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La estética literaria de la generación del 37 en una carta inédita de José Mármol

Beatriz Curia





El romanticismo argentino asumió características bien definidas y propias. Propias no por carencia de influjos, que los tuvo y en gran medida, sino porque, moldeado por una compleja realidad histórica y cultural, se configuró con perfiles singulares.

Las ideas de la generación romántica de 18371 acerca de estética literaria se manifestaron en textos diversos. De mención obligada es el corpus de Ensayos estéticos de Esteban Echeverría compilados por Juan María Gutiérrez. Los escritos allí reunidos son en buena parte apuntes, notas y traducciones que Echeverría no alcanzó a editar. No obstante, hay en sus obras completas textos maduros, como la «Advertencia» a las Rimas, verdadera síntesis de la estética del autor.

También, de manera notoria, son relevantes los escritos relativos al certamen poético efectuado en Montevideo en 18412 y los textos de la célebre polémica chilena de 1842, que tuvo como protagonistas argentinos a Sarmiento y Vicente Fidel López3. El conjunto de los discursos pronunciados en el Salón Literario de 18374 aporta datos fundamentales para la comprensión del movimiento en la Argentina, lo mismo que la «Ojeada retrospectiva sobre el movimiento intelectual en el Plata desde el año 37» de Echeverría, sus cartas a de Angelis (publicadas por primera vez en 1847) y su famosa respuesta al publicista español Antonio Alcalá Galiano, incluida como nota a la «Ojeada retrospectiva...» en la edición del Dogma Socialista5. Otros aportes cardinales en el mismo sentido lo constituyen diversos escritos publicados por los jóvenes románticos -que, según declaraban, no eran ni querían ser románticos6- en La Moda y en El Iniciador.

Con referencia a una estética de la novela, resultan hoy señeros tanto el prólogo de Bartolomé Mitre a Soledad y la carta a Miguel Navarro Viola que Vicente Fidel López incluye a modo de prólogo en La novia del hereje, como el Curso de bellas letras, del mismo López, tan elogiado por Echeverría en la «Ojeada retrospectiva...».


Una carta a Florencio Varela

Puede resultar esclarecedora una carta autógrafa -o borrador de carta7- dirigida por José Mármol a Florencio Varela, datada en Montevideo, el 31 de agosto de 1846, existente en el Archivo General de la Nación (Buenos Aires). Este escrito, dirigido a quien por entonces era uno de los hombres más respetados de la intelectualidad rioplatense, constituye un interesante testimonio y, como se verá, incluye párrafos que resultan definitorios para evaluar un punto capital de la estética romántica en el Plata.

El documento, del que proporciono una transcripción diplomática8, consta de dos folios y se encuentra en un estado de conservación relativamente bueno:

[f. 1]

Montevº Ag to 31-846.

Sõr Dr D.º Florencio Varela

una cuarta parte del éxito de un libro es debido al público; otra al libro mismo, y la mitad restante á la aprovacion de los hombres como v., mi querido amigo, - Gracias, pues, por el [(crit)] juicio critico que ha publicado v. sobre el «[(p)] Peregrino»9. El solo es bastante á compensarme de la mala oportunidad y del frio acojimiento que le hará el público. ¿Que mas puedo decir á v. cuando estas palabras son leales y desnudas de lisonja? [(Como todavia la)]

Acostumbrado al desaire que hace nuestra sociedad á todo lo que hoy es pro/duccion de la inteligencia, sigo con entusias/mo la voz que en medio delas balas se levanta para aplaudirla; y mucho mas, por supuesto, cuando se levanta en favor mio. Asi, el «Comercio del Plata» de 29 de Agto de 84610, y el «Nacional» de 12 de Noe 84211, me acompañaran en mi cartera de recuerdos hasta que sean con/testados un día, cuando, [(hechando)] echando una mirada sobrelos primeros pasos de mi carrera, dé las gracias á los que, con aplausos sinceros, alentaron mi espiri/tu cuando todo conspiraba á extinguirlo.

Una palabra ahora á su amabilisima Carta. Ella no me honra menos que/

[f. 1 reverso]

el articulo crítico. Pero contiene una idea que tanto á v. como á mi nos con/viene desvanecer.

[...] «inporta hacerse señor al prin/«cipio de la carrera, delas condiciones de idioma/ «y deforma, contra las que v., como todos/ «los jóvenes nuestros, se rebelaba»12.

Es verdad que se ha sostenido por algunos de nuestros jóvenes amigos, la necesidad, entre nosotros los americanos especialmente, de dar al pensamiento una libertad casi sin limites, sobre la espre/sion y la forma; dulcificando la critica contra los pecados mecánicos del arte. Se ha pretendido, y yo creo que con justicia, que en nuestra sociedad donde todo es imperfecto y prematuro; donde todo carece de antecedentes y de aplomo, no puede exigirse en las producciones del poeta, la pulidez y buen gusto que tienen en las literaturas europeas, va/ciadas en moldes dados por la tradición y refinados por el tiempo y el ejerci/cio continuo de la inteligencia. Que no se exigiera, en fin, del poeta, lo que no puede exigirse todavía de la sociedad informe que representa13.

Pero esta doctrina, de importancia en la teoria y de mas importancia aun en la [(prt)] practica, por que empezaba á darnos los mas felices resultados, no llamaba á rebelarse ni contra las formas del arte, ni contra el purismo y construcción dela lengua sino, sim/

[f. 2]

plemente, colocaba esas condiciones en una esfera subalterna al pensamiento, que es la parte espiritual delas obras del arte14. Y en esta época, en que marcha/mos tan aprisa sobre el terreno convul/so de nuestra revolución, esa doctrina llamaba al pensamiento del poeta, á que siguiera la marcha rápida dela sociedad, desprendiéndose dela mente en su primitivo ser -en su virginidad misma- ya que tiempo y elementos le faltaban para engalanarse con las preciosas nimiedades del mecanismo en forma, espresion &15.

Era, pues, una doctrina de tolerancia; hija dela epoca y dela sociedad como deben ser todas, en politica, en filosofia, en literatu/ra; pero de ningun modo una rebelión contra condiciones que, sin disputa, una vez adquiridas, dan un bellisimo realse al pensamiento; y, como dice v. muy bien, dejan al poeta en absoluta libertad para vaciar perfectas sus ideas16.

Esto es por lo que toca á los otros. Por lo que toca á mí, mi querido señor, diré á v. en secreto la verdad: yo me rebelaba de buen grado contra la forma, contra el idioma, contra todo lo que me daba tra/bajo de estudiar; -no crea v. que por doctrina ni por convicción; no señor; por que me daba trabajo. Por que yo he tenido la gracia de nacer en una República, con los instintos mas aristocráticos que puede tener un hombre; y desde niño, á todo lo que me ha dado quehacer he/

[f. 2 reverso]

declarado la guerra. Cosa que en nues/tra lengua tiene el [(?)] nombre de ara/ganeria -ni mas ni menos- y acepto la palabra, por entero, hasta el [(?)]ano 40; hoy no acepto sino la mitad17. Por que, en efecto, asi como las desgracias han poetizado mas al alma que recibi de Dios, ya poeta, los años y las lecciones practicas han bajado mi cabeza sobre los libros viejos, que yo no podia ni mirar, solamente por que eran de estudio y medi/tacion y me daban trabajo.

Vea v., Señor Varela, si hay ingenui/dad de mi parte. Le [(?)] he hecho la confesion de mi pasado -oiga también la de mi porve/nir. Hablando v. demi «Peregrino» «tenemos fé, dice, en que su autor ha de colocar otras obras en punto todavía mas aventajado» -yo lo espero también- y ¿Sabe v. á que serán debidas esas obras? al empeño incesante que pondra siempre en no desmentir las esperanzas de mis amigos, pagándolos con flores para la Patria, los aplausos con que estimularon mi Pensamiento.

¿No se creerá V., cuya primera reli/gion es la Patria, bien compensado por su parte, delos que tan generosamente me ha tributado? Sinó, yo no podre dar á v. sino un abrazo de corazón.

Saluda á v. su amigo y S. S.

Mármol

[una rúbrica]






El certamen de 1841

Desde esta carta, Mármol agrega su voz a las que se alzaron para referirse al certamen poético de 1841. En un folleto que reunía el dictamen de la Comisión que otorgó los premios -elaborado por Florencio Varela y firmado por Francisco Araucho, Cándido Juanicó, Manuel Herrera y Obes, Juan Andrés Gelly y el propio Varela-, así como las obras galardonadas, Juan Bautista Alberdi incluyó un alegato de su autoría en el que ensalzaba la obra de Mármol, juzgaba que «[...] algunas influencias del pensamiento pasado se han dejado sentir en la apreciación de los trabajos concurrentes» y proclamaba el credo estético literario de su generación. «La poesía es un arte», escribe Alberdi, pero

[...] antes de ser un arte, es una inspiracion: comienza por ser un don y acaba por hacerse una doctrina. [...] Así, la poesía precede al arte, digámoslo mejor. Y en la hora en que estamos ella quiere ser un don, mas bien que un arte. Y si ella es un arte hoy mismo, ciertamente que no es un arte mecánico, sinó al contrario, inteligente y liberal, como el pensamiento mismo; cuyas mas altas y esenciales condiciones residen en la inspiracion y el entusiasmo de la concepcion, no en las reglas materiales y esternas del estilo18.



La Comisión había exigido «la perfeccion en aquellas condiciones del arte que pudieran llamarse mecánicas», referentes a «todas las condiciones materiales y esternas del estilo métrico»19.

Recordemos que Juan María Gutiérrez obtuvo el primer premio, Luis L. Domínguez el accésit, que Mármol, premiado en tercer lugar, fue ovacionado por el público20, y que el uruguayo Francisco Acuña de Figueroa, poeta de mayor edad, se adjudicó el cuarto premio.

Una carta de Domínguez dirigida a Félix Frías, datada en Montevideo el 12 de setiembre de 1843, que deja ver con claridad celos y rencillas personales, califica el prólogo de Alberdi de «disparatado artículo»21.

El propio Mármol, en la nota V al canto quinto de la edición de 1889 de sus Cantos del peregrino22 y en la nota 7 del manuscrito de 1849 de la misma obra23, se refiere al certamen, elogia a Gutiérrez y su poema ganador -que ejerció un «influjo irresistible» sobre la Comisión y le hizo olvidar los estrechos criterios que había previsto para juzgar las piezas sometidas a su dictamen- y puntualiza los valores del escrito de Alberdi:

[...] El Dr. Don Juan Bautista Alberdi, con ese espíritu analítico y prolijo que marca el carácter distintivo de sus obras, mostró a la comisión los errores fundamentales de que resentía su juicio crítico y las consecuencias que podían producir en el seno de una sociedad virgen a las teorías literarias, expuesta a recibir alucinada el primer sistema que se le presentara; y el Dr. Alberdi es uno de los literatos argentinos que más conoce nuestro estado inteligente y que mejor ha representado el carácter y las exigencias del Pensamiento nuevo. [...]24.



Interesa también destacar que Mármol manifiesta estar de acuerdo con el veredicto del jurado, porque «nuestro canto es malísimo» y, aunque se hallaron en él «algunos rasgos de poesía», «[...] esto no basta a llenar las exigencias de una obra de arte»25. Finalmente, deja sentada sin retaceos su divergencia con el «sistema de crítica» empleado por la Comisión:

Sin embargo, esta franca declaración no nos libraría de esa censura amarga y personal tan común en nuestra prensa, si quisiéramos ponernos de frente con el juicio crítico de la comisión; no ya por el certamen que es un asunto acabado, sino por un sistema de crítica que ha quedado existente y cuya impropiedad es peligrosa26.



De los párrafos anteriores, vale la pena subrayar un aserto que justificaría el respeto profesado siempre por Mármol a Varela, a pesar de haber sido redactor del vilipendiado dictamen: «Los hombres distinguidos presentan frecuentemente un fenómeno singular: siendo muy capaz cada uno de una gran cosa; reunidos en asamblea no son capaces de una cosa grande».

Los historiadores de nuestra literatura han advertido la trascendencia de la justa poética de 1841. Rafael Alberto Arrieta señala que, con la aparición del folleto documental del certamen, «reventaba estruendosamente la bomba del Sturm und Drang rioplatense en la segunda ciudad del Plata, diez años después de haberse encendido su mecha en la primera»27. Ricardo Rojas -quien ofrece en su Historia de la literatura argentina un pormenorizado examen del informe de Varela y del prólogo de Alberdi28- subraya la importancia del certamen y de los textos surgidos al calor de esta batalla rioplatense de clásicos y románticos.




Varela, crítico de Mármol

Mármol alude en su carta al informe de la Comisión, en el cual se exhorta a no infringir las reglas «mecánicas» del arte. En la composición de Mármol -señala el dictamen-, el estilo, la versificación y el uso del idioma no están a la altura de la elevación y el tono de las ideas.

El número 1175 de El Nacional incluye como folletín un escrito anónimo que, según la carta de Mármol publicada en estas páginas, debe atribuirse con certeza a Florencio Varela. Se trata de una crítica a El Cruzado, drama en cinco actos de José Mármol que acaba de representarse29. No vacila Varela en dar un espaldarazo consagratorio al joven dramaturgo:

El Cruzado ha visto la escena: salud al señor Marmol: los títulos de poeta dramático le pertenecen de derecho: el público se los ha discernido, el público, que, en esto como en toda materia de gusto, tiene mas voto que las academias, y los críticos. -Adelante, dichoso jóven, que habeis recibido del cielo el sublime don de la inspiracion dramática: estais en la carrera... Al cabo de algunos años de infatigables esfuerzo[s], tened fé en esta profecia sereis una de las mas bellas celebridades de los pueblos del Plata.



Añade que una colección de las alocuciones de Celina, la protagonista, «compondría una serie digna de parangonarse con las Orientales de Hugo y Arolas» y que «el fuerte del Sr[.] Marmol» en sus trabajos dramáticos «es el estilo indudablemente». Así mismo la emprende contra el crítico «A.N.A.», quien en un artículo publicado el 2 de setiembre anterior, refiriéndose a elogios recibidos por Mármol en ocasión del certamen poético de Mayo, había expresado: «Pobre jóven, lo estravian».

En el primer número del Comercio del Plata30 se publica como folletín un escrito anónimo, cuyo autor es seguramente Varela31, titulado «El Peregrino en el mar. / Poema por / D. José Marmol», seguido del fragmento "A BUENOS AIRES"/ Bajo su latitud». Dada su extensión más que mediana, me limito a reproducir algunos párrafos iluminadores con respecto al tema que nos ocupa. Varela transcribe parte del dictamen de la Comisión del certamen de 1841, en el cual se espera que el autor, «reconociendo, como indispensable, la disciplina del arte, y sujetando á ella sus fogosas inspiraciones, presentará [...] frutos más sazonados [...]». Recuerda que Mármol, entonces mucho más joven, quedó descontento del lugar que se dio a sus versos y tomó ese juicio «como expresión de envidia y malquerencia». Y agrega:

Aquellas palabras, sin embargo, eran exactas, y la esperanza que expresaron se ha realizado despues, y estamos ciertos que se realizará todavia mas completamente. El joven Mármol [...] ha hecho [...] mui notables progresos en su carrera poética [...]. Ha reconocido la necesidad de la disciplina del arte; y ha ganado, por eso, en sobriedad de imágenes y de ideas [...]. Cualquiera nota suma desigualdad en sus composiciones; rasgos muy bellos y correctos mezclados con otros descuidados y débiles.



El poema que figura en el título de su trabajo, señala Varela, constituye una muestra notable de lo allí expresado. Sin embargo, resalta el valor emotivo del canto que publica su periódico y señala que «pocos, muy pocos» lo leerán sin enjugarse algunas lágrimas. La nota ya mencionada de Mármol a los Cantos del peregrino (manuscrito de 1849)32 muestra la actitud de Varela cuando, reunidos ambos en la casa de Miguel de Irigoyen, el poeta lee el «Canto a Buenos Aires»:

[...] leímos al Sr. Varela el Canto a Buenos Aires y vimos en sus ojos ese rocío del alma que se llama lágrimas y que solo se aparece cuando se han pulsado las cuerdas exquisitas de la sensibilidad. Creímos entonces en la poesía de nuestro canto porque solo ella tiene en la literatura el poder mágico de conversar con el alma; y las lágrimas que en cualquiera otra ocasión habríamos vertido a la lectura de este canto, expresión íntima de nuestro corazón, fueron sofocadas por nuestra vanidad, al ver en tan competente crítico la prueba más franca del poder de nuestros versos [...].



El sábado 29 de agosto de 1846, Varela publica -firma «La Redacción-, en el número 264 del Comercio del Plata, un texto encabezado con el título: «LITERATURA./ El Peregrino./ Canto duodécimo. // Por José Mármol»33. En este nuevo escrito consagratorio -que abarca poco menos de una página de su diario- el crítico celebra la aparición del canto XII del Peregrino34, le augura éxito y llega a comparar a Mármol con Byron. Aunque no domina la lengua como Byron, ni tiene su experiencia y caudal de conocimientos, los años y el estudio le darán -dice- lo que al inglés le otorgó la naturaleza. Mármol, como Byron, ha ido pintando múltiples aspectos de las sociedades que visitaba «o se ha concentrado en sí mismo para sondear las altas verdades de la filosofía y la moral».

Apunta Varela que Mármol se siente con las «dotes naturales del poeta» y «se aplica asiduamente á cultivarlas: sus progresos son evidentes: sus trabajos de hoi dejan atras, á una distancia en que se pierden de vista, sus más aplaudidos ensayos». Llega a aseverar, en fin, que algunas de las estancias del canto XII «tal vez no tienen superior en nuestra lengua».




Otras voces contemporáneas

Mármol expresa en la carta a Varela que la marcha apresurada sobre «el terreno convulso de nuestra revolución» conducía por entonces al poeta a seguir «la marcha rápida de la sociedad», por lo cual le faltaban tiempo y elementos «para engalanarse con las preciosas nimiedades del mecanismo en forma, espresion &».

Conviene recordar en este sentido que Esteban Echeverría, cabeza de la generación a la que se refiere Mármol, expresa en su respuesta al artículo de Antonio Alcalá Galiano «Consideraciones sobre la situación y el porvenir de la literatura hispanoamericana»:

[...] en América no hay, ni puede haber por ahora literatos de profesion, porque todos los hombres capaces, á causa del estado de revolucion en que se encuentran, absorvidos por la accion ó por las necesidades materiales de una existencia precaria, no pueden consagrarse á la meditacion y recojimiento que exije la creacion literaria, ni hallan muchas veces medios para publicar sus obras35.



Subraya más adelante que el arte americano -a diferencia del español que «da casi todo a la forma, al estilo»- «[...] sin desconocer la forma, puliéndola con esmero deben [sic] buscar en las profundidades de la conciencia y del corazon el verbo de una inspiracion que armonize con la virgen, grandiosa naturaleza americana»36.

Con respecto a Mármol, señala en la «Ojeada retrospectiva...», datada en junio de 1846:

Tenemos tan ventajosa idea de las facultades poéticas del Sr. Mármol, que no dudamos que su Peregrino sea, como nos dicen, una obra de primer orden, tanto por la pulidez artística del [sic] labor, como por la intensidad y elevacion del pensamiento. Desearíamos verle cuanto antes impreso37.



Echeverría incluye a Mármol entre quienes «no profesan nuestras doctrinas». Ello ha dado pie para que buena parte de nuestra crítica subrayara las divergencias entre Mármol y la generación del 37. Sin embargo, el poeta se consideraba legítimo integrante de la Joven Argentina y se quejó amargamente en una carta a Gutiérrez de la exclusión de que había sido objeto. Del mismo modo, la carta a Varela transcripta supra pone de manifiesto su sentido de pertenencia al grupo.

Vicente Fidel López, en su Curso de bellas letras, señala que el «arte de espresarse con oportunidad i belleza» depende de las características de cada época y de las particulares circunstancias que en ella dominen38. Con respecto a su propia época, en el escrito «Clasicismo y romanticismo», publicado en la Revista de Valparaíso, n.° 4, Valparaíso, mayo 1842- y reproducido por Pinilla en su libro sobre la polémica chilena de 184239, puntualiza:

No somos tampoco tan anárquicos, que pretendamos una insurrección brutal contra la gramática y la retórica. Todos los idiomas están sujetos a su influencia, es verdad; mas esta influencia está muy lejos de ser el último [sic] ratio rerum40.



Por su parte, Bartolomé Mitre manifiesta explícitamente su posición al respecto: «Yo creo que el estilo es una gran cosa; sólo el delirio de la nueva escuela ha podido negar su importancia»41.




Conclusión

Evaluar con justeza las ideas estéticas de la generación romántica argentina requiere tener en cuenta que su literatura fue considerada ante todo una herramienta para transformar la sociedad y raramente se ajustó a cánones estéticos rigurosos. Por un lado, porque la libertad romántica exigía el rechazo de normas. Por otro, porque sus integrantes no se lo propusieron. Las obras literarias surgieron de una exigente realidad en marcha, pródiga en peripecias. La política, las armas, el periodismo requerían permanentes y activas respuestas. Una de ellas fue la literatura.

Aunque esto resulta hoy evidente si se recorre la producción de los hombres del 37, la carta de Mármol tiene la ventaja de condensar con claridad y notable lucidez, desde su perspectiva contemporánea, la actitud estética de esa generación.








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