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ArribaAbajoCapítulo VII

Desnudéz general de aquellas gentes: olios y unturas, que casi generalmente usan


No supiéron nuestros primeros padres Adán y Eva106, que estaban desnudos, hasta que su pecado les abrió los ojos, y echáron mano de algunas hojas, obligados del empacho y del rubor natural. Esto bien se percibe, y los Intérpretes de la Sagrada Escritura hermanan muy bien aquella ignorancia, con la primera inocencia con que Dios crió á nuestros primeros Padres. ¿Pero qué Doctor habrá hoy, que componga y hermane, no la inocencia, que no la tienen; sino la disolucion y brutalidad de aquellos Gentiles con la ignorancia, que realmente tienen de que están desnudos?

La primera noticia que las Naciones retiradas tienen de que los hombres se visten, es quando un Misionero entra la primera vez en sus tierras, acompañado de algunos Indios ya Christianos, y vestidos al uso que requieren aquellos excesivos calores. Entónces, si el Misionero no ha enviado ántes Mensageros, toda la chusma de hijos y mugeres, atónitos de ver gente vestida, huyen á los bosques, dando gritos y alaridos, (refiero lo que he visto muchas veces) hasta que despues los van trayendo, y poco á poco van perdiendo el miedo:   —122→   no les causa rubor su desnudéz total; porque ó no ha llegado á su noticia que están desnudos, ó porque están desnudos de todo rubor ó empacho. Uno y otro verifican con aquel desembarazo, con que pasan, entran, salen y traban conversaciones, sin el menor indicio de verguenza: y pasa mas adelante el desahogo. Porque muchos Misioneros, ántes de estar prácticos en el ministerio, han llevado y repartido algun lienzo, especialmente á las mugeres, para alguna decencia; pero en vano, porque lo arrojan al rio, ó lo esconden, por no taparse; y reconvenidas para que se cubran, responden: Durrabá ajaducá: no nos tapamos, porque nos da vergüenza. Y veis aquí otra especie inaudita: conocen la verguenza y rubor, durrabá ajaducá; pero mudada la significacion de las voces; porque al vestirse sienten rubor, se corren, y están sosegadas y contentas con su acostumbrada desnudéz: ¡hasta aquí puede llegar la fuerza de la costumbre! pero esta repugnancia á vestirse, en breve tiempo pasa á ser gran molestia para los Padres; porque al paso que van oyendo y percibiendo los Misterios de nuestra Santa Fe, se les van aclarando los ojos interiores: caen en la cuenta de su desnudéz, reciben todo quanto lienzo el Misionero les puede dar, y porfian por mas y mas, con mucha molestia, así hombres, como mugeres.

En las Naciones de Gentiles, que, ó no distan mucho de los Españoles, ó que tienen correspondencia con Indios ya Christianos, usan los hombres, aunque no todos, de un retazo de lienzo, que llaman unos guayuco, otros guarruma; y las mugeres unos delantalillos, matizados con cuentas   —123→   de vidrio: otras se cubren con un mazo de hebras de muriche, que es á modo de una libra de cáñamo suelto, tanto, quanto vasta para la ínfima decencia, y nada mas.

Todas las Naciones de aquellos Paises, á excepcion de muy pocas, se untan desde la coronilla de la cabeza hasta las puntas de los piés con aceyte y achote: y las madres, al tiempo de untarse á sí mismas, untan á todos los chicos, hasta los que tienen á sus pechos, á lo menos dos veces al dia, por la mañana y al anochecer: despues untan á sus maridos con gran prolixidad; y los dias clásicos para ellos va sobre la untura mucha variedad de dibuxos de varios colores; y cada vez que el marido viene de pescar ú de hacer alguna diligencia, le quita su muger ó alguna hija la untura empolvada, y le unta de nuevo los pies; y lo mismo hacen con los huespedes que llegan, aunque sean muchos. Cosa rara lo que voy á decir: sea el que se fuere, chico ó grande, sale con suma repugnancia de su casa, si no está untado de piés á cabeza; y esto, aun despues de domesticados y puestos ya á la tarea de asistir á la Doctrina Christiana mañana y tarde: de modo que reconoce el Padre, que faltan de aquellas filas, en que los forma el Fiscál, quatro ó seis muchachos, va luego el Fiscál á buscarlos, y vuelve sin ellos y diciendo: Padre, no pueden venir, porque están desnudos: ¿cómo es eso, replica el Padre: todos estos no están desnudos tambien? sí, Padre, responde; pero están untados: que para ellos equivale á estar bien vestidos: para ir á la guerra los adultos, se pintan fea y horriblemente, como despues diré.

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Sobre las unturas entran sus galas, y son en los varones algunos plumages de colores escogidos; y en las piernas, á la raíz de las rodillas, y arriba de los tobillos atan quatro borlas muy esponjadas, de gran número de hebras de algodón: éstas sirven de gala y de remedio contra infinitas garrapatas menudas, que hay en todos los campos: tropiezan con una nidada de ellas, que es una pelota, que tendrá casi un millon de aquellos insectos, y se les enredan en las quatro borlas, sin pasar á molestar lo restante del cuerpo: fuera de esto, adornan los hombres tambien sus narices y orejas con varias alhajas ridículas; y los que pueden, con planchitas de plata ó de oro, que ellos mismos se labran á su modo.

Los Caberres y muchos Caribes usan por gala muchas sartas de dientes y muelas de gente, para dar á entender, que son muy valientes, por los despojos, que allí ostentan ser de sus enemigos que matáron: con estos adornos, y su macana en una mano, y la flauta, llamada fututo, en la otra, una y otra alhaja con sus borlas, salen los Indios engalanados á todo costo para los dias ordinarios; pero los dias clásicos para ellos, que son quando hay borrachera general en sus casamientos, cabos de año de sus Caciques y Capitanes, y siempre que vuelven de viage largo, en tales dias salen desnudos, como siempre, con las libreas mas exquisitas de sus botes, unturas y colores, que guardan como un gran tesoro. Primero se untan al uso ordinario, luego untan con una resina, llamada caraña, amasada con varios colores, unas pleitas sutíles, curiosamente variadas con dibuxos no despreciables, y van apretando aquellas pleitas coloridas á los brazos,   —125→   piernas, muslos y á todo el cuerpo, con arte y proporcion: tanto, que puestos aquellos Indios á distancia competente, se engañará el forastero, que no supiere la inventiva, y creerá de cierto, que todos aquellos pintados están vestidos de angaripola muy lucida: no es vestido éste para solo un dia, han de andar engalanados tantos dias, quantos dura la tenacidad de la resina caraña, que no son pocos. Los Músicos de flautas, fututos y tamboriles, y todos los que están señalados para formar las danzas, salen mucho mas lucidos, porque sobre los dibuxos que dexa en sus cuerpos la caraña pegajosa, van pegando variedad de plumas exquisitas en filas regulares, blancas, encarnadas y de otros colores, que á la verdad hacen juego curioso y espectáculo vistoso. En especial, al tiempo de danzar, quando hacen sus círculos y mudanzas, forman una hermosa variedad, sobresaliendo muchos con pelucas, hechas de plumas singulares y de muy finos colores; las quales suelen llevar tambien quando trabajan sus sementeras, y quando salen á navegar; porque no solo son adorno muy lucido, sino que defienden mucho del Sol y de los aguaceros á los que las llevan puestas; pero es espectáculo ridículo ver á un Indio en pelota, con una peluca muy rica en la cabeza, y sudando al remo, ó con el hazadón entre manos, y muy formalizado con su peluca.

Las mugeres, fuera de los adornos de narices y de orejas, uniformes con los que dixe de los hombres, adornan sus brazos, cuello, cintura y piernas con gran número de sartas de Quiripa; esto es, sartas de cuentas muy menudas, que labran de cáscaras de caracól con gran primor. Item,   —126→   con sartas de dientes de monos y de otros animales; las que pueden conseguir sartas de vidrio, se cargan de ellas hasta mas no poder: y por gala muy sobresaliente se encaxan en cada oreja un tremendo colmillo de Caymán; para lo qual hacen un agugero grande en cada oreja. Fuera de esto, desde que nace la hembrita en algunas Naciones le ajusta su madre debaxo de cada rodilla y en las gargantas de los piés, arriba de los tobillos, quatro faxas anchas y fuertes, á modo de sevillanetas, hechas de torzal de pita, tan durables, que con ellas van á la sepultura: es cosa feisima ver aquellas pantorrillas; porque oprimida la carne arriba y abaxo con aquellas pretinas inquitables, no crece allí, y todo el nutrimento queda entre las ataduras de arriba y de abaxo, con lo qual crecen descompasadamente las pantorrillas, y esa es para ellas notable gala; y á la verdad, moda rigurosa, que tambien han hallado tormento, para andar desnudas á la moda. Otra penitencia grave se han impuesto las mugeres Abanes: ellas hacen á sus hijitas tiernas un agugero en la carnosidad inferior de las orejas; el qual van agrandando con moldes, al paso que va creciendo la criatura; á la qual, quando ya está casadera, le cuelga de cada oreja un círculo de carne, que cabe por él anchamente una bola de truco; y la gala de la moda consiste, en que aquellas dos claraboyas de carne estén siempre sin arruga alguna.

La industria que han hallado para este fin, es muy al propósito; y es, entretener en aquel círculo de carne otro círculo curiosamente labrado del vástago tierno de la hoja de palma: y este óvalo interior ó círculo sirve como de forro y modelo,   —127→   para que aquel círculo de carne, que de suyo estubiera arrugado y sin ayre, se abra, ensanche y dé notable hermosura al rostro, allá, segun su modo de aprehender107: ni hay que admirarse de esto, porque lo que se sigue ha de dar mas golpe.

El año 1723 encontré una quadrilla de Indios Guamos en las juntas de los rios Sarare y Apure: estaban desnudos como las demás Naciones de aquel Pais, pero mas indecentes: si acaso en lo sumo cabe mas. Dexemos esto, y vamos á sus orejas, que ellas solas vienen al caso, por la necia anatomía que hacen de ellas; porque no solo desprenden y separan la carnosidad intérior de la ternilla, (como los Abanes dichos) sino que prosiguen sutílmente cortando y separando la corta carnosidad que hay en todo el circuito de las orejas, dexando prendida aquella carne de la parte superior y de la inferior. Esta es su moda, y esta reputan por gala peculiar: y yo, viendo que una carta que di al Capitan de ellos, para llevar á un Padre Misionero, se la encaxó entre aquel círculo de carne y la oreja; y que las vagatelas que les di, y los trozos de tabaco de hoja, todos los iban ajustando en las orejas al modo dicho, pensé que aquella no solo servia de gala, sino tambien de faltriquera ó de pequeña alforja.

El Regio Historiador Herrera108 afirma, que los primeros Españoles que hiciéron pié en la Costa del Golfo de Honduras, halláron las mugeres con las orejas á la moda que llevo referida, y vi yo en la Nacion de los Abanes: y añade el mismo   —128→   Autor, que por la singular armonía que les causáron á los Conquistadores aquellas claraboyas de las orejas; por las quales, dice, que cabía un huevo de gallina, llamáron al dicho territorio: Costa de Oreja; y así se halla demarcada en los Mapas antiguos.

Que aquella corta carne inferior de la oreja, amoldada desde la niñéz con círculos, que van agrandando al paso que crece la criatura109, crezca tambien, y se fortifique, no puede causar novedad á los Físicos; porque estos saben el empeño, liberalidad y oportunidad, con que la naturaleza socorre, fomenta y nutre con especial influxo la parte lesa, sea la que se fuere, de todo el cuerpo.

Tampoco habrá quien lleve á mal, que tengan por gala aquéllas mugeres, lo que realmente es contra la voluntad de la naturaleza humana; pues aunque ésta rebiente acá entre la mayor Politica, ha de llevar (ó por bien ó por mal) que el pié y la cintura de las que van á la moda, se estrechen, achiquen y ajusten á los rigurosos términos de lo que se usa, y no mas: pero volvamos á la América, para concluir esta materia con otros usos extraordinarios; mejor diré agenos de lo racional.

No tengo por tal la de los Indios cabelludos de las Misiones de la Provincia de Quito: nombre, á que dió motivo lo desmedido de sus melenas, que bien peinadas, visten la mayor parte de su desnudéz; lo que me da golpe es la Nacion de los Calvos en Paraguay; cuya gala es no permitir un solo cabello en sus cabezas. Los Entablillados, Nacion poco distante de los Mojos del Quito, lo mismo es nacer la criatura, que ponerle   —129→   la cabeza en prensa, entre dos tablas, la una sobre la frente para arriba, y la otra en la parte opuesta, y están atadas, hasta que resulta, una cabeza de figura de Mitra Episcopal. Vaya en hora buena, que al fin la hechura es ayrosa y de respeto; ¿pero qué gracia habrán hallado los inhumanos, índómitos Indios Bocones, Nacion montaráz, en Buenos Ayres, para rajar á las criaturas ambos lados de la boca hasta junto á las orejas? así lo hacen, y quizá será para remedar la boca de los perros, abriendo mayor puerta al hipo insaciable, que tienen de hartarse de carne humana.

Mayor desatino cometen, y mayor tormento daban las Achaguas á sus pobres hijas: (y aun dan los Gentiles que restan de la tal Nacion). En primer lugar doy por supuesto, que á excepcion de los Guamos, que se precian de barba larga, y tal qual Otomaco, el resto de todos aquellos Gentilismos no permiten un pelo en su cara, ni hombres ni mugeres, hasta las cejas se arrancan de raíz, así ellos, como ellas. Lo qual supuesto, entra el desatino de las Achaguas; cuya divisa, seña y gala es, tener todas unos vigotes negros tan refilados, que ocupado todo el espacio donde debe nacer el vigote, van cogiendo gran parte de ambos carrillos, y en forma de semicírculo baxan de mayor á menor, hasta que casi juntan sus extremidades en el centro de la barba: vigotes, que desde la cuna no tienen necesidad de renovarse hasta la sepultura; cuya fábrica es la siguiente. Con un colmillo del Pez Payara, que es tan agudo como una lanceta, van grabando en la carne viva las rayas necesarias, para que   —130→   los vigotes queden bien dibuxados, de buen ayre y garbo: (llore y rebiente la criatura, no la tienen lástima) concluido el dibuxo, enjugan y limpian toda la sangre, y con tinta sacada de una fruta, que llaman Jagua, llenan aquellas cisuras, que despues de sanas, retienen fresco el vigote de por vida.

Y volviendo á la untura ordinaria de todos los dias, digo que resulta de aceyte y de Anoto, que es el que llamamos Achote: con aceyte de Cunáma ú de Vesirri ó de huevo de Tortuga, se dan lustre á todo el cuerpo, mañana y tarde; y no solo les sirve de vestido, sino de arnés seguro contra los mosquitos, que abundan en tanto número de especies, como después diré; no solo no les pueden picar los mosquitos, sino que mueren, sin poderse despegar de la tal untura. Fuera de esto como el Achote es muy frio de suyo, aquella untura los alivia mucho contra los -rayos del Sol y calor casi intolerable; y aunque despues de bautizados se visten pobremente, ayudándoles para ello los Misioneros, no puede ser sino á fuerza de tiempo; y entónces, para trabajar ó bogar, piden licencia para untarse por las dos utilidades que llevo referidas.



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ArribaAbajoCapítulo VIII

De su desgobierno civil y doméstico, y de la ninguna educación que dan á sus hijos


Aquí me es preciso hacer una advertencia, que aunque no es nesesaria para los que se hacen cargo y comprehenden bien las cosas; para otros es muy precisa: y es, que en lo tratado hasta aquí, y en lo que se ha de tratar de los Indios, cuyo asunto he tomado, hablo siempre de los que son Gentiles y de sus ciegos modos de proceder; y quando digo alguna cosa extravagante, notable y disonante de los Indios ya bautizados, me refiero á los tiempos de su gentilidad, por estos términos: Decian, hacian etc. Esta prevencion es necesaria: lo primero, para que nadie piense que despues de enseñados y bautizados se quedan y proceden como ántes: y lo segundo, porque como advertí en el Prólogo, las tareas espirituales de los Operarios y el fruto de sus sudores se hallarán en la Historia General de la Provincia y Misiones del Nuevo Reyno; y aquí solo pongo tal qual menudencia de las que necesariamente omite el sábio y períto Historiador, por no ser muy del caso para su intento; y lo son del mio y de la Historia Natural y Civil que tengo entre manos. De modo que como apunté en el capítulo quinto, y diré latamente en el capítulo veinte y dos de la primera Parte, no es lo mismo agregar los Gentiles á un Pueblo, que ser luego Christianos:   —132→   se gasta mucho tiempo en domesticarlos, desbastarlos y quitarles de la cabeza la malicia y sobresalto en que están embebidos; y entre tanto se coge el fruto que prudentemente se puede, que no es poco, en muchos párvulos y adultos.

Resulta el Gobierno Civil de las Leyes que los Reynos y Repúblicas se imponen en órden á su union, paz, conservacion y aumento. Nada de esto, ni aun sombra de ello he notado en las Naciones de que trato, ni en general, ni en alguna en particular. Qualquier hormiguero de los que en aquellos territorios he observado, y de que haré después una curiosa mencion110, se gobierna con mejor regularidad y régimen, que cada una de las muchas Naciones que he tratado: parece ponderacion; pero puede el curioso calcular lo que digo en este capítulo, con lo que diré de las hormigas. Solo se dexan ver entre aquellas sombras de ignorancia111 algunos indicios y vislumbres de la Ley Natural, con que Dios selló la humana Naturaleza: en cuya fuerza, el bárbaro de aquellos que hace algun homicidio, de quien no es de los enemigos declarados de su Nacion, conoce su maldad; ó sea por su mala conciencia, como en Caín; ó sea por temor de que otro le quite su vida, como sospechó Lamec: luego se recata, se esconde, y últimamente se ausenta el matador. Todas aquellas gentes aborrecen á los ladrones; y con todo tienen todos una gran propension á hurtar, y lo saben hacer con   —133→   maña; pero son muy cortas y rateras las cosas á que se estiende su ánimo y su mano.

Todos sienten notablemente el adulterio, quando le cometen sus mugeres; pero sola la Nacion Cariba tiene castigo señalado para los adúlteros, á quienes toda la gente del Pueblo quita las vidas en la Plaza pública; y esta ley, con los demás usos Judáycos que arriba dexé notados, me confirma en la opinion, de que muchas de estas gentes descienden de los judíos112. En otras Naciones el marido ofendido depone su querella, y no se acuerda mas de ella, cohabitando tantas veces con la muger del adúltero, quantas el tal cometió este delito con la suya: necedad tan entablada entre ellos, que no hay adúltero que chiste ni se dé por entendido con el que toma satisfacion de su injuria. Otros hay mas bárbaros, que por via de contrato mutuo truecan de mugeres por meses determinados; y pasado el plazo, cada muger vuelve á la casa de su marido sin tener vista para reconocer la natural disonancia de un contrato tan opuesto á la razon natural; pero vamos á lo propuesto.

Aquellas Naciones no son mas que unos agregados de gentes, á quienes divide y une entre sí la unifomidad ó diversidad de los lenguages; y tomando el agua de su fuente, mejor diré que cada Nacion se origina de una familia, que descarriada de otras se escondió en aquellos bosques; y al paso que se aumentó dicha familia, es mas ó ménos numerosa la Nacion, tomando su orígen   —134→   las Capitanías, Parcialidades ó Tribus de que se compone, de los primeros hijos, que como se fueron aumentando, se fuéron tambien retirando con sus familias: modo con que se pobló el Mundo en sus principios, y despues de la division y confusion de la Torre de Babél; y á esta causa todos los Indios de un mismo lenguage se llaman hermanos: frase muy propia de los Judíos, como se ve en los Libros Canónicos de la Sagrada Escritura. Esta hermandad y mútua relacion no está fomentada con leyes que miren á la mutua conservacion y aumento: solo subsiste un tácito decreto, en virtud del qual están prontos á tomar las armas para defenderse ú ofender á otros, quando idean que así conviene; y entónces vasta el éco del tambor de guerra, de que despues trataré; ó el aviso ligero de los veredarios, que dan la noticia aun callando; porque vasta dexar de paso una flecha clavada en lugar público, para tomar todos las armas. Este aviso se llama correr la flecha, que es tanto como publicar guerra; en ella aunque reconocen á su Cacique y Capitanes, no hay disciplina militar ni subordinacion alguna; y así no es su guerra mas que un estrépito tumultuario que repentinamente pasa; porque cada qual se retira quando quiere; y en este negocio militar lo mas se reduce á emboscadas y ardides: efectos é inventivas propias de su cortísimo ánimo y ningun valor para acometer cara á cara.

Esto es en comun, y por lo que mira á su gobierno en general, ó desgobierno, propio de su incapacidad; pero si entramos á reconocer lo económico de sus casas y familias, hallarémos otro desbarato y vehetría peor; mayor en las   —135→   familias de los Gefes sobresalientes, que suelen tener (mas por via de fausto y gravedad, que por otra cosa) diez ó doce mugeres, y á veces mas: tanto que en estos años pasados el Capitan Yaguaria, Gefe en la Nacion Caribe, tuvo para ostentacion de su grandeza treinta mugeres cada una diferente de Nacion. No hay gobierno: no hay órden ni concierto, en aquellas casas: no les dan la menor enseñanza; porque ni saben, ni tienen que enseñarles: crianse aquellos chicos del mismo modo con que se criáron sus padres; esto es, al modo que se crian saltando y brincando los cabritillos en las manadas de cabras: miéntras son pequeños, los miran sus padres con exôrbitante y desatinado amor; y el medio mas proporcionado que han hallado los Misioneros papa superar y modificar la dura tosquedad de los bárbaros, es agasajar mucho, regalar y tomar en brazos á sus hijuelos; que es gran lisonja para sus padres. Y quando despues de reducidas aquellas familias, esparcidas en muchas leguas de selvas, á Poblacion regular, escoge el Padre Misionero los chicos para la escuela; y los que dan muestras de mas hábiles, para la música, éste es un favor que ata últimamente á sus padres, y estiman, aprecian y hacen gala de que su hijo sea cantor, como si se le hubiera dado la mayor dignidad del mundo; pero volvamos á sus estilos gentílicos, por no salir de mi asunto.

Todo, aquel descompasado amor que gastan con sus hijos, miéntras son tiernos y párvulos, pasa á dureza y despego, quando empiezan á ser jóvenes y adultos: así los miran, como si jamás los hubieran conocido: no les mandan cosa alguna, si ellos de su bella gracia no lo hacen: no chistan   —136→   en sus travesuras: no les van á la mano en cosa alguna; y lo que peor es, ni se atreven á ello: cosa parece increible; pero con solos dos casos quedará bien confirmada esta verdad ó conjunto de verdades. Un Español honrado, vecino de la Guayana, me contó el primero, y fué así: que estando el tal en una Poblacion de Caribes, comprando aquel precioso bálsamo, que en lengua Cariba se llama Curucay, y en Español Canime, un mozuelo, hijo de un Caribe, sobre una vagatela le dió un fiero bofetón á su padre, y se fué muy enojado: irritado el Español, que se hallaba presente, reprehendió al Caribe, que habia quedado muy fresco, y le exôrtaba á que castigase aquel atrevimiento de su hijo, instando mucho en ello: á todo calló el Indio, y después de rato respondió al Español estas palabras: «¿qué piensas, Camarada, juzgas que estos nuestros hijos son como los vuestros? pues no son así; porque si ahora le pego y castigo á éste, en quanto crezca un poco mas, me quitará la vida». A este modo crian sus hijos, y este fruto sacan de su ninguna educacion: ¡digno castigo de su bárbaro estilo es, que de tales vívoras salgan tales escorpiones; y de tan mortíferos árboles, tales frutos!

Para el segundo caso que prometí, en confirmacion de lo que llevo referido, soy yo mismo testigo: me cito á mí mismo, porque pasó delante de mis ojos en el año 1716; y es caso digno de moralizarse en los Púlpitos. Estaba toda la gente, poco ántes sacada de los bosques, fervorosa, levantando maderos para formar su Iglesia: todos los párvulos y muchachos estaban ya bautizados; los adultos deseaban el Santo Bautismo, y muchos le   —137→   habian ya recibido (porque no se113 concede este beneficio, sin especiales señas y pruebas de que han de perseverar). En estas faenas públicas, es cosa singular, que ningún Indio ayuda al otro, aunque sea su padre ó hermano: cada qual hace puramente, y cumple aquella taréa, que por medio de su medio Capitan le señala el Padre Misionero (que la autoridad de solos los Capitanes, ni vasta, ni se cumple). Estaba pues trabajando la parte que le pertenecia un buen viejo, ya bautizado, llamado Longinos: llegó un hijo suyo adulto y Christiano tambien, llamado Pablo, y dixo éste á su Padre: Esa parte que trabajas, es la que me toca á mí, y en ella trabajé está mañana: te engañas, y trabajaste de valde, porque me tocó á mí, respondió el viejo. Al oir el hijo esta respuesta tan mansa, é incapáz de dar enojo, se hizo una furia, y dió á su padre tal bofetada, que la oyéron muchos, que allí estaban trabajando: los muchachos de la Doctrina y escuela levantan el grito; y concurre la gente alborotada. Llenéme de susto y sobresalto, temiendo que algun madero mal puesto hubiese caido, y muerto algunos trabajadores: el buen viejo venia ácia mí, trayendo á su hijo de los cabellos, y llorando: el resto de la gente (como ya medio doctrinados unos, y otros enseñados en nuestra Santa Ley) acusaban reciamente al Pablo: él se defendia, diciendo que todos mentian, que él era ya Christiano y que no habia de cometer aquel exceso contra su padre; el buen viejo no cesaba de llorar, ni yo sabia qué medio tomar; porque en los Pueblos nuevos, un castigo, aunque sea con sobrada causa, suele ser motivo de su total ruina. Reparé en el rostro del viejo, y no solo tenia el   —138→   carrillo hinchado, sino también muy señalado el bofetón; y dixe al Pablo: ¿cómo tú niegas, si está aquí clara la señal de tu atrevimiento y pecado? entónces, animado el anciano, dixo: si, Padre, él me pegó: no lo habia bien dicho, quando enfurecido nuevamente el mal hijo, le dió otro bofetón peor: entónces sí, no me acordé de inconvenientes ni temí daños del Pueblo. Luego al punto mandé á quatro Indios robustos, que cargasen al desvergonzado y cruel hijo: puse en manos de su padre unas buenas disciplinas, y le mandé que castigase aquella maldad, explicando á todos los presentes, que así lo mandaba Dios; y que si los padres no castigan á sus hijos, Dios toma la mano, y castiga mucho á los padres y á los hijos etc. Entré tanto el viejo descargó tres tandas de recios azotes sobre las desnudas espaldas de su hijo, habiendo tomado resuello y fuerzas dos veces; y viendo yo el gran silencio de toda la gente y que el penitenciado sufria sin hablar una palabra, me interpuse, y rogué al viejo que le perdonase: así lo hizo, y su hijo Pablo le besó de rodillas los piés, y despues la mano, pidiéndole perdon, dando este buen exemplo al Pueblo, el que le habia dado tan pésimo. Quedó satisfecho el buen anciano; pero Dios no, segun las señas, porque á breves dias dió una grave enfermedad al dicho Pablo; la qual padeció por espacio de seis ó siete años, reducido á la figura de un esqueleto: solo tenia la piel sobre los huesos; conociendo él y el resto de aquellos Neóphitos, que era justo castigo de Dios, por las dos befetadas que dió á su padre; y para mí fué una gran prueba de que padecia por esa causa, el que, luego que su padre   —139→   murió á los seis ó siete años después, Pablo recobró su antigua salud, y hoy vive, y da muy buen exemplo á todo el Pueblo.

En fin, una de las principales cosas, que domestica mucho á los Indios silvestres (fuera de la enseñanza de la Ley de Dios, que es la principal) la causa accesoria mas eficáz, es, ver la buena crianza, que los Ministros del Evangelio dan á sus hijos. Como ellos se han criado sin educacion alguna, les cae muy en gracia ver á sus hijos humildes y rendidos á sus mandados; y sobre todo se admiran al ver, que quando vuelven sus hijos de la Doctrina ó de la Escuela, alaban á Dios ántes de entrar por las puertas, y luego besan la mano con reverencia á sus padres y á sus madres: todo esto les va abriendo los ojos, para que vean quánto mejor es la vida civil, que aquella suya tosca y van cobrando amor á la nueva Poblacion y á la Religion Christiana, que tan buena enseñanza trae consigo.

Los chicos por otra parte (sin saber lo que se hacen) ayudan grandemente á los Misioneros; porque ellos les avisan á sus padres las horas señaladas, para que asistan á la Santa Doctrina: ellos les explican lo que los viejos no han entendido: ellos avisan quando hay algun enfermo, y quando ha nacido alguna criatura, para que logre el Bautismo; y por último, si hay pleyto, riña ù otra cosa que remediar, por medio de los chicos tiene noticia el Misionero, para prevenir los remedios, y atajar los darlos.

¿Pero cómo puedo dexar de insinuar aquí algo del amor grande que los Misioneros cobran á los doctrineritos, chicos inocentes, reengendrados en   —140→   Christo, buscados por aquellas selvas con tantas sudores, hambres y afanes? mucha razon tenia el Apóstol de las Gentes, quando protestaba114 que eran sus hijos todos aquellos á quienes habia reengendrado por el Santo Evangelio en tantas y tan populosas Ciudades de la Grecia. ¿Pues qué razon no tendrán aquellos Operarios para amar en el Señor, y estimar aquella tierna Grey, dócil, humilde y rendida, en que, como en blanca cera, se va imprimiendo la Ley Evangélica? no se reciba por ponderacion, porque yo sé que aman mas á aquella inocente Grey, que las mismas madres que los pariéron; y quando muere alguno de ellos, he visto llorar á los Misioneros mas tiernamente que los mismos padres del chico difunto; y con razon, porque cada párvulo de aquellos, bien instruido, sirve despues de columna firme para mantener nuestra Santa Fe en aquel Pueblo; y de ordinario no pára aquí el fruto; porque aquellos párvulos bien criados, son despues instrumento de que Dios se sirve para ir agregando nuevas lentes al suave yugo de su Santa Ley. Este es el imán, veis aquí puesto con toda ingenuidad el atractivo: estos son los vínculos indisolubles, con que suavemente ata Dios nuestro Señor los Operarios de aquella su inculta Viña; porque por mas que se cultive, siempre hay de nuevo mas y mas que cultivar; estos, vuelvo á decir, son los inestimables tesoros115, escondidos en aquellos dificiles e intrincados bosques: éstas las preciosas margaritas116, que despues   —141→   de haberle costado á nuestro Amante Jesus toda su Sangré, todavía andan perdidas en aquellas espesas selvas. En estas riquezas negocian los Operarios Evangélicos: aquí emplean aquellos talentos117, que el Señor benignamente les dió, grande número de Hijos de la Compañía de Jesus mi Madre, alegres y contentos en las selvas y campos, no solo del Orinoco sino tambien de ambas Américas: Varones capaces de lucir, regentando las Cátedras mas honoríficas y los Púlpitos del mayor aplauso: sí, pero tan gustosos en su ministerio, que tubieran grande pena y si hubieran de trocar lo humilde y rústico de su empleo con el especioso (aunque al mismo tiempo tan útil y necesario) del Magisterio y Púlpito. Esto es cierto, y es notorio á todos los que no quieren ser ciegos voluntarios; pero vasta de digresion, que si acaso lo es, confieso que ha sido casi involuntaria.



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ArribaAbajoCapítulo IX

Genios y vida rara de la Nacion Guaraúna; palma singular de que se visten, comen, beben, y tienen todo quanto han menester


Hemos contemplado desde la atalaya á que subimos, algunas curiosidades en general de los Gentiles del Orinoco y de sus vertientes: baxémos ahora á dar un gustoso paseo, viendo y reparando el raro y extraño modo de vidas y arbitrios inauditos para mantenerse, que han entablado algunas Naciones en particular. Verémos tambien de paso su variedad de genios y estilos particulares: leccion, que al mismo paso que recreará nuestros ánimos, nos mostrará con evidencia, de quan poco tren necesita la vida humana para vivir y pasar alegremente; y tambien verémos, que no está la felicidad de una vida gustosa, en poseer y tener mucho, sino en no desear mucho, y contentarse con poco. No se vió Monge ni Anacoreta en las Tebaydas de Egypto con tan corto menage de casa, ni en chozas mas pobres, que las que usan los Indios del Orinoco: ni habrá habido en las Cortes jamás Aulico tan favorecido de sus Soberanos, que en el espacioso círculo de un año haya logrado tanto gusto, consuelo y alegría, quanto logran aquellos Indios en solo un dia de sus acostumbrados recreos. Y la razon es, porque aquel placer que logran los Indios, es entero y total, libre de   —143→   sustos, zozobras y sobresaltos, léjos de etiquetas, ceremonias y otras circunstancias, que llenan de acibar el paladár de los Cortesanos, con la urgente precision de disimular, que suele ser la carga mas pesada, y acibar en el mayor placer.

Puestos ya en una buena lancha en las bocas del rio Orinoco, entremos por entre aquella multitud de Islas, y por aquel laberinto de caños, Patria de la Nacion Guaraúna, y vamos con cuidado, que hasta los mismos Guaraúnos navegantes se pierden á veces con riesgo de sus vidas; porque así como nadie sabe el número cierto de las bocas del Orinoco, nadie sabe quanto es el número de Islas, que forman aquellos brazos y encrucijadas de sus desagues. En estas Islas, como lo noté en el Plan, vive la Nacion Guarau ó Guaraúna; y es cosa maravillosa, que puedan vivir en ellas, por estar anegadas durante los seis meses de creciente de Orinoco, y en los otros restantes se anegan dos veces cada dia, con el fluxo y refluxo de las maréas.

Acerquémonos á solo uno de aquellos Pueblos, demos fondo á nuestra lancha (que no hay otro modo de ir) junto á la Plaza; y reconocido éste, hagamos cuenta que ya hemos visto todos los Pueblos de esta Nacion; cuyo lenguage, aunque son muy veloces en su pronunciacion, es suave, y le aprenden casi todos los vecinos Españoles de la Guayana, porque les tiene cuenta, por el amor y buena ley que los Guaraúnos tienen para con los Españoles, y porque los Españoles necesitan de la singular destreza con que pescan los Guaraúnos. Lo mismo es acercarse una lancha ó piragua de Españoles á uno de sus Pueblos, que salir toda aquella   —144→   gente, chicos y grandes, dando saltos y brincos de placer á su Plaza; y de ordinario los hallamos en ella baylando y cantando, que es su ordinaria ocupacion. No se ha descubierto hasta ahora gente mas festiva y alegre, que la Guaraúna: la lástima es, que con tener á un lado las Misiones de los Reverendos Padres Capuchinos de la Guayana, y al otro las de los Reverendos Padres Capuchinos de Cumaná, como se ve en el Plan, ni son, ni pueden ser doctrinados estos Indios (que se computan por cinco ó seis mil cabezas) porque ni ellos quieren apartarse de sus Islas, ni sus Islas son habitables por Européo alguno, por la multitud intolerable de mosquitos de todos los caños y brazos del rio, que brotan á millones aquellos anegadizos. Y lo peor, y lo que mas obsta, es, el no haber terreno donde sembrar frutos para mantener la vida, y ser aquella humedad continua muy perjudicial á todos: ménos á los Guaraúnos, nacidos y criados en ella; pero Dios dispondrá camino, y dará algun arbitrio para que aquellos fervorosos Operarios algun dia logren en esta Nacion sus buenos deseos de salvar aquellas almas. Entretanto, como siempre hay en la Guayana buen número de estos Indios, se salvan muchos; porque de los que están allí, y de los que con freqüencia vienen con pescado, yurúma, redes para dormir, que llaman chinchorros, y otras mercancías, nadie muere de ellos, ni párvulo, ni adulto, sin el agua del Santo Bautismo: y si su tierra fuera habitable, ya fueran todos Christianos.

Pasemos ya de nuestra lancha á su Plaza, y registremos sus casas. Gran maravilla es en Europa   —145→   ver la bellísima Ciudad de Venecia, y parte de la rica Ciudad de Liorna, fundadas en el agua; mas la solidéz de sus fábricas quita en gran parte el estúpor, que causan unas habitaciones tan irregulares; pero aquí en nuestros Guaraúnos, que sobre estacas y maderos, sumergidos por entre el cieno, hasta que dan sus puntas en suelo firme, levantan en el ayre, y sobre el agua sus casas calles y la plaza: ¿quién no se maravillará de una fábrica tan singular como débil? pues ahora voy á decir lo mas raro, y que mayor armonía me hizo en las dos ocasiones que estube en estos Pueblos; y es, que puestas todas las estacas necesarias tan altas, que ni las maréas del tiempo de las crecientes del Orinoco las cubran, arriman y clavan, arrimados á las dichas estacas, los maderos necesarios, con la altura competente para levantar sus casas; y esto así prevenido, van poniendo travesaños y enmaderados desde unas á otras estacadas, y sobre estos enmaderados forman un tablado general á todo el Pueblo del duro tronco, ó cascaron de las palmas, que ya han disfrutado. Y veis aquí otra cosa irregularísima sobre todo pensamiento; y es, que (fuera del pescado que tienen con toda abundancia) todo su vivir, comer, vestir á su modo, pan, vianda, casas, apero de ellas, y todos los menesteres para sus piraguas y pesquerías, y varias mercancías que venden, todo sale de las palmas, que Dios les ha dado en aquellas Islas, con una abundancia increible de ellas, que llaman en su lengua Murichi; algo de esto se lee en algunos Autores, que han escrito acerca de los Indios; pero no tanto, como lo que he visto en los Guaraúnos. Vamos por partes, y poco á poco   —146→   desenvolviendo lo que parece á todos visos increible, y alabarémos á Dios; cuyo poder aligó á sola una especie de palmas todo quanto ha menester el hombre para pasar alegremente esta vida; y nos confundirémos viendo nuestra anchura de corazon, para el qual no vasta todo quanto Dios ha criado en este mundo, como se ve en Alexandro Magno, que se acongoxaba, porque no halló mas mundos que conquistar: prueba cierta de que el mundo, que habia ya adquirido, le habia dexado muchos huecos por llenar en su corazon; de valde afanamos, dice San Agustin. Solo para sí nos crió Díos, y así solo Dios puede llenar nuestro corazon: vamos al caso y narracion propuesta.

Del tronco disfrutado de las dichas palmas sacan tablas para suelo de sus casas, calles y plaza; y las paredes de sus casas se fabrican de las mismas tablas: de las rajas de las mismas tablas forman el enmaderado para los texados: las cubiertas contra los aguaceros y contra los rigores del Sol forman y texen de las hojas ya maduras y grandes de las mismas palmas: las sogas, cordeles y amarras, con que atan y traban toda quanta es la fábrica de plaza, calles y casas, las fabrican y tuercen de un género de cáñamo, que sacan de las hojas de la misma palma: los delantalillos que usan las mugeres, y los guayucos que usan los hombres para alguna, aunque poca decencia, sacan de unas entretelas que hay á modo de cordellate entre uno y otro pié del vástago ancho, que tienen dichas hojas en el mismo arranque por donde salen del cogollo de las tales palmas: las redes ó chinchorros en que duermen, y gran cantidad de ellos, que texen para vender   —147→   (y por mas que hagan, siempre sobran compradores) todo este material es del cáñamo que dixe sacan de las hojas tiernas de la dicha palma: los cordeles, sogas, maromas y demás utensilios para pescar, para navegar y para quanto se les ofrece; y mucho de esto que hacen y compran otras Naciones, todo se fabrica del dicho cáñamo de las hojas. Mas: todos sus canastos y caxas de varias hechuras para guardar sus cosas, y los abanicos para hacerse ayre, para soplar el fuego, y para espantar los mosquitos y tábanos quando salen de sus Pueblos: digo quando salen, porque en sus casas no hay tales plazas; porque las ahuyentan y destierran con el humo de un Comejen, que queman perpetuamente: el tal Comejen es un terrón, que á modo de panal de colmena forman unas ormiguillas, que viven dentro de él, y ni bien es de tierra, ni de cera, ni se sabe de qué es; todas las dichas cosas labran sutíl y curiosamente de la cáscara que extraen del vástago verde de las tales palmas. ¿Y quándo, ó á qué tiempo sacan y logran todos estos materiales? ya lo voy á decir: y aquí vuelvo á pedir las atenciones todas del curioso investigador de la naturaleza, para contemplar en un solo árbol muchas mas y mayores utilidades, que las que da el famoso Maguey de la Nueva España á sus Indios: éste les da la bebida que llaman pulque: les da pita ó cáñamo: les da armazón para sus casas en sus troncos, y texado para ellas en sus hojas, pero todo es poco, á vista de lo que ya dixe, y voy ahora á decir de estas admirables palmas.

De las quales sacan dichos despojos despues de haber extraido vino, pan y vianda: (al modo   —148→   que acá, despues de aprovechada la rés, se logra la piel y la lana) derriban, cortando por el pié la palma: ahora lo hacen con hachas: antiguamente, que no las tenian, á fuerza de fuego les gastaban el pié, y con fuego hacian lo demás que diré. Derribada ya, viene á quedar, no sobre el agua, sino sobre una inmensidad de maleza, que brotan las Islas en la menguante de Orinoco y de las maréas. Tendida ya la palma, la abren un socabón en el mismo cogollo tierno, y otro de allí para abaxo, tan largo, quanto es de larga la palma; pero sin dexarle resquicio por donde el licor, que va dando todo el interior de ella, se pierda ni una gota. Cada uno sabe quantas palmas ha de derribar para su gasto, y para lo que quiere vender; luego que están formadas aquellas concabidades, que llaman Canoas y empiezan las palmas á manar y fluir de su interior un licor albugíneo con notable abundancia; el que fluyó hoy, se guarda en vasijas, que tienen prevenidas, al anocher; y así van recogiendo aquel mosto todos los dias, hasta que la palma no tiene mas jugo que dar de sí. El primero y segundo dia, despues de recogido el tal mosto, es sabroso, y tira á dulce: de allí en adelante va cobrando punto fuerte, y se alegran y embriagan con él largamente, hasta que se avinagra; y entónces les sirve de saynete para sus guisados ya de pescado, ya de lo que voy á decir: y es, que en aquellas concabidades de donde han ido extrayendo el vino ó mosto, se crian al mismo tiempo y muchos dias despues, hasta que no le queda á la palma gota alguna de jugo, gran multitud de gusanos blancos, del tamaño del   —149→   dedo pulgar, que no son otra cosa que una manteca viva; y quitado el ásco natural, que causa tal potage, es vianda muy sabrosa y muy substancial. He visto Españoles que de solo ver el guiso de los tales gusanos se les descomponia el estómago con violentas ansias; y reducidos, despues de muchos ruegos, á probar uno de aquellos gusanos, todo el plato lleno les parecia poco: al modo de aquellos que al ver comer el centro de los mejores quesos de Flandes, reducida ya á gusanos toda aquella masa y substancia del queso, vuelven á un lado la cara, para que la vista de los gusanos no les alborote el estómago; pero si á ruegos de un amigo se resuelven á probar, quedan apasionados por los tales quesos; lo mas limpio y curioso es el pan, que últimamente sacan de las entrañas de la palma, y su fábrica es de la manera siguiente.

Quando lo interior de las palmas ya no arroja de sí los gusanos dichos, previenen vasijas de agua, y en ellas van echando toda la masa que tiene el esponjoso corazon de aquellos troncos: ésta sale revuelta con las venas, á modo de bordones de harpa, con que el árbol atrahia el jugo de la tierra: hecho esto, laban repetidas veces aquella masa, hasta que quedan limpias las venas con que salió entretexida; las quales sirven despues para encender el fuego: y para mayor limpieza cuelan aquella agua, ya blanca como una leche, á causa de la harina que recibió. Para esta maniobra tienen cedazos muy finos, texidos de hebras sutíles, sacadas de los vástagos de las hojas de dichas palmas: así colocado el amasijo, le dexan reposar hasta el otro dia, en que amanece   —150→   el agua ya clara, y toda la harina extraida asentada en el fondo, como un almidón muy fino: entónces con gran tiento inclinan blandamente las vasijas; cae á fuera toda la agua, y queda el almidón en el fondo; y puesto al Sol, á breve rato se seca; y molido, es una bellísima harina, de que sale pan muy sabroso, pero pesado: tanto, que los que no están acostumbrados á él, se empachan, aunque no coman mucha cantidad: llámase en su lenguage yurúma, y cogen tanto, que fuera de mantenerse venden con mucha abundancia á trueque de vagatelas, porque no estiman la plata, ni los Guaraúnos, ni los demás Gentiles del Orinoco.

Finalmente, logran por entero la fruta de dichas palmas, que son unos grandes y hermosos racimos de dátiles redondos y poco menores que huevos de gallina: quando están118 maduros, toman un color amarillo, que se propasa á encarnado: por lo exterior tienen poca carne, pero sabrosa; y con ella, extraida y batida, forman una bebida muy gustosa, y mucho mas saludable, por ser la tal fruta de qualidad fria, y sirve de refresco contra aquellos recios calores119. Despues de extraida la carne de los dátiles, resta ir quebrando sus pepitas, de que sacan el meollo, bien semejante al de las avellanas, pero algo mas duro: y veis aquí que logran la palma por entero, sin desperdiciar un ápice de ella de alto á baxo. ¿Y quien habrá que á vista de esto no exclame y prorrumpa en alabanzas del Sapientísimo Autor de la Naturaleza, y bendiga los arcanos de su altísima Providencia, que supo poner en solo un árbol todo quanto ha menester el   —151→   hombre para pasar su vida? alaben os, Señor, todas vuestras criaturas por todos los siglos. Amen.

Así lo han hecho (y me consta) muchos de los que han leido este capítulo, loando al Señor, al ver un nuevo árbol de la vida, que así se debe llamar en cierto modo una palma tal, que da de sí todo quanto es menester para pasar esta vida. Otros se han acordado del maná, que les envió Dios á los Hebréos en el Desierto; ¡maravilla grande! mas como era símbolo de otra mayor, que es el Divino Sacramento, epílogo de todas las maravillas del todo Poderoso, solo les servia el maná para pan y vianda; pero esta palma, milagro del Supremo Autor de la Naturaleza, da pan, vianda, bebida y vestido: da á los Guaraúnos calles y casas, con todos los menesteres de ellas, y de sus embarcaciones. De esta admiracion ha nacido en muchos el deseo de saber la hechura de la hoja, (que es como la de un quitasol, que se abre sobre su vástago) y otras muchas individualidades que omito, por no ser de importancia.

Por el contrario, no ha faltado quien para no fatigarse en alabar á aquel Señor, que abre su mano, y llena de bendiciones, frutos y comida, no solo á los hombres, sino tambien á todos los animales, ha reputado por fábula la tal palma; perdono la injuria, pero confieso, que aunque en mí cupiera la tentacion de pintarla á mi arbitrio, no hallo en mi corta capacidad fuerzas para inventar y formar una idea tan peregrina. No están los Guaraúnos ni su Patria en los espacios imaginarios: en el centro de la pirámide que forman   —152→   los Gobiernos de Cumaná y de la Trinidad de Barlovento con la Guayana, están las bocas del Orinoco, los Guaraúnos y los palmares de que se mantienen; fácil es escribir á qualquiera de los tres términos dichos, y salir de la duda con la respuesta.

Al empezar á pintar la palma, para que no diese demasiado golpe la novedad, la suavicé con la multitud de utilidades, que el Maguey da á los Indios de la Nueva-España; y pareciéndome suficiente lenitivo, omití las muchas conveniencias que es notorio da el Coco en las Filipinas: las que da el Platano y el Panizo en las tierras calientes de las dos Américas; y en fin pude haber traido las utilidades sumas, que la necesidad de las Naciones de las Indias Orientales han buscado, inventado y hallado en solo el arróz para pan, vianda y vino, cosa trivial en los Autores; pero para el que niega todo lo que no ve con sus ojos, no hay que hacer pruebas, ni hay para qué alegar Autores porque para los tales son inútiles las Historias.

Con todo (no para llevar la mia adelante) sino para excitar los ánimos á que todos alabemos mas y mas al Señor de todo lo criado, doy fin á este capítulo con otra palma llamada Coco, que fuera de lo que la palma Muriche da á los Indios Guaraúnos, da todavía mas á los Isleños de las Maldivias, que algunos Autores juzgan ser once mil Islas pequeñas, que desde diez y siete leguas del Promontorio de Comorín entran mar adentro ácia el Oriente é Islas de Xáva, Borneo etc. Son bárbaros todavía los moradores de aquella multitud de Isletas infelices, á causa de no tener atractivo   —153→   para los forasteros; porque en todas ellas no nace otra planta, sino las palmas de los Cocos; pero con tanta abundancia, que sus frutas dan á toda aquella multitud de Gentiles pan, viandas y bebidas regaladas: de las hojas sacan con que vestirse á su modo, velas para las embarcaciones, sogas, y los demas menesteres para navegar: de los troncos y tablas de los Cocos arman sus casas, y las hojas les sirven de tejas: hasta aquí corren parejas el Coco y el Muríche de los Guaraúnos. Exceden los Cocos, en que de ellos forman sus embarcaciones los Maldivios, para lo qual no sirve el Muriche; y añade Mr. Blaevv120, que salen las Naves de aquellas Islas á Comorín hechas de Cocos, cargadas de Cocos, con lastre de Cocos, velas y menesteres para ellas de Cocos: la mercancía toda, Cocos, el pan y vianda que llevan, de Cocos, y el agua para el gasto, la misma que crian en su centro los Cocos; no hay mas que pedir, ni que añadir, sino las palabras de Blaevv, que por ser de estrangero, tal vez se recibirán con mas aprecio por algun genio.



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ArribaAbajoCapítulo X

Genios y usos de otras Naciones de las riberas del Orinoco hasta las bocas del rio Apure


Mucho nos ibamos deteniendo en esta visita de los Guaraúnos; prosigamos nuestro paseo que el rio tiene mucho que navegar, y se ofrecerán en él muchas detenciones, á fin de examinar cosas muy curiosas. Por esta causa, y porque en varias partes de esta Obra se hace mencion de la Nacion Caribe, no entrémos ahora en sus Puertos, que tienen enfrente de los Guaraúnos, y en toda la Costa del Mar ácia la Cayana; demos sí una vista á los Indios Aruacas, que despues de largas y sangrientas guerras con los Caribes, se les han sujetado, y viven entre ellos.

Son los Aruacas la Nacion mas amante y leal á la Nacion Española, de quantas se han descubierto en el Orinoco y sus Provincias; luego que tienen luz de alguna rebelion, ó de los Caribes ó de otra Nacion, maquinada contra los Españoles, al punto dan aviso secreto: lo que causa gran lástima es, que ni son Christianos, ni dan esperanzas de serlo, por mas diligencias que se hacen y se han hecho. Yo quise hacer el último esfuerzo121 el año de 1731; y despues de todas las diligencias factibles, se cerró uno de sus Capitanes en esta respuesta: Yo quiero ser Aruaca, no quiero ser Christiano: añadia yo: me parece bien que seas Aruaca; pero quedándote Aruaca, es bueno   —155→   que seas Christiano etc. no Padre (decia él) porque los primeros Españoles no dixéron á nuestros padres, que fuesen Christianos; solo les dixéron, que fuesen buenos Aruacas; y no fué posible que diesen oido á los motivos sobrenaturales que les alegué, ni á los partidos ventajosos que en lo temporal les prometia. Estos Indios son los mas diestros, y aun creo que son los inventores de la Maráca, que se ha introducido tambien en otras Naciones; y se reduce á un embustero, que se introduce á Médico: hace creer á los Indios, que habla con el demonio, y que por su medio sabe si ha de vivir, ó no el enfermo. Para estas consultas tienen sus casitas apartadas, pero á vista de las Poblaciones; y encerrados en ellas los Médicos, se pasan toda la noche gritando, y sin dexar dormir á nadie, así por los gritos, como por la Maráca, que es un calabazo con mucho número de piedrecillas adentro, con que hacen un fiero é incesante ruido: grita y pregunta al demonio el Piache (así llaman á los tales Médicos) y quando se le antoja, muda de voz, y finge las respuestas del demonio: digo que finge; porque ya está averiguado, que todo es una pura mentira, un engaño, y hurto manifiesto, lo que cobra por su trabajo, después que muere el enfermo, y es todo lo mejor del difunto, ménos lo que la pobre viuda pudo esconder; no se apura mucho el demonio, ni hace el favor de aparecerse á los que ya tiene por suyos. Así entre estos Indios Aruacas, como en las demás Naciones del Orinoco y rio Meta, no hallé señal alguna probable, de que se aparezca el demonio á los tales. Es verdad que á doscientas leguas de dichos rios, en los   —156→   bosques de Calajau y Ubocá, á otra Nación, muy diferente de éstas, desde una palma exôrtaba un demonio á los Gentiles, que ya estaban determinados á salir del bosque á ser Christianos; y les decia el maligno, que no saliesen. La voz infernal ohia con susto el Capitan Don Domingo Zorrilla, Riojano honrado, y de gran valor, que no tanto como Gefe principal de aquellas Misiones, quanto como Operario insigne de ellas, ha trabajado y acompañado á varios Misioneros de ellas por mas de diez y ocho años en continuados y árduos viages á pié, ya por lagunas, ya por montes inaccesibles, librándolos de las asechanzas de los Gentiles, y aun de la muerte repetidas veces. Este esforzado Capitan preguntó sobresaltado, ¿de quién era aquella voz tan fiera? y un Cacique Christiano, que le acompañaba, le respondió, que era el demonio; y dicho Capitan lo creyó, por el horror interior que sentia en sí: y yo tambien lo creí por la gran veracidad de dicho Capitan, y por otras señales ciertas que vi al mismo tiempo á solas dos leguas de distancia del rio Ubocá, y fué dia 23 de Febrero del año 1716: pero los Piaches blasonan de ello, para que la simple gente les dé quanto piden; y si resisten, los amenazan con su amigo el demonio. No ha muchos años, que un Flamenco, llamado Francisco Eglin, entraba y salia á la Nacion Aruaca á comprar el bálsamo de Canime; y un Aruaca le dixo á éste, que su demonio con quien hablaba todas las noches, era muy bravo: pues el mio (dixo el Eglin) es manso: esta noche te le enviaré á tu casa; venga en hora buena, dixo el Indio, que no tengo yo miedo. Fuese á su   —157→   casa el Piache, y mandó á la familia, que se mudasen á otra, porque tenia que hablar con el demonio de los Blancos: el Eglin, que solo deseaba enterarse de la mentira del Piache, se ató muchos ramos verdes á las piernas, brazos y cintura; y tapada la cabeza con otra rama, luego que anocheció, se fué acercando poco á poco à la casa del tal: luego que éste vió el bulto, dió un grito, diciendo: No tengo valor para hablar con el demonio de los Blancos: (Blancos llaman á los Españoles) y diciendo y haciendo, volvió las espaldas corriendo. El Eglin entró, tomó varias frutas que tenia el Piacbe, y se volvió á su posada: fué por la mañana á visitarle y le preguntó: ¿cómo le habia ido con su demonio? y confesó de plano el Indio su flaqueza y el embuste con que engañaba á los Indios para ganar de comer: esto me contó el tal Flamenco muchas veces.

Los Indios de la Nacion Guayana son de genio duro y belicoso; á los principios resistieron fuertemente á los Españoles, y tubiéron choques muy porfiados y sangrientos con ellos: diéron en fin la paz, y se reduxéron (como ya apunté) á cinco Colonias; pero ó sea por su genio naturalmente indómito, ó sea (y es á lo que mas me inclino) por la amistad y trato con la pésima Nacion Cariba, que reside no léjos de ellos, es cierto que no corresponden al sudor y fatigas con que los asisten los MM. RR. PP. Capuchinos Catalanes; ántes bien los dan con freqüencia sustos considerables; y todavía, de quando en quando se alborotan de modo, que á no socorrerlos (como lo lo hacen quando es menester) los Soldados y vecinos de la Guayana, se vieran en gravísimos riesgos sus vidas.

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Pasemos tambien, sin ver los Caribes de las cabeceras del río Caroní y de otros arroyos: ni aun nos hemos de acercar á la boca del río Caura, porque de las muchas veces que he pasado por allí (ménos la primera, quando fui á visitarlos en sus Pueblos con salvo conducto) en casi todos los demás viages nos han dado muchas cargas cerradas de fusilería desde sus playas y barrancas: no es gente tratable, ni quieren ser Christianos, ni quieren que otros lo sean en el Orinoco, porque se tienen por Amos del resto de las Naciones; y en esa mala fe venden á los Estrangeros todos quantos pueden cautivar, ménos á los Indios Quiriquiripas, que tienen atajados en la Serranía, sin dexarlos salir por el interés de las hamacas ó mantas finísimas de algodón, que texen.

Vamos á dar fondo en el caño de Uyapi, que es un brazo muerto ó cauce antiguo de Orinoco, puesto y terreno de los Indios Guayquiries y Palenques. Estas dos Naciones, como después diré, á excepcion de las familias, que años ha están en las Misiones de Píritu, Provincia de Cumaná, á la enseñanza fervorosa de los RR. PP. Observantes de San Francisco: el resto que queda es muy corto, porque, segun su declaracion los han ido aniquilando los Caribes. Son gente mísera e inconstante, y por eso inculta; sujétanse á los Misioneros, por el interés que les puede sobrevenir, y en quanto los Caribes concurren, se hacen de su vando, por el gran miedo que les tienen. El mismo genio gastan los Mapoyes de Uruanay y los Indios Paos; tanto, que desde el año 1731 hasta el 1739 han sido recogidos estos y aquellos á Colonias regulares y á enseñanza tres veces, sin mas logro que   —159→   el de los párvulos y adultos, que recibiéron el Santo Bautismo ántes de morir.

Quarenta dias ántes de casar los Guayquiries á sus hijas, las tienen encerradas en un continuo y rígido ayuno: tres frutas ó dátiles de Muriche y tres onzas de cazabe con un jarro de agua, es su diaria racion: y así, el dia de la boda, mas parecen moribundas que novias. ¿Por qué usais esta crueldad, le dixe yo al Cacique? y él con mucha satisfacion respondió así: «Reparáron nuestros antiguos, que todo quanto pisaban las mugeres, quando estaban en la costumbre ordinaria ó lunacion, todo se secaba; y si algun hombre pisaba donde ellas habian puesto los piés, luego se le hinchaban las piernas; y habiendo estudiado remedio, mandáron que para que sus cuerpos no tengan veneno, las hagamos ayunar quarenta dias, como ves; porque así se secan bien, y no son dañosas; ó á lo ménos no tanto como lo eran antiguamente»; así engaña el Demonio á estos ignorantes, y los induce á que usen de estas crueldades, paliadas con necia erudicion, aparente piedad y oculta, pero cruel tiranía.

De todas quantas Naciones de Gentiles he tratado sola en ésta vi casamientos con tantas ceremonias, que para escribirlas fueran necesarios muchos pliegos: resumiré aquí solas aquellas principales, que no darán enfado. La víspera y noche ántes de la boda se gasta en untarse todos, pintarse y emplumarse, segun y como dixe en el capítulo séptimo; y en especial á emplumar las novias se aplican gran número de viejas, que ya para sí no cuidan de plumas: las diez del dia son,   —160→   y todavía están pegando plumitas en aquellos cuerpos hartos de ayunar: entretanto el Cacique, que es el Maestro de Ceremonias desde su asiento en la plaza va gobernando, y diciendo lo que se sigue. Luego que sale el Sol, viene del bosque inmediato una Danza bien concertada con flautas y timbaletes, y dan muchas vueltas y revueltas al contorno de la casa y casas de las novias, do donde á su tiempo sale una anciana con un plato de comida, y se la da á uno de los Danzantes: entónces todos á carrera abierta vuelven al dicho bosque; y arrojando el plato y comida, dice uno de ellos en voz alta: Toma, perro demonio, esa comida, y no vengas á turbar nuestra fiesta; y preguntando yo, ¿por qué hacian aquello? me respondiéron: porque tenemos miedo al demonio.

Algo de esto tenian y aun retienen los Magnates Gentiles de la gran China; quienes ántes de sentarse á las mesas del convite122, salian al patio, y haciendo primero una inclinacion ácia el Sur, ofrecian una taza de bebida al Señor del Cielo, la derramaban en el suelo, y hecha otra reverencia, entraban en su banquete. Esto hoy en dia, y desde quinientos años á esta parte, tiempo en que entró la idolatría en la China, en los ménos cultivados tiene su peligro, y es, idolatría; pero no así en los doctos y versados en las leyes y doctrina, que les dexó su Maestro Confucio123; porque este gran Filósofo Moral conoció, predicó y mandó adorar á un solo y único Dios, Autor y   —161→   Criador de todas las cosas: y aunque los Letrados retienen esta doctrina, ya entre los restantes (y aun en muchos Magnates) ha cinco siglos que entró la idolatría.

Pero volvamos á los Mapuyes; hecha esta ceremonia, como ya quedan seguros para divertirse, se ponen los Danzantes las coronas de flores, que allí tenian prevenidas, un ramillete en la mano izquierda, y en la derecha las sonajas, con que siguen el compás ó descompás de las flautas y vuelven danzando á la puerta de la novia, donde ya están en fila otros Danzantes de otra libréa; pero de la misma tela de plumas, y con unas flautas de mas de dos varas de largo, de cierta caña negra, que llaman Cubárro, emplumadas á todo costo: y á la verdad estas flautas están en punto, y hacen suave consonancia de dos en dos, no ménos que quando suenan dos violines, uno por tenor, y otro por el contra-alto. En medio de esta danza van danzando tambien los novios con plumas de especial divisa; y pueden brincar bien, porque no han ayunado como las novias: al tiempo de marchar, salen estas pobres, tales, que es una melancolía verlas: salen en ayunas, despues de quarenta dias de ayunar: no las han dexado dormir en toda la noche las matronas emplumadoras; y lo que causa mayor mohina es, que cada novia lleva una espantosa vieja á cada lado. A este espectáculo llamo ahora á las Señoras mas discretas, para que oygan á aquellas ancianas, mas cargadas de trabajos y pesadumbres, que de sus años: las viejas salen llorando y cantando coplillas en su lengua alternativamente: no lloran de ceremonia, sino muy de veras: (y es,   —162→   que la memoria les renueva sus duelos) dice la una en tono lamentable, y mal pronunciadas las palabras entre muchos suspiros. ¡Ay, hija mia, y si supieras las pesadumbres que te ha de dar tu marido, no te casaras! calla ésta, y entona la otra: ¡Ay, hija mia, y si supieras lo que son los dolores del parto, no te casaras! y de este modo los hombres danzando, las viejas llorando, y las novias aturdidas, dan vuelta espaciosa á todo el Pueblo: y en llegando á casa, empieza la comida prevenida de tortugas, pescado etc. Entonces entran los muchachos, y tomando las flautas, sonajas y quanto hay, meten mas bulla que los adultos, remedando las danzas y los enredos, que han visto executar.




ArribaAbajoCapítulo XI

Genios y usos inauditos de los Indios Otomacos y de los Guamos


Dexemos apriesa este Puerto de Uyapi, ántes que nos provoquen á llorar las viejas plañideras, y naveguemos rio arriba en busca de Naciones de mejor genio, que las que aquí hemos encontrado. No están léjos las bocas del rio Apure, cerca de las quales está un bello Puerto y Pueblo de Guamos; y poco mas adelante otro numeroso Pueblo de Otomacos; demos allí fondo á nuestra lancha, que aunque los adultos no son Christianos todavía, ya están casi domesticados, y los párvulos ya han recibido el Santo Bautismo. Aquí ciertamente tendremos un buen rato, porque son de humor y de singularísimo genio, y porque los Otomacos son   —163→   los que nos han de robar toda nuestra atencion, si los vemos primero. Miremos de paso á los Guamos, que á la verdad son juglares, baylarines, y los mas desnudos de rubor y verguenza de quantos hemos visto desde las bocas del Orinoco hasta éstas de Apure; todos los que hemos visto en lo ya dicho se cubren, ó mal, ó no muy bien; pero esta gente Guama no se cubre, ni bien, ni mal: toda su gala y ropa se reduce á un ceñidor ancho, y de algodón, tan sutílmente hilado, que los buscan y compran los Españoles para corbatas muy finas. Es lástima ver quan en vano hilan y texen aquellas mugeres; pues pudiendo cubrir con alguna decencia con tan bellas y ricas vandas su total desnudez y ningun recato, solo les sirven de apretarse neciamente las cinturas. En Tabernáculos de ramos recien cortados celebran sus festines, dexando sus casas, para qua nos acordemos segunda y tercera vez, de que estas gentes conservan algunos Ritos del Pueblo Judáico. En el mayor de aquellos Tabernáculos se bebe y se bayla todo á un compás, y todo al mismo tiempo; porque quando reparten la bebida, cada sirviente va acompañado de dos Flauteros, con las flautas largas, que dixe equivalen á dos violines. Los que tienem algun juicio, baylan al son de otras flautas del mismo tenor: los que están bebidos, duermen ensangrentados de piés á cabeza; porque quando sienten que va subiendo á la cabeza el vapor de la chicha fuerte que beben, piensan que es otra cosa; y para prevenir el daño que temen, (sin saber qual será) con dientes agudos de pescado, y con otras puntas de hueso afiladas se rajan barbaramente las sienes y parte de la frente; y como   —164→   en aquellas delicadas pastes hay tantas venas, da horror ver la sangre de que se bañan de cabeza á piés. Al reflexionar yo sobre este bárbaro modo de beber hasta mas no poder en un temple sumamente cálido, conocí que el uso de aquellas sangrientas sajaduras es providencia muy especial de Dios, para evitar las notables calenturas y tabardillos, que la sangre agitada y elevada del calor de aquel exôrbitante beber en tierra tan cálida, precisamente habia de excitar, si faltara la dicha evaquacion de sangre; pero ellos no saben lo que se hacen.

Vuelvo aquí á llamar el amor que las Señoras Européas tienen á los hijos de sus entrañas: ni quiero que se den por sentidas las Señoras Americanas, (que tambien las hay, y no son todas Indias, como juzgan muchos en la Europa). Suplico á todas me den atencion á lo que, como testigo de vista, voy á decir de las Indias Guamas; las quales, luego que ven enfermo á algun hijo suyo de pecho, ó algo mayor, pensando ciegamente, que no hay otro remedio para que sane, toman una lanceta de hueso muy amolado, y con ella se traspasan la lengua: ¡con quánto dolor! ya se ve. Sale la sangre á borbotones, y á bocanadas la van echando sobre sus tiernos y amados hijos estendiéndola con la mano desde la cabecita hasta los piés; y esta carnicería de su necio amor renuevan todas las mañanas, hasta que la criatura sana ó se muere. Bien pueden avergonzarse todas aquellas Señoras, que no por falta de amor, sino por no sé qué se desdeñan de alimentar á sus pechos aquellas mismas prendas, tan hijas de su corazon, á quienes, despues de Dios, han dado el sér que   —165→   tienen; y despues con notoria inconseqüencia niegan el pecho, negándoles el segundo sér, (que así se puede llamar la conservacion y nueva nutricion) de que toma notable tintura y colorido el genio é inclinaciones de toda la vida, segun la opinion mas segura de los mejores Físicos. Este reparo, muy digno de hacerse, urge mucho mas á las señoras Americanas, en donde de su materno regazo arrojan á sus inocencentes párvulos al seno de una Negra, de una Mulata ó de una India: ¿qué sangre ha de criar tal leche? ¿qué inclinaciones? ¿y qué baxeza de ánimos?

Vamos á la pension, que por juro aligado á su bastón tienen los Capitanes de la Nación Guama, de que vamos hablando. No se puede negar que es bárbaro el medicamento que las Guamas aplican á sus hijos; pero son hijos, y vasta para cohonestarse: mas sangriento y mas doloroso es el tributo que los desventurados Capitanes Guamos pagan por via de remedio á todos los enfermos de su Bandera. ¿Quién lo creerá, sino el que sabe quan amigo es el Demonio de que se derrame sangre humana? pues no cito testigos del otro mundo: en este estoy yo, que refiero lo que he visto; y de no haberlo visto, ni lo creyera, ni lo tomara en boca. Picó la enfermedad entre los Guamos, fué gran cosecha para el Cielo en gran número de párvulos y adultos, que por el Santo Bautismo voláron á él; no obstante me afligia mucho ver la crueldad que las Guamas usaban consigo mismas por el amor de sus hijos: pasó adelante mi congoja y mi asombro con la casualidad que voy á decir: encontréme con uno de aquellos Capitanes Guamos, y viéndole   —166→   descolorido, macilento y fatál, pensé que le habia dado la enfermedad que corria por todas las casas, y le rogué que se recogiese á la suya á mirar por su salud. Respondióme: que estaba bueno y sano; pero que sus enfermos le iban destruyendo: yo, ageno totalmente de lo que podia ser, y mucho mas de que realmente era, puse en confusion con preguntas al pobre Indio, que no se explicaba claramente; hasta que por último supe que tiraba de hecho á cumplir con las cargas de su oficio, traspasando todos los dias sus carnes y agotando la sangre de sus venas para untar el pecho de todos los enfermos sujetos á su bastón, que no eran pocos: á buen seguro, que con este censo solo un bárbaro puede admitir los honores de Capitan.

Ya que estamos con los Guamos, sépase ántes que pasemos á los Otomacos, sus vecinos, que ésta es la gente de quien tan sériamente se ventiló no ha muchos años, si se mantenian de sola tierra, ó no. Los apasionados á comer tierra son los Indios Otomacos; esta herencia pasa entre ellos de generacion en generacion; y porque en fe de la vecindad y buena correspondencia, los Guamos casan sus hijas con los Otomacos, y estos dan las suyas á aquellos, por via de herencia llevan las Otomacas el vicio de comer tierra á la Nacion Guama, que en esto es mucho mas moderada que la Otormaca; todo se verá claramente en la ingénua relacion, que voy á dar de los Otomacos.

Ya dexé apuntado, que si se pudiera dar barbaridad en abstracto se hallara en el celebro de los Otomacos, como en su centro: solo aquí   —167→   temo ser difuso; porque son tales las especies de esta Nacion, que apénas hallaré términos genuinos para evitar circunloquios; y son de rumbo tan inusitado sus maniobras, que no se puede omitir aquí su noticia, sin defraudar en gran parte el fin de la fatiga de nuestro viage. Ea saltemos124 presto de la lancha, ántes que todos entren en ella, y nos hundamos: tal como ésta es su singular curiosidad: llegue quien llegare al Puerto, todos volando concurren, ménos los enfermos que no se pueden tener en pié: y retirémonos, porque la vehetría y ruido que siempre meten, no nos dexará entender unos á otros.

Y para formar cabal concepto de quanto se diferencian estos Otomacos del resto de todos los Indios de Orinoco, veamos su distribucion, que desde ántes de amanecer siguen uniforme y regularmente hasta media noche, en la qual se dexa ver algun género de gobierno político á su modo, y después verémos otras cosas particulares, y en especial su fábrica de pan singularísima.

Luego que menudean su canto los gallos, como á las tres de la madruguda rompen el nombre con un estrépito triste y confuso de ayes y alaridos, mezclados con lágrimas y ademanes de mucho dolor: tanto que qualquiera que no sepa lo que es, pensará que ha sucedido alguna gran fatalidad (como lo creí yo, y salí bien asustado á ver si nos habian asaltado de noche los Caribes, como lo acostumbran:) entónces me informáron, como es uso de la Nacion amanecer llorando la ausencia de sus difuntos: estos lloran por sus padres, aquellas por sus maridos, los otros por sus madres y hermanos; y todos tienen   —168→   que llorar, y todos lloran, no de ceremonia, sino muy de veras. Buen principio del dia; y ojalá todos los Christianos gastásemos, no tres horas, como ellos (muy bueno fuera) pero á lo ménos, gastásemos siquiera la primera hora de la mañana, y acordándonos de nuestros parientes difuntos, para encomendarlos á Dios, pensando que los hemos de seguir; y considerando que quando menos pensemos, entrarémos en su tenebroso y tremendo viage. Luego que aclara el dia cesa el llanto, y empieza la alegría, que reyna en ellos hasta media noche, que es la hora en que ya rendidos de baylar (llueva ó truene, no le hace) se recogen á dormir tres horas cosa muy desusada de las demás Naciones, que se echan á dormir al anochecer, y madrugan con la primera luz del dia á labarse al rio ó arroyo, sin que haya en esto falta alguna.

Al mismo salir del Sol recurren los Otomacos á la puerta de sus respectivos Capitanes, y estos señalan el número de los que en canoas han de ir á pescar ó á traer tortugas, ó á matar javalíes, segun la estacion y variedad del tiempo: luego, si lo pide el tiempo señala otro número competente de sus peones para la labor que se ofrece en el campo; porque cada Capitanía siembra y coge el grano en comunidad, y se reparte entre todos el trabajo y el fruto; y lo mismo sucede con el pescado, tortugas, caymanes, y lo demás que buscan para vianda. Luego que los Pescadores y los Labradores se van, todo el resto de la gente queda en asueto y holgueta, con la pension cierta, de que el dia siguiente se siguen ellos á pescar y á trabajar, para que descansen   —169→   los que andan hoyen el trabajo y pesca. Luego concurre toda la gente resídua á un hermoso y muy limpio trinquete de pelota, que tienen en la cercanía de su Pueblo, algo apartado de las casas. Los Otomacos que forman el partido, son doce de un vando, y doce de otro: ponen en depósito la apuesta que han de perder ó ganar; y concluido aquel juego, se vuelve á poner la apuesta para otro: no juegan solo por jugar, sino por el interés, y depositan, quando le hay, canasticos de maíz: á falta de éste depositan sartas de cuentas de vidrio; y todo quanto hay en sus casas, si es menester, lo juegan alegremente. Hay sus Jueces viejos señalados, para declarar si hay falta, si ganó ó perdió raya; y para resolver las dudas y porfias ocurrentes: fuera de los que juegan en los dos partidos, la demás gente dividida en vandos, apuestan unos á favor de uno, otros á favor del otro partido; tienen su saque de pelota y su rechazo125 con tanta formalidad y destreza, que ni los mas diestros Navarros les harán ventaja. Lo singular es, así la pelota, como el modo de jugarla: la pelota es grande, como una bola de jugar el Mayo, formada de una resina, que llaman Caucho, que á leve impulso rebota tan alto como la estatura de un hombre: el saque y rechazo ha de ser con solo el hombro derecho, y si toca la pelota en qualquiera otra parte del cuerpo, pierde una y raya: causa maravilla ver ir y venir, rechazar revolver la pelota diez, doce y mas veces, sin dexarla tocar en el suelo. Es otra cosa de mayor admiracion, al venir una pelota arrastrando, ver arrojarse aquel Indio contra ella con todo el cuerpo: al modo con que suelen arrojarse   —170→   al agua para nadar, del mismo modo dan con todo el cuerpo contra el suelo, y con el hombro levantan por esos ayres otra vez la pelota; y de este repetido exercicio crian callos durísimos en el hombro derecho, y juntamente una singular destreza en el juego. Jamás pensé, que entre tales gentes cupiera tal divertimiento con tanta regularidad; y despues de escrito esto, hallo que en las Misiones de la Nueva-España, los Indios Acaxees de la Serranía de Topia, que están á cargo de la Compañía de Jesus, tenian y aun usan el mismo juego de pelota126.

Durante el juego hasta medio dia, se ocupan las mugeres en hacer ollas de barro muy fino para sí, y para vender á las Naciones vecinas, platos escudillas etc. pero su mayor ocupacion es texer curiosa y sutílmente esteras, mantos, canastos, talegos ó sacos del cáñamo ó pita, que sacan del Muriche (segun y como diximos ya de la Nacion Guaraúna); y tambien forman de lo mismo pavellones para dormir, defendidos á todo seguro de la plaga tremenda de los mosquitos: en lugar de colchón amontonan arena, traida de la playa, en que á modo de lechones se medio entierran marido, muger y los hijos, cubiertos con un solo pavellon. Las madres tienen á su lado las hijitas, y las van enseñando todas las dichas labores; pero en llegando la hora del medio dia, levantan mano de la obra, coge cada Otomaca su pala, y se va á jugar á la pelota, llevando prevencion para las apuestas. La pala es redonda, en su extremidad,   —171→   de una tercia de ancho de bordo á bordo con su garrote recio, de tres palmos de largo, con el qual con ambas manos juntas rechazan la pelota con tal violencia, que no hay Indio que se atreva á meter el hombro á repararla: por lo qual, desde que entran las mugeres con sus palas hay facultad, para que las pelotas rebatidas con pala, se rechacen con toda la espalda; y raro dia hay que no salga algun Indio deslomado de los pelotazos furiosos de las Otomacas, que celebran con risadas estas haberías. Desde que llegan las Indias, empiezan á jugar aquellas, cuyos maridos están en los partidos, poniéndose doce de ellas en cada lado, segun diximos de los hombres, con que ya sobretarde juegan veinte y quatro en cada partido, sin confusion; porque cada qual guarda su puesto, y nadie quita pelota que va á otro; y durante el juego guardan gran silencio.

En empezando á subir y á calentar bien el Sol, empieza tambien la carnicería: tienen sus puntas afiladas, con las quales se sajan los muslos, las piernas y los brazos; tan bronca y cruelmente, que causa horror: sin apartar un momento su vista de la pelota, que va y viene, se sajan ciegamente, sin reparar ni en lo mucho ni en lo poco. Corre la sangre hasta el suelo, como si fuera sangre agena, sin darse por entendidos de ella; y quando les parece que ya vasta, se arrojan al rio, y se les estanca la sangre; y si porfia en salir, tapan las cisuras con arena. Digo aquí lo ya dicho de los Indios Guamos quando beben; y es, que si estos Otomacos no se desangrarán tan largamente, la agitacion violenta del juego, y   —172→   el ardor del Sol, les habian de causar mortales tabardillos; mas con aquel desague de sangre se impiden, segun se reconoce de la salud, robustéz y corpulencia grande de los individuos de esta Nacion; á que me parece concurre mucho el continuo exercicio en que ocupan todo el dia con el violento juego de pelota, y la mitad de la noche en su incansable manía de baylar. Miéntras juegan, echan mano á un puño de aquella tierra ó polvo, y de un golpe se lo echan en la boca, y esperan la pelota, saboreándose con la tierra, como si fuera un vizcochuelo. Quando entran á lavarse al rio, fuera de la greda de las barrancas, que están comiendo miéntras se refrescan en el agua, salen saboreándose con un terron en la mano, con gran consuelo; grande envidia les pueden tener las mugeres aficionadas á comer tierra; que á ellas les hace notable daño, y á la gente Otomaca notable provecho: digo provecho, no por la tierra, sino por la mucha grasa y manteca de Caymán y de Tortuga, que no sé si diga comen ó beben. Esta grasa no les dexa parar la tierra en sus estómagos; y asi, á todo seguro, para acallar127 las madres á sus hijos, les dan un terron y ellos se le están lamiendo y chupando hasta que piden otro; y mas si son de los amasados con el saynete que diré despues.

El primer muchacho de los que andan traveseando junto al rio, que descubre el comboy de Canoas pescadoras, á brincos y saltos de alegría alborota á toda la gente, y al punto dexan el juego de pelota, que es ordinariamente como á las quatro de la tarde; y bien lavados en el rio, pasan á sus casas: los pescadores dexan las Canoas   —173→   casi siempre llenas de pescado, y sin tomar ni uno, se van á descansar á sus casas: entónces las mugeres y muchachos, segun la variedad de Capitanías, cargan el pescado, y le amontonan junto á las puertas de sus Capitanes: estos reparten la pesca con proporcion, segun el mayor ó menor número de hijos que tienen los padres de familia. Al tiempo de ponerse el Sol, ya han comido, cenado y almorzado todo junto; porque solo usan una comida en forma: y si toman entre dia algo, son frutas, ó las ya apuntadas golosinas; pero es increible la gran cantidad que comen, y la gana con que le tiran á las ollas. El postre de su comida es, ir todos á bañarse y lavarse otra vez al rio: de allí cada padre de familias toma su hazadón ó cosa semejante, y con todos los de su casa toma rumbo á parte, y caba tantos hoyos, quantas son las cabezas de su cargo; y despues que han hecho su forzosa diligencia, cada uno tapa con gran cuidado su hoyo. Esta es diligencia diaria, y siempre poco ántes, ó poco despues de ponerse el Sol; y aunque debiera haberla omitido, no lo quise hacer, porque es ceremonia Judáyca, y he dado palabra de ir apuntando las que fueren ocurriendo: y de los Judíos creo yo, que tomáron tanbien los Turcos este uso, quando marchan ó se aquartelan en Tiendas de Campaña; lo qual hacen con puntualidad.

Despues de todo lo dicho, se sigue baylar hasta media noche, sin flautas, ni sonajas, ni cosa alguna de esas; porque formado el primer círculo de hombres, cogidas las manos unos con otros, se sigue á las espaldas el segundo círculo, formado   —174→   de solas mugeres, asidas sus manos unas con otras: despues se sigue el tercer círculo de la chusma menuda, que coge en medio á los otros dos. Hecho esto, entona el Maestro un tono (y fué Cosa para mí muy rara, ver que ninguno de los muchos tonos que varían, sale de los términos del mas ajustado compás, así en el juego de las voces, como en los golpes de los piés contra el suelo) responden todos al éco del Director; y como en la rueda primera de hombres hay tenóres y baxos escogidos, en la rueda de las mugeres, contraaltos con abundancia, y en la de los chicos hay tiples á montones, resulta una música digna de oirse, especialmente á distancia proporcionada; prosiguen mudando tonos, hasta que rendidos, se van á dormir. Estas danzas se llaman en su lengua Camo: y visto el genio de la gente cantora de suyo, entablamos la doctrina cantada, al tono que usamos en España en las Procesiones de Doctrina; con tanta felicidad, que al dar solo un grito, diciendo: Camo, al punto teniamos la gente pronta á cantar la Santa Doctrina por la mañana, y ántes de su bayle á la tarde: tanto como esto importa acomodarse al genio de la Nacion.



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ArribaAbajoCapítulo XII

Prosigue la materia del pasado: estilos y singulares noticias de usos, que no tiene Nacion alguna del Orinoco, sino los Osomacos


La Otomaca es la Nacion única y singular, en que no hemos hallado hombres con dos ni con tres mugeres, segun el detestable uso de la Poligamia, tan radicado en todo el resto de las Naciones conocidas, así en Orinoco, como en sus vertientes; y aunque no hubiera otro motivo, fuera de éste (que los hay, y muchos) para estimar y poner especialísimo cuidado en desbastar la tosquedad suma de esta Nacion: este solo motivo y singular prerogativa compele á los Misioneros á esmerarse en su cultivo, y anima á esperar mucho fruto.

En esta materia siguen otro rumbo, tambien raro; y es que quando los jóvenes llegan á la edad competente para casarse, les dan por mugeres, mejor diré los entregan, á las viudas mas ancianas del Lugar, y en enviudando, les dan muger moza: la razon principal, que sus Capitanes dan en aprobacion y utilidad de este uso, no la escribo por la decencia. La segunda razon que alegan, tiene vastante de racional: dicen, que casar un mozo con una moza, es juntar un par de locos, que no saben cómo se han de gobernar; y que casando al jóven con la anciana, ella   —176→   le enseña cómo se ha de mantener la casa; cómo se debe trabajar para pasar la vida, y otras enseñanzas que la vieja le sabe dar, como acostumbrada tantos años á la economía doméstica. Por aquí llevan los viejos el agua á su molino; y por las razones dichas se casan con las mozas quando enviudan, para que salgan mugeres de gobierno con su enseñanza: entretanto los desventurados zagalejos se consuelan, pensando que algun dia enviudarán, y que tambien serán viejos, andando el tiempo, y gobernarán á su gusto. Esto, que por ley entablada sucede en los Otomacos, pasa y sucede en las demás Naciones de Gentiles por la malicia de los viejos, quienes ván agregando para sí todas las mozas casaderas aunque tengan otras mugeres; porque juzgan que á ellos les tocan, y sin reparo dexan desaviados á los mozos, para raiz de muchos pleytos y quimeras; porque al paso que los viejos zelan con vigilancia á las mozas, á ese mismo paso ellas los aborrecen; y la diligencia de los mocetones se aviva mas, y todo para en riñas y disturvios.

Fué numerosa la Nacion Otomaca, y mantubo recia y perpetua guerra con los Caribes, con grandes pérdidas de estos, hasta que en estos últimos años, con la amistad de los Olandeses, empezáron los Caribes á usar armas de fuego, con susto y novedad de los Otomacos; los quales horrorizados del estrago que causó un Negro de los Caribes con sola una descarga de su esmeril, cediéron el campo, y se retiráron á sitios incógnitos á los Caríbes. Son los Otomacos de un valor brutal y temerario: salian á pelear con los Caribes á campana rasa y jamás volviéron pié atrás, hasta que los aterráron   —177→   las armas de fuego; ántes de la batalla se excitaban y enfurecian cada uno contra sí mismo, hiriéndose con puntas de hueso el cuerpo, y diciéndose: Cuenta, que si no eres valiente, te han de comer los Caribes etc. Las mugeres Otomacas, aunque no peleaban, salian al campo de batalla, y ayudaban grandemente á sus maridos recogiendo las flechas, que disparadas del arco Caribe, pasaban sin herir: recogidas éstas, las llevaban á sus maridos, y con este socorro mantenian el puesto con valor; el qual han mostrado á nuestra vista, las veces que los Caribes han asaltado nuestras Misiones; porque han salido como unos leones bravos á rechazarlos, y á seguir su retirada.

Son como vimos, aplicados á la labor del campo; y no solo siembran maiz, yuca y todos los frutos de la tierra, en la que cultivan y limpian; sino que tambien logran el terreno, que van dexando las lagunas, quando van secándose, al paso que va menguando el Orinoco; y como aquella es tierra podrida, logran abundantes cosechas; pero las devoran brutalmente, y se les acaban luego, sin reservar otra cosa, que la semilla necesaria para sembrar despues. Ni por esto quedan faltos de vastimentos; porque tiene esta Nacion una singular prerogativa en esta materia, sobre todas las otras; y es, que de todas quantas frutas y raices hay, de todas sabe sacar pan y almidón para sustentarse aquellas frutas, que las otras gentes aborrecen, ó por amargas, ó por poco saludables, de todas sacan pan los Otomacos: veamos su fábrica, digna de saberse, segun prometí en el capítulo pasado.

Esta faena pertenece á las mugeres Otomacas,   —178→   y su destreza es tanta, que gastan en ella muy poco tiempo: cada una tiene cerca del rio los hoyos que ha menester. En cada hoyo de aquellos hay greda fina ó barro escogido, bien amasado y podrido á fuerza de continua agua, en que lo tienen, al modo del barro que pudren y preparan los Alfareros para tornear loza fina. En el centro de dicho barro entierran el maíz, las frutas ó los otros granos, cuya substancia han de sacar, y dentro de dias determinados viene á sazón el tal amasijo; esto es, está ya en punto de agrio el grano enterrado en el barro; y como cada qual tiene varios hoyos, la que quiere, todos los dias tiene pan fresco. Llegada la hora, sacan aquel barro ya amasado, y bien incorporado con el almidón, á unas cazuelas, que ellas mismas fabrican para la maniobra; y amasado allí segunda vez con mas cantidad de agua, la pasan por un cedazo hecho al propósito, y cae aquella masa muy líquida á otras cazuelas limpias: en ellas reposa el agua, hasta que caida la tierra junta con el almidón del grano ó de la fruta, al suelo de la vasija, derraman el agua, que quedó clara, sobre toda la masa: entónces echan gran cantidad de manteca de tortuga ó de caymán, y con ella revuelven e incorporan la masa, y van formando sus panes, de hechura de bola bien redonda, para meterlos en sus hornillas; quando no hay manteca para dar jugo y saynete al pan, con el almidón, de que va tinturado el barro y se contentan. Puesto el dicho pan en el horno, la fuerza del calor le quita toda la humedad del agua; y si llevó el amasijo manteca, sale del horno blando y tratable; y sino, sale poco menos duro, que acá los ladrillos. Pero   —179→   sea como fuere, ellos se regalan grandemente con su pan, y ruegan á los Padres que le coman, y lo alaban mucho, diciendo: Onóna, chóro, tenúna, Pare: Pan tú come, que está bueno, Padre: y es preciso darles gusto, y comer algo pero no dexa de crugir la tierra al tiempo de mascarle.

De esta relacion verídica, cierta y genuina se infiere, que la distancia desfigura las verdades, y que no hay cosa que tenga todos los visos de falsa, que no se haya originado de alguna verdad. Qualquiera Forastero, que vea comer á los Otomacos ó á los Guamos el referido pan, dirá que comen tierra amasada y cocida; ó dirá con mas verdad, que comen ladrillos; porque aunque la hechura ordinaria es como de una bola, el color que retiene es de ladrillo; y veis aquí, que el que tal vió, con buena fe protesta, que los Guamos y Otomacos se mantienen con tierra. La qual noticia es preciso que sea durísima al que á gran distancia la oye; pero el que de espacio ve y observa la referida fábrica de pan, reconoce, que lleva el barro consigo toda la substancia del grano, y de ordinaro mucho jugo de la manteca con que se mezcla.

Fuera de la substancia de dicho pan, como apunté, es en gran cantidad la vianda que comen, quando llega la hora: no hay Nacion los aventaje en la destreza y modos artificiosos de pescar, aunque entre á competencia la Nacion Guaraúna, que en esta mecánica excede á casi todas: quando llegue su lugar, verémos la facilidad con que sacan del profundo rio los Caymanes mas formidables. Con la misma facilidad se arrojan al rio en pos de la Tortuga, que se estaba tomando   —180→   el Sol, y al sentir ruido, se echó al agua: arrójase el Otomaco tambien, y la sigue hasta que la coge en el fondo: allí se la pone sobre la cabeza, virada la concha del pecho ácia arriba, y afianzandola con una mano, y nadando con otra y con los piés, sale á la playa con ella: cosa que parece impracticable, pero realmente así lo executan. En los dos meses abundantes de huevos de Tortuga, no solo comen á mas no poder, sino que tambien asan á fuego manso sobre cañizos gran cantidad de canastos de huevos, que guardan para despues que pase la cosecha: en fin, no hay que tenerles lástima, ni hay que lamentarse de los pobres Guamos y Otomacos, de que se mantengan de comer tierra.

Paréceme que oygo decir, que á vista del gobierno, union y economía de los Otomacos, y de la sujecion, que de lo referido se ve tienen á sus Capitanes, no es esta Nacion tan bárbara ni silvestre, como las otras de que ya hemos tratado; y que por tanto es muy rigurosa la censura, con que en materia de tosquedad y barbaridad les di la primacía entre todas aquellas gentes, que apénas tienen rastro de gobierno ni de economía. La réplica está bien fundada; pero á estas vislumbres, que dan de racionalidad, añaden tanta sombras, que me ratifico en la censura una y otra vez: lo primero, porque es gente de dura cerviz; es de genio inflexîble, y muy dificiles de salir de aquel su entable: solo el tiempo y la paciencia constante, y el ir poco á poco doctrinando la juventud, los entrará en camino: lo segundo, en sus borracheras, generales á todos los Indios, estos Otomacos, como gente áspera y belicosa,   —181→   se enfurecen mucho mas que las otras Naciones: lo tercero, y peor, es, que sobre todas ellas tienen otro modo pésimo de emborracharse por las narices, con unos polvos malignos, que llaman Yupa, que les quita totalmente el juicio, y furiosos, echan mano de las armas; y si las mugeres no fueran diestras en atajarlos y atarlos, hicieran estragos crueles cada dia: éste es un vicio tremendo. Forman dichos polvos de unas algarrobas de Yupa, que les dan el nombre; pero ellos solos puramente tienen el olor de tabaco fuerte: lo que por industria del demonio añaden, es lo que causa la embriaguéz y la furia. Despues que se han comido unos caracoles muy grandes, que hallan en los anegadizos, meten aquellas cáscaras en el fuego, y las reducen á cal viva, mas blanca que la misma nieve: mixturan esta cal con la Yupa, poniendo igual cantidad de uno y de otro ingrediente; y despues de reducido todo el conjunto á sutilísimo polvo, resulta un mixto de una fortaleza diabólica; tanto, que tocando con la punta del dedo dichos polvos, el mas aficionado á tabaco en polvo, y que ya por el uso no le hace harmonía, con solo acercar á la naríz, sin tocarla, el dedo que tocó la Yupa, se desata el tal en un torbellino de estornudos. Los Indios Salivas y otras Naciones, de quienes despues trataré, usan tambien la Yupa; pero como son gentes mansas, benignas y cobardes, no se enfurecen como nuestros Otomacos, que aun por eso han sido y son formidables á los Caribes; porque ántes de la peléa se enfurecian con la Yupa, se herian á sí mismos, y llenos de sangre y de saña, salian á pelear como unos Tigres rabiosos.

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Fuera de esto, aun quando están en su juicio, se enojan por levísimos motivos, y se arrojan á las armas por qualquiera friolera; y tomar uno las armas, gritando sin qué ni para qué, y estar toda la Poblacion en arma, con una gritería intolerable, todo es uno; y la causa es, porque siempre viven con el sobresalto de algun abance repentino de la Nacion Caribe: al primer grito, sea la hora que se fuere, ya están todos en arma: cosa de gran pena para los Misioneros, y raíz de continuas zozobras. En una de estas reboluciones, estaba rezando sus horas uno de los Misioneros en un apartamiento retirado, y volviendo casualmente la cabeza, vió á sus espaldas tres Indios, el uno con ademán de darle con un cuchillo, y los dos con las macanas en alto, para descargar el golpe sobre él: y á no haber vuelto la cara por especial providencia de Dios, allí hubiera quedado muerto sin motivo alguno á manos de tres Indios casi borrachos; por lo qual se ha tomado la providencia, y lo que se hace en las demás Poblaciones, por justo recelo de los Bárbaros Caribes, que han protestado, que estando lo Misioneros diciendo Misa, los han de matar, como lo executáron con el Venerable Padre Fray Lorenzo Lopez, Religioso del Seráfico Padre San Francisco (como ya dixe); por lo qual, en tiempo de Misa hay á la puerta quatro Soldados de guardia con las armas prontas: esto, no tanto por los Caribes estrarios, quanto por ellos mismos, se usa en los Otomacos. Fuera de esto, luego que repentinamente se oye su alboroto, recurre el Cabo con sus Soldados, no al puesto de la gritería, sino á la casa del Padre, para defenderse, unidos todos, de   —183→   lo que de gente tan bárbara pudiere resultar; con esta pension y sobresalto se vive entre ellos, á fin de salvar sus almas.

Y entretanto va el Señor agregando para sí muchos párvulos y adultos, que del Bautismo vuelan al Cielo, que es el denario diurno de los Operarios Evangélicos, y el pré que los detiene gustosos, guardando su puesto á vista de tanta multitud de enemigos, con la confianza firme, de que el Señor, cuya causa hacen, los ha de guardar, como lo hace su Magestad, consolándolos al mismo tiempo con conversiones muy freqüentes de almas perdidas. Con una de las muchas que han sucedido entre los Otomacos, de quienes hemos tratado, quiero concluir este capítulo, por ser muy singular, y de muy tiernas circunstancias; y fué, que el año 1735, llegáron á esta Poblacion tres venerables ancianos con sus dilatadas familias; tanto, que sus hijos ya eran Indios viejos, y sus choznos, muchachones de arco y flecha: eran los ancianos muy calvos, y el resto del pelo que les habia quedado, desde su raíz para abaxo hasta cosa de quatro dedos, era muy cano; pero lo restante para abaxo era de color de azafrán: ¡no he visto en mi vida cosa semejante! creo que la fuerza de los años habia dado al pelo tan singular colorido. Uno de los viejos (tirando yo á averiguar que edad tendria, buscando señas, porque de los Indios Gentiles nadie sabe la edad que tiene) me dixo, que quando los Caribes matáron al Capitan Ochagavia, que de la Guayana subia á Santa Fe, él se halló cerca de la desgracia, y que ya andaba en la Guerra con los Otomacos sus parientes: la muerte   —184→   de dicho Ochagavia cien años cumplidos que habia pasado; y ya el viejo, pues estaba en la Guerra, tendria veinte y cinco años: con que bien se trasluce su abanzadísima edad. Veinte y siete dias habian gastado estas tres familias en venir á este Pueblo desde lo retirado de sus bosques, sin otro motivo para tan largo viage que el haber sabido, que su gente Otomaca tenia ya Padres Misioneros: los tres ancianos trahian sus tres mugeres segun las señas, de la misma edad; una de las quales, ó por la fatiga del camino, ó porque Dios la trahia para darle el Cielo, luego enfermó, y bien catequizada y enseñada, poco despues del Bautismo (despues de tan largos años de vida bárbara y silvestre) subió como párvula al Ciclo. Dentro de pocos dias tuvo una calenturilla corta uno de los tres viejos: le expliqué los Artículos principales de nuestra Santa Fe, y ya dispuesto, lo bautizé. A poco rato vino asustado un Español, que habia sido su Padrino, y me dixo: Padre, venga, que mi ahijado Joseph está abriendo su sepultura fui, y supe que era estilo de aquella Nacion fabricar con sus manos su última casa, previniendo esta diligencia con tiempo; y viendo que el viejo estaba fuerte y sin amago alguno de peligro, me fui á hacer otras diligencias; y despues lo sentí mucho, porque el buen anciano Joseph, luego que concluyó su sepultura, y se midió en ella, se asentó, y arrimadas sus espaldas á un lado, llamó á sus hijos, nietos, viznietos &c. y delante de su Padrino Don Felix Sardo de Almazán, de algunos Soldados de aquella Real Escolta, y de otros muchos Otomacos, dixo á su familia estas palabras: «Yo, hijos mios, ya muero alegre,   —185→   porque solo vine á morir Christiano: á vosotros os mando, que no os aparteis del lado de los Padres, aprended la Doctrina, y procurad ser buenos Christianos; y dicho esto, se tendió en la sepultura y espiró». ¿Quién dudará de una muerte de tan singulares circunstancias, que entregó su espíritu en manos del Señor y que le había criado y traido en tal ancianidad de tan léjas tierras, solo para abrirle de par en par las puertas del Cielo? sea loada sin fin su altísima providencia, y los profundísimos arcanos de su infinita sabiduria y bondad. Amen.



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