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ArribaActo III


Escena I

 

DON MELCHOR y VENTURA, de camino.

 
DON MELCHOR
¿Vino el mozo?
VENTURA
Con dos mulas
tan macilentas y flacas,
que si por Madrid las sacas,
dirán que pregonas bulas.
DON MELCHOR
Ponme pues esas espuelas.
VENTURA
Los dos, en resolución,
¿nos volvemos a León?
DON MELCHOR
Ventura, no más cautelas,
no más amor de camino.
¡Hoy ido, y casado ayer!
VENTURA
La disfrazada mujer
te quiso bien a lo fino,
como dirá la firmeza
que con treinta y dos diamantes,
a lo culto rutilantes,
te asegura su riqueza.
Seicientos ducados da
a la primera palabra
un platero que los abra.
DON MELCHOR
De memoria servirá,
Ventura, para tenella
de su dueño mal logrado,
perdido hoy y ayer hallado.
VENTURA
Más nos valiera vendella,
pues no saben en León
de los diamantes el precio.
DON MELCHOR
¿Son allá bárbaros, necio?
VENTURA
No, mas montañeses son,
que sin hacerlos injurias,
por vidrios los juzgarán
los que diestros sólo están
en azabaches de Asturias;
y no sé yo que tú tengas
para el camino dinero.
Mi anillo compró el platero,
no para que en él prevengas
tu costa, que son mis gajes,
y si me dio treinta escudos,
tienen otros tantos ñudos.
DON MELCHOR
Para que los aventajes,
prestarásmelos, y allá
te los volveré seguros.
VENTURA
¿Sobre qué hipoteca o juros?

 (Va calzando a su amo las espuelas.) 

No te enojes: bueno está;
pues siendo yo tuyo todo,
también lo es cuanto poseo:
sólo que vuelvas deseo
a nuestra patria de modo
que no hagan burla de ti
los que el parabién te dieron
en León, cuando te vieron
venir a casarte aquí.
Ya se fue a la Chirinola
la condesa oji-morena;
bella es doña Magdalena
y ella te merece sola.
Enojada del agravio
que la hiciste, no fue mucho
que hubiese llanto y celucho:
vuelve a hablarla, si eres sabio.
Pídele al viejo perdón;
intercederá su hermano;
darate la hermosa mano;
parará en paz la quistión.
Tendrá tu venida el fruto
que allá apeteciste tanto,
y sin engaños de un manto,
vaya el diablo para puto.
DON MELCHOR
Si ella fuera tan hermosa
como mi condesa ausente,
o no estuviera presente
en mi memoria amorosa,
Yo hiciera lo que me dices.
VENTURA
Dos ojos llegaste a ver
y una mano, sin saber
si la tal tiene narices;
y la Magdalena basta,
y aun sobra, para abrasar
catorce Troyas, y dar
a veinte linajes casta.
Pero cuando no te agrade,
de su vecina te dije
que por su amante te elige,
y que a su hermosura añade
doce mil de dote.
DON MELCHOR
Todas
con mi bella ausente son
monstruos.
VENTURA
Pues, alto a León,
y enhuérense nuestras bodas.
A poner voy las maletas.
Vive Dios, que estás extraño.
DON MELCHOR
Huyamos de tanto engaño,
y en lo demás no te metas.


Escena II

 

SANTILLANA, DON MELCHOR, VENTURA.

 
SANTILLANA
¿Vive un caballero aquí,
que vino ayer de León?
VENTURA

 (Aparte a su amo.) 

Señor, el escuderón
que con la condesa vi,
nos busca.
SANTILLANA
¡Oh leonés gallardo!
Bésoos el izquierdo pie,
que en vuestro talle se ve
el valor de aquel Bernardo,
heredero de Saldaña,
del Carpio y Asturias gloria.
También sabemos de historia
los viejos de la montaña.
VENTURA
Es demonio el Santillana.
SANTILLANA
Dejémonos deso agora.
La Condesa mi señora,
la que le habló ayer mañana,
este billete le envía,
y con él cierto regalo,
que al de una reina le igualo,
aunque es de una señoría.
DON MELCHOR
¿Luego aquí está la Condesa?
SANTILLANA
¿Pues dónde?
VENTURA

 (Aparte a su amo.) 

Éste fue picón.
DON MELCHOR
Ventura, dale un doblón.
VENTURA
¡Más, nonada!
SANTILLANA
¡Lo que os pesa
de mi bien!
VENTURA
¿Doblón? Primero
doble el sacristán por vos.
DON MELCHOR
No seas necio: dale dos.
SANTILLANA

 (A VENTURA.) 

¿Daislo de vuestro dinero?
¿Son estos los cuatro reales
de marras?
VENTURA

 (Aparte.) 

Tras el bolsillo
se va acogiendo mi anillo.
A muchas dádivas tales
quedaremos en pelota.
Tome y reviente con él.
DON MELCHOR
Oye, Ventura, el papel.
VENTURA
Buena letra.
DON MELCHOR
Y mejor nota,

 (Lee.) 

«Por asegurarme de vuestro amor, he fingido jornadas que no pienso hacer, y casamientos de que estoy libre, puesto que doña Magdalena, engañada por mí, haya publicado lo uno y lo otro por verdadero. Satisfaceos de mis celosas diligencias, y vedme luego en el lugar acostumbrado; que para la costa del camino, que os ruego no hagáis, ese escudero os lleva dos mil escudos y un regalo de dulces y ropa blanca: reservándoos el principal para cuando sea tiempo, que es una alma reconocida a lo mucho que merece vuestra firmeza y valor. -La condesa.»

Quita espuelas, quita botas,
despide postas.
VENTURA
Despido.
Quito botas y vestido.
¡Dos mil escudos! ¿Qué flotas,
qué vellocino, qué gato
de avariento tabernero,
qué talegón de arriero,
ni qué robo de mulato
hay que iguale a nuestra presa?
DON MELCHOR
¡Que la Condesa fingió
sus bodas! ¡Que no partió
a Nápoles la Condesa!
¡Que otra vez me quiere hablar!
VENTURA
¡Que dos mil escudos de oro
envía! ¡Oh viejo Medoro!
Por Dios, que te he de besar.
SANTILLANA
Arre allá. ¿Venís en vos?
Aun el diablo fuera el beso.
No está el tiempo para eso.
VENTURA
¡Mil doblones, y de a dos!
¿Dos mil escudos envía?
Dar dos mil abrazos quiero,
¡oh escudos!, al escudero
de tan bella escudería.
SANTILLANA

 (A VENTURA, que porfía en abrazarle.) 

¿Queréis apostar, hermano,
que os he de hacer acusar?
DON MELCHOR

 (Lee.) 

Vedme luego en el lugar
acostumbrado. ¡Ay mi mano!
¡Que otra vez tengo de veros!
VENTURA
¿Dónde el regalo quedó?
SANTILLANA
Una dueña me guió
con la ropa y los dineros
a esta casa, y a la puerta
con todo aguardando está.
DON MELCHOR
Venturilla, llámala;
veré si es mi dicha cierta;
que si ella me la asegura,
cuanto me trae pienso dalla
de albricias.
VENTURA
Voy a llamalla.
Ahora sí que soy Ventura.
Con una y otra cabriola
tengo el alma alborotada.
¡Oh condesa oji-tapada!
Bien haya tu Chirinola.

 (Vase.) 



Escena III

 

DON MELCHOR, SANTILLANA.

 
DON MELCHOR

 (Repasando el papel.) 

¡Ay condesa de mi vida!
SANTILLANA

 (Aparte.) 

¡Válgate el diablo el leonés!
¡Besó a Santillana!
DON MELCHOR

 (Leyendo.) 

Que es
un alma reconocida
a lo mucho que merece
vuestra firmeza y valor.
La condesa. ¿Hay tal favor?
El contento me enloquece.
SANTILLANA

 (Aparte.) 

¡A mí beso! Vive Dios,
que a no venir sin espada...


Escena IV

 

VENTURA, DON MELCHOR, SANTILLANA.

 
VENTURA
Fuese la dueña tapada,
y en talegos, me dio dos
(esto es crítico) dos mil
escudos y tres tabaques
con preciosos badulaques,
cuellos de cambray sutil,
camisas de holanda, y tal
que te la puedes beber,
dulces, que bastan a ser
de Santo Domingo el Real,
o de una Constantinopla
dechados, para imitarse,
y sin querer destaparse
sino sola una manopla
me dijo: «Paji-lacayo,
al Conde mi señor diga
que su buena suerte siga».
Y acogiose como un rayo.
DON MELCHOR
Vamos, pues, a la Vitoria.
VENTURA
¿Con botas y con espuelas?
DON MELCHOR
Ya son de mi amor pihuelas
para detener mi gloria.
VENTURA
¡Oh qué traidores doblones!
Cada uno tiene dos caras:
todas son yemas; no hay claras
de reales ni patacones.
DON MELCHOR
Ven, y no te espantes deso,
pues me los presenta un sol.
VENTURA
¡Oh escudero chirinol!
SANTILLANA
¿Mas que vuelve a lo del beso?
 

(Vanse.)

 


Escena V

 

DOÑA ÁNGELA, QUIÑONES, con manto.

 
QUIÑONES
Antes de quitarme el manto,
por lo que a tu hermano debo,
a ser tercera me atrevo
de vuestro amoroso encanto;
que aunque sea a mi señora
infiel, estoy obligada
a tu hermano; y cohechada
de mil regalos que agora
estorbos han de allanar
que su criado encarece.
Sé lo mucho que merece;
mas no se podrá casar
con él doña Magdalena,
mientras durare el amor
que a tu amante don Melchor
da por la Condesa pena.
Ella fingió su partida
a Nápoles por saber
si el leonés sabe querer.
DOÑA ÁNGELA
¿Luego no es la Condesa ida?
¿Luego no se va a casar
a Nápoles con su primo?
QUIÑONES
Su ingenio sutil estimo.
Engaño fue, por probar
si a mi señora quería,
y se casaba con ella;
pero viendo que atropella
tantas cosas en un día,
y que se vuelve a León
(despreciando la belleza,
discreción, sangre y riqueza,
que juntas a la afición
que mi señora le tiene,
bastaban a enternecer
un mármol), ser su mujer
con nuevas trazas previene.
Nuestra doña Magdalena
(que para decir verdad,
tiene extraña voluntad
a don Melchor, con la pena
y celos de quien adora,
en fe que por él se abrasa,
para saber lo que pasa
me ha hecho su inquisidora.
En efeto, me he informado
que ni a Nápoles se va,
ni vino a Madrid de allá
tío para darla estado;
antes a su don Melchor
obligada, cuando estaba
el pie en estribo, y daba
nuevo repudio a su amor,
dos mil escudos envía,
y un regalo (amante y franca)
de dulces y ropa blanca...
Pero, en fin, es señoría.
Y en la Vitoria le espera,
donde tratarán los dos,
con la bendición de Dios,
echar cuidados afuera
y desposarse mañana.
DOÑA ÁNGELA
Si eso es cierto, muerta soy.
QUIÑONES
Yo que este aviso te doy
y tengo engaños de indiana,
como tú te determines
a un hecho digno de fama,
daré a tu amorosa llama
dichosos y alegres fines.
Vístete de luto, y ve
a la Vitoria cubierta;
que él aguardará a la puerta
su Condesa; y si te ve
tapada, y con luto, luego
te ha de tener por su dama,
a quien adora por fama,
sin que su amoroso fuego
haya alcanzado a ver más
que una mano y un medio ojo
ocasión de tanto enojo.
La tuya le enseñarás;
que cuando no sea mejor,
a lo menos su cristal
es a su belleza igual.
Dile finezas de amor:
agradécele, discreta
el haber por ti dejado
tal mujer; di que tu estado,
y voluntad ya sujeta,
por dueño elegirle ordena
y porque en la casa tuya
habrá estorbos, en la suya,
sin que doña Magdalena
lo sepa, esta tarde quieres
darle de esposa la mano.
Él con tal favor ufano,
sin consultar pareceres,
que no los admite amor,
te guiará a su casa luego:
darás alivio a su fuego,
y dueño noble a tu honor.
Pues no habiendo visto, en fin,
de la Condesa la cara,
si en tu hermosura repara,
retrato de un serafín,
¿quién duda que en su provecho
engañado, si lo sabe
después, su dicha no alabe,
y te adore satisfecho?
Quedarase la Condesa
burlada; dará a tu hermano
mi señora el alma y mano;
y viendo lo que interesa
don Jerónimo, después
que por perdida te llore,
podrá ser que se enamore
de la Condesa, y los tres
os caséis por causa mía:
tú y don Melchor; mi señora,
y tu hermano que la adora;
y con una señoría
don Jerónimo, para que haya
mejor fin del que se espera,
de tres y casamentera,
y un amor de tres en raya.
DOÑA ÁNGELA
¡Determinación terrible!
Pero a un grande daño es medio
forzoso otro igual remedio,
y sin ése no es posible
atajar el que yo lloro,
si se intentan casar hoy.
Resuelta en seguirle estoy,
que al leonés gallardo adoro.
Salga yo bien deste enredo,
y darete un dote igual
a tu ingenio.
QUIÑONES
La señal
con que asegurarte puedo,
es el bolsillo que ves,
y lleno de escudos dio
don Melchor, la vez que habló
a la condesa. Después
te diré de la manera
que vino a mi posesión.
Cuélgatela del cordón;
asegura esta quimera,
y vete a vestir de luto;
no pierdas por tu tardanza
el fruto de tu esperanza.
DOÑA ÁNGELA
Y la vida con el fruto.
Notables cosas intento.
¡Ay tirano don Melchor!
Anime mi firme amor
este extraño atrevimiento.

 (Vase.) 



Escena VI

 

QUIÑONES.

 
QUIÑONES
Si doña Ángela se casa
con don Melchor, deste modo
a mi señora acomodo
con don Sebastián, y en casa
se queda todo el provecho.
Pues que después de casados
me quedarán obligados
y mi interés satisfecho.
A alargar la dilación
de mi ama voy agora,
porque su competidora
le gane la bendición.

 (Vase.) 



Escena VII

 

Lonja de la Victoria.

 
 

DON MELCHOR, DON LUIS.

 
DON LUIS
Ya os juzgaba una jornada
de aquí.
DON MELCHOR
Nuevas ocasiones
dan a mi amor dilaciones.
Aquella dama tapada
que ayer vistes enlutada,
ha de volver hoy aquí.
DON LUIS
¿No fue la Condesa?
DON MELCHOR
Sí.
DON LUIS
Pues ella, ¿no se partió
a Nápoles?
DON MELCHOR
Primo, no;
que a Italia deja por mí.
Vos me veréis conde presto,
y dueño de una hermosura,
que dé envidia a la ventura,
y a mi amor un alto puesto.
DON LUIS
Ya el parabién os apresto;
aprestad vos a mi pena
el pésame, pues ordena,
para que muera y me abrase,
que don Sebastián se case
con mi doña Magdalena.
Don Jerónimo ha pedido
a doña Ángela, y el viejo
aprobando su consejo,
da a mi tirana marido.
Estoy de celos perdido,
y si se casan los dos,
podrá ver, primo, por Dios,
que algún disparate intente;
porque mi amor no consiente
celos de otro que de vos.
DON MELCHOR
Vivid vos seguro desos,
porque yo no me casara
con ella, si despojara
al Potosí de sus pesos.
Por los ojuelos traviesos
que adoro, y ya llamo míos,
hace mi amor desvaríos,
y esotros me dan enojos,
que son tuertos, si son ojos,
y si son soles, son fríos.
DON LUIS
Consiéntôs hablar mal dellos
por lo bien que eso me está;
puesto que el cielo podrá
poner sus luces en ellos.
Gozad vos los vuestros bellos
mil años con dulce fruto,
que mientras os dan tributo,
si mis celos ponderáis,
en esta ocasión mezcláis
vuestras bodas con mi luto.

 (Vase.) 



Escena VIII

 

VENTURA, y después DOÑA ÁNGELA, de luto como DOÑA MAGDALENA, y tapada. DON MELCHOR.

 
VENTURA
Ea, señor, ya ha llegado
nuestra condesa dorada,
que a quien da dos mil escudos
así quiero intitularla.
Llega haciendo reverencias
o paternidades, y habla.
Mil doblones te envió;
dobla las rodillas ambas.
DON MELCHOR
Oh hermosa señora mía,
¿cuándo ha de romper el alba
los crepúsculos oscuros,
dese sol nubes avaras?
¿Cuándo dirá mi ventura,
después de noche tan larga,
que el cielo corrió cortinas,
y amaneció la mañana?
VENTURA
¿Cuándo, oh bella Chirinola,
costurera ballenata,
pues con agujas del sol
nos cosistes ropa blanca,
desnudandôs ornamentos,
pues alba mi amo os llama,
los dos os podremos ver
en sobrepelliz o en alba?
¿Cuándo dirá: «Ropa fuera»
el ciego amor que os enmanta,
o rasgará, por leeros,
la cubierta desa carta?
DON MELCHOR
Apártate allá, Ventura.
VENTURA
Toda ave a la aurora canta,
el jilguero y el gorrión:
música hay también lacaya,
mi parte tengo en el coro:
canta y cantemos.
DON MELCHOR
Aparta.
VENTURA

 (Aparte.) 

Y en los dulces, ya yo he dicho
Ite, Missa est a dos cajas.
DOÑA ÁNGELA
Mala noche os habrá dado
mi mentirosa jornada,
prueba de vuestra firmeza,
vitoria de mi esperanza.
DON MELCHOR
Es así; pero no es mucho
pasar una noche mala
por un día tan alegre.
DOÑA ÁNGELA
Quedándôs vos en España,
mal se pudiera partir,
quien os quiere tanto a Italia
pues pasara de vacío
amor un cuerpo sin alma.
DON MELCHOR
Dadme por esa merced
a besar la nieve helada
del puerto de mis deseos.
VENTURA
Quitad la encella a esa nata,
si es que hay natas con encellas;
que yendo a decir cuajada,
andan, desde que hablan cultos,
las metáforas bastardas.
DOÑA ÁNGELA
No es mano de cada día:
un ojo enseñaros basta,
réditos de vuestro amor,
que mi principal os paga.
DON MELCHOR
Eso fue pagarme en oro,
cuando os ejecuto en plata;
que al buen pagador, señora,
no le duelen prendas.
VENTURA
Vaya,
hoy cobramos en doblones,
puesto que ojos con pestañas
es moneda de vellón;
mas, o mi vista se engaña,
o no es ese ojo el de ayer;
que su niña era mulata,
y hoy se ha vestido de azul,
que llama el vulgo, de garza.
DON MELCHOR
Anda, necio.
VENTURA
¡Vive Dios,
que era endrina toledana
la niñeta que ayer vimos,
y hoy nos mira turquesada!
Pero no te espantes desto,
que ha venido de Alemania
un maestro que tiñe ojos,
como otros cabello y barbas.
DON MELCHOR
No hagáis caso deste necio;
que yo doy crédito al alma,
que con pinceles más vivos
en mi memoria os retrata,
yo sé que es ése el que adoro.
Mas, ¿qué es esto? ¡Otra enlutada!
VENTURA
Serán como cartas de Indias,
que se escriben duplicadas.


Escena IX

 

DOÑA MAGDALENA, de luto. Dichos.

 
DOÑA MAGDALENA
Sólo en vuestro noble trato
estribó la confianza,
don Melchor, que hice de vos.
Pero pues tan presto os falta,
y venido de antiyer,
me ocupan mantos la plaza
que pensé yo que era mía,
cuando la juzgué estar vaca;
con desengaños costosos
dando libertad al alma,
a precio de algún suspiro,
podré ya volverme a Italia.
Gocéis la ocupación nueva
mil años; que escarmentada
en mí misma, sabré, en fin,
lo que son hombres de España.
DON MELCHOR
Señora, señora mía,
no desdeñéis enojada
la confusión de un amor,
que ni os conoce ni agravia.
¿Sois vos mi hermosa Condesa?
DOÑA MAGDALENA
Que era vuestra, imaginaba,
quien colige desas dudas
que sois de memoria flaca.
Presto me desconocéis.
Adiós.
DON MELCHOR
¡Ay condesa amada!
O no os vais, o daré voces.
DOÑA ÁNGELA
¡Condesa! ¿Hay traición más rara?
¿Luego otra condesa ha habido
en la corte, en cuyas llamas
os abrasáis?
VENTURA
Hay agora
señorías muy baratas.
DOÑA ÁNGELA
Gracias a Dios, que con tiempo,
aunque el llanto la costa haga,
podrá hacer mi libertad
una bella retirada.
No creyera yo, hasta verlo,
que en las leonesas montañas,
de la suerte que en la corte,
engaños se avecindaran.
Discreto fue mi recato
en no enseñaros mi cara:
poco hay perdido hasta agora:
mi nombre ignoráis y casa.
Si hiciéredes diligencias
para saberla, mañana
a Nápoles me escribid,
porque me alcancen las cartas.
Adiós.

 (Quiere irse.) 

DON MELCHOR
Condesa, mi bien,
oíd, escuchad. ¿Qué extrañas
confusiones me persiguen?
VENTURA
¡Qué gentil chirinolada!
DOÑA ÁNGELA
No quiero llevar memorias
que entristezcan mi jornada.
Deste bolsillo me hicistes
antiyer depositaria:
pues el dueño pareció
(aunque a vos no os hará falta
pues que con dos mil escudos
mi libertad se rescata),
haced alguna obra pía
con su valor, o dad traza
de engañar con él condesas,
en oír misa ocupadas;
que yo hiciera mi camino
satisfecha, si mezclara
en los dulces rejalgar,
ponzoña en la ropa blanca,
e imitando a Deyanira,
la ingratitud castigara
de un hombre tan descortés.
DOÑA MAGDALENA
¿Qué es esto, ilusión pesada?
¿Vos de Nápoles Condesa?
¿Vos en el disfraz velada
de un manto, en esta capilla
fuistes antiyer la causa
de la confusión presente?
¿Vos dinero, ropa blanca
y dulces a don Melchor?
DOÑA ÁNGELA
Diréis que no: cosa es llana;
que como en el luto y nombre
usurpáis mi semejanza,
queréis de ajenos presentes
levantaros con las gracias.
Gozaldas enhorabuena;
que si esta prenda no basta

 (Enseña el bolsillo de DON MELCHOR.) 

a desengaños tan ciertos,
ellos me darán venganza.
VENTURA
Ésta probó su intención.
DON MELCHOR
A satisfacción tan clara,
¿quién pondrá, condesa mía,
duda, pleitos, ni demandas?
En vuestro favor sentencia
tan reconocida el alma,
cuanto confusa de ver
vencida a vuestra contraria.
Señora, a quien no conozco,
que me pesa, os doy palabra,
de condenaros en costas
de una burla tan pesada.
Si hacerla de mí quisisteis,
desazónaseos la traza;
vuestras armas os hirieron
idos a curar a casa.
VENTURA
Mamola su Señoría.
¡Oh condesa redomada!
La picardía os gradúa
con la borla de bellaca.
DOÑA MAGDALENA

 (Aparte.) 

Yo estoy de suerte perdida,
que si no me desengañan
que duermo, daré mil voces,
aunque peligre mi fama.
Sutilezas de Madrid
me habrán robado de casa
ese bolsillo que encierra
los hechizos que me encantan.
Ya me pesa que no hayáis
visto, don Melchor, mi cara,
porque enseñándôsla agora,
viérades quién os engaña.
Pero esperad: ¿conocéis
aqueste ojo?
DON MELCHOR
¡Ay sol del alma!
¡Ay norte de mis deseos!
¡Ay guía de mi esperanza!
¡Y cómo que le conozco!
VENTURA

 (Aparte.) 

¿Ya empezamos nuevas chanzas?
Bolsillo y ojos compiten:
ofrézcôs al diablo a entrambas.
DOÑA MAGDALENA
¿Acordáisos de los cabos
que de mi cordón colgaban,
cuando el ladrón los cortó?
DON MELCHOR
Dos trenzas eran de nácar.
DOÑA MAGDALENA
¿Son éstas?
DON MELCHOR
Sí, mi señora.
DOÑA MAGDALENA
Juzgad agora quién causa,
de vos o de mí, envidiosa,
los enredos que me agravian.
DOÑA ÁNGELA
Los cordones del bolsillo,
que con sutileza tanta
me cortó no sé yo quién,
en misa estotra mañana,
téngolos guardados yo,
y aquésas son señas falsas,
pues para contrahacerlos,
hay en la corte seda harta.
DON MELCHOR
Ventura, ¿qué dices desto?
VENTURA
Que ha sido almendra preñada
nuestra Condesa de a dos,
o erizo con dos castañas,
huevo que dos yemas tuvo,
y aunque con cáscara entrambas,
tu amor, que es gallina clueca,
hoy estas dos pollas saca.
DON MELCHOR
¡Problemática cuestión!
Dos sendas hallo encontradas,
y yo indiferente entre ellas,
ignoro por cuál me vaya.
Pero la mano, que fue
de mi amor primera causa,
tengo dentro el alma impresa,
y la memoria la guarda,
mostradme, señoras mías,
cada cual la suya, y salga
vitoriosa la que obligue
que mi amor llegue a besarla.
DOÑA MAGDALENA
Soy contenta.
DOÑA ÁNGELA
Y también yo.


Escena X

 

DON JERÓNIMO, DON SEBASTIÁN, hablando en el fondo. Dichos.

 
DOÑA MAGDALENA

 (Aparte.) 

¡Ay Dios!, ¡mi hermano! Si me halla
aquí, ocasiono su enojo.
DOÑA ÁNGELA

 (Aparte.) 

Mi hermano es éste: no hay traza
de salir con mis contentos.
DOÑA MAGDALENA
Ya estaba determinada
de que mi mano ofendida
deshiciese esta maraña;
pero no lo merecéis.
Adiós.

 (Aparte.) 

(¡Ay! ¡Cuál voy!)

 (Vase.) 


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