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Aquella comparación lingüística de Hervás y Panduro molestó mucho en España al no ser entendida su intención, y en particular al maestro de la Escuela de Sordomudos de Madrid Francisco Fernández Villabrille, afirmando éste que: «Bonet inserta por último muchas consideraciones acerca de la lengua griega y latina, estendiéndose (sic) en reflexiones verdaderamente agenas (sic) de la enseñanza. En este particular le imitó y aun sobrepujo, años después, don Lorenzo Hervás y Panduro, que en consideraciones acerca de idiomas estranjeros (sic) ocupa una gran parte de su escuela española de sordo-mudos. Sin embargo, esta última obra ya presenta en la parte gramatical un conjunto más regular y metódico». BALLESTEROS, Juan Manuel y FERNÁNDEZ VILLABRILLE, Francisco, Curso elemental de instrucción de sordo-mudos, obra útil a estos desgraciados (sic), a sus padres y maestros, y a todas las personas que se ocupan de educación, Madrid, 1845, p. 118.

 

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HERVÁS Y PANDURO, L., op. cit., vol. I, pp. 65-66.

 

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GASCÓN RICAO, A. y STORCH DE GRACIA Y ASENSIO, J. G., op. cit., Historia de la educación. Ver Lección 12.2.1., «Tomás Silvestri y Camilo Mariani: La escuela de Roma».

 

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Prueba de ello, es que Faustino Barberá, médico y maestro de sordos, seguía afirmando en 1895 que: «... estos signos, como lenguaje, no sirven por ser muy reducidos en número y por ser imperfectos; de donde la necesidad si se quiere utilizar, si se les quiere hacer un equivalente de la palabra en claridad y en orden, de inventar extraordinario número de ellos, que resultarán naturales cuando indiquen objetos visibles o acciones fáciles, y altamente convencionales para los hechos o las cosas que carecen de forma sensible. Y todavía no bastará inventarlos, sino que precisará marcar bien el valor de los mismos, para que del conjunto resulte todo un lenguaje mímico; de manera que ya no se tratará de enseñar una mímica fácil y poco intrincada; sino la traducción en signos de un idioma escrito o hablado, con lo que dicho se está que la tarea del maestro resultará doble y la del discípulo también; ya que debe conservar en su memoria ambas formas para pensar por signos y escribir a hablar el idioma corriente». BARBERÁ, Faustino, La enseñanza del sordomudo según el método oral, Valencia, 1895.

 

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OVIEDO, Alejandro (2007), «Roch Ambroise Auguste Bébian (1789-1839)». Ver en: http://cultura-sorda.eu/resources/Roch_Ambroise_Auguste_Bebian_pdf.

 

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El origen del «ameslán» pasó por diversas circunstancias conocidas. En primer lugar, por la importación a Estados Unidos en 1816 de las «señas metódicas» francesas inventadas por L'Epée, que corrió a cargo del sordo francés Lorenzo Clerc, formado en Francia por el también sordo Massieu, ayudante del abate Sicard, al ser contratado Clec por Thomas Hopkins Gallaudet como maestro del Asilo de Hartford (Connecticut), la primera escuela de sordos en Estados Unidos. Según explicó el propio Clerc, en su viaje a América aprendió en el barco el inglés, y en dicho asilo las «señas metódicas» francesas se mezclaron con otras lenguas de señas norteamericanas diferentes, al proceder sus alumnos de todos los rincones de aquel vasto país, e incluso con señas provenientes del denominado «lenguaje de las praderas» («language of prairié»), propio de los indios nativos, tal como explicaba muy sorprendido en 1851 Francisco Fernández Villabrille en su Diccionario usual de Mímica y Dactilología, dando lugar aquella extraña mezcolanza a lo que hoy se conoce como «ameslán» o ASL.

 

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OVIEDO, Alejandro (2007), «Unas notas sobre el estudio de las lenguas de señas antes de Stokoe». Ver en: http://cultura-sorda.eu/resources/Oviedo_linguistica_LS_antes_stokoe_2007.pdf.

 

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En estos momentos, en que varias Facultades españolas se están enfrentando a un estudio sobre los orígenes y evolución de la lengua de señas como tal, debería tenerse muy en cuenta un comentario puntual de Juan Luis Marroquín, presidente y fundador en los principios del siglo XX de la Confederación Nacional de Sordos de España, respecto a la cantidad de «signos prestados» a dicha lengua por la lengua oral, caso de no querer incurrirse en errores, tal como ya parece está acaeciendo y básicamente por falta de rigor, a pesar de que dichos añadidos, en realidad, son ciertamente muy recientes, tal como afirmaba Marroquín en diversos párrafos de su obra El Lenguaje mímico. GASCÓN RICAO, A., Juan Luis Marroquín. La lucha por el derecho de los sordos, Madrid, 2004. Ver MARROQUÍN CABIEDAS, Juan Luis, El Lenguaje mímico, Madrid, 1975.

 

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Pedro Ponce de León, debió nacer entre los años 1506 y 1508 en la villa de Sahagún (León), según afirma el cronista de su propia orden Romualdo Escalona, tomando el hábito benedictino en el monasterio existente en dicha villa el año 1526. En 1533, por motivos desconocidos fue trasladado al monasterio de Oña en Burgos. De ahí que su aparente segundo apellido (De León) dé a entender que provenía justamente del monasterio leonés, sobrenombre que Hervás y Panduro confundió al dedicar su Escuela Española de Sordomudos a Joaquín Lorenzo Ponce de León y Baeza, marqués de Castromonte, pensando que ambos eran de la misma familia. Hombre sin estudios eclesiásticos ni teológicos y de profesión herbolario, durante sus años de estancia en Oña ejerció los más variados oficios monacales tales como, Procurador de Causas o Teniente Mayordomo, dedicándose sobre 1550 a educar a dos sordos nobles, Luis y Pedro hijos de Juan de Tovar, marqués de Berlanga, causa de la existencia del manuscrito Lasso, conocido como «Tratado de Tovar», y de su fama posterior. En 1577, autorizado por sus superiores, se empezó a dedicar a título personal al prestamismo (préstamos de usura), gracias al dinero conseguido durante su etapa de maestro de sordos o de «cabezalero» (administrador) de sus antiguos discípulos. Una actividad muy lucrativa que ejerció hasta su muerte en 1584, dejando así unas importantes rentas al monasterio que sobrevivirían hasta la Guerra de la Independencia de 1808. GASCÓN RICAO, Antonio y STORCH DE GRACIA Y ASENSIO, José Gabriel, Fray Pedro Ponce de León, el mito mediático, Los mitos antiguos sobre la educación de los sordos, Madrid, 2006.

 

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HERVÁS Y PANDURO, L., op. cit., vol. I, p. 332.

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