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ArribaCapítulo VIII

Resumen de la cuestión


A los labradores del mitin de Ríoseco

La población donde os habéis reunido simboliza en el nombre la situación infeliz de nuestra patria: retrata con pasmosa fidelidad la faz de nuestra agricultura y la de nuestra política, el estado de nuestros corazones y el de nuestros cerebros: ¡España es un río-seco! Secas las tierras, calcinadas por el sol y no regadas por el hombre, que por esa falta de humedad pierden su cosecha la mayor parte de los años y no remuneran los afanes y sudores del labrador: secos y enjutos los cerebros, especie de racimos prensados, que no destilan una sola gota de espíritu para proveer a la salvación de la patria y a la Salvación propia; secos los ojos que debieran ser dos manantiales vivos, llorando noche y día nuestros infortunios presentes y el porvenir horrible que hemos preparado a nuestra desdichada prole con nuestras torpezas y nuestro criminal abandono; secos los corazones, que no son corazones, sino piedras duras, formando como la glera desolada de un río sin agua, que debieran manar sangre, y permanecen fríos e indiferentes, sin conmoverse ante los gritos de dolor que arrancan a la patria las tiranías de los malos y las vergüenzas de la derrota: seca la política, sin un átomo de entraña para consolar las tristezas del pueblo, tan hondas como las de Cristo, abandonado de todos, coronado de espinas, clavado en la cruz, y antes al contrario, mofándose de él, acercándole a los labios la esponja empapada en hiel y vinagre, aumentándole la infame contribución de consumos, que es decir, quitando al mísero plato del pobre un bocado más para no disminuir la mesa de miles y miles de parásitos, empeñados en comer el pan con el sudor de la frente, sí, pero no de la frente propia, sino de la ajena...

España, he dicho, es un río-seco; y todo lo que hay que hacer, lo que las Asambleas de Zaragoza han querido que se haga, lo que el partido de «Unión Nacional» se propone, es transformar a España, de río-seco en río-vivo y corriente, en río de verdad, fresco, cristalino y caudaloso, donde la civilización llueva sus dones y la política sus cuidados; que apague la sed de agua que abrasa los campos, y la sed de saber y de luz que padecen los cerebros, y la sed de consuelos y de ideal que sienten las almas, y la sed de justicia y de libertad que padece el pueblo, víctima de un caciquismo opresor que deshonra y arruina, y hace de nosotros como una tribu de negros donde todavía no ha resonado el Evangelio ni fulgurado la espada de la revolución.

Se ha hecho ya demasiada política para el sombrero de copa: ahora debe hacerse para todos, pero muy principalmente para el labrador. Esa política hecha durante todo el siglo en favor exclusivamente de las clases ilustradas, de las clases altas, no la han pagado ellas; la ha pagado la clase agricultora, con montañas de oro y ríos de sangre, sin haber sacado de ella ningún provecho. Ha llegado la hora de que se compense al labrador los inmensos sacrificios que ha hecho por las demás clases en quince guerras civiles coloniales, extranjeras y de independencia: es preciso pagarle, además, el que ejerza el oficio más duro y penoso de cuantos componen el conjunto del trabajo social. Cuando paso por delante de él me descubro con respeto y admiración, como cuando paso por delante de un soldado que vuelve de la guerra; y más aun, porque se necesita mayor vocación de héroe para abrazar la profesión de labrador que para alistarse en un ejército, aun en el instante más crítico, a la hora de entrar en batalla; porque la batalla concluye presto y de ella se vuelve coronado de laurel o se muere pronto; al paso que la guerra del labrador no acaba nunca, y en ella no se muere, sino que se agoniza, una agonía de cuarenta o sesenta años, que es peor que morir de un balazo, y los enemigos con que hay que combatir son bastante más temibles que los cubanos, yankees y tagalos: el sol, la sequía, la inundación, el frío, la langosta, la filoxera, el usurero, el recaudador de contribuciones y el agente ejecutivo, peores que la langosta; el cacique, peor que el usurero, que el agente ejecutivo y que la langosta juntos... Héroe venerado, que va a la guerra contra todos esos enemigos a sabiendas de que ha de salir más veces derrotado que vencedor, y lo que es más triste, sabiendo que cuando triunfe, llenando de grano sus trojes y de mosto su lagar, esos laureles no serán para él; que ese pan producido por él no servirá para aplacar el hambre de sus hijos; que ese vino no servirá para calentar su sangre y reponer sus fuerzas, sino que irá a sustentar la vida de millares de gandules, sentados a la mesa del Presupuesto, cuya mesa no ha querido el Gobierno disminuir, movido de compasión hacia los pobrecitos, sin tener ninguna para el labrador.

Lo que la agricultura necesita con más urgencia es transformarse gradualmente combinando el regadío con el secano y desterrando el barbecho de los secanos mediante el riego, mucho o poco, el empleo de los abonos químicos y la alternativa de cosechas y el cultivo intensivo de regadío. Mientras el labrador se contente con coger seis u ocho simientes del grano que entierra, mientras no coseche doble y no sea tan ganadero como agricultor, ni él saldrá de su miseria presente, ni España dejará de ser lo que es, un andrajo tirado en un rincón del mundo, entre Europa y África, de quien nadie hace caso, sino para hacer lástimas o para escupirla. La Agricultura española pudo sostener una España cuando la vida de las naciones era barata: hoy no puede como no se transforme muy hondamente, y además muy rápidamente.

Supone eso de parte de la política nueva de que la Unión Nacional es mantenedora, estas cuatro cosas:

1.º Alumbramientos y embalses de agua para riego, donde se pueda mucho, mucho, para cereales, para frutales, para prados; donde no se pueda mucho ni poco, poquísimo, con pantanos pequeños, para que todo vecino, sin excluir los jornaleros y menestrales, tenga un huerto de unas pocas áreas donde produzca la substancia vegetal alimenticia necesaria a su sustento, y siquiera no padezca hambre, aun en los años en que se pierdan las cosechas mayores, conforme a aquel antiguo refrán que los labradores debieran tener escrito en las puertas de sus casas, el cual dice: «Al año tuerto (ya sabéis que tuerto, en la lengua española antigua, quiere decir malo): al año tuerto, el huerto; al tuerto tuerto, la cabra y el huerto: al tuerto retuerto, la cabra, el huerto y el puerco».

2.º Escuelas prácticas de agricultura, muy numerosas; pero escuelas prácticas de verdad, donde no haya cátedras, sino que los alumnos trabajen la tierra, para enseñar a los hijos de los labradores y a los gañanes y capataces el uso de los abonos químicos o minerales y la alternativa de cosecha y la combinación del cultivo de plantas forrajeras de secano con el cultivo de las de regadío donde lo haya; o, lo que es igual, para que los hijos de los labradores y los que han de ser capataces, aprendan en un par de años a hacer producir a la tierra de dos a tres veces más de lo que ahora produce; que es en lo que consiste la salvación del labrador y la salvación de España.

3.º Préstamos baratos, para quitarse de encima los réditos usurarios que ahogan al labrador, y disponer del dinero necesario para la transformación de los cultivos, remover tierras, comprar abonos, adquirir ganado; y para ello, retirar su monopolio al Banco Hipotecario, crear Bancos agrícolas y territoriales por provincias y aun por distritos, y sobre todo movilizar jurídicamente la propiedad tanto como en Australia y como en Alemania, para que las transmisiones y las hipotecas puedan verificarse sin necesidad de escrituras ni de notarios y con absoluta seguridad.

4.º Caminos vecinales muy abundantes, sobre la base de los caminos viejos existentes, perfeccionándolos, aplicando a ellos el dinero que ahora se gasta en carreteras hechas a todo lujo, a fin de que todos los pueblos puedan disfrutar los beneficios del transporte por ruedas, haciendo menos penosa y más barata la conducción de las primeras materias de la agricultura, y la saca de sus productos.

5.º Libertar al labrador de la plaga del cacique del modo que se pueda: si no se puede por las buenas, por las malas, porque sin eso, todas las mejoras que acabo de indicar y muchas otras que por falta de tiempo tengo que callar, serían o imposibles o ineficaces. Ahí tenéis por qué la acción de la Unión Nacional tiene que ser eminentemente libertadora, por no decir liberal. Solemos decir que la forma de gobierno en España es el de la monarquía parlamentaria y democrática, pero no es verdad: eso es sólo en el papel, es sólo en la Gaceta, pero no en la vida. La forma de gobierno en España es una monarquía absoluta, cuyo rey es S. M. el cacique. Y como las personas honradas no suelen dedicarse a ese oficio, que requiere ser moralmente de una condición inferior, resulta que así como los griegos inventaron un sistema de gobierno llamado aristocracia, que en su lengua quiere decir el «gobierno de los mejores», nosotros hemos inventado el «gobierno de los peores»; y ese es el régimen político que impera hoy, lo mismo que en el siglo pasado y que en el anterior, en nuestra desdichada España. ¿Y sabéis por qué, labradores? Siento no estar ahí para decíroslo en la cara y lo más alto posible: ¡Porque sois unos cobardes! Valientes para luchar contra todo el poder del cielo en esas épicas milicias de la agricultura; cobardes para alzar el pie y coger debajo a unas cuantas alimañas con nombre de caciques, que os tienen sujetos a su voluntad, a sus antojos o a sus conveniencias, y os chupan la sangre, y os roban el honor, y os hacen amarga la vida, y os convierten en un rebaño sin dignidad de hombres, noventa años después de haberse proclamado el santo principio de la igualdad de todos ellos hombres ante el derecho...

Esa es la gran revolución, que en España está todavía por hacer. Hace pocos días el Sr. Maura, en su discurso de Sevilla, se extrañaba de que a estas alturas de siglo la Unión Nacional hable de revolución, y nos preguntaba: «¿Dónde está la Bastilla que hay que derribar? ¿Dónde está el ogro?» y el auditorio soltó el trapo a reír. No os reiréis vosotros, labradores, que sabéis por vuestro mal dónde está el ogro. El mismo Sr. Maura dijo a renglón seguido que, no ya los partidos, porque no existen, sino las oligarquías de personajes que han sustituido a los partidos, tienen bloqueada la prerrogativa de la corona. ¡Y todavía se nos pregunta por la Bastilla! Bloqueada la regia prerrogativa en el Palacio Real; bloqueada la prerrogativa del pueblo en las urnas electorales; bloqueada la Gaceta; bloqueado el Presupuesto; ¿qué más Bastilla quiere el Sr. Maura para justificar una revolución? ¿Ni cómo asaltarlo, cómo romper ese bloqueo que desde Madrid se extiende hasta la última aldea del territorio, si no es por la revolución, cuando las vías pacíficas son ineficaces? El Sr. Maura nos dice: «Que la nación tenga voluntad y que esa voluntad se manifieste». ¡Esto sí que es retórica! ¿Es así como vinieron ustedes en 1868, en 1881?

Por otra parte, ¿cómo ha de hacerse eso de forma que guste o que satisfaga? Porque hace veinte días la voluntad nacional quiso manifestarse, y el Gobierno, con aplauso del Sr. Maura, prohibió la manifestación. No ha parecido bastante el bloqueo y ahora se le pone inri.

¡Labradores de Ríoseco, a despertar, a organizarse y a luchar! Venid a sumaros con las demás clases y con las demás regiones de la península en la Unión Nacional, para levantar una España nueva, haciendo una política que nunca se ha hecho: la política de los humildes, política de la escuela, política del concejo, política del arado, política económica y libertadora. ¡Viva el labrador! ¡Viva la libertad! ¡Viva España!

Madrid, para Ríoseco, 22 de Abril 1900.