Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice

La noche estaba oscura

Mihai Eminescu

Traducción de Ricardo Alcantarilla

La noche estaba oscura completamente y la llanura mezclaba solo un blanco en el silencio de la oscuridad y el caballero apresuraba su caballo sobre la llanura que tronaba como el hielo, la coraza de acero le parecía pesada y el gabán negro estaba arrojado con facilidad y libertad sobre el hombro izquierdo, enfundándole, dejándole libre solo la parte superior del pecho. El yelmo brillaba débilmente y el caballo tropezaba de vez en cuando por sus rodillas delgadas.

¡Vamos! Parecía que el trasto forcejeaba con la silla de montar, con las orejas caídas hacia atrás, apresuraba sus pasos, y los pies del caballero colgaban fuera de las escaleras, cansadas, por el largo vientre de su caballo.

«Que el demonio te lleve -pensó él en sí mismo-, ya no llegamos esta noche y me agarró la oscuridad en medio del camino, bajo el cielo desnudo». La llanura estaba completamente lisa, algo resbaladiza y la nieve se extendía rasa.

Él siempre iba adelante. Queriendo o sin querer tenía que llegar a algún lugar y hubiera abierto las correas de su vestido de hierro, pero qué sabía a dónde iría a llegar. Él iba y el caballo. Él se golpeó con la palma la frente, como si hubiera querido acordarse o se recordara algo.

De este modo marchó sin parar, exhausto, sobre un llano que parecía no tener fin.

«¡Qué desierto -pensó él-, se burla de mí el camino!».

Yo ya estuve por este lugar, pero no me pareció nunca así. A parte de esto tiene que empezar a amanecer y yo todavía no veo ni aldea, ni casa, ni luz de fuego, nada.

¡Vamos! Caballo...

De repente dio con un vado, el caballo se esforzó y lo saltó, después le pareció ver una mancha clara a lo lejos. Él fue hacia ella, se bajó del caballo para calentarse los pies adormecidos y, llevando tras él el caballo del bozal, fue siempre hacia la mancha, que se le pintaba delante de los ojos. De repente dio con la nariz con algo frío como el acero. Esta era la mancha de luz: era una ventana escarchada, pero de la que no sabía, él resopló en el cristal hasta que hizo una rueda redonda y miró. Vio una mesa en la oscuridad, con un papel como blanco y unos dedos delgados extendidos sobre un portaplumas y el portaplumas; otra cosa no vio, porque la oscuridad era tanto afuera como adentro.

Él golpeó con el dedo en la ventana. La mano paró de escribir, el portaplumas quedó levantado sobre el papel, pero ningún sonido. Él golpeó otra vez. La mano desapareció.

Él sintió que alguien le arranca las riendas del caballo de las manos, miró atrás, no había nadie. Pero el caballo tampoco estaba. Después sintió una mano pequeña y dulce poniéndose en la suya.

Él quiso hablar.

¡Shhhhh!

Calló. Se dejó llevar. Entró en una habitación en la que había un tipo de semioscuridad y oscuridad total, aún así veía a su alrededor. Parecía ser la luz de la luna en casa, sin que esta luz entrara por la ventana. Al contrario, en la ventana la oscuridad era tremenda.

En una esquina de la casa grande, alrededor junto a paredes con banquetas, él vio la misma mano paseando sobre la mesa sobre un papel y ahora distinguió a un anciano con la cabeza agachada sobre la mesa, cuya barba gris tocaba el papel.

Él sintió cómo la mano pequeña le recorría el cuerpo y le abría todas las correas de su armadura, le cogía el casco de la cabeza, le sacaba el calzado -pero estaba muy helada-. Al final, sin el peso de las armas y desnudo, él cayó sobre la cama blanca en la que estaba, un calor dulce le abarcó y adormeció.

Pero durmió poco. Despierto, observó que estaba bien cubierto, que estaba caliente y bien; abrió sus ojos, miró: en la casa había una luz más clara. El anciano paseaba por la casa. Él estaba vestido de negro, tenía una cara grande y una frente alta y la barba hasta la cintura. Él paseaba por la casa, pero no se oían sus pasos y sus ojos parecían cerrados.

Él quiso hablar, pero sintió su boca tapada. Entonces sintió apenas que había alguien junto a él. Calló, extendió solo el brazo izquierdo y abarcó el cuerpo de su blando compañero de cama.

Era un cuerpo fino y dulce. Palpó dos globos con las manos y no dudó de que era una mujer.

Indice