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230

Todavía podrían apurarse las citas recordando los intentos de Eugenio de Tapia (Sevilla restaurada, en: Poesías, Madrid, 1821; y M., Libr. de Pérez, 1832) y Martínez de la Rosa (Fragmentos de un poema, en: Poesías, Madrid, 1833). Ya es significativa la tendencia de época a dejar inconclusos los poemas épicos, que se hace más patente cuanto más pretenden sus autores ajustarse a las reglas clásicas del género. Recuérdense dos ejemplos llamativos: Hernán Cortés en Cholula de Escosura, y La conquista de Méjico de García Gutiérrez. (N. del A.)



 

231

No sería difícil que Maury lo leyera en La Gaceta de Madrid, que reproducía los artículos de Lista de El Tiempo gaditano. (N. del A.)



 

232

Recuérdense las páginas de la Emancipación dedicadas a la epopeya (52-58 y 244-247) que ilustra con dos «cuentos» que habían sido publicados en El Artista, «El cristiano en Oriente» de Salas y Quiroga, y «El bulto vestido de negro capuz» de Escosura, cuya elección justifica con el comentario: «Poco me importa que sean cortas, si la acción es interesante y es grande el efecto que producen». (N. del A.)



 

233

«Novela y epopeya en Los bandos de Castilla», en: Salina 10 (noviembre 1996), pp. 105-115. (N. del A.)



 

234

Como es bien sabido, el acercamiento entre épica y novela ya era cuestión discutida desde el Quinientos, adquiriendo renovada actualidad conforme avanzaba el Setecientos. Mayans se apoyaba precisamente en el Quijote para afirmar «que la épica (como dijo el mismo Cervantes) tan bien puede escrivirse (sic) en prosa como en verso» (Vida de Miguel de Cervantes, A. Mestre (ed.), Madrid, Espasa-Calpe, 1972, p. 151). Montengón había publicado El Rodrigo (1793), «romance épico» en prosa que «puede [...] servir de argumento para un poema, cuyo embrión presento a este fin al público», según escribía su autor en nota preliminar. El debate duraba en el siglo siguiente: en los años treinta se pueden encontrar prólogos y primeros capítulos de novelas históricas en que los autores justifican su nuevo estilo «romántico» (López Soler, Los bandos de Castilla [Valencia, Cabrerizo, 1830], Prólogo, t. 1, p. v.), o escriben auténticos exordios, con sus correspondientes invocaciones a las musas, como si compusieran poemas épicos (López Soler, ob. cit., cap. 1, Intr., t. 1, p. 1; Ribot y Fontseré, Los descendientes de Laomedonte [Barcelona, Impr. de Ignacio Estivill, 1834], libr. 1, p. 7). Todavía el mismo año en que Fernán Caballero daba a conocer La Gaviota, A. Ribot y Fontseré escribía a propósito de las novelas de Walter Scott: «[...] si como están escritas en prosa estuviesen escritas en verso, serían ingeniosas leyendas, que se parecerían mucho más a las baladas alemanas y a los cantos de Byron que a los poemas épicos de los griegos y de los latinos» (Solimán y Zaida o El precio de una venganza. Leyenda árabe, Madrid, Libr. de Gaspar y Roig, 1849, Prólogo, p. ix. (N. del A.)



 

235

Entre otros muchos, resume la admiración de Hugo por el mantuano el verso: «Ô Virgile! Ô poète! ô mon maître divin!» de «À Virgile», Les voix intérieures, en: Oeuvres poétiques, I, Avant l'exil 1802-1851, G. Picon/ P. Albouy (eds.), París, Bibliothèque de la Pléiade, 1968, p. 959. (N. del A.)



 

236

La lectura de Voltaire sobrepasa los límites del tema épico. Es frecuente hallar en las «Ilustraciones» de Maury resonancias de otras obras, como Pucelle d'Orleans, (pp. 482-483) e incluso fragmentos traducidos con indicación de donde proceden (Siècle de Louis XIV, pp. 483-484). (N. del A.)



 

237

Maury cita las Lecciones en Espagne Poétique al menos en dos ocasiones: una, a propósito del Quijote (t. 1, p. 231); otra, en las páginas dedicadas a Meléndez Valdés (t. 2, pp. 284-291), para mostrar en ambas su desacuerdo con los puntos de vista del abate. (N. del A.)



 

238

Luzán merece todo un apartado de la Espagne Poétique, lo que no obsta para que Maury muestre sus reservas sobre La Poética: «Versé à fond dans toutes les littératures étrangères, ainsi que dans les classiques, Luzán y puisa les élémens de sa poétique, dont le mérite demeure toujours éminent, abstraction faite de son oportunité» (t. 2, p. 239). (N. del A.)



 

239

Recuérdense las dos citas que encabezan el poema, que son toda una declaración de intenciones: «Marier tous les tons», y el repetidísimo verso de Aquilano «Per troppo variar Natura é bella». (N. del A.)