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La casa de la rosa plateada

(In memorian: a Marta Quiles, con quien pensamos esta obra)





Prefacio al director

Esta «Casa de la rosa plateada» conforma la primera parte de un ciclo de tres, cada una de ellas una obra independiente y todas formando parte de un concepto de la puesta en escena como puesta en ámbito de las complejidades de la región geográfica con los tres idiomas del área en la que se desarrolla la acción. El espacio ficticio-espacio escénico configura una topología simbólica donde se desplazan los mundos correntino, paraguayo y afro-brasileño. Frente a frente dos formas de vida: la desprejuiciada vida dionisíaca del Brasil dialogando con el acerado virtuosismo criollo patriarcal. El escenario se transforma en un campo de análisis para cuestionar en profundidad el valor de normas y convenciones sociales persiguiendo la felicidad humana. Las ideas se entrecruzan con los idiomas: el guaraní, el español y el portugués dialogan en un momento de la obra según los personajes y sus procedencias.




Marco histórico

Hacia los años de 1670-1680 se viven climas de tumultos políticos en la provincia de Corrientes (Argentina). El 4-4-1763 tropas del ejército apoyadas por el descontento popular deponen a un gobierno autocrático para erigir el primer gobierno popular en Corrientes. Es la Revolución de los Comuneros, espejo de la de Asunción y uno de los antecedentes de la Revolución de Mayo. La acción de la obra se desarrolla en Ituzaingó, provincia de Corrientes frente a Pilar (Paraguay) y cerca de la frontera con Brasil que en ese tiempo aún no estaba muy bien delimitada.

Toda la obra está llena de música sin ser una comedia musical. Temas cantados, instrumentales donde predominan ritmos afrobrasileros y danzas que, lejos de ser un elemento complementario, es el elemento identificador para algunos personajes, como el de Aparecida.



PERSONAJES
 

 
SAN RAMÓN NONATO,   sólo el rostro del actor; el actor puede cumplir después otros papeles.
SANTA ISABEL,   sólo el rostro de la actriz; la actriz puede cumplir después otros papeles.
ANGÉLICA ASUNCIÓN QUINTERO,   mujer de 40 a 50 años, correntina, vive en San Cosme, cerca de Corrientes.
ÁGUEDA DEL SAGRADO CORAZÓN,   adolescente 15-17 años.
Nuncio oficial,   el actor puede cumplir después otros papeles.
MANUEL VENTURA,   esposo de Angélica, correntino 40 a 50 años.
EGIDIA PONSILLO,   paraguaya, vecina de Angélica, habla guaraní solamente aunque entiende el español.
ILUMINADA RIQUELME,   madama de un lupanar de Livramento (Brasil) habla portugués, 50-60 años.
Cónsul 1 de Iluminada,   negro o mulato habla portugués.
Cónsul 2 de Iluminada,   ídem habla portugués.
APARECIDA DEL MAR,   doncella, debe saber bailar.
Putas del cortejo de Iluminada,   hablan portugués.
LIBORIA,   vecina de Angélica, 50 años.
GAVINA,   vecina de Angélica, 50 años.



Ambientación

La obra puede ser funcional; las distintas ambientaciones serán sugeridas con el mínimo de elementos móviles: una mesa y tres sillas bastan para armar un comedor. Los elementos se irán quitando y agregando a medida que entran y salen los mismos personajes. Uno trae una silla, otros dos la mesa, y se van llevando los elementos cuando hacen sus salidas previas al cambio de ámbito. Todo con mucha agilidad.






ArribaAbajoPreludio

Angélica está arrodillada rezando frente a una mesita con imágenes, flores y velas en el centro de la escena. En proscenio, en cada lateral hay practicables con las figuras de San Ramón pintada dejando un hueco para la cara del actor y en el otro el de Santa Isabel que permanecen en penumbras hasta que intervienen. Al inicio a toda orquesta el ¡Aleluia! Del «Mesías» de Haendel que empieza a decrecer mientras la luz gana espacio y se ve a Angélica encendiendo las velas y después arrodillándose, en camisón blanco y largo, de época.

ANGÉLICA.-
[...] así como nosotros perdonamos
A nuestros deudores
Y no nos dejes caer [...]

 (Se queda callada, cambia el tono de la plegaria a uno coloquial.) 

Aquí, entre nosotros mi Dios quiero preguntarte: ¿por qué no puedo tener un hijo o una hija? Yo no soy una sargenta como doña Aparicia que tiene al marido saltando como soldado. No hablo mal del prójimo. Voy a misa, me rezo toditas las novenas habidas y por haber, lustro tu altar en la iglesia, le cambio las flores a la Virgen...

 

(Se escuchan campanas, vuelve el tono de oración.)

 
Y no nos dejes caer en la tentación
Y líbranos del mal. Amén.
Santa Isabel de las descendencias, ruega por nosotros
San Ramón de los partos, ruega por nosotros.

 (Se pone súbitamente de pie y grita.) 

¡Quiero tener hijos!


 

(Apagón, se enciende el proscenio con los santos con cara de dolor de oídos.)

 

SAN RAMÓN.-   ¿Escuchaste?

SANTA ISABEL.-   Hasta los sordos habrán escuchado, hombre.

SAN RAMÓN.-   Está desesperada.

SANTA ISABEL.-   Sí.

SAN RAMÓN.-   Hay que hacer algo.

SANTA ISABEL.-   ¿Qué?

SAN RAMÓN.-   No sé, algún milagrito, está pidiendo hijos desde hace 20 años. Ya es hora...

SANTA ISABEL.-   ¿Hora de qué? ¡No estarás pensando en un embarazo! ¡Tiene como 50 años!!!

SAN RAMÓN.-   Por eso dije «milagro»; lo otro, podría habérselo hecho el marido sin nuestra ayuda...

SANTA ISABEL.-   Eso, más que ayuda es tontería. ¿Dónde se ha visto, embarazada a los 50?

SAN RAMÓN.-   En tu casa, querida... ¿cuántos años tenías cuando quedaste embarazada de Juancito?

SANTA ISABEL.-   Esteee, por ahí... una mujer jamás dice la edad.  (Molesta.)  Deberías saberlo, pero claro, te criaste entre hombres, ¿qué más te puedo exigir?

SAN RAMÓN.-   Hay que ayudarla.

SANTA ISABEL.-   Sí.

SAN RAMÓN.-   Darle fertilidad.

SANTA ISABEL.-   No.

SAN RAMÓN.-   ¿Por qué no?

SANTA ISABEL.-   ¿Un bebé con ese marido?

SAN RAMÓN.-   ¡Es un hijo de...!

SANTA ISABEL.-   ¡Cuidado! Soy una dama, y santa además.

SAN RAMÓN.-   Disculpe. ¿Qué pasó con todo el amor que se tenían?

SANTA ISABEL.-   Se habrá ahogado en el alcohol: el fulano es una esponja.

SAN RAMÓN.-   Cierto: vino, cerveza, caña...

SANTA ISABEL.-   moscato, clarete, tinto...

SAN RAMÓN.-   embarazo, no.

SANTA ISABEL.-   Pensemos otra cosa...

SAN RAMÓN.-   ¡No estarás pensando mandarle un perro!, ¿no?

SANTA ISABEL.-   No, hombre. Otra cosa… los bebés son problemáticos: biberones, chupetes, pañales descartables.

SAN RAMÓN.-   Insomnio.

SANTA ISABEL.-   ¿Por qué no mandarle una hijita de 15 años?

SAN RAMÓN.-     (Arma jaleo.) Pero, ¿estás soñando? ¿No era que queríamos ahorrarle quebrantos a la prójima? ¿Hay algo más problemático que un adolescente, sea hombre, mujer, animal o planta?

SANTA ISABEL.-   Calma, hombre, si me dejaras terminar…

SAN RAMÓN.-   ¡Pero es una locura!

SANTA ISABEL.-    (Alzando la voz.)  ¡Que me dejes terminar! Estoy pensando en una muchachita que justo en estos momentos necesita una mamá porque está sola y perdida. ¿Qué me contás?

SAN RAMÓN.-   Perdón, yo nada sabía… ¿y dónde se perdió?  (Con cierta duda en la voz.) 

SANTA ISABEL.-     (Algo molesta, rehuye responder.)  Estee, por ahí. Venía huyendo porque se escapó.

SAN RAMÓN.-   ¿De la casa?

SANTA ISABEL.-   No, precisamente. No tiene casa.

SAN RAMÓN.-   ¿Y la mamá?

SANTA ISABEL.-   Es… huerfanita.

SAN RAMÓN.-   Ah, pobrecita, ¿y de quién se escapó?

SANTA ISABEL.-    (Le cuesta decirlo.) De Iluminada Riquelme, vivía en el Brasil y se escapó, ¿algo más quiere saber el señor?

SAN RAMÓN.-   Entiendo… la tal Iluminosa es una tía, o una parienta.

SANTA ISABEL.-    (Incómoda.) No, no es la tía.

SAN RAMÓN.-   ¿Una amiga de la familia?

SANTA ISABEL.-   Tampoco.

SAN RAMÓN.-   ¿Y quién es entonces?

SANTA ISABEL.-   Una… señora.

SAN RAMÓN.-   ¿Y a qué se dedica la «señora»?

SANTA ISABEL.-   Ah, eso no sé, yo no me meto en la vida ajena.

SAN RAMÓN.-    (Siempre desconfiado.) Bueno, terminemos con los problemas… vamos a concederle esa hija de 16 años aunque yo no sepa quién es la tal Iluminosa...

SANTA ISABEL.-   Iluminada.

SAN RAMÓN.-   Iluminada Riquelme ni a qué se dedica ni…

SANTA ISABEL.-   Ya. Así sea. Amén. Gloria a Dios.

SAN RAMÓN.-   Gloria.

 

(De nuevo el Aleluia de Haendel y se apaga la luz sobre los dos santos… desde un rincón aparece Águeda que puede venir desde platea y avanza hacia el escenario en tanto se cambia el mobiliario para armar la sala de la casa de Angélica: dos mesas, una más grande en centro de escena y otra menor a un costado. Tres sillas cada una. Todo rústico como se puede esperar del ámbito rural. Cuelga un cuadro, un retrato de rostro severo mal pintado. Accesorios, Águeda llega a escena donde todavía está rezando Angélica y golpea las manos.)

 
ÁGUEDA.-

Ave María. ¿Quién?  (Entra a la casa, miedosa.) Señora buena  (Le dice a Angélica.)  Estoy buscando a  (Saca un papel arrugado del bolsillo.)  Mi-ca-ela Se-queira. O Ama-ro Araú-jo, ¿sabe dónde viven? Estoy muy, muy cansada señora..  (Suspira hondo.)  me llamo… me vienen persiguiendo, vengo de lejos, el sol está muy caliente, no me haga nada, soy buenita, téngame lástima por favor. Le pido por Santa Ana que tiene el manto bordado con estrellas allá en Livramento, para Brasil. Yo… yo sabía cantar ¿dónde estamos? Yo vengo de Santa Ana do Livramento. Yo siempre cantaba cuando tardaba en venir Andreo de Villasloas, el que me quiere de aquí hasta el cielo.

 (Canta.) 

En Santa Ana un pensamiento
Me está buscando bajo mi cama:
En Santa Ana do Livramento.
Sé que me quiere ese bandeirante
Porque en sus ojos tiene mis sueños:
En Santa Ana do Livramento.
Pero que aquellas no eran vidas,
Porque no es vida vivir mintiendo
En Santa Ana do Livramento.

 

(Termina de cantar se queda callada u se aprieta las sienes, luego cae desvanecida diciendo.)

 

ÁGUEDA.-   ¡Mamá, mamita!

ANGÉLICA.-   Angélica Dios mío. ¿Qué le pasó?  (Corre hacia ella.)  Ayúdenme por favor. ¿Qué le pasa?  (La arrastra hasta una silla.)  A ver hija, qué pasa… tome agua, ayúdenme. Pero ¿a quién le pido ayuda si vivo sola?  

(Se apaga la luz y en proscenio aparece el Anunciador.)

 

ANUNCIADOR.-   «A los pueblos de la Gobernación de Corrientes, por orden del Gobernador don Bernardo López de Luján se comunica a los vecinos que desde ahora se ordena castigar los pecados públicos, los amancebamientos, concubinatos, la gente suelta que causare escándalo en la vecindad y toda persona que esté viviendo en pecado a los ojos de todos, en deservicio de Nuestro Señor Jesucristo».

Quedan todos avisados. Jueves de Cuaresma del año del Señor de 1763.



ArribaAbajoPrimer acto

 

Continuación del preludio, después de la llegada de Águeda a la casa. Se ilumina la escena lentamente en la casa de Angélica, en la mesita del lateral derecho está Manuel, solo, en lateral izquierdo en un catre tijera está Águeda tapada. Angélica le pasa linimento en los brazos. Manuel está tomando vino pero sin exagerar la nota de borrachera haciendo de ella una caricatura. El director verá el modo de alternar los diálogos de un lado a otro naturalmente. Manuel Ventura es uno de esos borrachines un poco alegres a los que no le preocuparía si mañana se viniese el mundo abajo.

 

MANUEL.-   ¿Yo? No, señor, yo no gasto ni un real. Perdí todo por culpa de los curas que nos mandaron al Chaco a abrir caminos. Le dije a mi mujer: no es mi culpa, ¿qué otra cosa puedo hacer si me viene la papeleta? Orden del gobernador el teniente don Luján, dicen. Ella no me creyó porque en boca de mentiroso, lo cierto se hace dudoso. Le miré directo para que me creyese y le dije: los hombres nacimos para cumplir con la patria. ¿Qué patria?, me dijo ella.  (Tono confidente.)  Esto es cosa de los jesuítos que están acomodados con el gobernador. Al final, ellos mandan más que el Gobierno.

ANGÉLICA.-   Pobrecita mi vida  (Arropándola.)   Pobre criatura, ¿cómo te animaste a cruzar tantos peligros por los montes desde Brasil, solita?

ÁGUEDA.-   No se enoje conmigo.

ANGÉLICA.-   No me enojo, ¿Cómo te llamas?

ÁGUEDA.-   Águeda del Cristiano Corazón, señora  (La abraza.) 

ANGÉLICA.-   Hoy me dijiste «mamá».

ÁGUEDA.-   Yo no tuve mamá.

ANGÉLICA.-   Yo no tuve hija.

ÁGUEDA.-   No se enoje. Yo estaba en Livramento con Ella.

ANGÉLICA.-   No me enojo…

ÁGUEDA.-   Ella me va a buscar cielo y tierra  (Miedo.) 

ANGÉLICA.-   ¿Quién te va a buscar? No tengas miedo, yo te voy a cuidar  (La acaricia.)  mucho.

ÁGUEDA.-   Ella  (Tiembla.)  Iluminada Riquelme «La Mandrágora»

ANGÉLICA.-   ¿Quién es…?

ÁGUEDA.-   Es forzuda, mala, malísima.

ANGÉLICA.-   No tengas miedo. ¿Por qué te busca esa mujer?

ÁGUEDA.-   Me hacía trabajar, es grandota.

ANGÉLICA.-   ¡Pobrecita, mi ángel!

ÁGUEDA.-   Sin descanso toda la noche, no duerme.

ANGÉLICA.-   ¡Qué mujer malvada!

ÁGUEDA.-   Peor que esclavitas. Es mala.

ANGÉLICA.-   ¡Pobrecita!

ÁGUEDA.-   Éramos las pupilas de Iluminada, mamita.

ANGÉLICA.-   ¿Era un internado de monjas?

ÁGUEDA.-   Es inmensa, mamita, como un ombú  (Tiembla.) 

ANGÉLICA.-   Bueno, bueno, ya pasó.

ÁGUEDA.-   Noches y noches en el prostíbulo.

ANGÉLICA.-   ¿Cómo? ¿Qué?

ÁGUEDA.-   Ella es la comandanta de un quilombo mamita, en Livramento, se llama «A casa da rosa prateada», nos hacía acostar con distintos hombres cada noche.

ANGÉLICA.-   ¡Pobrecita, mi ángel!, ¿quién te llevó hasta allí?

ÁGUEDA.-   Yo era huérfana, vivía cerca de Yapeyú, un día vino ella a la estancia diciendo que buscaba ayudantas para costura, que era una modista de Livramento. Mis patrones le creyeron y me entregaron. Me llevó al Brasil engañada, viví todo este tiempo sirviendo a esa mujerona, mamita.

ANGÉLICA.-   ¿Por qué será tan injusta la vida? Yo te necesitaba todo este tiempo y no sabía que estabas lejos, sufriendo. ¿Por qué esperaste tanto para salir, hijita?

ÁGUEDA.-   Tenía miedo mamita. Yo estaba sola. Ella me decía Eu vo a cortar a manho si vocé quer safar-se gatinha

MANUEL.-    (Sigue hablando solo como si tuviese alguien enfrente.) Los curas nos mandaron al Chaco. Derechito, tierra de indios a cortar árboles para hacer el camino al Tucumán. Cosa de curas. Nos alistaron a la fuerza, yo tuve que dejar mi mujer y mi chacra que es lo que más siento. Justito cuando el maíz largaba pelos rubios. ¿Quién mierda conoce el Chaco? El cura Cayetano que era capillán llevó una mapa dibujada y nos perdimos; a la mierda con el dibujo. «Síganle el rumbo al padre Cayetano que es cosmógrafo decía el mando». Cosmógrafo al carajo. (Toma un trago.) 

ÁGUEDA.-   Ella  (Siempre que lo dice, carga miedo.) tiene cuatro guardianes mamita, son unos negrotes inmensos que se llaman los sargentos o los cónsules. Comedidos para cuidarla; ni falta que hace con lo inmensa que es.

ANGÉLICA.-   Las tenía encerradas, pobres criaturas: hacerse mujeres por la fuerza.

ÁGUEDA.-   Yo era la preferida. Un cliente que pagaba monedas de plata me pedía que hiciera ruidos como una gatinha desnuda en el piso  (Baja al piso y hace movimientos seductores.) así, y el ojo del negrote brillaba mamá, yo tenía que revolcarme llena de vergüenza. Otro señor que era vaquero me mordía, se ponía muy malo cuando me veía desnudita pero pagaba para verme así. Los hombres son raros, mamita. Pagan y pegan. Nunca entendí qué querían de mi cuerpo.

ANGÉLICA.-    (La levanta del piso.) No quieren nada hijita. Están demasiado sucios para querer algo. Bueno, se terminaron los gatitos. Si quiere las monedas que se arrastre ella ahora.

ÁGUEDA.-   Nunca más.

ANGÉLICA.-   Nunca, hijita.

ÁGUEDA.-   Un día empecé a tener vergüenza, mamita. Cuando me desnudaba sentía que algunos me querían un ratito, me besaban suave, suave; yo me acostaba con uno y con otro y no me daba cuenta de nada. Hasta que vino él.

ANGÉLICA.-   ¿Quién es él?

ÁGUEDA.-   Andreo de Villasloas, mi bandeirante que le saca las mejores luces a los oros de las minas. Cuando él me miró, mamita, yo conocí la vergüenza.

ANGÉLICA.-   ¡Mi ángel se enamoró de un bandeirante!

ÁGUEDA.-   Sí, sí.  (Se abrazan, se ríen.) 

ANGÉLICA.-   ¡Cuando se entere Manuel, tu papá!  (Se lo aclara.)  Nuestra hija enamorada de un bandeirante y estamos en guerra con el Brasil. ¡Perfecto!

ÁGUEDA.-   Águeda Pero él no quiere saber nada de guerras.

ANGÉLICA.-   Será un caballero, ¿no?

ÁGUEDA.-

El más caballero de los caballeritos.

 (Cantando.) 

Un trueno que apaga las tormentas
Y alumbra la negrura del camino
Que tiene en las dos manos dibujadas
Dos líneas con mi nombre y mi destino.
Un cielo que me canta primaveras
Aunque asusten las lluvias y los fríos,
Que llora, si me ve llorando:
Un cielo que es de todos porque es mío.

ANGÉLICA.-
La vida me dio naipes traicioneras
En vez de Rey de oros, Rey de copas
Yo supe hacerme fuerte al sufrimiento,
Mujer para llorar, sobra en la tierra
Y puse mi esperanza en este encuentro.

ÁGUEDA.-
Sin esos ojos de mi caballero
No quiero otras miradas en mi cuerpo
Te doy mi corazón mi bandeirante
Andreos Villasloas yo te espero.

ANGÉLICA
y ÁGUEDA.-
No existe peor condena en este mundo
Que la de lamentar por lo perdido
A lo que fue: adiós y hasta mañana.
Que acaba de empezar otro camino.

 

(Cae la luz.)

 

MANUEL.-   ¿Qué fue del maizal, compadre? Pregúntele a los loros que para eso hablan. Dejé mi casa, mi campo y me alisté con el cura Cayetano al culo del mundo. El algodón estaba capullando. Mi mujer me dijo «quiero tener hijos». A la salú de los ausentes.

 

(Cae la luz.)

 
 

(Vuelve la luz a las dos mujeres.)

 

ÁGUEDA.-   La Mandrágora es terrible, mamita. Magia Negra. La sombra de diablo.

ANGÉLICA.-   Sea lo que sea, ahora estamos juntas y no hay diablo que valga. Todos te vamos a defender  (Le hace una trenza en el pelo mientras hablan.)  yo, tu papá Manuel siempre que no esté tomado, tu bandeirante…y ¿cómo va a saber tu Andreos que estás aquí?

ÁGUEDA.-   No se aflija, él me va a buscar, le dejé avisado con Raquel.

ANGÉLICA.-   ¿Quién es Raquel?

ÁGUEDA.-   Otra de las pupilas.

ANGÉLICA.-   Y ¿cómo lo voy a reconocer si me cruzo con él?

ÁGUEDA.-    (Se arrodilla en el catre.) Es único. Un milagro, Cuando él habla, el viento se calla. Si mira la tierra, florecen los pastos, los matorrales largan perfumes. De noche hay más estrellas por donde él pasa.

ANGÉLICA.-   Ay, hija, las cosas que te hace decir el sentimiento.

ÁGUEDA.-   No miento, él es único.

ANGÉLICA.-   ¿Cómo es de cuerpo? A ver…

ÁGUEDA.-   Alto, con la piel de cobre como si el sol se hubiese quedado a vivir allí. Rubio, los ojos y el cielo son la misma cosa.

ANGÉLICA.-   ¿Cómo habla?

ÁGUEDA.-   De adentro, no tiene maldad.

ANGÉLICA.-   Está bien, ahora a descansar. Yo le voy a servir la comida a Manuel  (Le da un beso en la frente.)  que vino después de no sé cuántos almanaques… duerma tranquila y cuando tiemble la tierra ya sabremos que llegó el brasilero más querido de todos los tiempos.

 

(Se lleva el candil y con él se va la luz siguiéndola hasta llegar a Manuel a quien lleva un plato, pan y lo despierta porque está durmiendo en la mesa.)

 

ANGÉLICA.-   ¡Manuel Ventura! Despiértese que tenemos una hija.  (Él levanta la cabeza y vuelve a dormir.)  Ahora tenemos alguien a quien cuidar, Manuel.

MANUEL.-   Creí que estaba soñando.

ANGÉLICA.-   No, estás despierto y tenemos una hija.

MANUEL.-   ¿Ah, sí? ¿Y quien es el padre?

ANGÉLICA.-   ¡Grosero! ¿Quién va a ser? ¿El cura?

MANUEL.-   No me hable de curas ni de mapas, me llovió 8 meses seguido sobre el lomo por culpa de un cura con un mapa.

ANGÉLICA.-   Tenemos una hijita, se llama Águeda, es muy linda, por fin Dios escuchó mis oraciones, o habrá sido Santa Isabel ya que tanto le pedí, o Santa Catalina.

MANUEL.-   ¿Santa Isabel es nuestra hija ahora?

ANGÉLICA.-   No, pero ¿qué tontería se te ocurre decir?

MANUEL.-   Mezclaste tanta gente que no sé si soy el padre o el hijo.

ANGÉLICA.-   Nuestra hijita se llama Águeda, Á-gue-da.

MANUEL.-   Ya, ya… sírvame la cena y mañana hablamos.

ANGÉLICA.-   Mejor deje ese vino que le aturde la oreja.

MANUEL.-    (Vuelve a sus recuerdos.) Tuvimos que cruzar el lodazal descalzos y el Chaco no aparecía, mi camisa se hizo flecos y el Chaco no aparecía..

ANGÉLICA.-   ¡Otra vez con ese asunto! Ese tema ya me tiene harta.

MANUEL.-   El Chaco no apareció.

ANGÉLICA.-   ¡Basta!

MANUEL.-   Hay que defender el honor.

ANGÉLICA.-   El honor está aquí, no en el Chaco.

MANUEL.-   ¿Cómo se llama nuestra hijita?

 

(Apagón de luz.)

 


ArribaSegundo Acto

 

En total oscuridad, si hay telón permanecerá cerrado, aparece en proscenio el Anunciador que puede ser reemplazado por voz en off también, luego se ilumina de nuevo la casa de Angélica con los mismos muebles de antes pero en otro ángulo como si el espectador hubiese rotado un poco. Angélica está planchando (plancha de hierro) y Águeda ayuda doblando la ropa y acomodándola.

 

ANUNCIADOR.-   «Cansados de los abusos de autoridad las milicias correntinas al mando del sargento Insaurralde mandaron un oficio al cabildo pidiendo en nombre de los vecinos un cabildo abierto con la presencia de los vecinos para discutir la mejor forma de gobierno que conviniera a todos ya que la libertad está tan amenazada por el actual gobierno perverso, el Justicia Mayor y el Jefe de la Guarnición. Corrientes, cinco de abril de 1763»

ANGÉLICA.-   Y siempre soñaba, si tenía una hijita para mí, si era varón Manuel lo llevaba a la chacra no bien caminara. Y así soñaba, ahora tengo una hija moza y no sé qué hacer.

 

(Alguien llama afuera golpeando las manos y se escucha ¡Ave María!)

 

Sin pecado…. Es mi comadre Egidia Ponsillo, andá a recibirla hijita, que siempre se tropieza porque no ve muy bien.

EGIDIA.-   Mbaéicha pa reikó che comadre.1.

ANGÉLICA.-   Aiko porá, ¿ja ndé?2

EGIDIA.-   A malicia mi co aurupi aguerecó peteî che pariente a upeagüi ayú ajechá jaguá.3

ANGÉLICA.-   ¿Ja ndeico reimoá che máa mbaé?4

EGIDIA.-   Anichéne nde la che pariente.5.

ANGÉLICA.-   Ja maemína ndé co jinarae, ¿ja mbaéicha pa reicomí?6

EGIDIA.-   Ndajaei co jina la aimé poraitereí jina. Jasy co jina pe che acá angué pyjaré ja ndaquei chugüí.7

ANGÉLICA.-   Sí, es muy feo el dolor de cabeza, comadre. Egidia Eremí na che comadre.

EGIDIA.-   Eremí na che comadre, ¿moógüi pa renojé pe mitá cuñá poraité?8

ANGÉLICA.-   Omboú cheve Ñande Yara.9 Me cayó del cielo.

EGIDIA.-   Y porá itereígüi omboú ndeve. Y gustoitereí ñajendú la oñeé laya ja opurajei cuaái tereí.10

ANGÉLICA.-   Añe teté co la ereva, comadre.11

EGIDIA.-   Che catú ajá peteí médico ñaná.12

ANGÉLICA.-   ¿Ja mará?13

EGIDIA.-   Che co ndé comadre nda che membysei ja aipotá ombotú cheve pe che tatú oimejáicha.14

ANGÉLICA.-   Anichéne, ja mbaéicha oyapó ndeve, upéa co jasy la ombotú jaguá ndeve. No se cierra fácil la matriz.15

EGIDIA.-   Amombeú ta ndéve mbaichaitepa oyapó chéve. Oyegúy pe che rygué ari ja jeí la jeía ja upéi che cachí ari.16

ANGÉLICA.-   ¡Jesús!

EGIDIA.-   ¿Ja ndé ména mbaéicha oicó?17

ANGÉLICA.-   Ojó guerra jápe.18

EGIDIA.-   ¿Ja máaico la i contrario cuera?19

ANGÉLICA.-   Peña ñandé gobernador López Luján o mondó chupé cuera pe Brasil yaiquéramo porque oñó rairó España ja Inglaterra.20

EGIDIA.-   ¿Ja mbaéico upéva ñandeve ñande interesá jina?21

ANGÉLICA.-   Pero Manuel co omombeú que Inglaterra ja Brasil oí oñondivé, ja cada vez que oñorairó jicuai los brasileros cuera oiké ñandé retame.22

EGIDIA.-   Ja nde menaico oi ña nde defende jâguâ.23

ANGÉLICA.-   Ni más ni menos.

EGIDIA.-   ¿Maerâ?24

ANGÉLICA.-   Porque el comandante iñañái tereí, jaé co petei caraí ya iyedáma. Ja jera Catani. O mondo militacuerape ombuaty jaguâ vaca cuera o ará jaguâ co cué.25

EGIDIA.-   Egidia Eana. Ji cuai pa ndo ojoi oñorairojaguâ.26

ANGÉLICA.-   Ja upéa co la jeía che Manuel. Oré usá como tembiguaicha. Oyequejáma chugüi gobiernope, oyururé ningó jicuai peteí aty pa guasú Cabildope.27

EGIDIA.-   ¿Ja mbaé tea úpea? Che mondyi ningó.28

 

(Se escuchan sones acompasados, música rítmica del leitmotiv de Iluminada Riquelme que va creciendo, para dar la impresión de ir acercándose, esto en medio minuto, hasta que el sonido invade toda la escena metiendo susto.)

 

EGIDIA.-   ¿E jendú pa jina aipóva?29 (Visiblemente afligida mira hacia arriba y hacia los lados.) 

ANGÉLICA.-   Jéê, jaeté cuo peteí tambor.30

EGIDIA.-   Oimene co jina Ñande Yara ñande moindysé.31 (Gritando, lo dice, para superar el sonido ambiente.) 

ANGÉLICA.-   No se asuste, comadre, no es el fin del mundo; han de ser los soldados.

EGIDIA.-   No, ndajaéi jicuai.32 (Desesperada.) 

ANGÉLICA.-   Mire, comadre  

(Señala a un lado donde entra Iluminada con todo sus fastos cargada en silla con palanquín en andas a espaldas de dos negros, refugiada por un sombrillón tipo imperial que portará una de las pupilas como si fuese una presesión religiosa. El registra verá si esta comitiva entra por un lateral de escena o por platea, lo que producirá una ruptura topológica interesante para la puesta de la obra. Otras dos pupilas, portan palmas de coco o plumas como en los séquitos reales de Egipto. Todos bailan en forma seductora, lujuriosa. La impresión de ruptura respecto al cuadro anterior doméstico y pacífico debe ser muy clara: estamos ante dos mundos contrapuestos, el de la virtud casta y el de la vida indómita con todo su bien y su mal. El clima erótico tiene que impregnar el aire. Egidia se sobresalta, pregunta a los gritos, Angélica se mantiene más aplomada y observa con toda atención, Águeda no está, ya ha desaparecido cuando las mujeres hablaban solas.)

 

EGIDIA.-   Ja máapa cova?33

ANGÉLICA.-   No se asuste, comadre.

EGIDIA.-   Moógüi pa oú coá gente?34

ANGÉLICA.-   Parecen brasileros.

EGIDIA.-    (Señalando a Iluminada.) Péa oiméne jina la omandáva.35

ANGÉLICA.-   No que muestre miedo comadre.

EGIDIA.-   ¿A saludamí ta chupé? Che co che tabyetéreí, chembo emína la ayapótava. A maliciá co jina coáa gente cuera oú del gobierno-güi. ¿Añesútapa chupé?36

ANGÉLICA.-   No, epytánte upépe.37 (Todo esto fue ocurriendo mientras la comitiva entraba. Llegados a escena, empiezan los parlamentos de Iluminada y los negros que irán todos en portugués.) 

ILUMINADA.-   ¡Alto!  (La voz tronante.)  ¡Para saryento un!

NEGRO 1.º.-   ¡Ordene, mi emperatriz!  (Servil y lascivo al tiempo.) 

ILUMINADA.-   Olhe o mapa, acho que é por aquí.  (Bajan el anda al suelo. El negro busca entre sus taparrabos un papel arrugado, lo consulta.) 

EGIDIA.-   ¿Tañesúmina, comadre?38

ANGÉLICA.-    (Sujetándola.) No. Espere. Ejá aró mbaé la oipotáva.39

NEGRO 1.º.-   Sí, patroa, esta e a casa que está no mapa.

ILUMINADA.-   Pesa falar com a dona.

NEGRO 1.º.-   ¿Está la señora Angélica?

ANGÉLICA.-   Soy yo.  (Se muestra reticente, mirando esquivamente.) 

ILUMINADA.-   ¿Qué fala?

ANGÉLICA.-    (Contestándole la pregunta.)  Yo soy, ¿qué quieren?

NEGRO 1.º.-   Minha senhora ven do Livramento pra reclamar.

ANGÉLICA.-    (Cortándole.)  Ah, ya veo… ya veo… ¿Cómo se llama su patrona?  (Carga la voz de ironía al decir «patrona».) 

ILUMINADA.-   Eu so «A Mandrágora».

ANGÉLICA.-   ¡Así que usted es la gran puta!

EGIDIA.-    (Que no entiende nada, creyendo que Angélica enloqueció del susto, la reprende.)  ¡¿Mbaé picó che ama?! ¿Mbaécha pa oyapó coáa? ¿Mará pa eré chupé co groserías co cuñá ajena pe?40

ANGÉLICA.-   ¡Déjeme comadre, ésta víbora no entra a mi casa!

ILUMINADA.-    (Preguntándole al negro.)  ¿Qué faló esta mulher?

NEGRO 1.º.-   Está zangada, muito zangada com a senhora.

ANGÉLICA.-   ¿Qué quiere de mí?  (Voz furiosa.) 

ILUMINADA.-   Quero a minha criada, ¿adónde está?

ANGÉLICA.-   Para usted está muerta. ¡Fuera de aquí, perra!

ILUMINADA.-   ¡Quero a minha gatinha!

ANGÉLICA.-    (A Egidia.)  Erejó, comadre… alcánceme la pistola que está detrás de la puerta.

EGIDIA.-    (Asustada, entendió mal la situación.)  ¿Péa icó la guerra? ¡Ñande Yara!, co aty guasú  (Corre a buscar el arma.)  Lo mondá já oú oipeá ñandejegüí la yarecomía.41

ANGÉLICA.-    (Al negro.)  Mire, don, dígale a su patrona que se vaya o empiezo a los tiros.

ILUMINADA.-   ¿Qué fala esta mulher?

NEGRO 1.º.-   Olhe patroa, ela está armada.  (Hace la señal de un fusil.) 

ILUMINADA.-   Eu nao vo sem minha Agueda.

EGIDIA.-    (Entrando con la pistola.)  Ape oí la ñorairó comadre.42

ANGÉLICA.-    (Armada, apuntando.)  ¡Fuera de aquí!

ILUMINADA.-   ¿Vocé sabe quem só eu?

ANGÉLICA.-   ¡Una grandísima puta!  (Egidia le tapa la boca.) 

EGIDIA.-   ¿Nde taby picó che comadre? ¿Mbaéicha pa o ofendéta la i visítape?43

ANGÉLICA.-   ¡Fuera de mi casa!  (Apuntando.) 

NEGRO 1.º.-   Minha patroa quer negociar.

ANGÉLICA.-   Que se vayan.  (Amenaza con el arma.) 

NEGRO 1.º.-   ¡Cinco moedas de ouro para a senhora!

ANGÉLICA.-   Pase lo que pase, nunca vas a dejar de ser esclavo.

NEGRO 1.º.-   Nao fique brava, pense que ter de mau, Águeda vive bem com a gente, vístese de luxo, ten todu o que quiser, ¿qué ha de mau?

ANGÉLICA.-   Que ustedes no pueden elegir, que no son libres ella  (Señala a Iluminada.)  decide sus destinos, como si fuesen animales. Eso, tiene de malo.

ILUMINADA.-   Nao provoque minha cólera. Sou uma dama con influencias política, poyso aplastar com um só dedo. ¿Entendeu?

ANGÉLICA.-   Mire, «doña» lo único que yo sé es que el que vive mal tarde o temprano tiene que pagar acá. Esa es la ley que me enseñaron. No me importan sus influencias, ni sus amenazas.  (Ahora lo dice más grave y serenamente, con la tranquilidad de quien tiene ganada la jugada.)  ¡Y se van ya mismo de mi casa, inmediatamente!

ILUMINADA.-

Espere. Eu vine de muito longe, Voce tem que saber antes;  (Golpea las palmas y de entre el séquito emerge Aparecida, hasta ese momento envuelta en velos, se los quita al ritmo de una danza acompasada, mientras Iluminada va explicando.)  ¿Sabe quem é ela?  (La voz de Iluminada se hace profunda, cavernosa.)  E Aparecida do Mar. Uma maga com poder imenso. Uma bruxa sagrada. Toma contados ventos queimando seus cabelos, pode deixar seco o rio todo só mijando na beira. Adivinha o passado. Seus peitos tem leite que cura as tristezas. Todas as pestes a obedecem. As doenças que ela provoca, ninguem pode sanar. É o mesmo rostro da morte.  (Aparecida hace un humo entre sus manos y lo muestra subiendo al aire como un espiral, esto da pie a que, imperceptiblemente Iluminada empiece su canción.) 

Nao provoque a furia de esta menina No transforme
a beleza em maleficio
Si esta princesinha ficara brava
Ninguem se salvará da sua maldade.


 

(Los negros y las pupilas hacen coros, alegres. En todo el séquito de Ilumina predomina el clima festivo, toda esta secuencia será, además, predominantemente coreográfica.)

 
CORO.-
Ahh, veio do mar, Aparecida,
Aparecida,
filha do amor e da dor.

ILUMINADA.-
Todo o povo ficara feito cinzas
Com a forza que se soltarao
Nem santo nem milagre
Será capaz de salvalo de tanto mau
Ahh, veio do mar, Aparecida,
Aparecida,
a filha do amor e da dor.

ILUMINADA.-
As sete pragas cairao do ceu
Até consumir corpos e almas
se nao me dá a minha filhada As siete pragas cairao
do ceu.

CORO.-
Ahh, as sete pragas Uma maldiçao que ninguem pode soportar.

 

(Toda la rítmica afro, sensual, entre los negros y las rameras del séquito. Aparecida centra todo el baile, mientras Iluminada está impávida, con un gesto de meditación, mirando todo, firme.)

 

ILUMINADA.-   ¿E agora, que me fala? (Exigiendo respuesta.) 

ANGÉLICA.-   Ya les dije que se vayan.

ILUMINADA.-   Pensa um instante. Ode sofer. Ela nao é sua filha.

NEGRO 1.º.-   Senhora os sortilegios sao te recibeis.

ANGÉLICA.-   No tengo miedo.

ILUMINADA.-   Nao tem importança. E forte. Ja vai pedir perdao de foelhos.

ANGÉLICA.-   ¡Fuera, carroña!  (Apunta, da un tiro al aire.) 

ILUMINADA.-    (Ordenando.)  Sargentos: vamos de aquí.

NEGRO 1.º.-   Mau, muito mau…

ILUMINADA.-   As sete pragas  (Señalando a Angélica.)  para vocé.

NEGRO 1.º.-   Mau muito mau; neguinho fala pra seu bien.

ILUMINADA.-   ¡Vamos!  

(Golpea las palmas y sale la comitiva, ruidosamente como llegó. Todo este desarrollo debe ser ágil y rítmico desde que llega Iluminada, el intercambio con Angélica, los insultos.)

   (Silencio total cuando se van. Quedan solas las dos mujeres sin saber qué decir.) 

EGIDIA.-   ¿Máaico coáva gente cuera?44

ANGÉLICA.-    (Queda preocupada y abrazada a su arma.)  Mala gente, comadre. Co añá memby. Péa jina jaé45 La Mandrágora, dueña de un quilombo en Livramento. Me quiere sacar a Aguedita.

EGIDIA.-   Anichéne che comadre46.

ANGÉLICA.-   No se preocupe. Antes me dejaría arrancar los ojos que a mi hija.

ÁGUEDA.-    (Apareciendo se abraza a Angélica.)  Tengo miedo.

ANGÉLICA.-   ¿Dónde estabas, hija?

ÁGUEDA.-   Escuché todo lo que dijo…

EGIDIA.-   Angá, oñemondyi la mitá kuña. ¿Erecó pa michimí toronjil?47

ANGÉLICA.-   Vaya, comadre, hágale un té por favor  (Sale Egidia corriendo.)  No te asustes mi vida.

ÁGUEDA.-    (Temblando.)  La brujita es malísima y dañina.

ANGÉLICA.-   ¿De dónde salió?

ÁGUEDA.-   De Pernambuco, la Mandrágora la mandó traer cruzando el serrato. Y en el camino murió de sed. A los tres días revivió tal como está ahora… livianita como ánima y maga poderosísima.

ÁNGÉLICA.-   Hija: el único poder que hay es el que usted da a los demás. Si usted deja que el miedo sea más fuerte, una mosca la puede lastimar. No hay que tener miedo, mi vida.

ÁGUEDA.-   Mamita, usted no sabe lo que es. Esa mujer no tiene lástima de nadie.  

(Tiembla.)

 

ANGÉLICA.-   Bueno  (La acaricia.)  Bueno  (Mantiene la cabeza de Águeda en su regazo acariciándola.)  Yo también tengo miedo, pero de algo que está acá, adentro.  (Señala el pecho con el puño cerrado.)  He pensado años enteros que cuando tuviese un hijo ya estaría cumplida por eso, rogaba. Y ahora esa mujer me hizo pensar, ¿para qué quería un hijo o hija? No sé. Todas las mujeres por acá buscan un hombre, hacen su casa y vienen los hijos. Yo me sentía distinta. Venían a preguntarme qué se le da de comer a un nenito de un año, qué hacer si se enfrían, si tienen tos… yo sabía todo, como si hubiese parido varios hijos. Así pasó el tiempo y me cansé de esperar y mentirme diciendo: «mañana tal vez quede encinta» y ese día que llegaste, se me abrió el corazón y me dije «al fin» pero al momento sentí un peso enorme que me caía encima, porque sabía que seguía mintiéndome.

ÁGUEDA.-   ¿Qué me está diciendo?

ANGÉLICA.-   Que sigo teniendo miedo de estar mintiéndome.

ÁGUEDA.-   Es por mi culpa, yo le traje tantos problemas!!!

ANGÉLICA.-   No, no digas eso. Es otra cosa.

ÁGUEDA.-    (Muy triste.)  Es por mezquinar este cuerpito mío que no vale más nada, porque ya está manchado por todos los hombres que me besaron y me tuvieron por unas monedas.

ANGÉLICA.-   No queridita, no te lastimes más. Eso ya pasó.

ÁGUEDA.-   ¿Usted piensa eso?, ¿No es cierto que me llené de pecados?  (Se sienta y la mira a los ojos.) 

ANGÉLICA.-   Bueno, eso es también un pecado.

ÁGUEDA.-   ¿Qué cosa?

ANGÉLICA.-   Entregarse a uno, a otro, a todos.

ÁGUEDA.-   No, mamá, estar con un hombre pegada a su costilla es mucho más verdadero que pasarse la vida esperando hijos. Yo no sé muchas cosas, pero sé que si una está muy sola y hay alguien que nos quiere, y que nos busca, no hacemos mal a nadie al entregarnos.

ANGÉLICA.-   ¿Por dinero? Hija, eso es...

ÁGUEDA.-   Yo no cobraba, mamá. Eso hacía La Mandrágora.

ANGÉLICA.-   ¿Me estás diciendo que te sentías bien haciendo esa vida allá?

ÁGUEDA.-   Al principio sí, hasta que me enamoré.

ANGÉLICA.-   Hija, no esperaba que me dijeras algo así. Es como si hubieras madurado de pronto.  (Emocionada.) 

ÁGUEDA.-   No dije antes, porque no hacía falta mamita.

ANGÉLICA.-   Está bien, eso ya pasó.

ÁGUEDA.-   No.

ANGÉLICA.-   (Silencio un poco tenso entre ambas.) 

ÁGUEDA.-   No pasó, ser mujer no pasa nunca, mamita. Si tuviera que elegir otra vez entre quedarme sola hasta que se me seque el alma o entregarme a un hombre desconocido seguro que decido que me quieran. Aunque sea porque necesitan mi cuerpo. Yo también necesito un cuerpo que me ayude a vivir. Si no, andamos maldiciendo la vida.

ANGÉLICA.-   ¿Y ella?

ÁGUEDA.-   Ella se vendió una vez y empezó a jugar con las monedas, mamá. Y le gustó más ese juego porque así no tiene que vivir para nadie. La Mandrágora es una mujer amargada.

ANGÉLICA.-   A mí me asusta pero no es por miedo. No creo en las amenazas ni esos daños que promete. Es otra cosa, algo que me lastima sin saber por qué.

ÁGUEDA.-   Ella tiene el poder de mostrarnos todo lo que destrozamos sin saber por miedo, ella nos muestra el veneno que tragamos.

ANGÉLICA.-   Yo te quiero, Águeda, no me importa nada de lo que pasó.

ÁGUEDA.-   Usted es la primera persona que me quiere sin interés, por eso le creo.

ANGÉLICA.-

Descanse hija, ya pasó la tormenta.  

(Canción de cuna de la madre.)

 
Duérmase mi hija que yo estoy velando
Su sueño. Los males no podrán pasar.
Si te están doliendo todos los recuerdos
Estos ojos míos los olvidarán.
Si hay gente que vive pensando venderse
Y otra gente vive pensando comprar
Este amor inmenso que dejo a tu nombre
No conoce precio ni conocerá
Las manchas del alma nunca son eternas
Los ojos se limpian con sólo llorar.
Hija, esas cosas pasan en la tierra
Pasan y se olvidan, pasan y se van.
Tierra que me besas cuando me recuesto
Siesta que me entibia por el arenal
Voy dejando sueños para que el destino
Cumpla su camino sin dolernos más.
Tarde que se acerca, flor de ceibo viejo
Oliendo en el viento como el azahar
Te pido que siempre cuides a mi hijita
Cuando yo me vaya hacia el más allá.
Este canto queda siempre,
los recuerdos pierden color
 

(La luz de intimidad de este cuadro se extingue junto con la melodía. Águeda se despierta de pronto recostada en el regazo de Angélica.)

 

ÁGUEDA.-   ¡Las siete plagas!

ANGÉLICA.-   ¿Qué pasa?

ÁGUEDA.-   Yo conozco las plagas.

ANGÉLICA.-   ¿Qué plagas?

ÁGUEDA.-   Las que anunció La Mandrágora. La primera es… (Haciendo esfuerzo por recordar.)  Sí, es la sangre de drago.

ANGÉLICA.-   ¿Qué es eso?

ÁGUEDA.-   La brujita escupe sangre de drago sobre el fuego y el sol se pone negro  (La luz empieza a titilar y luego va oscureciendo, hasta quedar todo en penumbras.)  después sopla un viento frío que endurece la sangre a los pájaros y caen muertos. Unos, otros, otros… todos.  (Se oye el viento rugiente.) 

EGIDIA.-    (Viene con su taza de té.)  ¿Mbaé picó la oicóva che comadre? ¿Jaá moói co ojó la cuarajy?48

ANGÉLICA.-   ¿El sol?  (Nerviosa, casi tartamudea.)  Estee.. ha de ser tormenta, no se asuste.

EGIDIA.-   Bueno,  (Visiblemente asustada.)  ajá tamá che rógape, aní que pe nde sarai la ro ayudatajá. Ja pe Benigna la curandera nda cheresaimoai49.

ANGÉLICA.-   Gracias por todo, Egidia.  (Se besan, se despiden.)  Vaya a su casa, que se hace tarde.  (Volviendo hacia Águeda.) 

ÁGUEDA.-   ¿Sabe cuál es la segunda plaga?

ANGÉLICA.-   No, ni quiero saber, que venga sola total tantas cosas me cayeron encima sin aviso que una más….  (Sonríe.)  Sale de nuevo el sol  (Regresa la luz.)  ¡Mire quién viene ahí!  (Divisando a la distancia, viene entrando Manuel harapiento y con una bolsa de arpillera al hombro.)  ¿Qué te pasó, Manuel Ventura?

 

(Van las dos mujeres y se le acercan, lo abrazan, celebran.)

 

MANUEL.-   De mal en peor.

ANGÉLICA.-   Prepárese porque acá también hay estofado.

MANUEL.-   Me licenciaron 8 días, vine a descansar.

ANGÉLICA.-   Mala hora, Manuel. Tenemos problemas.

MANUEL.-   Deme un mate por lo menos.

ANGÉLICA.-   Vaya hija a preparar mate.

MANUEL.-   Así que vine caminando 10 leguas para encontrarme con reclamos.

ANGÉLICA.-   Siéntese, tranquilo, escuche y no hable. Manuel: ahora que me faltaste me di cuenta que te necesito.

MANUEL.-   ¿Qué pasó?

ANGÉLICA.-   Que mucho tiempo fui padre y madre en esta casa, hasta que me cansé.  (Manuel va para levantarse de la silla pero Angélica lo sienta de nuevo.)  Me cansé. Ahora cada cual a su sitio. Yo cuido mi casa de la puerta para adentro. Vos cuidás tu casa de la puerta para afuera. ¿Está claro?

MANUEL.-   Clarísimo. Todos los líos vienen de afuera así que me tocan a mí.

ANGÉLICA.-   Todos no. Pero el asunto de La Mandrágora queda en tus manos, viejo.

MANUEL.-   ¿Qué, quién, la qué?

ANGÉLICA.-   ¿Te acordás de lo que nos contó Aguedita, de Livramento? Vino esa mujer, es una sargenta zafada, ladina y violenta. Mete miedo pero un hombre tiene que ser de «sí» y «no» así que contéstame: ¿Me vas a defender?

MANUEL.-   Te voy a defender.

ANGÉLICA.-   Viene con unos negros.

MANUEL.-   No importa, igual te defiendo.

ANGÉLICA.-   Y con una bruja que hace desastres con el sol y los pájaros y mata gente, parece.

MANUEL.-   Me parece que vuelvo a la guerra.

 

(Cambio rápido de escena, con cambio de luz que oscurece, esta escena y hacia proscenio aparecen las dos vecinas caminando una de izquierda a derecha, la otra la revés, con una sábana arrollada en las cabezas como si llevaran ropa a tender. Avanzan hasta cruzarse en la línea media, continúa hacia ambos extremos y giran para volver a encontrarse en el medio, haciendo este juego las veces que haga falta para agotar el diálogo.)

 

LIBORIA.-   ¿Viste pa Gavina?

GABINA.-   ¿El qué pió?

LIBORIA.-   El sol quedó ciego un rato.

GAVINA.-   Calamidá manté.

LIBORIA.-   Y sopló ese viento.

GAVINA.-   Calamidá, calamidá.

LIBORIA.-   Murieron toditas mis gallinas.

GAVINA.-   Peina, mis patos también omanó toditos.

LIBORIA.-   Mis batarazas, el ñandú de Francisca.

GAVINA.-   Calamidá.

LIBORIA.-   ¿Qué le parece?

GAVINA.-   Calamidá.

LIBORIA.-   Dicen que es mala peste.

GAVINA.-   ¿Qué peste?

LIBORIA.-   De los brujos nagosheshé del Brasil.

GAVINA.-   ¡Che Yara!  (Se persigna.) 

LIBORIA.-   El castigo de Bará que cae del cielo.

GAVINA.-   Calamidá.

LIBORIA.-   Vaya a prender una vela a Oxalá.

GAVINA.-   ¿A quién pió le tengo que prender?

LIBORIA.-   A Dios, che ama, a Dios.

 

(Desaparecen las dos por laterales contrarios; estos diálogos deben ser ágiles con movimientos rápidos de cruces de situaciones como el entrecruzamiento de ideas que promueve el lenguaje sólo que aquí llevados a la acción de música instrumental que será propio, es decir, aparecerá toda vez que estas vecinas entren al espacio de composición de la ficción, cuando desaparecen, la luz se devuelve al sitio original o sea la casa de Angélica que está sentada tomando mate con Manuel.)

 

ANGÉLICA.-   Los ojos como fuego, Manu, mete miedo.

MANUEL.-   ¿Qué es eso de las brujerías?

ANGÉLICA.-   Que te cuente Aguedita...  (Llama.) ¡Hija!  (Entra fregándose las manos en un delantal.)  Cuéntele a su papá las plagas que faltan.

ÁGUEDA.-   Ahora la brujita  (Se acerca Angélica y empieza a trenzarle el pelo, nerviosa.)  pita unas hojas de trombeteira y…

MANUEL.-   ¿Y?

ÁGUEDA.-   Larga el humo… sobre brasas y en ese momento caen muertas tres mujeres del pueblo que después se convierten en almas en pena que atormentan a los cristianos. Son egunes.

MANUEL.-   ¿Qué? ¿Qué son, «unes»?

ÁGUEDA.-   Egunes, la plaga de Oiá Santa Bárbara.

ANGÉLICA.-    (Persignándose.) ¡Y yo, que le rezaba para las tormentas! Resultó ser una bruja…

MANUEL.-   ¡Che, pero éstos son asesinos!

ANGÉLICA.-   Te dije que esa mujerona es una desgraciada.

MANUEL.-   ¿Y después?

ÁGUEDA.-   La plaga de San Marco del león. El trabajo de los sueños.

MANUEL.-   ¡Che, que éstos ni dormir te dejan!

ÁGUEDA.-   Cuando duerme la gente la brujita se pone a conversar con los sueños, la gente se vuelve loca, algunos se tiran al agua y se ahogan, otros se acuchillan.

ANGÉLICA.-   ¿No era muda la bruja ésa?

ÁGUEDA.-   Sí, pero de noche le sale una voz finita como de pájaro.

MANUEL.-    (Incómodo.) Che, Angélica, esto no me gusta nada. Nada de nada. Yo me puedo enfrentar cuerpo a cuerpo con el mismo diablo si querés. No puede ser peor que los curas. Pero esto de las muertas y las pesadillas no me gusta nada.

ÁGUEDA.-    (Angustiada.)  Y todo por mi culpa…

MANUEL.-   No, hija. El mal es culpa del mal. Usted no tiene nada que ver.

ANGÉLICA.-   Manuel, prepárese para la guerra.

MANUEL.-   ¿Pelear contra ánimas? ¡Ni loco!

ANGÉLICA.-   Entonces voy a tener que llamarlo al cura.

MANUEL.-   ¡No! Tranquila, podemos hablar pacíficamente. Sáqueme los curas y yo peleo contra Satanás si quiere.

 

(Apagón de luz, en proscenio se enciende un cenital como de sol cayendo a plomo. Las dos vecinas hacen el mismo juego que antes yendo y viniendo cruzándose mientras hablan.)

 

LIBORIA.-   ¿Se enteró?

GAVINA.-   ¿Qué?

LIBORIA.-   Angá, murió Emia la criadita.

GAVINA.-   ¿La que era huerfanita, pa?

LIBORIA.-   Y le estaban velando las dos tías viejas.

GAVINA.-   ¿Las dos tías?

LIBORIA.-   Sí, la Cenobia y Marculina.

GAVINA.-   Vamos al mortuorio entonces.

LIBORIA.-   No, esperá que te cuente.

GAVINA.-   ¿Qué pasó?

LIBORIA.-   Le estaban velando anoche a la angelita.

GAVINA.-   No me digas.

LIBORIA.-   Y se quedaron dormidas.

GAVINA.-   Ya son viejas las pobres.

LIBORIA.-   Y cayó una vela en el ataúd.

GAVINA.-   ¡Dios mío!  (Se persigna varias veces.) 

LIBORIA.-   Se quemó toda la casa, murieron las dos.

GAVINA.-   Cosa del diablo.

LIBORIA.-   Tres ánimas de fuego catú.

GAVINA.-   Calamidá.

LIBORIA.-   Cosa de los brujos esos…

GAVINA.-   Calamidá.

LIBORIA.-   Los nagosheshé, dice Joselo.

GAVINA.-   Con razón anoche tucutún los tambores.

LIBORIA.-   Eran los payesudos.

GAVINA.-   ¿Y qué vamos a hacer?

LIBORIA.-   Prenderle una vela a Oxalá.

GAVINA.-   Calamidá, calamidá.

 

(Apagón, pasa la luz de nuevo a la casa de Angélica donde toman mate ella y Manuel.)

 

ANGÉLICA.-   ¿Quién manda ahora el Corrientes?

MANUEL.-   No se sabe, López Luján murió.

ANGÉLICA.-   ¿Y quién manda las milicias?

MANUEL.-   El Jefe de la guarnición, Barrenechea. Terminó la guerra con Brasil y nos mandó a Misiones al servicio del cura Catani, de los jesuitas.

ANGÉLICA.-   ¿Otra vez usted con los curas?

MANUEL.-   A veces ya no sé si soy soldado o sacristán. Nos levantamos en Areguá y exigimos al mando que se deje de curas, que somos militares.

ANGÉLICA.-   ¡Así se habla! ¿Y qué contestó?

MANUEL.-   Nos hizo castigar y nos sublevamos.

ANGÉLICA.-   Así me gusta Manuel. ¡Casi no lo reconozco!

MANUEL.-   Mandamos una carta, se pidió Cabildo Abierto para todo el vecindario, discutimos y se nombró un gobierno nuevo. Todo eso hicimos.

ANGÉLICA.-   ¿Se da cuenta, Manuel Ventura? ¿Se da cuenta de esa maravilla? ¡Cambiaron el gobierno!

MANUEL.-   Muchas cosas van a cambiar. Apague ese candil y venga a mi lado.

 

(Se oscurece la escena y se enciende luz cenital en proscenio donde está Gavina con una guitarra, sentada en un banquillo, dispuesta a cantar un «sucedido» mientras en escena se hacen los cambios para ambientar el final.)

 
GAVINA.-

 (Canta con voz cansina y monocorde aunque dando vitalidad a los remates con ironía.) Canción de Gavina

Las cosas que están pasando
Son pura calamidad:
Las ánimas de las tres finadas
Se van y vienen, vienen y van.
Ayer se le aparecieron
Al cura y al sacristán,
Tomaron agua bendita,
Prendieron velas, comieron pan.
De tarde o de madrugada
Les ven en el tajamar
La Emia con la Cenobia
Y Marculina pa terminar.
De noche, ni qué decirle
Trajinan por el sauzal
Asustan a los cristianos:
Doña Liboria potaité joá.
Me dice don Ramón Vega:
«Si les quieren encontrar
No vayan al cementerio
Que nunca están en su lugar»

 

(Apagón cuando termina y la luz vuelve a la escena donde la rítmica de los tambores repite el leiv-motiv de los brasileros. Iluminada, sentada en una especie de trono vigila todo. Suben sahumerios, velos tenues cuelgan, la escena tiene algo de bacanal oriental. Iluminada juega a las barajas con Negro 1.º.)

 

ILUMINADA.-   Ga nhei de novo, sagento.

NEGRO 1.º.-   Tem sorte minha, senhora.

ILUMINADA.-   Nao sei; esa mulher me poi nervosa.

NEGRO 1.º.-   Ninguem pode resistir as pragas. Nem o Farao.

ILUMINADA.-   Nao posso entender porque ela quer a minha gatinha, que apenas a conhoce e a Agueda. Ela tinha tudo com a gente: vestidos de seda, brazaletes de prata, colares, brincos, aneis. E pela culpa desse morto de fome ela renunció a gente. ¿Voce entende, sargento, minha raiva? Ela e apena uma gatinha trastornada pelo Andrés, que e um pobre diavo; Mas eu tenho inteligencia e penso no lugar de ela.

NEGRO 1.º.-   As veces as persoas se enamoran, mariscala.

ILUMINADA.-   ¿Amor?  (Se ríe.)  Eu quero ver como morre ese amor cuando falten as moedas. Agueda tem que voltar com nois.

NEGRO 1.º.-   Mais a mulher esta armada e sobra coragem.

ILUMINADA.-   Vamor ver a baralha que diz o destino.  (El Negro baraja y va sacando cartas.)  Rainha da espada  (Golpea las palmas.)  Esa mulher me esta desafiando. Ningen tenme desafiado  (Aparecida viene bailando o su voz se oye cantar muy fino.)  Aparecida, comence os sortilegio dos sonhos. Mostre o que tem no coraçao. A paixao, que dorme dentro de cada um.  (Música en crescendo hasta que Iluminada se pone de pie, da un bastonazo y dice.)  Nao. Nao y Nao. ¿Asim que sobra coragen?

NEGRO 1.º.-   Esa mulher tem muita alma, minha senhora.

ILUMINADA.-   Com o corpo vencese a alma. Aquí  (Llama a dos de sus meretrices.)  E nao sei perder.  (Invocando.)  Aparecida do Mar, do mau Yemanyá, me da lujuria pra inundar a sede de os coraçones. ¡A celebrar todos! Todos.

NEGRO 1.º.-   ¿O que vamos a celebrar minha senhora?

ILUMINADA.-   Que está nacendo «a casa da rosa plateada» a mançao dos praceres carnales. Aquí por esta terras a gente reza muito mas nos olhos tem fogo. Vamos assoprar esos corpos pra que pegue fogo os espíritus. O desejo. O desejo anuvia a raçao. ¡Ja veremos quem vence esta batalha entre a virtude e o desejo!  (Ríe mientras va bailando entre los demás.)  A ver esses cuadris, esa tetas, eses ventres de seda. ¡A mover a vida contra as forzas da morte!  

(Música del leiv-motiv de Iluminada va creciendo en volumen y agilidad, danzan todos con las luces que se atenúan hacia el rojo crepuscular, la atmósfera sensual se agita con el ritmo de tuntunes que laten como corazones. La estética visual debe sugerir el cuadro orgiástico como una ceremonia, tal como empezó el teatro cuando bajó de los altares de Dyonisios.)

  Venga a nos, Aparecida do Mar. Encante os coraçoes de esta gente. Vamos a devolver o bem ao bem lutando contra a oscuridade das vidas atadas as estranhas leis de uma religiao feita de mortos. Vamos a vencer a o fantasma de Deus.

Traducción del final


 
 
FIN DE LA «CASA DE LA ROSA PLATEADA»
(Primer día)
 
 




El ciclo se completa en 3 días para seguir esta secuencia

Día 1: «La casa de la rosa plateada» donde se plantea el conflicto.

Día 2: «Sala de ensayo» el autor conversa con los personajes. Discuten el planteo del tema, las distintas alternativas, lo que quiere cada personaje frente a lo que necesita escribir el autor.

Día 3: «La vida perdurable» finaliza el desarrollo argumental con acotaciones de los actores, vuelta al tiempo original del siglo XVIII mezclado con el presente ubicuo.




Traducción del final

ILUMINADA.-   Gané de nuevo, sargento.

NEGRO 1.º.-   Está de suerte, ama.

ILUMINADA.-   No sé; esa mujer me pone nerviosa.

NEGRO 1.º.-   Nadie puede resistir las plagas. Ni un faraón.

ILUMINADA.-   No puedo entender por qué defiende a mi gatita, cuando apenas la conoce. ¿Y Águeda? Tenía todo con nosotros: vestidos de seda, brazaletes de plata, collares, sortijas. Y por culpa de ese muerto de hambre renunció a nosotros. ¿Entiende, sargento, mi indignación? Ella es apenas una gatita trastornada por el Andreos, que es un pobre diablo; pero yo tengo sesos y pienso en vez de ella.

NEGRO 1.º.-   A veces la gente se enamora mariscala.

ILUMINADA.-   ¿Amor?  (Se ríe.) Ya quiero ver cómo se muere ese amor cuando falten las monedas. Águeda debe volver con nosotros.

NEGRO 1.º.-   Pero la mujer ésta está armada y le sobra coraje.

ILUMINADA.-   A ver, tíreme las cartas y vamos a ver qué nos dice el destino  (El Negro baraja y va sacando las cartas.)  Reina de espadas: esa mujer me está desafiando  (Golpea las palmas.)  Nunca antes nadie me ha desafiado.  (Aparecida viene bailando o su voz se oye cantar muy fino.)  Aparecida, empiece el sortilegio de los sueños. Muéstrele a esta gente lo que tienen en el corazón, adentro, las pasiones dormidas de cada uno. Despierte la fiera que tienen adentro.  (Música en crescendo hasta que Iluminada se pone de pie, da un bastonazo y dice.)  No. No y no. ¿Así que le sobra coraje?

NEGRO 1.º.-   A esa mujer le sobra alma, mi señora.

ILUMINADA.-   Al alma se la vence con el cuerpo. Aquí  (Llama a dos de sus meretrices.)  Yo no sé perder. (Invocando.)  Aparecida del Mar, mano de Ymanyá, danos lujuria para inundar la sed de estos corazones. ¡A celebrar todos! Todos.

NEGRO 1.º.-   ¿Qué vamos a celebrar, ama?

ILUMINADA.-   Que está naciendo «La casa de la rosa plateada» la mansión de los placeres carnales. Aquí en estos pagos la gente reza mucho pero en los ojos hay fuego. Vamos a soplar esos cuerpos para que el fuego incendie los espíritus. El deseo. El deseo que nubla la razón. ¡Vamos a ver quién vence esta batalla entre la virtud y el deseo!  (Ríe mientras va bailando entre los demás.)  A ver esas caderas, esas tetas, esos vientres de seda. ¡A mover la vida contra las fuerzas de la muerte!  

(Música del leiv-motiv de Iluminada va creciendo en volumen y agilidad, danzan todos con las luces que se atenúan hacia el rojo crepuscular, la atmósfera sensual se agita con el ritmo de tuntunes que laten como corazones. La estética visual debe sugerir el cuadro orgiástico como una ceremonia, tal como empezó el teatro cuando bajó de los altares de Dyonisios.)

  Venga a nos, Aparecida del Mar. Encante los corazones de esta gente. Vamos a devolver el bien al bien luchando contra la oscuridad de las vidas atadas a las leyes extrañas de una religión hecha de muertos. Vamos a derrotar al fantasma de Dios.

 
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