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La bete ecarlate

Ricardo Gullón





Una vez más escuchamos «la confesión de un hijo del siglo». El cínico relato de un hombre plenamente inmoral que alcanza la riqueza y el triunfo a costa de no abandonar una ruta de vilezas. Sostenida esta confesión en un tono desenfadado y violento, que es el más adecuado al carácter del héroe, del «triste héroe» de la novela de René Trintzius. La bestia escarlata, que no es sino el símbolo de un mundo bien conocido y que tiende a revelar con toda exactitud «la singular extensión de este inmoralismo de serie que nos fabrica una peligrosa situación social». Bajo el rótulo del libro, unas palabras que guardan la clave y que Trintzius toma del Apocalipsis, justificando y esclareciendo el título: «... y vi una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos...»

La obra de René Trintzius tiene un alcance y una importancia excepcional en cuanto subraya un hecho tremendo que el panorama cotidiano ofrece sin que nadie se conmueva ni se alcen signos de extrañeza. El hecho es éste: el inmoral, el hombre que triunfa, que se enriquece, no tiene que dar cuenta a nadie de sus crímenes; la riqueza le defiende y elimina cuestiones que no dejarían de plantearse como secuela del fracaso, no siendo lo más grave la impresión subjetiva que le produzca contemplarse izado por su ausencia de escrúpulos ni el efecto deprimente que su «caso» produce en quienes no procedieron como él, sino la consecuencia última que es el contagio que va lentamente ensanchando el área de invasión hasta permitir que la mayoría, embebida en el deseo de emularle, no sienta repugnancia, sino admiración frente a su triste gesta. El riesgo máximo está, pues, en el enrarecimiento del ambiente, que el aire viciado entre como si fuera limpio oxígeno en pulmones que, hechos para recibir éste, acogen aquél como su elemento propio.

Trintzius, que conoce bien su idioma, juega con los vocablos hasta darles un sello personal que se encuentra, sobre todo, en el ritmo vivo de la frase, en la prontitud de las réplicas y en la finura del comentario que el héroe desliza bajo sus propias andanzas relatadas con una frescura de tono y una jugosidad de expresión que no requiere circunloquios para entrar de lleno en materia. Hay en el libro figuras de gran nobleza, como la de un Alcalde inteligente y honrado que muere víctima de su obra moralizadora y de una conspiración de la que es pieza importante el héroe de La bestia escarlata. Por lo demás, el resto de los tipos son lo bastante innobles para hacer buena compañía al protagonista. Tipos que no hay que forzar la imaginación para representárselos: bastará recordar algún acontecimiento reciente, el asunto Stawisky, por ejemplo.





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