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La literatura castellana del siglo XV

Domingo Ynduráin





En lo que respecta a la lengua, es bien conocida la tendencia a reforzar el castellano para que reproduzca, lo más exactamente posible, la sintaxis, la morfología y el léxico latino, hasta el punto de que algunos autores, no contentos con afirmar que el castellano es la lengua moderna que más se parece al originario latín, dan en la flor de escribir textos que, dicen, se pueden leer lo mismo en una lengua que en la otra.

A esta imitación mecánica del latín, le añaden todas las galas retóricas posibles e imposibles. Tal modo de ennoblecimiento consiste en fabricar una especie de árbol navideño en el que cada rama acoge más adornos y chirimbolos de los que puede soportar12. Esta exuberancia, capaz de quebrar la más robusta oración, multiplica la extensión de las frases, la complica hasta desembocar en una prosa más colorada que figura de carnaval. Lejos queda la noble elegancia del infante don Juan Manuel cuando afirma que el ideal del estilo es decir con las menos palabras que sea posible. Claro que cada cual es muy dueño de considerar necesarias todas las que utiliza, por más que sobren y aún agobien, sea el caso de Fray Antonio de Guevara que culmina un proceso, al parecer imparable, iniciado por los esnobs que como el Marqués si se visten a la francesa, redactan a la latina. Y cuando conocen algo de latín, es peor, porque dan en la prosa de un Villena o en el verso de Mena.

Una vez provistos de una lengua elevada y noble, no queda sino tratar con ella los temas que le corresponden: teología, filosofía, antigüedades, épica y casos descomunales. Y bien adobados para adoctrinar a los menos sabios, para ejercer una función pedagógica y didáctica, bien velada y cubierta, para que cueste trabajo y se valore.

Los farautes de tal sarao son los trasladadores de obras latinas valoradas por los humanistas. Aquí, ahora, veremos el caso de la Eneida vertida por el marqués de Villena y el De vero bono de Facio reelaborado3 bajo el título de Vita beata por Juan de Lucena. Pero poco trabajo -sí esfuerzo- costaría ampliar el muestrario. No cuento a Cartagena en esta nómina, porque, como veremos, sus versiones son de muy diferente estilo que las señaladas.

Los humanistas italianos, no cabe duda, han hecho un buen trabajo, han logrado fascinar a los reyes, grandes y señores con su elocuencia, o bien con los barruntos que de su elocuencia y saberes tienen los próximos, los admiradores que miran desde fuera. Quizá sea la necesidad de proporcionar un indicio y muestra, por desvaída que sea, de lo que hacen en la lengua de Cicerón, lo que mueve a los humanistas italianos a escribir de vez en cuando en italiano, abandonando su materno latín siquiera ocasionalmente. El caso es que alcanzan lo que pretendan. Buena prueba de ello es el Rey Alfonso de Aragón, a quien los humanistas han conseguido «epatar» y dejar con la boca abierta, literalmente.

En España, el movimiento prende entre la nobleza a la moda, que encarga traducciones, para acceder a los grandes hechos y doctrinas que encierran las letras antiguas. Los más avanzados en los estudios de latinidad se ponen al trabajo. El resultado de ese trabajo son unos textos, con glosas, esto es, bien científicos, que marcan nítidamente la superioridad y extrañeza de aquellos libros. En primer lugar, se marca y define la lengua que corresponde a tan alta función; he aquí, por ejemplo, la carta que Villena envía al Rey de Navarra y coloca al frente de su traducción de la Eneida:

... en la protecçión de vuestro favor, por cuya contemplación e mandado se atrevió mi desusada mano tractar la peñola escriviente la virgiliana doctrina en la Eneyda contenida, vulgarizando aquélla en la materna lengua castellana, maguer anxiedadas penosas e adversidades de infortunios desviavan mi cuydado de tancta operación, en que todas las fuerças corporales dirigir convenía; e maguer la rudicia e insufiçiençia mías non consintiesen tan elevada materia a las usadas humillar palabras ni equivalentes fallar vocablos en la romançial texedura para expremir aquellos angélicos concebimientos virgilianos, con todo eso, tan prompta era la voluntad a vuestro futuro mandado, que ya esperava lo que fuese por vós, señor, injucto. Quisiera bien ansí entre otras cosas mandásedes fuera ocupado, en que non solamente intellectual, mas aun corporal sufriese trabaio en vuestra gloria e onra redundantes, e non ensçientifica e ystorial scriptura, por quanto los del presente tiempo por detestable que las grandes e generosas personas en esto se ocupen cuidando e, çegados de su ygnorançia, que los dedicados a la sçiençial cultura non entiendan de las mundiales cosas e agibles tancto como ellos, e por esto los menospreçian desviando de les encomendar administraçiones activas[...]. Piense vuestra real superioridat, si agora que non soy tractado de vuestra clemençia con aquella humanidat que justiçia e derecho requiere e aquel debdo paternal que en vuestra real alcanço casa, fuy tan animoso a la complaçençia, que faré quando miráredes de catadura piadosa, cumpliendo aquella satisfaçiôn a que soes tenudo. Por çierto, esa hora cantará mi lengua grandes loores e fará resonar vuestro nombre; e quanto Caliope graciosamente otorgarme quiso enfundiré en la recordaçión de vuestra gloriosa fama4.


Villena ofrece fama duradera a cambio de administraciones activas, como los humanistas de verdad. No cabe duda de que ofrece algo bueno, pues queda claro que la fama escrita en latín o en lengua equivalente, que alcanza casi la misma altura y perfección que la latina, es de más altura, de más prestigio y más duradera que la que puede dar un romancista sencillo y vulgar. Por ello, Villena señala una y otra vez la distancia que separa y distingue esta lengua que él acaba de inventar -lengua científica, retórica y perfecta- de la de los escritos normales. Así, en las glosas, expone determinadas reflexiones, prácticas y teóricas, sobre la lengua y sobre la doctrina y saberes que están detrás de ella y la hacen posible, y señala también, en consecuencia, la elevada materia a la que sirven de vehículo; porque, como advierte el marqués de Villena lo uno corresponde a lo otro;

A todos los quel presente libro querrán e farán trasladar plega de lo escrevir con glosas, segund aquí está complidamente, porque los secretos ystoriales e de los integumentos poéthicos lleguen a notiçia de los leedores; e non presuman nin atienten el texto solo trasladar, que por su obscuridat paririe, siquier presentaríe, muchas dubdas e non sería tan plazible al entendimiento de los leedores, mayormente romancistas5.



En cualquier caso -sigue Villena-, la lengua romance es insuficiente para expresar el pensamiento que yace encerrado en la latina:

... pues a notiçia de Vós, señor, e de los que se pagan de la vulgar lengua venir deve, en la qual por mengua de vocablos non se puede tan propiamente significar los conçebimientos mentales, segund en la lengua latyna se fazer puede; eso mesmo, a quien estos modos de reçitar poéthicos que Virgilio tovo serían muy escuros e a los que non han visto sus exposiçiones, si alguna previa introduçión aquí non les fuese dada6.



Los lectores necesitan andaderas, pues; y es lo lógico cuando se leen construcciones como estas, del propio Villena:

... el emperador, el qual, de la suya saliendo cámara, yr queriendo a las representaçiones, aquellos vido versos7.



Pero además expone todo un programa civil y político en ese prohemio; advierte Villena:

Pues pensando Virgilio en su alta investigación por qué manera e más coloradamente syn mostrar adulaçión podría representar e publicar los ymperiales loores del virtuoso prínçipe Octhoviano, considerando de todas las loables cosas era doctado, sólo de una fallesçido que las otras difuscaba ho menos claras rendía, es a saber, era de pequeño, siquiere baxo, linagge (e si alcançó el ymperial grado fue por la privança que alcançó con Julio Çésar, predecesor suyo, e por los grandes favores que le dio en su tiempo, fasta lo fazer su fijo adoptivo, dexándolo tancto apoderado que al trono augustal del sagrado ymperio tranquilla ovo facultad de sobir); ocurióle para esta reparar mengua, sy la qual es meior comutada los otros loores padesçeríen eclipsi, fuese convenible introduzir la ystoria de Eneas e traer por succesiones de tiempos de quál Octhoviano desçendía linagge con fermosas simulaciones. [...] De manera que piensa el symple leedor que Virgilio quiere contar en esta obra los fechos de Eneas, e aquél ministra loores de Octhoviano: so el velo poéthico e colores retoricales discretamente e pallidiada fiere aquel señal a do non paresçía tirar8.



Villena ha aprendido bien el arte de la simulación y el elogio velado; ahora se lo ofrece al rey, por si le conviniera acrecentar su honra o tapar algún defectillo. A esto, efectivamente se dedican los humanistas, aunque no sólo a ello; pero su ejemplo justifica este uso, o, andando el tiempo, la práctica de un Guevara, lo mismo que la de un Pellicer. R. B. Tate recuerda cómo en esta época se apodera de los nobles la nueva manía de buscar o inventar genealogías que remontaran el origen de sus respectivas casas hasta un fundador mítico y lejano. Esto estaba produciendo la admiración reverencial por la Antigüedad: la oferta de los humanistas e imitadores tira de la demanda.

La moda en cuestión afecta a los señores tanto como a los reinos. Y, entre otros efectos, provoca la sobrevaloración de los linajes; con ello, los letrados han contribuido a ampliar la brecha que les separa de la nobleza de sangre, a la que, por otra parte, y cuando pueden, no dejan de atacar como institución9. Además hay que tener muy en cuenta la profunda renovación que se produce en la nobleza castellana durante esta época10, hecho que explica la necesidad de fabricar nuevas genealogías y de fundar la superioridad de clase en algo más que en la antigüedad del linaje.

Entre unos factores y otros, estas como caricaturas del humanismo italiano han conseguido imponerse entre los romancistas y han creado una admiración sin límite por el ignoto latín y los tesoros que encierra. Así describe la actitud del marqués de Santillana el protonotario Lucena en lo que es bastante más que una traducción de Bartolomeo Facio.

El MARQUÉS.-   Nuestro romance, Señor Obispo, ajeno de moral philosophia lo pensaba: jamás creí poderlo acomodar en cosas tamañas. Tú agora, ni grecas letras, ni latinas feciste facerte mengua. Tan polida, tan breve, tan alta y tan llana nos diste nueva doctrina del fablar castellano.

El OBISPO.-   Nuestra lengua primera bárbara, fecha romana después, en guarismo se es tomada: si cerca es del latín, lexos es ya del palacio11: palabra latina no se fabla de gala; y por desfrazo góticos hahes letronizados de un palmo se escriven. Nos otros, señor Marqués, no vayamos tras el tiempo; forcemos tomar el tiempo a nos otros; fablemos romance perfecto, y do será menester, fablemos latino: qui lo entiende lo entienda; el otro quede por necio: murmuración invidiosa no temamos, y grosera redargución tengamos en poco: la una se roe royendo, y de grosa la otra rebienta.

El MARQUÉS.-   Bien veo, reverendo padre, que por mi ocasión t'esfuerzas romanzar lo que apenas latino se pronuncia. Nasció en Grecia la philosophia. Sócrates la llamó desdel cielo. Después de Sócrates, al tiempo que Bruto liberó a Roma, Pithágoras la sembró por Italia. Tú agora transplántasla en España. Beata ella, felice Castilla! Para ella naciste quando naciste, no para ti solamente. Tú de cavallería, de re pública, de fe cristiana escreviste vulgar, y las obras famosas del moral Séneca nuestro vulgarizaste. Si con Iohan de Mena fablases a solas, latino sermón razonarías. Yo lo sé, ¡oh me mísero! Cuando me veo defectuosos de letras latinas, de los fijos de hombres me cuento, más no de los hombres. Fablart'e, pues, como supiere. Do errare, enmienda, y suple do vieres mi mengua12.



Sería difícil encontrar un texto tan significativo, por ambiguo y contradictorio, como éste. La disputa o diálogo que se organiza entre Santillana, Mena y Cartagena fluctúa y mezcla la escolástica con barruntos de humanismo, la oratoria con la filosofía, y el anhelo por la lengua latina con el impulso del vulgar, etc. Pero lo que ahora me importa es la actitud de Santillana, la humilde confesión de impotencia e inferioridad, la admiración frente a quienes hablan como hombres cabales. Es lógico, porque a Lucena, si no se le ha pegado mucho de la familiaridad con Enea Silvio, le resulta muy claro lo que han significado esos nombres en el desarrollo de la lengua vulgar. Santillana, especialmente, si bien en romance, imita lo más que puede lo que él intuye, son los modelos italianos, (unos modelos un tanto pasados, todo hay que decirlo). Otra cosa es Cartagena, cuyo saber y cuya seguridad en latín, filosofía y teología le permiten adoptar un comportamiento libre. Pero la actitud de Villena, Santillana o Lucena es la más extendida; por ejemplo, así se expresa Ayala en la traducción de las Décadas de Tito Livio:

... en latyn por vocablos ignotos et oscuros [...] yazía escondido et nunca jamás fue traýdo nin leýdo en los vuestros Regnos [...] que sea traýdo agora en público por que los príncipes et los cavalleros que lo oyeren tomen buen exemplo et buena esperança et esfuerço en sý, catando quánto provecho et quánta onra nace de la buena ordenanza et de la buena desciplina.



Santillana toma buena nota, en efecto; y si no escribe en latín, teoriza como puede, siguiendo el rastro de los italianos, aunque, quizá, pusiera algo de su propia cosecha. Esto es lo que parece pensar O. di Camillo, cuando escribe:

Lo que nos induce a pensar que Santillana alcanzó estas conclusiones independientemente de Boccaccio es el hecho de que ignoraba totalmente los controvertibles argumentos del autor italiano en defensa de la poesía. Por ejemplo, en ningún lugar de la Carta alude Santillana, ni siquiera vagamente, a la tesis de que los mitos poéticos constituyen expresiones veladas de una primitiva teología, y de que esconden verdades universales, punto crucial que Boccaccio expone largamente, y sobre el que se basa su concepto entero de la poesía. Es verdad que Santillana define a ésta como «fingimiento», pero es de «cosas útiles», no de verdades inmutables. E incluso, si por esta vaga «utilidad», entendemos ética, su definición todavía deja fuera de la poesía aquellas primeras causas y principios que los antiguos asignaron a la filosofía y los modernos a la teología13.



Tampoco hay que hilar tan delgado, porque es muy posible que a Santillana le pareciera excesivo que tanta y tan cualificada sabiduría se encerrara en los mitos de unos paganos. Que llegara por su cuenta a las mismas conclusiones que Boccaccio parece poco probable; habría que pensar más bien en una elaboración intermedia o, lo que me parece más probable, que tomara esos conceptos de otra obra del mismo Boccaccio, obra escrita en vulgar y, en consecuencia, más asequible para el Marqués, obra que desarrollaría la admiración por Dante, me refiero al Trattatello in laude di Dante, versión, pues, más atenuada de los excesos polémicos y provocativos vertidos en la Genealogía deorum, y más próxima a la exposición de Santillana.

De cualquier modo, eran ideas muy repetidas, de una u otra manera, con mayor o menor intensidad, tanto entre los padres del humanismo italiano como entre sus continuadores; y se convierte en doctrina bien asentada en el XV, sea en Italia o en España, como hemos visto.

Del Humanismo queda, pues, excluida la literatura caballeresca, a la que ni siquiera se nombra entre ellos, y la erótica burguesa representada en el Decameron. Son formas o géneros propios del vulgo; y del vulgar. Eso es lo que sucede en el ámbito del Humanismo, pero no en lo que solemos entender por Renacimiento, salvo que se quiera excluir de tal concepto obras como el Orlando furioso o el Lazarillo de Tormes. Concretamente el tono paródico de ambas obras no excluye que ni una ni otra coincidan en no ser historia ni fábula. Y si la derivación medieval del Furioso es evidente, no resulta menos claro que la presentación «histórica» (realista si se quiere) no hace sino aplicar (y parodiar) el nobiltare que Petrarca endosa al Boccaccio cuentista. En este sentido, y de una manera global, general e inexacta, el Renacimiento español recupera, continúa y, por fin, altera los géneros medievales fundiéndolos con la nueva sensibilidad, interpretándolos desde una perspectiva renacentista; un tanto irónica, crítica o paródica, por otra parte. Y no sólo se parodian los rasgos medievales, también se parodian los elementos humanísticos.

No me parece que ese tono sea algo exclusivo de la literatura española, pues se encuentra como hemos visto, en la obra de Ariosto; y se encuentra en Gargantúa cuyo inicio es una continuación de la sensibilidad medieval y una burla directa del humanismo:

Beuveurs très illustres, et vous, véroléz très précieux (car à vous, non à aultres, sont dé diáz mes escriptz), Alcibiades, ou dialoge de Platon intitulé Le Bancquet, louant son précepteur Socrates, sans controverse prince des philosophes, entre aultres parolles le dict estre semblable ès Silènes. Silènes estoient jadis petites boites, telles que voyons de présent ès bouticques des apothecaires, pinctes au-dessus de figures joyeuses et frivoles, comme de harpies, satyres, oysons bridéz, lièvres cornuz, canes bastées, boucs volants, cerfz limonniers et aultres telles pinctures contrefaictes à plaisir pour exciter le monde à rire (quel fut Silène, maistre du bon Bacchus); mais au dedans l'on réservait les fines drogues, comme baulme, ambre gris, amomon, musc, zivette, pierreries et aultres choses précieuses. Tel disoit estre Socrates, parce que, le voyans au dehors et l'estimans par l'extériore apparence, n'en eussiez donné un coupeau d'oignon, tant laid il estoit de corps et ridicule en son maintien, le nez pointu, le reguard d'un taureau, le visage d'un fol, simple en meurs, rustiq en vestiments, pauvre de fortune, infortuné en femmes, inepte à tous offices de la république, tousjours riant, toujour beuvant d'autant à un chascun, tousjours se guabelant, tousjours dissimulant son divin sçavoir; mais, ouvrans ceste boyte, eussiez au dedans trouvé une céleste et impréciable drogue: entendement plus que humain, vertus merveilleuse, couraige invincible, sobresse son pareille, contentement certain, asseurance parfaicte, déprisement incroyable de tout ce pourquoy les humains tant veiglent, courent, travaillent, navigent et bataillent.

A quel propos, en voustre advis, tend ce prélude et coup d'essay? Par autant que vous, mes bons disciples, et quelques aultres foulz de séjour, lisans les joyeuls tiltres d'aulcuns livres de nostre invention, comme Gargantua, Pantagruel, Fessepinte, La Dignité des Braguettes, Des Poys au lard cura commento, etc., jugez trop facillement ne estre au dedans traicté que mocqueries, folateries et menteries joyeuses, veu que l'enseigne exteriore (c'est le filtre) sans plus avant enquérir est communément recen à derision et gaudisserie. Mais par telle legièretè ne convient estimer les oeuvres des humains. Car vous-mesmes dictes que l'habit ne faict point le moyne, et tel est vestu de cappe hespanole, qui en son couraige nullement affiert à Hespane. C'est tourquoy fault ouvrir le livre et soigneusement peser ce que y est déduict. Lors congnoistrez que la drogue dedans contenue est bien d'aultre valeur que ne promettoit la boite, c'est à dire que les matières icy traictées ne sont tant folastres comme le titre au-dessus prétendoit.

Et, posé le cas qu'au sens litéral vous trouvez matières assez joyeuses et bien correspondentes au nom, toutesfois pas demourer là ne fault, comme au chant de Sirènes, ains à plus hault sens interpréter ce que par adventure cuidiez dict en gaye· té de coeur.



Y poco más allá insiste, ya directamente, en el absurdo de buscar un sentido alegórico en toda clase de obras y obtener una significación que sólo está en la cabeza del comentarista:

Criez-vous en vostre foy qu'oncques Homère, escrivent l'Iliade et Odyssée, pensast ès allégories lesquelles de luy ont calffeté Plutarche, Heraclides Ponticq, Eustatie, Phornute, et ce que d'iceulx Politian a desrobé? Si le croiez, vous n'approchez ne de pieds ne de mains à mon opinion, qui décrète icelles aussi peu avoir esté songées d'Homère que d'Ovide en ses Métamorphoses les sacremens de l'Evangile, lesquelz un Frère Lubin, vray croque-lardon, s'est efforcé démonstrer, si d'adventure il rencontroit gens aussi folz que luy, et (comme dict le proverbe) couvercle digne du chaudron.

Si ne le coiez, quelle cause est pourquoy autant n'en ferez de ces joyeuses et nouvelles chronicques, combien que, les dictans, n'y pensasse en plus que vous, qui par adventure beviez comme muy? Car, à la composition de ce livre seigneurial, je ne perdiz ne emploiay oncques plus, ny aultre temps que celluy qui estoit estably à prendre ma réfection corporelle, sçavoir est beuvant et mangeant. Aussi est-ce la juste heure d'escrire ces haultes matières et sciences profundes, comme bien faire sçavoit Homère, paragon de tous philologes, et Ennie, père des poètes latins, ainsi que tesmoigne Horace, quoy qu'un malautru ait diet que ses carmes sentoyent plus le vin que l'huille.

Autant en dict un tirelupin de mes livres; mais bren pour luy! L'odeur du vin, ô combien plus est friant, riant, priant, plus céleste et délicieux que d'huille!



Y una vez rescatada la literatura del empíreo donde la habían colocado los humanistas, Rabelais la sitúa en la vida común, junto al vino y la comida, como un placer inmediato. En consecuencia, la ironía deja paso al sarcasmo, y el libro de Gargantúa se inicia como una parodia de los hallazgos arqueológicos y filológicos de los humanistas, como hará Cervantes;

Retournant à noz moutons, je vous dietz que par don souverain des cieulx nous a esté réservée l'antiquité et généallogie de Gargantua plus entière que nulle autre, exceptez celle du Messias, dont je ne parle, car il ne me appartient, aussi les diables (ce sont les clumniateurs et caffars) se y opposent. Et fut trouvée par Jean Audeau en un pré qu'il avoit près l'arceau Gauleau, au dessoubz de l'Olive, tirant à Narsay, duquel faisant lever les fosséz, touchèrent les piocheurs de leurs marres un grand tombeau de bronze, long sans mesure, car oncques n'en trouvèrent le bout par ce qu'il entroit trop avant les excluses de Vienne. Icelluy ouvrans en certain lieu, signé, au dessus, d'un goubelet à l'entour duquel estoit escript en lettres éthrusques: HIC BIBITUR, trouvèrent neuf flaccons en tel ordre qu'on assiet les quilles de Guascoigne, desquels celluy qui au mylieu estoit couvroit un gros, gras, grand, gris, joly, petit, moisy livret, plus, mais non mieulx sentent que roses.

En icelluy fut ladicte généallogie trouvée, escripte au long de lettres cancelleresques, non en papier, non en parchemin, non en cére, mais en escorce d'ulmeau, tant toutesfoys usées par vétusté qu'à poine en povoit-on troys recongnoistre de ranc.

Je (combien que indigne) y fuz appelé, et, à grand renfort de bezicles, practicant l'art dont on peut lire lettres non apparentes, comme enseigne Aristoteles, la translatay ainsi que veoir pourrez en pantagruelisant, c'est-à-dire beuvans à gré et lisans les gestes horrificques de Pantagruel.

A la fin du livre estoit un petit traicté intitulé: Les Franfreluches antidotées. Les ratz et blattes, ou (affin que je ne mente) aultres malignes bestes, avoient brousté le commencement; le reste j'ay cy-dessoubz adjousté, par révérence de l'antiquaille14.



Así pues, al menos en vulgar, y en las obras que inician la edad moderna (si se quiere, el Renacimiento), la literatura no tiene necesariamente esos contenidos, trascendentes que le atribuyen los humanistas, ni corresponde estrictamente a la verdad objetiva en la intención final ni en las bases de partida. Es algo que está claro desde Gorgias (B 23), y que sabe Cervantes en el retablo de Maese Pedro, y en toda su obra. Es algo que se acepta ya como algo consabido, desde los griegos hasta la Gaviota de la F. Caballero, etcétera, etcétera.





 
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