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La inventiva surrealista de E. F. Granell

Estelle Irizarry



                                                                                                  A Manuel,
Michael, Steven y Nelson


[9]

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INTRODUCCION

     Parece un absurdo, de los que abundan en las obras surrealistas, que, a pesar del hecho indiscutible de ser E. F. Granell español, surrealista y autor de numerosas obras de invención, su nombre no figure en las nóminas de muchos libros y artículos dedicados al tema del surrealismo español en la literatura. Tal [10] vez ocurra esto porque las más de las veces los que deciden, por una u otra razón, incurrir en esos predios, son personas ajenas al movimiento surrealista. Sorprende, en cambio, el hecho de que algunos autores considerados surrealistas por estos críticos nieguen tal adhesión o sólo la acepten a medias (1). Recientes libros, como Surrealism and Spain 1920-1936, de C. B. Morris, y The Surrealist Mode in Spanish Literature, de Paul Ilie, no mencionan a Granell, en el primer caso, porque la época estudiada no corresponde a la de su producción literaria, y en el segundo, porque su obra evidentemente no ha llegado a la atención del crítico. Tal suele ocurrir con los investigadores extraños al movimiento surrealista. No obstante, la significación de la obra de Granell ha sido señalada por Ángel del Río, José R. Marra-López, G. Sobejano, Juan Ramón Jiménez, Vicente Llorens y Eugenio de Nora, así como los escritores de obvia vinculación surrealista, como J. L. Bedouin, J. M. Matthews, S. Baciu y Octavio Paz. Granell empezó a dar rienda suelta a su inventiva en la década de los cuarenta, pero su primera novela no fue publicada hasta 1959. El grueso de su producción aparece después de 1967, residiendo el autor en Nueva York; así se explica en parte, con estas circunstancias, la limitada difusión de sus obras fuera del continente hasta la fecha.

     Se trata, sin embargo, de un surrealista ortodoxo, si cabe emplear tal adjetivo para describir un movimiento cuyo conato fundamental es la libertad. Queremos decir con eso que es plena y consciente su adscripción al moviminto animado por André Breton, a quien conoció en la República Dominicana. En el catálogo de la exposición de Granell, en diciembre de 1974, aparece una fotografía de los dos fechada en 1941. Es notable también que el primer libro de Granell, Isla cofre mítico, de 1951, sea un homenaje al gran poeta francés. Así que ni se trata de un neosurrealista ni de un escritor que simplemente sigue lo que llama Ilie «the surrealist mode» como un credo estético. En primer lugar, porque el surrealismo no es moda ninguna. (Dos miembros del movimiento original, Soupault y Artaud, fueron expulsados por Breton por haber sucumbido a la tentación de reducir el surrealismo a una técnica literaria, según informa J. M. Matthews (2).) [11] En segundo lugar, porque, para Granell, el surrealismo no es cosa de estilo, sino una filosofía total cuyo único fin es el de la libertad absoluta, brindando a cada uno la oportunidad de revelar su propia conciencia, subconsciencia e individualidad como hombre y como artista. En una encuesta publicada en El Urogallo, en el otoño de 1974, afirmó Granell que «el surrealismo es un estado espiritual, calificado por un radical inconformismo y un ansia de libertad ilimitada» (3). Mientras que Ilie y la revista Insula tuvieron que reconocer como surrealistas a muchos que sólo lo son en parte o transitoriamente, tenemos en E. F. Granell un surrealista total y del grupo bretoniano.

     Al estudiar la inventiva surrealista de nuestro autor, no resulta difícil ver la influencia del maestro francés. Pero, siendo el surrealismo tan personal y variado como lo es la interioridad de cada cual, el de Granell tiene un carácter muy propio, que recorre todos los grados del humor negro, desde lo hilarante hasta lo grotesco.

     Granell se expresa con entusiasmo en torno al fenómeno del surrealismo, según lo revela la entrevista incluida en la encuesta antes citada. Preguntado acerca del surrealismo en la literatura y en el arte, el estado del movimiento en la actualidad y autores representativos, ofrece largos y detallados comentarios. Sin embargo, frente a la pregunta de si «hay en su propia obra alguna influencia o rasgo que pueda llamarse surrealista», contesta con admirable reticencia: «Sí.» Su renuencia a comentar su propia obra sorprende en nuestros días, cuando a los autores hoy se les suele estimar como comentaristas de sus propias obras más que a los críticos. Es este «sí» tan lacónico y tajante lo que nos ha animado a escribir las presentes páginas, en las que esperamos contestar con más extensión la pregunta anterior y mostrar la índole singular de la creación literaria de E. F. Granell dentro del espíritu surrealista. [12]



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DATOS BIOGRÁFICOS

     Es el mismo autor quien nos provee con un esquema de tono algo festivo en la contraportada de su libro Lo que sucedió, publicado en 1968:

                La Pardo Bazán, Menéndez Pidal, Madariaga y yo somos de La Coruña, pueblo, así, feliz.
     Soy el menor, pues nací en 1912. Hice estudios en varias universidades.
     Me doctoré en Sociología en la New School for Social Research, de Nueva York.
     Fui profesor en diversos centros, y lo soy, desde 1960, del Brooklyn College.
     Luché del lado republicano durante la guerra civil. Me refugié en Francia.
     Viví en la República Dominicana, Guatemala y Puerto Rico. Ahora resido en Nueva York.
     Fui periodista, soldado, obrero, campesino, comentador de radio, músico, decorador, ilustrador y crítico.
     Fracasé como deportista, militar, colono, comerciante, fotógrafo y actor.
     Publiqué libros, poemas, artículos y ensayos. Celebré exposiciones de pintura.
     Obtuve premios en los que creo poco. En brujas creo menos; en el fascismo internacional y en el nacionalismo comunista, nada. Siendo gallego, aspiro a ser gran español y el más insignificante de los galleguistas.
     Trato de aprender a tocar la guitarra, y como ya voy por la segunda cuerda, con cinco años más, ¡listo! Estoy casado.
     Tenemos tres hijos y cuatro nietos.
     Lo que más me gusta de la vida tradicional es ser hijo, hermano, esposo, padre y abuelo.
     De la proletaria no me gusta nada; de ahí mi anhelo de que quienes lo son dejen de serlo.

     Es curioso notar que las metamorfosis que marcan su vida profesional, incluyendo las más diversas carreras, se reflejan en uno de sus cuentos, «Nostálgico pronóstico», el cual estudiamos en otro capítulo. [13]



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PINTOR Y ESCRITOR

     Una de las características centrales del movimiento surrealista es su estrecho vínculo con las artes plásticas. Como Picasso, cuyos escritos fueron elogiados por Moreno Villa y André Breton, Granell revela su talento como pintor y escritor. Primero fue reconocido como pintor a través de numerosas exposiciones internacionales, pero Juan Ramón Jiménez descubrió en Granell un escritor de talento cuando saludó la publicación de su libro Isla cofre mítico con la siguiente observación: «No sé por qué me imajino que Granell fue escritor antes que pintor. Y creo que su pintura se humanizaría más con la alternancia de su escritura impresionista. Porque si la imajinación no puede ser sino cosa del hombre, también lo humano es fatalmente cosa de la imajinación» (4). Termina su comentario con las palabras inspiradoras: «Escriba, Granell, escriba.»

     Se puede decir que fue la pintura lo que produjo el reencuentro entre Granell y el público español. Hizo una exposición en Madrid, en el año 1967, y sus cuadros estuvieron en el pabellón español de la Bienal de Venecia tres años antes. En diciembre de 1974 se montó una exposición de sus obras en la Sala de Santa Catalina, del Ateneo de Madrid. En el catálogo de dicha exposición, afirma el crítico Santiago Arbós Ballesté que «se trata, sin duda, de uno de los artistas españoles contemporáneos más significativos, pero su prolongada ausencia de España ha motivado nuestra ignorancia u olvido respecto a él» (5). Esta observación es igualmente exacta aplicada a sus obras escritas. Desgraciadamente, la literatura no se difunde mediante exposiciones públicas, como la pintura. La única manera de conocer los libros es leyéndolos, aunque, como notó el escritor y crítico inglés E. M. Forster, algunas tribus salvajes se los comen. Así ha tardado en producirse el encuentro del autor Granell con el público [14] lector de su país, aunque goza de firme reputación en América.

     Anna Balakian, a quien debemos explicaciones muy lúcidas acerca del surrealismo y sus proponentes, se refiere a la opinión expresada por Reverdy de que los saltos de la imaginación en el hombre son válidos solamente cuando se encuentran emparentados con un grado igual de fuerza lingüística (6). Al fin y al cabo, la literatura es el arte de la palabra y se han de juzgar sus aciertos no a base de su filosofía inspiradora, sino sobre lo que hace con la materia prima del lenguaje. Sin embargo, existe entre algunas personas en el mundo intelectual la idea de que un mismo creador no puede manejar con igual habilidad el pincel y la pluma, lamentable equivocación que ha dado lugar al desprecio de una actividad o la otra en determinados individuos. En realidad, estimamos que nada impide el ejercicio simultáneo de ambas disciplinas, con tal de que la simultaneidad no sea tan rigurosa que el artista se encuentre con los dos instrumentos en la mano al mismo tiempo, cosa que no sería muy probable aun tratándose de surrealistas. Granell es muy consciente del gran número de artistas que cultivaron las artes literaria y plástica dentro y fuera de España, entre ellos Leonardo da Vinci, Víctor Hugo, el duque de Rivas, Galdós, Juan de Jáuregui, Hartzenbusch, Bécquer, Ramón y Cajal, Solana, Moreno Villa, Juan Ramón Jiménez, Castelao, Dalí y Lorca. Su propia actitud ante la cuestión, a su modo de ver, baladí, de las dobles adhesiones artísticas es terminante: «Que quienes pintan escriban bien no es la causa de que quienes no pintan acaso no puedan -aunque lo hagan- escribir» (7). Una de las serias desventajas de la especialización tan admirada en nuestros tiempos es que obligue a la gente a sobresalir en un solo campo, a riesgo de ser considerada mediocre en dos, no porque lo sea, sino porque eso sería una afrenta al dios único de la especialización. El surrealismo representó una honorable excepción en el siglo XX, acogiendo en sus filas con igual fervor a artistas plásticos y literarios. Tal vez la razón sea que una vez [15] fundada la expresión poética en la libertad total, no podía limitársela a una sola actividad o género. Aunque el presente trabajo tiene el propósito principal de examinar las obras escritas de Granell, examinaremos en un capítulo aparte las importantes e iluminadoras relaciones que existen entre éstas y sus obras pictóricas.



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ORIGINALIDAD DE GRANELL DENTRO DEL SURREALISMO

     El antes referido crítico de arte español Santiago Arbós Ballesté comentó acerca de la pintura de Granell que «lo primero que llama la atención... es su originalidad. No se parece a nada, no tiene parentesco con nadie. Carece de antecedentes y referencias. No hay manera de saber de dónde viene». De nuevo se trata de una observación que describe perfectamente la calidad original de los escritos de Granell. Sus novelas y cuentos no se parecen a los de otros prosistas españoles, ocasionalmente tenidos por surrealistas, como Valle-Inclán, Gómez de la Serna y Benjamín Jarnés. Si a veces el humor en lo absurdo hace pensar en Gómez de la Serna, encontramos en Granell más sustancia intelectual y menos comicidad gratuita. Su incisivo humor barroco es más sostenido y profundo. A pesar de que sus personajes no pierden su carácter esencial de fantoches, el lector se siente atraído por el imán humorístico a los mundos en que nos introduce Granell. Pero, como señala Ilie, al mundo surrealista nunca le falta la angustia, y Granell no es una excepción a esta observación. Los juegos verbales y el tremendo humor nos enfrentan a cada paso con el pensamiento poco confortador de que nuestro mundo actual nos depara experiencias no menos absurdas que las novelescas.

     André Breton había notado que el ejercicio de la escritura automática y la recepción de imágenes espontáneas eran capaces de provocar la risa, pero en Granell el humor es central. A veces procede de su empleo de técnicas surrealistas, como yuxtaposición de palabras al azar, la asociación espontánea de sonidos, o la narración de situaciones claramente absurdas, pero otras [16] veces es un humor más cerebral, como en la deliberada aplicación de una lógica rigurosa que resulta demoledora en el efecto ilógico que produce. Emplea a menudo razonamientos altamente razonables para convencemos de algo absolutamente absurdo. Animan su humorismo procedimientos espontáneos y otros intelectuales que hacen que sus obras sean fuertemente satíricas. El humor en sus escritos es tan rico y variado que sólo se puede apreciar en el tejido mismo de las obras que estudiaremos a continuación.



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GUERRA CONTRA LA INVESTIGACIÓN ERUDITA

     En el Segundo manifiesto del surrealismo, André Breton anunció su intención de combatir la «bagatela» de la investigación erudita. Nos incomoda suficientemente esta actitud surrealista hacia el trabajo académico, al reconocer que, en efecto, hay una injusticia implícita en nuestro propósito de emplear métodos lógicos de análisis para el estudio de obras surrealistas desdeñosas de esos mismos métodos. Lo ideal sería someter las obras de Granell a un escrutinio que utilizara de algún modo los mismos recursos surrealistas que animan su creación, pero desgraciadamente, la única persona que conocemos capaz de escribir estudios eruditos de tipo surrealista es él mismo, como veremos en el primer capítulo de este trabajo. Pero sería poco justo pedirle que estudiara su propia obra, aun usando la magnífica fórmula que provee Breton para el cultivo del género crítico: «Como es natural, siguiendo un procedimiento análogo [al que recomienda para escribir falsas novelas] y a condición de ignorar todo aquello de lo que debierais daros cuenta, podéis dedicaros con gran éxito a la falsa crítica» (8). No es decir, sin embargo, que la imaginación y la intención surrealistas no hayan alcanzado niveles muy altos en la crítica, pues van como ejemplos la de Octavio Paz y la de André Breton, ante todo en su Anthologie de [17] l'Humour noir y Flagrant Delit. Hay una moda descriptiva a la que el surrealismo no ha renunciado nunca, y hay que recordar que el automatismo fue uno de los diversos caminos explorados, nunca el solo método total. Con esta aclaración, junto a una gran simpatía por el surrealismo, nos acercamos a la grata tarea de examinar la poderosa inventiva de este originalísimo escritor que es Granell. Nos anima también en esta empresa otra consideración: es más que probable que los posibles lectores de este estudio no sean ni surrealistas ni partidarios del movimiento. Reconocemos que aplicaremos técnicas lógicas que quizá resultarían intolerables para el gusto surrealista, y hasta se organizará el material en categorías y compartimientos que esperamos no sean excesivamente rígidos. No es bien mirado por los surrealistas el afán explicador, y uno no puede menos de sentirse intimidado ante la siguiente anécdota que ha contado Granell:

                Alguien dijo en la exposición de Mérida: «No entiendo el arte moderno. Explíqueme esto.» ¿Qué diríamos de ese mismo alguien si entrando en un laboratorio químico dijese: «No entiendo la Química. Explíquemela», o irrumpiendo en una ceremonia ritual quiché dijese: «No entiendo qué hacen. Explíquemelo»? Por desgracia, ya no está bien visto que se queme a la gente, ni que se la decapite (9).

     Pero, por otra parte, también ha reconocido nuestro autor que «con todo, y pese a todo, la crítica es tan necesaria a la obra creada como lo es ésta a aquél1a. Y, además, la más sólida garantía de que la obra creada ha suscitado el diálogo -es decir, su más íntima justificación- la constituye la crítica» (10).

     El contacto directo con el objeto de arte es insustituible, y si la crítica se encamina a ese fin, ha de expresarse en términos que animen a otros a buscar este contacto. No se le exige al crítico de un poema que se exprese en poesía, ni se puede exigir al crítico [18] de obras surrealistas que lo haga en forma surrealista, pero al mismo tiempo no debe ser el «medidor de arte como medidor de ataúdes en el predio sagrado del artista» (11).



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DE EN A RENGA

     Para que nuestro estudio no carezca por completo de carácter surrealista, ofrecemos a continuación una versión de un procedimiento que Granell emplea en su primer libro, Isla cofre mítico, y que se presta muy bien a la crítica de un autor surrealista. La actividad consiste en descomponer el apellido del autor, como hizo Granell con la palabra BRETON, apuntar las palabras que se formen con las letras, dejándolas en el mismo orden en que aparezcan, e hilvanarlas con asociaciones significativas. Al formar palabras con las letras de BRETON, Granell encontró que coincidían «de extraña manera en el anuncio de algo bueno, universal, que el surrealismo viene precisamente anunciando con persistente ahínco desde su instante inaugural» (12).

     Si descomponemos el apellido de nuestro autor, se observa claramente su propensión nata y vital hacia la visión surrealista de la vida y se revela a la vez la configuración personal que él le presta. El juego es algo parecido a la escritura automática, ya que reúne sus elementos a través de un proceso fortuito, ampliando así el campo sobre el que opera la razón. Como dijo Breton: «el espíritu pronto se da cuenta de que estas imágenes son acordes con la razón y aumentan sus conocimientos» (13).

     Las palabras se presentan en la siguiente serie:

                                                                                                                                              
En
Gran
Ella
El
La[19]
Le
Lar
Negar
Real
Gané
Era
Legar
Rallé
Rea
Llenar
Llegar
Negra
Renga

     La primera palabra de la serie, en, indica profundidad: orientación de Granell como surrealista que pretende explorar las zonas profundas del subconsciente. Pero hay también otras dimensiones del surrealismo, como la amplitud con que abarca el mundo entero, indicada por la palabra gran. La universalidad está subrayada por la presencia de los dos sexos, ella y él, asimismo en sus formas acusativas la y le. Los artículos el y la se aplican a todos los sustantivos del idioma, tal como el surrealismo puede aplicarse a todos los órdenes y los seres de la vida. La totalidad del género humano, representada por ella y él, sugiere lar, el hogar que forman ambos, y también fogón bajo, siendo el fuego símbolo vital para los surrealistas. Lar es al mismo tiempo la divinidad antigua que rige en la casa u hogar. Como deidad mitológica, fue considerada real, aunque no se le podía ver. Los surrealistas proclaman la realidad, aun la de lo no visible, mientras que su actitud hacia lo que comúnmente se acepta y se cree es el inconformismo, o sea, el negar. Niegan principalmente cualquier limitación que se intente poner al concepto de lo real, porque el surrealismo no es otra cosa que el realismo, en su significación de la realidad total, incluyendo la de los sueños y la imaginación. La palabra real sugiere también lo que es regio y noble, como es el camino surrealista que les exige a sus discípulos, según lo indicó Breton, valentía y tenacidad, porque no es un [20] camino fácil. El valiente puede decir «gané», expresión del optimismo básico del movimiento surrealista y su fe en poder trascender el tiempo de una era a otra. La palabra era designa una época trascendental desde la cual empieza a contarse el tiempo histórico, y el surrealismo para Granell inauguró una nueva era. Era es una palabra de tiempo y de espacio, siendo lugar de siembra, tierra fértil en la cual se cultiva la semilla que se va a legar o a transmitir a las siguientes generaciones, función a la que aspira el escritor, y en particular, el escritor surrealista, según indicó Breton en su Segundo manifiesto, dirigido con esperanza a la juventud. Rallé será el grito de victoria por haber reducido a polvo con el rallo, que pudiera ser un objeto maravilloso para el surrealista, lo trillado y convencional, afirmando el triunfo de la diosa griega Rea, vital y creadora, quien personificaba la tierra fecunda y fue esposa de Saturno, dios de la lucha, y además fue madre de Zeus. Lo que es creador sirve para llenar y completar vacíos; Granell nos llama la atención sobre la cualidad incompleta de lo que percibimos con los sentidos físicos y la lógica.

     Llegar expresa el deseo de alcanzar la iluminación que promete el surrealismo mediante el ejercicio de todas las facultades, conscientes e inconscientes. La luz hace desvanecer la ignorancia negra, sin la chispa iluminadora que persigue el surrealista en su arte por medio de la más completa e incondicional libertad. La última palabra, renga, se refiere a la parte del lomo de las caballerías sobre la que se pone la carga. El surrealista, y en particular Granell, sueña con librar al hombre de la carga de los sistemas, de los convencionales modos de pensar que ponen trabas a su libertad creadora.

     El juego confirma que Granell está en perfecta armonía con las ideas y aspiraciones del movimiento surrealista tal como lo orientó André Breton, no como doctrina dogmática, sino como un estado espiritual que permite la libertad ilimitada para cada sujeto. Como manifestó Granell en el citado artículo de El Urogallo: «Primero se es surrealista; luego pintor, poeta o lo que sea.» En su propio nombre hay todos los indicios de que Granell integra las diversas visiones del surrealismo y las transforma con su alquimia personal en algo propio.

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