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Acto III

     El locutorio de las Descalzas Reales. Una puerta grande en el foro, que da entrada al convento. -A la izquierda del espectador una puerta que da a la celda de la Abadesa. -A la derecha en primer término una puerta que da al jardín: en segundo una ancha reja con celosía que da a la iglesia.



Escena I

DOÑA BEATRIZ, en hábito de novicia.

     ¡Estoy muerta!... no puedo, por más que hago, rezar mis devociones... ¡Jesús, qué desasosiego! (Levántase.) ¡Ya empieza a amanecer y la hermana Leonor no ha vuelto al convento!... ¿y cómo había de entrar?... Así que dan las doce todo se cierra a piedra y lodo... hasta la puerta del jardín, cuya llave tenemos... Y van a tocar a maitines... ¡qué dirán cuando la echen menos!.. ¡qué chismes!.. ¡qué escándalos!.. verdad es que ni ella ni yo hemos profesado... y en cuanto a mí, dicen que pronto me sacará mi padre para casarme. ¡Pero ella, que va a profesar hoy mismo!... y la pobrecilla quiso ver por última vez el mundo, y asistir al segundo y último baile de su vida... ¡y sucedernos esto!... ¡El año pasado nos salió tan bien! pero anoche... ¡yo no sé que fue! ¡buscándonos una a otra sin hallarnos nunca!.. yo llegué aquí sin aliento, creyendo encontrarla... ¡Qué habrá sido de ella, Dios mío!.. La abadesa del convento perdida por esas calles... ¡Jesús!... si yo pudiera ocultar su ausencia por el pronto... ¡pero qué! todas estas monjas son tan curiosas... ¡tan amigas de chismes!.. -¡Ay Dios, la madre Úrsula!.. ¡la más chismosa de todas!...ArribaAbajo



Escena II

DOÑA BEATRIZ. -La madre ÚRSULA por el foro.

     ÚRSULA. -Deo gracias, hermana Beatriz.

     BEATRIZ. -A Dios sean dadas, madre ÚRSULA. -¡Cómo habéis madrugado! aún no han tocado a maitines.

     ÚRSULA. -Tenía que hablar con la hermana Leonor.

     BEATRIZ. -¿Con nuestra abadesa?

     ÚRSULA. -Abadesa in partibus... porque todavía...

     BEATRIZ. -Hoy mismo lo será... así que tome el velo...

     ÚRSULA. -¡Si lo toma!

     BEATRIZ. -(Aparte.) ¡Dios mío! -¿Y quién se ha de oponer?...

     ÚRSULA. -¡Veremos!... ¿Puede darse injusticia semejante? Porque se llama doña Leonor de Guzmán, y es sobrina y heredera del Conde duque de Olivares, y favorita de 1a reina... nombrarla abadesa sin tener la edad... ¡sin haber profesado!..

     BEATRIZ. -La reina lo quiere, ¡y debemos obedecer y callar! La reina la ama como a una hija... todas las semanas viene a visitarla y la colma de caricias y de regalos... ¡Y vos menos que nadie debéis murmurar de la reina que ha hecho nombrar capitán a vuestro sobrino D. Juan de Vargas, que apenas tiene veinte años!

     ÚRSULA. -Eso es diferente: mandar soldados...

     BEATRIZ. -¿Es más fácil que mandar monjas?..

     ÚRSULA. -¡Por supuesto!

     BEATRIZ. -¡Y si son como vos, lo creo!...

     ÚRSULA. -¡Pues, porque no quiero injusticias!.. ¡porque deseo el bien y prosperidad del convento!

     BEATRIZ. -¿Y ser abadesa?..

     Úrsula, ¡Más justo sería!... que los Vargas en nada ceden a los Guzmanes... y a mi edad se tiene otro peso... Pero en fin, mi primo D. Lope está en palacio, y yo sé que no se descuidará... y que sabrá aprovechar ciertas circunstancias...

     BEATRIZ. -(Aparte.) ¡Si sospechara!

     ÚRSULA. -Voy a ver a la hermana LEONOR. -(Dirigiéndose a su celda.)

     BEATRIZ. -(Poniéndose delante.) ¡Para qué!

     ÚRSULA. -¡Oh... para darle la enhorabuena!.. ¡Pues no sabéis!... su tío el Conde Duque acaba de morir, y ella hereda sus títulos y bienes...

     BEATRIZ. -De mucho le sirve... ¡cuando hoy va a hacer voto de pobreza!

     ÚRSULA. -A otros les vendrá bien... Así que profese, toda su rica herencia pasa a su prima, casada con el marqués da Ponte Riveiro... con un portugués... extranjero ya para nosotros, puesto que el duque de Braganza se ha alzado rey de Portugal... ¿Está eso en el orden?.. ¡Ya veremos!... ¡Voy, voy a darle la enhorabuena!

     BEATRIZ. -(Deteniéndola.) No podéis verla ahora...

     ÚRSULA. -¡Pues qué!... ¿no está en la celda?

     BEATRIZ. -Sí está.

     ÚRSULA. -Entonces, bien puedo entrar...

     BEATRIZ. -No recibe ahora... está indispuesta.

     ÚRSULA. -¿Todavía le dura?.. anoche no pudo subir a coro.

     BEATRIZ. -¡Tiene una jaqueca!...

     ÚRSULA. -¡Hola, jaqueca!.. ¡cómo se padece en el siglo!... ¿Y la jaqueca no la dejará asistir a maitines?

     BEATRIZ. -Presumo que sí.

     ÚRSULA. -¡Vaya!... ¡nos hará el honor de ir a rezar con nosotras!

     BEATRIZ. -Sí: para pedir a Dios que os haga más afable y cortés.

     ÚRSULA. -Me parece a mí que lo que alcancen las oraciones de la abadesa...

     BEATRIZ. -¡Quién sabe! hay abadesas que han hecho milagros... y como éste sería uno...

     ÚRSULA. -¡Cómo es eso!.. ¡vos me faltáis al respeto!..

     BEATRIZ. -Vos habéis faltado primero a la superiora...

     ÚRSULA. -¿Y quién da facultad a una mocosa?

     BEATRIZ. -Que no es envidiosa ni intrigante...

     ÚRSULA. -Pero sobradamente bachillera y desvergonzada.

     BEATRIZ. -¡Madre Úrsula!...

     ÚRSULA. -¡Hermana Beatriz! (Llaman a la puerta del jardín.) ¡Qué es eso!... ¿quién llama tan de madrugada a la puerta del jardín?

     BEATRIZ. -(Aparte.) ¡Si será ella!

     ÚRSULA. -Y mas me choca ahora que me acuerdo de haberos visto ayer tomar la llave de la espetera... vaya, abrid... abrid...

     BEATRIZ. -¡Yo!

     ÚRSULA. -Sí, vos... abrid: veremos quién es...

     BEATRIZ. -(Aparte.) ¡Maldita curiosa! -Yo no tengo llave ninguna... la volví a dejar en la espetera... allí debe estar...

     ÚRSULA. -Pues yo la traeré y abriré, porque aquí hay gato encerrado. (Vase apresurada por el foro.)



Escena III

DOÑA BEATRIZ. -Luego ÚRSULA.

     BEATRIZ. -(Sacando la llave.) Sí, hay gato... pero no serás tú quien vea el gato... (Abre la puerta volviendo a quitar la llave.) Entrad, señora... (Cerrando de repente la puerta.) ¡No... no... no entréis!.. (Volviéndose hacia Úrsula, que sale.) ¡Y qué!.. ¿no vais por la llave?

     ÚRSULA. -He pensado que nadie mejor que vos podrá encontrarla, puesto que fuisteis quien la colocó en la espetera... con que podéis venir conmigo...

     BEATRIZ. -¡De muy buena gana! (Aparte.) ¡Te clavaste!

     ÚRSULA. -Pues vamos, vamos por la llave.

     BEATRIZ. -(Aparte.) Ya vas encontrando la llave. -Vamos, madre ÚRSULA. -(Vanse por el foro cerrando la puerta.)



Escena IV

DOÑA LEONOR, sola.

     Entreabre la puerta, y viendo que no hay nadie, sale y echa el cerrojo a la del foro. -Trae el mismo traje de la máscara, y está pálida y abatido.

     ¡Gracias a Dios!... ¡Ah, no puedo más!... (Echándose en una silla.) ¡Que locura la mía!... ¡pero bien me ha castigado el cielo!... aún me dura el temblor... ¡Aún me parece mentira que estoy salva en este sitio!.. (Levantándose repentinamente.) ¡Oigo ruido!.. No: nadie viene. (Echa sobre el sillón el manojo de llaves que trae en la mano.) ¡Todo me asusta!... ¡quiera Dios que la zozobra de esta noche no me cueste una enfermedad!... ¡Ah! y la que tengo en el alma ¿quién me la curará?... ¡Aquel cuidado que alteraba, aunque levemente, mi tranquilidad hace un año, se ha convertido esta noche en un tormento irresistible! Al entrar hoy en estos claustros... al pensar que dentro de pocas horas se cerrarán para mí, como si fueran la tumba... ¡me he llenado de un terror que nunca había sentido! ¡Ah, don Luis... don Luis!:.. (Vuelve a caer en la silla. Después de una pausa continúa.) -Si yo escribiera a la reina... si le abriera mi corazón... ¡Me quiere tanto! ¡me protege, me agasaja con tanto amor! -Ya, la última vez que vino a verme, sospechó algo... sí: algunas expresiones suyas me dieron a entender que extrañaba no hallarme tan contenta al acercarse el día de mi profesión... y sin embargo me manifestó más ternura que nunca... me habló de las inclinaciones del corazón... del peligro de violencias... ¡Ah! si yo me atreviera... ¡Pero qué digo! ¿y cómo revelárselo?... ¿cómo decirle que aquel don Luis de Mendoza para quien le pedí el empleo de secretario de la embajada de Francia, so color de proteger a una amiga mía con quien debía casarse, es mi amante... que le he visto... ¿y dónde?... ¡en un baile!... ¡faltando al recato, a mis promesas, a Dios... imposible! No hay remedio... tomaré el velo... ¡moriré! (Llaman o la puerta del foro.) ¿Quién viene?

     BEATRIZ. -(Dentro.) Soy yo. (DOÑA LEONOR abre.)



Escena V

DOÑA LEONOR, DOÑA BEATRIZ.

(Doña Beatriz vuelve a cerrar.)

     BEATRIZ. -¿Sois vos, señora? ¡Gracias al cielo! ¿pero cómo habéis entrado?... ¿quién os ha abierto la puerta del convento?

     LEONOR. -(Señalando el manojo de llaves.) ¿No ves? ya te lo contaré.

     BEATRIZ. -¡Las llaves de Gil Pérez el portero!... ¿cómo están en vuestro poder?

     LEONOR. -¡Calla! ¿No oyes?...

     BEATRIZ. -Es el primer toque a maitines. -¡Ah! cerraré esta puerta. (Cierra la del jardín.)

     LEONOR. -Me voy a mi celda.

     BEATRIZ. -Sí, que la madre Úrsula nos anda espiando ya.

     LEONOR. -¡Tan temprano!

     BEATRIZ. -Esa vieja no duerme por andar atisbándolo todo... y sospecho que trata de armaros alguna zancadilla, porque está rabiando por ser abadesa, y os tiene una envidia...

     LEONOR. -(Aparte.) ¡Ay, ojalá!

     BEATRIZ. -Hace un rato que en un acceso de cólera no se pudo contener, y me descubrió algo de sus manejos... En fin, a pesar de que solo faltan pocas horas para qué toméis el velo, aún no pierde las esperanzas de burlaros y ser nombrada abadesa... su primo don Lope de Vargas está en palacio intrigando... ella me dijo que aprovecharía ciertas circunstancias... ¡yo creí que hablaba de nuestra escapatoria, y os aseguro que me quedé muerta!

     LEONOR. -¿Será posible? ¿Y su primo don Lope tiene crédito en palacio?

     BEATRIZ. -Creo que sí... pero no temáis.

     LEONOR. -¡Está al lado de la reina!...

     BEATRIZ. -¡No importa!

     LEONOR. -¡Redoblará hoy sus esfuerzos!

     BEATRIZ. -Será en vano.

     LEONOR. -¡Instará mucho!

     BEATRIZ. -No lo alcanzará.

     LEONOR. -¡Ah, por desgracia mía no lo alcanzará!

     BEATRIZ. -¿Qué decís, señora?

     LEONOR. -¡Ay, Beatriz, ¡qué infeliz soy!

     BEATRIZ. -¡Pues cómo!...

     LEONOR. -Esos votos que voy a pronunciar van a hacerme desgraciada por toda mi vida.

     BEATRIZ. -Aun estáis a tiempo... renunciad.

     LEONOR. -¡Cómo es posible!... cuando la reina lo quiere, cuando me colma de favores, elevándome a la dignidad de abadesa... cuando mis primos el Marqués y la Marquesa da Ponte Riveiro tienen convidada a toda la corte para la ceremonia de hoy...

     BEATRIZ. -¡Ya, el portugués lo está deseando! Se casó con vuestra prima, y en profesando vos, pasan a su mujer la grandeza y las rentas que heredáis de vuestro tío el Conde duque...

     LEONOR. -¡Ah, yo se las dejaría todas, con tal de... pero es imposible! ¡Daría un escándalo, y nada lograría!... ¡No, Beatriz! es forzoso someterse al destino... ¡forzoso! ¡Hoy me despido para siempre del mundo y de la felicidad!

     BEATRIZ. -¡Pobre Leonor! -¡Oigo ruido... entrad pronto! (Doña Leonor entra en su celda. Doña Beatriz abre la puerta del foro.)



Escena VI

DOÑA BEATRIZ, ÚRSULA, RELIGIOSAS.

     BEATRIZ. -(Aparte.) Dios nos favorezca... ¿qué será esto?

     ÚRSULA. -Hermana Beatriz, la comunidad, sabedora de que nuestra abadesa se halla indispuesta, viene a visitarla...

     BEATRIZ. -¡Cómo indispuesta!...

     RELIGIOSA 1.ª -Así nos lo ha dicho la madre Úrsula, y nosotras amamos tanto a nuestra digna superiora, que no descansaremos hasta verla.

     BEATRIZ. -(Aparte.) ¡Se dará mayor bellaquería! -Hermanas, es cierto que nuestra digna abadesa ha sufrido una fuerte jaqueca; pero ya se halla aliviada...

     ÚRSULA. -No importa, entremos a verla... nuestra inquietud no se calmará mientras no la veamos.

     RELIGIOSA 1.ª -Sí, sí: entremos a saludarla...

     BEATRIZ. -(Deteniéndolas.) Ahora no podéis...

     ÚRSULA. -¿Cómo no?

     BEATRIZ. -Como se está vistiendo... porque piensa asistir a maitines...

     ÚRSULA. -Pues yo creí que su indisposición le impediría por hoy tomar el velo.

     BEATRIZ. -Os engañáis, madre Úrsula...

     ÚRSULA. -Tanto mejor.

     RE1IGIOSA 1.ª ¡Sería una desgracia!...

     ÚRSULA. -¡Y qué desgracia para el convento!... vaya, entremos, entremos a verla...

     BEATRIZ. -Aguardad... ¿no os he dicho?...

     ÚRSULA. -No importa, vamos. (Al ir hacia la celda de doña Leonor, llaman a la puerta del jardín.)

     RELIGIOSA 1.ª -¡Esperad... llaman a esa puerta!

     ÚRSULA. -¡Es verdad!

     RELIGIOSA 1.ª -¿Dónde está la llave?

     ÚRSULA. -¿La llave?... Aquí, la hermana Beatriz sabe de ella...

     BEATRIZ. -(Dándola.) Tomadla.

     ÚRSULA. -¿No decíais que estaba en la espetera?

     BEATRIZ. -Después la he encontrado...

     ÚRSULA. ¡Ya! (Abre la puerta.)



Escena VII

DICHAS, LA TORNERA.

     RELIGIOSA 1.ª -¡La madre tornera!

     BEATRIZ. -(Aparte.) ¡Qué traerá!

     TORNERA. -¡Jesús, Jesús!

     ÚRSULA. -¿Qué tenéis?

     TORNERA. -Voy a ver a la madre abadesa.

     BEATRIZ. -(Aparte.) ¡Otro lance!

     ÚRSULA. -Pues venid...

     BEATRIZ. -¿Pero qué ocurre? (Deteniéndola.)

     TORNERA. -Ya lo sabréis; pero antes quiero consultar con la madre abadesa, porque es un asunto en el cual se interesa el honor del convento.

     ÚRSULA. -Hoy parece que está invisible... ¡la hermana Beatriz no hace mas que poner dificultades!...

     BEATRIZ. -¡Yo!...

     TORNERA. -Pues yo he de verla. (Yendo.)

     BEATRIZ. -Aquí sale.



Escena VIII

DICHAS, DOÑA LEONOR, de religiosa.

     TODAS. -(Inclinándose.) ¡Madre abadesa!

     LEONOR. -¡Hermanas, la paz del Señor reine en vuestras almas!

     ÚRSULA. -La comunidad venía a informarse de vuestra salud. ¿Cómo habéis pasado la noche?

     LEONOR. -(Mirando a doña Beatriz.) No muy bien: con bastante agitación; pero así que amaneció me sentí algo aliviada.

     ÚRSULA. -¡Gracias al Señor!-Vaya, llegad, madre tornera, contad...

     LEONOR. -¿Qué ha ocurrido?

     TORNERA. -Un escándalo que no tiene ejemplo en esta santa casa. Gil Pérez el portero que ha pasado la noche fuera del convento, y ahora se presenta a la puerta, pidiendo que te abran.

     ÚRSULA. -¡Pasar la noche fuera!... ¡Jesús! ¡qué escándalo!

     RELIGIOSA 1.ª -¡Qué libertinaje!

     ÚRSULA. -Debe ser despedido inmediatamente.

     RELIGIOSA 1.ª -Sí, sí, despedido.

     LEONOR. -Poco a poco, hermanas seamos indulgentes a veces suele pasarse la hora...

     BEATRIZ. -(Aparte.) ¡Y tanto!

     LEONOR. -¿En fin, qué disculpa da?

     TORNERA. -Dice que anoche, viniendo hacia el convento, le sorprendieron tres ladrones...

     LEONOR. -(Aparte.) ¡Qué embustero!

     TORNERA. -Le ataron de pies y manos...

     LEONOR. -(Aparte.) ¡Qué embustero!...

     TORNERA. -Y le quitaron el dinero y las llaves.

     LEONOR y BEATRIZ. -(Mirando a un tiempo el manejo de llaves.) ¡Ah!

     LEONOR. -(Aparte a doña Beatriz.) ¡Escóndelas! -(Doña Beatriz las toma con disimulo.) Veo claramente, hermanas, que Gil Pérez no pudo entrar en el convento, por más que lo deseara; y es preciso perdonarlo. (Ap.) ¡Así Dios me perdone a mí!

     TORNERA. -Tengo además que deciros que se ha presentado en la portería un caballero que pregunta por la madre abadesa y dice que quiere hablarla. (Tocan a maitines.)

     LEONOR. -Ahora no puede ser... están tocando a maitines... -¿y cómo se llama?

     TORNERA. -Don Luis de Mendoza.

     LEONOR. -(Aparte.) ¡Don Luis, cielos! -Pues bien... que entre... que espere...

     ÚRSULA. -¡Os habéis turbado!...

     LEONOR. -¿Quién, yo?... ¡no tal! (Aparte.) ¡Si me habrá descubierto! -Que entre... veremos...

     ÚRSULA. -(Con malicia.) Están tocando a maitines.

     LEONOR. -Es verdad. -Vamos. (Desfilan todas en orden por la puerta del foro. LA TORNERA, a quien doña LEONOR habla en secreto, se queda. La puerta del foro se cierra.)



Escena IX

LA TORNERA. Luego DON LUIS.

     TORNERA. -(Abriendo la puerta derecha.) ¡Caballero, caballero!... - entrad.

     D. LUIS. -¡Gracias a Dios! -Ya os he dicho que traigo permiso del Conde de San Lúcar para presentarme a su hija doña Beatriz, mi prometida esposa.

     TORNERA. -Ya lo he oído. Pero habéis de saber, caballero, que aquí no se habla con ninguna educanda, sin que esté presente la madre abadesa.

     D. LUIS. -(Con impaciencia.) Lo sé, lo sé. -Por eso os he dicho que quería hablar antes con la madre abadesa. (Aparte.) ¡Alguna vieja impertinente!

     TORNERA. -Ahora está en el coro.

     D. LUIS. -¿En el coro?... ¡pues ya tenemos para rato!

     TORNERA. -¡Qué impaciente sois, caballerito! ¿no sabéis que la impaciencia es un pecado?

     D. LUIS. -¡Oh!

     TORNERA. -La madre abadesa os suplica que esperéis un momento en este locutorio -Hoy apenas tenemos tiempo para nada... es día de gran ceremonia... hay una profesión... y asistirá todo Madrid... pero sin embargo se os concederá un momento para vuestra visita, así que salgamos de maitines... porque ahora estamos todas rezando maitines.

     D. LUIS. -(Con intención.) No todas, según veo.

     TORNERA. -También yo me voy al coro. Dios os guarde, caballero.



Escena X

DON LUIS, solo.

     ¡Anda con mil santos! ¡oh, qué charlar! (Echándose en el sillón.) Respiremos. Desde esta noche estoy fuera de mí... había llegado a creer que eran visiones del enemigo que se había apoderado de mi alma, que había trastornado mis sentidos, y se me presentaba a cada paso bajo la forma de aquella mujer... ¡de aquella mujer que tiene encantado su corazón! ¡Jesús, Jesús! -Afortunadamente, desde que he entrado en estos santos sitios, me siento más consolado... mi imaginación se va calmando... un bálsamo consolador se derrama en mi alma... ¡Dios mío, completad la obra! borrad enteramente de mi memoria la imagen que me perseguía... apartadla de mi vista... ¡y su acento de mis oídos! (Suena el órgano en la iglesia.) ¡Ah! (Levantándose.) ¡Las religiosas están orando... yo uniré mis plegarias a las suyas para que Dios tranquilice y sane mi corazón! -(Mientras el coro siguiente se va acercando a la reja de la derecha, y dobla la rodilla.)

     (Coro de RELIGIOSAS dentro).

                                  La noche ya en el cielo
Rasgó sa denso velo,
Y huyó la pavorosa oscuridad.
   Al Dios que nos envía
La luz del nuevo día,
¡Vírgenes del Señor, cantad, cantad!

     (DOÑA LEONOR canta dentro).

                                  De luz y hermosura
Se viste natura,
Y alza dulce cántico
Al Sumo Hacedor.
   De aljófar bañada,
Abre a su mirada,
Mecida del céfiro,
Su cáliz la flor.

     D. LUIS. -(Que se ha ido poniendo en pie con la mayor agitación.) ¡Cielos, qué es esto!... ¡mi sangre se hiela!... ¡esta es su voz!...

     (DOÑA LEONOR canta).

                                  Y esmáltase el prado,
Y trisca el ganado,
Y empieza en los árboles
El ave a trinar.
   También nuestro acento
Suba al firmamento:
Cantemos, postrándonos
Al pie del altar.

     D. LUIS. -¡Ella es!... ¡ella es! ¡Dios eterno, ten piedad de mí! ¡hasta en estos sitios sagrados me persigue la visión! ¡Ah, Dios me ha abandonado sin duda!... salgamos de aquí... ¡huyamos donde encuentre un asilo!



Escena XI

DOÑA BEATRIZ, DON LUIS. Luego DOÑA LEONOR.

     BEATRIZ. -(Abriendo la puerta del foro y anunciando.) La madre abadesa.

     LEONOR. -(Cubierta con el velo: hace seña a doña Beatriz, la cual se va. Doña Leonor se sienta. Aparte.) ¡Vamos, valor! ¡esta es la última vez! (A don Luis, fingiendo la voz, y aviejándola un poco.) Señor don Luis de Mendoza, me han dicho que queríais hablarme.

     D. LUIS. -En efecto, madre abadesa: quería hablaros de un asunto importante. Tenéis en este convento bajo vuestra dirección una joven llamada doña Beatriz, hija del Conde de San Lúcar...

     LEONOR. -Cota quien dicen que debéis casar...

     D. LUIS. -Sí; el Conde de San Lúcar, que me honra con su protección, quiere casarme con su hija... ¡pero esa boda es imposible!

     LEONOR. -¿Qué decís?

     D. LUIS. -No puede efectuarse... pero yo no sé cómo declarárselo; y vos, madre, vos únicamente podríais hacérselo entender al Conde y a su hija.

     LEONOR. -¿Pero qué motivos tenéis?

     D. LUIS. -Motivos que no puedo revelar.

     LEONOR. -(Levantándose.) Pues es necesario que me los digáis, si queréis que yo me encargue de esa comisión.

     D. LUIS. -Pues bien, madre, por más que tema ofender vuestros piadosos oídos con relatos profanos, os diré que esa joven inocente no debe dar la mano a un hombre que no está en su cabal juicio... ¡y yo no lo estoy! -¡Sí, madre, a pesar mío, contra mi voluntad, yo amo a otra mujer, y la amaré toda mi vida!... ¿Os reís de mí, madre abadesa? ¿me tenéis lástima? ¡lo veo: hay ciertas cosas que a vuestra edad ya no se comprenden, pero que a la mía matar!

     LEONOR. -(Ap.) ¡Oh, Dios mío! -Pero si vos hicierais un esfuerzo para olvidarla...

     D. LUIS. -(Con ternura.)¡Ah, yo no quiera olvidarla!... y aunque quisiera... ¿de qué me serviría querer?... ¿cómo lograría libertarme de ese poder sobrenatural, de ese fantasma mágico que me sigue a todas partes y que nunca puedo alcanzar? ¡Continuamente la tengo aquí... a mi lado!... En donde quiera la veo... la oigo...

     LEONOR. -(Con viveza, en su voz natural.) ¿De veras?

     D. LUIS. -¡Cielos, no lo dije!... ¿habéis dicho de veras? lo mismo que ella... ¡he creído oír su voz!

     LEONOR. -(Conmovida, fingiendo otra vez la voz.) ¿Estáis loco?

     D. LUIS. -Sí, sí... perdonadme, madre abadesa: ¡no me puedo contener!... pierdo el juicio... mi cabeza se turba... ¡me avergüenzo de mí mismo!... ¡Soy un insensato que jamás sanará!... ¡soy un infeliz que padece mucho! Pero soy caballero y no quiero engañar a nadie: ya conocéis que mi boda es imposible. -¡A Dios, señora, a Dios!

     LEONOR. -(Ap.) ¡Ah, y para siempre!



Escena XII

DICHOS, ÚRSULA por el foro.

     ÚRSULA. -¡Señora, señora! ahí están ya vuestros primos los Marqueses da Ponte Riveiro con los convidados que vienen a la ceremonia...

     LEONOR. -¡Cielos!

     ÚRSULA. -Entre ellos viene mi primo don Lope de Vargas, gentil-hombre de la reina, que acaba de tener una larga conversación con S. M.

     LEONOR. -¿Y qué me importa?

     ÚRSULA. -(Con malicia.) ¡Puede que os importe! Me ha encargado que os entregue este pliego de parte de S. M.

     LEONOR. -¡Dádmelo!

     ÚRSULA. -(Ap.) Quiero ser testigo de su humillación... ¡cómo se va a quedar!

     LEONOR. -(Se abre un instante el velo, y lee conmovida.) ¡Cielos, qué he leído!

     ÚRSULA. -(Yéndose Por el foro.) ¡Triunfé!

     D. LUIS. -(Durante esta escena se ha acercado a la reja, mirando con ansia hacia la iglesia. Al irse Úrsula se vuelve, y viendo a doña Leonor que tiene quitado el velo, da un grito.) ¡Ah! (A este grito, doña Leonor que debe estar junto a la puerta de su celda, se entra por ella rápidamente y la cierra.)

     D. LUIS. -(Paseándose agitado.) Desapareció... ¡desapareció otra vez!... ¡Pero qué! ¿nada respeta?...¿nada hay sagrado para ella?... ¡Bajo el hábito mismo de abadesa se presenta a mis ojos, esto es prodigioso!



Escena XIII

DON LUIS, EL MARQUÉS y EL CONDE, que salen por el foro en animada conservación.

     MARQUÉS. -Istu es uma iniquidade!

     CONDE. -Pero Marqués, escuchad...

     D. LUIS. -(Paseándose.) ¡Esto es un horror!

     MARQUÉS. -Eu rebentu de cólera!

     CONDE. -(Mirándolos.) ¡Qué diablo!... ¿conque todo el mundo está hoy para tirar piedras? (A don Luis.) ¿Qué tienes tú?

     D. LUIS. -¡Qué sé yo!... ¡déjame en paz! (Échase sobre el sillón.)

     CONDE. -Hombre, el Marqués, a lo menos, tiene motivos para renegar: se le va de entre las manos, como por encanto, la herencia del Conde-duque...

     MARQUÉS. -Uma prima de miña muger, que era a heredeira, profesaba hoy mesmu, en istu conventu... y cata que unos intrigantes consellaron a la raiña...

     CONDE. -(A don Luis riendo.) Que no debía permitir que la grandeza y las rentas del Conde-duque pasarán a poder...

     MARQUÉS. -D'un fidalgo portugués!

     CONDE. -¡Pues! de un extranjero... porque ya el Portugal voló para España... y que la futura abadesa debía casarse con un leal español...

     D. LUIS. -(Levantándose.) ¿Cómo, cómo? ¿La abadesa?... ¿la que estaba antes aquí? ¿Y creéis que es la abadesa?

     CONDE. -¡Pues no!

     D. LUIS. -¡Calla, calla!

     MARQUÉS. Antonses, dígame quién es?

     D. LUIS. -¡Quién es!... Es la desconocida... es la máscara negra... es la criada aragonesa... es Inesilla... es... ¡qué sé yo! Lo que queráis... ¡pero, la abadesa!... ¡No, no es, la abadesa!... Ha tomado su hábito... ha tomado su rostro... ¡pero no es la abadesa!

     MARQUÉS. -¡Dígole que es la abadesa!

     D. LUIS. -(Con enfado.) ¡Pues yo digo que no!

     MARQUÉS. -(Id.) Eu le digo que si!

     CONDE. -Silencio, señores: aquí vienen: ahora saldremos de la duda.

     MARQUÉS. -Veremus se is la abadesa!

     D. LUIS. -¡Lo veremos! ¡a no ser que haya tomado otra forma!...



Escena XIV

DOÑA LEONOR, vestida de blanco y cubierta con el velo: DOÑA BEATRIZ, ÚRSULA,
LA TORNERA, RELIGIOSAS, EL MARQUÉS, EL CONDE, DON LUIS, DAMAS, CABALLEROS.

     LEONOR. -Mis amadas hermanas: nuestra augusta protectora la reina, que Dios conserve para gloria y prosperidad de la orden, acaba de comunicarme su soberana voluntad: en sus altos fines, no tiene por conveniente que yo sea vuestra abadesa...

     ÚRSULA. -(Ap.) ¡Ah, qué gozo!

     LEONOR. -Y me manda resignar esta suprema autoridad en la madre Úrsula, a quien reconoceréis por vuestra superiora.

     LAS RELIGIOSAS inclinándose ante ÚRSULA. -¡Salve, madre abadesa!

     ÚRSULA. -(Ufana.) Alzad, hermanas.

     LEONOR. -Y en el instante voy a separarme de vosotras, porque S. M. me manda elegir hoy mismo esposo.

     MARQUÉS. -(Acercándose a doña Leonor.) Istu es uma tirania!... Miña prima, nao teña medu, nao salga do conventu... eu hablarei a la raiña...

     LEONOR. -Pues bien, cumpliré vuestro deseo, primo mío; me quedo en el convento, y si hoy mismo... (Con intención, mirando a don Luis.) ¡no encuentro aquí un esposo, os juro tomar, el velo! (Mientras esto dice, doña Beatriz, que está detrás de ella, le ha ido separando el velo. Don Luis levanta los ojos, ve a doña Leonor, da un grito, y cae a sus pies presentándole la mano.)

     D. LUIS. -¡Ah, aquí le tenéis!

     MARQUÉS. -(Asombrado.) Qué es istu?

     LEONOR. -Primo, ya lo veis. -¡Don Luis de Mendoza me ofrece su mano... y yo la acepto! (Levantándole.)

     D. LUIS. -¡Ah, pero no volváis a desaparecer!

     LEONOR. -Una palabra os tranquilizará: ¡don Luis, yo os amo!

     D. LUIS. -¡Oh felicidad!

     LEONOR. -(Al Marqués.) Vamos, primo: a vos os toca presentarnos a S. M.

     CONDE. -¡Sí, vamos! (Al Marqués.) Marqués, ahora sí que don Luis os ha acabado de ganar el dinero.

FIN DE LA COMEDIA.

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