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La des(a)ventura del exilio

José Vicente Peiró Barco








Ricardo Bellveser: El exilio secreto de Dionisio Llopis. Alzira, Algar Editorial-del Taller de Mario Muchnik, 2002

La novela sobre el exilio español de 1939 ha generado un corpus de dispar interés, desde Max Aub y su ciclo El laberinto mágico, o aquella creación de Carmen Mieza titulada La imposible canción (1962), sobre los exiliados en México, hasta nuestros días. Entre estas novelas publicadas recientemente destaca El exilio secreto de Dionisio Llopis de Ricardo Bellveser.

No es necesario descubrir las obras de ficción y crítica del autor por conocidas, aunque suele adscribírsele a la poesía. Sin embargo, es un creador proteico, capaz de adentrarse en cualquier género. Con esta novela demuestra el poder de su palabra y su dominio de las técnicas narrativas. Es una historia localizada en los últimos días de la guerra civil, en el momento en que las tropas nacionales de Aranda han entrado en Castellón, y están a punto de hacerlo en Valencia. Un grupo de republicanos decide salvarse de las probables represalias e inicia el camino del exilio hacia la frontera francesa en un autobús. Desde ese momento, se desatan las peripecias y estallan las circunstancias individuales de cada personaje. Pero el suspense de la obra arranca de la evolución de los acontecimientos de cada ser; en las circunstancias del viaje y en las consecuencias de los actos, para desembocar en la representación de distintos tipos de exiliados.

La obra ofrece una densidad compacta. Los personajes dan una imagen global del exilio para convertirse en símbolos de sentimientos humanos universales en momentos adversos. Para Bellveser no es tan importante el acontecimiento histórico en sí como la personalidad de sus seres creados, iconos de la España donde lo político encubrió la solución de problemas personales. Además, el autor, en un alarde de síntesis, dispersa las historias individuales, fragmentándolas para unirlas, aunque pueda parecer contradictorio, en destinos comunes.

La obra está perfectamente cerrada y no hay posibilidades de encontrar deslices históricos. Su estructura obedece al esquema de presentación, núcleo y desenlace. Si tomamos en cuenta su contexto, es una creación constituida por dos partes confrontadas: la primera de tres capítulos, donde suceden las peripecias del exilio, y la segunda, el último, en la que irrumpen los exiliados en la transición democrática. La larga elipsis entre ambas partes sería rellenada por el poemario de Bellveser, El agua del abedul, del mismo año, donde recala en el sentimiento del exiliado desde su condición de testigo en el extrañamiento lejano, y exótico para su mentalidad. El exilio secreto de Dionisio Llopis es un viaje orfeico a los infiernos, el del exilio, pero sometido las bajas pasiones humanas que la guerra eleva a la superficie. Finalmente, el viaje cumple con el eterno retorno; es entonces cuando alumbra la sensación de escepticismo de sus personajes tras el retorno: cuando observan una transición democrática que pretende rehabilitarlos sin una convicción rotunda.

Muchos apartados comienzan con un título, ya del nombre de su protagonista, ya del lugar donde se desarrolla la acción. Dan sensación de obra coral con una variedad de tipos que le conceden un sentido total y universal de forma ordenada. La simbología de los personajes y situaciones, disimuladas por la vorágine de acontecimientos, parte de dualidades, como si el autor pensara que sus personajes se han de mover entre mundos opuestos unidos. Las dos maletas en el mismo portaequipajes son ese motivo aparentemente nimio pero de singular protagonismo, que tan bien captó Hitchcock en el cine. La de Rafael contiene el cadáver de la marquesa, mientras que la de José Luis esconde oro, una pequeña parte del llamado «oro de Moscú». Esta oposición es en realidad un único símbolo: el de una España decadente, donde la riqueza se ha esfumado en muerte, signo del empobrecimiento de una clase, la aristocrática, que feneció con la guerra civil.

Hay algunos motivos deudores de la picaresca y del grotesco valleinclanesco, como la historia del ascenso social del marqués de Ardinúa. Las anécdotas son imaginativas y de sentido humorístico, como la del viaje de la marquesa a Alcoy para lograr la fertilidad, sátira de la superstición popular. La mayor lucidez de la novela se localiza en el ámbito del humor negro y en las situaciones límite. El cuarto capítulo deja en segundo plano la narratividad para priorizar la reflexión del exiliado. Los intentos del conseller por rendir homenaje al pintor exiliado Dionisio Llopis son fútiles, ya que éste expulsa a la comitiva oficial de su casa, aunque la anécdota desemboque en el regreso de aquel para replantear la propuesta. Llopis deshace la aureola mítica del exiliado que propicia la política oficial tras su retorno. Bellveser desmonta tópicos, sin negar el sufrimiento de los exiliados y la dureza de sus vidas. La negativa de Llopis a la concesión de la medalla es un guiño contra el poder, capaz de premiar lo que desconoce y de valorar sin suficiente juicio, simplemente por impresiones personales.

En ese capítulo cuarto, el autor mezcla referencias culturalistas y citas de personajes reales con otros inventados. La mezcla de ficciones y realidades es constante, porque el universo cultural se compone de falacias y verdades, lo que genera desconfianza en el verdadero intelectual. Y sin errores en la narración, porque Bellveser ha controlado en todo momento, por medio de cronologías biográficas de todos sus personajes -reales o inventados-, los acontecimientos. El guiño culturalista y el ánimo puntillista siempre buscan la complicidad del lector.

El exilio secreto de Dionisio Llopis es la tierna historia, y a la vez brutal, de esos seres con nombre y trayectoria que han ido cayendo en el olvido, a pesar de los intentos de rescate, oficialistas o no, de su memoria. Bellveser «repiensa» el tema del exilio con sus interrogantes para mediar en la reflexión del lector sobre uno de los períodos más funestos de la historia española. Y es una novela repleta de pasión; la literaria y humana que Bellveser siente y vive. El exilio... es, por tanto, un referente sustancial dentro de la novela del exilio del 39.





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