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Inscripciones romanas de Mérida

Emil Hübner





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La epigrafía Emeritense, há mucho tiempo abandonada, últimamente ha sido casi fundada de nuevo por el inteligente celo del ilustre académico D. Fidel Fita. Y no bien se publicaron sus importantes adiciones á la serie un día muy numerosa, pero ya asaz disminuída, de las inscripciones romanas de Mérida, ocurrió el feliz hallazgo de los Sres. D. José Ramón Mélida y D. Antonio Vives. Cuatro lápidas Emeritenses, que se creían perdidas, y una Caparense, acaban de parecer de nuevo en el castillo de las Navas del Marqués. Además, en el mismo lugar se encontraron cuatro antiguas lápidas, hasta hoy completamente desconocidas, todas al parecer de la misma procedencia.

1. La primera de las Emeritenses ya conocidas es la núm. 470 del C.I.L. II, cuyo texto, como el de las cuatro siguientes, fué copiado á mediados del siglo XVI por el cronista Florián Docampo y un viajero alemán, Nicolás Mamerán, correctamente, como ellos solían, pero sin observar, al menos en los libros impresos y manuscritos que subsisten, las ligaturas de letras y el carácter elegantísimo de la escritura epigráfica, que es la del principio del siglo II de nuestra era, ó de la época del emperador Trajano.

Inscripción latina

Veneri Victrici L. Cordius Symphorus medicus sacr(um) ex voto.



Un médico de origen griego, como lo indica su nombre Símforo, dedica un pedestal, quizá con estatua de mármol, á la Venus vencedora, ó sea la Victoria -porque la misma divinidad se invocaba bajo los dos apellidos Venus Victrix y Victoria- cuyo   —466→   símbolo, el águila de Júpiter, se observa gallardamente esculpida, y un día quizás pintada á colores vivos, en el frente del pedestal bajo el texto epigráfico.

2. De la grande y magnífica inscripción del teatro de Mérida, cuyas ruinas subsisten, aunque en estado deplorable y de día en día más decadente, y que, puesta sobre el epistilio de la entrada principal, conmemoraba la restauración del edificio, erigido sin duda por Augusto ó uno de sus sucesores inmediatos, verificada por el emperador Adriano en el año 135 de nuestra era, un solo pedazo fue salvado, por su translación al castillo de las Navas, de la destrucción en que perecieron los demás. En este fragmento, copiado en el siglo XVI por Miguel Angel Acursio y Florián Docampo, y señalado bajo el núm. 478 k en el C.I.L. II, se lee, en letras grandes y elegantes, parte de la palabra

inCENDIO

indicando así la casualidad, que ocasionó el derribo y la restitución del edificio.

3. El núm. 496 del C.I.L.II, copiado solo por Florián Docampo, es la piedra sepulcral, en letras elegantes de fines del siglo II, época de Antonino Pío ó Marco Aurelio, de un negociante de perlas octogenario, establecido en su vida en Mérida, testigo elocuente del bienestar de los habitantes de la colonia romana á orillas del Guadiana, y dice:

Inscripción latina

D(is) M(anibus) s(acrum) Silvanus Aristaei fil(ius) ann(orum) LXXX, margaritarius, Pr[ot]is lib(erta) et heres patrono bene mer(enti) [f(aciendum)] c(uravit). H(ic) s(itus) e(st). S(it) t(ibi) t(erra) l(evis).



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A principios del renglón 5, y en medio de la palabra PR..IS, hay un hueco, efectuado tal vez en época reciente, en el cual perecieron dos ó tres letras á lo más, que se pueden suplir con alguna probabilidad hasta formar el nombre griego de la liberta y heredera del difunto, que fué Protis. Con el de su padre Aristeo indica que también Silvano era de estirpe griega, como lo eran generalmente los negociantes de esta clase en aquella época.

4. El núm. 578 del C.I.L. II, copiado antes por el viajero italiano Miguel Angel Acursio, secretario que fué de dos príncipes de Brandenburgo en la corte de Carlos V, y por Florián Docampo, cipo sepulcral con letras delgadas, que imitan la escritura pintada, y son también del siglo II, sólo se recomienda por la indicación de la patria del difunto, que fué la ciudad lusitana Salacia, cognominada urbs imperatoria, la moderna Alcacer do Sal en Portugal (C.I.L. II, p. 7 y en el Suplemento, p. 802). Mérida se distingue por haber sido domicilio de vecinos de muchos pueblos de la Bética y de la Lusitania. El texto es:

Inscripción latina

D(is) M(anibus) s(acrum). L. Licinius Fundanianus Salaciensis ann(orum) LXX; Mummía Modestina uxor marito pientissimo fecit sub cura P(ompeii) Albiciani Sal(aciensis). H(ic) s(itus) e(st). S(it) t(ibi) t(erra) l(evis).



5. El gran cipo Caparense núm. 813 del C.I.L. II, copiado ya por los mismos doctos que copiaron el número precedente, Acursio y Docampo, y además por el español Gaspar de Castro, uno de los más inteligentes y fidedignos entre los epigrafistas del siglo XVI, escrito en letras tan claras y elegantes, también del siglo II, que no pudieron errar copiándolo hombres tan doctos, fué   —468→   puesto por una nieta, Coccia Severa, hija de un Celso, á su abuela Avita, hija de un Moderato, á causa de su recepción como ciudadana en el municipio de Capera, correspondiente á la hodierna Caparra, mientras la nieta era natural de Norba, que es hoy Cáceres (C.I.L. II, páginas 81 y 825). La abuela costeó el pedestal de la estatua, que antes de transladarse al castillo de las Navas existió en la pared de la iglesia de Santa María de Oliva, próxima de Caparra, y tal vez también la estatua misma. El texto, interesante por las indicaciones sobre la estimación atribuída al derecho de vecindad que contiene, es este:

Inscripción latina

Avitae Moderati filiae aviae, ob honorem quot (así está escrito, en lugar de quod, que es lo más correcto) civis recepta est Caperae, Coccia Celsi fil(ia) Severa Norbensis, cura et impensa Avitae Moderati (aquí se omite el filiae), aviae suae, posuit.



Puntos no hay, con excepción de los renglones 2 y 6, antes y después de la palabra filiae.

Interesante y útil como es el haber parecido de nuevo estas inscripciones ya conocidas, mucho más precio tienen las cuatro nuevas inscripciones descubiertas por los Sres. Mélida y Vives. A pesar de que no hay testimonio indisputable sobre su procedencia, de tres de ellas casi no se puede dudar que son de origen Emeritense, aunque respecto de la última no es tan fácil la demostración;   —469→   de suerte que todas ellas pueden atribuirse con mucha probabilidad á la colonia Emeritense.

6. La primera es base de mármol, con inscripción dedicatoria al emperador Nerón, del año 61 á 62 de nuestra era, como lo indican los títulos del emperador, esculpida esmeradamente, pero no concluída, como demuestran la gracilidad y poca profundidad del grabado, la falta de puntos, omitidos sin duda sólo por el grabador, la falta en el último renglón, de la línea transversal sobre la cifra IIII, y el haberse sólo principiado, no terminado la misma línea transversal sobre la cifra VIII, y sobre todo la laguna en el mismo renglón, en que nunca han estado letras; ha de suplirse con necesidad la palabra COS. Además, el texto no ofrece dificultad y dice:


NERONI CLAVDIO
CAESARI AVG GERM
PONTIF MAX TRIB POT
VIII IIII IMP VIII PP

Neroni Claudio Caesari Augusto Germanico, pontif(ici) max(imo) trib(unicia) pot(estate) VIII (octava), [cos] (consuli) IIII (quartum), imp(eratori) VIII (octavum), p(atri) p(atriae).



Como la inscripción no fué concluida, así tampoco se picó, después de su muerte, el nombre de Nerón, tonto generalmente se hizo.

7. La lápida sepulcral de la consorte de uno de los procuradores del emperador en la provincia Lusitania, altos funcionarios de dignidad ecuestre, ya representados en las inscripciones Emeritenses (C.I.L. II, núm. 489), y no fáciles de encontrarse fuera de la capital de la provincia. Dice así:

Inscripción latina

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D(is) M(anibus). Lebisiniae Auges P. Cussius Phoebianus, proc(urator) Aug(usti), maritus, et M. Iulius Verianus filius.



Las letras son del siglo II y se asemejan á las pintadas. El nombre gentilicio de la mujer Lebisinia Auge resulta enteramente nuevo y tiene carácter peregrino, no pudiendo fijarse si es de origen ibérico, céltico ó tal vez africano. Como el hijo M. Julio Veriano no tiene el gentilicio de P. Cussio Phoebiano, era hijo de un primer matrimonio contraído por su madre con un Julio.

8. Lo mismo que los procuradores de la provincia, así los tabularios, ó sean los jefes del oficio del procurador, no faltan en los epígrafes Emeritenses (C.I.L. II, núm. 485 y 486). Aurelio Rufo era, como su nombre parece indicar, un liberto del emperador Marco Aurelio, ó de uno de sus sucesores, Lucio Vero ó Cómodo. El carácter de las letras corresponde cabalmente al final del siglo II ó principios del III. El texto dice:

Inscripción latina

Aur(elio) Rufo Tabul(ario) provinc(iae) Lusit(aniae) rat(ionis) pat(rimonii); vixit ann(os) XXXIV m(enses) XI d(ies) XIII. Aur(elius) Festus frater fac(iendum) cur(avit). H(ic) s(itus) e(st). S(it) t(ibi) t(erra) l(evis).



Contra la costumbre, puntos son puestos al final de los renglones 1, 2, 3.

9. La última inscripción de esta serie es una sepulcral sencilla, que no contiene nada de particular con excepción de la forma Elpidu, puesta erradamente en lugar de Elpidi ó tal vez por Elpidus, Elpidis. Las letras son buenas, del principio del siglo II. El texto dice:

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Inscripción latina

D(is) M(anibus) s(acrum). Flaviae Elpidu benemerenti Marc(ius) Urbicus.



Estas cuatro lápidas (6-9) han quedado completamente desconocidas desde el siglo XVI hasta que, por una casualidad, en nuestros días han vuelto á parecer. ¿Cuántas más deben haber perecido por la incuria y el abandono con que, durante siglos enteros, las obras del arte antiguo se miraron?





Berlín, Noviembre de 1894.



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