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Igual que en las capueras

Gladys Carmagnola



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Premio José María Heredia, 1985
de la Asociación de Críticos y
Comentaristas de Arte de Miami
(ACCA)



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ArribaAbajo Prólogo

En treinta años de arar -igual que en las capueras/ en este irremediable menester/-, a veces con justificado entusiasmo, y otras decepcionada de plagas y sequías, he podido comprobar que en poesía, igual que en las capueras, no vale mucho la sola voluntad.

Me había prometido ya no divulgar este poemario, cuyos poemas fueron escritos entre 1980 y 1985, salvo unos pocos que datan de dos décadas atrás. Me había prometido también no incluir ni prólogo ni presentación alguna para los otros versos míos que llegaran a ser publicados alguna vez, no tanto por no molestar con mi pedido a quien tuviera que redactarlos, como por comprobar que cada uno de esos poemas fuera capaz de presentarse por sí mismo, sin muletas, sin explicaciones. Estaba decidida a cumplir estas promesas, exactamente hasta ahora.

Y heme aquí garabateando unas apresuradas líneas a modo de prólogo, sólo porque no me atrevo a presionar a nadie por uno, para hoy. Porque es ahora mismo cuando necesito compartir estas letras contigo. Y sé muy claramente por qué:

Porque aún significan para mí lo mismo que entonces estos poemas -sólo conocidos por la Asociación de Críticos y Comentaristas de Arte de Miami, y algunos hermanos de nuestro país-. Porque hay varios otros poemarios en mis cajones, que un día quizá exigirán la luz; pero no la verán, si depende de mí, antes que éste. Y, finalmente, porque la sangre campesina que me nutre quiere compartir estos versos contigo, igual que en las capueras se comparte la mandioca a la hora del buen tiempo.

Abril de 1989



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ArribaAbajoDedicatoria

He prometido -de viva voz y en público, con nombre y apellido- dedicar los poemas de este libro a mis hermanos en la poesía y a algunos amigos. Pero se me ha extraviado el ejemplar en el que anoté a quiénes mencioné en mi promesa Y la memoria no pudo retener lo que mi afecto sí debería. Opto entonces por consignar aquí los nombres de las personas a quienes originalmente dediqué los poemas, y los de aquéllas otras que respondiendo al llamado de mi cariño, retribuyéndolo con el suyo, o por solidaridad, me acompañaron en un momento concreto, especial, de mi vida. Sirva esta mención escueta de dedicatoria (alfabética, que no incluye familiares. Para aquéllos que no cito aquí, ya habrá otros poemarios):

A José-Luis Appleyard (a quien prometí dedicar un libro hace ya casi cinco lustros).

A Ángel Auad y Myriam Ayala,
José Antonio Bilbao,
Ricardo Caballero Aquino,
Raquel Chaves,
Ramón del Río,
Noemí Ferrari de Nagy y Renée Ferrer de Arréllaga,
María Eugenia Garay, Dora Gómez Bueno de Acuña (+),
Hedy González Frutos y Hermann Guggiari,
Gladys Luna de Rolón,
Meme Perasso y Francisco Pérez Maricevich,
Augusto Roa Bastos (a quien está dedicado «Palabra símbolo»),
Hugo Rodríguez-Alcalá (dueño de «Momento»)
Marta Rossi y Jesús Ruiz Nestosa (a quien dediqué «Motivos»),
María Elena Sachero, Enrique Sánchez Narváez,
Hill Witt.

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a la memoria de Don Carlos,
que fue feliz leyendo mis poemas,

y
a Cecilia y Julio.





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ArribaAbajoIndagación


AbajoMe pregunto
por qué este arar poemas
con tanta falta que hace arar
-con idéntico amor, con igual entusiasmo- en las capueras.

¿Quizá porque me nutro de los frutos  5
de esta siembra?

En realidad no importa
ignorar la respuesta
mientras haya quien pueda alimentarse
de la cosecha.  10

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ArribaAbajoPalabra-símbolo


ArribaAbajoTodo está organizado para el canto
desde que el mundo es mundo; y desde siempre
él pervive en la luz, el aire, el agua,
en los que aguarda insobornablemente
mientras llega la exacta voz humana  5
que lo libere.

Es mejor admitirlo: la palabra
vive aun cuando el labio la silencie;
está entre la mordaza enrojecida
de los hilos de sangre entre los dientes;  10
y al evadirse hasta encontrar el mundo
en el cual logrará fortalecerse,
es verbo-vendaval
y arrasará con todo lo que encuentre
-torrencial lluvia-sílaba-substancia  15
donde confluyen todas las especies-
para llegar a la raíz del canto
que por la voz se eleve
hasta auroras aún no amanecidas
de algún lugar acaso inexistente.  20

Reconozco los síntomas-oráculos
de la palabra-símbolo que a veces
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nos atrapa de pronto, sin permiso
en medio del trajín, tan de repente,
-con desatada furia, tempestuosa,  25
tenaz, insobornable, exigente-
que nada resta
sino darle albergue.

Así tiene que ser,
seguramente.  30

¿Quién osará amordazar el grito
que se le agolpa en la garganta, urgente,
y puja por salir a borbotones
por fin a la intemperie?

No yo.  35
Definitivamente.
Y sé que tú, amado augusto hermano,
lo comprendes.

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ArribaAbajoSudamérica


ArribaAbajoNosotros, moradores
de una pequeña patria cálida y morena
de vasto corazón
-sacrificada y ardorosa tierra-
somos antiguos anfitriones legítimos  5
de un corredor más ancho del planeta
en el que los volcanes y los cerros,
los ríos, las praderas,
son hermanos de bosques y de océanos,
de cataratas y de cordilleras.  10

Una patria donde el conquistador fundió su sangre
con la de guaraníes,
araucanos e incas,
aimaraes o quechuas,
y dio vida a una raza  15
que aletarga su espíritu de guerra
mientras lucha y trabaja
y se quebranta -suda y se desvela-
porque ama su mundo de maíz y café; de caña dulce;
de minas de metal; de yerba mate; de jazmín y madera;  20
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-raza que de justicia y libertad
aprendió a balbucear las ocho letras
y empecinadamente en su gramática
va ganando experiencia;
raza que no ignorante de la paz  25
que todo ser humano anhela
comprende ya que sólo el ser humano
sabe cómo adiestrar palomas mensajeras,
y denodadamente sigue
en la tarea-.  30

Nosotros somos hombres y mujeres de esa raza
de un rincón diminuto de la tierra
donde, por sobre toda religión,
idioma o frontera
hay un ideal de paz y de justicia  35
que cada uno de nosotros sueña
-un ideal que hoy es más que un himno
o un ondear esperanzado de banderas
en el dolido mástil de este sitio del mundo
que aún se llama corazón de América-.  40

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ArribaAbajoMomento


ArribaAbajoEstoy en el umbral de los presagios
y de los recuerdos.

Bajo la sombra del jacarandá cantan los grillos
y es su canción de amor sólo un remedo
empecinado, urgente, de mi canción,  5
porque tú estás tan lejos
y, aunque no te conozco, te recuerdo.

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ArribaAbajoMotivos


ArribaAbajoPorque se escapa el tiempo como un prófugo
tras del que, improvisados carceleros,
caeremos, como todos, fracasados,
en el antiguo, vano intento.

Porque parece tanto y tan profundo  5
lo poco que entendemos.
Porque conserva todo corazón
zonas de desamparo y de silencio
y a veces es oscuro, silencioso,
      solitario,  10
igual que un solitario, silencioso y oscuro cementerio

Porque hay sitios también deshabitados y oscuros
en este mundo que me vive dentro.
Porque a veces la cerrazón me oculta
la forma de los cerros  15
o me enceguece en su insolente brillo
el porfiado lucero.

Estos y otros muchos porqués me justifican
el salirte al encuentro
aprisionando esta substancia efímera y tenaz  20
-empecinado tiempo-
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para entregártela
enredada en la tenue maraña de unos versos
que te dicen: hermano:
Contéstame. Y juntos enfrentemos al silencio.  25

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ArribaAbajoLetanía


ArribaAbajo Regresarán los pájaros un día
a alborotar como hoy la parralera:
bullicioso ritual de primavera
para endulzar las uvas de la vida.

Regresarán los pájaros un día  5
libres como hoy a picotear la siembra,
diseminar su generosa ofrenda
y anidar en las ramas amarillas.

Regresarán los pájaros un día
(¿cuando no logre incorporar las vértebras  10
ni pueda ya mi voz acompañarlos?).

Siembren pues hoy de libertad mi patio
y que germine, igual que en las capueras.
Lo entenderán los pájaros un día.

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ArribaAbajo¿Crees en la poesía?


ArribaAbajo ¿Crees en la poesía disfrazada de luz,
de primavera, flores sin espinas
que desde un pedestal -mármol o lodo-
nos recrimina?

No contestes aún, hermano. Escúchame:  5
Yo creo en la poesía
que al mostrarnos la luz,
con ella nos envuelve e ilumina;
la que de los crepúsculos y sombras
jamás se olvida;  10
la que en flores y aromas nos embriaga,
y nos pincha.

Creo
en el supremo don de la poesía
que nace sin amarras y sin ídolos;  15
que llama a nuestra puerta como una leal amiga,
que entra en nuestro hogar,
se sienta a nuestro lado en cualquier silla
a compartir el pan
que nos legó el afán de cada día  20
si queda aún; si no,
se hace pan ella misma.
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Creo
en esa poesía
que vive con nosotros y dialoga  25
con palabras excelsas o sencillas:
poesía que consuela,
poesía que alimenta y acaricia,
poesía que sacude y acompaña
en la desesperanza o la alegría.  30

Creo, por sobre todo, en la palabra
que guarda entre sus sílabas
lo que no por razones idiomáticas
obligatoriamente se mutila.

Sí. Creo desde hace tiempo  35
en la entrelínea
-la que, para nosotros, de la muerte
arranca, y nos lo entrega, un retazo de vida-.

Ahora que me entiendes puedo oírte:
Hermano: ¿Crees en la poesía?  40

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ArribaAbajoCanción


ArribaAbajoLa canción tiene cuchillos
que hieren, hoy más que antes,
-mil puñales asesinos
a los que no acusa nadie-

cuchillos que desde el viento  5
con el filo de la tarde
apuñalan la palabra
y entre estertores y sangre
dejan una que otra lágrima
(¡Eso no me lo arrebaten!)  10

cuchillos que se refugian
cobardes, en cualquier parte,
mientras en el aire crece la canción
con letras que son cadáveres.

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ArribaAbajoAmetafórico


ArribaAbajo¿Será cierto, Señor?
¿En verdad fanatiza. lo poético?
Pues, la verdad, verdad,
yo no lo creo.

Si 21299 veces leo el mismo poema,  5
repito el mismo verso,
conjugo el verbo -arar-
en el mismo terreno
y a nadie daña esta cuestión de amor irremediable,
no me arrepiento.  10

Y tampoco me aburro:
la vida tiene tantos hermosos vericuetos,
sus ceremonias son tan diferentes,
tan cálidos o fríos sus chatos o elevados aposentos,
que siempre hay un lugar en el que mi albedrío  15
no necesita cortes ni remiendos.

Sin ditirambos; sí, Señor: sin ditirambos.
Sólo lo imprescindible, por supuesto:
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Ya talé mis metáforas casi en todo papel
y hasta pedí perdón por mis defectos,  20
por el área que ocupo sin permiso
y por tanta ternura sin empleo.

Y lo hice por escrito, nada menos.

¡Pero no, por favor:
si no me enorgullezco!  25

Sé que el subdesarrollo es doloroso:
hay sitios donde es fácil entenderlo:
no es cuestión de tractores ni semillas
-¿nadie encontró un arado en estos versos?

Y además del sudor,  30
la incomprensión jamás es lo de menos.

Pongo a hervir la mandioca (es heptasílabo).
Quédate a compartirla. Y conversemos.

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ArribaAbajoMediterraneidad


ArribaAbajo ¿Importa acaso una ribera de agua
cuando es de todos tanta inmensidad?

Cuidado, hermano; que si un arma atómica
existe, no es consecuencia de la mediterraneidad.

Y sin embargo duele.  5
De verdad.

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ArribaAbajoCuento


ArribaAbajo Había una vez
un león, valeroso, inteligente.
Se pasaba la vida
caminando amistoso entre la gente;
no alardeaba nunca  5
ni de ser generoso ni valiente.

Él podía ser así
porque realmente
era de virtuoso corazón
y de cerebro vivo y brazos fuertes.  10

Había una vez
(dos, 100000 veces)
un león que no existió
y me parece
que nunca existirá  15
porque los fuertes
que yo conozco aquí
son imprudentes
y se pasan la vida
-casi siempre-  20
alardeando de virtudes
inexistentes
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y podríamos arriesgarnos a llamarlos animales
simplemente.

Comencemos así:  25

Había una vez
(ya no sé cuántas veces)
voraces animales y dañinos insectos
mezclados, confundidos, inevitablemente
-si no será desgracia-  30
entre la gente.

¿Que cómo yo lo sé?
Porque el cuento sucede justo enfrente.

Y aunque tú no lo ves,
sé que lo entiendes.  35

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ArribaAbajoVergüenza


ArribaAbajo¿Qué puedo yo decir que no hayan dicho
mis hermanos mayores, de esta tierra?

¿Que la amo, tal vez, profundamente,
que a veces tengo miedo de quererla
de modo tal que prefiera el silencio  5
que ofenderla?

Ya sabes que el amor
toma formas sutiles, tan diversas,
que unos gritan y aplauden
mientras otros se esconden de vergüenza.  10

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ArribaAbajoOprobio


ArribaAbajoHombre de mi país, amado hermano,
compañero mío:
herederos nos llaman
de un destino
de ancestral dignidad que -¿qué ha pasado?-  5
¿ha quedado olvidada en los caminos?

Nosotros, los humanos,
estamos hechos para ciertos ritos
que -no; no por azar- por algo incluyen
voz y oración; y sueños; pan y vino.  10

Muchos, irrenunciablemente encaminados
hacia oscuros, secretos fetichismos,
trocaron ya sus sueños, la argamasa
más pura de sí mismos,
por papel o metal  15
(recuerdo aquí un relato revivido
con mi abuela, que hablaba solamente guaraní,
que siempre habrá de ser mi preferido
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y viene útil en un vano intento
de fuga o mimetismo).  20

Otros siguen aún los vericuetos
quiméricos que la verdad ha construido.
Su deber, más que nada, sigue siendo,
a mi modo de ver, sentirse íntegros.

¿Alcanzan vino y pan? Una oración  25
acostumbro a un oprobio repetido;
no todos saben del temor al fuego
que calcinó un hogar que alguna vez pudo haber sido;
y hasta quizá la voz sí resucite
bellos difuntos sueños de heroísmo.  30

Hermano: ayúdame. Si nada más se puede hacer,
oremos juntos: por ellos: por nosotros mismos.

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ArribaAbajoMea culpa


ArribaAbajoSé que hay más de un hombre caído de bruces,
envuelto en harapos,
en fríos, en fiebres,
en hambres, heridas
-en un vil rebozo de necesidad-.  5

Sé de manos trémulas que entre las tinieblas
no encuentran la mano
donde su cansancio pueda reposar.

También sé de puertas
siempre tan herméticas  10
que un llanto, una súplica,
enmedio de tanto bullicio
sólo son sonidos que a nadie interesan
y nadie abrirá.

Pero más conozco de labios cerrados.  15

-¿Palabras?
-Sollozos. (Palomas que nacen heridas y mueren
sin haber aprendido a volar).
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No es por ignorancia.
-¿Entonces por miedo?  20

No. No me preguntes de dónde me nace
esta cobardía que nadie confesó jamás;
esta cobardía que amarra mis brazos
cuando es imperioso aprender a abrazar;
esta cobardía que cierra mis ojos  25
cuando es necesario aprender a mirar;
¿esta cobardía que te pide auxilio
cuando debería salir a ayudar?
¿esta cobardía que sella mis labios
cuando es imperioso gritar?  30

Sí.
Gritar.

¿Comprendes qué frena mis manos, mi boca,
que no pueden dar?

Quédate conmigo y aprendamos juntos  35
cómo deletrear:

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ArribaAbajoLibertad


ArribaAbajoComo potros salvajes que galopan
hiriendo con sus cascos mis arterias,
van y vienen los sueños por mi sangre
que de pronto despierta
fantasmas ancestrales  5
qué gritan, que protestan,
exigen, sobresaltan,
empujan, apedrean.

Como potros salvajes que galopan
son los antiguos sueños que me pueblan.  10

Alguna vez quizá
destrozarán mis lindes y mis riendas
y saldrán a pastar el alimento
fundamental, producto de la siembra.

Alguna vez quizá. Pues ya no basta  15
que un hermano lo entienda.

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ArribaAbajoAlimento


ArribaAbajoDefinitivamente no:
amor no es eso:
de dar, como se arroja el bofe
a algunos perros.

Guárdatelo,  5
si lo que das es eso.
En realidad
prefiero
beberme el aire,
devorar el cielo,  10
y, por si hiciera falta,
tantear de postre un mínimo lucero.

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ArribaAbajoFotosíntesis


(Soneto vegetal)


ArribaAbajoTiene la tarde un raro no sé qué
de solapada angustia insoslayable
que se aferra a mi planta aún vulnerable
y succiona la savia de mi fe.

¿Aceptas la hojarasca que te dé?  5
¿Permites, mientras dure, que te hable?
Si nada humano es nunca perdurable,
acabará, y resucitaré.

Llega ya, fotosíntesis, milagro
y justificación de la naturaleza;  10
ejerce en mí tu ciencia vegetal:

haz que dé frutos este tronco magro;
revíveme en racimos de belleza,
resucita mi estirpe elemental.

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ArribaAbajoSurcos


ArribaAbajoPara estos pies de imperceptibles huellas y latidos
hay un pequeño surco bajo el sol,
con un molde de tierra, con semillas,
y una flor.

Por ellos comulgaron las blasfemias  5
con la más tierna forma del amor;
y bebieron del mismo cáliz tibio
el jazmín y lo negro del dolor.

Viajeros tercos -sentimiento en vilo-
andan y rezan siempre una oración  10
y solícitos tornan al erial
donde este corazón
con perceptibles huellas y latidos
ara y cultiva versos por orden superior.

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ArribaAbajoCuestión de amor


ArribaAbajoEn este afán de arar y sembrar sílabas
ya no indago por qué ni para qué.
Cuestión de amor, digámosle.
O de necesidad, podría ser.

Igual que en las capueras,  5
en este irremediable menester
-sea magra o abundante nuestra siembra-
dejamos, cuando menos, parte de nuestra piel.

Igual que en las capueras, la cosecha
no siempre sacia el hambre ni la sed.  10

Dios te bendiga, hermano, por creerme:
eres hombre de fe.

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ArribaAbajoHermano cósmico:


Arriba¿Qué idioma universal te ha dado vida?
¿Un gesto, igual que aquí, te hizo presencia?
¿En qué polvillo cósmico debates
tus sueños, tus angustias, tu impotencia?

Porque has de estar. Estás en algún sitio  5
rastreando una ruta hacia la tierra
mientras mi alma, vestida de metáforas,
otea una galaxia de la que tú no llegas.

¿Eres mendigo? ¿rey? En tu asteroide
¿hay condecoraciones y banderas?  10
¿Existen carpinteros, prestamistas,
músicos y poetas?

Escucha, camarada (oyes bien:
he usado la palabra en su acepción auténtica,
como diría «niño», «perro», «pájaro»,  15
sin temor ni muletas):
quiero saber, hermano, si en tu mundo
existe una respuesta:
satélites de idéntico linaje
¿necesitan de tubos? ¿de placentas?  20
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Si tu raza, también exploradora
de cualquiera minúscula evidencia
burla las avenidas del espacio
y llega a este planeta,
has de encontrarme en él -quizá en mi patio  25
entre hormigas, jazmines y madera-
con ansias de escucharte, y abrazarnos
en un cordón umbilical de estrellas.





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ArribaEpílogo

¿Qué puedo ahora decir que logre disipar el gusto amargo que no he podido evitar destile este poemario?

Quizá deba pedirte disculpas. Lo hago. Y espero que nadie necesite nunca más escribir un poema «Oprobio» o «Vergüenza» o «Libertad» o «Cuento» como único medio a su alcance de liberar su dolor y su impotencia ante la corrupción y la barbarie. Asumo mi dosis de responsabilidad en «Mea Culpa».

Asunción, Paraguay, abril de 1989.



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