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En este sentido, Navas Ruiz, en el breve prólogo a la tercera edición de su monografía sobre el tema (El romanticismo español, Madrid, Cátedra, 1982, p. 10) apunta como uno de los puntos de justificación de la misma el deseo de «dar cabida al fenómeno regionalista, estudiando con cuidado la aparición del romanticismo en Cataluña y Galicia, tanto en lengua castellana como en la local [...] dentro del espíritu que anima al país de aceptar como realidades innegables dentro de la unidad nacional las variantes de las regiones». Claro está que se refiere el estudioso a Comunidades Autónomas con lengua propia -periféricas geográficamente, además, respecto al centro del país- en las que el fenómeno de la reivindicaciones regionalistas que trajo aparejado el Romanticismo tuvieron legítima fuerza, sin duda más que en otros lugares de España con menos rasgos caracterizadores. Por otra parte, es una realidad que han ido surgiendo estudios que examinan el movimiento a la luz de lo que hoy llamaríamos nacionalidades, es decir que analizan el «qué» y el «cómo» del movimiento en aquellas regiones que supieron aprovechar el fervor romántico de la afirmación propia como medio de reafirmación de esos elementos idiosincráticos que coadyuvaban a reconstruir una posible «nacionalidad».

No muy diferente del de aquellas «nacionalidades históricas» a que se refiere Navas Ruiz es, sin embargo, el caso de la Canarias. Allí determinadas singularidades han actuado como acicates de una especificidad -o de un anhelo de especificidad- más de sustancia que de forma. Son las más destacadas de aquellas singularidades: la distancia -no sólo física- del centro de la cultura española, la convicción -reverdecida en la época- de ser herederos de una doble tradición a veces en conflicto y la aún sólo presentida necesidad de una expresión propia e identificadora. (N. del A.)



 

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J. L. Alborg, op. cit., pp. 12-13. (N. del A.)



 

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No voy a apoyar esta afirmación en bibliografía específica por su exhaustividad. Valgan como indicadores destacados la atención que dedican al tema en sus respectivas monografías panorámicas A. E. Peers, Historia del movimiento romántico en España, Madrid, Gredos, 1954, (2 vols.), y L. Romero Tobar, op. cit. (N. del A.)



 

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La Revista semanal había nacido con intención de atender en primer lugar «la literatura y la historia de las islas [abandonada] no por falta de talentos sino por la incuria y el positivismo de unos y por la sátira y la crítica rastrera de otros» (n.º 1, 1-3-57) y sólo vivió seis meses (entre marzo-septiembre de 1857). La Reforma editó 176 números entre marzo de 1856 y abril de 1858. (N. del A.)



 

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Carlos de Grandy Guiraud era tinerfeño y formó parte del Ayuntamiento de Las Palmas de donde fue secretario. Hay noticias contradictorias sobre su persona y su actuación. María Rosa Alonso lo califica de «trapisondista» («La literatura en Canarias durante el siglo XIX», en: A. Millares Torres (ed.), Historia general de las Islas Canarias, Las Palmas de Gran Canaria, 1977, t. 5, p. 113); y el polifacético don Agustín Millares Torres en sus «Notas y recuerdos» (sin publicar), hablando de sus comienzos literarios, en 1840, lo cita como «persona que pasaba por el primer literato de Las Palmas». (N. del A.)



 

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«[...] no formar un libro de mero pasatiempo [sino] [...] consagrar un recuerdo a los hombres que han merecido bien de nuestra patria, estimulando así el civismo de los demás; consignar, para que no queden perdidas, las producciones de nuestros literatos, [...] dar una idea de nuestras costumbres; bosquejar algunos cuadros del variado panorama que ofrecen nuestros pintorescos campos; delinear los hábitos, los usos, las tendencias de nuestros ascendientes, por medio de rasgos históricos ó curiosas anécdotas [...]».



(N. del A.)



 

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«[...] será un álbum canario y nada más que canario; la espresión (sic) de nuestra civilización pasada y nuestra civilización presente». Interesante es esta afirmación, por partida doble. En primer lugar porque comprueba que, en efecto, en Canarias, con la dirección romántica, el sentimiento indigenista se aviva; y en segundo lugar, porque de ella puede colegirse que el tema 'Cuba' se considera como canario, ya que dos de las composiciones de la antología tienen a Cuba como centro de referencia (A esta cuestión he dedicado un trabajo («Cuba en Álbum de literatura isleña de 1857», en: XI Coloquio de historia canario-americana (1994), Cabildo Insular de Gran Canaria, 1994, t. 3, pp. 583-595). (N. del A.)



 

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El Omnibus fue periódico que se editó en Gran Canaria entre 1855 y 1868; El Eco de Comercio se editó en Santa Cruz de Tenerife entre 1852 y 1859. (N. del A.)



 

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El Porvenir de Canarias, «Revista de anuncios e intereses materiales, de administración, instrucción pública, jurisprudencia y literatura», Las Palmas de Gran Canaria, 1852-1853. (N. del A.)



 

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El lema está extraído de la primera de las Fábulas literarias de Tomás de Iriarte, la que el autor señala como «Prólogo»: «A todos y a ninguno/ mis advertencias tocan:/ Quien las siente, se culpa;/ El que no, que las oiga./». (N. del A.)