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ArribaAbajoCanto Décimo

159-segunda línea del sumario:

[...] donde concurrieron diversas gentes, así extranjeras como naturales, entre los cuales hubo [...]


Los cuales, que, aunque pudiera parecer yerro de imprenta, sin duda no lo es, porque en todas las ediciones aparece así; ciertamente que hoy diríamos las cuales, o mejor, quienes, va que el uso moderno de este relativo, como lo hizo notar Bello, Gramática, p. 79, es un tanto diferente hoy de lo que fue en lo antiguo, aplicando quien a cosas, y cuales a las personas. Véase lo dicho, acerca de esto mismo, en nota a la página 40, a propósito de otro verso de Ercilla en que quien se refiere a la codicia.



159-1-1:


Cuando la varia diosa favorece [...]

La varia diosa ya se sabe que es la Fortuna. Véase cómo el poeta describe su instabilidad en las cuatro primeras estrofas del Canto II.



160-1-2:


Sobre el más alto cuerno de la luna [...]:


frase que repite por boca del mágico Fitón:


Los ha puesto su próspera fortuna
en el más alto cuerno de la luna.


«En los cuernos de la luna. (Estar, subir, poner; por estimación)». Correas, Vocabulario, p. 522.

Virgilio en el libro I de sus Geórgicas usó ya dos veces de la misma expresión, y para no citar más de una:


Luna revertentes cum primum colligit ignes
si nigrum obscuro comprenderit aera cornu [...]


Por alusión, dice a este respecto Covarrubias, «llamamos cuernos los de la luna, menguante o creciente».

No sólo tiene, como es sabido, el significado de encumbrar a uno, según está empleada la frase en La Araucana, sino que se dice también de una persona a quien se puso en los cuernos de la luna, que se la elogió sobre toda ponderación.

  —283→  

Baltasar del Alcázar escribió en un sentido idéntico al empleado por Ercilla:


Aquí vive Baruquel,
a quien puso la fortuna
sobre el cuerno de la luna [...]


Poesías, Madrid, 8.º, ed. de Rodríguez Marín, p. 116.                


Y Pedro de Oña, Arauco domado, C. XIII, p. 346:


Pues nada se te da por la fortuna
ni por subir al cuerno de la luna [...]



Ya hasta el mismo infierno los persigue,
ya los sube a los cuernos de la luna.


Hojeda, La Cristiada, h. 233 v.                


«Estas y otras cosas decía de los malos poetas; que de los buenos siempre dijo bien, y les levantó sobre el cuerno de la luna». Cervantes, El Licenciado Vidriera, ed. Rivad., p. 162.

«Ved en el cielo la luna con cuernos; y tan conocidos y estimados, que cuando queremos encarecer mucho una cosa decimos que está en el cuerno de la luna». Obras de Cetina, t. II, p. 212.

Cristóbal de Virués en El Monserrate (Canto VI) alteró en algo el modismo:


Los poderosos bienes de fortuna
sobre los altos bienes naturales
levantan sobre el cerco de la luna
los pensamientos y ánimos mortales [...]




160-1-7:


Seguidos, no de Marte, dios sanguino [...];


y todavía en otro lugar (398-1-6):


Con faz turbada de color sanguina [...]


El léxico da a sanguino como simple sinónimo de sanguíneo, pero el hecho es que en aquella forma vemos la tal voz empleada en los autores de antaño.

«Cuanto a los pueblos [...] los que miran a mediodía son más sutiles y vehementes, demonstrándolo también el color, que en aquellos es blanco y sanguino [...]». Suárez de Figueroa, El Pasagero, hoja 5.

Voz usada entre nosotros en el siglo XVII, por Mendoza Monteagudo, Guerras de Chile, C. I, 7:


Aquí la gente indómita, sanguina,
no quiere obedecer ni ser mandada [...]
A Marte, adusto, bélico y sanguino [...]:


que lo había sido ya por Pedro de Oña, en 1596, en varios pasajes de su Arauco domado, como este (Canto XVI, p. 406):


Diciendo a la despierta compañía,
de sus sanguinos labios ya pendientes,
con término agraciado, lo siguiente [...]




160-3-4:


Que iba de rota el castellano bando [...]


Rota vale lo que derrota; pero el modo adverbial de rota tiene el alcance de significar completa destrucción, según lo establece el léxico, y tuvo después el valor de refrán, como lo apunta el M. Correas, p. 541.


Tras él el capitán Pedro Tamayo
venía, y aunque enfermo de la gota,
fue al enemigo asombro, fue desmayo
que por él se vio en fuga y puesto en rota [...]


Viaje al Parnaso, cap. IV, p. 308.                


«[...] porque en las rotas que les daban los nuestros tenían aquel seguro refugio [...]». Ovalle, I, 59.



161-1-2:


Y en el dudoso trance están paradas [...]


Ejemplo de paradas que cita Cuervo (Apuntaciones, p. 422) para manifestar que el significado del participio parado «quiere decir detenido, mas no explica que la detención sea en pie», y que se hace necesario repetir aquí, porque en Chile se usa también malamente, y de cuyo uso errado fue contagiado don José Joaquín de Mora, que dijo pararse por levantarse (Poesías, Madrid, 1853, p. 415).

Véase Román, Dicc. de Chilenismos, t. IV, art. parar.



161-3-8:


Que el general llegó y los más soldados [...]


Otro caso del empleo de que, en el cual vale al tiempo que, de que ya se habló antes.



161-4-7; 273-5-2:


Que aun en el pecho vil contra natura [...]


Es por natura fuerte y recogido [...]

Natura, que ocurre no menos de quince veces en el poema, voz relegada hoy a la poesía, pero que en prosa era frecuente antaño: «[...] en luz de natura y de Escritura y de gracia siempre mandó [Dios] que se diese a cada uno lo suyo [...]». Zárate, Conquista del Perú, p. 548.

«Y digo que en los llanos y valles del Perú hay muy grandes arboledas, y lo mismo en las espesuras de los Andes, con árboles de diferentes naturas y maneras [...]». Cieza de León, Crónica del Perú, p. 450.



161-4-8:


Sobrando a los demás en la pujanza [...]


Sobrar en la acepción de exceder, sobrepujar, como en este otro ejemplo de Luis Barahona de Soto, La Angélica, Canto VII:


Llegó a una vega llana, y fue derecho
a un montecillo que de allí se vía,
do un edificio ilustre se mostraba
que a los gentiles árboles sobraba.




162-5-1; 449-1-4:


Y de cendrada plata una celada [...]



Cerro de Potosí, que de cendrada
plata de ley y de valor subido [...]


En Chile decimos siempre acendrada, que es la plata «limpia y purificada»; y así escribía ya esta voz el P. Ovalle, cuyo testimonio invoca el Diccionario de Autoridades: no sólo en su sentido propio sino también en el metafórico, pues aquel nuestro compatriota la usó elegantemente en dos pasajes de su Histórica Relación, diciendo: «lo más delgado,   —284→   lo más acendrado de los santos [...]» , «la de los Mirandas en Chile es de las de más acendrada nobleza de aquel reino».

«Cendra es vocablo francés, vale tanto como ceniza; pero está contrahído a que signifique cierta ceniza de que los plateros hacen una lexía fuerte para limpiar la plata, de do tomó el nombre la plata cendrada». Covarrubias.

«Y cuanto a la plata, hubo mucha cantidad; tanto, que a Su Majestad le perteneció de su real quinto treinta mil marcos de plata, blanca, tan fina y cendrada, que mucha parte della se halló después ser oro de tres o cuatro quilates [...]». Zárate, Conquista del Perú, p. 479.


Plata cendrada y fina
oro luciente y puro,
bajo y vil le parece [...]


Garcilaso, Égloga II.                


Oña usó el verbo cendrar (Arauco domado, VII, 168):


Y amor allí las purifica y cendra.


Pero tal forma hubo de abandonarse luego, para convertirse en acendrada, que es la que Valbuena empleó ya (El Bernardo, p. 201):


Esta, pues, busca y halla, y de la escoria
te volverá el crisol oro acendrado [...]




162-5-8:


Y por señor del campo en pie quedase.


«Quedar señor del campo. Frase que vale entre los militares haber vencido la batalla, manteniéndose en la campaña o terreno adonde se dio, o estaba el enemigo.

»Metafóricamente vale haber vencido en cualquier disputa o contienda». Diccionario de Autoridades, que comprueba la primera definición con el presente verso de Ercilla, y la segunda con el siguiente ejemplo de Tejada, León prodigioso, P. I, apól. 4: «Señoras del campo quedaron las humildes hierbecillas [...]».



163-1-1:


Un lebrel animoso, remendado [...]


De su etimología latina menda, mancha, «tacha mancilla». «Remendado: lo que está lleno destas tachas y remiendos». Covarrubias. Así dijo también Cervantes, por boca de Sancho, usando de este adjetivo con tal valor: «vienen a caballo sobre tres cananeas remendadas, que no hay más que ver». Don Quijote, V, 187.


Un lozano caballo en medio el prado
[...]
de la color de un blanco armiño, y lleno
de un enjambre de moscas salpicado,
en los pies remendado, y en la frente
ojos fogosos, anhelar valiente.


Valbuena, El Bernardo, p. 210.                


«Pero ningún esparcimiento más agradable a los mejicanos que el de ruar en tostado alazán o remendado overo por aquellas derechísimas calles de una legua [...]». Fernández Guerra, Ruiz de Alarcón, p. 107.



163-1-2:


Que el collar remataba una venera [...]


Que, equivalente aquí a cuyo.

Venera es el nombre de un molusco, pero se aplica generalmente en la heráldica como atributo de Santiago de Galicia, ya en los escudos de las ciudades que tienen el nombre del Apóstol, como en la de Santiago de Chile, por ejemplo, que las mostraba en la orla; ya como insignia que llevan pendiente al pecho los caballeros de las órdenes; ya, finalmente, como distintivo de los peregrinos. Creemos que tal voz está empleada aquí en el significado propio que le corresponde, concha y no medalla, como ha traducido Nicolás, o hebilla, que dice Ducamin. Basta para ello considerar que el perro que cargaba ese collar era de los indios.

Habría venido bien una coma después de venera, pues sin ella, como aparece en todas las ediciones, resulta que esa concha era la que tenía las puntas de metal herrado, y no el collar, que fue, a todas luces, lo que dijo el poeta.



163-2-3, 4:


De un ancho y bien labrado talabarte,
con dos gruesas hebillas de taujía [...]


«La acepción de talabarte (la pretina que ciñe a la cintura y de que cuelgan los tiros en que se trae asida y pendiente la espada), observa Cuervo, Apuntaciones, p. 404, es algo diferente de la académica».

Atauxía en la edición príncipe y en todas las peninsulares que precedieron a la de Madrid, 1597, en que se puso tauxía, que la académica escribió taujía. Sea que al fin quedara así por evitar el efecto de las dos vocales juntas, o que se considere como anticuado, atauxía, dice Covarrubias, «es labor morisca, embutida de oro y plata, uno en otro, o en otro metal. El nombre es arábigo».

Valbuena (El Bernardo, p. 228) escribió ataujía:


Un arco bello, cuya aljaba esconde
cien flechas entre nácar y ataujía [...]




163-3-1, 2:


Un caballo morcillo, rabicano,
tascando el freno estaba de cabestro [...]


«Morcillo, el caballo de la color que tira a la mora.

»Cabestro, el ramal o soga de cáñamo con que se ata la bestia, del nombre latino capistrum, o capite, porque desciende de la cabeza, y llevar a uno del cabestro, gobernarle, por saber él poco y traerle tras sí el que le gobierna, como si tomase una bestia del cabestro». Covarrubias.

Todos sabemos que en Chile, por efecto de metátesis bárbara, la gente del campo dice cabresto por cabestro. Véase la nota de Cuervo, Apuntaciones, p. 403, que manifiesta que por aquellos mundos ocurre lo mismo que en Chile. También decimos del cabestro, cambiando, erróneamente, de en del, sin el ejemplo de Ercilla, véase este otro de Cervantes (Don Quijote, II, 26): «En resolución, Sancho   —285→   acomodó a don Quijote sobre el asno y puso de reata a Rocinante, y llevando al asno de cabestro, se encaminó [...]».



163-5-2:


Las lanzas por los fieles igualadas [...]


Reminiscencia del poeta de una de las práctica usadas en los combates singulares en Europa.

El Doctrinal de caballeros, nota Clemencín, comentando un pasaje de Don Quijote, en las leyes sobre los retos prescribe que los fieles enteren bien a los combatientes de los mojones del campo en que han de lidiar, «e después que esto hubieren fecho, han los de meter en medio del campo e partirles el sol». (VIII, 27).

Cervantes la recuerda en Don Quijote, no sin cierto asomo de burla: «[...] y no solamente conocemos los enemigos pintados, sino en su mismo ser, y en todo trance y en toda ocasión los acometemos, sin mirar en niñerías, ni en las leyes de los desafíos; si lleva, o no lleva más corta la lanza, o la espada, si trae sobre sí reliquias, o algún engaño encubierto; si se ha de partir y hacer tajadas el sol o no, con otras ceremonias deste jaez [...]». (V, 115).

Luis Zapata describe en su Carlo famoso (Canto XIII) el combate singular que tuvieron en Valladolid delante del Emperador, en 1522, el alemán Jerónimo de Ansa y el español Torrellas, a cuyo final,


Los fieles a un punto los tomaron,
sus armas entre las dellos metiendo,
y con honra del campo los sacaron [...]


«Fiel llamamos un hombre de confianza, y llámase fiel en el que juegan las tijeras cuando cortáis con ellas. Mandando, pues, una vez un señor a su criado en un lugar suyo que hiciese poner un fiel a las tijeras, que cercenando una carta se le habían desenfilado, le respondió de presto: No halláis vos un fiel en todo el lugar para vuestra hacienda y queréis que lo halle yo para vuestras tijeras?». Mayans, Diálogo de las Lenguas, p. 99.



164-3-1:


Ninguno con seis brazas llegar pudo [...]


Desentrañando Cuervo todas las acepciones de esta preposición con, pone, entre otros ejemplos que trae, este del verso de Ercilla, haciéndolo preceder de la observación siguiente: «d) Señala la distancia a que alguno o algo se queda para llegar a cierto punto, ya en sentido propio, ya figuradamente. Parece que con se tema aquí en el sentido de agregación, de modo que "no llegar con cien leguas más", sería como si dijésemos: "Aún con cien leguas más, andando cien leguas más, no hubiera llegado".».

Son muy dignos de estudiarse los demás ejemplos que trae el gran lexicógrafo en la página 307 del tomo II de su Diccionario de construcción y régimen.



165-2-2:


Y aquel rumor (colérico) baraja [...]


Barajar está tomado aquí por impedir el que prosiguiese tomando cuerpo el rumor, y que, ya figurada o propiamente, vale en esta acepción detener el golpe a tiempo, que procede, al menos hoy, según creemos, del arte de la esgrima y que no está consultada en el léxico. Frecuentísimo es oír en Chile barajar el golpe.

Cuervo al citar este verso de Ercilla (Dicc., I, 850 b) le da el mismo significado metafórico de «impedir, estorbar (trans..

Ercilla empleó por segunda vez (425-1-8) este verbo barajar en la acepción indicada:


Barajando la suerte declarada.




165-5-4; 440-1-6:


Y, en ocasión metido, valeroso [...]



Y estoy ya dentro en la ocasión metido [...]


Ocasión, vale aquí como peligro o riesgo.

Ya veremos más adelante (586-4-3) el empleo que hizo el poeta de ocasionado.



166-1-6, 7:


Con gran disposición Torquín salía
de haber en él pujanza y ligereza [...]


Ducamin interpreta la frase haber en él como alusiva a Cayeguán, rival de Torquín, de quien acaba de hablarse, y que, por tanto, debe traducirse como sobre él, sobre Cayeguán. No lo creemos así, pues haber en él se refiere a disposición, cuyo valor en este caso es «aptitud, proporción para algún fin», segunda acepción de las que le señala el léxico. Y hasta podríamos decir que disposición equivale aquí a confianza, seguridad, manifestación aparente.



166-3-1; 167-1-8; 478-2-6:


Hechas las presas y ellos recogidos [...]



Procurando en la presa aventajarse [...]



Llegados a las presas, cada uno [...]


Hacer presa es frase figurada que vale «asir una cosa y asegurarla a fin de que no se escape».



166-3-7:


Llevar cuanto una mínima ventaja [...]


Nota Cuervo (Dicc., II, 646) respecto de este cuanto, sustantivado, que «en ciertas frases que significan medida o grado, se subentiende ser»; de cuyo empleo se encuentran dos ejemplos más en La Araucana, uno que ya ocurrió antes (91-3-1), y otro que aparece en el Canto XXX (492-5-4):


De la plaza no ganan cuanto un dedo [...]



Cuanto una sola mínima excediese [...]




166-3-8:


Por más que el uno y otro se trabaja [...]


«Trabajarse, v. recip. ant. Ocuparse, empeñarse, fatigarse. Contendere, nili» (Dic. de la Acad., 6.ª ed., 1822).

Así dijeron también Urrea y Garcilaso, égloga II:

  —286→  

Como el mastín debaxo el fiero alano,
que en su garganta tiene el diente odioso
y se trabaja y fuerza y vuelve en vano [...]


Urrea, Orlando furioso, Canto LV, p. 529.                



Por aquí se trabaja el Duque osado,
del tiempo contrastado y de la vía,
con clara compañía de ir adelante.


Tenemos a trabajarse por reminiscencia del francés, en el cual es corriente:


Envieuse, s'étend, et s'enfle, et se travail,
pour égaler l'Annibal en grosseur [...]


Le Pays de France, 14 de enero de 1915.                


En el lenguaje vulgar chileno existe la forma recíproca trabajarse, con la significación figurada de dirigirse pullas: «Los dos se trabajaban de lo lindo».



166-5-2:


El cual, lanzando fuera los vestidos [...]


«Este adverbio fuera es bastante impropio: lejos de sí», nota Ducamin, y parece que tiene razón.



167-1-3:


Y al vencedor contrario apercibiendo [...]


Apercibir, empleado aquí en muy diversa acepción de la que notamos más atrás, de «prevenir, disponer lo necesario para alguna cosa», y que no vale tampoco amonestar, advertir, que es la otra que, fuera de la forense, le concede el léxico, pues importa tanto como percibir, en la de «recibir por uno de los sentidos las especies o impresiones del objeto», «divisar la presencia de alguna persona o cosa», que diríase en términos más familiares: en lo cual, como es sabido, Baralt ve un grosero galicismo.



167-2-7:


Sin dejarle alentar, le retraía [...]


Retraer, en la acepción de retirarse, retroceder, es reflexivo: su empleo aquí como activo, es arcaico.



167-4-3:


Todos la fuerza grande y el partido [...]


Partido en la acepción de ventaja, que se notó ya y en la que se encuentra en el poema usado una vez más. Véase el glosario.



167-5-1:


Fue este Talco de pruebas gran maestro [...]


Maestro de pruebas, como aquella de saltar con las cadenas de que hablaba el cautivo en Argel, cuya historia se cuenta en Don Quijote (IV, 35). Prueba, en tal acepción el léxico no la define y; en parte, corresponde a una de las que trae de suerte.

Pruebas se hacen de agilidad; destreza, en los ejercicios físicos, con los naipes, etc., etc., y en el mismo Don Quijote, se habla de «la prueba del vaso, que con mejor discurso se excusó de hacerla el prudente Reinaldos [...]».

Nuestro poeta dijo también más adelante (242-5-2):


Yo vi, entre muchos jóvenes valientes
sobre pruebas de fuerza porfiando [...]




167-5-5; 206-5-5:


Y con todas las partes que aquí muestro [...]



Este fue por sus partes señalado [...]


Partes equivale aquí a prendas del ánimo o buenas cualidades, acepción en que carece de singular. Es voz que no registra el léxico de Covarrubias ni el de su añadidor Noydens y que fue antaño vulgarísima y hoy suele también hallarse usada, v. gr., por Rodríguez Marín. Sobran ejemplos, naturalmente, del empleo de esta voz: «[...] no me parece que será cosa justa ni complidera al servicio de Vuestra Alteza, que porque otros pretendan este cargo por su propia sola cudicia, que no os han servido tanto, ni la mitad, ni tienen tantas y tales partes, Vuestra Alteza lo posponga [...]». Las Casas, III, 137. «Ya, señor, sabéis la riqueza y la nobleza de mis padres, y cómo yo soy su único heredero; si os parece que estas son partes para que os aventuréis a hacerme en todo venturoso, recebidme luego por vuestro hijo [...]». Don Quijote, IV, 160.

Y en la «Adjunta al Parnaso»: «Yo, señor, dijo él, soy mozo y rico, y soy enamorado: partes que deshacen en mí la flojedad que infunde la poesía [...]».


Hermano y señor mío, yo he pintado
mil veces al demonio, tan hermoso
y de tan raras partes adornado [...]


Alcázar, Poesías. p. 185.                


DIANA
Y cuando yo no lo alcanzo
no se infiere que no tengo
en mi hermosura y mi aplauso
partes para merecerlo,
sino suerte para hallarlo.

Moreto, El lindo don Diego.                


Y el mismo en El Rico hombre de Alcalá:

REY
Ya es su esposa y nuestra reina,
y al que no hablare en sus partes
con decoro y con decencia
con mi espada [...]

No falta quien se haya valido de partes aplicado a las cualidades de una entidad cualquiera. Así, Aldrete dijo: «De las grandes partes dignas de mucha estima que la lengua castellana tiene». Del origen y principio de la Lengua Castellana o Romance que hoy se usa en España, Madrid, 1674, fol., hoja 85 frente.

Cuervo, en su Diccionario (pág. 306) puso como ejemplo de este empleo de con, el primero de estos versos, para manifestar que tal preposición, usada en frases adversativas con un sustantivo, equivale a pesar de.



167-5-7:


Usado en los robustos ejercicios [...]


Hemos llamado ya la atención al empleo tan frecuente que Ercilla hace de usar en su acepción de acostumbrar, y por venir aquí al caso, queremos recordar un verso de Garcilaso (égloga I), en que habla de usado ejercicio:


Cual con el sol presente
va de nuevo al oficio
—287→
y al usado ejercicio
do su natura o menester le inclina [...]


Y todavía estos otros:


Llora, padre piadoso,
y si el tributo usado al mar envías,
do tus lágrimas van, vayan las mías.


Cetina, Obras, t. I, p. 225.                



Aun el aire, ¡oh! gran Dios, te va faltando
para el usado y proprio movimiento.


Hojeda, La Cristiada, hoja 210.                


En una real cédula de Fernando el Católico: «[...] que todo será menester segund la calidad de alguna de la gente que con vos pasó, que fue de los soldados que han estado en Italia, que, como vos sabéis, son usados a muy malos vicios e malas costumbres [...]». Medina, Descubrimiento del Océano Pacífico, t. II, p. 551.



168-3-1; 242-2-7; 246-1-1; 316-1-6:

«Aferrar, aunque coexiste con el nombre de fierro [...] ha de conjugarse hoy como regular. La Academia admite las formas irregulares afierro, afierras, etc., que privaron hasta el siglo XVII, pues se ven en La Araucana, La Mosquea, El Bernardo, etc. Cuervo e Isaza (con numerosas citas), Benot, Bello, y otros autores sólo admiten las formas regulares. Y vaya siquiera esta muestra del uso más correcto:


»Hasta creo, y mi espíritu se aferra
a tan grata ilusión, que desde el cielo
amándonos bajamos a la tierra».


Núñez de Arce, La selva oscura.                


Selva, Guía del buen decir, n. 185. Como observa este gramático, Ercilla empleó siempre la forma afierra. He aquí la prueba:


Desta manera Rengo a Talco afierra [...]



Y con brazos durísimos lo afierra [...]



Sin darle más lugar con él se afierra [...]



Dándole lado, de la pica afierra [...]




168-4-5:


Hinchieron de las mesas los asientos [...]


y ya en el comienzo de su obra el poeta dice (XVIII-línea octava):

[...] henchir los escuadrones [...],


por llenar, ocupar, enterar, dejar repletos. La forma primitiva de ese verbo fue hinchir, como se nota en este ejemplo de Zárate: «[...] que parecía [la sala] no poderse hinchir aunque se juntase para ello todo cuanto oro había en el mundo [...]», y, como se ve, por los que nos ofrece La Araucana se empleaba mucho más frecuentemente que hoy. Véase este otro de Valbuena (El Bernardo, p. 276):


El francés hinche de alegría la tierra [...]


«Henchir y competir se dan la mano como maltratados en la conjugación; pero fácilmente puede salvarse toda dificultad con sólo recordar que tiene las mismas irregularidades de servir.

»Henchir poco se usa en la primera persona del indicativo, porque la forma hinchó viene a corresponder también al verbo hinchar. Esta misma confusión se presenta cuando se da en suprimir la i de los diptongos, io, ie, como ocurre después de ll y ñ.


»De engaños los espíritus se hincheron.


Hojeda, La Cristiada, libro IV.                


»Siguiendo la norma que ofrecen Hojeda, Moratín (N.) y algunos otros autores, hinchó pertenecerá a henchir y a hinchar. La Academia, Bello, Isaza y otros gramáticos conjugan hinchió, hinchieron, etc., y no faltan buenos escritores que autoricen plenamente tal decir; vaya siquiera esta muestra:


»Hinchieron de las mesas los asientos».


Selva, Guía del buen decir, n. 210.

Hablando Bello (Gramática, p. 119) de las alteraciones que suelen observarse en la conjugación de ciertos verbos y que no alcanzan a constituirlos en irregulares, nota que entre ellas debe contarse la supresión de la i no aguda con que principian ciertas terminaciones, supresión que es necesaria cuando esa i sigue a la u o a la ñ, y advierte también en nota que algunos extienden esa regla a los verbos terminados en chir, de los cuales no conocía otros que henchir y rehenchir, «pero son bastante comunes, concluye, no solo hinchió, en que la supresión de la i pudiera hacer que se equivocase a henchir con hinchar, sino hinchieron, hinchieran, etc.».

Hincheron se puso en la edición príncipe, pero luego se varió por la forma en que se ve en el verso citado, y en aquélla la hallamos en el P. Las Casas y Pedro de Oña: «Llegados al Darién, hincheron todos los que allí estaban de alegría y regocijo con las nuevas buenas de la otra mar, y de las riquezas dellos de que venían [...]». Hist. de las Indias, t. II, p. 81.


Mas el Virrey discreto y acertado,
buscando quien hinchese este vacío,
halló de mano larga y ancho seno,
un hombre que le dio colmado el lleno.


Arauco domado, Canto XIX, p. 507.                


«Dijo el padre de familias: "Salid por esas calles, y cojos y mancos siéntenlos a mi mesa", y así por divina disposición hinche su mesa la fortuna de convidados». Zapata, Miscelánea, p. 238.

«Y con esta diligencia que Gasca puso con diversos mensageros, hinchó de cartas las provincias del Perú». Calvete, Vida de Gasca, I, 362.

«Acabado de subirle a lo alto, y metido en una casilla de rosas que le tenían hecha, venían luego los mancebos, y derramaban muchas flores de diversas colores, henchiendo todo el templo dentro y fuera de ellas». Acosta, II, 60.

«Mostró el vendedor su asno, tal, que le hinchó el ojo al asturiano» (Cervantes, La ilustre fregona, p. 305, edición de los Clásicos Españoles); sobre el cual verbo observa Rodríguez Marín que en este caso corresponde a henchir y no a hinchar.



168-3-4:


Que el lomo quebrantado lo derrienga [...]


  —288→  

«En la época clásica, dice Ducamin, la lengua vacila sobre muchos de estos verbos en -e- y con precisión no sabe con certeza si debe o no hacer la diptongación en las formas fuertes, esto es, en las que llevan el acento sobre el radical: por eso es que en el siglo XVI se decía indiferentemente aferra y afierra; por el contrario, se decía siempre derrienga». Cfr. Cuervo, Notas, p. 77.



168-3-7:


Vuelve, dejando el campo con tal hecho [...]


Campo, tomado en la acepción militar de sitio que ocupa el ejército y por este mismo.



168-4-5:


Hasta que el carro del siguiente día [...]


El carro de Faetón, de que el poeta había hecho mención antes (30-4-1, 2):


El carro de Faetón sale corriendo
del mar por el camino acostumbrado [...]


Cuenta la mitología que Faetón solicitó de su padre Febo, el Sol, que le permitiera guiar su carro siquiera por un día, cosa que no supo hacer y que motivó el que Júpiter, viendo cuán mal regido iba y que amenazaba incendiar el cielo y tierra por haber abandonado la acostumbrada carrera, le disparó uno de sus rayos, que le trajo muerto al suelo.



168-5-1:


Pues otro día, saliendo de su tienda [...]


Diversa acepción de otro, de que se trató antes (55-3-3), y que vale ahora al día siguiente, según lo advirtió Rodríguez Marín comentando uno de los varios pasajes en que con tal valor ocurre en Don Quijote (II, 331) y lo advirtió también Cejador en su Diccionario: «Hoy diríamos al otro día, pero Cervantes y los clásicos emplean elegantemente sin preposición las frases adverbiales, como los acusativos absolutos griegos».



168-5-4:


Con altos instrumentos fue llevado [...]


En otro lugar (p. 29) queda nota sobre el valor de este adjetivo alto aplicado a un hecho; mas, ¿qué debe entenderse por altos instrumentos? El sentido no puede ser otro, nos parece, que el que corresponde a ese adjetivo cuando decimos alta voz, esto es, por consiguiente, que los instrumentos sonaban muy fuerte.

Uno de los casos en que la preposición con importa lo que «en compañía de», de que habla Cuervo, y cuyo empleo en tal valor se corrobora aquí plenamente cuando vemos que dos versos más arriba el poeta dijo acompañado, completando el contexto con dicha preposición.



168-5-7:


Entró dentro con una bella muestra [...]


Entrar dentro: ¿quandoque bonus dormitat Homerus? [...].

Así pudiera pensarse, pero en realidad ese adverbio de lugar se refiere a cercado, puesto inmediatamente antes en el verso precedente. En caso análogo, dijo Rojas (citado por Cuervo, Dicc., II, 866) en Obligados y ofendidos:


¿Quién te abrió tan tarde, hijo?
¿Por dónde entraste aquí dentro?


Y en este otro de Coloma, Guerras de los Estados Bajos (citado también por Cuervo, II, 296) : «Habiendo entrado dentro con algunos soldados [...]».



169-1-2:


Sin que nadie la plaza le pisase [...]


Pisar, metafóricamente hablando, vale hollar, según el léxico; si bien Ducamin advierte que «pisar la plaza o mejor el terreno, es una expresión muy usada en el lenguaje taurino, para significar que el matador gana terreno al toro, y a la inversa. Aquí significa que persona alguna se presenta delante de Rengo».



169-2-5:


Leucotón, la persona recogiendo [...]


Caso en que persona vale lo que cuerpo y de que se encuentra otro ejemplo en La Araucana (234-2-6):


Enhiestas las personas y empinadas [...],


no contemplado en el léxico.



169-3-1:


Vienen al paragón dos animosos [...]


En el léxico sólo figura parangón, que, sin duda, vale lo mismo que paragón, y que en esta forma empleó Ercilla, tomándola, seguramente, del italiano: «paragone, (anche paragon) il metter a confronto una persona o cosa con un'altra per notarne la diferenza. [...] Venire al paragon [...]». Es singular ese agregado de la n, que no se halla en ninguna de las fuentes etimológicas que puedan corresponderle.



170-1-7:


Llegan la empresa al cabo comenzada [...]


La trasposición que se observa en este verso nos parece, además de algo violenta, que se presta a cierta ambigüedad del sentido, pues no faltará quien entendiera que era una empresa antes intentada y por fin puesta en ejecución.

El llegar, que tiene en este caso el mismo valor que llevar, y de que hablamos al tratar de llevar al cabo, fue empleado por Cervantes en ese mismo sentido y, por cierto, que no carece de elegancia: «Con una compañía llegué a esta ciudad de Valladolid, donde en un entremés me dieron una herida, que me llegó casi al fin de la vida [...]». El casamiento engañoso y coloquio, etc., ed. de Amezúa, p. 358.

Don fray Gaspar de Villarroel, obispo de Santiago de Chile, empleó esta voz en un pasaje de sus Historias sagradas y eclesiásticas morales (t. I, hoja 18 v.) a renglón seguido de llevar, en forma bastante expresiva: «Hicieron lo mismo los otros santos, y   —289→   dixo la Virgen sacratísima al ángel que le llevaba: Llega el libro al Emperador y dale el beso de paz [...]».



170-3-2:


Resurte arriba del macizo suelo [...]


Resurtir define el léxico: «Retroceder un cuerpo de resultas del choque con otro», pero mucho más acertado nos parece lo que dice del valor de surtir en su forma anticuada; y, por lo tanto, aplicable a su compuesto resurtir: «Rebotar, resaltar una cosa de la parte donde hirió primero».


No acabó de decirlo, cuando había
tocado la asta dura al peto fuerte,
mas de la aguda punta resurtía [...]


Laso de la Vega, Cortés valeroso, hoja 143 v.                



Haciendo tanta confusión y estruendo
como cuando con furia y con braveza
el poderoso mar resurte y bate
en las cóncavas peñas y peñascos [...]


Villagra, Conquista de la Nueva México, hoja 199 v.                



Y con nuevos dolores inhumanos
de los huesos las carnes desasidas,
no el pecho solo, palpitar se vieran,
y de la cruz al golpe resurtieron.


Hojeda, La Cristiada, hoja 313.                



La nave por la proa fue asaltada
de un tormentoso y turbio torbellino,
y atrás, de remezón arrebatada
cien pasos resurtió de su camino [...]


Monteagudo, Guerras de Chile, C. VII, página 144.                




170-4-6:


Rengo rabioso, amenazando el cielo [...]


Sancha y Rosell, corrigen al cielo.

Caso que ocurre nuevamente (411-3-3):


De encontrar el ejército araucano [...],


donde ya no se corrigió.

«Los nombres colectivos de personas en acusativo por lo común piden la preposición a [...] El uso de la preposición en este caso no es tan general, que no puedan presentarse ejemplos de lo contrario: "reorganizó él sus legiones" (Caro), "situó el batallón en el sitio de mayor peligro" (¿Coloma?)». Rafael A. de la Peña, Gramática teórica y práctica de la lengua castellana, p. 324, México, 1898.



170-5-1, 2:


Como en la fiera lucha Anteo temido
por el furioso Alcides derribado [...]


Anteo, gigante de la Libia -de que vino el llamarle Urrea en su traducción del Orlando furioso, el «líbico Anteo»-, hijo de Neptuno y de la Tierra. Era tan fuerte en la lucha cuerpo a cuerpo, que se jactaba de poder erigir a su padre un templo con los cráneos de sus antagonistas que matase. Atacado por Alcides, nombre también de Hércules, durante el combate recibía nuevos alientos cada vez que sus plantas tocaban el suelo, de tal modo que, para vencerle, hubo aquél de suspenderle en el aire hasta ahogarle entre sus brazos.

Nota Ducamin que esta comparación se acerca mucho a la del Ariosto, cuando en Orlando furioso (canto IX, 77, 5), dijo:


Quale el líbico Anteo sempre piu fiero
surger solea da la percossa arena,
tal surger parve, e che la forza, quando
tocco il terren, si radoppiase a Orlando.


Ercilla volvió a traer de nuevo a colación esta reminiscencia mitológica, aunque ya muy de paso (242-3-1):


Lo que el valiente Alcides hizo a Anteo.




171-1-8:


Oiréis en el siguiente canto expreso [...]


Expreso, en su valor de adjetivo: «claro, patente, especificado».