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ArribaActo III

 

La misma decoración del acto primero. Aparece HILARIO GARCÍA, el mulato. Es un hombre todavía joven aunque un tanto marchito. De gestos desafiantes, autoritarios.

 

HILARIO.-   (Gritando.)  No hay nadie en esta casa.

PABLO.-   (Acercándose.)  Papá.

HILARIO.-   (A PABLO. Rápido. Enérgico.)  ¿Y esa cara?...  (Pausa.)  ¿Has vuelto a discutir con tu... con Blanca Estela?

BLANCA.-   (Entrando.)  Caprichos, Hilario.

HILARIO.-   (A PABLO.)  No vuelvas a repetir lo de esta tarde. No quiero que vayas a la Estación. Allí no tienes nada que hacer y estorbas.

BLANCA.-  Se porta como si fuera un recién nacido.

HILARIO.-   (En tono violento.) Pues, ya debe ir pensando...

PABLO.-   (Interrumpiendo.)  No, papá.  (En tono amable.) A la verdad...

HILARIO.-   (Implacable.) Bah, no tiene importancia.  (Hablando con el público.)  Es el vivo retrato de su madre.  (Pausa. Da unos pasos.) La pobre. Antes de morir no hacía más que preguntarme: «¿a quién se parece mi hijo?» A ti, mujer, a ti. Sólo tenía unos días y lo único que hacía era gritar y gritar. Cuando su madre murió la casa se quedó sola y yo no sabía qué hacer... Entonces, para desahogar, me iba a la tienda de Pancho, pregúntenle a él, que él sabe muy bien esa historia, y bebía y me preguntaba a mí mismo: «¿Qué voy a hacer con mi hijo?»

BLANCA.-   (Fuera de sí.)  Por favor, no sigas.

HILARIO.-   (Con una risita enigmática.) Da pena recordar a los muertos.

BLANCA.-   (Furiosa.)  Deja a los muertos tranquilos.  (Se acerca a HILARIO y lo besa.) 

HILARIO.-   (Riéndose.) Cuando venía para acá me metí en casa de Violeta y la sesión espiritista se terminó.  (Largas carcajadas.)  Se acabaron los santos, los muertos y los espíritus. Se acabó la brujería.  (Largas carcajadas.) Se acabó lo que se daba. Como decía mi tío Lalo Borbolla, que en paz descanse, donde hay hombre no hay fantasma.

BLANCA.-  Bien sabía yo.

HILARIO.-   (Tratando de conquistarla.)  Si no ha sido nada, mujer.  (Acariciándola extasiado.)  Hoy estás más linda que nunca.  

(BLANCA lo mira con desprecio.)

  Es la purísima verdad. Te lo juro. Me gustas. No te lo mando a decir con nadie.

BLANCA.-  Déjate de frasecitas... A mí me gusta decirle al pan pan y al vino vino... Debía darte vergüenza. (Rehuyendo el abrazo de HILARIO.)  No me toques.

HILARIO.-   (Secamente.) La vida es más importante que todas esas porquerías.  (En otro tono.)  Además, uno tiene que olvidar.

BLANCA.-   (Grotesca. Desagradable.)  Olvidar, ¿qué?

HILARIO.-   (Con violencia contenida.)  Chica, lo que sea.

BLANCA.-  Olvidar... Olvidar... Siempre lo mismo. Es como si lo que hicieras lo hicieras por olvidar.

HILARIO.-   (Apoyándose en el inicio del pasamanos de la escalera.)  Di lo que te dé la gana.

PABLO.-  Ven conmigo, papá. (Se sienta.) 

HILARIO.-   (A su hijo.) ¿Ves? Blanca Estela nunca...

PABLO.-   (En tono amable.)  No te preocupes. Tenemos que hablar. Quiero saber, papá, quién eres. ¿Qué haces? ¿Qué cosa es tu vida? A veces... No sé... Me parece que andamos extraviados... Somos unos extraños. Desde hace mucho siento como si te hubiera perdido y necesito saber, saber...

HILARIO.-   (Sin oír a su hijo. Con una sonrisa cruel.)  Blanca Estela es una mujer extraña.

PABLO.-  Sí, papá, no lo creas tanto.

HILARIO.-    (Violento.)  Mira, hijo...

PABLO.-  ¿Las cosas no te salieron como tú pensabas?

HILARIO.-   (En el tono anterior.)  ¿Qué tienes tú que meterte en mis asuntos?

PABLO.-  Tengo algunas cosas que decirte. Esta vida que llevamos... Déjalo todo... Podemos cambiar. Me gustaría vivir en otro sitio. Si fuera posible... Papá, papá, ¿me estás oyendo, papá?

HILARIO.-   (Violento.)  No quiero saber nada. ¿Me oyes? Al diablo. (Golpeándose el pecho. En un grito.)  Yo soy un tipo importante.  (Pausa. Sube hasta el final de la escalera.)  Yo soy un tipo importante: que reconozcan mis méritos. Que el mundo se ponga de rodillas cuando pase Hilario García.  (Hablando a un público de generales, coroneles, etc. Yo estuve en el madrugón. ¿No se acuerdan ya? Yo estuve en el tiroteo de la calle San Jerónimo. El hermano del Presidente es amigo mío, casi un hermano, nos criamos juntos. Yo perseguiré a todos los cuatreros hasta el fin del mundo. Yo necesito un chofer y un Cadillac en la puerta para mi mujer. Yo quiero una casa de apartamentos para cuando sea viejo vivir de rentas. Yo necesito un palacete con muchos jardines y piscina y criados en Vista Alegre. (Como si respondiera a voces invisibles.)  General, General, sí. Sí. ¿Qué dice?  (Suplicante.)  ¿Cómo? ¿Qué quiere?, diga mi general. Recibo órdenes. Exacto, sí.  (Débilmente.)  Lo que quiera. Como quiera.  (Pausa. Con gran desaliento.) Pero ya nada tiene sentido. Sal y agua. Todo se fue a la mismísima porra. Se me ha ido sin saber cómo... (Violento.) Todas mis ilusiones, al latón de la basura.  (Golpeándose el pecho, tembloroso.)  Yo soy Hilario García.  (En un grito atroz.) Mierda. Hoy me he dado cuenta, he visto claro... Todo es mentira. Algo que se nos va entre los dedos...

BLANCA.-   (A PABLO.)  ¿No ves que está hecho un energúmeno? ¿Quieres que siga dando un espectáculo?

PABLO.-   (A HILARIO.)  Ven acá, papá. Escúchame.

BLANCA.-  Si quieres puedo llamar a los vecinos.  (Gritando.) Vengan, vengan, que aquí está Hilario García.  (En otro tono.)  ¿Por qué no lo metes de una vez en la cama a ver si se queda muerto?

PABLO.-   (A HILARIO.)  Mira, viejo...

HILARIO.-  No me anden jodiendo mucho. Un día me voy a ir hasta las quintas quimbambas.  (Haciendo un rápido movimiento con la mano derecha como si se cortara la cabeza.)  Zas y al otro lado.  (Se dirige hacia el fondo oscuro.) 

PABLO.-   (A HILARIO.)  ¿A dónde vas a ir? ¿No ves que quiero hablar contigo?

HILARIO.-    (Con una sonrisa sarcástica.)  ¿Hablar conmigo?  (Riéndose.)  Mi hijo quiere hablar conmigo.

PABLO.-  Tenemos que hacerlo, papá.

HILARIO.-  Mira, no te pongas a comer de lo que pica el pollo.

PABLO.-  ¿Me vas a dejar hablar, viejo?

HILARIO.-  A ver, ¿qué cuento traes?

PABLO.-   (Severo.)  ¿Quieres sentarte?

HILARIO.-  ¿Para qué tanto misterio?

PABLO.-  Yo quisiera que tú me comprendieras.

HILARIO.-  No pidas más y habla.

PABLO.-  Es algo...  (Mira a BLANCA ESTELA.) 

HILARIO.-  ¿Quieres plata?

PABLO.-  No, papá.

HILARIO.-  Me estoy cansando. ¿Qué bobería es la tuya, Pablo?

PABLO.-   (Mira a BLANCA ESTELA que permanece en guardia.)   Juvencio...

HILARIO.-   (De un salto.)  ¿Cómo?

PABLO.-  Eso mismo.

HILARIO.-   (Violento.)  Ese hombre otra vez. ¿Tendré que pasarme la vida repitiendo las cosas? ¿Cuántas veces he dicho que no quiero que se aparezca por aquí? Ya se lo he dicho a Blanca Estela.

BLANCA.-  La calle es libre.

HILARIO.-  Aquí no respetan lo que uno dice.

BLANCA.-  No la cojas conmigo.

HILARIO.-  Si por las buenas no se consigue nada...

BLANCA.-  Pregúntaselo a tu hijo.

HILARIO.-  Esto se pasa de la raya.

BLANCA.-  ¿Qué culpa tengo yo?

HILARIO.-  Pero, a ver, ¿quién metió a ese tipo aquí?

BLANCA.-   (Señalando a PABLO.)  Él, él es el que sabe.

PABLO.-   (Riéndose nervioso.)  ¿Que he sido yo? ¿Qué tengo yo que ver...? (En otro tono.)   Mira, no me metas en eso.

 

(BLANCA ESTELA hace muecas burlonas.)

 

HILARIO.-  Por lo visto tendré que usar otros métodos.

BLANCA.-  Esta noche lo había invitado. Si no es por mí que lo atajé a tiempo.  

(PABLO se acerca al padre y le coge el brazo. A PABLO.)

  ¿Eres capaz de negarlo?

PABLO.-   (A HILARIO.)  Está tratando de engatusarte.

BLANCA.-   (Violenta.) ¿Qué tratas de insinuar, Pablo?

PABLO.-   (A HILARIO.)  Pregúntale a la gente del barrio. (A BLANCA ESTELA.)   Tú sabes que yo sé. Juvencio estuvo metido aquí.

HILARIO.-    (En un grito rotundo.)  Basta.

BLANCA.-  Sí, está bien. Siempre seré yo la aplastada, la humillada, la perdida. Nunca tendré derecho. Nunca tendré razón. Siempre estaré rodeada de escupitajos. Siempre cargaré con todas las culpas...  (Exaltada.) Hasta cuándo, Dios mío, hasta cuándo.

PABLO.-   (A HILARIO.)  Ella, fue ella quien lo metió.

BLANCA.-   (A PABLO.)  ¡Sí!, ¿y qué?  (Pausa. A HILARIO.) No le permito a tu hijo...

PABLO.-  Créeme, papá.

HILARIO.-   (A PABLO.)  ¿Qué diablos se te ha metido en la cabeza?

PABLO.-  Tienes que creerme. No te engaño. Mi único propósito es ayudarte.

BLANCA.-   (A PABLO.) Eres un descarado.  (A HILARIO.)  Dile que te cuente...  (A PABLO.) Anda, cuéntale a tu padre lo que me propusiste.

PABLO.-   (A HILARIO.)  Ella es el diablo. Contará cosas que son imposibles. Te hará ver lo que no existe. Hará cualquier basura por separarnos. Tenlo bien presente. Confía en mí. No te dejes embaucar.  (A BLANCA ESTELA.)  Al fin tendrás que irte.

HILARIO.-  Pero, ¿qué cosa es esto?

PABLO.-   (A BLANCA ESTELA.)  Tendrás que irte de esta casa.

HILARIO.-  ¿Qué coño pasa entre ustedes? ¿Cuándo se van a poner de acuerdo?

PABLO.-  Ella es una...

HILARIO.-  Qué salación me ha caído encima. No hay cosa que haga, que no termine mal.  

(PABLO intenta hablar. A PABLO.)

  Cállate. Siempre hay motivos. Siempre hay excusa. ¿Qué podemos hacer?

BLANCA.-  Juvencio no volverá a esta casa.

HILARIO.-   (Exaltado. Furioso.) Caramba, no sabía que fuera tan importante ese tipo. ¿Así que es cierto? (Agarrando a BLANCA ESTELA por los brazos.)  Blanca Estela, Blanca Estela... No me hagas perder los estribos.

BLANCA.-  Mira chico, no jeringues.

HILARIO.-  Esto es el acabose.  (A BLANCA ESTELA.)  ¿Así que tú? No, es que no puedo creerlo... que tú... que tú... pero, ¿cómo pude estar tan ciego?

BLANCA.-   (A PABLO.)  Te saliste con la cuya.

HILARIO.-  Esto es un infierno.

BLANCA.-   (A PABLO.) Ya me las pagarás.

HILARIO.-  Ahora lo único que sé... Quiero que lo sepan bien los dos: tendré que tomar medidas. ¿Me entienden?  (En otro tono.)  Pablo, vete a dormir.

PABLO.-   (Severo.) Yo preferiría, papá...

HILARIO.-   (Autoritario.) Ya arreglaremos eso.

PABLO.-  Es que todavía no he terminado.

HILARIO.-  Te digo que te vayas.

PABLO.-  Espera un momento.

HILARIO.-  Vamos, no puedo esperar.

PABLO.-  Hay unos tipos por ahí.

HILARIO.-  Hazme caso.

PABLO.-  Por favor, escúchame.

HILARIO.-  Mañana tienes tiempo.

PABLO.-  Mañana no puede ser.

HILARIO.-  Necesito hablar a solas con Blanca Estela: vete.

PABLO.-  No puedo ayudarlo.  (A HILARIO.) Sí, me iré. Hay que vivir. ¿Tú quieres oírla mejor a ella? Hazlo. Te importa mucho más que yo. Allá tú.

 

(PABLO hace mutis hacia el fondo oscuro. HILARIO se queda titubeando e iracundo, BLANCA ESTELA muestra una sonrisa en señal de triunfo.)

 

HILARIO.-   (Gritando.)  Pablo.   (Da unos pasos.) Pablo.   (Pausa.) ¿Este acaso es mi hijo? ¿Para eso lo traje al mundo y lo crié?

BLANCA.-  Déjalo.

HILARIO.-  No puedo tolerar esto.

BLANCA.-  Empieza cuando quieras. Estamos solos.

HILARIO.-  Jamás se lo perdonaré. ¿Quién se habrá creído que es él?

BLANCA.-  No te preocupes.

HILARIO.-  ¿Qué se habrá figurado?

BLANCA.-  Así es mejor.

HILARIO.-  ¿Acaso soy un monigote?

BLANCA.-  Ya volverá con la cabeza baja.

HILARIO.-  ¿Acaso estoy pintado en la pared?

BLANCA.-  No te quejes. Después de todo, tú tienes la culpa. Siempre te lo he dicho: «no le sueltes las riendas».  (Pausa. En otro tono.)  Hace frío.

 

(Los tres personajes: JUAN, PEPE y ÑICO desde dentro susurran en tono grotesco: «Ñeque», «Ñeque», «Ñeque».)

 

HILARIO.-  Me parece increíble que no te hayas puesto en tu lugar.  (Duro.)  Eres mi mujer. Eres la mujer de Hilario García.

BLANCA.-  ¿Qué me vas a echar en cara?

HILARIO.-  Bien sabes que hice lo que nadie hubiera hecho.

BLANCA.-   (Con una sonrisa malvada. Insinuante.)  ¿Tengo que agradecértelo? ¿Tendré que vivir toda mi vida pendiente de tu sacrificio? ¿Por qué te sacrificaste?... ¿Era acaso un sacrificio? Si yo era algo tan... tan poca cosa... ¿Por qué me sacaste de allí? Yo no fui a buscarte. Jamás me hubiera pasado eso por la cabeza.

HILARIO.-  ¿A qué vino ese hombre? ¿No estás satisfecha con lo que tienes?

BLANCA.-  A la verdad, viejito...

HILARIO.-   (Violento.)  Oye lo que te voy a decir: no soy ningún mequetrefe. Soy un hombre que se ha roto el cuero muy duro, que siempre ha tenido que echar para alante y que no lo ha andado pensando mucho.

BLANCA.-   (Suave. Con cierto desenfado.)  ¿A que viene esa descarga?

HILARIO.-  Ese tipo.

BLANCA.-  Mira, Hilario... Si no te conviene, borrón y cuenta nueva.

HILARIO.-  Ese tipo me anda velando. Lo sé y no estoy dispuesto a dejarme coger, así como así, en una encerrona. Tengo que andar con pies de plomo, si no, caigo desprevenido y me achicharran en la primera oportunidad. Mira a ver lo que haces.  (Pausa.)  ¿A qué viene a esta casa? Dime. ¿A qué viene?   (Zarandeándola) .

BLANCA.-  Me lastimas.  

(Él la suelta.)

  No te entiendo.  (Fingiendo.) ¿Por qué crees que la gente sea tan mala siempre?

HILARIO.-  No sé bien lo que me traigo entre manos. A quien sea, prefiero agarrarlo en el brinco.   (Pausa. En otro tono: reflexivo y violento.)  Siento deseos de destruirlo todo. Hay que destruir, destruir... Ésa es la única realidad que existe... Y luego que no pregunten por qué. A ver, díganme, búsquenme una razón. La necesito. Es necesario que aparezca, que sea real, que yo pueda convencerme.   (Se ríe.) ¡Sólo existe el terror... para estas pobres bestias llenas de miedo!

BLANCA.-    (Como una niña.)  Hilario, yo... tú sabes...   (Se le acerca insinuante.)  Tú me conoces...   (En tono desfachatado y violento.)  No creas que por eso te voy a coger miedo. Me importa tres pitos le que hagas.

HILARIO.-  Tú no eres una niña. Tú, mejor que nadie...

BLANCA.-   (Mimosa.)  Es verdad lo que dijiste hace un momento: no sé darme mi lugar. No he aprendido a ser tu esposa.  (HILARIO balbucea. En otro tono.)  Me reprochas con muchísima razón. No, no digas ni media palabra.  (En otro tono. Jugando mimosa.)  Bobito, más que bobito, bobote.  (En otro tono.)  Es una fatalidad. Nunca me pongo a pensar en los demás. Es el destino. Ya ves... Hago sandeces... Te prometo que me encerraré en esta casa para siempre, que no veré nunca más la luz del día, que seré para ti como una muerta vestida de negro.

HILARIO.-   (Balbuceando.)  No... No. Eso no.

BLANCA.-  Sí, lo haré.

HILARIO.-   (Apasionado.) Eres mi mujer. Mi mujer. Tienes que aprender. Tienes que acostumbrarte.

BLANCA.-  No, déjame. No te acerques. No me toques. No quiero. ¿Por qué tengo que vivir condenada a una vida que no me pertenece? Quiero volver a ser aquella mujer que conociste. Odio a ésta que se arrastra y se esconde y se somete... Acosada siempre por voces y recuerdos que no puedo explicar.  (En un grito terrible.) Ay.  (En otro tono.) Déjame...

HILARIO.-  No seas boba. ¿Por qué cierras los ojos? (Abrazándola.)   Te quiero, Blanca Estela. Tus manos están frías. ¿Qué te pasa? Esta noche... tiemblas... Es como si todo, la vida, mi vida, nuestra vida... Quizás tú no sepas... Quizás todo sea... Sin embargo, te necesito.  (En un susurro.)  Cuando te conocí... Mi hijo es muy desconsiderado y esta maldita salación siempre en el fondo...  (En otro tono.)  ¿Por qué no me dices algo?

BLANCA.-   (Enigmática.)  Es el miedo.

HILARIO.-  Lo sé.

BLANCA.-  El miedo siempre.

HILARIO.-  Fue por eso que al verte...

BLANCA.-  El miedo a las palabras.

HILARIO.-  Créeme.

BLANCA.-   (Sonriente.)  Tuviste miedo.

HILARIO.-  Tuve miedo,

BLANCA.-  Miedo de lo que haces.

HILARIO.-  No sabía cómo conquistarte.

BLANCA.-  Miedo de lo que eres.

HILARIO.-  Tú estabas allí...

BLANCA.-  El miedo...

HILARIO.-  Yo no me atrevía...

BLANCA.-  Siempre encima de ti el miedo, aplastándote.

HILARIO.-  Sé que nunca me perdonarás lo que hice.

BLANCA.-  Apenas si me acuerdo.

HILARIO.-  No digas eso.

BLANCA.-  Me das lástima.

HILARIO.-  Tú me quieres.

BLANCA.-   (Con los ojos cerrados y sonriente. Burlándose.)  Quizás.

HILARIO.-  Tiene que ser. Te lo he dado todo.

BLANCA.-   (Riéndose.) ¿Pretendías salvarme?  (Dura.) ¿Qué derecho tienes tú sobre mí?

HILARIO.-   (Enérgico.) Cállate.  

(BLANCA ESTELA ríe cruelmente.)

  Mira que soy capaz de todo y no me arrepiento y si no he hecho más es porque no me han dejado.

BLANCA.-  ¿A costa de qué?  (Cínica.)  Si quieres puedo refrescarte la memoria. Existen documentos. Existen familias... Para ti nada de eso importa. ¿Qué cosa es la ley?  (Se ríe.) En tus manos está... Más de una vez, he tenido que meter las mías en la candela por ti. ¿Qué perseguías?

HILARIO.-   (Grosero.)  Plata, vieja, plata.   (Manotea en el aire.)  No morirme de hambre Vivir bien. ¿Te parece poco?

BLANCA.-   (Riéndose.) Qué poca cosa eres.

HILARIO.-  No me importa lo que soy.

BLANCA.-  Suéltame.

HILARIO.-  He vivido y que me quiten lo bailado

BLANCA.-  Te digo que me sueltes.

HILARIO.-  No te dejaré nunca.

BLANCA.-   (Forcejeando.)  Estás loco.

HILARIO.-   (Forcejeando.)  Siento que tu cuerpo es mío.

BLANCA.-  No te atrevas.

HILARIO.-  Loco, sí.

BLANCA.-  Me haces daño.

HILARIO.-  Tú también tienes miedo.

BLANCA.-  Conmigo no podrás.

 

(HILARIO cae en el inicio de la escalera.)

 

HILARIO.-  Hija de la grandísima...

 

(BLANCA ESTELA sube hasta el final de la escalera.)

 

Ahora tú me tiras en cara... Ahora tú te unes al coro de los que gritan: que soy esto, que soy lo otro, que soy lo de más allá...  

(BLANCA ESTELA se ríe.)

  Ahora tú me vas a poner los muertos delante para que me juzguen... Ahora tú vas a defender a los otros... Antes, ¿por qué no lo hiciste? Lo aceptaste todo, ¿verdad? Maldita. (Se levanta.)  ¿Es esto acaso un circo romano? ¿Dónde están los jueces?  (Riéndose. Señalando al público.)  ¿Son ésos? ¿Vas a echarme a las fieras? ¿Me oyes? (Intenta agarrarla.)   Te escapas. ¿Dónde, díganme, dónde está mi mujer? ¿Qué cosa es esto? (Pausa.)  ¿Dónde está mi madre?  (Mira a todos los lados, desesperado. Se ríe.) Estoy solo.  (Pausa.)  ¿Dónde está mi hijo?  (Grita.) Pablo, Pablo.  (Pausa.)  Lo he perdido.  (Pausa.) No podré encontrarlo.  (Pausa.)  Es demasiado tarde.  (Pausa. Desesperado.) Blanca Estela, Blanca Estela... ¿Dónde está mi casa?  (En un grito.) ¿Dónde estoy?  (Al público.)  ¿Qué quieren que haga?

 

(Los tres personajes: JUAN, PEPE y ÑICO gritan adentro, fuera del escenario.)

 

JUAN.-    (Violento.)  ¿Dónde estás, Hilario?

PEPE.-  Hay que actuar rápido.

ÑICO.-  Un solo golpe.

JUAN.-  Venimos en nombre de los muertos.

ÑICO.-  Coge tú por allí.

JUAN.-  Agárralo.

 

(Los tres personajes entran, agarran violentamente a HILARIO. Luego hacen una rueda. HILARIO lucha por salir de la rueda. Los tres personajes lo arrastran hasta la escalera y allí lo matan.)

 

ÑICO.-  No lo sueltes.

PEPE.-  Ahí mismo.

ÑICO.-  Dale duro.

JUAN.-  Mátalo.

PEPE.-  Mátalo.

JUAN.-  No te demores.

ÑICO.-  Mátalo.

JUAN.-  Llévatelo en la golilla.

PEPE.-  Tiene que morir.

 

(Se oye un quejido espantoso y luego un grito.)

 

HILARIO.-  Blanca Estela.

 

(Pausa. Se oyen el toque de unas claves, luego las maracas y el bongó en un ritmo violento. Los tres personajes se vuelven hacia el público y avanzan hacia el primer plano sonrientes.)

 

JUAN.-   (Cantando.)  Yo no sé, lo que pasó. Yo no sé, yo no fui.

PEPE.-   (Cantando.)  Yo no sé, lo que pasó. Yo no fui, yo no sé.

ÑICO.-   (Cantando.) Yo no sé, lo que pasó. Yo no sé, yo no fui.

CORO
 

(Los tres personajes. Cantando. Música de guaguancó.)

 
Yo no sé lo que pasó.
Yo no sé, yo no fui.
Yo no tengo la culpita.
Yo no sé, yo no fui.
Yo no fui, yo no sé.
Yo no sé lo que pasó.
Yo no sé, yo no fui.
Yo no fui, yo no sé.
Y ella se queda sola
porque el pájaro voló.

 

(Se repite en forma de malicioso estribillo.)

 

 
 
TELÓN