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Notas sobre la teoría de la democracia de Norberto Bobbio


Corina Yturbe153


1. La reflexión sobre la democracia contemporánea, a través de la revisión crítica del desarrollo y estado actual, tanto de las teorías como de los regímenes democráticos, es uno de los objetivos centrales de la obra de Norberto Bobbio. En la observación y análisis sistemático tanto histórico-sociológico como filosófico de la democracia, conducidos por un aparato teórico riguroso, encontramos un valioso aporte a la comprensión de las posibilidades y límites de esta forma de gobierno que «se ha convertido en estos años -señala Bobbio el común denominador de todas las cuestiones políticamente relevantes, teóricas y prácticas154».

En su conocido artículo sobre Bobbio, Anderson señala que, comparado con los filósofos reconocidos por sus notables contribuciones a un campo específico del saber -como la de Russell a la lógica y a la epistemología, o la de Mill a la economía y la ética- Bobbio «no es un filósofo original de gran estatura»155; sin embargo, el propio Anderson reconoce que se trata de un filósofo cuyo conocimiento y comprensión del pensamiento político occidental destaca por su amplitud y profundidad. Con una sólida formación en derecho y en filosofía y ciencia política, la innovación de Bobbio consiste, sobre todo, en la construcción de un

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método analítico propio, método que consiste fundamentalmente en adoptar una particular posición frente a los problemas clásicos -los «temas recurrentes»- de la filosofía del derecho primero, y más tarde de la política. Sin menospreciar los matices que distinguen entre sí a las distintas teorías políticas en el espacio y en el tiempo, Bobbio rescata las «preguntas canónicas», que se obtienen del análisis y comparación entre los clásicos, y que permiten enfocar problemas siempre actuales. La originalidad de Bobbio no radica tanto en abordar o plantear problemas inauditos156, como en el modo de abordar y de presentar las tesis, en la claridad y en la fuerza de sus argumentos, así como en una cierta prudencia teórico-política que tiene que ver con su forma de enfrentar el pensamiento político.

Todo esto constituye un nuevo estilo de hacer teoría política, que tiene como resultado que algunas de sus tesis sí sean innovadoras, en particular aquéllas que se refieren a las posibles relaciones entre el socialismo y la democracia liberal. El proyecto de Bobbio consiste, en efecto, en apuntar el sentido en el cual se debería intentar repensar y redefinir el socialismo, sin abandonar el liberalismo, es decir, en buscar una manera de realizar una síntesis de la tradición liberal y la tradición socialista; pero, a pesar de tratarse de un proyecto apenas esbozado, abre una nueva perspectiva que no puede dejar de ser explorada.

Lo que sigue es un esbozo de algunos de los puntos fundamentales de la teoría de la democracia de Bobbio, esenciales para avanzar en ese proyecto. En primer lugar, señalaré algunas de las características de los escritos de Bobbio. Segundo, veré brevemente cuáles son para Bobbio las características fundamentales de la democracia, que podrían resumir en lo que Bobbio ha llamado una «definición mínima» de la democracia. Finalmente, señalaremos el sentido que toman los análisis de Bobbio sobre algunos de los problemas de las democracias contemporáneas: las llamadas «paradojas», es decir, las tensiones o contradicciones internas

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de la propia democracia y las «promesas incumplidas», es decir, las fallas de la democracia debidas a obstáculos imprevistos o a procesos históricos específicos sobre los que es necesario reflexionar.

2. Los escritos teórico-políticos de Bobbio, en particular aquellos sobre la democracia, son el producto de dos intereses fundamentales: uno teórico, donde se conjugan la filosofía y la ciencia política, o lo que Bobbio llama «teoría política», y otro práctico, el análisis de coyuntura y la participación en debates ideológico-políticos. Así, por un lado, entre los escritos de Bobbio se encuentran aquellos que podríamos llamar teóricos en sentido estricto, donde el objetivo principal es la construcción de una teoría general de la política157. Bobbio lleva a cabo esta tarea mediante la formulación precisa de los problemas filosóficos esenciales en el campo de la política, la clasificación, esclarecimiento y ensayos de definiciones de los conceptos, así como por medio de la reconstrucción de modelos teóricos, entendidos como instrumentos para la comprensión del mundo158. No puede dejar de mencionarse, en relación con este objetivo, el esfuerzo constante de Bobbio por recuperar y repensar las «lecciones de los clásicos», recurriendo al conjunto de ideas de los grandes escritores que pueden considerarse «clásicos» en sentido estricto, es decir, de aquellos cuya teoría o modelo es indispensable para comprender la realidad159, y reelaborándolas para plantear y resolver nuestros problemas160.



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Por otro lado, están los escritos que se inscriben en el interior de debates ideológico-políticos específicos. Con una formación en filosofía del derecho y en filosofía política, defensor de los derechos individuales, Bobbio se convirtió en el interlocutor peculiar de una izquierda de gran importancia, como la italiana, la que en virtud de su historia particular se había logrado conseguir y mantener un espacio de autonomía frente a los dogmas del marxismo-leninismo. A pesar de las divergencias, tanto de carácter teórico como político, la discusión con los intelectuales de la izquierda italiana de tradiciones marxista y comunista no se ha interrumpido161. Con el alejamiento del Partido Comunista Italiano del movimiento comunista internacional, desde las posiciones de Berlinguer sobre la democracia, hasta su última «conversión», junto con la crisis y, finalmente, caída del llamado socialismo real, la discusión cobró un nuevo auge. Si bien los términos de ésta han cambiado, Bobbio seguirá luchando por un «socialismo» basado sobre la democracia y la libertad. En el nuevo contexto, qué debe entenderse por democracia se convierte en un problema crucial para la izquierda. La «soledad» de la democracia162, con todas sus «dificultades», impone el reto de repensar la función de la izquierda, el significado del progreso, los términos de una justicia social y los medios para conseguirla. Las participaciones de Bobbio en estas polémicas, partiendo siempre de la defensa de algunos valores liberales, son verdaderas intervenciones políticas, que no se agotan en su alcance coyuntural, sino que deben ser leídas como la puesta en movimiento de

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toda su elaboración teórica, en función de los interrogantes más acuciantes del presente.

Con respecto al carácter teórico de su obra, ésta parece comprender tanto la tarea (asignada convencionalmente a la ciencia política) del análisis de los fenómenos, como la de una reconstrucción conceptual, así como la tarea tradicionalmente filosófica (al menos dentro de ciertas tradiciones) de la justificación. Es decir, no se excluyen los juicios de valor, aun cuando se reconozca que éstos no producen, ni se basan en un conocimiento en sentido estricto163. En un intercambio epistolar con Perry Anderson, Bobbio señala que no deben confundirse los juicios de hecho con los juicios de valor: «el realismo del científico y el idealismo del ideólogo se encuentran sobre dos planos distintos164». Pero, ello no significa que en estos dos planos no pueda darse un mismo proyecto teórico frente a una determinada realidad política: «Si bien yo sostengo -escribe Bobbio- que no hay contradicción entre una postura realista en el análisis de lo que sucede o ha sucedido y una postura idealista proyectada hacia el futuro en el intento por delinear lo que debería suceder, soy el primero en reconocer que en mis escritos políticos, los cuales se han realizado en un arco de tiempo de cerca de medio siglo, ha habido una acentuación de una u otra postura según el cambio de las circunstancias165». El trabajo de Bobbio presenta esta oscilación, que no es confusión ni conformismo, entre una visión realista, desencantada, de los fenómenos políticos y la defensa de algunos valores. Si en algún momento se percibe cierta incertidumbre, es porque la prudencia que caracteriza las posiciones de Bobbio lo induce a dejar los problemas abiertos, a no pretender decir la última palabra y a matizar los juicios evaluativos. Dicha tensión muestra, por un lado, que el conocimiento de la política supone tanto la capacidad de ver las cosas como son, cuanto la de valorarlas a la luz de principios y consecuencias, y con base en los criterios de valoración, elegir ciertos fines. Por otro, esa tensión es resultado de que sus escritos no sólo son un intento de conceptualizar la política, sino de intervenir en la política. Aun en sus textos más abstractos,

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encontramos esta «vocación» política, una remisión constante a una cierta coyuntura teórico-cultural a partir de la cual puede mover sus análisis, entre los hechos y los valores, entre lo factible y lo deseable. La dimensión axiológica y prescriptiva de la reflexión política se vincula con la dimensión explicativa, si bien ambas esferas pertenecen a niveles diferentes y no deben confundirse sus funciones específicas.

3. Las reflexiones de Bobbio sobre la democracia pueden inscribirse como desarrollos de una teoría que considera a la democracia como una forma de gobierno, planteándose en su inicio dos preguntas fundamentales: i) ¿quién gobierna y cómo gobierna?, elaboradas a lo largo de la historia del pensamiento por los diversos escritores y filósofos políticos, cuyas construcciones conceptuales sobre este punto conforman en su conjunto la teoría de las formas de gobierno; y, como continuación obligada de la primera o, más bien, como precisión de ella, ii) ¿quién decide y bajo qué procedimientos?, una de cuyas respuestas lleva a Bobbio -en el caso de la forma de gobierno llamada democracia- a la elaboración de la llamada definición mínima de democracia: dicha definición supone pensar a la democracia como un conjunto de reglas procesales para la toma de las decisiones colectivas y debe incluir, además de la especificación de las reglas, cuáles s on las condiciones necesarias para la aplicación de las mismas.

En su uso descriptivo o analítico, «democracia» describe una forma específica de gobierno: en la tipología de los clásicos, cuyo principal criterio de clasificación es el número de los gobernantes o de los que ejercen el poder, la democracia designa aquella forma de gobierno en la cual el poder político es ejercitado por muchos, o por el mayor número, o por «el pueblo», en contraposición a la monarquía y a la aristocracia, formas de gobierno de uno y de los pocos respectivamente. Esta tripartición clásica es sustituida, a lo largo del tiempo, por una distinción «primaria y fundamental», dice Bobbio, entre democracia y autocracia: basado ya no en el número, sino partiendo de la distinción que hace Kelsen entre autonomía y heteronomía166, este segundo criterio toma

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como prioritario los procedimientos según los cuales se toman las decisiones colectivas: la distinción se realiza con base en si las decisiones se toman según un proceso ascendente o uno descendente, dando lugar a una bipartición: democracia (el poder asciende de lo bajo hacia lo alto) y autocracia (el poder desciende de lo alto hacia lo bajo).

La determinación del carácter específico de un régimen democrático puede llevarse a cabo con mayor eficacia a partir de las relaciones entre la democracia y las otras formas de gobierno, determinando lo que la distingue de otras y colocándola, de acuerdo a ciertos valores, en un orden de preferencia con respecto de otras. Una de las líneas fundamentales de la investigación de Bobbio consiste en ocuparse del tema de la democracia como forma de gobierno, mediante la contraposición entre democracia y autocracia o dictadura.

Bobbio ha teorizado sobre la importancia metodológica general de lo que llama la «gran dicotomía». Esta sería el producto del «proceso de ordenamiento y organización del propio campo de investigación», me el cual «toda disciplina tiende a dividir su propio universo de entes en dos subclases que son recíprocamente exclusivas y conjuntamente exhaustivas167». Las dicotomías no surgen de un simple análisis lingüístico, sino que son producto de una clasificación, es decir, de una operación lógica. El uso de la antítesis democracia/dictadura o autocracia le permite determinar qué es lo que distingue precisamente los regímenes democráticos de los no democráticos y cuáles son los méritos y defectos de cada uno de ellos, incluso considerando todas las variaciones posibles de estas dos formas de gobierno. Una de las ventajas de analizar ciertos conceptos políticos claves contraponiéndolos a sus opuestos consiste en que al comparar un término con su contrario se aclara su origen, los cambios en su significado y su contenido normativo. Al reconstruir el significado del concepto de democracia a través de distintos momentos históricos mediante la comparación con otras formas de gobierno o, en este caso, con su opuesto, Bobbio no pierde de vista los cambios en el significado y en la relación de esos dos conceptos -democracia y dictadura-

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debidos no sólo a la historia, sino al criterio utilizado en las varias teorías políticas para clasificar y evaluar las distintas formas de gobierno. Además del estudio de la democracia a partir de la antítesis democracia/dictadura, Bobbio ha mostrado las virtudes de este método compara, enriqueciendo su estudio sobre los rasgos característicos de la democracia, formando parejas conceptuales que le permiten elucidar semejanzas y diferencias entre distintos momentos históricos, o entre distintas formas de concebir la misma forma de gobierno. Por ejemplo: democracia de los antiguos/democracia de los modernos, democracia directa/democracia representativa, democracia formal/democracia sustancial o democracia política/democracia social168.

4. Las distinciones que establece Bobbio entre la democracia de los antiguos y la de los modernos, así como entre distintas maneras de entender o concebir esta forma de gobierno, le permiten ir precisando los rasgos distintivos de los regímenes democráticos. Sin embargo, Bobbio insistirá en que es necesario contar con un criterio analítico que nos permita decidir si un determinado estado es o no democrático. Tomando como punto de referencia a juristas como Ross y Kelsen que parten de una concepción puramente procedimental de la democracia, y la consideran, por tanto, como un método para la toma de las decisiones colectivas, Bobbio propone una definición mínima, «aunque no pobre», que contiene las condiciones necesarias - si bien tal vez no suficiente distinguir a la democracia como forma de gobierno que se contrapone a «todas las formas de gobierno autocrático»169. Alrededor de esta «definición mínima», que constituye el núcleo de su teoría de la democracia, Bobbio irá tejiendo -histórica y problemáticamente- diversos modos de abordar la cuestión de la democracia.

Vale la pena recordar aquí que lo que está en juego en toda la teorización de Bobbio sobre la política, es producir una concepción de la política capaz de enfrentar los retos de la modernidad. Su preocupación de fondo es contar con una concepción muy rigurosa de la política, pero con el objeto de ser capaces de responder qué puede ser, qué debe

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ser, qué tendría que ser, la política en nuestros días: se trata de pensar la política, para intervenir en la política. «En realidad, -escribe Bobbio- la mía es una invitación al estudio, a la reflexión, a la meditación sobre las cosas de la Historia,... a estudiar los mecanismos del poder y no sólo las ideologías que los legitiman o los rechazan; a preferir la costumbre de quien no ha entendido nada, a la de quien lo ha entendido todo... Con renovado empeño, busco la vía maestra... Si la vía es realmente maestra, no puede haber más que una»170.

La vía maestra para Bobbio es, evidentemente, el método democrático. En contra de la concepción de la política únicamente como conflicto antagónico, Bobbio propone una idea alternativa de la política, en la que las reglas procedimentales son los requisitos mínimos, el punto de partida necesario. «Cuando se plantea el problema -escribe Bobbio- de la ‘nueva forma de hacer política’... no se deben contemplar únicamente los nuevos sujetos eventuales y los nuevos instrumentos eventuales, sino también, y ante todo, las reglas del juego dentro de las cuales se desarrolla la lucha política en un determinado contexto histórico»171. Nuestro contexto histórico se caracteriza, justamente, por la conquista de la democracia, cuyo significado preponderante es ser un conjunto de reglas, las cuales no sólo dirigen a los miembros de una colectividad, sino que, además, vinculan a los hombres entre sí. Son reglas que permiten la más amplia participación de la mayoría de los ciudadanos en la resolución de los conflictos que se presentan en la esfera política, ese «ámbito en el cual se realizan las deliberaciones de mayor interés colectivo»172.

La definición de dichas reglas es fundamental, en tanto que a través de ellas se establece quién debe tomar las decisiones y cómo se deben tomar estas decisiones (bajo qué procedimientos). El significado de la democracia se refiere, entonces, al procedimiento mediante el cual se toman las decisiones y no a cuál deba ser el contenido de éstas últimas, por lo que a través de la democracia como forma de gobierno pueden adoptarse políticas sociales o económicas diferentes, si una u otra logra el consenso de la mayoría.



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Para poder hablar de una definición mínima de democracia deben cumplirse dos condiciones: La primera, ya mencionada, consiste en que el poder de tomar decisiones sea atribuido, por lo menos en su acto inicial, a un número muy elevado de ciudadanos. La democracia moderna es, justamente, «un régimen en el que todos los ciudadanos adultos tienen derechos políticos, donde, en pocas palabras, existe el sufragio universal»173: al haber una «máxima extensión de los derechos políticos», todos los ciudadanos tienen el derecho de participar, directa o indirectamente, en la toma de decisiones. Y, segundo, la regla básica de la democracia consiste en que tales decisiones deben ser tomadas con base en el principio de mayoría174: dado que es prácticamente imposible la unanimidad cuando las personas que deben decidir son muchas, entonces las decisiones deben ser tomadas con el máximo consenso posible, es decir, con el consenso de la mayoría.

En el caso de las democracias contemporáneas -democracias representativas, las deliberaciones que involucran a toda la colectividad no son tomadas directamente por quienes forman parte de ella, sino por personas elegidas para ese fin. El «pueblo» no decide o gobierna, es decir, los individuos no participan en primera persona en las deliberaciones últimas que le atañen, como es el caso de la democracia directa; en las democracias representativas, cada uno de los individuos con derecho a participar en la toma de decisiones colectivas designa, por medio de elecciones y con base en la regla de la mayoría, a sus representaciones, a aquéllos que tendrán a su cargo la tarea de tomar las decisiones colectivas las que, a su vez, se tomarán de acuerdo con esa misma regla175.



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A estas dos condiciones iniciales, Bobbio agrega una tercera, la cual tiene que ver con la relación que él establece entre democracia y liberalismo, donde los supuestos fundamentales de éste último -los derechos de libertad- son la condición de posibilidad de cualquier Estado democrático: «para que los jugadores puedan jugar, deben ser libres de elegir el propio juego»176; y, para que esto se realice, «es necesario -escribe Bobbio- que a quienes deciden les sean garantizados los llamados derechos de libertad de opinión, de expresión de la propia opinión, de reunión, de asociación, etc., los derechos con base en los cuales nació el Estado liberal y se construyó la doctrina del Estado de Derecho en sentido fuerte, es decir, del Estado que no sólo ejerce el poder sub lege, sino que lo ejerce dentro de los límites derivados del reconocimiento constitucional de los llamados derechos ‘inviolables’ del individuo»177.

En resumen, la definición de democracia propuesta por Bobbio es siempre una definición formal, una definición procedimental, y ello no excluye, sino por el contrario, presupone la presencia de valores en los procedimientos mismos. Además de que éstos ya tienen un valor en sí mismos, el valor de garantizar la convivencia ordenada, la posibilidad de resolver los conflictos de intereses y de valores de manera pacífica, de crear vínculos entre los miembros de una determinada sociedad, hay por lo menos otros dos valores fundamentales presupuestos por la democracia: la igualdad política (los derechos políticos son atribuidos a todos) y los derechos de libertad, derechos fundamentales que preexisten a las mismas reglas del juego: (la libertad personal y las libertades civiles -libertad de prensa y de opinión, libertad de reunión y libertad de asociación).

5. Hasta aquí he dado algunas líneas de los desarrollos de la teoría de la democracia según Bobbio, señalando algunas de las características de esta forma de gobierno. Pero la identidad de Bobbio como teórico de la democracia también está ligada a dos dimensiones del problema, que de por sí ameritarían una consideración tan amplia, o más, que la dedicada a los problemas aquí apuntados. Se trata, por un lado, de la relación del liberalismo y la democracia con el socialismo y, por otro, de la comparación

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entre democracia real y democracia ideal. En lugar de una conclusión quisiera dar algunas indicaciones rápidas sobre el modo como enfrenta Bobbio estas dos áreas problemáticas.

En el libro El futuro de la democracia, al iniciar sus reflexiones sobre la democracia, Bobbio señala la diferencia entre los ideales democráticos y la «democracia real», entre lo que la democracia había prometido ser y la «cruda realidad», es decir, lo que se realizó realmente en nombre de esos ideales democráticos178. Aun cuando a partir de esta distinción se subraye uno y otro aspecto, nunca se resuelve en confusión o en exclusión, entre los hechos -«la cruda realidad»- y el anhelo, aceptación y defensa de los valores, -«los ideales»; y más aún, el intento de disminuir ese hiato.

El compromiso de Bobbio con la democracia liberal no es nunca un obstáculo para que sus análisis sean siempre realistas, es decir, son análisis que buscan ajustarse a condiciones de hecho, reflexionando sobre la sociedad real y no sobre la sociedad deseada: así, en ¿Qué socialismo? analiza las paradojas de la democracia y de sus reglas, y en El futuro de la democracia muestra, como él mismo dice, «la cara oscura de la democracia»179, analizando las promesas hechas por la democracia a finales del siglo XVIII, la mayor parte de las cuales no fueron cumplidas. Al hablar de promesas no cumplidas, Bobbio está confrontando un modelo ideal de democracia con la realidad, siempre imperfecta con respecto de cualquier modelo ideal. Sus análisis, nos dice, no pretenden ser «ni más ni menos que una descripción realista de lo que ha sucedido en el proceso de democratización en el último siglo, una ilustración desapasionada, desencantada, amarga, si se quiere, pero obligatoria (obligatoria para quien quiere permanecer fiel a la ética de la ciencia, esto es, de la investigación desinteresada) de las dificultades con las que se encuentra la democracia en el paso de lo que se concebía como ‘noble y elevado’ a la ‘cruda realidad’»180.

Pero, al mismo tiempo, este «realismo» no lo lleva a renunciar a ciertos valores, en particular a los valores irrenunciables del liberalismo político,

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a esas conquistas civilizadoras que no se pueden abandonar, en virtud de los cuales la democracia, con todas sus promesas incumplidas, es la mejor forma de gobierno (o la menos peor): «es mejor una mala democracia -dice Bobbio- que una buena dictadura»181.

Así, Bobbio reconoce que la democracia se enfrenta al grave problema de la lógica del mercado como uno de sus desafíos fundamentales, tanto que muchas de sus promesas «incumplibles», tienen que ver, justamente, con el hecho de que la democracia, hasta ahora, ha estado conjugada con una situación donde rigen las reglas del mercado e intereses económicos muy poderosos: «la razón de la crisis moral de la democracia podría buscarse en el hecho de que hasta ahora la democracia política ha convivido, o ha estado obligada a convivir, con el sistema económico capitalista. Un sistema que no conoce otra ley que la del mercado, el cual es de por sí completamente amoral, fundado sobre la ley de la oferta y la demanda, y sobre la consiguiente reducción de toda cosa a mercancía...»182. Pero, a pesar del hecho de que hasta ahora la democracia sólo ha existido en los sistemas capitalistas, y de que hasta ahora no ha sido posible la síntesis entre democracia y socialismo, Bobbio no abandona la idea de un proyecto de democracia «social», donde sea posible conjugar los derechos de libertad -condición necesaria de toda posible democracia- con una sociedad más justa.

El proyecto, o la preocupación, más ambiciosa de Bobbio ha consistido, en efecto, en conjugar la democracia formal y el socialismo. La definición procedimental de la democracia señala que por democracia debe entenderse el establecimiento de reglas para la solución de los conflictos, los cuales necesariamente surgen en el interior de cualquier sociedad, sin necesidad de recurrir directamente a la fuerza. Los valores que se pongan en juego en las diversas sociedades democráticas dependerán de las fuerzas hegemónicas en cada una de ellas. Pero, en los países de capitalismo atrasado, en el Tercer Mundo, «la democracia puramente formal no es capaz de transformar a los «no hombres» en «hombres»; ahí se muere de hambre y de enfermedades; los derechos son sólo formales»183. En esos lugares se vuelve evidente que la democracia se convierte en una forma sin sentido si no existen las condiciones mínimas

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de justicia social. Tampoco puede decirse que la democracia ha podido satisfacer todas las exigencias de liberad, ni siquiera en los lugares privilegiados donde esta forma de gobierno ha mostrado ser eficaz. Con todo, la apuesta de Bobbio será siempre a favor de la democracia.

Bobbio reconoce que hasta ahora no se ha encontrado la manera de acordar los derechos de libertad con las exigencias de la justicia social. Una de las primeras tareas consistirá en redefinir el socialismo: sabemos que tiene que ser un socialismo que se realice a través de la democracia y, una vez realizado, gobierne democráticamente, porque «recorriendo el atajo hacia el socialismo no se ha regresado jamás a los derechos de libertad»184.



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