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Joaquín Rubió i Ors (1818-1899) y Antonio Rubió i Lluch (1856-1937). La aportación de ambos exige por sí misma un estudio monográfico. Como primera aproximación, puede consultarse el Nou Diccionari 62 de la Literatura Catalana, Barcelona, Edicions 62, 2000. (N. del A.)



 

171

L. Alas, «La novela novelesca», en: El Heraldo de Madrid, 216 (4 de junio de 1981), p. 15. Y L. Vidart, «Una teoría y un ejemplo», en: Revista de España, 397 (sep.-oct. de 1884), pp. 18-46. Comenta en su artículo Clarín -esbozando además alguna connotación peyorativa del término «oportunismo» -que Pardo Bazán «decía aquí mismo, no hace muchos días [...], que ella consideró el naturalismo, cuando le expresó y defendió, como una especie de oportunismo. Doña Emilia es muy dueña de prescindir de mi humilde personalidad, usando también de cierto oportunismo; pero lo cierto es que, en el libro de doña Emilia La cuestión palpitante, donde se dice eso del oportunismo naturalista es un prólogo, que está firmado por el que suscribe [...]. Y así debió entenderlo [...] Luis Vidart, que en su artículo de la Revista España me atribuye la paternidad del calificativo y la teoría correspondiente, que es lo que importa». Compárese con Clarín, «La novela novelesca», en: Ensayos y revistas, Madrid, M. Fernández y Lasanta, 1982, pp. 146.147: este texto muestra alguna levísima variante respecto a las líneas acotadas por mí del Heraldo de Madrid, si bien no afecta a su sentido. Vidart, por su parte, desliza efectivamente varias alusiones sobre la paternidad clariniana del concepto de «oportunismo» literario en su acepción más naturalista: véase sobre todo pp. 21, 33 y 38-39 del artículo arriba citado. Por último, las palabras de Pardo Bazán que tanto hirieron a Clarín dicen así: «Cuando expuse y defendí el naturalismo, lo hice con muchas reservas, considerando ese gran movimiento [...] una especie de oportunismo [de] la hora presente, no la del porvenir» (E. Pardo Bazán, «La novela novelesca», Heraldo de Madrid, 205, 24 de mayo de 1891, p. 15). Quisiera expresar aquí mi gratitud a los profesores Juan Ávila Arellano, Yvan Lissorgues, Carmen Menéndez Onrubia y, también, a mi colaborador Francesc Navarro por la valiosa ayuda prestada para la elaboración del presente trabajo. (N. del A.)



 

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Léon Gambetta, «Discours prononcé le 12 août 1881 à la réunion électorale du XXe arrondissement», en: Discours et plaidoyers choisies, París, Fasquelle, 1906, p. 355. Y, por otro lado, Integrismo y oportunismo o sea nocedalismo y pidalismo. De la doble tendencia del tradicionalismo español. Carta-folleto de Silverio a su amigo Fernando, Madrid, Imp. de Fontanet, 1885, p. 13. Sólo a partir de su edición del año 1914 recogerá el Diccionario de la Academia Española esta acepción política de la voz oportunismo: «Sistema político que prescinde en cierta parte de los principios fundamentales en atención a las circunstancias de tiempo y lugar». (N. del A.)



 

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«¿No podría decirse que [...] tanto el realismo como el naturalismo son [...] algo parecido a lo que en la política francesa se ha calificado con el nombre de oportunismo?» (art. cit. en n. 171, p. 21). Advertirá el lector que en la presente comunicación y, sobre todo en sus notas, se tocan muy al vuelo las dimensiones políticas del concepto de «oportunidad»/«oportunismo» aplicado en algún momento al «posibilismo» castelarino. Para profundizar en dicha temática resulta imprescindible el siguiente estudio-antología: Y. Lissorgues (ed.), Clarín político, Barcelona, Lumen, 19892, t. 1, especialmente pp. 40-44, 53-66 y 160-194. Por otro lado, y como síntoma de la progresiva degradación del término «oportunismo» (tan notoria en el comunismo y la social-democracia del siglo XX) es muy revelador, gracias paradójicamente a su dureza dogmática, el artículo «Opportunism» contenido en la Great Soviet Encyclopedia, New York, McMillan Educational Corporation, 1978, t. 18, pp. 483-484. En el caso del Diccionario de la Academia Española esa corrupción semántica aparece sólo, y con gran retraso, en 1992 cuando se incorpora una nueva acepción del vocablo oportunismo que dice: «Actitud que consiste en aprovechar al máximo las circunstancias para obtener el mayor beneficio posible, sin tener en cuenta principios ni convicciones» (compárese con la definición citada en n. 172 por parte del mismo Diccionario en su entrega de 1914). Tal término, y en su sentido más político, debió sustanciarse en la lengua castellana a mediados de la década de 1870, y no antes, pues no ha sido documentado -hecho significativo- por M. P. Battaner en el Vocabulario político-social en España (1868-1873): hacia 1876 empieza justamente a vislumbrase en la pluma clariniana (véase más adelante la n. 214). (N. del A.)



 

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Señala por ejemplo dicho crítico que la «oportunidad» de determinadas «corrientes novelísticas» era una de las «notas caracterizadoras» del autor asturiano (S. Beser, Leopoldo Alas, crítico literario, Madrid, Gredos, 1968, p. 336). E, igualmente, ese concepto de la «oportunidad» fue un «principio clave» en toda la «teorización estética» de Clarín (S. Beser, Leopoldo Alas: teoría y crítica de la novela española, Barcelona, Laia, 1972, p. 17. (N. del A.)



 

175

«La novela del porvenir», en: op. cit. en n. 171, p. 387. (Cursivas del autor.) (N. del A.)



 

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La tensión entre el artista literario y el crítico-preceptista es visible, pongo por caso, en el prólogo galdosiano a El abuelo: «Resulta que los nombres existentes nada significan, y en literatura la variedad de formas se sobrepondrá siempre a las nomenclaturas que hacen a su capricho los retóricos» (B. Pérez Galdós, «Prólogo a El abuelo», en: Ensayos de crítica literaria, ed. de L. Bonet, Barcelona, Península, 19993, p. 243). Por su parte Clarín es menos contundente y, a la par, matiza mucho más los pros y contras de una crítica cuyo mayor defecto podría muy bien ser la «vaguedad y anarquía de las doctrinas estéticas, que muchos preceptistas [...] no vacilan en predicar como dogmas y reglas aprensiones subjetivas [...]». Y acto seguido, con el fin de soslayar esa mescolanza de impresiones y dogmatismos, el mismo Alas propone -¿gesto en parte anticanónico?- que el crítico haga un «acto de abnegación que consiste en prescindir de si mismo, en procurar [...] infiltrarse en el alma del poeta, ponerse en su lugar» (Clarín, «Baudelaire», en: Mezclilla, Madrid, F. Fe, 1889, pp. 60-61 y 67; cursivas del autor). Tiempo atrás Clarín se mostró empero mucho más radical ante dicha tensión entre la «praxis» del escritor y la rigidez del preceptista afirmando por ejemplo -y a partir de que la narrativa «es la forma libre de la literatura libre»- que «los retóricos, encastillados en sus fórmulas de álgebra estética, siguen lanzando anatemas contra todo atrevimiento que saca la novela de sus casillas» (L. Alas, «Del naturalismo.VI», en: La Diana 7 [1 de mayo de 1882], p. 8). (N. del A.)



 

177

G. Torrente Ballester, Panorama de la literatura española contemporánea, Madrid, Guadarrama, 1956, p. 86. (N. del A.)



 

178

«La novela novelesca», art. cit. en n. 171, p. 15, y op. cit. en esta misma n., p. 145. (N. del A.)



 

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Op. cit. en n. 177, p. 86. La acotación clariniana contenida en esta cita de Torrente Ballester pertenece al artículo y libro citados en n. 171, p. 15 y p. 147, respectivamente. A destacar también que «originalmente» viene subrayado tanto en el Heraldo como en Ensayos y revistas mientras, por contra, «oportuna» y «exclusiva» no lo están: gráfica demostración del afán de Torrente por resaltar conceptos que él entiende cruciales... Alas había en efecto puesto de relieve la «oportunidad» del realismo en texto conocidísimo y perteneciente a su prólogo para la segunda edición de La cuestión palpitante, con fecha de 1883: «El naturalismo no es una doctrina exclusivista, cerrada [...]. Es más bien un oportunismo literario; cree modestamente que la literatura más adecuada a la vida moderna es la que él defiende» (Clarín, «Prólogo de la segunda edición», en: E. Pardo Bazán, La cuestión palpitante, Madrid, A. Pérez Dubrull, 18914, pp. 32-33; cursivas del autor). (N. del A.)