Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice


Abajo

La oscuridad de la poesía

Ricardo Gullón





La conferencia pronunciada en Harvard University (agosto, 1950) por Rondall Jarrell, crítico americano, acaba de ser impresa. Esta conferencia, que desearíamos ver traducida al español, estudia un problema muy discutido: «La oscuridad del poeta», o dicho de manera más exacta, la oscuridad de la poesía, Algunos piensan que ahora no se lee poesía porque ésta es difícil, mientras Jarrell pregunta si la poesía no es difícil precisamente porque no se lee. El hábito de leer poesía -dice- elimina casi todas las supuestas dificultades, y no hay oscuridad que se resista al lector atento, mientras que, por el contrario, al desatento le resultarán ininteligibles Shakespeare o Wordsworth.

«Gentes que han heredado la costumbre de no leer a los poetas, la justifican remitiéndose a la oscuridad de poemas que nunca han leído»... «Cuando una persona dice en tono acusatorio que no puede entender a Eliot, su tono insinúa que muchas de sus mejores horas se derrocharon junto a la chimenea entre sobados ejemplares del Agamenón, Fedra y los Libros Simbólicos de William Blake», pero la verdad es que probablemente el censor de Eliot es un hipócrita que no suele tomar en sus manos otra literatura que alguna novelilla o libraco «de actualidad».

La observación es justa. El lector de Guillén y de Lorca lo es también de Lope y de Góngora. El lector corriente se limita a la prosa, y para ingresar en obras poéticas, para sentirse realmente dentro de ellas, necesita hacer un esfuerzo que pocas veces se decide a realizar. Las mayores dificultades vienen, como Jarrell señala, de la falta de entrenamiento que lleva a leer la poesía sin poner en la tarea suficiente atención y con una clase de interés que no difiere del exigido por la prosa.

Otelo es «que la poesía de la primera mitad del siglo a menudo era demasiado difícil -justo como la del siglo XVIII estaba llena de antítesis, la de los metafísicos llena de conceptos y la de los dramaturgos Elisabethianos llena de engolamiento y sutilezas», pero acaso sea cierta la hipótesis del conferenciante, en opinión del cual la reacción del poeta contra los no-lectores consistió en buscar una oscuridad que le aislara com si su pensamiento, respecto a ellos, fuera más o menos éste: «Puesto que no quieres leerme, voy a hacer que de ningún modo (aun cuando algún día lo desees) puedas hacerlo».





Indice