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ArribaAbajo- III -

Sobre quienes ya se han ido


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ArribaAbajoEl padre y el hijo: una instantánea


(Año 1924)


A Ramiro



ArribaAbajo El caballero y el adolescente
andando vienen por la angosta acera.

La calle es una calle silenciosa
de Villarrica, al promediar la siesta.

Hay umbríos follajes sobre un muro.  5
El sol de enero desde lo alto ciega.

Casonas centenarias
sostienen sus fachadas soñolientas

como cansadas ya de erguir los siglos.
En el pleno vigor de la existencia,  10

el caballero evoca con su aplomo
el recio señorío de otra época.

Sus botines brillantes pisan fuerte
las losas blancas; su robusta diestra

adelantada a su figura prócer,  15
oprime el ala del sombrero y lleva
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la prenda alzada con soltura y garbo,
en ademán resuelto que a la prenda
confiere un no sé qué prestigio ufano,
cual si ésta fuese un arma o una enseña.  20

En su mirar impávido y austero
arde la voluntad de un alma ascética.

Su hijo el adolescente apura el paso.
Se sabe junto al padre un niño apenas

a quien, entre inhibido y orgulloso  25
la acera le parece aún más estrecha.


Esta fotografía es enigmática.
No sé qué extraña sugestión encierra.

Hay un contraste tal en las figuras,
como también una emoción secreta.  30

Sin dialogar dialogan padre e hijo:
el uno, sin hablar, guía y enseña:

el otro, sin mirar, siente la magia
del ejemplo y vigor de la presencia

del caballero. Y ambos, en silencio,  35
en recíproco amor se compenetran.
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Muchos años pasaron desde entonces.
Cambió la vida de aquel viejo pueblo.

Esa casa hoy no existe, ni esa acera
ni esos umbrosos árboles, que han muerto.  40

Cambió también el mundo como siempre.
Lo único que perdura es el recuerdo

de aquel amado pueblo y de su gente,
gente que era el decoro de aquel tiempo.

Y un día, hoy ya remoto, muy anciano  45
y baldado, muriose el caballero.

Perdida el habla, opaca la mirada,
ruina en fin de sí mismo, era un espectro
que poco a poco en la casona triste,
desmemoriado, se nos fue extinguiendo.  50

El muchacho creció. Como su padre,
tan gran señor, fue su heredero auténtico.

La hoy larga trayectoria de sus años
refleja fiel, como vital espejo,
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momentos de la vida de su padre:  55
se percibe en sus actos un modelo,

tal como en rostro y ademán y aire,
el padre muerto en él sigue viviendo


¿Aconteció quizás que en aquel día,
a media siesta en el callado pueblo,  60

tuviera él vislumbres de un destino,
del destino cabal de un caballero?

1983.

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ArribaAbajoLa larga espera


A María Teresa


ArribaAbajo Quiso ella verla, verla a treinta años
de la muerte. La madre nunca vista.

La que al darle la vida dio la suya
en una primavera remotísima.

Y fuese al panteón toda expectante  5
y temblorosa pero decidida.

Hombres oscuros con sus herramientas
tras mucho esfuerzo el ataúd abrían.

Y columbró primero bajo el vidrio
y luego sin el vidrio, blanca y nítida,  10

una apacible joven en reposo,
una joven hermosa, palidísima,

de anchos ojos cerrados como en sueños;
denso el cabello en torno a las mejillas,

blanco el vestido aquel del desposorio  15
y un Cristo blanco en manos casi niñas.
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Estaba intacta. En los pequeños labios
se había eternizado una sonrisa

apenas perceptible. Era la novia
tan admirada en la fotografía  20

de las bodas cercanas a la muerte.
Era la novia tantas veces vista:

-Esa es mamá, mamá que está en el cielo-
le decían cuando era pequeñita.

Idéntica al retrato, incorruptible,  25
el vestido nupcial de tela fina

con pliegues relucientes. Sobre el pecho
el Cristo de marfil no se le hundía.

La madre joven en la caja negra
parecía esperarla, aunque dormida.  30

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ArribaAbajoAbuelos victorianos


(Dos retratos al óleo)


A Nicolás


ArribaAbajo Están allí callados y abstraídos
en su visión lejana de otro mundo,

hombre y mujer, aún jóvenes -viejísimos-
en una eternidad sin tiempo que es su asilo.

Pero residen hoy y no lo saben  5
en una casa de desconocidos,

de insospechados nietos, allende el vasto espacio
del Atlántico. Aquí los dos perviven.

Y es que alguien, de muy lejos, hace años
de vidas y de muertes y catástrofes,  10

quiso que el polvo y el olvido turbios
no destruyeran esos viejos lienzos.

Él, sobrio y sosegado y victoriano,
tan victoriano como su pareja,

es como ella una imagen puritana  15
de a mediados del siglo diez y nueve.

Marcos dorados, cuerdas centenarias,
ya os espera el taller indiferente
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de algún restaurador de cuadros viejos.
Pero señor, señora, estáis presentes  20

en vuestra dulce ausencia soñadora,

mirando este vivir incomprensible,
sobre un televisor que os estremece,

cerca del grito urgente del teléfono,
en otro mundo, y sonreís acaso  25

cuando mueren las luces cada noche,
y os sentís en la sombra acompañados.

Agosto, 1976.

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ArribaAbajoCuando los muertos no parecen muertos...


ArribaAbajo Cuando los muertos no parecen muertos
y se los oye en las habitaciones
contiguas de la casa
conversar y reír y estar a gusto
expresando comunes emociones,  5
y estar tan vivos como los que viven
y los recuerdan con angustia y pena;

Cuando cómodamente sentados en sillones
para ellos y nosotros, familiares,
los sentimos tan cerca, tan reales,  10
¿cómo creer que se nos hayan muerto
y que no gocen de la luz y el aire?

Enero, 1996.

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ArribaAbajoLo inalcanzable


ArribaAbajo Cuanto más exquisita la Princesa
es tanto más difícil ser su amante.

Amar su cuerpo, su mirar, su gracia,
es un duro ejercicio,
una aventura  5

en que el amante pierde rumbo y pierde
en un ofuscamiento, en un delirio

el dulce paraíso en que soñaba.
En un bosque de luces cegadoras
la ve el amante huir, entristecida,  10
con los ojos llorosos. Y él comprende

que ese bosque, esas luces y ese lloro
son la inmortal Belleza Inalcanzable.

Diciembre, 1985.

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ArribaAbajoLa visitante


ArribaAbajo Rápido el paso, la melena al viento,
los brazos extendidos, la mirada
brillante de impaciente sentimiento:
entreabiertos los labios, agitada,

comunicando a cada movimiento  5
el ansia de besar y ser besada,
de confundir su aliento con mi aliento,
en muy estrecho abrazo a mí abrazada...

Veinte gradas tenía la escalera:
ella subía y yo bajaba y era  10
cada encuentro un chocar de corazones.

¡Ningún amor como ese amor perdido
sobre un fondo de muertas ilusiones,
sin posible consuelo en el olvido!

Julio, 1989.

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ArribaAbajoLa durmiente


ArribaAbajo Más ágil era que un pájaro
viniendo como venía
en primavera, volando,
por la arbolada avenida.

Las duras gradas de piedra  5
con asombro la veían
subir en un torbellino
de leves faldas y risas
hasta los brazos que ansiosos
su grácil talle ceñían.  10

Se dijera que las alas
invisibles de su prisa,
se plegaran al sentir
presión de amor y delicia
en sus labios sin aliento,  15
en su espalda estremecida.
En el sofá, luego, hablaba,
hablaba mucho y reía,
con una luz fulgurante
en las pupilas verdísimas.  20
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El silencio la calmaba
hasta dejarla dormida
de perfil, sobre la almohada,
las manos blancas unidas.

Al despertar suspiraba  25
con una tierna sonrisa
toda sorpresa y deleite
de sentirse tan tranquila.

Íbase, luego, gozosa,
ahíta de besos y ahíta  30
de miel, el cuerpo vibrante
por un millón de caricias.

Dejaba una flor brillando
sobre la mesa amarilla,
y un rumor como de alas  35
en la casa atardecida.

12 de marzo, 20 de mayo, 1979.



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ArribaAbajo- IV -

Último amor y otros amores


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ArribaAbajoÚltimo amor


ArribaAbajo¡Cómo se va mi corazón al tuyo
y cómo es imposible retenerlo!
¡Último amor se llama esta locura,
último amor, más dulce que el primero!

Yo te conozco pero desconozco  5
aún mucho más de lo que en ti sospecho;
¡tan remota y tan próxima, muchacha
transparente, velada de misterio,

irradiante de gracia y cortesía!
Corazón: no delires, ya estás viejo.  10
último amor se llama tu locura,
último amor, más dulce que el primero.

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ArribaAbajoLa rosa escarlata



ArribaAbajo La rosa llegó en la tarde
que ya estaba anochecida:
con ella vino un mensaje
y el mensaje contenía
un mundo de fantasía.  5

La rosa roja de vida
ni un punto languidecía.
Creció en rojez y fragancia
en perfecta lozanía
y eterna me parecía  10
y más rosa cada día.
Llegué a soñar con la rosa
y, apenas amanecía,
corría a ver si algún pétalo
desmayaba y se moría.  15

Pero cada día más
triunfaba su lozanía,
¡y ahora el viejo corazón
orgulloso florecía!
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¿Sabrá quien envió la rosa  20
que me envió la Poesía?
¿Sabrá que un ángel sonríe
cuando, en secreto, la cuida?

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ArribaAbajoA una mujer muy blanca


ArribaAbajo Sospecho que los hombres que te amaron
y cuyo amor te sueña todavía,
se enamoraron de tu voz sedante,
amiga mía.

Y si tu voz no ha sido lo que un día  5
sintieron les llegaba al corazón,
se enamoraron de tu fantasía,
se enamoraron de tu dulce risa
y de tu pura y cálida alegría.

Pero si yo llegara a enamorarme,  10
sería por tus senos redonditos,
-tibias, suaves naranjitas blancas-;

sería por tus manos diminutas,
tan blancas en su gracia,

tan ágiles y tiernas,  15
que en ellas ha de residir tu alma

y desde ellas dejar sobre las cosas
un rayito de luz que no se apaga.

1983, 1995.

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ArribaAbajoTanto gentile e tanto onesta...


ArribaAbajo ¡Oh modestia gentil de su figura!
¡Oh verde luz de su mirar sereno!
¡Oh paz del corazón cuya dulzura
al atrevido amor ponía freno!

¡Aquel ser candoroso, casto y bueno,  5
raro por su inocencia y su hermosura,
tan ajeno al doblez y a la amargura,
y a la humana bajeza tan ajeno!

¡Aquel talle flexible, aquellos pechos
para los besos temerosos hechos,  10
temerosos de herir por lo ardorosos,

y aquel solaz del corazón florido!
¡Todo debo olvidar días gloriosos,
todo debo olvidar pero no olvido!

Febrero, 1988.

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ArribaAbajoEl fuego


ArribaAbajo Nadie ha de sospechar cuánto la extraño
y trato de apartarla de mi mente.
Pero han pasado un año y otro año
y muchos más y no la siento ausente.

Tras tanto repetido desengaño  5
sólo ella es la gentil y la inocente
que a mí, el autor de su inquerido daño,
jamás inculpa su sentir doliente.

Hay en los dos un fuego que no quema,
el fuego del tristísimo poema  10
en que urdimos los dos nuestros amores.

Un fuego que los dos secretamente
llevamos día a día entre la gente
velando sus prohibidos resplandores...

1988.

1996.

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ArribaAbajoSueños


ArribaAbajo La hermosa niña soñaba
con el Diablo; pero el Diablo
que por milagro dormía,
también la estaba soñando.

A la mañana siguiente  5
contó la niña su sueño.
Unos ángeles de blanco
atentamente la oyeron.

Quedáronse cavilosos
junto a la verja del cielo.  10
Y de pronto se miraron:
-El Malo es bueno, dijeron-.

Agosto, 1979.

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ArribaAbajoMajita desnuda



-Te entregas cual la muerte-
¡Tierna azucena eras!
¡Desnuda!

Juan Ramón Jiménez.                




ArribaAbajo Eran las dos de la tarde
en la casa de la altura.  5
Y en la cama, la Majita,
estaba tensa, desnuda.

Blanco, muy blanco su cuerpo,
de la más casta blancura.
Las dos manos virginales  10
unidas bajo la nuca.

No imitó el cuadro de Goya:
su actitud fue toda suya.
Más delgada que la Maja,
más púdica su hermosura.  15

Erguidos los tiernos pechos
con sus dos rosadas puntas.
Cerrados los ojos verdes,
y las suaves piernas, juntas.
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Temblaba la piel dulcísima  20
de esta Majita desnuda:
temblaban sus finos labios,
temblaban sus comisuras.

¿Cómo ocurrió esto tras tanta
y vana amorosa lucha?  25
¿Cómo explicar esta entrega
tan libre en mujer tan pura?


El sinsonte aquella siesta,
más inspirado que nunca,
desde una rama del pino  30
vertió oleadas de música.

Y en los taludes las flores,
las raras flores diurnas,
de noche no se cerraron
y se bañaron de luna.  35

Mayo, 1995.