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La destreza de Caviedes en el uso de la dilogía y de los chistes ingeniosos le permite formar redes asociativas de significados que en principio no guardan ninguna relación (o muy tenue) entre sí. En este poema lo hace con los sustantivos madera, caballo, araña y fuente. El sustantivo galápago ofrece un buen ejemplo de lo afirmado. Introduce la ambigüedad metafórica de 'tortuga': a la vez, 'joroba' y 'silla de montar ligera', y posibilita la asociación de animalizaciones tan dispares como araña y caballo. De paso, quizá convenga señalar la proximidad textual entre los vv. 61-64 del «Remedio...» y los vv. 13-16 de «Al casamiento de un hojalatero».

 

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Así el «Coloquio que tuvo con la Muerte un médico, estando enfermo de riesgo», vv. 81-90; «Habiendo presentado el doctor Machuca un memorial, en que pretendía que la semilla de los pepinos se destruyese por lo nocivo de su fruto...», vv. 93-101; «Carta que escribió el ingenio al doctor Herrera, el Tuerto, a quien llevo de esta ciudad a la de Quito el Presidente y lo hizo Protomédico...», vv. 109-112; o «Los efectos del Protomedicato de don Francisco Bermejo sabrá el curioso en este romance...», vv. 261-264.

 

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De todos éstos destaca «A un desafío que tuvo el dicho corcovado con otro cirujano tuerto», porque Caviedes conjuga de forma admirable la caricatura de los contendientes y los lances del duelo con la identificación paródica instrumental clínico/armas ofensivas, de acuerdo con el espíritu épico de que está imbuido Guerras físicas, proezas medicales, hazañas de la ignorancia. Diversas antítesis conceptuales y sintácticas -mundo de la verdad/mundo de la apariencia, guerreros de la Muerte/enfermo, curas/agresiones- pueblan el romance y lo llenan de dobles sentidos, reactualizando la visión «por de dentro» que nos había ofrecido el autor en la «Dedicatoria».

 

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El doctor Yáñez también es satirizado, aquí por vestirse de color verde y con espada tras el terremoto (aunque en este caso el desarrollo de la sátira sea mucho mayor). Al lector interesado le aconsejo la lectura de «Al doctor Yáñez por haber mudado de traje y traer espada después de el terremoto».

 

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García-Abrines, 1993, piensa que esta décima es una parodia del «Ensiemplo de quando la tierra bramaua» del Arcipreste de Hita. Sin desestimar el posible influjo de Juan Ruiz, yo me inclino más bien por una paráfrasis de la fuente común original, convertida ya en esta época en una sentencia popular suficientemente conocida.

 

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En puridad, el «Romance que hizo una jorobada a un jorobado que la dejó por casarse con una mujer alta a quien le dieron el dote en plomo» parece responder, cronológicamente hablando, a un momento posterior, porque en él se insinúa el posible embarazo de la mujer de Mejía (esto si no es un motivo más de burla).

 

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Con toda seguridad Caviedes recordaba las condiciones que Quevedo pone en las Capitulaciones matrimoniales sobre la dote de la novia («que la dote prometida haya de ser en dineros de contado, y no en trastos y alhajas...»), cuando afirma en los vv. 9-12 de «Al casamiento de un hojalatero»: «El dote le dan en plomo, / que puede sufrirlo el diablo. / ¿No basta mujer pesada / sino dote tan pesado?», y repite en «Al mismo asunto en arrimados», vv. 13-16: «Que Amor sastre, por no desperdiciarlo, / se le antojó casarlo / con una novia fea, seca y alta, / dotada en plomo, que es mayor la falta». El mismo paralelismo se da en los «defectos insufribles» que Quevedo atribuye a la novia («Que no sea tan fea que espante, ni tan flaca que mortifique») y en la descripción satírica de Caviedes.

 

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Como recuerda Molho, 1082, pp. 57-79, la forma «Érase» es la forma ritual con que comienzan los relatos populares. La diferencia entre Caviedes y Quevedo es que éste la utiliza como parodia de un cuento inexistente (no hay desarrollo narrativo), mientras que aquél sí desarrolla un relato (aunque sea burlesco y en verso).

 

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No es la única vez que Caviedes remeda el modo de hablar aindiado. También lo hace en el elogio a Pedro de Utrilla «Por don Lorenzo, médico indiano», en Diente del Parnaso, p. 209, y en «Causa que se fulminó en el Parnaso contra el doctor Melchor Vásquez por haberle tirado un carabinazo al médico tuerto en un muladar», pp. 320-322.

 

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«hacer embodos» significa 'hacer bodas', pero también 'correr con los gastos de la boda' y 'hacer embudos'. Es decir, 'colocar el embudo en el pellejo para introducir el vino'. Como vemos, el sintagma se llena de múltiples connotaciones (eróticas y etílicas) y explica la aparente contradicción de que «hacer embodos» no es «hacer bodas».