Señor, a la tierra ha hecho
es de un xabeque en que viene
Leonido40.



Y la abundancia mayor del término se da en el siglo XVIII por razones históricas que paso a comentar. Sírvanos de punto de partida un Diccionario marítimo moderno, el de Julián Amich41. En él, jabeque se describe como embarcación de tres palos (hay un dibujo en la p. 236) sobre la que se dan las siguientes explicaciones:

Embarcación de origen árabe de características tan marineras que ha sobrevivido sin grandes modificaciones durante siglos enteros (...) se trata de la veloz y marinera embarcación que los corsarios berberiscos usaban para asolar impunemente nuestras costas hasta que el general Barceló, con su experiencia propia, convenció al Gobierno para que construyese una flota de jabeques, a fin de combatir la piratería. Así se hizo, con excelentes resultados, gracias a los jabeques de guerra, que montaban hasta treinta y dos cañones (...) El jabeque típico fue muy empleado en el pasado como embarcación de cabotaje, y todavía navegan algunos de ellos. Su casco es fino y alargado42.



Estos informes son parcialmente ciertos, pero incompletos y en algún punto inexactos: la historia del jabeque en nuestras costas es anterior, ya que el armamento de jabeques fue iniciado por Carlos II, y el primero de ellos, con 24 cañones, se llamó Gitano; en Cartagena se construyeron hasta 40, con planos de Gautier y del Real, el mayor de todos ellos fue el Leal, con 32 cañones y 680 toneladas de cala. El fin de los jabeques se llamó Trafalgar43, pues en 1808, había tres (el Lebrel, el San Blas y el San Lino) con muchos años en sus cuadernas, desarmados, de problemática existencia44 y asignados al Departamento de Cartagena, habida cuenta de su carácter mediterráneo. Los jabeques fueron retirados de la Armada en 1827, pero antes dejaron una breve estela en nuestra lexicografía. Consignémosla:

Para mayor seguridad conviene escoltarlas [las baterías flotantes] con galeras, galeotas y xabeques que contrarresten la armada sutil que puedan formar los enemigos45.



En el mes de febrero existían en el puerto de Palma 62 xabeques, un bergantin (...) y 115 laúdes46.



El método que se observa en el sorteo insinuado para iniciar la pesquera, se reduce a echar o poner en cántaro los nombres de los patrones de xabeques47.



[laúdes] son embarcaciones menores que los xabeques grandes de palangre48.



Cuando en 1831 se imprime el Diccionario Marítimo Español, la voz aún tiene un artículo, pero es ya antigualla:

Jabeque. Buque peculiar del Mediterráneo que navega a vela y remo y tiene tres palos dispuestos de un modo particular. En la Armada hubo hasta ahora pocos jabeques de guerra que montaban hasta treinta y dos cañones y gastaban aparejo de polacra49.



Hagamos por último, unas brevísimas consideraciones lingüísticas. Jabeque, fonéticamente, puede ser un castellanismo. Sin embargo, la historia me hace dudar de ello. En efecto, la voz se documentó en portugués siglos antes que en español, pero bajo la forma enxabeque, que difícilmente hubiera perdido su en- al pasar a nuestra lengua. Por otra parte, debió ser muy poco viva en portugués, pues falta en Morales (1789) y en Santa Rosa de Viterbo (1798-1799)50, diccionarios que se imprimen cuando la voz tiene su mayor vitalidad en español. Es lógico creer que el término mediterráneo llegaría a Portugal desde las costas del mar interior, y en tal sentido hemos de juzgar el castellano jabeque (documentado en 1680) como forma patrimonial o tomada del catalán. La aparición de chebec en francés es muy tardía (1771)51 y coincide con el periodo de apogeo de los jabeques españoles; creo que es un hispanismo, pues conviniendo con la forma, el contenido semántico es también concorde, según el testimonio de Schmidlin:

So heisst ein auf der mittelländischen See gebräuchliches Fahrzeug mit Segeln und Rudern, dessen man sich im Krieg gegen die kleinen Seeräuber, oder auch zum Transport des Kriegs-und Schiffsvorraths bedient.



Y recuérdese que los jabeques españoles se armaron para combatir -eficazmente- a los piratas berberiscos.




ArribaAbajoJábega como «embarcación»

Deslindados los campos, a mi parecer bien distintos, de šābaka «jábega (red)» y de šabbāk «jabeque (embarcación)», queda por aclarar cómo se pudo pasar de jábega «red» a jábega «barca». Parece incuestionable que la primera acepción es la original: así fue, y sigue siendo, en árabe; así consta en multitud de testimonios románicos52 y así exige la documentación española. En efecto, frente a (e)xabega «red», documentada en el siglo XIV (y en tierra adentro, lo que exige una aparición anterior en la costa, por más que no nos haya llegado), jábega «nave» no aparece hasta 1785 («había un xaveque, un barco de transporte, 20 xavegas y 56 laúdes»), según el Memorial literario53. La documentación que poseo es del alicantino Gabriel Miró y del malagueño Salvador González Anaya. El texto ambiguo del primero me decide a incluirlo en este punto, por cuanto unas líneas antes había hablado de embarcaciones con velas; ello me hace creer que se trate de jábegas «barcas»:

No quisieron que les ayudase a cubrir con las velas los cañizos de peces que se secan en el solejar (...) Curábase allí la última pesca que sacaron las jábegas de Simón y de Andrés54.



En Camino invisible, de Salvador González Anaya, aparece el segundo de los textos a que me refiero:

Por los piélagos distantes, las lonas de las jábegas resplandecen con tonalidades de oro55.



También en la Enciclopedia general del mar se habla de la jábega «embarcación», descrita como barca de proa y de violín, por el botalón en que se remata. Con exactitud, insiste el trabajo en localizar a jábega como «barca» en las costas de Málaga y de Granada, pues, aunque emigró del Mediterráneo nunca perdió su condición. En el Algarve, según el testimonio de Octavio Lixa Filgueiras, su antigüedad no remonta sino al siglo pasado56. En cuanto a la forma, el «calão da arte da xávega» se parece a las jábegas españolas57 mientras que difiere mucho de ellas el «saveiro da arte da xávega»58.

En el ALEA, hay una lámina (la 1019) en que se dibujan jábegas de Málaga, de Estepona y de Castell de Ferro, pero su difusión debe estar limitada a estas costas pues no la encuentro en ningún otro sitio, ni amplío mis informes con los materiales del Atlas lingüístico de los marineros peninsulares.

Todo ello me hace afirmar que la acepción de «barca» referida a jábega es muy reciente y, además, surgida sin el intermedio de šabbāk o de su derivado jabeque. Es un caso más de esas metonimias que se producen en la lengua de los pescadores, no ajena a designar las barcas con el nombre de las artes que emplean. Recuérdense la tartana con su complejo caminar (ave > red > embarcación)59 o el veneciano bragagna60, por no citar sino dos ejemplos muy distantes.




ArribaAbajoJábega en los caminos de la picaresca y del sur de Italia

A las almadrabas del Duque de Medina-Sidonia iban a servir como jabegueros hombres de apicaradas costumbres. En un texto que refiere hechos de 1557, se dice de las pesquerías de atunes:

Júntanse aquí de varias partes de la Andalucía y hasta de los más remotos lugares de Castilla, Aragón, Cataluña, Portugal y Galicia gran número de aventureros y hombres perdidos muchos dellos facinerosos, rufianes y forajidos. Estos traen consigo mugercillas infames61.



Por si fuera poco, en el mismo capítulo se habla de «aquella chusma allegadiza que se ocupaba en la almadrava: hez de las provincias de España» (p. 76). Esta presentación justifica nuestras líneas y nos ahorra más largos comentarios. Tal linaje de vida movió a la Duquesa de Medina-Sidonia, que confió a los jesuitas unas misiones fijas en las almadrabas de Plata o Zahara; a ellas se refieren los testimonios recién transcritos. Válgannos como introducción a las líneas que siguen.

En la Ilustre fregona cervantina uno de los personajes, Carriazo, hace el elogio de la vida en las almadrabas y se habla allí del temor a las incursiones berberiscas que pueden, en un abrir y cerrar de ojos, llevarse a Tetuán a «centinelas y atajadores, pícaros, mayorales, barcos y redes»; sin embargo, la imaginación del personaje volaba hacia los amigos que había de volver a encontrar en las almadrabas. En cierto momento, Carriazo relata a Avendaño su historia, a la que Cervantes declara con estas palabras: «le contó punto por punto la vida de la jábega y cómo todas sus tristezas y pensamientos nacían del deseo que tenía de volver a ella»62. Jábega parece ser el trabajo de la almadraba, para la que no valen las restricciones de «barcas y redes» aducidas anteriormente. En efecto en un texto en que se habla de las misiones de jesuitas en las almadrabas del Duque de Medina Sidonia, por el año 1557, se dice: «ya está en orden aquella desordenada república [las gentes que van a la pesca de atunes] y, con las manos en las redes; aquel esquadrón, que se dize la xávega»63. En el mismo documento, al referirse los trabajos de los jesuitas y el alzamiento de los pícaros, se incluye a toda aquella «gente estragada y miserable» bajo el calificativo de república xabeguera (ib., p. 78).

Pienso que ahora se puede aclarar la jábega que se cita en el Estebanillo González (¿l626?). El héroe se encamina a Gibraltar para ser «pícaro de costa», como los que había descrito el Carriazo cervantino:

Y por no ir a tierra de alarbes a comer el alcuzcuz, me fui a la Sabinilla a ser gentilhombre de jábega y corchete de pescados64.



Jábega es «red» según consta en otro contexto: «el tirar la red hacía que echaba todo el resto de la fuerza y la tiraba con tanto descanso y comodidad, que antes era divertimiento que trabajo». Por otra parte, el juego «gentilhombre de cámara»65 = «gentilhombre de jábega» y «corchete [de justicia]»66 = «corchete de pescados», aclara totalmente la acepción: el pícaro es para los peces un corchete que los prende y un guardián de las entradas de la red (o en el caso de los atunes, de la almadraba). Creo que jágeba es «red» y no una acepción vaga o genérica, porque en el mismo capítulo de la novela se juega el vocablo con redes67:

Habiéndome asegurado que en la ciudad de Málaga hacían levas de mozos de jábega unos pescadores antiguos con patentes de armadores, y que daban cincuenta reales a cualesquier bisoño que se alistare debajo de sus redes, dejé la Sabinilla (pp. 203-204).



Del mismo modo, en un romance germanesco de Quevedo, la alusión a jábega no está exenta de connotaciones disfemísticas. Me refiero al poema Recógese un jaque a pretender viejas y una tronga se levanta a dama de porte, donde en función del pícaro Villodres no deja de considerarse que «en la jábega se ocupan / vergantes menos rollizos»68.

Después de todos estos antecedentes, ya no extraña que tuviejas; y una tronga se levanta a dama de porte donde en funalguno de los textos anteriores, si no en todos, asoma el valor de una nueva connotación. En efecto, gente de la jábega serán los «ladrones» en la literatura del hampa69, y esto nos asoma a otro campo: en calabrés, sciábacca es «meretrice»; en napolitano, sciavecone, -ona, «chi riceve ogni sorta di donne (ogni sorta di uomini)»; en otrantino, sciabblecòtte, «uomo rotto alla mala vita», que no han recibido ni una explicación medianamente aceptable70. Creo -sin embargo- que no hay dificultad en considerarlos hispanismos, en regiones donde la presencia española fue larguísima, y en un medio social donde prosperaría el intercambio entre gentes arriscadas. Si en Italia no hay nada que justifique o, al menos, ayude a explicar el cambio semántico, tenemos en España una trayectoria documentada en nuestra mejor literatura. Que el término marinero pudo penetrar fácilmente se explica por la propia condición de ciudades como Nápoles, donde las gentes de mar eran abundantísimas: por 1680 había en la capital más de 20.000 de ellos

è da credere que questi «marinai» fossero in gran parte pescatori: a Santa Lucia l'intero quartiere viveva di questa attività e la «pietra del pesce» era uno dei mercati più importanti della cità71.






ArribaConclusiones

1. El árabe šābaka es el antecedente del español jábega «red», tanto por razones fonéticas cuanto semánticas. A lo largo de su historia lingüística no ha tenido nada que ver con otro arabismo conocido, šabbāk > jabeque, ni siquiera se puede explicar su presencia cuando, en época tardía, jábega extendió su significado desde «red» a «embarcación».

2. La documentación de jábega «red» no aparece hasta unos documentos zaragozanos de 1369, lo cual -lógicamente- hace pensar en una antigüedad mucho mayor, por cuanto a la ciudad aragonesa llegaría desde las costas de la Corona.

3. El valor de jábega fue siempre el de «red», y desde esta acepción pasó a otros significados secundarios, como «herpil», que, vivos aún, se recogen en diccionarios dialectales de aragonés y murciano72.

4.Teniendo en cuenta que jábega «red» era un término en conexión con otros campos léxicos referidos también a la pesca (por ejemplo las almadrabas atuneras), extendió su significado hasta generalizarse en la acepción de «vida marineresca». Como además en los ranchos eventuales de pescadores (vuelve al recuerdo de las almadrabas) pululaba gente de apicarada condición, jábega entró en connotaciones que designaban a los hombres del hampa y, por la dominación española, el cambio semántico pasó al sur de Italia.

5. Jábega fue siempre término mediterráneo, lo que se confirma ex silentio por la falta de la palabra entre los marineros de Canarias73 y su ausencia en Hispanoamérica74, por más que se encuentre entre autores antiguos de Indias. Tendríamos, pues, un caso de terminología sin arraigo en la realidad vivida. Por el contrario, jábega aparece en un manuscrito malagueño del siglo XVI, y su presencia dura aún hoy con plena vitalidad en la región.

6. La migración de jábega -palabra y cosa- hacia el occidente peninsular es bien conocida, y en su historia no hace sino confirmar el carácter mediterráneo del término.

7. Los Atlas lingüísticos de Andalucía y de los Marineros peninsulares reafirman -con la recogida de materiales in situ- los informes facilitados por los textos antiguos y las evoluciones dialectales.

8. Como «embarcación», jábega es un término moderno (atestiguado cuatrocientos años después que con el valor de «red»), muy pobremente documentado (sólo en escritores del sudeste o andaluces) acreditando un cambio semántico espontáneo (red > barca), según se encuentra en otros términos marineros.

9. Geográficamente, jabega «barca» tiene una difusión mucho más restringida (Málaga y Granada solamente) que la de «red».

10. También la jábega «embarcación» migró hacia el occidente, pero al parecer, más tarde que la red y con una vida más efímera.

11. Jabeque es término muy tardíamente atestiguado en español (finales del siglo XVII). Su vida parece vinculada al prestigio de unas embarcaciones cuya vida -en la Marina Real- no sería mucho más larga que la documentación que poseemos (1680-1808); sin embargo, del español debió pasar al francés, donde se documentó un siglo más tarde. El cambio de jábega (red > embarcación) no pudo estar condicionado por jabeque, muy diferenciado de ella en la época de su esplendor.





 
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