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51

R. Darío, Páginas de Arte, en O.C., Madrid, Afrodisio Aguado, 1959, p. 140.

 

52

O. Paz, «El caracol y la sirena», en Cuadrivium, México, Joaquín Mortiz, p. 22.

 

53

M. Zambrano, Filosofía y poesía. Universidad de Alcalá de Henares, Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 33.

 

54

Erasmo de Rotterdam, Elogio de la locura, Madrid, Alianza Editorial, 1984, p. 98.

 

55

Fue publicado en una edición especial que se ofrecía dentro de las páginas de La Nación en 1910, y con «otros poemas», en Madrid, 1914.

 

56

O. Paz, ob. cit., p. 54.

 

57

En «Del chorro de la fuente», Poesías completas, ed. cit., II, p. 1126.

 

58

E. Perus, «La práctica poética de Rubén Darío», en Literatura y sociedad en América Latina: el modernismo, México, Siglo XXI, 1976, p. 138.

Una valoración filosófica del esfuerzo dariano nos llevaría a recordar con J. Luis Villacañas que para M. Foucault, partiendo de Heidegger, «el discurso tiene una verdad interna en la expresión que produce. Esta verdad -he aquí un elemento freudiano- tiene que ver con el deseo humano: lo relaja, lo reduce, lo realiza o lo expresa, lo descubre o lo libera». Pero asimismo, «el discurso, como flujo de emisiones, de enunciados, de expresiones, es un río flotante y dichoso en el que el individuo navega, consciente de su transitoriedad, aceptando el destino de su desaparición» (J. L. Villacañas, «La metafísica, crisis y reconstrucciones», Boletín informativo, nº. 272, Madrid, F. Juan March, agosto-septiembre 1997, p. 13).