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La Materia de Bretaña

Carlos Alvar





La primera edición conservada del Amadís de Gaula vio la luz en Zaragoza, el 30 de octubre de 1508. No ha habido en nuestras letras un héroe tan longevo como él, ni de una descendencia tan relevante. Galaz, hijo de Lanzarote del Lago, fue posiblemente el modelo, necesario para las altas aventuras espirituales en las que había fracasado el padre por su adulterio con la reina Ginebra. Luego vendrá Tristán el Joven, hijo del desafortunado Tristán de Leonís. En el caso de Amadís, la estirpe se continúa con Esplandián y con Florisando, Lisuarte de Grecia, Amadís de Grecia, Florisel de Niquea, Rogel de Grecia y Silves de la Selva, dando lugar a una extensa saga familiar, de la que no vamos a ocuparnos en este momento.

Nadie duda de que en el origen literario del Amadís de Gaula se encuentran las historias del rey Arturo, de Lanzarote, de Tristán y de otros caballeros de la Mesa Redonda, que habían ido llegando poco a poco a la Península Ibérica y que ya estaban plenamente establecidos entre nosotros a comienzos del siglo XIV, cuando el anónimo autor de la primera versión del Amadís llevó a cabo su trabajo.

La literatura artúrica de los orígenes tiene una vertiente en latín, como atestigua la obra de Geoffrey de Monmouth, y una vertiente en francés, con obras en verso de autores como Wace (1100-1184?), María de Francia (segunda mitad del siglo XII) o Chrétien de Troyes (siglo XII). Muy a finales del siglo XII, Robert de Boron reunió en una trilogía distintos textos que hasta entonces habían sido independientes entre sí, a la vez que los cargó de simbolismo cristiano: Joseph d'Arimathie (o Roman de l'Estoire dou Graal), Merlin y Perceval (también denominado Didot-Perceval), de los que sólo ha pervivido el primero y el comienzo del Merlin. Muy poco tiempo después de haber sido escrita, esta trilogía fue prosificada por un autor anónimo, versión que daría lugar al nacimiento de la Vulgata artúrica (o ciclo de Lanzarote-Grial o de Pseudo-Map), obra anónima de gran extensión y calidad literaria. La Vulgata artúrica (entre 1215 y 1230) está formada por la Estoire del Saint Graal (o Joseph Abarimathie), Estoire de Merlin (y una Suite Merlin), Lancelot. Queste del Saint Graal y Mort Artu; las dos primeras partes son, cronológicamente, posteriores al resto del ciclo. Entre 1230 y 1240, un autor anónimo atribuyó a Robert de Boron la reelaboración de la Vulgata que había llevado a cabo, y que se denomina Post-Vulgata, Roman du Graal o Pseudo-Robert de Boron. Este ciclo intentaba reunir las aventuras artúricas en un conjunto más homogéneo, centrando la atención no tanto en los amores de Lanzarote y Ginebra, como en el rey Arturo y el Grial. Aunque no hay ningún texto completo de la Post-Vulgata, el contenido de este ciclo se suele reconstruir a partir de algunos fragmentos franceses y, sobre todo, de las traducciones gallego-portuguesas y castellanas. De acuerdo con estos planteamientos, parece que el ciclo estaba compuesto por una Estoire del Saint Graal, semejante a la de la Vulgata; por un Merlin, que tampoco difería mucho del contenido en el ciclo de la Vulgata: la Suite de Merlin sí que introdujo notables alteraciones, ya que prescindió de gran parte de las guerras juveniles de Arturo, para dejar más paso a los amores de Merlín y Viviene y a las aventuras de Gauvain, Yvain y Le Morholt; el Lancelot de la Vulgata quedó reducido a su parte final, al que se añadieron algunas aventuras de la primera versión del Tristan en prosa, para conectar con la Queste y la Mort Artu, poco distantes de las contenidas en la Vulgata.


La Materia de Bretaña en la Península Ibérica

Son abundantes los testimonios que prueban el conocimiento de la Materia de Bretaña en la Península Ibérica desde época temprana: tanto en el Fuero General de Navarra (h. 1196-1212), como en los Anales Toledanos Primeros (1217) se alude a la batalla de Camlann, y anteriores son las referencias contenidas en los poemas de trovadores catalanes como Guerau de Cabrera o Guillem de Berguedà, hecho que no debe sorprender, ya que la relación con el sur de Francia justifica un conocimiento más profundo de los temas bretones: las alusiones contenidas en el Ensenhamen de Guerau de Cabrera se sitúan en torno a 1165, es decir, son rigurosamente contemporáneas a la obra aludida.

Es posible que las más antiguas referencias que poseemos a la Materia de Bretaña en gallego-portugués deban situarse bajo el reinado de Alfonso III de Portugal; en todo caso, a mediados del siglo XIII, las leyendas artúricas están suficientemente difundidas en el occidente de la Península Ibérica, como para ser lugar de referencia para varios poetas, motivo de burla para otros o tema literario de nuevas elaboraciones para algunos.

Así, el dominio del gallego-portugués, al igual que el resto del occidente europeo, no se sustrajo a los encantos de la Materia de Bretaña: Martin Soares (entre 1230 y 1270), Joam Garcia de Guilhade, Gonçal'Eanes do Vinhal, Alfonso X (en cuatro cantigas), D. Denis, Estevam da Guarda y Fernand' Esquio, aluden en sus versos a situaciones o personajes emparentados con la literatura artúrica. Junto a todas estas alusiones se conservan los cinco «lais de Bretanha», atribuidos a Tristán, con que comienza el Cancioneiro da Biblioteca Nacional, que coinciden con el ms. lat. 7182 del Vaticano, y que, naturalmente, plantean problemas muy distintos a los de las escuetas alusiones contenidas en las cantigas antes citadas.

Pero una cosa son las referencias indirectas y otra muy distinta los testimonios directos: la presencia de manuscritos o impresos en castellano es escasísima, y en ocasiones da la sensación de que el influjo fue más duradero que los propios textos; la tradición oral o la pervivencia del mito con sus leyendas son en ocasiones la única explicación posible. Por otra parte, casi todos los testimonios tempranos que se han conservado denotan un conocimiento más o menos profundo de versiones en prosa de los textos artúricos de Tristán y Lanzarote; la Vulgata o la Post-Vulgata han suministrado los materiales relativos al caballero de la reina Ginebra; el Tristán en prosa parece ser la fuente remota de información de todas las alusiones al sobrino del rey Marco.

Los originales franceses de estos textos se sitúan en la primera mitad del siglo XIII, por lo que se debe aceptar la rápida llegada de la Materia de Bretaña a los dominios del gallego-portugués, hecho que ya había quedado de manifiesto -de ser ciertas las interpretaciones- en el conocido fuste historiado de la Porta Francígena de la Catedral de Santiago de Compostela, de comienzos del siglo XII, que representa a Tristán herido tras el combate con Morholt, en el barco que lo llevará, navegando a la deriva, a Irlanda.

Y, por lo que respecta al dominio del castellano, habrá que pensar que las traducciones o adaptaciones más antiguas se sitúan en los primeros años del siglo XIV, en pleno «molinismo», como señala Fernando Gómez Redondo.




La leyenda de Tristán y sus textos

La Vulgata artúrica era excesivamente larga y, en ocasiones, la prolijidad de aventuras impedía seguir de forma coherente el hilo de la narración. Por otra parte, en este ciclo los principales temas (el rey Arturo, el Grial) habían quedado desplazados por la figura de Lanzarote, cuya relación con la reina Ginebra se había convertido en el motivo central, auténtico motor de todo el conjunto: no extraña que las aventuras del protagonista ocupen tres veces más extensión que el relato de la búsqueda del Grial y la narración del final del rey Arturo juntos.

El éxito del Lancelot en prosa se dejó sentir, además, por el influjo que ejerció sobre otros relatos y, de forma muy especial, sobre la historia de Tristán. En efecto, este personaje, ajeno al reino de Logres e independiente en la tradición literaria del rey Arturo, del Grial y de las hazañas de los caballeros de la Mesa Redonda, por influjo del éxito del Lancelot en prosa, ve cómo a partir de 1230 sus aventuras se acercan a las de los demás personajes de la literatura artúrica, y no tardará él mismo en ocupar uno de los asientos de la Mesa Redonda y en iniciar su propia búsqueda del Grial.

No se conoce a ciencia cierta el origen de la leyenda de Tristán y, no sólo se ha perdido la novela que le consagró Chrétien de Troyes, sino que las versiones más antiguas conservadas (de Thomas y Béroul, en la segunda mitad del siglo XII) son fragmentarias. Con todo, la conjunción de episodios sueltos y refundiciones o traducciones posteriores permite contemplar la historia y la evolución del mito.

Las dos primeras obras de la materia tristaniana han sido caracterizadas tradicionalmente como «versión común» (en apariencia más fiel al hipotético material original, donde el filtro es la única causa de la pasión) y «versión cortés» (que adapta la historia al universo cortés, haciendo del filtro solamente un símbolo de un amor anterior, libremente elegido). A la primera versión se vincularían la temprana adaptación alemana de Eilhart von Oberge (Tristant, h. 1170, con prosificaciones posteriores, la más antigua conservada Tristrant und Isolde, de 1484) y el texto episódico de la Locura de Tristán, de Berna; mientras que pertenecerían a la segunda el Tristan alemán de Gottfried von Strassburg (h. 1210) y la Locura de Tristán, de Oxford.

El género novelesco en prosa del siglo XIII supuso la absorción de la leyenda tristaniana dentro de las grandes series cíclicas de la materia artúrica. Tristán se cuenta ahora entre los caballeros de la Mesa Redonda, es buen amigo de Lanzarote y Galván y participa activamente en la Demanda del Grial, mientras que el drama pasional queda en un segundo plano.

Un par de obras de la Vulgata y la Post-Vulgata sitúan la muerte de Tristán en la cronología artúrica: entre cinco y siete años antes de la terrible batalla de Salesbieres.

Frente a las hipótesis de Löseth y Vinaver, E. Baumgartner llega a la conclusión de que se pueden distinguir cuatro versiones del Tristán en prosa:

  1. Representada por el ms. fr. 756-7 de la Biblioteca Nacional de París.
  2. Es la más difundida, por lo que es denominada Vulgata (no se debe confundir con la Vulgata artúrica, del Lancelot en prosa). Tendría como claros exponentes los mss. fr. 335-6 de la Biblioteca Nacional de París y el 2542 de Viena.
  3. Combina las dos versiones anteriores y añade elementos procedentes del Lancelot (BNP. fr. 97 y 100-1).
  4. Con adiciones originales (BNP, fr. 99).

Las cuatro versiones de la obra se fueron sucediendo en el transcurso del tiempo: desde mediados del siglo XIII, en que se sitúan las dos primeras, hasta bien entrado el siglo XIV, cuando se lleva a cabo la última reelaboración. Como descendientes de un mismo tronco, las cuatro versiones presentan una parte común (que se corresponde con los §§1-183 del análisis de Löseth), en la que se desarrollan casi todas las aventuras conocidas y famosas de Tristán e Iseo, según las habían contado en el siglo XII Béroul y Thomas. Pero será a partir de la segunda versión cuando la pareja de protagonistas se verá inmersa en la actividad de la corte del rey Arturo, de la que pasarán a formar parte, convirtiéndose Tristán en uno de los más valerosos caballeros del momento, sólo comparable a Lanzarote y Galaz, mientras que Iseo se verá superada en belleza sólo por la reina Ginebra. De este modo, la leyenda de Tristán se incorpora al mundo artúrico: nada de lo que ocurra en el reino de Logres será ajeno a la pareja, y parece lógico que la búsqueda del santo Grial -la aventura más importante de todos los tiempos- tenga entre sus protagonistas a un caballero de la talla de Tristán.

Pero si desde el punto de vista de la coherencia del relato todo resulta obvio, y hasta previsible, no se puede decir lo mismo por lo que se refiere a la forma literaria y a la técnica. En efecto, frente a la Vulgata artúrica, también escrita en prosa, las versiones de Tristán incluyen abundantes textos líricos -lais-, frecuentemente atribuidos al protagonista, en los que expresa sus sentimientos.

El éxito de la leyenda tristaniana, bien por separado, bien mezclada con el abigarrado mundo de la caballería artúrica, queda cifrado en la extensa nómina de versiones y traducciones en casi todas las lenguas europeas.




Tristán en la Península Ibérica

A comienzos del siglo XIV se debió traducir al castellano el Tristán, citado por el Arcipreste de Hita, en el Libro de buen amor.


ca nunca tal leal fue Blancaflor a Flores
ni es agora Tristán con todos sus amores


(1703 a-b)                


Los dos versos del Arcipreste resultan de la mayor importancia, pues parecen aludir a sendas versiones de obras francesas hoy perdidas. Pero incluso se podría llegar a pensar que «la moda del Tristán era en España más reciente que la de Flores Blancaflor». En cualquier caso, el adverbio agora actualiza la historia de Tristán, o dicho de otra forma, remite a innovaciones muy recientes: nada de extraño tendría que el Arcipreste estuviera acordándose de una traducción o de una versión castellana hoy perdida también, como la de Flores y Blancaflor, a no ser que diéramos crédito a la opinión de P. H. Coronedi sobre el Cuento de Tristán del Vaticano y situáramos la traducción del mismo en torno al año 1300; para nuestros propósitos, la diferencia cronológica no es relevante.

El reciente descubrimiento y publicación de 59 fragmentos de un Tristán castellano ha reavivado algunas cuestiones, como las relativas a la filiación del texto, que apenas podían plantearse sobre la base del breve fragmento del manuscrito conocido hasta ahora: ya Northup concluía la introducción a su edición del Cuento de Tristán lamentándose de que las dos páginas del fragmento publicado por Bonilla apenas suministraban material suficiente para establecer los límites de las alteraciones o el alcance de la revisión llevada a cabo por el autor de esta versión. Otros aspectos todavía no se han esbozado; tal es el caso de las 26 miniaturas que acompañan al nuevo hallazgo, y que vienen a enriquecer el pobre panorama de la iluminación castellana medieval.

Es bien sabido que los testimonios conservados de distintas versiones peninsulares de la historia de Tristán se pueden agrupar en varias ramas diferentes:

  1. Por una parte, el Cuento de Tristán, de h. 1400, escrito en castellano y aragonés.
  2. El Libro de Tristán de Leonís, copiado a principios del siglo XV, está incompleto y se puede reconstruir a partir del folio (BNE, Mss/20262) que publicó Bonilla y de los 59 fragmentos exhumados por Alvar-Lucía (BNE, Mss/22644). Escrito en castellano, con miniaturas y gran formato, debía estar formado por unos 250 fols.
  3. El Tristany de Cervera, compuesto por 4 folios de hacia 1400. Está en catalán.
  4. El Tristany de Andorra, formado también por 4 folios del siglo XV. Está en catalán.
  5. Un Tristán gallego-portugués: fragmento de dos folios, vinculado al marqués de Santillana. Finales del siglo XIV.

Además de estos cinco testimonios manuscritos, todos ellos fragmentarios, que corresponderían a sendos textos narrativos extensos, la presencia de la leyenda tristaniana en la Península Ibérica cuenta con otros materiales manuscritos o impresos:

  • a. Los Lais de Bretanha son cinco composiciones líricas, anónimas, destinadas a ser insertadas en textos narrativos, escritas en gallego-portugués y conservadas, como se ha indicado, en el Cancioneiro da Vaticana y en el de la Biblioteca Nacional, con escasas variantes entre los dos testimonios. Se trata -al menos en tres de los cinco casos- de versiones de poemas similares incluidos en el Tristan en prose, mientras que los dos restantes presentados como baladas parecen ser ajenos a esa tradición tanto por la forma, como por el hecho de que sean mujeres las que expresan sus sentimientos.
  • b. Las epístolas, conservadas en un manuscrito del último cuarto del siglo XV, son una enviada por Iseo la Rubia a Tristán de Leonís quejándose porque éste se casó con Iseo de las Blancas Manos, y la respuesta de Tristán. En realidad, el autor de estas misivas -Juan de Flores o Juan Rodríguez del Padrón- no hizo sino reelaborar muy libremente los materiales que le llegaban a través de algún texto tristaniano, rindiendo tributo, así, a la moda de la ficción sentimental, tan en boga en Castilla bajo el reinado de los Reyes Católicos.
  • c. Las ediciones del siglo XVI (la primera es de 1501) derivan del manuscrito cuyos fragmentos han sido publicados por Bonilla y Alvar-Lucía, por lo que podrían servir para completar algunos aspectos y para explicar la razón de la pérdida del códice, quizás víctima de la incuria o del trabajo de los propios impresores (aunque nada hay en los fragmentos que haga pensar que se trata de material preparado para la imprenta).

Estas versiones impresas, de las que no voy a ocuparme, vieron la luz en Valladolid (Juan de Burgos, 1501), Sevilla (Juan Cromberger, 1528 y 1533) y, por otra parte, Sevilla (Varela, 1520 y 1525) y Sevilla (Domenico de Robertis, 1534); ésta última difiere en su parte final de las otras, pues introduce dos hijos de Tristán e Iseo, y es la base de la traducción italiana de 1555, publicada en Venecia por Michele Tramezino con el título de Opere magnanime dei due Tristani cavalieri della Tavola Ritonda.

En los textos impresos, y sobre todo en el de 1501, son abundantes los materiales procedentes de la novela sentimental, de acuerdo con una tendencia que se había hecho habitual algunos años antes, a finales del siglo XV, como atestiguan también las cartas que se cruzan Tristán e Iseo.

  • d. A todos estos materiales habría que añadir el romance de la muerte de Tristán, difícil de situar en la tradición conocida, aunque la lógica parece indicar que se debe incluir entre los textos derivados del primer grupo, ya que se incluye en pliegos y códices de hacia 1530, algunos de los cuales son sevillanos, coincidiendo cronológicamente -por tanto- con una de las ediciones conocidas: Ferido está don Tristán de una muy mala lanzada y Mal se queja don Tristán que la muerte le aquejaba.

Como ocurre con tantos otros romances, es posible que la versión original fuera muy anterior a los pliegos que los han conservado: así lo hace pensar el hecho de que Joanot Martorell, que comenzó el Tirant lo Blanc entre 1455 y 1460, alude a una pieza lírica con el mismo tema:

La senyora, per fer-li plaer, canta un romanç ab baixa veu de Tristan i com se planyia de la llançada del rei Marc.


Joanot Martorell conocía bien la materia de Bretaña; al aludir a la canción así entonada, no hace más que seguir una larga tradición que se encuentra representada en otras muchas novelas de caballerías y de aventuras caballerescas francesas, donde los personajes no dudan en cantar coplas sobre la reina Ginebra, lais bretones o canciones líricas.

Las vías de penetración son múltiples, y no se reducen a los contactos habituales (Corona de Aragón, Corte castellana, Camino de Santiago), sino que en ocasiones -especialmente en el siglo XV- hay que considerar la frecuencia de los viajes y el interés de los viajeros, además del incipiente interés de la nobleza por los libros. Un caso especial parece ser el del fragmento -en francés- de finales del siglo XIII, que cierra un códice de obras latinas de tema astronómico y matemático: Juan Hispano, Juan de Sacrobosco, Alejandro de Villedieu y otros; el copista del códice ha utilizado las hojas en blanco que quedaban tras haber copiado un fragmento del Tristán de la versión I; y como el manuscrito tiene notas marginales en castellano con catalanismos, se puede pensar en un origen ibérico, quizás vinculado a la corte angevina de Nápoles o, más probablemente, a los ambientes universitarios de oil.




La familia «meridional» o «periférica»

Un grupo de Tristanes italianos, formado por Tristano Riccardiano, Tavola Ritonda y Tristano Veneto, junto con el Zibaldone y dos Cantari (de la Morte di Tristano y de la Vendetta) presentan abundantes elementos en común entre ellos que, además, resultan divergentes de la tradición francesa y convergentes con la castellana. Así, el rasgo más relevante -a pesar de la individualidad de cada uno de estos textos- sería la falta de episodios como las aventuras de Tristán en Tierras de la Servidumbre (Servaggio) o del Doncel de la Cota Mal Cortada (Brunor), el cambio de nombre de Segurades en Lamorat (con la posible mezcla de dos personajes distintos), episodios todos ellos que se encuentran entre los §§ 59 y 74 del esquema de Löseth, y así hasta un total de 26 variantes de núcleos narrativos comunes, 32 variantes que muestran la fidelidad de los textos italianos con respecto a los franceses y nueve ocasiones en que los textos ibéricos son más fieles que los italianos: el análisis, realizado por Northup y matizado más tarde por otros hace pensar en una clara relación entre las versiones meridionales, aunque no faltan coincidencias con algunos episodios de la Mort Darthur de Malory...

Así las cosas, parece clara la existencia de una familia de Tristanes en la que se incluirían parte de los textos ibéricos y parte de los textos italianos. Esa familia ha sido denominada itálica e hispano-italiana, pero me parece más acertado llamarla «meridional» -entendiendo por meridional la zona geográfica que queda al sur de los dominios de oil (S. Iragui habla de Southern Version)- o incluso «periférica», lo que permitirá incluir también la obra de Malory.

Son muchos los rasgos que acercan la rama italiana a la hispánica; todos ellos localizables en la Compilation de Rustichello. Las divergencias entre las dos ramas son también abundantes y se encuentran, fundamentalmente en el material heredado del Pisano. La paradoja parece más bien un problema de difícil solución.

La única respuesta posible es la de considerar la existencia de una versión del Tristan en prose diferente a las conocidas hasta ahora, que tendría su base en un texto abreviado, que se combinaría con la Compilation de Rustichello. Así, habría que pensar que una de las copias salidas de un scriptorium genovés, lombardo o napolitano, en francés y con el injerto de la Compilation, fue vertida al castellano-aragonés, mientras que otra copia daría lugar tanto a las versiones catalanas como a las castellanas, a través de diversos intermediarios.

Así se podría justificar el aire de familia que une las ramas ibérica e italiana, a la vez que explicaría las profundas diferencias existentes entre ellas.




Otros textos artúricos

Otras traducciones de novelas artúricas francesas son de origen muy heterogéneo, como demuestra el análisis de los textos conservados del ciclo de la Vulgata y de otros textos afines a la larga compilación en prosa.

El Libro de Josep Abarimatea castellano (h. 1469; Universidad de Salamanca, ms. 1877) y su correspondiente portugués (1313) derivan al parecer de una versión del ciclo del pseudo-Robert de Boron que realizó fray Juan Vivas, aunque no se ha identificado de forma clara el origen. Las dificultades se deben a que el único manuscrito castellano está incompleto, y apenas conserva más que una treintena de folios, insuficientes para establecer una filiación segura en relación con unos hipotéticos originales franceses que también son fragmentarios o han desaparecido, haciendo inviable cualquier comparación. El fragmento existente narra algunos episodios de los orígenes del Grial, antes de su llegada a Gran Bretaña. Resulta imposible situarlo en la tradición artúrica conocida, pues difiere de los textos de la Vulgata, y no hay correspondiente en la Post-Vulgata; el texto castellano está emparentado con la versión portuguesa, pero hay que advertir que esta versión es una copia del siglo XVI, que transcribe un texto fechado en 1313, también perdido.

Y es de presumir que el manuscrito castellano estaría emparentado con el «libro que se llama Josep Abarimatea, estoriado e escripto en papel, con unas coberturas coloradas, con unos bollones de latón e unos texillos colorados» tasado en tres mil maravedíes y que forma parte de la donación de Catalina Núñez de Toledo a un convento de monjas franciscanas en 1473, aunque es obvio que por las miniaturas este códice era mucho más rico que el ejemplar conservado.

Tampoco está clara la fuente de los distintos textos conservados de Merlín. La historia del mago está representada en la literatura castellana por un fragmento de la Universidad de Salamanca (Estoria de Merlín, de 1469-1470), un incunable de Burgos, 1498 (Baladro del sabio Merlín, único ejemplar en la Universidad de Oviedo) y un impreso de Sevilla, 1535. Todo parece indicar que cada uno de estos textos siguió un original distinto, que era diferente también del utilizado por el autor del fragmento gallego-portugués de Barcelona. A grandes rasgos, los textos citados están relacionados con la Vulgata artúrica.

La figura del sabio mago, encantador y profeta sufrió numerosas alteraciones con el transcurso del tiempo, desde que Geoffrey de Monmouth le dio aspecto humano, a través de la relación de una doncella de santa vida y un demonio: su origen sobrenatural le permitió conocer el pasado y el presente; Dios, para contrarrestar el poderío diabólico y como premio por la santa vida de su madre, le dio capacidad de conocer el futuro. Merlín se enamoró profundamente de una doncella (Viviana o Dama del Lago), que heredará todos los conocimientos mágicos de su enamorado y, a continuación, lo encerrará en una profunda cueva, acabando de este modo con la figura de Merlín, que presentaba una personalidad demasiado compleja desde el punto de vista literario.

La Dama del Lago sustituye al viejo profeta en la tradición de los libros de caballerías, en los que no falta una adivina buena y un mago malo. La parte positiva de la personalidad de Merlín pasa a Viviana, a Urganda y a otras damas que conservan las mismas artes. La parte negativa es heredada por oscuros personajes como el perverso Arcaláus del Amadís de Gaula. El hecho importante es que los libros de caballerías siguen necesitando un mago o un adivino, de acuerdo con la tradición que se remonta a la Historia Merlini. Y, naturalmente, siguiendo esa misma tradición a nadie extrañará la sorprendente aparición en el Quijote de una figura enlutada, que

quitándose el velo del rostro, descubrió patentemente ser la mesma figura de la muerte, descarnada y fea, de que don Quijote recibió pesadumbre, y Sancho miedo [...] Alzada y puesta en pie esta muerte viva, con voz algo dormida y con lengua no muy despierta, comenzó a decir desta manera:


-Yo soy Merlín, aquel que las historias
dicen que tuve por mi padre al diablo
(mentira autorizada de los tiempos)...
Y aunque es de los encantadores,
De los magos o mágicos contino
Dura la condición, áspera y fuerte,
La mía es tierna, blanda y amorosa,
Y amiga de hacer bien a todas gentes...



Es la resurrección de Merlín, para mayor gloria de Dulcinea y dolor de Sancho. Cervantes debió conocer el texto del Baladro del sabio Merlín, impreso en Sevilla en 1535.

La Demanda do Santo Graal portuguesa (copiada entre 1400 y 1438) y las versiones castellanas derivan de un texto de la Post-Vulgata; se trata de una narración fragmentaria, de dos folios, conservada en un manuscrito único de la biblioteca universitaria de Salamanca, fechado en 1469-1470. El texto está directamente emparentado con A Demando do Santo Graal portuguesa y con las versiones castellanas impresas (1515 y 1535), y procede de un original francés de la familia de la Post-Vulgata artúrica, mientras que la traducción catalana deriva de la Vulgata, y de este mismo ciclo proceden en gran parte el Lanzarote castellano y los fragmentos conservados en portugués y catalán.

La Historia de Lanzarote nos ha llegado en un extenso manuscrito único (BNE, Mss/9611) del siglo XVI, que es copia de un original de 1414. El libro de Lanzarote castellano sigue de cerca las hazañas narradas en la Vulgata artúrica según se presentan en el Lancelot de la BNP, fr. 751, aunque introduce algunas modificaciones y abreviaciones: como es sabido, el tema no es otro que el de las aventuras del mejor caballero del mundo, que debido a su amor por la reina Ginebra no puede alcanzar las maravillas del Santo Grial, y provocará finalmente, de forma involuntaria, la destrucción del reino del rey Arturo. Sin embargo, el libro castellano aporta algunas novedades significativas: entre las alteraciones, las más importantes, sin duda, son las que afectan al final de la obra, donde hay seis capítulos relativos a Tristán, ajenos a la Vulgata, y que podrían haber sido obra del propio autor castellano o, quizás, de un intermediario portugués anterior a 1414, según conjetura Sharrer.

La escasez de textos conservados no refleja el éxito real de la literatura artúrica. Bastará hacer una consideración: ya en la corte de los Reyes Católicos se cantaban dos romances relativos a Lanzarote, que llegaron a ser muy populares en el ambiente refinado próximo a los monarcas, aunque no pasaron a formar parte de las colecciones de romances hasta mediados del siglo XVI; gracias a Don Quijote fueron muy conocidos después. Uno de ellos (Nunca fuera cavallero de damas tan bien servido), podría estar relacionado con el episodio de la muerte de Meleagant, que se encuentra en El Caballero de la Carreta de Chrétien y en las versiones en prosa de la historia de Lanzarote. Pero más difícil resulta establecer el origen del otro romance (Tres hijuelos avía el rey tres hijuelos que no más), también conocido desde finales del siglo XV, y en el que aparece un ciervo de pie blanco y continúa con el encuentro de Lanzarote y el ermitaño:


Digasme tú, el hermitaño, tú que hazes santa vida,
esse ciervo del pie blanco ¿dónde haze su manida?



Las asonancias permiten dividir el romance en tres series diferentes (-á; á-o; í-a), lo que hace sospechar que se trata de un cruce de varios textos; en todo caso, el romance ya fue objeto de un contrafacto en el Cancionero general de Hernando del Castillo (Valencia, 1511). Sea como fuere, las resonancias artúricas del conjunto resultan indiscutibles, y un par de obras, francesa una y holandesa la otra, parecen guardar una relación clara con nuestro testimonio, pero el parentesco es sólo temático, y no de detalles. Es probable la existencia de otros textos diferentes a los conservados y más antiguos que ellos.

Así, se puede establecer para los textos castellanos una filiación diferente, según deriven de la Vulgata o de la Post-Vulgata:

  1. Vulgata (1215-1230)
    1. Estoire dou Graal: Sin descendencia en la literatura castellana
    2. Merlin: Sin descendencia en la literatura castellana
    3. Lancelot:
      1. Lançalot catalán (h. 1380)
      2. Lançalot catalán (fin. s. xiv)
      3. Lançarote gallego-portugués (fin. s. XIV)
      4. Lanzarote del Lago castellano, 2.ª y 3.ª partes (s. XVI, copia 1414)
    4. Queste del Saint Graal:
      1. Estoria del Saint Grasal catalán (1380)
      2. Demanda del Santo Grial, castellano (Toledo 1515, Sevilla, 1535)
    5. La Morte Artu:
      1. Tragèdia de Lançelot, catalán (1496, incunable)
  2. Post-Vulgata (1230-1240)
    1. Estoire del Saint Graal:
      1. Libro de Josep de Abarimatia portugués (s. XVI, copia de 1313-1314)
      2. Libro de Josep Abarimatia castellano (1470)
    2. Merlin y Suite Merlin:
      1. Merlin gallego-portugués
      2. Estoria de Merlin castellano (1470)
      3. Baladro del sabio Merlin (Sevilla, 1498; Sevilla, 1535)
    3. Queste del Saint Graal y Morte Artu:
      1. Demanda do Santo Grial portugués (1400-1438)
      2. Lançarote castellano (1470)
      3. Confluye con 1.4.b

En la misma época de los Reyes Católicos y ya a comienzos del siglo XVI, los poetas de cancionero recurren con frecuencia a los personajes de la Materia de Bretaña, que se han convertido en ejemplos conocidos para todos; y van a ser Merlín (con 10 alusiones) y Tristán (9) los más señalados representantes del universo artúrico; les sucederán Iseo (7), Lanzarote (6), Galaz y Ginebra (5), y a más distancia, Ban (2) y Artús, José de Arimatea y Palomades (1); el Grial y la Mesa Redonda son citados en una sola ocasión. No es necesario profundizar mucho para percibir que el grupo de cabeza está formado por dos parejas (Tristán-Iseo y Lanzarote-Ginebra) y por Merlín y Galaz: no extraña la presencia del mago y profeta, pues a su imagen literaria se suma su capacidad profetizadora, lo que hizo que fuera conocido al margen de los textos literarios como autor real o ficticio de no pocas profecías. En cuanto a Galaz, hijo de Lanzarote y héroe de las aventuras del Grial, con Perceval y Boores, su presencia en la lista por encima de cualquier otro caballero, se debe a la lectura didáctica y moralizante que se hizo de estos textos a lo largo del siglo XV: con esa perspectiva, Galaz era el gran héroe, caballero puro y sin faltas.

La escasez de testimonios, manuscritos e impresos, no prueba que la Materia de Bretaña fuera poco conocida en la Península Ibérica. Desde principios del siglo XIV se multiplican las alusiones, los nombres, las referencias, pero la literatura de ficción no siempre era bien acogida y bien custodiada en las bibliotecas, pues movía a todo tipo de pecados, como señala el serio canciller Ayala:


Plógome otrosí oír muchas vegadas
Amadís e Lançalote e burlas estancadas
en que perdí mi tiempo a muy malas jornadas.



Don Pero López confiesa el pasado deleite y renuncia en un momento crítico de su vida a la literatura artúrica y a los libros de caballerías. También don Quijote renunció a ellos al final de sus días.







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