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11

Poesía y sociedad (Uruguay, 1880-1911), Montevideo, Arca, 1984, pág. 212.

 

12

Achugar, pág. 212.

 

13

Achugar, pág. 213.

 

14

Citado en Magda Olivieri, Julio Herrera y Reissig: el modernismo. Historia de la literatura uruguaya, ed. C. Maggi et al. 32 vols. (Montevideo: Centro Editor de América Latina, 1968), vol. 1, pág. 194.

 

15

Olivieri, pág. 195.

 

16

Las máscaras democráticas del modernismo (Montevideo: Fundación Ángel Rama, 1985), pág. 101.

 

17

Julio Herrera y Reissig, Poesías completas y páginas en prosa, ed. Roberto Bula Piriz (Madrid: Aguilar, 1961), pág. 768. En adelante citado con PC y número de página.

 

18

Un estudio valioso sobre la importancia del discurso científico en la prosa del modernismo es el de Aníbal González, La escritura modernista y la filosofía. Cuadernos Americanos, año 40, vol. 239 (nov.-dic. 1981) págs. 99-106.

 

19

Algunas de estas polémicas han sido ampliamente estudiadas por Emir Rodríguez Monegal, «Tres polémicas literarias», Número, núms. 6, 7, 8 (enero-julio 1950), págs. 314-340); José Pereira Rodríguez, «El caso Lugones-Herrera y Reissig, Repertorio Americano», vol. 11, núms. 10, 11 (7 sept. 1954); y la polémica con Rodó también por E. Rodríguez Monegal en «Rodó y algunos coetáneos», Número, 6, 7, 8, (enero-junio 1950), págs. 300-13.

 

20

Tal vez el estudio más importante consiste en la recopilación de las cartas de Julio Herrera y Reissig publicada por la Biblioteca Nacional, donde en cartas a Edmundo Montagne, su esposa Julieta, y a otros, cuenta sus desasosiegos, sus problemas de salud, y sus rivalidades con otros escritores como Quiroga. Esta correspondencia ha sido transcripta por Hortensia Campanella, Wilfrido Penco y Alba Tejera en La Revista de la Biblioteca Nacional (Montevideo), n.º 13, abril de 1976, págs. 101-255. En una carta a Ylla Moreno, uno de los jóvenes que frecuentaba «La Torre de los Panoramas» (publicada en Maldoror (noviembre 1980, n.º 15), transcripta por Wilfrido Penco), Herrera nos da un ejemplo de su estilo exaltado aún para contar sus actividades diarias (1904). Dice: «Yo descanso ahora, totalmente [...] salgo a nabucodonosear entre las yerbas del parque urbano; tomo algún chopo de pampero en mi terraza gringo-gallega, me embelezo contemplando los soldaditos de plomo de la Guardia Nacional, me aplico a Gómez como cataplasma sedativa... Deseo locamente que vuelva usted pronto a nosotros, bien a administramos el viático porque morimos hidrólobos sin la gracia de su regocijo o a acompañarnos a morir leyendo lo que escribe Manini contra los blancos, filosofando en serio sobre sociología perruna, y citando a cada renglón a Esparta, Epaminondas, Aristóteles y Spencer... ¡Y decir que esto es país, que ésta es cultura, que esto es en verdad un organismo importante de la sociedad! ¡Lloro de risa!». En esta misma carta Herrera cuenta que ha estado nueve días en cama con Taquicardia pareximal esencial histérica, y lamenta que sus publicaciones en las revistas de la ciudad no hayan tenido ninguna resonancia. Dice: «Sueño con irme a París, nuestra única patria» (pág. 42).