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Inundación Castálida

Sor Juana Inés de la Cruz

[Nota preliminar: edición digital a partir de la de Madrid, Juan García Infanzón, 1689, y cotejada con la edición crítica de Georgina Sabat de Rivers, Madrid, Castalia, 1982, cuya consulta resulta imprescindible para la correcta valoración crítica de la obra. Hemos seguido los criterios de fijación textual de la misma, así como los de puntuación y actualización ortográfica (véanse pp. 83-86 de la citada edición). ]

A la excelentísima señora condesa de Paredes, marquesa de la Laguna, enviándole estos papeles que su excelencia la pidió y pudo recoger soror Juana de muchas manos en que estaban, no menos divididos que escondidos como tesoro, con otros que no cupo en el tiempo buscarlos ni copiarlos

   El hijo que la esclava ha concebido,

dice el derecho que le pertenece

al legítimo dueño que obedece

la esclava madre, de quien es nacido.

   El que retorna el campo agradecido,
5

opimo fruto, que obediente ofrece,

es del señor, pues si fecundo crece,

se lo debe al cultivo recibido.

   Así, Lisi divina, estos borrones

que hijos del alma son, partos del pecho,
10

será razón que a ti te restituya;

   y no lo impidan sus imperfecciones,

pues vienen a ser tuyos de derecho

los conceptos de un alma que es tan tuya.

Ama y señora mía, besa los pies de vuestra excelencia,

su criada

Juana Inés de la Cruz.
15


Procura desmentir los elogios que a un retrato de la poetisa inscribió la verdad, que llama pasión

   Este, que ves, engaño colorido,

que del arte ostentando los primores,

con falsos silogismos de colores

es cauteloso engaño del sentido;

   éste, en quien la lisonja ha pretendido
5

excusar de los años los horrores,

y venciendo del tiempo los rigores,

triunfar de la vejez y del olvido:

   es un vano artificio del cuidado,

es una flor al viento delicada,
10

es un resguardo inútil para el hado,

   es una necia diligencia errada,

es un afán caduco y, bien mirado,

es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.


Resuelve la cuestión de cuál sea pesar más molesto en encontradas correspondencias, amar o aborrecer

   Que no me quiera Fabio, al verse amado,

es dolor sin igual en mí sentido;

mas, que me quiera Silvio aborrecido,

es menor mal, mas no menor enfado.

   ¿Qué sufrimiento no estará cansado
5

si siempre le resuenan al oído,

tras la vana arrogancia de un querido,

el cansado gemir de un desdeñado?

   Si de Silvio me cansa el rendimiento,

a Fabio canso con estar rendida;
10

si de éste busco el agradecimiento,

   a mí me busca el otro agradecida:

por activa y pasiva es mi tormento,

pues padezco en querer y en ser querida.


Prosigue el mismo asunto, y determina que prevalezca la razón contra el gusto

   Al que ingrato me deja, busco amante;

al que amante me sigue, dejo ingrata;

constante adoro a quien mi amor maltrata;

maltrato a quien mi amor busca constante.

   Al que trato de amor, hallo diamante,
5

y soy diamante al que de amor me trata;

triunfante quiero ver al que me mata,

y mato a quien me quiere ver triunfante.

   Si a éste pago, padece mi deseo;

si ruego a aquél, mi pundonor enojo:
10

de entrambos modos infeliz me veo.

   Pero yo por mejor partido escojo,

de quien no quiero, ser violento empleo,

que de quien no me quiere, vil despojo.


Continúa el asunto, y aun le expresa con más viva elegancia

   Feliciano me adora, y le aborrezco;

Lisardo me aborrece, y yo le adoro;

por quien no me apetece ingrato, lloro,

y al que me llora tierno, no apetezco.

A quien más me desdora, el alma ofrezco;
5

a quien me ofrece víctimas, desdoro;

desprecio al que enriquece mi decoro,

y al que le hace desprecios, enriquezco.

   Si con mi ofensa al uno reconvengo,

me reconviene el otro a mí, ofendido,
10

y a padecer de todos modos vengo,

   pues ambos atormentan mi sentido:

aquéste con pedir lo que no tengo,

y aquél con no tener lo que le pido.


Enseña cómo un solo empleo en amar es razón y conveniencia

   Fabio, en el ser de todos adoradas,

son todas las beldades ambiciosas,

porque tienen las aras por ociosas

si no las ven de víctimas colmadas.

Y así, si de uno solo son amadas,
5

viven de la fortuna querellosas,

porque piensan que más que ser hermosas,

constituye deidad el ser rogadas.

   Mas yo soy en aquesto tan medida

que en viendo a muchos, mi atención zozobra,
10

y sólo quiero ser correspondida

   de aquél que de mi amor réditos cobra;

porque es la sal del gusto el ser querida,

que daña lo que falta, y lo que sobra.


Quéjase de la suerte: insinúa su aversión a los vicios, y justifica su divertimiento a las Musas

   En perseguirme, mundo, ¿qué interesas?

¿En qué te ofendo, cuando sólo intento

poner bellezas en mi entendimiento,

y no mi entendimiento en las bellezas?

   Yo no estimo tesoros ni riquezas;
5

y así, siempre me causa más contento

poner riquezas en mi entendimiento,

que no mi entendimiento en las riquezas.

   Yo no estimo hermosura que, vencida,

es despojo civil de las edades,
10

ni riqueza me agrada fementida,

   teniendo por mejor en mis verdades,

consumir vanidades de la vida

que consumir la vida en vanidades.


Muestra sentir que la baldonen por los aplausos de su habilidad

   ¿Tan grande, ¡ay hado!, mi delito ha sido

que por castigo de él, o por tormento,

no basta el que adelanta el pensamiento,

sino el que le previenes al oído?

   Tan severo en mi contra has procedido
5

que me persuado de tu duro intento,

a que sólo me diste entendimiento

porque fuese mi daño más crecido.

   Dísteme aplausos para más baldones,

subirme hiciste para penas tales;
10

y aun pienso que me dieron tus traiciones

penas a mi desdicha desiguales

porque, viéndome rica de tus dones,

nadie tuviese lástima a mis males.


Escoge antes el morir que exponerse a los ultrajes de la vejez

   Miró Celia una rosa que en el prado

ostentaba feliz la pompa vana,

y con afeites de carmín y grana

bañaba alegre el rostro delicado;

   y dijo: Goza sin temor del hado
5

el curso breve de tu edad lozana,

pues no podrá la muerte de mañana

quitarte lo que hubieres hoy gozado.

   Y aunque llega la muerte presurosa

y tu fragrante vida se te aleja,
10

no sientas el morir tan bella y moza:

   mira que la experiencia te aconseja

que es fortuna morirte siendo hermosa

y no ver el ultraje de ser vieja.


Engrandece el hecho de Lucrecia

   ¡Oh famosa Lucrecia, gentil dama,

de cuyo ensangrentado noble pecho

salió la sangre que extinguió a despecho

del rey injusto, la lasciva llama!

   ¡Oh con cuanta razón el mundo aclama
5

tu virtud, pues por premio de tal hecho

aun es para tus sienes cerco estrecho

la amplísima corona de tu fama!

   Pero si el modo de tu fin violento

puedes borrar del tiempo y sus anales,
10

quita la punta del puñal sangriento

   con que pusiste fin a tantos males,

que es mengua de tu honrado sentimiento

decir que te ayudaste de puñales.


Nueva alabanza del hecho mismo

   Intenta de Tarquino el artificio

a tu pecho, Lucrecia, dar batalla;

ya amante llora, ya modesto calla,

ya ofrece toda el alma en sacrificio.

   Y cuando piensa ya que más propicio
5

tu pecho a tanto imperio se avasalla,

el premio, como Sísifo, que halla,

es empezar de nuevo el ejercicio.

   Arde furioso, y la amorosa tema

crece en la resistencia de tu honra,
10

con tanta privación, más obstinada.

   ¡Oh pr

   ovidencia de deidad suprema,

tu honestidad motiva tu deshonra,

y tu deshonra te eterniza honrada!
15


Admira con el suceso que refiere los efectos imprevenibles de algunos acuerdos

   La heroica esposa de Pompeyo altiva,

al ver su vestidura en sangre roja,

con generosa cólera se enoja

de sospecharlo muerto y estar viva.

   Rinde la vida en que el sosiego estriba
5

de esposo y padre, y con mortal congoja

la concebida sucesión arroja

y de la paz con ella a Roma priva.

   Si el infeliz concepto que tenía

en las entrañas Julia no abortara,
10

la muerte de Pompeyo excusaría.

   ¡Oh tirana Fortuna, quién pensara

que con el mismo amor que la temía,

con ese mismo amor se la causara!


Contrapone el amor al fuego material, y quiere achacar remisiones a éste con ocasión de contar el suceso de Porcia

   ¿Qué pasión, Porcia, qué dolor tan ciego

te obliga a ser de ti fiera homicida,

o en qué te ofende tu inocente vida,

que así le das batalla a sangre y fuego?

   Si la Fortuna airada al justo ruego
5

de tu esposo se muestra endurecida,

bástale el mal de ver su acción perdida:

no acabes con tu vida su sosiego.

   Deja las brasas, Porcia, que mortales

impaciente tu amor eligir quiere;
10

no al fuego de tu amor el fuego iguales;

   porque si bien de tu pasión se infiere,

mal morirá a las brasas materiales

quien a las llamas del amor no muere.


Refiere con ajuste, y envidia sin él, la tragedia de Píramo y Tisbe

   De un funesto moral la negra sombra,

de horrores mil y confusiones llena,

en cuyo hueco tronco aun hoy resuena

el eco que doliente a Tisbe nombra,

   cubrió la verde matizada alfombra
5

en que Píramo amante abrió la vena

del corazón, y Tisbe de su pena

dio la señal, que aun hoy al mundo asombra.

   Mas viendo del amor tanto despecho

la muerte, entonces de ellos lastimada,
10

sus dos pechos juntó con lazo estrecho.

   Mas, ¡ay de la infeliz y desdichada

que a su Píramo dar no puede el pecho

ni aun por los duros filos de una espada!


Discurre inevitable el llanto a vista de quien ama

   Mandas, Anarda, que sin llanto asista

a ver tus ojos, de lo cual sospecho

que el ignorar la causa es quien te ha hecho

querer que emprenda yo tanta conquista.

   Amor, señora, sin que me resista,
5

que tiene en fuego el corazón deshecho,

como hace huir la sangre allá en el pecho,

vaporiza en ardores por la vista.

   Buscan luego mis ojos tu presencia

que centro juzgan de su dulce encanto,
10

y cuando mi atención te reverencia,

   los visüales rayos entretanto,

como hallan en tu nieve resistencia,

lo que salió vapor, se vuelve llanto.


Sólo con aguda ingeniosidad esfuerza el dictamen de que sea la ausencia mayor mal que los celos

   El ausente, el celoso, se provoca,

aquél con sentimiento, éste con ira;

presume éste la ofensa que no mira,

y siente aquél la realidad que toca.

   Éste templa, tal vez, su furia loca
5

cuando el discurso en su favor delira,

y sin intermisión aquél suspira,

pues nada a su dolor la fuerza apoca.

   Éste aflige dudoso su paciencia,

y aquél padece ciertos sus desvelos;
10

éste al dolor opone resistencia,

   aquél, sin ella, sufre desconsuelos;

y si es pena de daño, al fin, la ausencia,

luego es mayor tormento que los celos.


Desea que el cortejo de dar los buenos años al señor marqués de la Laguna llegue a su excelencia por medio de la excelentísima señora doña María Luisa, su dignísima esposa

Advertencia.

O el agradecimiento de favorecida y celebrada, o el conocimiento que tenía de las relevantes prendas que a la señora virreina dio el cielo, o aquel secreto influjo (hasta hoy nadie lo ha podido apurar) de los humores o los astros, que llaman simpatía, o todo junto, causó en la poetisa un amar a su excelencia con ardor tan puro como en el contexto de todo el libro irá viendo el lector.


   Pues vuestro esposo, señora,

es vuestro esposo, que basta,

no digo que sobra porque

no sobra a vuestro amor nada,

   dadle los años por mí,
5

que vos, deidad soberana,

dar vidas podréis, mas juzgo

que mejor podréis quitarlas.

   Digo mejor, porque siempre

más el desdén sacro campa,
10

porque las quitáis de oficio,

y las concedéis de gracia.

   Y dadme a mí en aguinaldo

de estas bienvenidas Pascuas,

nuevas de que está el infante
15

hallado como en su casa.

   Que si su excelencia tiene

mi elección, de tal posada

no hayáis miedo que saliera,

ni aun al tiempo de que salga.
20

   Y aunque en los príncipes todos

es costumbre tan usada

dar por Pascuas libertad

a los que en prisión se hallan;

   yo que, en las dulces cadenas
25

de vuestras luces sagradas

a donde, siendo precisa,

es la prisión voluntaria,

   donde es oro la cadena

que adorna a un tiempo y enlaza,
30

y joyeles de diamantes

los candados que la guardan,

   vivo; no quiero, señora,

que con piedad inhumana,

me despojéis de las joyas
35

con que se enriquece el alma,

   sino que me tengáis presa,

que yo de mi bella gracia,

por vos arrojaré mi

libertad por la ventana,
40

   y a la sonora armonía

de mis cadenas amadas,

cuando otros lloren tormentos,

entonarán mis bonanzas.

   Nadie de mí se duela
45

por verme atada,

pues trocaré ser reina

por ser esclava.


Convaleciente de una enfermedad grave, discretea con la señora virreina, marquesa de Mancera, atribuyendo a su mucho amor aun su mejoría en morir

   En la vida que siempre tuya fue,

Laura divina, y siempre lo será,

la parca fiera, que en seguirme da,

quiso asentar por triunfo el mortal pie.

   Yo de su atrevimiento me admiré,
5

que si debajo de su imperio está

tener poder, no puede en ella ya,

pues del suyo contigo me libré.

   Para cortar el hilo que no hiló,

la tijera mortal abierta vi;
10

¡ay parca fiera!, dije entonces yo,

   mira que sola Laura manda aquí;

ella, corrida, al punto se apartó

y dejóme morir sólo por ti.


Celebra el cumplir años la señora virreina con un retablito de marfil del nacimiento, que envía a su excelencia

   Por no faltar, Lisi bella,

al inmemorial estilo

que es del cortesano culto

el más venerado rito,

   que a foja primera manda
5

que el glorioso natalicio

de los príncipes celebren

obsequiosos regocijos,

   te escribo; no porque al culto

de tus abriles floridos,
10

pueda añadir el afecto

más gloria que hay en sí mismos,

   que en la grandeza de tuyos

verá el menos advertido,

que de celebrar tus años,
15

sólo son tus años dignos,

   sino porque ceremonias,

que las aprueba el cariño,

tienen en lo voluntario

vinculado lo preciso,
20

   que cuando apoya el amor

del respecto los motivos,

es voluntad del respecto

el que es del amor oficio.

   Rompa, pues, mi amante afecto
25

las prisiones del retiro,

no siempre tenga el silencio

el estanco de lo fino,

   deje, a tu deidad atento,

en aumentos bien nacidos,
30

con las torpezas de ciego,

las balbuciencias de niño

   y muestre, pues tiene ser

en tus méritos altivos,

que de padres tan gigantes
35

no nacen pequeños hijos.

   Y añadiendo lo obstinado

a la culpa de atrevido,

haga bienquista la ofensa

lo garboso del delito;
40

   y en tan necesaria culpa

encuentre el perdón propicio,

el que no ofende quien yerra,

si yerra sin albedrío.

   Tan sin él, tus bellos rayos
45

voluntaria Clicie sigo,

que lo que es mérito tuyo

parece destino mío.

   Pero, ¿a dónde enajenada

tanto a mi pasión me rindo,
50

que acercándome a mi afecto,

del asunto me desvío?

   Retira allá tu belleza

si quieres que cobre el hilo,

que mirándola no puedo
55

hablar más que en lo que miro.

   Y pues sabes que mi amor,

alquimista de sí mismo,

quiere transmutarse en vida

porque vivas infinito;
60

   y que porque tú corones

a los años con vivirlos,

quisieran anticiparse

todos los futuros siglos;

   no tengo qué te decir,
65

sino que yo no he sabido

para celebrar el tuyo,

más que dar un «natalicio».

   Tu nacimiento festejan

tiernos afectos festivos,
70

y yo en fe de que lo aplaudo,

el «nacimiento» te envío.

   Consuélame que ninguno

de los que te dan rendidos

podrá ser mejor que aquéste,
75

aunque se ostente más rico.

   De perdones y de paces

fue aqueste natal divino;

dé perdones y haga paces

el haber hoy tú nacido.
80

   Y guárdete por asombro

quien te formó por prodigio,

y hágate eterna, pues puede,

quien tan bella hacerte quiso.


Enviando una rosa a su excelencia

Ésa, que alegre y ufana,

de carmín fragante esmero,

del tiempo al ardor primero

se encendió, llama de grana;

preludio de la mañana,
5

del rosicler más ufano,

es primicia del verano,

Lisi divina, que en fe

de que la debió a tu pie,

la sacrifica a tu mano.
10


A la misma excelentísima señora

Este concepto florido

de vergel más oloroso,

que dejó al jardín glorioso

por haberla producido;

ésa, que feliz ha unido
5

a lo fragante lo bella,

doy a tu mano, que en ella

campará de más hermosa,

pues en tu boca se rosa,

cuando en tus ojos se estrella.
10


Describe, con énfasis de no poder dar la última mano a la pintura, el retrato de una belleza

Tersa frente, oro el cabello,

cejas arcos, zafir ojos,

bruñida tez, labios rojos,

nariz recta, ebúrneo cuello;

talle airoso, cuerpo bello,
5

cándidas manos en que

el cetro de amor se ve,

tiene Fili; en oro engasta

pie tan breve, que no gasta

ni un pie.
10


Discurre con ingenuidad ingeniosa sobre la pasión de los celos. Muestra que su desorden es senda única para hallar el amor, y contradice un problema de don Josef Montoro, uno de los más célebres poetas de este siglo

   Si es causa amor productivo

de diversidad de afectos,

que con producirlos todos,

se perficiona a sí mesmo;

   y si el uno de los más
5

naturales son los celos,

¿cómo sin tenerlos puede

el amor estar perfecto?

   Son ellos, de que hay amor

el signo más manifiesto,
10

como la humedad del agua

y como el humo del fuego.

   No son, que dicen, de amor

bastardos hijos groseros,

sino legítimos, claros
15

sucesores de su imperio.

   Son crédito y prueba suya,

pues sólo pueden dar ellos

auténticos testimonios

de que es amor verdadero.
20

   Porque la fineza, que es

de ordinario el tesorero

a quien remite las pagas

amor, de sus libramientos,

   ¿cuántas veces, motivada
25

de otros impulsos diversos,

ejecuta por de amor,

decretos del galanteo?

   El cariño, ¿cuántas veces

por dulce entretenimiento
30

fingiendo quilates, crece

la mitad del justo precio?

   ¿Y cuántas más, el discurso,

por ostentarse discreto,

acredita por de amor
35

partos del entendimiento?

   ¿Cuántas veces hemos visto

disfrazada en rendimientos

a la propria conveniencia,

a la tema o al empeño?
40

   Sólo los celos ignoran

fábricas de fingimientos,

que como son locos, tienen

propriedad de verdaderos.

   Los gritos que ellos dan son
45

sin dictamen de su dueño,

no ilaciones del discurso,

sino abortos del tormento.

   Como de razón carecen,

carecen del instrumento
50

de fingir, que aquesto sólo

es en lo irracional, bueno.

   Desbocados ejercitan

contra sí el furor violento,

y no hay quien quiera en su daño
55

mentir, sino en su provecho.

   Del frenético, que fuera

de su natural acuerdo

se despedaza, no hay quien

juzgue que finge el extremo.
60

   En prueba de esta verdad

mírense cuantos ejemplos,

en bibliotecas de siglos,

guarda el archivo del tiempo:

   A Dido fingió el troyano,
65

mintió a Ariadna, Teseo;

ofendió a Minos, Pasife

y engañaba a Marte, Venus.

   Semíramis mató a Nino,

Elena deshonró al griego,
70

Jasón agravió a Medea

y dejó a Olimpia, Vireno.

   Bersabé engañaba a Urías,

Dalida al caudillo hebreo,

Jael a Sísara horrible,
75

Judit a Holofernes fiero.

   Estos y otros que mostraban

tener amor sin tenerlo

todos fingieron amor,

mas ninguno fingió celos.
80

   Porque aquél puede fingirse

con otro color, mas éstos

son la prueba del amor

y la prueba de sí mesmos.

   Si ellos no tienen más padre
85

que el amor, luego son ellos

sus más naturales hijos

y más legítimos dueños.

   Las demás demostraciones,

por más que finas las vemos,
90

no pueden no mirar a amor

sino a otros varios respectos.

   Ellos solos se han con él

como la causa y efecto.

¿Hay celos?, luego hay amor;
95

¿hay amor?, luego habrá celos.

   De la fiebre ardiente suya

son el delirio más cierto,

que, como están sin sentido,

publican lo más secreto.
100

   El que no los siente, amando,

del indicio más pequeño,

en tranquilidad de tibio

goza bonanzas de necio;

   que asegurarse en las dichas
105

solamente puede hacerlo

la villana confianza

del propio merecimiento.

   Bien sé que, tal vez furiosos,

suelen pasar desatentos
110

a profanar de lo amado

osadamente el respeto;

   mas no es esto esencia suya,

sino un accidente anexo

que tal vez los acompaña
115

y tal vez deja de hacerlo.

   Mas doy que siempre aun debiera

el más soberano objeto

por la prueba de lo fino,

perdonarles lo grosero.
120

   Mas no es, vuelvo a repetir,

preciso, que el pensamiento

pase a ofender del decoro

los sagrados privilegios.

   Para tener celos basta
125

sólo el temor de tenerlos,

que ya está sintiendo el daño

quien está sintiendo el riesgo.

   Temer yo que haya quien quiera

festejar a quien festejo,
130

aspirar a mi fortuna

y solicitar mi empleo,

   no es ofender lo que adoro,

antes es un alto aprecio

de pensar que deben todos
135

adorar lo que yo quiero.

   Y éste es un dolor preciso,

por más que divino el dueño

asegure en confïanzas

prerrogativas de exento.
140

   Decir que éste no es cuidado

que llegue a desasosiego,

podrá decirlo la boca

mas no comprobarlo el pecho.

   Persuadirme a que es lisonja
145

amar lo que yo apetezco,

aprobarme la elección

y calificar mi empleo;

   a quien tal tiene a lisonja

nunca le falte este obsequio:
150

que yo juzgo que aquí sólo

son duros los lisonjeros,

   pues sólo fuera a poder

contenerse estos afectos

en la línea del aplauso
155

o en el coto del cortejo.

   ¿Pero quién con tal medida

les podrá tener el freno

que no rompan, desbocados,

el alacrán del consejo?
160

   Y aunque ellos en sí no pasen

el término de lo cuerdo,

¿quién lo podrá persuadir

a quien los mira con miedo?

   Aplaudir lo que yo estimo,
165

bien puede ser sin intento

segundo, ¿mas quién podrá

tener mis temores quedos?

   Quien tiene enemigos suelen

decir que no tenga sueño;
170

¿pues cómo ha de sosegarse

el que los tiene tan ciertos?

   Quien en frontera enemiga

descuidado ocupa el lecho,

sólo parece que quiere
175

ser, del contrario, trofeo.

   Aunque inaccesible sea

el blanco, si los flecheros

son muchos, ¿quién asegura

que alguno no tenga acierto?
180

   Quien se alienta a competirme,

aun en menores empeños,

es un dogal que compone

mis ahogos de su aliento;

   pues, ¿qué será el que pretende
185

excederme los afectos,

mejorarme las finezas

y aventajar los deseos;

   quién quiere usurpar mis dichas,

quién quiere ganarme el premio
190

y quién en galas del alma

quiere quedar más bien puesto;

   quién para su exaltación

procura mi abatimiento

y quiere comprar sus glorias
195

a costa de mis desprecios;

   quién pretende con los suyos

deslucir mis sentimientos,

que en los desaires del alma

es el más sensible duelo?
200

   Al que este dolor no llega

al más reservado seno

del alma, apueste insensibles

competencias con el yelo.

   La confïanza ha de ser
205

con proporcionado medio;

que deje de ser modestia,

sin pasar a ser despego.

   El que es discreto, a quien ama

le ha de mostrar que el recelo
210

lo tiene en la voluntad

y no en el entendimiento.

   Un desconfiar de sí

y un estar siempre temiendo

que podrá exceder al mío
215

cualquiera mérito ajeno;

   un temer que la fortuna

podrá, con airado ceño,

despojarme por indigno

del favor, que no merezco,
220

   no sólo no ofende, antes

es el esmalte más bello

que a las joyas de lo fino

les puede dar lo discreto;

   y aunque algo exceda la queja
225

nunca queda mal, supuesto

que es gala de lo sentido

exceder de lo modesto.

   Lo atrevido en un celoso,

lo irracional y lo terco,
230

prueba es de amor que merece

la beca de su colegio.

   Y aunque muestre que se ofende

yo sé que por allá dentro

no le pesa a la más alta
235

de mirar tales extremos.

   La más airada deidad

al celoso más grosero

le está aceptando servicios

los que riñe atrevimientos.
240

   La que se queja oprimida

del natural más estrecho,

hace ostentación de amada

el que parece lamento.

   De la triunfante hermosura
245

tiran el carro soberbio,

el desdichado con quejas,

y el celoso con despechos.

   Uno de sus sacrificios

es este dolor acerbo,
250

y ella, ambiciosa, no quiere

nunca tener uno menos.

   ¡Oh doctísimo Montoro,

asombro de nuestros tiempos,

injuria de los Virgilios,
255

afrenta de los Homeros!

   Cuando de amor prescindiste

este inseparable afecto,

precisión que sólo pudo

formarla tu entendimiento,
260

   bien se ve que sólo fue

la empresa de tus talentos

el probar lo más difícil,

no persuadir a creerlo

   Al modo que aquéllos que
265

sutilmente defendieron

que de la nube los ampos

se visten de color negro,

   de tu sutileza fue

airoso, galán empeño,
270

sofística bizarría

de tu soberano ingenio.

   Probar lo que no es probable,

bien se ve que fue el intento

tuyo, porque lo evidente
275

probado se estaba ello.

   Acudistes al partido

que hallastes más indefenso

y a la opinión desvalida

ayudaste, caballero.
280

   Éste fue tu fin; y así

debajo de este supuesto,

no es ésta, ni puede ser,

réplica de tu argumento,

   sino sólo una obediencia
285

mandada de gusto ajeno,

cuya insinuación en mí

tiene fuerza de precepto.

   Confieso que de mejor

gana siguiera mi genio
290

el extravagante rumbo

de tu no hollado sendero.

   Pero, sobre ser difícil,

inaccesible lo has hecho;

pues el mayor imposible
295

fuera ir en tu seguimiento.

   Rumbo que estrenan las alas

de tu remontado vuelo,

aun determinado al daño,

no lo intentara un despecho.
300

   La opinión que yo quería

seguir, seguiste primero;

dísteme celos, y tuve

la contraria con tenerlos.

   Con razón se reservó
305

tanto asunto a tanto ingenio,

que a fuerzas sólo de Atlante

fía la esfera su peso.

   Tenla pues, que si consigues

persuadirla al Universo,
310

colgará el género humano

sus cadenas en tu templo;

   no habrá quejosos de amor,

y en sus dulces prisioneros

serán las cadenas oro
315

y no dorados los hierros;

   será la sospecha inútil,

estará ocioso el recelo,

desterrará el indicio

y perderá el ser el miedo.
320

   Todo será dicha, todo

felicidad y contento,

todo venturas, y en fin

pasará el mundo a ser cielo;

   deberánle los mortales
325

a tu valeroso esfuerzo

la más dulce libertad

del más duro captiverio.

   Mucho te deberán todos,

y yo más que todos debo
330

las discretas instrucciones

a las luces de tus versos.

   Dalos a la estampa porque

en caracteres eternos

viva tu nombre y con él
335

se extienda al común provecho.


No habiendo logrado una tarde ver al señor virrey, marqués de la Laguna, que asistió en las Vísperas del convento, le escribió este romance

   Si daros los buenos años,

señor, que logréis felices,

en las Vísperas no pude,

recibidlos en Maitines.

   Nocturna, mas no funesta,
5

de noche mi pluma escribe,

pues para dar alabanzas,

hora de Laudes elige.

   Valiente amor contra el suyo

hace, con dulces ardides,
10

que para daros un día,

a mí una noche me quite.

   No parecerá muy poca

fineza, a quien bien la mire,

el que vele en los romances,
15

quien se duerme en los latines.

   Lo que tuviere de malo

perdonad, que no es posible

suplir las purpúreas horas

las luces de los candiles;
20

   y más del mío, que está

ya tan in agone, el triste,

que me moteja de loca,

aunque me acredita virgen.

   Mas ya de prólogo basta,
25

porque es cosa incompatible

en el prólogo alargarse

y en el asunto ceñirse.

   Gocéis los años más largos

que esperanza de infelice,
30

y más gustosos que el mismo

la ajena dicha concibe.

   Pasen por vos las edades

con pasos tan insensibles,

que el aspecto los desmienta
35

y el juicio los multiplique.

   Vuestras acciones heroicas

tanto a la fama fatiguen

que de puro celebraros

se enronquezcan los clarines,
40

   y sus vocingleros ecos

tan duradero os publiquen,

que Matusalén os ceda

y que Néstor os envidie.

   Vivid, y vivid discreto,
45

que es sólo vivir felice:

que dura, y no vive, quien

no sabe apreciar que vive.

   Si no sabe lo que tiene

ni goza lo que recibe,
50

en vano blasona el jaspe

el don de lo incorruptible.

   No en lo diuturno del tiempo

la larga vida consiste;

tal vez las canas del seso
55

honran años juveniles.

   El agricultor discreto

no espera a que fructifique

el tiempo; porque la industria

hace otoños los abriles.
60

   No sólo al viento la nave

es bien que su curso fíe

si el ingenio de los remos

animadas velas finge.

   En progresos literarios
65

pocos laureles consigue,

quien para estudiar espera

a que el sol su luz envíe.

   Las canas se han de buscar

antes que el tiempo las pinte;
70

que al que las pretende, alegran,

y al que las espera, afligen.

   Quien para ser viejo espera

que los años se deslicen,

ni conserva lo que tiene
75

ni lo que espera consigue,

   con lo cual casi a no ser

viene el necio a reducirse;

pues ni la vejez le llega

ni la juventud le asiste.
80

   Quien vive por vivir sólo,

sin buscar más altos fines,

de lo viviente se precia,

de lo racional se exime,

   y aun de la vida no goza;
85

pues si bien llega a advertirse,

el que vive lo que sabe,

sólo sabe lo que vive.

   Quien llega necio a pisar

de la vejez los confines,
90

vergüenza peina y no canas,

no años, afrentas repite.

   En breve: el prudente joven

eterno padrón erige

a su vida, y con su fama
95

las eternidades mide.

   Ningún espacio de tiempo

es corto al que no permite

que los instantes más breves

el ocio le desperdicie.
100

   Al que todo el tiempo logra,

no pasa la edad fluxible,

pues viniendo la presente,

de la pasada se sirve.

   Tres tiempos vive el que atento,
105

cuerdo, lo presente rige,

lo pretérito contempla

y lo futuro predice.

   ¡Oh vos, que estos documentos

tan bien practicar supisteis
110

desde niño que ignorasteis

las ignorancias pueriles!

   Tanto, que hasta ahora están

quejosos de vos los dijes,

que, a invasiones fascinantes
115

fueron muros invencibles,

   de que nunca los tratasteis;

y el mismo clamor repiten

trompos, bolos y paletas,

máscaras y tamboriles;
120

   pues en la niñez mostrasteis

discursos tan varoniles,

que pudo en vuestras niñeces

tomar liciones Ulises.

   Recebid este romance
125

que mi obligación os rinde,

con todo lo que no digo,

lo que digo y lo que dije.


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