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ArribaAbajoCapítulo XVIII

Resumen de los genios y usos de las demás Naciones, que hasta el corriente año de 1740 se han descubierto en el rio Orinoco


No conviene que prosigamos navegando Orinoco arriba, como hasta aquí: lo primero, porque de estos Salivas para arriba está el rio lleno de peligrosos raudales, despedazándose el agua entre fieros peñascos, en repetidos lugares; en donde tambien suelen hacerse pedazos muchas Embarcaciones. Lo segundo, porque algunas de las Naciones, de que hablaré ahora, no viven cerca del Orinoco; y fuera gran fatiga ir por tierra, y mas donde no hay ni caballeria ni carruage. En el mismo Puerto, donde dimos fondo, se levanta en   —248→   forma de pirámide uno de los mas vistosos obeliscos que ha criado naturaleza: tiene su firme basa algo mas de media legua de circuito, y estrivando sobre sí misma, se levanta la peña, toda de una pieza, á una altura maravillosa: solo por dos ángulos permite paso á su cumbre; y para poder subir sin sobresalto de baxar precipitados, es preciso desnudar los piés de todo calzado; vamos subiendo, que esta elevada cumbre llamada Pararúma, mas parece idéa del arte, concebida en la mas amena fantasía, que roca natural. La misma cumbre, que á lo léjos parece cúspide piramidal, es un bellísimo plan de figura ovalar, rodeado de un firme bordo, que se labró la piedra de su misma pieza, cuyo seno y fondo es de tierra muy fértil, elevada á tal altura á fuerza y fuerzas de Indios, ó depositada por las aguas turbulentas del universal Diluvio. En este terreno tienen los Salivas una hermosa huerta, siempre fresca, por la oculta vena de agua que le ofrece la dura peña; aquí hay plátanos, piñas y las demás frutas que da la tierra; pero lo mejor que tiene para nuestro intento es una fresca y amena arboleda silvestre, que han reservado los Salivas para lograr el fresco, así de su sombra, que en tal altura jamás falta, y para observar desde aquella eminencia las Embarcaciones enemigas, que suben rio arriba. Tomemos aquí nuestros asientos, y á todo placer, y sin dar un paso, vamos registrando con la vista terrenos poblados de Gentiles y Christianos nuevos, tantos, quantos no pudieramos visitar en muchas semanas de camino. Al Oriente y al Súr pondrémos las espaldas; porque por estos dos vientos se halla atajada la curiosidad,   —249→   con la fragosa Serranía, que acompañando al Orinoco desde su primer orígen, corre hasta sepultarse con él en el Occeano; pero al Norte y al Poniente no hay altura que estorbe la vista, hasta que fatigada, se da por vencida entre el Cielo y el inmenso llano, uniéndose al parecer uno y otro para formar el Orizonte, nada ménos distante, que el que registra en alta mar la vista mas lince desde el tope del Navío.

En este mismo lado del Súr, donde estamos, siguiendo agua arriba el Orinoco, hallamos otra peña mas singular que ésta sobre que estamos: tiene mas de seis millas de circuito, y toda es de una pieza, sin añadidura alguna: tambien está coronada de arboleda silvestre: tiene dificil y única subida, y ha de ser á pié descalzo por su parte Oriental: desde su cumbre hasta dar en el espacioso plan (que á modo de balcón ofrece al rio) medimos de altura perpendicular ciento veinte y seis brazadas: el plan, que tiene quarenta pasos de ancho, y mas de ochenta de largo y dista de la lengua del agua catorce varas perpendiculares; en este balcón ó plan, que ofrece la disforme peña, formáron los Misioneros una fuerza con tres baterías, quarteles y casas para una parcialidad de Indios Salivas que se han agregado á dicha fuerza. Esta fué mas dirigida de la urgente necesidad, que del arte, y fabricada por mano de los mismos Padres Misioneros, Soldados é Indios, contra las continuas invasiones de los Bárbaros Caribes, año de 1736, con tan feliz éxîto, que desde que la viéron, ningun armamento de ellos se atrevió á llegar; y aunque lleguen, es totalmenre invencible, porque no da subida, sino para ir de uno en   —250→   uno, y ayudándose de piés y manos, para no caer: ni puede ser asaltada la fuerza por otra parte. El rio, todo quanto él es, se estrella con este tremendo peñasco, que se llama en aquella lengua Marumarúta: los Españoles que no pueden pronunciar bien la palabra, llaman Marimaróta; y oprimido el rio de otras peñas y arrecifies del otro lado, se estrecha todo aquel gran cauce de Orinoco á solo un tiro de fusil, con tales remolinos y precipitadas corrientes, que da paso muy arduo á los Navegantes. ¡Ojalá junto al mar hubiera otra angostura, para atajar los Caribes de la Costa! con dicha fuerza hemos resguardado gran parte de las Misiones, aunque las que están de esta fuerza para abaxo, han quedado expuestas á los repetidos asaltos que padecen de los Caribes: llámase esta Fuerza y Pueblo de San Francisco Xavier; la qual, con la casa fuerte de enfrente, cierra totalmente el paso al Enemigo; por el pié de esta peña entra el rio Paruasi, que baxa de la Serranía del Súr, en cuya vega se ha formado de nuevo la Mision de San Joseph de Mapoyes, de gente dócil y tratable. Y que recibe bien la santa Doctrina. A quatro leguas de rio arriba, pasado el furioso raudal de Carichana, en la boca del rio Meta, está la Colonia de Santa Teresa de Jesus, de Nacion Saliva, tan dócil como ya diximos. Y siguiendo el rio agua arriba, viven á sus márgenes varias Capitanías de Salivas, la gente Aturi, los Quirrubas, Maypures y Abanes: todas son Naciones benignas y prontas á recibir la Fe, y solo faltan los Operarios; que la mies madura está ya.

Síguese la Nacion Caberre, copiosa en Pueblos y gentio, y valientes; tanto, que las Armadas Caribas   —251→   siempre han llevado con ellos el peor partido: gente no solo bárbara, sino tambien brutal; cuya vianda ordinaria es carne humana de los enemigos, que buscan y persiguen, no tanto para avivar la guerra, quanto para apagar su hambre; no obstante, han baxado ya dos veces á nuestras Misiones; de paz y amistad; y se volviéron contentos, porque fuéron bien recibidos y agasajados. Llegan los Caberres poblando el Orinoco y tierras Occidentales de él hasta la boca del rio Ariarí. De este rio para arriba no han penetrado todavia nuestras Misiones: solo tenemos noticias de estar lleno de Indios Gentiles todo aquel terreno hasta Timaná y Pasto, Poniente del Orinoco; y por la vanda del Súr hay tambien, segun las noticias lo publican, muchas Naciones, y la principal la de los Omaguas ó Enaguas, donde se idéa el famoso Dorado, que ha tantos años que dió el nombre á todo el Pais de Orinoco, y de que tratarémos al fin de esta primera parte. Ahora volvamos la vista á los dilatados Llanos de la parte del Norte y del Poniente, que interrumpidos con muchos rios, vegas y bosques, forman un bello Pais, siempre ameno y verde, sin despojarse árbol alguno de sus antiguas hojas, hasta vestirse primero de verdes y pomposos cogollos.

Aquí, entre el rio Synaruco y Meta, se formáron las Colonias de Santa Bárbara y de San Juan Francisco Régis á fines del año de 1739, habiendo dado la paz la Nacion Sarura; de la qual, el Padre Manuel Román, Superior actual de aquellas Misiones, en carta de 20 de Febrero de 1740 me da muy buenas noticias del buen genio y docilidad de aquella Nacion, y que recibe   —252→   con ansia la enseñanza, con esperanza de que se formarán otras reduciones con el buen exemplo de estas dos primeras. Y añade, que en la Colonia de San Francisco de Borja de la misma Nacion Sarura, que está al cuidado del Padre Francisco del Olmo, el qual ha reducido aquella Lengua á Arte y Bocabulario, florece mucho la nueva Christiandad; y que entabladas ya las Escuelas de leer, escribir y de canto de órgano, ofician aquellos niños; (poco ántes montaraces) y cantan las Misas, Salves, Letanías etc. con mucha decencia; ¡tanto es lo que produce en aquellas selvas el cuidadoso y diligente cultivo! del Pueblo de Santa Teresa cuida con la misma eficacia el Padre Roque Lubian; del de San Ignacio el Padre Bernardo Rotella; el dicho Padre Superior, el Padre Joseph María Cervilini y el Hermano Agustin de la Vega atienden lo mejor que pueden al resto de los Pueblos nuevos, y claman por Operarios, con la firme esperanza que el Señor los enviará quanto ántes.

Dexado este Llano, tendamos la vista al otro lado del rio Meta; y bien se puede; porque desde sus vegas hasta las márgenes del rio Ariari, que tambien baxa de la Serranía del Nuevo Reyno, hay un Llano intermedio, que pasa de trescientas leguas, interrumpido con rios, arroyos de menor porte, y con muchas lagunas: este dilatado campo es la palestra de las continuas guerras de las dos Naciones andantes de Guayvas y Chiricoas166, que incesantemente giran y vaguean;   —253→   sin tener casa, fogar, sementera, cosecha ni morada fixa, segun nos pintan á los Chichimecos de la Nueva-España.

Andan siempre de un rio para otro; mientras los Indios pescan ó cazan Venados, fieras y Culebrones para la vianda, las mugeres arrancan unas raíces, de que abunda toda aquella tierra, que se llaman Guapos (son á modo de las batatas blancas ó criadillas de la tierra, de que abunda Galicia). Otras raíces, de hechura de un pan grande, hallan, pero no con tanta abundancia: llámanse éstas en su lengua Cumacapána, y son de mejor sabor que las otras. Estas raíces les sirven de pan; y todo quanto hallan, aunque sean Culebrones, Buyos, Tigres y Leones, todo es bueno y sabroso para aquellas dos Naciones; las quales, hállense donde quiera que fuere, han de pelear, á fin de hacer esclavos, que van á vender á otras Naciones; por cuya paga reciben hachas y machetes para formar tugurios, tan á la ligera, como que solo les sirven una ó dos noches, y luego pasan adelante; de modo, que su vida y la de las fieras silvestres se distinguen en muy poco solo que duermen con mucho sobresalto, y las fieras no; porque por temor de ser asaltados de noche, en una parte cenan y dexan fuegos encendidos, y se apartan á dormir en otra; y ni esta diligencia les vale; porque ellos ya se entienden unos á otros para su daño y ruina.

El modo de marchar todos en una fila, en su continuo andar, es éste: primero marchan los mocetones fuertes, armados de arco, flecha y lanza: la paja que brotan aquellos llanos, de ordinario, excede la estatura de un hombre: y así el   —254→   delantero tiene la fatiga de ir abriendo y apartando la paja á uno y otro lado, y pisar el pié de ella, para abrir sendero; y como camina descalzo y desnudo en cueros, el corte de la maleza le hiere y ensangrienta, en especial de las rodillas para abaxo; y en quanto se ve fatigado y herido, se aparta á un lado, dexa pasar toda la fila de chicos, y grandes, que hay tropa de ellos que ocupa una legua, y se pone el último de todo; donde con el piso de tantos, ya el camino está bueno, y en su lugar prosigue abriendo trocha el que marchaba á sus espaldas; y de este modo se van remudando todos los delanteros. Despues de los quales marchan los casados con sus armas y algunos chiquillos tiernos al hombro: síguense los ancianos, que pueden andar por sus piés, y las mugeres débiles y ancianas: luego se siguen las casadas, cargadas con unos canastos muy grandes, y en ellos platos, ollas y otros menesteres de cocina: de ordinario, sobre el canasto va un chiquillo sentado, y otro va prendido del pecho de la madre: los mayorcillos marchan junto á sus madres: en la retaguardia van los Indios de mas fuerza, cargando cada uno un recio canasto, y en él un inválido, sea hombre, muger, viejo ó mozo: allí va un hospital portátil en aquellos canastos: ciérrase la fila con gente de guerra y con los que cansados ya se retiran de la vanguardia.

No es gente que se apura: en quanto murió en la marcha algun enfermo de los canastos; se aparta de la senda el carguero ayudado de los dos últimos de la fila, le medio entierran, y à veces no (yo me he encontrado muchas veces con calaveras y osamentas de ellos; de que infiero que   —255→   rara vez entierran á sus difuntos). Fuera de esto acaece, que en estas marchas le dan los dolores de parto á una ó muchas de aquellas Indias: se aparta un paso del camino, pare, envuelve de nuevo la criatura con las secundinas, y corre apriesa para proseguir marchando con todos llega al primer rio, que se ofrece, allí laba la criatura, se laba á sí misma, y ya está libre de su parto, y convalecida tambien: ¡tanto vale criarse al rigor del Sol y del sereno!

Es gente briosa y atrevida: luego que á la orilla del rio dexan los canastos, y á las mugeres arrancando raíces, salen en forma de media luna por aquel contorno, y no hay tigre ni bestia que escape de sus manos: si tienen la fortuna de dar con tres ó quatro tigres, ó con un atajo de diez ó doce venados, estrechan los cuernos de la media luna, y unidos marchan en forma circular todos al centro, hasta llegar á tiro de flecha; y entónces sobre cada tigre ó venado llueven tantas flechas, que ninguno escapa. Para faciliar sus cazerías, y que la paja alta no impida, tienen gran cuidado de pegar fuego á los matorrales, cercanos á los rios donde ellos van á parar, y los animales á beber; y tambien aquella paja, yerva y heno, que167 retoña de nuevo, atrae á los venados y á otra multitud de animales, que buscan pasto tierno.

Estas dos Naciones han sido piedra del toque de nuestros Misioneros antiguos y modernos, el crisol donde se ha refinado su tolerancia y sufrimiento, y un campo, que despues de cultivado con increibles afanes, y regado con los sudores y lágrimas también de muchos Operarios, se ha   —256→   mostrado estéril, árido é ingrato; y en lugar del fruto correspondiente, no ha producido sino espinas y abrojos: generacion de Gitanos, ó rama de ellos que entregados á una vida vagabunda, todo lugar fixo, aunque lleno de las mayores conveniencias, les parece cárcel intolerable y remo de galera insufrible. Los Pueblos de estas dos Naciones, que recien entrados, hiciéron los Padres Misioneros, llegáron á tal altura, que nadie dudó de su perseverancia; pero quando ménos se pensaba todos se desapareciéron como humo. Por último, el año de 1725 se emprehendió su reduccion con todo el empeño; y despues de recogidos á vida civil y racional cinco Pueblos, ya formadas sus sementeras, y con abundantes frutos (á que se tiró, para aligarlos mas) repentinamente cada Pueblo tiró por su rumbo, y no se han vuelto á ver aquellas gentes: solo nos quedó el consuelo de gran multitud de párvulos y adultos, que con el Santo Bautismo lográron el Cielo. De las Misiones y Naciones reducidas en Meta, Casanare y los demás rios168, habla largamente en su Historia el Padre Joseph Casani; y en fin, quien vió las Naciones que he apuntado, vio las otras.



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ArribaAbajoCapítulo XIX

De sus monterías, animales que matan para su regalo, y otros de que se guardan con cuidado


Apartemos la vista de aquellas vastas llanuras, no la fatiguemos mas, supuesto que desde esta bella cumbre en que estamos, podemos ver mas de cerca curiosidades mas agradables, y que con mayor novedad diviertan nuestros ánimos. Los Indios han pedido (como acostumbran) licencia á sus Misioneros para divertirse en las selvas, la mitad de ellos, quince dias; y al retorno de estos van los restantes por otro tanto tiempo; en lo qual no solo se atiende á que se diviertan en sus nativos bosques, sino tambien á que traygan (como lo hacen) carne seca al calor del fuego para sus mugeres y familias. Allá en el otro lado de Orinoco están arrimando sus arcos, flechas y arpones, para formar estancia, desde donde, un dia por uno, otro dia por otro rumbo, salgan á batir y espantar los javalíes que abundan, con otras muchas especies de animales silvestres, de carne gustosa y tierna. Escogen á la orilla del rio la arboleda mas coposa, y cortada la maleza con sus machetes, limpian y barren aquel suelo con mucho aséo, para ahuyentar las culebras: cuelgan de unos árboles á otros sus redes chinchorros para dormir: juntan gran cantidad de leña, para mantener toda la noche llamarada de fuego contra los Tigres; los quales, aunque bramen muchos   —258→   junto á la ranchería; miéntras arde el fuego, ninguno se atreve á llegar; por lo qual velan los Indios siguiendo su turno, cuidando de que arda el fuego: y este modo de formar ranchería, y con las mismas circunstancias, guardan los Padres Misioneros en todas sus entradas y salidas, por aquellos bosques y selvas pobladas de Tigres; tanto, que en las vegas del rio Apure hubo noche, que nos quitaban el sueño con sus bramidos ocho ó diez Tigres; pero como arda el fuego, no hay que temer.

Formada ya su estancia ó ranchería, texen los cañizos, sobre los quales han de poner la carne para irla secando á fuego manso; los quales elevan sobre la tierra cosa de una vara, afianzándolos sobre quatro ó seis horquetas firmes: luego previenen sus arpones: estos son de hueso ó de hierro, de punta muy aguzada, y á buena distancia de ella tiene dos lenguetas á los dos lados; de modo, que entrando el arpon, obstan las dos lenguetas para que salga. Este arpon está prendido con un cordel fuerte de pita bien retorcida, afianzando el otro extremo contra la verada ó astil de la flecha; de aquí es, que luego que el arpon clava al Javalí, se desprende de la verada ó astil en que estaba levemente afianzado: corre la fiera entre la maleza, agitada de la herida, y la verada ó astil que lleva arrastrando: luego se trava y enreda entre las ramas, por lo qual queda asegurada; y así descuidan los monteros de los Javalíes ó Paquiras, que van arponeando, hasta que no les queda arpon en la aljava, haciendo gran carnicería en brebe rato. Van por aquellas selvas los Javalíes en manadas grandes:   —259→   la fortuna de los Cazadores consiste en dar con una manada brava, y que haga frente; entonces á todo su gusto logran todos los arpones: si la Piara huye, logran el lance siguiéndola, pero con el trabajo de ir despues recogiendo en largo terreno los Javalíes heridos: de los quales ninguno se pierde; porque al ir precipitadamente169 en su alcance, van al mismo tiempo rompiendo ramas tiernas con gran destreza, las quales sirven de seña segura para volver por los mismos pasos que habian ido. Y este modo de caminar, dexando dichas señas, se practica en todos los viages, que por aquellas espesuras hacemos; y la razon es, porque no hay caminos ni trochas abiertas, y rarísima vez se forma senda; y así, para seguir uno de aquellos derroteros, no se atiende al suelo, porque en él no hay señal, por estar cubierto de mas de un palmo de hojas secas: solo se atiende á las ramas quebradas, y por ellas conocen los Indios quantos años ha que no se traginó aquel rumbo; porque la rama quebrada cada año echa su renuevo, y por los mismos cuentan seguramente los años.

Los Tigres cogen tambien al Javalí, que se desmanda ó queda muy atrás de los otros, porque á la tropa entera no se atreven á embestir; pero con todo es grande la abundancia de Javalíes, á causa de ser muy dilatadas aquellas selvas, y abundantes de frutas silvestres; y en comparacion del terreno, muy pocos los Indios que entran al ojéo: las Paquiras matan al modo dicho, y abundan del mismo modo. Es la Paquira especie de Javalí, pero es la mitad ménos corpulenta: tiene   —260→   también la uña rajada, y los quatro piés blancos; pero es cosa singularísima ver, que tiene el ombligo encima del espinazo, y en él un bulto notable, dentro del qual hay gran cantidad de almizcle, de un olor excesivamente intenso; tanto, que si muere la Paquira ántes que la corten de raíz el ombligo, ya no es comestible su carne, porque se inficiona toda con dicho almizcle, que es lo mismo que después dirémos del mucho almizcle, que el Caymán ó Cocodrilo de Orinoco guarda en las conchas del pecho; las quales, si no se arrancan estando él vivo, no se puede comer su carne por el almizcle que se difunde en ella.

En este ojéo encuentran Armadillos, quatro veces mayores que los que se crian en el Llano limpio, de que hablaré después. Estos están vestidos por todas partes de unas conchas tales que como si unas contra otras tubieran goznes, se ensanchan y se ajustan, segun los movimientos del Armadillo: ellos viven en cuevas profundas, que caban con sus agudas uñas, y no se apartan mucho de su escondrijo para refugiarse en él; su carne es tierna y delicada; pero algo fastidiosa por el olor que tiene de almizcle.

Si algun dia tienen mala fortuna, y no encuentran Javalíes ni Paquiras, no por eso vuelven vacíos á su puesto; porque en todas aquellas selvas hay abundante multitud de Monos y Micos de muchas especies, en que escoger á todo su gusto, y emplear sus arpones; y es de saber, que cada Nacion de Indios gusta de una especie de Monos, y aborrece á las otras: los Achaguas se desatinan por los Monos amarillos, que llaman Arabata:   —261→   estos por la mañana y á la tarde hacen infaliblemente un ruido intolerable, con écos tan baxos, que causan horror. Los Indios Tunevos gustan mucho de los Monos negros: son estos muy feos y bravos; y al ver gente, baxan con furia hasta las últimas ramas de los árboles sacudiéndolas, y regañando, con eso los Cazadores los matan á su gusto. Los Jiraras, Ayricos, Betoyes y otras Naciones aborrecen á las dos especies dichas, de Monos, y persiguen y gustan de los Monos blancos, que son tambien grandes, nada ménos que los amarillos y negros: su carne es buena; pero por mas fuego que se le dé, siempre queda dura: el hígado de dichos Monos es bocado regalado y apreciable.

Por lo que mira al gran número de varias especies de Micos ó Monitos pequeños, todas aquellas Naciones comen de ellos; ni hay en qué escrupulizar; porque así estos, como los Monos grandes, solo se mantienen de frutas silvestres, muy sanas y sabrosas; de las quales se mantienen tambien los Indios durante su montería; y en los viages que los Padres hacen por aquellas y otras selvas, observan los frutales en que están comiendo los Monos y Micos, y á todo seguro comen y se mantienen de aquellas frutas, que son: primero, dátiles en grande abundancia: segundo, naranjillas, de un agrio muy sano, y son del mismo color, y algo menores que las naranjas ordinarias: tercero, guamas muy dulces son de la hechura de las algarrobas del Reyno de Valencia, pero de color verde, aunque estén maduras: quarto, tambien abundan los Guaymaros, que cargan mucho de unas frutas, menores que bellotas, de mucho   —262→   gusto; pero la reyna de las frutas silvestres, es la que llaman los Indios en su Idioma Mutuculicú, y por su singular sabor la llaman los Españoles leche y miel; porque es tan sabrosa y suave como dice el nombre que la han puesto, y juntamente es muy sana: donde quiera que hay estos frutales, hay grandes avenidas de toda especie de Monos y de Micos; pero cada manada de por sí, porque las unas se tienen miedo á las otras, segun se infiere; porque si una llega á los árboles donde está comiendo otra, ésta luego se retira á comer á otra parte.

Tambien se valen los Cazadores y los que andan por los bosques de otras frutas, que no son de árboles, como las dichas. Primero, son de mucho sustento unos racimos, al modo de ubas negras, que nacen de unas palmitas tan baxas, que con la mano se alcanza su fruto: llámanse Mararabes: segundo, otras palmitas algo mas altas, y muy llenas de espinas, dan otros racimos de mayor tamaño, y su fruta es agridulce y muy sana: se llama Cubarros; tercero, de las palmas silvestres, llamadas Veserris, y otras llamadas Cunamas, verémos despues el aceyte admirable que sacan de sus dátiles. Fuera de dichas frutas de árboles, por el suelo de aquellos bosques se halla una multitud grande de varias especies de piñas silvestres, y de otras que por ser menores, se llaman Piñuelas, unas y otras suaves al gusto: brotan tambien todo el año gran cantidad de hongos, de varias especies diferentes, de que usan los Indios, en especial de unos que nacen al pie de los árboles caidos, que llaman Osobá.

De todo van cargados al sitio destinado para   —263→   dormir; pero sobre todo matan gran cantidad de Pabas pardas, y de Paugies, aves grandes y de buena carne, que vuelan poco, y van saltando de rama en rama por las vegas: de éstas asan gran cantidad para llevar á sus mugeres; y al mismo tiempo logran las plumas, que son vistosas, y mucho mas los copetes, que á modo de coronas tienen sobre las cabezas. Tambien comen (y logran las bellas plumas) de gran número de Papagayos de diferentes especies, de que es preciso tratar en otro lugar.

Quando vuelven á su puesto, ya hallan que los dos Indios que se remudan á guardarle, han juntado grandes montones de leña, para ir secando la carne de que vienen cargados: y es maravilla ver lo que comen aquellos Indios; aun los que lo ven, no lo acaban de creer: son voraces, mas de lo que se puede ponderar. El descanso de las noches no es mucho; porque se han de remudar á cuidar del fuego, no solo para espantar los Tigres, sino tambien para ir asando la carne: fuera de esto, la plaga de innumerables Mosquitos, los gritos incesantes de los Pericoligeros, el ruido de los Gatos de monte, que llaman Cusicusis: todo estorba el sueño en gran manera. Pericoligero es un animal del tamaño, de un Perro lanudo; su pelo muy suave y sutíl, y en la espalda y en el pecho dos manchas pardas quadrangulares; la cara y cabeza de hechura de Tortuga; pero tiene orejas, las que no tiene la Tortuga: el pecho y barriga tiene contra el suelo, y los dos brazos y piernas tendidos á uno y otro lado, como una Rana: se llama ligero, porque la mayor jornada de todo un dia será un quarto de legua: para levantar una mano, gasta tanto tiempo, que se puede rezar un Credo   —264→   despacio: de dia duerme, y de noche en las selvas no dexa dormir; porque cada rato da tres ayes en punto de solfa, y luego de otros sitios responden otros muchos en el mismo tono; y con esta música se ahuyenta el sueño: sus piés y manos rematan con tres uñas, en forma de semicírculo, tan fuertes, que la cosa que cogen, no hay forma de soltarla; con ellas se ayudan para subir á los árboles; de cuyas hojas se mantienen, y no de otra cosa. El Cusicusi es del tamaño de un Gato170: no tiene cola, y su lana es tan suave, como la del Castór: todo el dia duermen, y de noche andan ligeramente de rama en rama, buscando Paxaritos y Sabandijas, de que se mantienen. Es animalejo de suyo manso; y traido á las casas, no se huye, ni de dia se menéa de su lugar; pero toda la noche anda trasteando la casa, y metiendo el dedo, y despues la lengua (que es larga y sutil) en todos los agujeros; y quando llega á la cama de su amo, hace lo mismo con las ventanas de las narices; y si le halla la boca abierta, hace la misma diligencia: por lo qual no hay quien quiera semejante animal en su casa.

Pasados en fin quince ó veinte dias, vuelven los Cazadores á sus casas cargados de carnes asadas, y de muchas plumas; y sus mugeres les dan la bienvenida, con muchas tinajas de chicha que les tienen prevenida, y todo para comer y beber largamente dos ó tres dias; y luego quedan tan faltos de vianda, como estaban ántes.

La Nacion Achagua gasta ménos dias en volver con mucha carne de Ante asada: salen los Antes del rio á comer paja tierna: los Achaguas están sentados entre la misma paja, y saben remedar   —265→   bien el éco del Ante: al tal éco responde la Anta (es lo que llamamos la gran Bestia) y ambos juntos vienen al reclamo del Achagua: éste dispara á cada uno su flecha de veneno, llamado Curare, y ambos caen muertos luego al punto; de modo, que si hay fortuna, en un dia se matan: en el dia siguiente se asan, y al tercero ó quarto dia ya están en sus casas cargados de carne asada, y no despreciable; porque sabe la carne de Ante á muy rica ternera, aunque su figura es la mas rara que se puede pensar: su cuerpo es del tamaño de un jumento ó de un muleto de un año: los quatro piés cortos, que no corresponden al cuerpo, rematan, no en dos pesuñas, como las de la ternera, sino en tres; y éstas son la uñas afamadas y tan apreciables, que vulgarmente se llaman las uñas de la gran Bestia, por haberse experimentado admirables contra la gota coral, tomando de sus polvos, y colgando una de aquellas uñas al cuello del doliente. La cabeza del Ante tiene alguna semejanza, aunque poca, á la de un cebón; y tiene entre ceja y ceja un hueso tan fuerte, que con él rompe quanta maleza y palos halla por delante en las selvas; de modo, que el Tigre se esconde junto al pasto que ve trillado de los Antes, salta encima del primero que pasa, y le aferra con sus quatro garras: si el parage es limpio, perece el Ante; pero si hay maleza cerca, y arboleda, recae el daño sobre el Tigre; porque corre furiosamente el Ante, mete la cabeza por lo mas escabroso de la selva con tal ímpetu y fuerza, que si el Tigre no se ha desprendido ántes, perece despedazado entre los palos y los abrojos.

La cola del Ante tampoco dice ni corresponde   —266→   á su cuerpo; porque es corta, delgada y retorcida, ni mas ni ménos que la de un cebón; tambien tiene clin, que le da algun ayre; pero no excede de la clin de un jumento: de tan buena gana vive en el profundo del rio ó de la laguna, como en tierra. Es verdad que para pacer la yerva de su regalo especial, que se llama Gamalote, siempre sale á tierra: en fin, ella se llama comunmente la gran Bestia: no sé por qué; tal vez será, porque es un animal irregular, que viene á resultar de varias partes de otros animales, sin que en el todo se parezca á alguno de ellos.

¿Pues qué diré de sus dientes, y de lo la facilidad y destreza con que despelleja de alto abaxo á los perros, quando se ve rodeado y perseguido de ellos? el Ante no dexa su puesto, por mas que le acometan; y es tal su habilidad, tenacidad de dientes y fuerza con que arroja al perro que acertó á morder, que quedándose con la mayor parte del cuero del perro, le arroja bien léjos despellejado, y dando terribles ahullidos; con lo qual huyen los otros perros, espantados de la desdicha de su compañero. ¿Cómo hace el Ante este daño, tal y tan instantáneamente? ni los mismos Españoles, que gustan de cazar los Antes, por la diversion y por el interés de la piel y de las uñas, que ven morir en cueros y sin piel todos los dias á sus perros, no saben decir cómo es, ni explicar la destreza con que lo hacen: un Ante, que nos traxéron los Achaguas á la Colonia de Guanapalo, tenia de largo dos varas y quarta.



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ArribaAbajoCapítulo XX

Resinas y aromas que traen, quando vuelven los Indios de los bosques y de las selvas: frutas y raíces medicinales


No solo se utilizan estas gentes de la carne plumas de los animales y aves que matan: tienen tambien la ganancia de otros intereses, que les dan aquellas desiertas arboledas; y á la verdad es muy poco lo que en ellas se ha descubierto, en comparacion del gran tesoro que yace escondido por falta de personas inteligentes; á mí me ha sucedido muchas veces quedarme absorto en medio de aquellos bosques, y embargado el movimiento de una tal fragancia y suavidad de olores exquisitos, que no hallo con que explicarme. Preguntaba entónces á los Indios compañeros, ¿de dónde salia aquel bellísimo olor? y la respuesta era: ¿0di já, Babí? ¿Quién sabe, Padre? para mí es indubitable, que hay entre aquellas vastas arboledas resinas, aromas, flores, hojas y raices de grande aprecio, y que serán muy útiles á la botánica, quando el tiempo las descubra; ahora apuntaré lo poco que se ha descubierto, que creo muy útil al bien público.

Dexo á parte las baynillas, que en dichos bosques se crian, de unos sarmientos siempre verdes, que suben enredándose en los árboles. Hállase abundancia de unos árboles, llamados Cunasiri, en lengua Betoya y Jirara: son de tronco corpulento, y él color de la madera medio encarnado: todo   —268→   el palo es aromático, y todo el interior del tronco, y la misma corteza está penetrada de granos muy menudos, tan aromáticos como el incienso: no solo esto, sino las mismas raspaduras del Cunasiri, ó el aserrín que cae quando asierran tablas, puestas sobre las asquas, exâla el mismo olor del incienso.

Abunda tambien el cedro, y es la mayor parte de aquellas arboledas; pero lo singular es el cedro, que llaman blanco, á distincion del otro, que es de color encendido. Este cedro blanco se parece mucho, no en la hoja, sino en el color de la madera, y en lo dócil de ella á nuestros pinos: no arroja resina fuera de sí; pero quando se asierra para tablazón, se hallan concavidades, llenas de cierta goma aromática, mucho mas suave que el incienso: con esta diferencia notable, que si el cedro blanco es mediano, se halla dicha goma en sus concavidades quaxada, pero dócil y tratable, y de color algo dorado; si el cedro es mayor, se halla hecha granos la goma; y si es el cedro ya grande y añejo, dicha goma se halla hecha polvos amarillos; pero siempre con la misma fragrancia y olor suavísimo. No léjos de la Capital del Nuevo Reyno se hallan tambien estos cedros, y es la madera mas usual en Santa Fe de Bogotá para todas las obras domésticas.

El palo de Anime es tan comun en dichos bosques, que apenas se da paso sin encontrarle en los rios Tame, Cravo, Macaguane y otros muchos: le pican los Indios el tronco con un machete, y por cada herida llora cantidad de resina tan blanca como la nieve, de un olor muy suave; y se ha experimentado, que su humo alivia grandemente   —269→   la cabeza, aunque esté con jaqueca; y quando ésta proviene de frio, con dos parches que se ponen en las arterias que baxan de la cabeza por detrás de las orejas, se reconoce luego la mejoria; despues que esta resina está largo tiempo recogida, cria color algo amarillo; y no dudo que servira para otros muchos remedios, con el tiempo y la experiencia. Tres frutas, á modo de ciruelas verdes, echa el Anime de cada cogollo: jamás maduran, por lo que mira á poderse comer; porque siempre su jugo es un cáustico tan activo, que morder la fruta, ampollarse, y rajarse los labios, todo es uno: y yo, por curioso y por incrédulo llevé, aunque de mala gana, la mortificacion, que me duró algunos dias; el primero con los labios hinchados, despues llagados y rajados, hasta que poco á poco se fué quitando la acrimonia, y sanando las heridas.

En las selvas donde hay peñascos y piedras, se crian los algarrobos, que son árboles tremendos, y dexan caer de sus troncos quaxarones de goma de á dos y tres libras cada uno: es diáfana como el mejor cristal: no sabemos hasta ahora qué qualidades tendrá. Los Indios usan de ella para alumbrarse171, así en los montes, como en sus casas: y es cosa bien digna de notarse, que clavado en el suelo un carámbano de aquella goma, prende la llama en la parte superior; y sirviendo sola la goma de pávilo y de pábulo, arde toda la noche, arrojando una llama muy clara, hasta consumirse toda. Se ha tirado á derretir con aceyte, con agua, con vino y con varios zumos de limón y naranja, y siempre queda dura; y por último, hecho el experimento en aceyte de Canime, de que luego   —270→   trataré, á fuego muy manso; ni aun es menester tanto: al calor del Sol se derrite, y se hace un licor espeso; el qual aplicado á los encerados de lienzo, los clarifica, y les da tal barniz, que parecen de vidriera cristalina. De esta novedad nos movimos á dar aquel barniz á algunos quadros, para defender sus pinturas del polvo; y es cosa singular quánto aviva los colores: por vieja y deslustrada que sea la pintura, la renueva enteramente, y la defiende del polvo; ya se va entablando el dar este bello lustre al ropage de las estatuas despues del colorido; en las selvas donde no hay piedras, nacen estos algarrobos tambien; pero no dan resina alguna.

Los Indios Tunevos de nuestra Mision de Patute suben ácia el Páramo nevado de Chita, y traen grande abundancia de incienso, tan granado y tan aromático, que se confunde en el color y en el olor con el que se lleva allá de la Europa; y subiendo mas alto, hallan los árboles que dan la Otova; ó como dicen otros, Otiva: no es resina ni goma; es una como avellana blanca, que hallan dentro de las flores de aquellos árboles, tan blanda como una mantequilla: hacen bolas de á libra, y despues las venden á ocho reales de plata cada una; y por mucha que cojan, falta siempre, por los muchos que la buscan para remedio de sarnas, tiñas y otros males: especialmente es un admirable preservativo contra las Niguas, Piques ó Pulgas imperceptibles, que se entran hasta la carne viva. Es gran confortativo para el estómago: con una pelotilla del tamaño de una avellana, tomada, y dos sorbos de agua tibia encima, se quita el dolor de estómago: tomadas tres ó quatro   —271→   pelotillas del mismo tamaño, fomentadas con agua tibia, sirve de purga. El olor de esta Otova es fastidioso, y tan fácil ella para derretirse, que tomándola entre los dedos, con solo el calor natural, se reduce á aceyte; creo que el tiempo irá descubriendo muchas virtudes en esta Otova.

El Currucay es goma que llora el árbol de su nombre, después que le pican la corteza; es parecida al Anime, pero muy pegajosa: tiene el olor aromático, mas intenso y fuerte que el Anime: se entiende por los efectos, que es goma muy cálida; y la experiencia ha mostrado, que una vizma de ella quita la frialdad que se introduce en las descoyunturas172 de huesos, y en los pasmos; lo que yo tengo experimentado es, que puesta una vizma de Currucay sobre los empeynes, después de bien estregados, los quita enteramente, sin ser necesario repetir el remedio. Otra resina, llamada Caraña, sacan los Indios; es de color encarnado, tiene el olor fiero: dícese, que es muy fresca, mas no se sabe aun qué utilidades, ó buenos efectos puede tener. El P. Pompeo Carcacio, que fué Misionero de los Tunevos muchos años, nos aseguró que en su tiempo trahian aquellos Indios Nuez moscada, tan parecida en todo á la que traen del Oriente, que no se podian distinguir unas nueces de otras; pero yo no la he visto, ni sé que hoy la saquen.

La resina rara, que todavía no se sabe de dónde la sacan los Indios Guaybas, Tunebos y Chiricoas, es la que ellos llaman Mara: es de color encendido; no tiene mal olor, aunque es singular é intenso: yo no sé qué conexîon tiene con los Venados, que van en pos del que tiene Mara.   —272→   El uso de los Indios dichos es éste: en viendo algunos Venados, se untan el pecho y algo de los brazos con Mara: observan por dónde sopla el viento; y puestos allá, coge cada uno una rama para cubrir su cara, y llevan los arcos y flechas: luego que los Venados perciben el olor de la Mara, van en su busca muy levantadas sus cabezas, y embobados; con lo qual los Indios los flechan á su salvo: secreto es el de la Mara, digno de inquirirse.

El árbol, que en la Provincia de Cartagena llaman Merey, y en la de Casanare Caracolí, todo es útil; porque tomada el agua cocida, y tinturada con la corteza de este árbol, ataja las evacuaciones de sangre: su fruta es muy sabrosa, del color y casi de la hechura de una manzana; pero solo tiene una pepita, del tamaño de una almendra, afuera, en la parte opuesta al pezón: el caldo de esta fruta se fermenta como el mosto, y pasado aquel hervor, sabe á vino, y tiene el mismo color. La pepita de afuera tostada tiene el mismo sabor que las almendras tostadas; pero dicha pepita cruda, ó sin tostar, es un caústico violento: vasta un pedacito de dicha almendra para abrir una fuente, ó levantar vegigatorio quando conviene.

En los rios de Chire, Tate, Punapúna, y otros muchos de aquellos Llanos, se halla la Zarza, tan celebrada y aprobada contra el mal gálico. En los repechos para subir á la Nevada y Páramo de Chita, se halla la raíz de China, aprobada contra muchos males; y se busca con ansia para poner dentro del jarro en que se bebe, ó en las tinajas de agua; por la experiencia, de que por mala que   —273→   sea la deseca, adelgaza y quita las malas qualidades: su color es entre encendido y amarillo: es raíz de poco bulto, y mucho peso.

En los troncos de las palmas nace el Polipodio: su tronco es delgado y peludo; por lo qual le llaman los Betoyes Sorroy umucosó, que es decir, Brazo de Mono: su hoja es casi como la de col, va creciendo y arrojando raíces á un lado y otro de la palma, con que atrae su jugo, y se tiene sin caer: la agua de la raíz del Polipodio se ha experimentado eficáz contra la tiricia, despues de bien cocida con dicha raíz; pero los Indios la usan para sal, de que carecen; encienden fuego, y consumida la leña, echan sobre las asquas aquellas raíces de Polipodio; y el carbon que resulta de ellas, es salitre vastantemente intenso, el qual echan en su puchero para darle gusto de sal.

En aquellas selvas se halla tambien la pepita, que llaman de toda especie; y es propio el nombre, porque con ser del tamaño de una almendra pelada, el olor tira al de la canela, y en el picante no dista mucho de la pimienta y clavo: es saludable, y muchos la buscan á toda costa, para echar en el chocolate, y les alabo el gusto.

Aunque el nombre de la fruta que voy á pintar es feo, su virtud contra todo veneno de vívoras es admirable. En todos los Llanos de Varinas, Guanare y Caracas, y en los rios que por ellos baxan al Orinoco, se cria un árbol baxo, pero muy coposo, y carga de abundantes racimos de unas frutillas de la hechura y tamaño de nuestros fréxoles: es picante y aromática, y merecia mejor nombre que el que le dió la casualidad; y fué, que recogiendo su ganado algunos Pastores de aquel   —274→   Partido, picó una vívora al Garañón, que iba entre el atajo de Yeguas, el qual corrió velózmente á uno de aquellos arbolitos, y á vista de los Pastores empezó á comer de aquellos racimos de frutillas: quedó sano, y aunque jumento, dió aquella leccion á sus Pastores; los quales á su modo llamáron el árbol del Burro, y la fruta del Burro; ni es conocida por otro nombre. Son ya innumerables las curas que se han hecho y hacen de continuo, con tomar cinco ó seis pepitas, comidas enteras ó hechas polvos, y aplicar otras tantas machacadas sobre la herida venenosa; y reparé en los dichos Llanos, que todo hombre camina prevenido con buena cantidad de dichas frutas; porque como son llanuras grandes, y casi desiertas, abundan mucho las vívoras y otras muchas culebras. El árbol llamado Drago, se halla por aquellas selvas con abundancia: el jugo que destila por las heridas, que para eso le hacen, es de color de sangre, y por eso se llama Sangre de Drago, tan apreciable y medicinal, como todos ya saben.

En las dilatadas vegas del rio Apure y otros que entran en él, crece de suyo abundante arboleda de Cacao silvestre, y carga de fruto dos veces al año, como el que cultivan en los poblados. A éste recurren innumerables especies de Monos, Arditas y Papagayos, que logran por entero la cosecha, sin que haya quien se lo impida: no obstante, ya los Indios van á recoger quanto pueden porque hallan quien se le compre.

Los árboles mas coposos y hermosos de aquellas vegas, son los Cañafístulos: se cubren de flor amarilla; tanto, que no distingue la vista ni una   —275→   hoja durante la flor: luego cargan de fruto con una abundancia inmensa; pero todo cae y se malogra en el suelo, ménos los arboles que están cerca de poblado, que allí se logran aquellas algarrobas, y guardan su carne para muchos remedios: los Monos y otros animales gustan poco de aquella fruta, por el purgante que de ella sienten.

El árbol mas apreciable que se halla en el Orinoco y en todas sus vertientes, es el Cabima, que así le llaman los Indios; y entre los Blancos se llama Palo de aceyte. El mismo aprecio que se hace y con mucha razon de este aceyte, ha sida causa de los muchos nombres que tiene; tanto que apénas nos entendemos: y al nombrarle con otro nombre que el que cada uno sabe, le parece que ya es otro aceyte diferente. Verdad es que el mismo árbol, y por la misma herida da tres aceytes muy diferentes á la vista; pero muy uniformes en sus efectos: es el árbol grande, coposo y corpulento: sus hojas bien parecidas á las del peral: la corteza de su tronco lisa, suave y gruesa: el tronco que este año dió aceytes, se está muchos años sin dar mas; como que ha menester todo ese tiempo para concebir y dar eficacia á tan excelente bálsamo: nace en lugares húmedos, como son junto á los rios y lagunas: un año ántes avisa el árbol del licor precioso que va preparando; y la señal es un tumor que va formando entre el tronco y corteza, á poca distancia del sitio, en que se divide en brazos y ramas, que es como el centro y la medianía, adonde todo el árbol remite aquel precioso humor, para formar el bálsamo. En el mes de Agosto empiezan los Indios   —276→   à recoger este aceyte; para lo qual, algo mas abaxo del tumor abren á punta de hacha una concavidad, capáz de la basija en que se ha de recibir; puesta ya la vasija, pican el tumor por la parte inferior, y cae todo aquel bálsamo que el árbol tenia prevenido: que si el árbol es grande, suele dar la primer vez de diez á doce libras. Este primer aceyte es espeso, á manera de miel refinada al fuego, y forma hebra al caer, ni mas ni ménos que la miel, y su color tira á pardo: quitada aquella vasija, dexan otra encajada, para que reciba el aceyte que queda goteando por la herida; este aceyte segundo ya es mas claro, y ménos obscuro su color: ponen finalmente tercera vasija despues de muchos dias, y el tercer aceyte sale mas líquido, claro y trasparente. El segundo y este tercero, es el que usamos para purgas, y vasta una cucharada, que no pase de media onza, para causar una grande operacion, sin el menor riesgo, y sin hacer cama; y aunque sea un Cabador, que ha de trabajar y mojarse, no tiene riesgo alguno la tal purga: solo requiere tomar agua tibia; y quantas veces la tomare, tantas evacuaciones hará: y en dexando de tomar agua tibia, cesa la operacion; de lo qual tengo larga experiencia: el aceyte primero y grueso tiene los mismos efectos; pero es mas amargo que los dos postreros: todos tres son maravillosos para todo género de heridas y para llagas. Los Indios, unos le llaman Cabima, por el árbol que lo cria: otros le llaman Curucay: los Blancos, corrompiendo el nombre Cabima, llaman aceyte de Canime: otros muchos le llaman aceyte de María, y éste es el primero que sale del árbol, que   —277→   con facilidad se quaxa, y parece ungüento. La codicia que tienen los Holandeses de comprar estos aceytes de mano de los Caribes, es la causa principal de su amistad, y de los daños que han padecido y padecen nuestras Misiones: y el anhelo con que le buscan los Estrangeros, es prueba eficáz de las grandes virtudes que en dicho aceyte han reconocido.




ArribaAbajoCapítulo XXI

Variedad de peces y singulares industrias de los Indios para pescar; piedras y huesos medicinales que se han descubierto en algunos pescados


Con él recelo de que el ojéo y montería de los Indios, por ser entre selvas tan cerradas, no habrá sido tan apacible como se deseaba: volvamos los ojos á esos dilatados placeres del Orinoco, y à esa inmensidad de estendidas lagunas, en que divierte sus aguas quando crece; y á buen seguro que al ir registrando la multitud, variedad y propiedades de tan innumerables especies de peces, cómo engendra y mantiene el Orinoco en sus vivares; y al ver y reparar las mañosas industrias con que los Indios los engañan y pescan, tenga un buen rato nuestra curiosidad, y mucha materia nuestras potencias, para excitarse y prorrumpir en alabanzas del admirable Autor de la naturaleza, que tan vária, útil y hermosamente adornó, y preparó tal casa y tal despensa para   —278→   los hijos de los hombres, sin reparar su Magestad en nuestra ingrata correspondencia á su divina mano liberal, y aun pródiga para nosotros.

La causa de la multitud increible de pescado del rio Orinoco depende á mi ver del gran buque del mismo rio, y de las grandes lagunas á que se estiende, caños en que se divide, y multitud de caudalosos rios que recibe; todo lo qual ofrece conveniencia á los peces para sus crias, y pasto abundante para su manutencion; aunque creo que no todos comen, y que muchos solo necesitan del agua para vivir, crecer y multiplicar: consta del experimento hecho en Santa Fe de Bogotá por el Doctor Don Juan Bautista de Toro, quien en una redoma cristalina puso un pececillo, á quien jamás dió comida alguna, y solo le remudaba agua pura cada dia; con todo eso creció tanto, que llegó á no poder nadar en su corto y diáfano estanque. Es tanta la multitud de peces y de Tortugas, que la baba, excrementos y continua sangre que derraman, comiéndose e hiriéndose unos á otros, tengo por la causa principal, de ser el agua del Orinoco tan gruesa y de mal gusto como realmente lo es: lo qual sucede tambien en algunos rios de la Ungría, y se experimenta en las piscinas, estanques y criaderos de pescado, cuya agua, aunque entre clara, limpia y delgada, luego es todo lo contrario por la causa dicha de la multitud del pescado.

Lo que en esta materia causa mayor harmonía es la novedad de especies y figuras de pescados, tan diversos de los de nuestra Europa,   —279→   que ni aun las sardinas son de la figura ni del sabor de éstas. Lo mas, que al reparar bien en aquellos pescados, podemos decir, es: éste se parece algo á la trucha, aquel se asemeja algo al lenguado etc.; pero nadie podrá decir: éste es como tal de la Europa, con semejanza adequada. ¿pero qué mucho? quando es cierto que el pez, que allá se aviva en los rios de tierra fria, es totalmente diverso del de tierra caliente á bien que la cumbre en que estamos, por su altura, amenidad y buena sombra nos convida á divertir la vista. Y así reparen y verán en aquella ensenada quatro Canóas, que llevan los muchachos de la Doctrina, á boga arrancada; y sépase que es la cosa mas curiosa, y el modo mas raro de pescar que puede imaginarse; porque los peces llamados Bocachicos, Palometas, Lizas, Sardinas y otras muchas especies de pescado mediano saltan de suyo con tanta abundancia en las Canóas, que á no remar con tanta fuerza, y á no navegar con tanta velocidad, hundiera las Canóas la multitud que salta en ellas; porque cada especie de pescado tiene su temporada fixa para desovar; y á fin de lograr algunos huevos para su multiplicacion, los ha impuesto el Supremo Autor de la Naturaleza, en que dexadas sus madrigueras, busquen un raudal al propósito, en donde puestas las colas contra la corriente, sueltan la hueva, y abren al mismo tiempo sus agallas, para recoger en ellas los huevecillos que casualmente llegan, y estos únicamente se logran; siendo el resto pasto para los otros peces, cuya multitud al pié de dichas corrientes es inmensa, amontonándose una avenida de ellos sobre otras.   —280→   Pasan los muchachos ó adultos remando por encima de aquella multitud de peces; los quales, espantados con el golpe de los remos, saltan sobre el agua por todas partes para escaparse, y gran parte de ellos cae en las Canóas. Este modo de pesquería se practica tambien en el rio grande de la Magdalena, y gustan mucho de él los pescadores de la noble y rica Villa de Mompox.

No quiero decir por esto, que todo pescado desova al modo dicho; porque tengo bien observado, que los Codoyes y las Guavinas ponen la hueva donde no hay corriente arrimada á la barranca, y se dan maña de taparla con hojas y yervas, estando allí en centinela hasta que se avivan y salen los pececillos. El pez Mojarra, aun después de nacidos los acompaña á su lado hasta que están ya grandecillos; y los defiende con valor y vigilancia de los demás peces.

Quando suben estas avenidas de peces, que llaman ellos Cardúme y se ponen otros Indios á pié quedo en la orilla del Orinoco y de otros rios, y á todo su gusto flechan quantos quieren; porque la multitud de ellos, especialmente Payaras y Bagres, no da lugar á que yerren tiro. Estas Payaras en otros tiempos se pescan con otro modo singular, sin anzuelo ni flecha: solo atan reciamente en la extremidad de un palo un retazo de bayeta ó paño colorado, y toman carrera las Canóas á fuerza de remos, llevando otros los trapos levantados á cosa de una vara sobre el agua: da la Payara el salto, y con sus mismos colmillos, que son muy largos, se prende del trapo, y la atraen á la embarcacion, sin escape, ni remedio.   —281→  

Para los meses, en que Orinoco está crecido, no usan los Indios otra industria, que de unos fieros garrotes, y otros mas curiosos llevan sus lanzas: vanse á los Llanos baxos, adonde alcanza la creciente cosa de una vara de agua, allá sale toda especie de peces á divertirse y á comer, como fastidiados de haber estado tantos meses en el cauce del rio: allí se ven nadar entre la paja, y á todo su gusto los van aporreando los Indios, no como quiera, sino escogiendo: estos gustan de Bagre; aquellos de Cachama, los otros de Morcoto ó Payara: de todo hay, y para todos con una abundancia increible.

Todavía logran mas abundante y mas fácil pesca, quando el rio Orinoco va baxando y recogiendo las aguas que tenia esparcidas; porque entónces atajan con fuertes cañizos las retiradas, y queda innumerable multitud de peces á su disposicion, en muy poca agua. Pero la cosecha inponderable de pescado es en las lagunas grandes, adonde entran innumerables Tortugas y Bagres, de á dos y tres arrobas de peso: Laulaos, de diez á doce arrobas; y sobre todo innumerable Manatí, de á veinte y treinta arrobas cada uno. A éste llaman los Européos Baca Marina; se mantiene de la yerva que nace á las riberas de Orinoco; y en quanto éste empieza á llenar las lagunas sale á ellas para lograr pasto mas fresco y abundante; luego que empieza á baxar el rio, observan los Indios el sitio por donde forma canal el desague de la laguna, que han escogido para almacén de pescado (no se le puede dar otro nombre á la abundancia que allí encierran para muchos meses.) Concurre toda la gente del   —282→   Pueblo, forman estacas de largo competente, y muy gruesas, para que resistan á los golpes y avenidas de los disformes peces, que á tropas dan repetidos y casi continuos asaltos contra la estacada, buscando el centro del rio. Ponen las estacas bien clavadas y juntas, tanto, que dan paso al agua; pero no al pescado de primera magnitud, ni á las Tortugas: refuerzan su estacada con vigas fuertes, que atravesando la canal de barranca á barranca, hacen espalda á las estacas; y para mayor seguridad apuntalan con troncos firmes estas vigas, que sirven de atravesaños. Parecerá ocioso tanto trabajo; pero las avenidas de Manatíes, que porfian contra esta tapa, son tales y tantas, que el año que solo la refuerzan dos ó tres veces, es feliz. No es ponderable, ni cabe en la pluma expresar la multitud de peces grandes, que queda asegurada á la disposicion de los Indios; Podráse colegir por el que sacáron en la laguna de Guariruána en la grande persecucion de los Caribes del año 1735: juntáron los Misioneros en aquel Pueblo de San Ignacio de Guamos hasta noventa hombres de armas, para que juntos con los Indios hiciesen frente á los rebatos y avenidas de los Caribes, que habian protestado no volverse á sus tierras, sin destruir del todo nuestras Misiones: para lo qual, con arte diabólica cortáron los platanales, arrancáron los yucales, y pegáron fuego á las troges del maíz para hacer mas cruda guerra con la hambre que con sus armas, durante aquella total falta de maíz y yuca. El Bagre, Cacháma Morcoto, Laulan y Manatí asado servía de pan á los noventa huespedes y á los Indios del Pueblo, y el mismo pescado   —283→   servia guisado en ellas de vianda. ¡Excesivo consumo! pero llevadero, á vista de la laguna, que bien tapada, daba largo y sobrado abasto á todos cada dia, y todos los meses que se hubo de mantener la dicha Guarnicion. Todas las mañanas trahian dos lanchas cargadas de Manatí y otros pescados y Tortugas; y quando era menester, trahian por la tarde las lanchas con segunda carga, sin que este gasto tan grande hiciese diminucion conocida en dicha laguna; en tal manera, que llegado el tiempo de destapar las lagunas, para que el pescado que sobra se vuelva al rio, y no muera por falta de agua, se olvidáron los Indios de quitar la tapa de esta laguna; y quando se acordáron y fuéron, segun me aseguró, como testigo de vista, el Padre Bernardo Rotella, Misionero de los Guamos, halláron muertos mas de tres mil Manatíes, y otra grande multitud de pescado; porque no habiendo quedado sino media vara de agua, todo aquel á quien daba el Sol en el lomo, iba muriendo; y solo la inmensidad de Tortugas, que se contentan con poca agua, estaba dominante, y con ellas se fué manteniendo la gente mucho tiempo; de modo, que la abundancia de pescado y Tortugas del Orinoco apénas es creible á los que la ven y tocan con sus manos; ¿qué dirémos de los que esto leyeren?

Ni por eso dexan de pescar en los rios pequeños y arroyos, para variar de plato ó de divertimiento; dos especies de raíces crian para este propósito: la una llaman Cúna: crece al modo de la Alfalfa, y cria la raíz semejante á los nabos, ménos en el olor y sabor: uno y otro son tan molestos   —284→   para el pescado, que machacadas algunas raíces, y labadas en el agua, lo mismo es oler su actividad, que embriagarse y atontarse los peces; de modo, que con la mano los van pasando á sus canastos los Indios: el resto del pescado huye apresuradamente agua arriba y abaxo; los que tiran ácia arriba, se encuentran con una fila de Indios, que aporreando el agua con garrotes, los hacen revolver con los demas agua abaxo para su ruina; porque los mas se aturden con la fuerza de la Cúna. Los mayores, que corren mas, y tienen mayor resistencia, se encuentran con el rio atajado con un cañizo algo mas alto que el agua; topan, vuelven atrás, vuelven á encontrar con el olor de la Cúna, y redoblando la fuerza, dan un salto sobre el cañizo de la tapa, y caen sobre otro cañizo grande, que á espaldas de la tapa tienen prevenido los Pescadores; y así no hay por donde evadir la trampa. Esta es pesquería muy divertida, y de ordinario muy alegre para los Indios; porque á éste, un pescado al saltar, le da en la cara, al otro en las costillas: los restantes hacen trisca, y lo celebran con chacota, y luego les sucede lo mismo, de que se rien.

La otra raíz con que pescan á este mismo modo, se llama Barbasco: es del mismo color y hechura que el de un tronco de parra, y tiene tambien la fuerza de la Cúna.

Muy fácil y curioso es el otro modo con que las Indias pescan con Cúna: muelen el maíz cocido, y apartada una pelota de aquella masa, con la restante muelen una ó dos raíces de Cúna, hasta que se incorpora bien: vase al rio ó arroyo pequeño mas cercano, y va arrojando aquella masa, que no está inficionada: concurren á la golosina   —285→   gran cantidad de sardinas, lizas, codoyes y otros de aquellos peces medianos: ya que los tiene engolosinados, echa mano de la otra masa inficionada con Cúna, y entran sus hijitos en el agua quatro pasos mas abaxo del charco, cada qual con su cesto. Es gusto ver la brevedad con que coge pescado para toda su familia; porque va arrojando pelotcas á toda priesa, y con la misma las van tragando los pececillos, y con aquella píldora quedar borrachos, y sin movimiento todo es uno: la corriente los va llevando abaxo, y los chicos con mucha bulla y algazara los recogen; es por cierto modo raro de pescar, y fuera del útil que da, es rato divertido.

La destreza conque un Indio de Orinoco sale en su Canóa, sirviendo su muger de Piloto, clava un arpón al Manatí, y lo lleva al Puerto, es cosa admirable: la muger va remando; el marido va en pie, observando quando el Manatí se sobreagua para resollar: lo qual hace cada dos ó tres credos; y lo mismo es asomarse, que clavarle un recio arpón de dos lenguetas, el qual está prendido en una soga muy fuerte y larga, hecha de cuero de Manatí, que es mucho mas grueso que el cuero de Buey; la otra punta de la soga está atada en la proa de la Canóa: luego que el Manatí se siente herido, corre con la velocidad de un rayo, á veces una legua, á veces mas, llevando tras sí la Canóa; en la qual con ambas manos, y con mucho riesgo, se afianzan el marido y la muger: luego que paró el Manatí, le va llamando por la soga poco á poco el Indio, hasta que ya cercano reconoce el pez la Canóa, y emprehende segunda carrera con la misma velocidad, pero no   —286→   tan larga: llámalo por la soga segunda vez, y al acercarse, toma tercera carrera; en la qual infaliblemente se cansa y se sobreagua boca arriba, ya sin fuerza: entónces llegan con la Canóa, le abren el vientre, y luego que le entra agua por la herida, se muere. ¿Y ahora qué hacemos enmedio de un rio de una legua de ancho, con un Manatí de veinte, y aun de treinta arrobas, casi tan largo como la Canóa? ¿cómo, entre solos marido y muger, meterán dentro de la Canóa el Manatí, en sitio donde no hay fondo para afirmar los piés? la singular maniobra, que practican todos los dias, es de este modo: se arrojan ambos al agua: con los piés y la una mano nadan, y con la otra mano abocan el bordo de la Canoa, para que coja agua, hasta quedar casi llena. Entónces con gran facilidad rempujan la Canóa, y la ponen debaxo del Manatí, y tomando una vasija, llamada Tutúma, que para el caso cargan en la cabeza, encajada á modo de un gorro, empiezan á sacar agua de la Canóa, y al paso mismo que la desaguan, se va levantando y sobreaguando, y recibiendo en su hueco al Manatí; de modo, que acabada de agotar el agua de adentro, ya la Canóa recibió sobre sí el peso de todo el Manatí, quedando sobre el agua suficiente bordo para navegar: entónces el Indio sube, y sentado sobre la cabeza del Manatí, y la India sobre la cola, van bogando puesta la proa al Puerto, donde esperan ya los parientes del Pescador, y los que no lo son: y no hay hombre pobre, porque se reparte con gran liberalidad.

Es la figura del Manatí, ó Baca marina, muy irregular, y diversa de todo otro pescado: ya dixe   —287→   que se mantiene de la yerva y ramas que se crian á las márgenes del rio: la dentadura toda, y modo de rumiar, es propia de Buey: tambien son muy semejantes á los del Buey su boca y labios, con semejantes pelos á los que tiene tambien el Buey junto á la boca: en lo restante de la cabeza no se le parece; porque los ojos son muy pequeños y desproporcionados á su grande mole: sus oidos apénas se pueden distinguir con la vista; pero oye de muy léjos el golpe del remo: por lo qual los Pescadores bogan sin sacar el remo del agua, por no hacer ruido: no tiene el Manatí agallas, y así necesita sacar cada rato la cabeza para resollar. A distancia proporcionada de la cabeza tiene dos brazuelos anchos, á modo de una penca de Tuna: estos no le sirven para nadar, sino para salir á comer fuera del agua: quando está el rio baxo, va y vuelve muy despacio, y los Indios, y tambien los Tigres suelen caerles encima: baxo de dichos brazuelos tiene dos ubres con abundante leche, y muy espesa; luego que pare la hembra, (pare siempre dos, macho y hembra) se los aplica á las ubres; (el cómo, solo Dios lo sabe) y cogido el pezón, aprieta á sus dos hijos con ambos brazuelos contra su cuerpo, tan fuertemente, que aunque nada, brinca y salta fuera del agua con todo el cuerpo, jamás se desprenden las dos crias de los pechos de su madre, hasta que tienen dientes y muelas; entónces los arroja de sí, y van junto á ella aprendiendo á comer lo mismo que come su madre. Al nacer las crias, ya cada una pesa á lo ménos treinta libras: digo esto con toda certidumbre; porque habiendo pagado (como se acostumbra) á dos Pescadores, para   —288→   que me traxesen un Manatí, acertáron á traer una hembra preñada, que es quando están mas gordas: su tamaño era tal, que entre veinte y siete hombres, con sogas y palos no la173 pudiéron sacar de la lengua del agua, donde habian bolcado la Canóa los Pescadores, que ese es el modo de descargar. Viendo que las sogas se quebraban, y que trabajaban en vano, la mandé abrir, para que sacadas las entrañas, mas facilmente la traxesen á tierra: con el resto de las entrañas sacáron las dos crias, que pesadas por romana, cada una pesó arriba de veinte y cinco libras; y así, á todo seguro dixe, que quando nacen, ya pasan de á treinta libras cada una.

La piel ó el cuero ya dixe, que es mas recio y grueso que el de un Toro, y tiene en tal qual parte algunos pelos algo mas largos que los del Toro: su cola es de hechura contraria á la de todos los peces; porque estos la tienen de alto á baxo en forma de timón, y realmente les sirve de timón; pero la cola anchurosa del Manatí es á modo de un grande círculo, que da vuelta de la extremidad derecha del cuerpo á la izquierda, y de ordinario tiene una vara de travesía, y á veces mas por qualquiera parte que se mida. El grueso es correspondiente, y todo quanto contiene fuera de las ternillas en que remata el espinazo: todo lo demás del interior es grasa ó pura manteca: despues del cuero tiene quatro telas, dos de grasa, y dos de carne muy tierna y sabrosa: el olor, quando la están asando, es de Lechón, y el sabor de Ternera; las costillas son mas dobles y recias que las de un Buey; y entre la última juntura del pescuezo y el casco de   —289→   la cabeza, tiene una chocozuela redonda, del tamaño de bola de truco: este hueso es remedio experimentado contra fluxos de sangre, y para este efecto se busca y encarga con ansia. Del cuero forman rodelas los Indios para reparar las flechas en sus guerras. Un dia ántes que llueva, dan grandes saltos fuera del agua: véase á Herrera174.

Los Lauláos, que tambien son de estraña magnitud, y de carne muy sabrosa, caen en anzuelo, que hacen muy grande y recio para que no le rompan: despues que ha tragado el cebo y el anzuelo, le dexan dar tres carreras como al Manatí, para sacarle al seco despues de cansado. Los habitadores blancos del rio Apure atan la punta de la soga á la cola de un caballo, y la otra extremidad con anzuelo y cebo la arrojan al rio; y lo mismo es prenderse el Lauláu, que meter espuelas al caballo el ginete, que está esperando encima, y no detiene la carrera, hasta que está en la playa seca el Lauláu; y es buen lance; porque algunos de ellos pasan de doce arrobas para arriba.

La Curbináta es pescado mediano, el mayor llega á dos libras, y abunda mucho en el rio Orinoco: es de gusto suave y especial; pero por lo que grandemente se aprecia, es, por las dos piedras que cria en la cabeza, del tamaño de dos almendras sin cáscara: su color de perla fina, y   —290→   sus visos de nácar. En el mismo sitio donde debian estar los sesos (si los tubiera) allí se quaxan aquellas dos piedras, dividida la una de la otra con una membrana. Estas que llaman piedras de Curbináta, se buscan y se compran á qualquier precio por la singular virtud que tienen contra la retencion de la orina: sus polvos, en solo el peso de tres granos de trigo, tomados en una cucharada de agua ó de vino tibio, hacen correr la orina; pero se ha observado, que si no se guarda la dósis, y hay exceso en la cantidad de dichos polvos, se laxân de tal modo los músculos, que no se puede retener la orina.

Concluyamos este capítulo con otro modo de pescar tan peregrino, que el Padre Procurador Matías de Tapia, en el Memorial, que sobre las Misiones del Orinoco presentó al Rey nuestro Señor, le expresa como cosa muy singular, y omite los que yo llevo referidos175.

A poco mas de cinqüenta leguas de esta eminencia en que estamos, siguiendo agua arriba, se destroza este rio, en el raudal de los Adoles (del qual hablé ya)176, estrellando sus corrientes tres veces por otros tantos despeñaderos; en el último de los quales sobresale una peña llana, tan capáz, que en ella vive de asiento un Pueblo entero de la Nacion Adole (ó Atúre, segun su lengua). Allí todos se ocupan en la pesca, sin otro arbitrio para pasar la vida; pero no les falta grano, legumbres, frutas ni cosa alguna de las que componen   —291→   el corto menage de los Indios; porque las gentes comarcanas les traen todo lo necesario á trueque de pescado, que almacenan con grande copia despues de seco al calor del Sol y del fuego. El pez Cuero da horror por todas partes, y solo el estruendo con que se precipita tan caudaloso rio, aturde, y queda impreso en los oidos de los que han estado allí uno ó dos días; porque violentada el agua de los dos primeros precipicios, choca con notable furia contra esta elevada peña; la que, ó porque Dios la crió así, ó porque la continua y violenta fuerza de las corrientes las han abierto, tiene muchas canales y profundos boquerones por donde se precipitan muchos raudales, y con ellos grande multitud de peces grandes, medianos y pequeños, de notable variedad de especies. Para lograr la pesca han inventado unos canastos tan grandes y firmes, como requiere el furioso golpe de agua que reciben, y el peso gravísimo del pescado, que cae de cabeza con ella, con tanta mayor precipitacion, que la del herido del molino, quanto va de un rio formidable á una corta canal: texen dichos canastos ó nasas de un género de mimbres largos y correosos, llamados Bejucó, dándoles como dos varas de fondo, y vara y media de boca, con muchas asas firmes para las sogas, hechas á correspondencia de la máquina, del peso y del golpe que han de sufrir: llenos ya los canastos, los sacan, no sin industria, fatiga y riesgo; y en fin logran su trabajo.

De los Caymanes ó Cocodrilos, de otros muchos peces dañinos, y en especial de la sangrienta voracidad de los Guacaritos, trataré en la segunda   —292→   parte. Ahora veamos brevemente la mayor pesca del rio Orinoco, si pesca se puede llamar la de las Tortugas.




ArribaAbajoCapítulo XXII

Cosecha admirable de Tortugas que logran los Indios del Orinoco: huevos de ellas que recogen; y aceyte singular que sacan de dichos huevos


Es tanta la multitud de Tortugas, de que abunda el Orinoco, que por mas que me dilate en ponderarla, estoy seguro, que diré ménos de lo que realmente hay; y al mismo tiempo conozco, que no faltará alguno, que al ver ésta mi relacion ingénua, de lo que tan repetidas veces he visto experimentado y tocado con mis manos, me tenga por ponderativo; pero es cierto, que tan dificultoso es contar las arenas de las dilatadas playas del Orinoco, como contar el inmenso número de Tortugas que alimenta, en sus márgenes y corrientes. Del increible consumo que hay de ellas, se podrá inferir su multitud: á bien que la tarde está apacible, y todavía hay tiempo para ver, como todas las Naciones y Pueblos de los Paises comarcanos, y aun de los distantes, concurren al Orinoco con sus familias á lograr la que llamé cosecha de Tortugas; porque no solo se sustentan los meses que dura, sino tambien llevan abundante provision de Tortuga seca á la lumbre, é inmensa cantidad de canastos de huevos   —293→   tostados al calor del fuego; pero lo que principalísimamente atrae á las Naciones, es el logro del aceyte que sacan de los huevos de las Tortugas en cantidad excesiva, para untarse todo el año dos veces al dia, y para vender á otras Naciones mas remotas, que no pueden, ó por temor no quieren baxar al rio Orinoco.

Luego que al baxar dicho rio empieza á descubrir sus primeras playas por el mes de Febrero, empiezan á salir tambien las Tortugas á enterrar en ellas sus nidadas de huevos; primero salen las que se llaman Terecáyas pequeñas, que apénas tienen una arroba de peso: ponen éstas veinte y dos, y á veces veinte y quatro huevos, como los de gallina; pero sin cáscara: en lugar de ésta, estan cubiertos con dos membranas, una tierna y otra mas doble. Entre estas Terecáyas salen á poner tambien todas aquellas Tortugas, que el año antecedente no halláron playa para esconder la nidada, ó no les diéron lugar las otras Tortugas por su multitud. Estas Tortugas grandes, que en llegando á tener tres años, pesan dos arrobas sin falta, (como lo he experimentado yo con la romana) ponen cada una sesenta ydos, y de ordinario sesenta y quatro huevos redondos, mayores que los de las Terecáyas, y de membrana tan fuerte, que los Indios juegan con ellos á la pelota en las playas, y tambien apedrean con ellos por modo de juego: en cada nidada de éstas se halla un huevo mayor que los otros, y de él sale el macho, y el resto de la nidada son hembras. Al mismo tiempo empiezan á concurrir al Orinoco por todas partes avenidas de Indios de todas las Naciones dichas: forman sus   —294→   chozas pajizas los unos; otros se contentan con clavar palos, para colgar de ellos las redes en que duermen. Tambien concurren multitud de Tigres á voltear y comer Tortugas, que realmente vuelven fastidioso el paseo y regocijo de los Indios; y á la verdad, por mas cuidado que pongan, cada año se comen los Tigres algunos de aquellos pobres Indios, que no tienen otro modo de ahuyentarlos de noche, que con el fuego, que miéntras arde, espanta á los Tigres.

Las Tortugas, temerosas del Sol, que las suele su calor dexar muertas en las playas, salen á los principios de noche á poner sus nidadas; pero entrando mas el tiempo, es tanto el concurso de ellas, que una multitud que salió, impide el paso á que salgan otras innumerables, que con sola la cabeza fuera del agua, están esperando oportunidad para salir: y así luego que ven paso, salen á descargar de un golpe todos los huevos, cuya carga no pueden tolerar sin gran trabajo, sin reparar en el Sol y calor, que les cuesta á muchas la vida.

Tres cosas curiosas tengo reparadas en las nidadas de las Tortugas: la primera, que despues de cabar con gran trabajo el hoyo en que dexan de una vez todos los huevos, tienen grande industria en taparlos; de modo que por ninguna seña se pueda conocer que allí hay nidada; para esto dexan el suelo igual con lo restante de la playa; y para que la huella y señales que con los piés dexan en la arena, no sirva de guia, pasan una y muchas veces por encima del sitio de la nidada, y dan muchas vueltas al contorno, para confundir la señal; pero en vano; porque donde hay huevos,   —295→   como la arena quedó fofa, al pasar, se hunde el pie, y por esta seña se hallan los huevos á los principios; pero después, en la fuerza del poner todas, ya no hay que andar buscando; porque en los mismos arenales, en que pusiéron las primeras, ponen las segundas y terceras, y mas; tantas, y tanto, que al cabar éstas últimas é intermedias para poner los huevos, ya entre la arena sacan otros, y así todo queda inundado de huevos á montones: donde quiera que los Indios escarben, hallan con toda abundancia quantos quieren.

La segunda curiosidad que tengo observada, poniendo un palo clavado junto á la nidada recien puesta; es, que á los tres días cabales ya están no solo avivados y empollados los huevos, sino también se hallan los Tortuguillos fuera de los cascarones: ¡tanta es la fuerza del Sol y la intension del calor, que por sus rayos reciben aquellos arenales!

La tercera cosa que noté, es, que ya salidas de sus cáscaras las Tortuguitas, que son por entónces del tamaño de un peso duro, no salen de día fuera de su cueva: ya les avisó la naturaleza, que si salen de dia, el calor del Sol las ha de matar, y las aves de rapiña se las han de llevar: salen pues con el silencio y fresco de la noche; y lo que me causó mas admiracion, es, que aunque la cuevecilla de donde salen, esté media legua, ó mas, distante del río, no yerran el camino, sino que via recta se van al agua. Esto me causó tanta harmonía, que repetidas veces puse las Tortugas á gran distancia del rio, llevándolas cubiertas, y haciéndoles dar muchas vueltas   —296→   y revueltas en el suelo, para que perdiesen el tino; pero luego que se vehian libres, tomaban el rumbo derechamente al agua, obligándome á ir con ellas, alabando la providencia admirable del Criador, que á cada una de sus criaturas da la innata inclinacion á su centro, y modo connatural de llegar á él: ¡gran reprehension nuestra, que aun alentados de los eternos premios, y amenazados con imponderables castigos, apénas acertamos á tomar la senda derecha de nuestro último fin y centro de la Bienaventuranza, para que Dios nos crió!

Por este tiempo madrugan los Indios y las Indias; aquellos vuelcan quantas Tortugas quieren, dexandolas el pecho por arriba tan aseguradas, que no se pueden menear; porque aunque con manos y piés tiran á enderezarse, es tan alta su espalda, que ni con piés ni manos alcanza á tocar el suelo, para hacer fuerza é hincapié: luego las van cargando á sus ranchos, en donde quedan aseguradas, dexándolas volteadas al modo dicho: entre tanto las mugeres con sus hijos se ocupan en sacar y llevar canastos, así de huevos, como de Tortuguillos á los ranchos. De los huevos levantan formidables montones, y á los Tortuguillos mantienen en los mismos canastos, para que no se escapen al rio, como lo hacen todos quantos pueden; tambien caban la arena, y abren pozas al peso del agua del rio; y trasminada ésta hasta las pozas, descargan en ellas grandes cantidades de dichos Tortuguillos para ir comiendo; que á la verdad, cada uno es un buen bocado y sin hueso; porque hasta las mismas conchas son tiernas y sabrosas; y no es creible ni   —297→   reducible á guarismo la multitud de Tortuguitas tiernas, que cada una de tan innumerables familias come cada dia.

Pero mucho mayor es la cantidad de huevos que consumen, ya en la comida, ya en la fabrica del aceyte; tanto, que con ser el rio Orinoco tan grande y de primera magnitud, es dictámen de los prudentes y practicos de aquel Pais, que á no haber tan exôrbitante consumo de Tortugas, de Tortuguillos y de huevos, como llevo apuntado, fuera tal la multiplicacion y multitud de Tortugas del Orinoco, que se volviera innavegable, sirviendo de embarazo á las embarcaciones la multitud imponderable de Tortugas, que de tal inmensidad de huevos (si se lograran) habian de redundar en aquel grande rio; y yo soy del mismo parecer. Al modo que se escribe de Terra-Nova, que en sus mares cerca de la Pesquería del Banco, adonde tantas Naos concurren, se afirma haber tanta multitud de Bacallao, que á veces niega el paso á los Navíos, los estorba y retarda: tanto hay, que cada Pescador coge al dia quatrocientos Bacallaos177; vamos ya á ver como fabrican el aceyte, que como dixe, es su principal interés.

Laban las mismas Canóas en que navegan, las sacan á la playa, echan en ellas algunos cántaros de agua, y luego van labando canastos de huevos de Tortuga, hasta que no les queda pegado ni un grano de arena; y ya limpios, los van echando en las Canóas, dentro de las quales están los muchachos   —298→   pisándolos, del mismo modo que acá se pisan los racimos de ubas para extraer el mosto. Ya que las Canóas están suficientemente cargadas, se dexan descubiertas al batidero del Sol: toman calor las Canoas, el agua y los huevos que se han batido en ella, y á poco rato se sobreagua un licor muy sutíl y muy claro, que es lo olioginoso de los huevos, que lo son tanto, que á mi vista, y no sin maravillarme, he visto poner la sartén ó la cazuela seca al fuego, y ya que está bien caldeada, echan los huevos de Tortuga bien batidos, y al tocar la sartén ardiente, arrojan tanto aceyte de sí, que vasta para freir la tortilla, con el seguro de que jamás se pega, ni á la sartén, ni al barro de la cazuela.

Miéntras el calor del Sol va elevando aquel aceyte sutíl, ponen las mugeres cada una su cazuela grande al fuego: los Indios con conchas sutíles, y muy al propósito van extrayendo el aceyte de la superficie del batido de las Canóas; y trasponiéndolo á las cazuelas, en ellas, á la fuerza del fuego, hierve y se purifica; y si con las conchas tomáron algo de los huevos batidos, queda aquella parte crasa frita en el fondo de las cazuelas: lo qual hecho, van llenando gran numero de vasijas, que para ello traen prevenidas, de aquel aceyte bellísimo y puro, mucho mas claro que el aceyte de olivas, y también mas sutíl y delgado; lo qual experimenté delante de sugetos de toda graduacion, que no lo querian creer. De este modo llené medio vaso de aceyte puro de oliva, luego sobre éste añadí otro tanto aceyte de huevos de Tortuga: ¡cosa rara! luego empezáron uno y otro á dar vueltas de arriba á abaxo   —299→   en el vaso, qual arriba, y qual abaxo hasta que empezándose á mezclar por el centro, se confundiéron enteramente uno con otro, perdiendo ambos su color, y resultando un color albugíneo, al modo del que tiene la leche muy aguada, y paró aquella mútua contienda y movimiento. Sosegados ambos licores por espacio de media hora, y algo mas, empezó el aceyte de huevos de Tortuga á sublimarse, y á breve rato quedó sobre el aceyte de oliva, al modo que éste se mantiene sobre el agua, quedando uno y otro en su color natural como ántes; pero volvamos á la narracion.

Llegada la hora de comer, (aunque todo el dia están comiendo, por via de golosina, huevos y Tortuguillos) para entonces una sola Tortuga da tres abundantes platos, y muy diferentes, que dan largo pasto á la familia, por mucha que sea; porque rajada por ambos costados la Tortuga, la extraen cinco quartos, que son: cabeza y pescuezo, los dos piés, y los dos brazuelos de las manos, que han menester una olla de buen buque para que quepan. Antes de echarlos en la olla, les quitan unas grandes pellas de manteca tan amarilla, como las hiemas de los huevos (y ésta es otra ganancia, que llevan á sus casas, y muy considerable; porque la Tortuga que ménos, da dos libras de dicha grasa). Puesta ya la olla al fuego, el marido coge entre las manos la concha de la Tortuga, que corresponde á la espalda, y la muger la concha, que corresponde al pecho; y despues que cada qual pica bien la carne, manteca y gran cantidad de huevos, que quedan pegados á la concha, las mismas conchas sirven de olla, y   —300→   sin el menor riesgo de que se quemen: ántes que el potage esté á punto, las ponen en los fogones, con que tienen para principio el gigote, que se preparó en el pecho, muy sabroso y tierno; y hasta el mismo pecho les he visto comer; porque queda aquella concha178 muy penetrada de manteca, y tierna: luego se sigue el guiso ó picadillo de la concha principal: éste es un regalo, y se llama garapacho; no sé porqué. Y finalmente, entra en tercer lugar la olla, y todo se corona con abundante chicha, que llevan prevenida para toda aquella temporada; en la qual no es creible quanto engordan aquellas gentes, especialmente los muchachos y chusma, y con razon; porque el Padre Manuel Román, ya otra vez citado Superior actual de nuestras Misiones de Orinoco, me aseguró muchas veces, que habiendo nacido en Olmedo, y crecido en Valladolid y Salamanca, no echaba menos el rico Carnero de aquellos Paises á vista de las Tortugas del Orinoco: y esto mismo ohí tambien á otros Padres Españoles de aquellas Misiones.

Pero no para aquí la grangería y útil de los Indios; porque fuera de la inmensidad de los huevos que comen, y de los que consumen para su aceyte, forman tambien unos largos cañizos, donde puestos innumerables huevos al fuego manso y al calor del Sol, los ponen secos á modo de higos pasados, y despues llevan grande abundancia de canastos llenos de dichos huevos á sus casas; y para que se conozca la abundancia, por solo un cuchillo venden quatro canastos de estos huevos secos, que podrán tener hasta mil huevos.

Llevan tambien al fin del paseo tantas Tortugas,   —301→   quantas pueden sufrir las Embarcaciones sin hundirse; y para que vayan sujetas, ántes de embarcarlas, las atan fuertemente una mano contra otra, y del mismo modo las atan y travan los piés. De esta especie de Tortugas lo que me causó novedad, es, la multitud de huevos que cada una tiene dentro de sí; porque fuera de las sartas (que así están) que ha de poner este año, mas adentro tiene ya los que ha de poner en el otro casi del mismo tamaño; pero sin aquella tela ó membrana blanca que despues tienen: y para el tercer año tiene los que ha de poner, del tamaño de balas de mosquete: para el quarto, del tamaño de balas de escopeta: para el quinto, son á modo de municion gruesa; y á este modo en diminucion vamos á dar á una confusion de huevas como semillas de nabo, mostaza etc., que Dios solo sabe para quantos años tienen aquellos animales prevencion de crias.

Concluyo este capítulo con la útil cosecha de miel de abejas, que casi continuamente recogen los Indios del Orinoco. Es tanta la abundancia de enjambres, que no se halla palo hueco, árbol ni rama cóncava, donde no se halle colmena con abundante miel: la que sacan con facilidad, dando la puerta de las abejas, ó derribando y rajando el tronco sin temor de ellas, que no pican, ni gastan el aguijón de las de acá; y así luego vuelan, y se van á buscar otra rama hueca. Es tanta la miel que recogen, que por un cuchillo venden los Indios cinco frascos de ella despues de despumada y colada, y todavía abundara mas, si una especie de Monos pequeños ó Micos no persiguieran las colmenas. Se pone el Mico á la puerta,   —302→   y al salir y entrar, va pillando y comiéndose las abejas, hasta la última: despues, si puede meter la mano, no dexa panal en la colmena; y si no puede, mete la cola, y como sale untada de miel, se va saboreando con ella, hasta que ya la cola no alcanza mas, ni halla arbitrio para lograr la restante.

Ni á nosotros nos resta ya luz del dia, sino para baxar á la Mision de que salimos: vamos por estotro lado, que aunque es mas larga, es ménos pendiente la baxada: los Padres Misioneros ya nos estarán esperando: allá proseguirémos con nuestros discursos mas despacio: y tratarémos puntos y materias mas curiosas, y de mayor importancia.



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