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La «Colección General de Comedias» de Ortega (Madrid, 1826-1834)

Leonardo Romero Tobar


Universidad de Zaragoza

Como es sabido, la pervivencia del teatro del Siglo de Oro entre los lectores y actores españoles del siglo XVIII y primer tercio del XIX puede ser valorada con alguna exactitud a través de las ediciones de las llamadas comedias sueltas1. Un fenómeno complementario de esta clase de impresos reside en los cambios sufridos por los textos antiguos y que realizaban los refundidores o adaptadores2. Ambas manifestaciones precisan de estudios bibliográficos y textuales que, sin duda, explicarán muchos aspectos de la sociología teatral de la época y de las variaciones en gustos literarios y escenográficos. En este trabajo no puedo plantear cuestiones de tan largo alcance para cuyo correcto entendimiento no dispongo de la información suficiente. Me interesa tratar aquí de un aspecto mucho más limitado del proceso de difusión impresa de textos teatrales barrocos cual fue la edición de colecciones de comedias que limito cronológicamente a los años del siglo XIX en los que afloró una nueva generación literaria que modificó sensiblemente los usos literarios establecidos, tanto en la práctica del teatro como en la de otros géneros.

A partir de 1785 Vicente García de la Huerta publicó una serie de diecisiete volúmenes con 61 piezas teatrales de diversa extensión que dio lugar a una polémica sonada. Si la elección de los textos y los juicios estéticos del editor no eran el mejor servicio que se podía hacer al viejo teatro español, la impresión de esta obra cristalizó un proyecto de varios eruditos ilustrados y abrió una práctica editorial que habría de tener brillantes resultados a lo largo del siglo XIX. El Catálogo alphabético con que concluye el Theatro Español de García de la Huerta fue, además, un valioso repertorio de títulos del teatro clásico que prestó gran utilidad a estudiosos posteriores, como Agustín Durán, de cuya mano son las anotaciones manuscritas que contiene el ejemplar conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid3. Bastantes años después, aparecieron fuera de España dos colecciones de textos teatrales, reducidos en la selección de piezas y de muy limitada difusión peninsular: El teatro español o Colección de dramas escogidos de Lope de Vega, Calderón de la Barca, Moreto, Roxas, Solís, Moratín, (London, Bousey, 1817-1821, 4 tomos) y el volumen dispuesto por Böhl de Faber con el título de Teatro anterior a Lope de Vega, (Hamburg, 1832).

Estos eran los antecedentes con los que contaban los editores de la Colección General de Comedias que, a mediados de 1826, comenzó a publicarse en Madrid, con una finalidad determinada por uno de los propios editores según estas palabras: «en la publicación de esta colección sólo nos hemos propuesto erigir un monumento a la gloria de nuestra patria»4. Pasados algunos años de la finalización de la serie, estudiosos del teatro español valoraron positivamente el esfuerzo editorial que había supuesto esta empresa5, que tanto por el número como por la selección de las piezas teatrales editadas fue la mejor colección anterior a los volúmenes de la benemérita Biblioteca de Autores Españoles.

La primera noticia bibliográfica de carácter descriptivo sobre la Colección la proporcionó Dionisio Hidalgo con datos que luego se han repetido: «Salió por suscripción en cuadernos que contenían dos comedias o medio tomo [...]. El examen crítico que va a continuación de cada comedia se debe a los señores D. Agustín Durán, D. Manuel García Suelto y D. Eduardo de Gorostiza; los dos primeros, y especialmente el Señor García Suelto, fueron los que hicieron el mayor trabajo, el último tomó en él muy poca parte»6. Foulché-Delbosc y Palau repiten estas noticias. José Simón Díaz es el primer bibliógrafo que ha enunciado el contenido de cada uno de los tomos7, tomando como punto de referencia la colección que se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid. Según mis noticias, existen series completas -o casi completas- en las bibliotecas de la Hispanic Society, de la Universidad de Austin, Texas8, de la Real Academia Española y de la Universidad de Santiago de Compostela.

El análisis detenido de esta serie de textos teatrales plantea varios problemas, de los que en este trabajo sólo puedo ofrecer solución parcial, y no en todos los casos. Para el estudio completo de la Colección importa delimitar la autoría de los exámenes sin firmar que siguen a la impresión de cada comedia y estudiar, posteriormente, las diferencias de criterios estéticos que se dan entre uno y otros exámenes, del mismo modo que ha de establecerse un cotejo entre el texto de las comedias que se imprimen en esta serie y el texto de las versiones más autorizadas. En segundo lugar, y desde un punto de vista estrictamente bibliográfico, es preciso determinar el proceso de impresión y difusión del conjunto de la obra. Y, en último término, tiene sumo interés perseguir la recepción de esta empresa editorial entre los lectores y gentes del teatro contemporáneos, que eran los de los años en los que explotó en España la moda romántica. Un conjunto de problemas bibliográficos, crítico-textuales e histórico-literarios que conceden singular complejidad al estudio de la Colección.






ArribaAbajoLos «exámenes» y sus autores

En los exámenes de los primeros tomos abundan las reservas sobre la poética del teatro barroco. Sirva de muestra la contraposición de los juicios emitidos en el primer tomo dedicado a Calderón (1826) y las contenidas en el tomo segundo dedicado al mismo autor (1828). Sobre el quebrantamiento de la venerada unidad de acción en No hay burlas con el amor escribe el anónimo anotador de 1826:

El deseo de mantener siempre vivo el interés de los espectadores, excitando su curiosidad, hizo adoptar a nuestros autores antiguos el sistema de recargar sus fábulas con una multitud de incidentes, que ofuscan la acción y la desfiguran. Muchas veces para entenderla y seguir la marcha del poeta, es necesario una atención asidua, que molesta en vez de recrear [...]9.



Respecto al estado de ilustración de la época en la que Calderón escribía se repiten las consabidas invectivas contra la superstición e ignorancia de la España del XVII que suelen menudear entre los escritores ilustrados. En el mismo tomo de 1826 leemos, a propósito de La Dama duende:

Cuando se ve, no digamos un criado ignorante como Cosme, sino un hombre de tanto mérito como su amo sumergido en la mayor confusión y precisado a confesar que hay duendes, sólo porque no acierta a descubrir el artificio de una puerta oculta, bien disimulada en una alacena, no podemos menos de reconocer cuan fácil fue que se acreditase en siglos menos ilustrados aquella creencia supersticiosa, y de reírnos al mismo tiempo de semejante debilidad [...]10.



Por contra, dos años más tarde, en el examen de El mayor monstruo los celos, se exponen valoraciones rotundamente favorables para el teatro barroco, en las que se estima la capacidad creadora del genio poético como muy superior a las construcciones de la preceptiva clasicista:

Hace ya algún tiempo que hubiéramos insertado en nuestra colección la presente comedia, como una de las mejores de don Pedro Calderón, sino hubiéramos temido, con algún fundamento, chocar desde los principios con opiniones y preceptos demasiado rígidos para juzgar por ellos del mérito de nuestros poetas cómicos del siglo XVII [...]. Nadie ignora que aquellos ingenios inmortales, prescindiendo de Aristóteles y de Horacio, y consultando únicamente el gusto del pueblo, creyeron con razón o sin ella, que todo les era lícito, siempre que interesasen vivamente la atención de sus oyentes, y compusiesen versos enérgicos y hermosos. Conformes en este principio, y entregándose libremente a su fogosa imaginación, fortalecida con la independencia, produjeron entre otras un gran número de creaciones, que a pesar de las críticas más rígidas y severas, durarán tanto como la lengua castellana11.



Bien es cierto que este examen, por argumentos de crítica interna, puede ser atribuido a Agustín Durán12, como son obra de su pluma los exámenes de Los milagros del desprecio y El convidado de piedra que le fueron atribuidos por los autores de la Galería de Españoles célebres13. Del mismo modo, otra noticia de aficionado teatral del siglo pasado permite señalar la autoría de Manuel Bernardino García Suelto en los exámenes de las obras de Ruiz de Alarcón Las paredes oyen, Quién engaña más a quién, Los empeños de un engaño, La verdad sospechosa y Ganar amigos14, textos incluidos en los dos volúmenes dedicados a Ruiz de Alarcón (lo que me lleva a preguntar por la pluma que escribió los exámenes de las otras tres comedias que constituyen el corpus de textos alarconianos en la Colección. ¿Serán, quizá, obra de Agustín Durán?). Como quiera que ello sea, la biblioteca de éste tuvo que ser de gran utilidad para la fabricación de la serie. Los títulos de Colección están registrados en el índice manuscrito de la biblioteca duraniana (Biblioteca Nacional, Res/162 y 163), y no puede olvidarse la reconocida generosidad con que prestaba ejemplares de su pertenencia a otros editores de teatro clásico15.




ArribaAbajoPublicación de la serie y su cronología

La portada del primer tomo de la serie está enmarcada por una orla que no aparece en los siguientes volúmenes. En la portada de este primer tomo se lee: «Colección / de las / piezas dramáticas / de los / autores españoles / Tomo primero / de las comedias de don Pedro / Calderón de la Barca / Con licencia / Madrid: Imprenta de D. A. Fernández / 1826». La imprenta de Fernández tiró este tomo primero y el siguiente, en el orden cronológico de su aparición, que fue el que lleva como título «Comedias escogidas / de / Don Agustín Moreto / y Cabaña / Tomo I / Con licencia / Madrid: Imprenta de D. A. Fernández, 1826». El resto de los tomos fue impreso en la imprenta de Ortega y llevan en la primera línea de la portada la denominación genérica «Comedias escogidas»16. Dado que todos los tomos se editan «con licencia» en tiempos de muy estricto control gubernamental de las impresiones, es de suponer que todos y cada uno de ellos pasaran la censura previa, aunque en mis indagaciones parciales en los fondos de censura gubernativa que se conservan en el Archivo Histórico Nacional no he encontrado ninguna noticia, lo cual no quiere decir que no pueda encontrarla otro investigador más afortunado.

Con esta carencia de información documental sobre la cronología de publicación de los tomos17, sólo me ha servido datos para la reconstrucción de este proceso la muy reducida sección de anuncios bibliográficos de la Gaceta de Madrid desde el año 1826 hasta 1834. En esta fuente informativa la primera noticia que he encontrado corresponde al 27-VI-1826. La reproduzco en su integridad porque expone, a modo de prospecto anunciador, las características de la colección:

Los suscriptores a la Colección general de comedias escogidas de los mejores poetas dramáticos españoles, acudirán a las librerías en donde hayan suscrito a recoger el primer cuaderno y adelantar el importe del segundo, que se halla en prensa. Después de impresa la primera comedia de la colección, los editores, deseosos de merecer más y más aprecio del público, han tomado una fundición de letra nueva de la cual se han servido para la impresión de la segunda comedia, y se servirán para las sucesivas. Hubieran reimpreso aquella desde luego; pero como esto retrasaría la impresión del cuaderno, les ha parecido mejor darla en el estado en que se halla, reimprimirla después y entregarla gratis, con una nueva portada; a cuyo fin avisarán por los papeles públicos para que los señores suscriptores acudan a recogerla. A instancia de algunos de ellos se han tirado ejemplares en papel fino, que se venderán a 6 reales por suscripción, y a 7 sueltos.



Lo que parecen tanteos en la impresión del primer cuaderno, vuelve a repetirse en la publicidad posterior. A partir del siguiente anuncio, (Gaceta de Madrid, 5-VIII-1826), el esquema informativo señala 1o) la aparición de un cuaderno, 2o) el contenido del cuaderno (siempre constituido por dos comedias del mismo autor), 3o) el aviso para el pago del siguiente cuaderno, 4o) el precio del cuaderno (seis reales en papel común). El plan de la publicación consistía, pues, en la venta de cuadernos de dos comedias con los que se formaban tomos de cuatro comedias. En la página final de cada tomo se incluía índice y paginación del mismo. Quedaron como tomos incompletos de dos comedias el IV de comedias de Calderón, el de Francisco de Leyba, el II de Matos Fragoso, el de Mira, el II de Montalbán, el IV de Tirso y el de Vélez de Guevara, que suponen un grupo de siete tomos incompletos a falta de catorce comedias18.

La colección completa consta de 118 piezas teatrales, catorce de los tomos incompletos y ciento cuatro de los veintiséis completos. El ritmo de publicación -siempre según los anuncios de la Gaceta- no fue fijo, pues si en los años 1826 y 1827 se publicaron a razón de cinco cuadernos por año, en 1828 y 1829 aparecieron siete cuadernos cada año. Desde principios de enero de 1830 hasta julio del 31 no encuentro anuncio de la venta de nueve cuadernos; faltan también los anuncios de los cuadernos 36 y 43 y, desde el 3-XII-1833 no vuelvo a leer noticia alguna sobre la Colección19. Con estas referencias incompletas puede reconstruirse la cronología de los quince primeros tomos y adelantar hipótesis sobre la de los siguientes. En cualquier caso, es digno de notar que nunca aparecen seguidos los cuadernos que forman un único tomo sino que, por un evidente espíritu mercantil, se publican en fechas distanciadas que pueden llegar hasta saltos de dos años.

En el siguiente cuadro doy los años que señalan las portadas de los tomos, las fechas en las que se anuncian cada uno de los cuadernos que lo constituyen y el título de las obras que contienen.

Cuadro con las fechas de portadas, las de los cuadernos y el título de las obras que contienen

Cuadro con las fechas de portadas, las de los cuadernos y el título de las obras que contienen

Cuadro con las fechas de portadas, las de los cuadernos y el título de las obras que contienen

Cuadro con las fechas de portadas, las de los cuadernos y el título de las obras que contienen

Carezco de información publicitaria para los tomos de Zarate, Calderón (III y IV), Tirso (III y IV), Lope (III), Matos (II), Cañizares (II), Mira (I), Moreto (III) y Leyba (I), todos aparecidos, según rezan las portadas, entre 1830 y 1833.




ArribaSignificado histórico-literario de esta Colección

La lacónica Gaceta dedicó un artículo crítico a explicar el sentido de la obra. Esta reseña recuerda el antecedente que supone el Teatro de García de la Huerta y pondera los méritos de la Colección (selección acertada de textos, corrección de errores, acierto en la impresión) para terminar señalando que los exámenes pecan de «alguna indulgencia en el examen de las piezas» y que de ellas pueden sacar gran provecho los actores del momento20. Un año después de este elogio podemos leer en el famoso Discurso de Agustín Durán que, gracias a la empresa de Ortega, «ya no les será posible a los críticos sistemáticos alucinar al público afectando menosprecio de todo aquello que, mirado con imparcialidad, constituye nuestra gloria literaria»21. La posición de editor encubierto que representa el erudito madrileño explica reticencias expresadas en la comunicación privada de sus corresponsales22 o el desenfoque de apreciación en la crítica literaria escrita por Alcalá Galiano para los ingleses interesados en la actualidad literaria española23. Los juicios de los estudiosos y eruditos posteriores sentenciaron la importancia que tuvo la Colección tanto en el orden de la difusión de piezas del teatro clásico español como en la discusión de los criterios estéticos afectados de novedad romántica.

Desde el punto de vista de la recepción de la serie por parte de lectores y de compañías teatrales, sospecho que su importancia fue decisiva para la creación de un horizonte de referencias teatrales entre los jóvenes de los años treinta24. De la manía de «citas y epígrafes» que aquejó a los cultivadores del artículo de costumbres y de la novela histórica resulta significativo que muchas de las referencias teatrales proceden de textos de la Colección, singularmente en las citas que preceden a los diversos capítulos del Sancho Saldaña de Espronceda25. Y en lo referente a las representaciones teatrales, una somera consulta, con todas las precauciones del caso, a las Carteleras teatrales madrileñas o a las relaciones de comedias recopiladas por N. B. Adams arrojan un resultado muy favorable a la presencia en los escenarios madrileños de bastantes textos impresos en la Colección. La empresa del editor Ortega, por tanto, fue un aporte tendente a la rehabilitación del teatro barroco español que trajo a lectores y público teatral un caudal inapreciable de piezas y, en último término, sirvió para que en la polémica del clasicismo y el romanticismo pudiera ser designado el teatro clásico español como «teatro romántico», idea sostenida rotundamente por Agustín Durán en su examen de No hay plazo que no se cumpla26. Pero proseguir por este camino implica volver de nuevo sobre la peculiar historia del Romanticismo español.





 
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