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La poesía de Carlos Izaguirre

Ricardo Gullón





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El profesor costarricense Moisés Vincenzi es una de las más distinguidas personalidades de su país. Catedrático de Filosofía en la Universidad nacional de Costa Rica y profesor de otras varias instituciones, ha dedicado buena parte de su vida a la enseñanza, pero sin limitarse a ella. Siente vigorosa afición a las tareas críticas, en cuyo ejercicio ha logrado obras estimables. La primera que de ellas se publica en España es el Ensayo sobre el poeta Carlos Izaguirre, recién aparecida en Madrid con enjundioso prólogo de Pedro Laín Entralgo, quien, lejos de limitarse a una convencional apología del autor y de la obra, le antepuso páginas que constituyen una excelente entrada en materia.

Estúdiase en este libro la poesía del hondureño Carlos Izaguirre y se estudia partiendo de la identificación existente entre los supuestos y las formas en que se sustenta y los principios que el comentarista siente como fundamentales. La visión del poeta y la del crítico están unidas porque arrancan de la comunidad de ideales, de un repertorio de opiniones y creencias operante en ambos con eficacia creadora, incitante a tipos de creación que, siendo como es lógico muy distintos, muestran un parentesco innegable.

Ese substratum común está mantenido por una meditación filosófica no menos declarada en Izaguirre que en Vincenzi. Izaguirre aparece a través de este ensayo y de los ejemplos en él transcritos como poeta de tendencia metafísica, como hombre para quien la poesía es el medio natural de responder a las interrogantes que el mundo alza en su espíritu. Por eso tiene razón el crítico cuando señala en esta lírica un impulso de liberación y de conocimiento. La poesía de Izaguirre quiere reflejar una verdad y una concepción del mundo más satisfactorias que las deparadas por la ciencia.

La poesía es un medio de penetración en lo indecible, en la esfera adonde no tienen acceso técnicas de conocimiento en apariencia más seguras. Cuando suscitada por una viva intuición del misterio, cuando apasionadamente tantea hacia las zonas oscuras de alma y mundo, la poesía sirve al hombre, le completa y provee de aquel sexto sentido cuya ausencia le impide formarse cabal idea de sí.

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Viscenzi señala en Izaguirre dos características fundamentales sinceridad y sentimiento de la libertad. Sinceridad como «organismo vivo -dice- que se alimenta a diario con buenos sentimientos, con ideas nobles, con deseos cada vez más puros y generosos». Sinceridad para revelarse no sólo verdadero, sino completo: entero y verdadero, sin traicionarse disimulándose, disfrazándose en el poema que debe ser confidencia y, por confidencia, veraz. Y sentimiento de la libertad que permite al hombre crearse, hacerse según desea, según oscuramente se conoce y siente.

La poesía de Izaguirre, partiendo de ambición tan nítida, es anchurosa y densa. No filosofía en verso, pero verso sostenido y alentado por una preocupación filosófica que, si no su razón de ser, constituye fuerte estímulo para la creación.

El ensayo está diestramente estructurado para dar al lector que no conozca la obra del poeta idea clara, y abundantes ejemplos, de ella. El libro primero es un estudio extenso y pormenorizado de la situación de Izaguirre frente a la que el crítico llama «crisis de la poesía contemporánea»; el libro segundo contiene un análisis de más de veinte composiciones de aquél, resultando (pues las incluye en sendos capítulos) una antología bastante completa de la lírica estudiada.

El procedimiento es recomendable para la presentación de poetas cuya obra no sea bien conocida del público a quien se destina el comentario. Obvio resulta que para saborear plenamente una crítica es preciso conocer las piezas analizadas. Y el libro de Vincenzi nos pone en contacto con una poesía hasta ahora ignorada aquí y que merece ser conocida, pues revela una obra poética de clara espiritualidad.





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