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Imagen clínica e imagen poética: de las láminas de Rorschach a la imaginaria de Cambaceres (la creación de imágenes contemplada como test proyectivo de la personalidad). (1990)

Claude Cymerman





La idea de acercar imagen clínica e imagen poética nos vino hace unos quince años al comprobar cierta unidad o identidad en el desarrollo del proceso creador en un poeta y este mismo proceso en un individuo colocado frente a las láminas del test de Rorschach y obligado a hacer funcionar su actividad imaginativa y a dar rienda suelta a sus asociaciones.

Este test es un test de estudio de la personalidad elaborado por el psiquiatra suizo Hermann Rorschach entre 1911 y 1922. Lo dio a conocer, en su forma definitiva, poco antes de morir, después de haber investigado y experimentado sobre más de cuatrocientos pacientes normales o psicópatas y al comprobar que existía una relación entre algunos modos de interpretación de las láminas y algunos tipos mentales o afectivos. El test consiste en pedirle a un individuo que interprete diez manchas negras o en color, conseguidas al azar (y seleccionadas una vez por. todas) al verter tinta en medio de una hoja blanca a la que se dobla por el medio y aplasta de modo a extender la mancha y hacerla simétrica. El test se llama «proyectivo» porque se basa en la interpretación que da el que proyecta en las láminas sus impresiones, fantasías o fantasmas y en las conclusiones que puede sacar el psicólogo y experimentador sobre la personalidad del examinado.

Por supuesto que se nos puede oponer que, si el test de Rorschach es muy utilizado por los psicólogos y orientadores, tiene también sus detractores y que, además, la interpretación de un conjunto de manchas dista mucho de la de un texto literario. Concederemos de buena gana -es evidente- que la imaginación del individuo colocado frente a una lámina, la del que sueña -incluso despierto-, o la del escritor colocado delante de su hoja de papel, no procede de la misma naturaleza. Por lo tanto nos abstenemos de sacar conclusiones perentorias o definitivas o de postular el valor científico de las enseñanzas que se pueden sacar de los resultados del test de Rorschach aplicados a la imaginaria de un escritor. Pero pensamos que las proposiciones que emitimos pueden aceptarse como hipótesis de trabajo; que, por otra parte, nada se opone a que se introduzca en el análisis literario, que se zambulle en el inconsciente del escritor, un método de análisis psicológico experimentado en otro ámbito y susceptible de renovar o enriquecer una crítica que ha acudido ya a técnicas de exploración psíquica, tales como el psicoanálisis aplicado, la psicocrítica o el análisis temático.

El test de Rorschach se fija fundamentalmente en cuatro aspectos tocantes a la interpretación de las láminas: la localización de la interpretación (totalidad o sólo parte de la mancha), el factor determinante en la elección (forma, movimiento o color de lo representado), el contenido de las respuestas dadas (hombre, animal, planta, objeto, geografía, etc.) y la originalidad o trivialidad de la interpretación. De estos cuatro aspectos, nos atendremos tan sólo a los tres primeros, en primer lugar porque son los que corresponden a la evaluación de Rorschach, y en segundo lugar por la simple razón de que el cuarto implica un previo «étalonnage» que, si bien puede hacerse sobre un número constante y limitado de láminas, sería totalmente improcedente en el caso de la imagen poética, de por sí infinita en su poder creativo.

Empezaremos nuestra demostración por el tercer aspecto considerado, el contenido de las respuestas.

La obra de Cambaceres es, como sabemos todos, esencialmente narrativa, ya que consta de cuatro novelas, Potpourri, Música sentimental, Sin rumbo y En la sangre. Pues bien, a pesar de que no se trata de poesía, en el sentido estricto de la palabra, el número total de imágenes aparece considerable: entre cuatrocientas treinta y cuatrocientas cuarenta, de las cuales más de doscientas cincuenta son metáforas y más de ciento ochenta son comparaciones. Esta abundancia es ya, de por sí, sintomática: así como un gran número de respuestas al test (cuarenta o cincuenta con referencia a un promedio de veinte o treinta) señala en el examinado un alto nivel de instrucción, semejante magnitud de imágenes en nuestro autor parece reveladora de su extensa cultura y experiencia.

La imaginaria cambaceriana se fija en los principales aspectos del mundo y de la creación, en la tierra y el cosmos, en los elementos naturales y en los agentes atmosféricos y, sobre todo, en el reino vegetal y animal1. La importancia muy especial concedida por Cambaceres a las referencias zoomorfas merece que nos detengamos en ellas. Podemos atribuir esta predominancia a muchas razones, sin descartar forzosamente la interpretación psicoanalítica que quiere ver sobre todo ahí «la figura de la líbido sexual»2. Gilbert Durand observa -y su tesis encuentra confirmación en los testimonios de numerosos psicólogos y psicoanalistas- que «de todas las imágenes, son las animales las más frecuentes y las más comunes. Podemos afirmar que, desde la infancia, nada nos es más familiar que las representaciones animales»3. La causa reside, según él, en el hecho de que «la mitad de los títulos de libros para niños van dedicados a los animales». A los libros habría que añadir las mascotas y los juguetes de felpa. Y no nos olvidemos tampoco de los cuentos fantásticos propios de la infancia, en los que los animales más familiares o más extraños desempeñan el papel principal... Subrayemos por otra parte el hecho de que la determinación o la connotación del animal -familiaridad, movilidad, plasticidad, vida...- hace de éste un inductor de imágenes y de símbolos absolutamente privilegiado. De las cuatrocientas treinta o cuatrocientas cuarenta metáforas o comparaciones que hemos totalizado desde Potpourri hasta En la sangre, más de ciento cincuenta remiten a animales4, o sea, grosso modo, un treinta y cinco por ciento. Esta estadística, en el caso presente, no carece de interés. Rorschach estudió la frecuencia de las representaciones o interpretaciones zoomorfas en las láminas presentadas a los examinados. Pues bien: resulta que la proporción de imágenes zoomorfas incluidas en la narrativa de Cambaceres se acerca en forma sorprendente a las normas establecidas por el psiquiatra suizo:

«Rorschach -señala Jean Gobet5- ha comprobado que los individuos inteligentes, cultos o no, dan entre treinta y cinco y cincuenta por ciento deformas zoomorfas (en el total de respuestas). Un índice inferior a treinta y cinco por ciento se encuentra únicamente en los individuos dotados de imaginación, en los artistas. Un índice superior al cincuenta por ciento se encuentra en los individuos estereotipados de toda clase. Esas comprobaciones han llevado al autor a considerar el porcentaje de animales como la medida de la estereotipia del pensamiento».



Imaginemos ahora -a modo de hipótesis de trabajo- que Eugenio Cambaceres haya experimentado el test y dado un treinta y cinco por ciento de respuestas zoomorfas. ¿No deduciríamos de ahí que su psiquismo se sitúa en la frontera de la imaginación artística y del pensamiento estereotipado? Pues bien: es exactamente el caso. El estudio de su obra demuestra a la vez la riqueza cualitativa y cuantitativa de sus imágenes y el estereotipo de su imaginación que el mismo nos confirma al hablar de su «inteligencia plagiario»6. No podemos menos de comprobar la coincidencia que une las proporciones efectivamente observadas en Cambaceres y las que deberían observarse si se le aplicara al escritor el test de Rorschach. Estas coincidencias pueden ser fortuitas. Son de todas formas lo suficientemente sorprendentes y alentadoras como para incitarnos a estudiar el segundo aspecto del test, la localización de las respuestas.

Rorschach clasifica las respuestas, según su modo de aprehensión, en respuestas globales (las que aprehenden la totalidad de la mancha) o de detalle (las que abarcan tan sólo una parte de la misma). Si transponemos los datos del sistema de Rorschach a la imaginería cambaceriana, si, dicho de otro modo, sustituímos las representaciones sacadas de las manchas por las imágenes extraídas de la obra de nuestro autor, llegamos a conclusiones sorprendentes. Se deduce de los comentarios redactados por el mismo Rorschach o por los que han experimentados su test que los individuos que dan esencialmente respuestas globales (G) -siempre que se trate de formas correctas, lógicas y coherentes, sintéticas pero no sincréticas- son personas que se caracterizan por un pensamiento abstracto o una fuerte actividad asociativa o una gran imaginación, generalmente ambiciosas en cuanto a la calidad; al contrario, los que dan respuestas de detalle (D) son sobre todo espíritus prácticos, sin ambición intelectual. Para Loosli-Usteri, los individuos medianos dan una respuesta global por dos respuestas parciales. Señalemos que una evaluación que lleva sobre aproximadamente doscientas7 imágenes zoomorfas de Cambaceres, globales o parciales, da alrededor de ciento cincuenta de las primeras por cincuenta de las segundas (o sea una proporción de tres G por una sola D)8. Desde luego, semejante actuación en el test colocaría a nuestro autor entre los componentes de la élite que constituye la primera categoría. Ahora bien: conviene refrenar nuestro entusiasmo por la simple razón que es imposible establecer un paralelo riguroso en el caso presente, ya que la localización se entiende con respecto a la mancha enseñada (y no a su interpretación) mientras que, en la obra literaria, la localización apunta directamente a lo imaginado. Pero, así y todo, la magnitud de imágenes globales es significativa. Nos confirma que, si bien no es un típico imaginativo, Cambaceres, gracias en particular a su inteligencia sutil y a sus extraordinarias dotes de observación, es capaz de una «fuerte actividad asociativa». Comprobamos por lo tanto que la similitud entre los resultados logrados por la transposición del test de Rorschach y el conocimiento que la biografía nos ha dado de nuestro escritor es, ahí también, extraordinariamente sorprendente y de lo más alentadora. Como para incitarnos a examinar la tercera y última utilización posible del test, la referente al determinante.

Rorscharch ha clasificado las personas sometidas al test según el «tipo de resonancia íntima» (o sea: el tipo de carácter y de comportamiento), determinado por la relación existente entre la frecuencia de las respuestas kinestésicas (K)9 y la de las respuestas cromáticas (C).

La clasificación establecida por el psiquiatra suizo distingue, grosso modo, cuatro tipos de individuos: el tipo «coartado», o «coartativo», que casi no da imágenes de movimiento o de color, el tipo «introversivo», en el que la kinestesia prevalece netamente sobre el cromatismo, el tipo «extratensivo», donde es el cromatismo el que predomina sobre la kinestesia, en fin el tipo «ambiecual», en el que las imágenes kinestésicas y cromáticas son muy numerosas. Un estudio de las imágenes cambacerianas, bajo el doble aspecto del movimiento y del color, demuestra muy claramente el predominio de las imágenes kinestésicas sobre las cromáticas10, definiendo a nuestro escritor -siempre en el marco de una extrapolación de los datos del test en el ámbito literario- como perteneciente al tipo introversivo. Ahora bien: ¿cómo define Rorschach este tipo con relación a su contrario, el tipo extratensivo? El introversivo se caracteriza por:

  • una inteligencia más diferenciada;
  • una mayor productividad personal;
  • una vida más orientada hacia el interior;
  • una afectividad más estabilizada;
  • una menor capacidad de adaptación a la realidad;
  • un contacto más intensivo que extensivo;
  • una motilidad mesurada, más estabilizada;
  • un comportamiento desmañado, cierta torpeza11.

En síntesis, el predominio de las imágenes kinestésicas refleja la introversión creadora (mientras que la preponderancia de colores traduce la extratensividad reproductora)12. Este conjunto de características corresponde precisamente a lo que de Cambaceres conocemos por el estudio de su biografía, o sea, una inteligencia profundamente original, si bien no es exactamente imaginativa, un temperamento introvertido, una estabilidad sentimental, una débil capacidad de adaptación a la realidad, un contacto «intensivo» por la riqueza del sentido de la amistad, un comportamiento a menudo torpe, como él mismo lo reconoce. Sin duda nos resulta difícil demostrar la motilidad «mesurada» de nuestro autor, pero hay que reconocer que, en lo esencial, los informes aportados por la biografía y por la aplicación a las imágenes de los principios del test de Rorschach se respaldan y se confirman mutuamente.

Insistimos en la fragilidad de nuestra hipótesis que pudimos elaborar tan sólo a partir de la narrativa de Eugenio Cambaceres. Necesita obviamente, para cobrar una respectabilidad y una credibilidad científicas, apoyarse en más obras literarias y, porque la poesía es un eterno y fecundo crisol de imágenes, en la creación de nuestros mejores poetas. Pero creemos en la validez de este postulado y esperamos que otros contribuyan en el futuro a demostrar su fundamento.






Bibliografía

  • ANZIEU, Didier, Les méthodes projectives, Paris, PUF, 1976.
  • BECK, Samuel, Le test de Rorschach (2 vols.), Paris, PUF, 1967-68.
  • BEIZMANN, Cécile, Livret de cotation des formes dans le Rorschach, Paris, Editions du Centre de Psychologie Appliquée, 1966.
  • BOHM, Ewuald, Traité du psychodiagnostic du Rorschach (2 vols.), Paris, PUF, 1955.
  • CAMBACERES, Eugenio, Obras completas, Santa Fe, Castellví, 1956.
  • GOBET, Jean, Les tests démystifiés, Paris, Aubier-Montaigne, 1976.
  • LOOSLI-USTERI, Marguerite, Manuel pratique du test de Rorschach, Paris, Hermann, 1976.
  • RAUSCH DE TRAUNENBERG, Nina, La pratique du Rorschach, Paris, PUF, 1970.
  • RORSCHACH, Hermann, Psychodiagnostic (Planches), Berne, Ed. Hans Huber [s. d.]
  • RORSCHACH, Hermann, Psychodiagnostic, Paris, PUF, 1947.


 
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