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El propio Mesonero afirmaba en su discurso de ingreso en la Real Academia (1838) que la novela era un género «de importancia suma en la educación moral de las modernas sociedades», de ahí su concepción conservadora de la narrativa.

 

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Ideología y política en la novela española del siglo XIX, Anaya, Salamanca, 1971.

 

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Pese a sus concepciones ideológicas, Cabrerizo publicó en 1819, Julia o Los subterráneos del castillo de Mazzini, novela gótica de Ann Radcliffe, una autora considerada moralmente inaceptable. Los intereses económicos prevalecieron sobre la moral: la novela gótica, debido al éxito obtenido en Francia, empezaba a ponerse de moda en España, lo que auguraba un gran éxito comercial, y Cabrerizo, uno de los más importantes editores de la época, no podía mantenerse al margen.

 

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L. Romero Tobar, op. cit., pp. 363-364.

 

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La superación de esta mala comprensión de lo fantástico llegaría con los acertados juicios de Alarcón («Edgar Poe», 1858), José de Castro y Serrano (véase el prólogo a sus Cuentos contemporáneos, 1872) o las ideas vertidas por José Selgas en el prólogo a sus Escenas fantásticas (1876), entre otros.

 

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Este ensayo aparecería poco después con el título Du merveilleux dans le roman en la Revue de Paris, en abril de 1829. W. Zellars no dice nada de la repercusión de este ensayo en su artículo «Influencia de Walter Scott en España» (Revista de Filología Española, XVIII, 1931, pp. 149-162), donde sólo estudia las semejanzas de las novelas históricas de Scott con obras españolas del mismo género.

 

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Cito del prólogo de Enric Cassany a su edición de la obra de Ros de Olano, Cuentos estrambóticos y otros relatos, Laia, Barcelona, 1980.

 

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Debo señalar que Scott cultivó el relato fantástico, aunque no con mucha fortuna, en sus Letters on Demonology and Witchcraft (1830) y en algunas de sus novelas históricas, narraciones que aparecieron recogidas hace pocos años en una antología titulada La hora fatal y otras historias de terror y fantasmas (Fontamara, Madrid, 1984). Aunque su relación con lo fantástico no acaba aquí, puesto que en su juventud tradujo obras fantásticas de Bürger o Goethe, y protegió y ayudó a M. G. Lewis y Charles Maturin, dos de los principales representantes de la novela gótica inglesa (autores de las obras cumbres de género: The Monk y Melmoth, the wanderer, respectivamente).

 

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Estanislao de Kotska Vayo, Cortada y Sala, Larra (en El doncel de don Enrique el Doliente), García de Villalta y otros muchos autores de novelas históricas utilizaron lo fantástico de este modo, al introducir elementos sobrenaturales en sus obras convenientemente explicados -es decir, racionalizados-, perdiendo su efecto originario (una conclusión que suele aparecer en novelas góticas y que fue también utilizada por el propio Hoffmann en algunos de sus relatos).

 

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«Das Unheimliche» («Lo ominoso»), en Obras completas. Vol. XVII: De la historia de una neurosis infantil y otras obras (1917-1919), edición de James Strachey y Anna Freud, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1988.