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1

El origen etimológico de maravilla es claro, procede de la palabra latina mirabilis (cosas extrañas), por vía semiculta -como nos indica el diccionario de Corominas-, plural culto del adjetivo mirabilis, extraño, notable. Su raíz miror, mirariimplica algo visual que se percibe con la mirada.

 

2

Comte habla en su Discurso sobre el espíritu positivo (1844) de que la humanidad ha pasado por tres fases sucesivas: estado teológico o ficticio, estado metafísico o abstracto y estado positivo o real. La primera, en la que surge el concepto ficción como asociado a lo mágico y lo irreal, está dividida a su vez en tres, de las que la primera es llamada «fetichismo» (en consecuencia, la magia como determinante iniciática e inicial de la humanidad); la segunda, politeísmo y, la tercera, monoteísmo. Si bien es cierto que magia y religión han sido definidas autónomamente: mientras que la magia sería «manipulación de objetos, según secuencias que se suponen concatenadas de modo necesario e impersonal», las religiones supondrían actos dirigidos a lograr el favor de alguna entidad personal capaz, si lo quiere, de hacer o deshacer lo que se pide por ruego, y a veces, por amenaza.

 

3

Aristóteles, Arte poética, Madrid, Espasa-Calpe, 1970, p. 45.

 

4

La bibliografía manejada por John-Gabriel Bodard para su tesis doctoral titulada Witches, Cursing and Necromancy: Archaic and classical Greek representations of Magic, presentada por la Universidad inglesa de Reading, en las cercanías de Londres es muy importante. Entre otras cosas, recoge bibliografía sobre las brujas y demás usuarios de la magia en Grecia, sobre necromancia, sobre los Papyri Graecae Magicae y sobre estudios antropológicos de magia. En esta página se pueden encontrar algunos de los objetos mágicos: http://www.lib.umich.edu/pap/exhibits/magic/def1.display.html. También en http://hermetic.com, y en http://home.teleport.com/~aforrest/HFWeb/HFCollectHermRed.html. O la enciclopedia on-line http://www.themystica.com/default.htm.

 

5

E. Levi, Historia de la magia, Ed. Kier, Buenos Aires, 1988, p. 6.

 

6

Aristóteles, op. cit., p. 85.

 

7

J. Padrón, «Fascinación retórica y pensamiento mágico en las ciencias del espíritu», en J. Padrón, Tres críticas a las doctrinas del Paradigma Emergente, Caracas, Ciech, Usr (Reimpreso en Letras, Centro de Investigaciones Lingüísticas y Literarias, UPEL, Caracas, 2000, núm. 60, pp. 165-194). En una línea cercana dice Padrón estaría Husserl (1962), para el que «la fenomenología no se ocupa de hechos (ya que, precisamente, las cuestiones fácticas o experienciales quedan "suspendidas" o "puestas entre paréntesis"), sino de "esencias", mediante un proceso de aprehensión de lo dado tal como se presenta ante la intuición. Así, lo que se capta o se "comprende" no es propiamente la "realidad", sino el trasfondo mismo de todas las realidades, incluso aquéllas que son "ideales" (o "idealidades")».

 

8

F. Morales Lomas, La lírica de Valle-Inclán, Málaga, Universidad, 2005, p. 257.

 

9

Intentando dar las claves de este e indicando las diferencias básicas que diferencian al realismo mágico de la narrativa fantástica o puramente realista, H. Azzetti, «Realismo mágico-mitos y símbolos-lo real maravilloso-el barroco en la literatura iberoamericana» [en línea] Dirección URL: «www.hum.unne.edu.ar/academica/departamentos/letras/catedras/ibero2/realismo_magico.pdf ». (Consultado el día 2 de enero de 2007) decía que «el efecto del encantamiento del lector es provocado por la percepción de contigüidad entre las esferas de lo real y lo irreal, por la revelación de una causalidad omnipresente, por más velada y difusa que esté: la búsqueda de contigüidad entre los órdenes físico y metafísico exige del discurso realista-maravilloso la representación de los realia, de cuya afirmación depende la verosimilitud de la representación de lo maravilloso. Pero mientras en lo fantástico el universo familiar y cotidiano es convocado para instaurar una contrariedad insoluble con el orden sobrenatural, en el realismo maravilloso lo tético y lo no tético se combinan armónicamente sin que las dos lógicas se contrapongan».

 

10

U. Eco, Obra abierta, Barcelona, Ariel, 1979, p. 202.

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