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La teoría gramatical de Arbolí

José Antonio Hernández Guerrero






0.1.

El período que discurre entre 1830 y 1880 es singularmente fecundo en publicaciones lingüísticas españolas1. Dadas sus implicaciones filosóficas e ideológicas, es menester destacar y analizar el número elevado de gramáticas lógicas o generales que aparecieron durante estos cincuenta años. A partir del principio aristotélico de la identificación entre concepto y palabra, la aceptación de una determinada filosofía había conducido a la formulación de un modelo peculiar de gramática. La doctrina aristotélica perdura a lo largo de toda la historia de la filosofía hasta empalmar con el racionalismo moderno que se bifurca en dos sentidos divergentes. El primero, espiritualista, está representado por Descartes para quien la esencia del alma es el pensamiento en general o acto consciente. Porque, suprimido el acto consciente, desaparecería el yo.

«Intelexi me esse rem quamdam sive substantiam, cuius tota natura sive essentia in eo tamtum consistit ut cogitem»2.



El segundo, materialista, lo capitanea Locke y Condillac lo lleva a sus más rigurosos extremos.

«L'art de parler, l'art d'écrire, l'art de raisonner et l'art de penser ne sont, dans le fond, qu'un seul et meme art...3.






0.2.

Desde fines del siglo XVIII, se advierte en España una corriente que pretende sentar las bases de la reconstrucción del sistema educativo nacional sobre el sensualismo de Condillac. Las ideas pedagógicas de Jovellanos y del grupo reformista de la escuela salmantina nos ofrecen pruebas elocuentes de dicha actitud. Frente al sensualismo se descubre en el ambiente pedagógico la influencia del eclecticismo de Víctor Cousin (1792-1867)4. Este espiritualismo ecléctico tiene su momento de penetración, especialmente, a partir de 1834, en las Universidades e, incluso, en el Parlamento.




0.3.

Según Menéndez Pelayo, el colegio de San Felipe Neri de Cádiz fue el principal foco del sensualismo mitigado o sentimentalismo que defendió Laromiguiére5. Alberto Lista, director del centro, lo sigue en su teoría estética y de los sentimientos morales6. En medio de este clima, surge la Gramática General de Arbolí que se sitúa en una zona muy próxima a la doctrina espiritualista capitaneada por el Vizconde de Bonald. Juan Pérez Villamil la dio a conocer con la traducción del Ensayo analítico de las leyes naturales del orden social (1823). Esta obra se publica como «preservativo eficaz contra las doctrinas antisociales y desorganizadas de la anarquía»7.




0.4.

Arbolí escribe la gramática movido por razones pastorales. Su libro es una respuesta, a veces vehemente, a los Principios de Gramática General de Gómez Hermosilla y una reacción al empirismo y, sobre todo, al sensualismo de Condillac y de su discípulo Destutt de Tracy. Al canónigo, después obispo gaditano, más que la manera de hablar de los alumnos, le preocupan la forma de pensar y los hábitos de comportamiento. A partir de principios teológicos y en función de unas normas morales, defiende una filosofía y una gramática general8. En la introducción a la obra, tras hacer un juicio sobre la situación bibliográfica del momento, ofrece su valoración del método empírico y de la teoría sensualista.

«Escaseando en nuestro suelo la afición a los buenos estudios filosóficos, faltan, como es natural, los buenos libros de enseñanza. Los que conocen el estado actual de la Filosofía en otros países de Europa, lamentan con sobrada razón, la insuficiencia de los tratados que sirven de texto en nuestras universidades y colegios, cuyo menor defecto es el empirismo con que están escritos. En los que pasan por más adelantados, suele enseñarse la Lógica de Condillac, y esto se tiene por gran progreso. Acaso lo fue en su tiempo, mas este tiempo pasó; y la teoría de las sensaciones, tan preconizada en el siglo diez y ocho, como desacreditada en el presente, tiene contra sí los inconvenientes, no compensados con el indisputable mérito de claridad y rigurosa precisión, de ser un sistema falso y de peligrosas trascendencias en moral»9.



Con idéntica intención de corregir a Gómez Hermosilla, aparecieron en España otras varias gramáticas. Como ejemplo nos puede servir la de Luis de Mata y Araujo publicada el año 1842. En el prólogo dice las siguientes palabras:

«Hasta ahora, entre los Principios de Gramática General publicados en nuestro idioma han merecido una justa preferencia los de D. José Gómez Hermosilla, por el buen método y claridad con que están escritos. Contienen, sin embargo, a mi entender, algunos errores, y especialmente sobre la teoría del verbo, parte la más esencial del lenguaje hablado; también se hecha (sic) de menos en aquella obrita los orígenes sobre el origen del lenguaje y otros puntos necesarios en un tratado de esta clase»10.






0.5.

En este trabajo vamos a realizar un análisis descriptivo y crítico de tres temas nucleares que centran las polémicas entre Arbolí y Hermosilla y que son los más importantes por sus implicaciones ideológicas y porque ponen de manifiesto las profundas conexiones intelectuales que existen entre los estudios del lenguaje, por una parte, y la psicología y la teoría del conocimiento, por otra. Estos son:

  • La Gramática.
  • El Lenguaje.
  • El Verbo.

1. La Gramática


1.1.

Arbolí, «ideólogo»11, teórico racionalista del lenguaje, considera a la lengua como trasunto fiel del pensamiento. Defiende que las leyes de la gramática encuentran su justificación en los principios universales de la Filosofía en los que se fundamentan todas las lenguas. Define así a la Gramática General:

«Se ha dado este nombre, con menos propiedad de la conveniente, a la Filosofía del lenguaje, ó sea la ciencia que investiga y establece los principios del pensamiento hablado. Y decimos que se llama Gramática impropiamente, porque la General no es arte sino ciencia; no enseña idioma ninguno determinado, y mucho menos todos, como acaso pudiera creerse, viéndola designada con este título; sino la teoría general y común de las palabras, prescindiendo de los idiomas en que pueden formularse: en suma, la Gramática General es la ciencia que trata de los y principios y fundamentos filosóficos del habla12.



La dependencia filosófica de la Gramática ya había sido proclamada por Descartes, Port-Royal, Du Marsais, Beauzée, etc. Estos autores afirmaron que era preciso conocer las operaciones de nuestro entendimiento para comprender los fundamentos del lenguaje y establecieron la distinción entre la Gramática General y la Gramática Particular.

«La Grammaire Générale est done la science raisonnée des principes immuables et généraux du langage prononcé ou écrit, dans quelque langue que ce soit.

Une Grammaire Particuliére est l'art d'appliquer aux principes immuables et généraux du Langage prononcé ou écrit les institutions arbitraires et usuelles dune langue particuliére.

La Grammaire Genérale est une science, parce qu'elle n'a pour objet que la spéculation raisonnée des principes immuables et généraux du Langage.

Une Grammaire Particulière est un art, parce quelle envisage l'application practique des institutions arbitraires et usuelles d'une langue particulière aux principes généraux du Langage»13.



Destutt de Tracy (1754-1836), seguidor de Condillac, publica a principios del siglo XIX sus Eléments d'idéologie, que constituyen su sistema de lógica y que dividió en tres partes: la primera, la Idéologie propement dite, estudia la generación y formación de las ideas; la segunda, la Grammaire, trata de la formación y uso de los signos que representan las ideas, y, la tercera, la Logique, se ocupa de la deducción de las ideas14. Este autor ratifica la proposición de que la Gramática es la continuación de la ciencia de las ideas o Ideología y afirma que «para hallar las leyes del discurso y del raciocinio es indispensable conocer nuestra inteligencia, y que antes de hablar de Gramática y de Lógica es menester estudiar nuestras facultades intelectuales»15.

Arbolí está de acuerdo con la integración de la Gramática en la Psicología y justifica así su tesis:

«¿Dónde debemos estudiar estos principios?

En la índole y en las leyes de la inteligencia humana; porque siendo la palabra no solamente signo, sino también expresión y cuerpo de la idea; y estando las dos modificaciones, la material y la intelectual, á pesar de su diferencia, unidas tan indisolublemente, que vienen como á identificarse en una sola modificación; examinar los principios del habla, es examinar los del pensamiento; tratar de las voces, es tratar de las ideas encarnadas en ellas; y la ciencia del lenguaje no es otra cosa más que una sección, uno de los aspectos de la Ideología, ó de la Psicología mental»16.






1.2.

La concepción racionalista de la Gramática sirve de fundamento a su división bipartita. En cada una de las partes, se estudia, respectivamente, las operaciones complementarias de la mente: el análisis y la síntesis. Este plan sistemático y metodológico es común a Destutt de Tracy, a Gómez Hermosilla y a Arbolí. El gramático francés explica el método de la siguiente manera:

«Todo discurso es la manifestación de nuestras ideas, y, por tanto, sólo el conocimiento perfecto de éstas puede hacer descubrir la verdadera organización del discurso, y mostrarnos en todas sus partes el secreto mecanismo de su composición»17.



Como conclusión afirma que la Ideología sienta las bases para el conocimiento de los elementos del discurso y de los procedimientos para unirlos mediante la sintaxis, la cual

«consiste [...] en señalar el lugar que deben tener los signos en la oración, en determinar las variaciones que algunos deben experimentar, y en fijar el uso de los que no sirven sino para enlazar entre sí a los otros»18.



Gómez Hermosilla expone así el plan de sus Principios de Gramática

«Entendiéndose por lenguaje hablado «el que expresa las ideas por medio de palabras»; y pudiendo estas considerarse, ó según que, reunidas en mayor ó menor número y coordinadas de cierto modo, enuncian un pensamiento completo; se hace necesario dividir este tratado en dos libros. En el primero hablaré de las palabras sueltas, y en el segundo, de su coordinación»19.



Arbolí sigue el mismo razonamiento, pero es aún más explícito en la formulación y más concreto en sus conclusiones. Establece con claridad y precisión el principio fundamental del racionalismo en el que va a apoyar toda su doctrina: el juicio mental es la operación específica del hombre y el contenido peculiar del lenguaje.

«P. ¿Cómo debemos proceder en este estudio?

R. Debemos examinar la estructura de la oración. Todo pensamiento humano, tomada esta palabra en su genuino significado, es un juicio; y la expresión verbal del juicio es la oración o la proposición. Pero la oración puede considerarse en sí misma, y en las partes que la constituyen; y no hay duda que para llegar a conocer su naturaleza, se hace indispensable comenzar por el examen de los elementos de que se compone, llamados con notable propiedad partes de la oración. Así, pues, dividiremos este tratado en dos secciones: en la primera examinaremos las partes de la oración, y en la segunda, la oración completamente formada. Esto, como se ve, es hacer el análisis y la síntesis de la oración acomodando al asunto de la Gramática General, el método filosófico, que es el único útil y seguro en todo género de investigación»20.








2. El Lenguaje


2.1. Definición

Arbolí emplea el término lenguaje para designar el medio oral de expresión del pensamiento. En él distingue tres niveles que corresponden a realidades sustancialmente distintas y a las que la lingüística moderna ha dado nombres diferentes: a) facultad peculiar y definidora del hombre; b) sistema de voces articuladas, característico de cada una de las comunidades lingüísticas; c) hábitos o «modo particular de expresarse, propio de cada hombre cuando habla ó escribe, lo cual se llama también estilo»21.

Cada uno de estos niveles constituye el objeto propio de disciplinas diferentes. La Psicología estudia el lenguaje, facultad humana; la Retórica, el estilo individual y la Gramática presta su atención a la acepción segunda, «a la colección ó conjunto de voces articuladas para significar pensamientos». La Gramática General se limita a los principios y leyes racionales que sirven de base común a todas las lenguas.

Tras la definición del lenguaje, Arbolí plantea varios problemas preliminares que, aunque según su opinión, no son estrictamente lingüísticos -no tienen conexión necesaria y directa con esta ciencia-, la filosofía moderna suele integrar en los tratados de Gramática General. Estas cuestiones son:

  • La necesidad del Lenguaje
  • Su origen
  • La causa de sus variedades



2.2. Necesidad del lenguaje

La necesidad del lenguaje en sentido amplio, como facultad de expresar los pensamientos por cualquier medio, la demostró Arbolí «victoriosamente» en su Psicología22. El problema planteado en la Gramática General, se refiere al lenguaje oral en oposición al lenguaje de acción. Condillac, en su Gramática, había definido a este último y le había asignado el primer puesto cronológico en la comunicación humana23.

«Les gestes, les mouvements du visage et les accens inarticulés, voilá, Monseigneur, les premiers moyens que les hommes ont eus pour se communiquer leurs pensées. Le lang qui se forme avec ees signes, se nomme langage d'action»24.



Arbolí rechaza de forma absoluta la simple posibilidad de un estado en el que los hombres no tuviesen más signos de pensamiento que los de acción. A esta hipótesis la califica de absurda «porque los hombres en ese estado no serían racionales, y, por consiguiente, no serían Hombres»25. Tras este argumento general y, para él, apodíctico, detalla minuciosamente las razones que hacen imposible que el lenguaje de acción cumpla las cuatro funciones de la palabra humana:

  • Unir a los hombres en sociedad.
  • Colaborar con la mente a la elaboración y memorización de las ideas.
  • Posibilitar el ejercicio de la meditación.
  • Formular los conocimientos racionales.

Sigamos el razonamiento que traza el autor gaditano para probar sus aserciones:

-El lenguaje oral es el único instrumento capaz de unir a los hombres en sociedad moral. Esta formulación positiva es consecuencia final de tres afirmaciones axiomáticas unidas de forma encadenada:

  • Los hombres han nacido en sociedad y para la sociedad y sólo en ella pueden realizar el fin de su creación.
  • La sociedad moral se forma y se fortifica mediante la comunicación de las inteligencias.
  • El instrumento necesario de la inteligencia es la palabra.

-A la misma conclusión llega mediante una argumentación negativa. Con el lenguaje de «acción», sólo se podría llegar a la satisfacción de las necesidades orgánicas: el hambre, la sed, la reproducción. La agrupación humana con finalidad exclusivamente biológica, sería precaria y «tan estúpida y agena de toda relación moral, como lo es la de las abejas ó la de los castores»26.

-El lenguaje de «acción», por otra parte, posee un inventario muy reducido de unidades, es cuantitativamente insuficiente para dar consistencia formal y temporal a las ideas. A lo máximo, sirve para expresar directamente las emociones y sentimientos, pero carece de capacidad para «convertirlos en ideas ni para consignar su recuerdo en la memoria»27.

-Para la meditación, concebida como monólogo o actividad interior por la que el sujeto habla consigo mismo, es indispensable el uso del lenguaje oral. Arbolí aduce como prueba la carencia de tal actividad mental en animales, niños «infantes» y adultos afásicos.

-Por último, el lenguaje de acción expresa los fenómenos individuales y, de éstos, sólo los exclusivamente sensibles. Sin la palabra, el hombre no sería capaz de adquirir ni comunicar conocimientos generales ni abstractos, en definitiva, estaría desprovisto de facultad para conocer la verdad racional. Entre el lenguaje de «acción» y el oral existe una diferencia análoga a la que separa los sentidos de la razón.




2.3. Origen del lenguaje

Según Destutt, los estudios sobre el origen del lenguaje estaban en mantillas antes de las teorías de Locke y de Condillac. El gramático parisino, siguiendo a los sensualistas anteriores, afirma que, cronológicamente, el primer lenguaje es el «de acción». Este lenguaje comprendía «los gestos, clamores, tactos que hablan a la vista, oído, tacto, y que encierra el germen de todos los lenguajes posibles»28. El hombre, cuando siente la necesidad de entenderse con sus semejantes, se vale de medios espontáneos, anteriores a todo lenguaje articulado.

«Y este medio ha de ser un resultado de la naturaleza de nuestro ser, o un efecto necesario de nuestra organización. Efectivamente, no podemos tocar o alcanzar una cosa que deseamos, sino llevando la mano a ella, si está cerca, o encaminándonos hacia ella, si está lejos: si estamos fatigados, nos echamos, el dolor nos arranca ayes ó gritos; la alegría, la sorpresa, el temor nos inspiran otros diferentes; golpeamos ásperamente lo que nos irrita, y acariciamos con dulzura lo que nos agrada, y manejamos con tiento lo delicado... Todos experimentan en sí estos efectos, y viéndolos en sus semejantes, conocen lo que pasa en ellos»29.



Destutt defiende el lenguaje de «acción» como previo e inevitable y explica así su evolución al lenguaje articulado.

«Este lenguaje natural y necesario se ha hecho artificial y voluntario, rehaciendo para pintar el pensamiento o sentimiento las mismas acciones que él produjo naturalmente; el uso lo ha afinado, variado y circunstanciado cada día más, perfeccionando los signos según su capacidad por convenciones expresas. Quedando los tactos casi los mismos, los gestos han recibido desenvolvimientos capaces de formar una verdadera lengua sabia. De los sonidos hechos artificiales sólo han quedado las interjecciones del lenguaje primitivo, alteradas muchas en su significación; en las demás palabras apenas encuentran los etimologistas en su sílabas radicales, algunos vestigios de la primera impresión producida por el objeto o el sentimiento que representan y ligeras trazas de su forma original; pudiéndose asegurar que las lenguas usuales son el lenguaje natural prodigiosamente extendido y perfeccionado, con todas las especies de signos que componen el primero. Los sonidos forman la parte más rica y fecunda; los gestos se le unen como auxiliares y accesorios necesarios, y los tactos concurren para mayor expresión: de este modo resulta el lenguaje de acción perfeccionado y compuesto de los tres ramos de gestos, sonidos y tactos. Cuando con una mano conduzco a un hombre hacia un objeto, se lo señalo con la otra, o le digo que vaya a él, le señalo de tres modos diferentes una misma idea»30.



Arbolí pretende evitar la mera posibilidad de planteamiento de la evolución del «lenguaje de acción» al «lenguaje hablado». Defiende que entre los dos no se da continuidad gradual ni histórica porque, según él, difieren sustancialmente y el primero no ha existido antes ni sin el segundo. El «lenguaje de acción» es esencialmente incapaz de alcanzar la eficacia del lenguaje hablado, «por grande que sea la perfección que el arte consiga dar a los signos naturales, nunca los pensamientos significados por este medio, pueden tener la claridad y la precisión que les da el lenguaje»31.

Pero Arbolí aduce una segunda razón que hace la evolución aún menos posible, «la perfección de que indudablemente es susceptible el lenguaje de acción, nace y se deriva del lenguaje hablado»32.

Tras estas afirmaciones, plantea directamente la posibilidad de existencia del lenguaje natural como etapa previa del lenguaje hablado. La acepta como hecho obvio en el desarrollo evolutivo de cada uno de los individuos, pero la rechaza, por carencia de pruebas documentales, en el origen del género humano. El estudio etnográfico de los pueblos primitivos antiguos y de los salvajes actuales impide llegar a otras conclusiones.

Descartada la hipótesis del origen del lenguaje oral, concebido como evolución perfeccionada del lenguaje de «acción», Arbolí presenta dos posibles opciones alternativas: la invención humana o la revelación divina. Desde la óptica de su filosofía solamente va a aceptar como válida esta segunda, por exclusión de la primera. Veamos cómo argumenta.

La invención del lenguaje supone condiciones objetivas que, en realidad, son consecuencias del mismo lenguaje. Estas son, a nivel colectivo: la existencia de una verdadera sociedad humana; la estipulación de un «contrato» explícito entre los hombres que establecieran la codificación oportuna; la posibilidad de concebir ideas sin la ayuda del lenguaje, a no ser que éste hubiera surgido como efecto sorprendente de la mera casualidad. Finalmente, Arbolí argumenta «in absurdum»:

«Si pues hubo un tiempo en que los hombres no hablaron, hubo un tiempo en que no pensaron, hubo un tiempo en que no fueron racionales, hubo un tiempo en que vivieron contra el orden propio de su naturaleza. Tal suposición es absurda, luego es inadmisible»33.



Tras estos argumentos, con los que pretende cerrar el paso a la hipótesis evolucionista en el origen del lenguaje, Arbolí formula una conclusión que coincide con la interpretación literal del pasaje bíblico:

«Deus creavit de terra hominem, et secundum imaginem suam fecit illum... Creavit ex ipso ajutorium simile sibi; Consilium, et linguam, et oculos, et aures, et cor dedit illis excogitandi, et disciplina intellectus replevit illos. Creavit illis scientiam spiritus...34.



Para permanecer, sin embargo, dentro de los límites de las ciencias humanas -y no teológicas- valora la Biblia como texto histórico y a su autor, Moisés, como historiador. Sigamos directamente la línea de su argumentación.

«Qué debemos concluir de esta demostración?

Que, eliminada la hipótesis de la invención del lenguaje, es forzoso admitir la solución del problema tal cual la dá Moisés, el historiador más antiguo del mundo, y el más digno de crédito, aun considerado humanamente, la palabra la recibieron del Criador nuestros primeros padres juntamente con la razón. Dios, al comunicarles ésta, les dio un lenguaje formado, como instrumento indispensable para que pudiesen usarla, y cumplir el fin de la creación»35.






2.4. La variedad de las lenguas

La doctrina de la infusión divina del lenguaje, lleva implícita la tesis monogenésica del hombre y de las lenguas. Arbolí la explícita y la defiende apoyándose en las razones anteriores y, sobre todo, en las afinidades fonéticas y gramaticales existentes entre las distintas lenguas, que los estudios comparativos han puesto de manifiesto36.

«Que el idioma primitivo del género humano debió ser uno solo, es verdad, que, aunque no puede históricamente demostrarse sino por la narración de Moisés, que es el único historiador de los sucesos de aquella época, resulta como consecuencia necesaria de las reflexiones que hemos expuesto, y de otro género de observaciones que han hecho varios filólogos eruditos, y consiste en señalar las afinidades de todos los idiomas que se conocen. Los cuales á pesar de sus notorias desemejanzas, tienen ciertos puntos de contactos, así en lo material de las voces como en sus gramáticas, que prueban que todos ellos son fragmentos de una lengua primordial y común»37.



Explica la diversidad de lenguas de maneras distintas, según la naturaleza y grado de sus divergencias formales. Las diferencias esenciales tienen su origen en «algún acontecimiento súbito y violento ocurrido á los hombres que hablaban el idioma primitivo». Creemos que no sería una hipótesis excesivamente atrevida pensar que, implícitamente, Arbolí se esté refiriendo al mito bíblico de la Torre de Babel.

El autor gaditano se apoya, por lo tanto, en una interpretación literal de la Biblia a la que sigue como norma positiva. Puede resultar orientadora, a este respecto, la nota al pie de página, que dice lo siguiente:

«Quien apeteciere instruirse suficientemente en este asunto vastísimo, que nosotros no hacemos más que indicar, debe consultar los escritores que se han propuesto tratarlo de propósito, y especialmente a nuestro distinguido compatricio, el sabio erudito Dr. Wiseman, en su obra sobre la armonía de la ciencia y la revelación, escrita originariamente en inglés, y traducida ya á otros varios idiomas»38.



Este autor, cardenal arzobispo de Westminster, aunque de ascendencia irlandesa y británica, había nacido en Sevilla. En sus abundantes escritos, se había propuesto como objetivo, mostrar la convergencia entre las verdades adquiridas por la ciencia y las recibidas por medio de la revelación. Sobre el origen del lenguaje, sólo constata la inconsistencia de las diferentes teorías que, hasta entonces, se habían defendido:

«Desde la época de Buffon, se han levantado unos sistemas al lado de otros, semejantes a las columnas del desierto y con actitud amenazante; pero no eran más que arena como ellas; y aunque en 1806 contase el Instituto de Francia más de ochenta teorías de esta especie, hostiles a las Sagradas Escrituras, ninguna de ellas ha quedado en pie hasta hoy, ni merece fijar nuestra atención»39.






2.5. Origen de la escritura

También plantea Arbolí el problema del origen de la escritura. Aunque propugna la imposibilidad de determinarlo con seguridad, recoge, sin asumirla, la tesis de Bonald, apoyada en razones «plausibles» y contraria a la invención de la escritura. Según este autor, no es posible «inventar» los signos gráficos sin descomponer previamente los sonidos articulados. Esta operación no se puede llevar a cabo sin la ayuda de los caracteres alfabéticos. La segunda razón es histórica: el único pueblo en el que se dieron las condiciones favorables para la invención de la escritura alfabética, el egipcio, sólo conoció la escritura simbólica.

De estos argumentos deduce Bonald que «la escritura alfabética fue revelada por Dios a Moisés y comunicada por éste al pueblo hebreo, del cual la tomaron los pueblos circunvecinos, y entre otros los fenicios que, con sus navegaciones por el Mediterráneo, la propagaron en las costas del África, el Asia Menor y la Europa»40.



Arbolí muestra su simpatía por esta tesis afirmando que, incluso sin contar con dichos argumentos, existe un hecho que contradice la tesis de la invención fenicia de la escritura, defendida por Hermosilla: Moisés y los hebreos escribían mucho antes de haberse «acercado a la vecindad de los fenicios». Calcula que la invención de los signos coincidiría con la fundación de Tiro, hecho simultáneo a la judicatura de Débora en Israel y posterior, en más de dos siglos, a la época de Moisés.

Las conclusiones a las que llega el autor gaditano se pueden resumir de la siguiente manera:

  • Es imposible conocer históricamente el origen de la escritura ya que no existen pruebas documentales.
  • Esta ignorancia carece de relevancia científica y pragmática pues no impide el estudio de su naturaleza ni el análisis de sus relaciones con la inteligencia a la que sirve de vehículo de expresión y de instrumento de perfeccionamiento.






3. El Verbo


3.0.

La noción de verbo es otro tema clave que polariza las polémicas gramaticales de este siglo XIX. Su sincretismo formal hace difícil el análisis y da ocasión a definiciones parciales y dispares. Los autores tampoco están de acuerdo al señalar la raíz de tales discrepancias. Algunas opiniones son tan simplistas como la de Noboa que explica así su interpretación de la dificultad de este tema:

«Nosotros creemos además, que la causa de no definirse bien el verbo es porque, siendo una palabra de naturaleza tan distinta del nombre, hai que definirle con un nombre, i por eso su naturaleza no queda bien esplicada. Pues decir que el verbo significa sér, afirmación, existencia, movimiento, & c, es como decir que el verbo tiene la significación de un nombre; pues tales son sér, existencia, afirmación, movimiento, & c.»41.



Este mismo autor nos resume qué líneas siguen las definiciones más frecuentes y conocidas:

«Unos dicen que es el signo de la afirmación; otros que expresa el juicio que hacemos de las cosas; otros que sólo representa la existencia de ellas, i que no hai más verbo propiamente tal que el verbo ser; otros dicen que el verbo significa ideas de movimiento u operaciones, & c. todas estas cosas son mui ciertas, pues estas propiedades convienen al verbo; mas como no es fácil comprenderlas en una definición, tampoco lo es el definirle bien»42.






3.1.

Representantes de las dos posturas antagónicas más extremas son Arbolí y Gómez Hermosilla. Veamos las definiciones respectivas:

Arbolí

«Qué es el verbo?

Es la palabra expresiva de la afirmación racional, esto es, del acto de la razón constitutivo del juicio, y en cuya virtud los conocimientos humanos son y se llaman conocimientos racionales»43.



Gómez Hermosilla

«Estas palabras, pues, destinadas a significar tanto los movimientos que se obran fuera de nosotros, como los que de ellos resultan en nuestros sentidos, son las que en gramática se llaman verbos»44.






3.2.

Arbolí, en la explicación del verbo, adopta la postura de los ideólogos espiritualistas, lleva el racionalismo gramatical a sus máximos extremos. Evita todos los términos referidos a los sentidos y multiplica los que expresan realidades espirituales. La definición del verbo la completa así:

«Tiene el verbo además otras significaciones y otros oficios?

Su atribución esencial es la que hemos determinado: sin perjuicio de ella, se emplea también el verbo para significar otros dos hechos del alma, el deseo y la voluntad; mas para esto es menester que varíe de inflexión y de modo, como veremos en adelante. El verbo en su significación pura, simple y directa no expresa más que el acto de la razón afirmando la relación percibida entre dos términos, o lo que es idéntico, formando juicio»45.



Una vez establecido el principio fundamental, Arbolí deduce sus consecuencias:

  • Sólo existe un verbo cuya forma invariable es la palabra es.
  • Todos los términos que reciben el nombre de verbo, son efectivamente esta categoría gramatical, si llevan incluido, implícita o explícitamente, dicho elemento es, invariable y necesario46.

La teoría del verbo único estaba muy arraigada entre los ideologistas y el mismo Destutt la defiende categóricamente:

«...el verbo ser es en realidad el verbo auxiliar, universal y necesario, que precisamente entra en la composición de los demás: que se halla en todos los tiempos, aun en los simples, cuando se descomponen, y lo que es más, reciben de él sólo la posibilidad de tener tiempos, pues a él sólo deben la propiedad de expresar la existencia»47.



Pero Arbolí es más radical. Distingue el elemento es, invariable, de la tercera persona del singular del presente de indicativo del verbo ser con la que guarda una analogía meramente formal. Todos los verbos, incluso el ser, son el resultado de un proceso de sincretismo que engloba, en una sola unidad léxica, la afirmación es y el atributo afirmado, contenido específico de cada verbo en particular. El autor gaditano no se conforma con exponer su teoría sino que responde a la concepción de Gómez Hermosilla con una serie de pruebas que expone con vehemencia e, incluso, con cierta agresividad.




3.3.

Parte de un argumento de autoridad. Según él, esta doctrina, la suya, «es universal y constante entre los filósofos» y sólo la rechazan algunos gramáticos entre los que se encuentra Gómez Hermosilla.

«Algunos preceptistas notando que con los verbos se expresa el movimiento y la acción, [...] diéronse á entender que los verbos son voces significativas de dicha idea, que este es su oficio y que no tienen otro. Don José Gómez Hermosilla en su obra titulada Principios de Gramática General, adoptó esta opinión, y se esforzó cuanto pudo por combatir la teoría contraria. En su dictamen, los verbos son palabras inventadas para significar los movimientos de los cuerpos y, por traslación, las operaciones de los espíritus»48.






3.4.

La respuesta de Arbolí es terminante. La teoría sensualista del verbo es doblemente falsa: por la verdad que niega -que el verbo sea expresión del juicio racional- y por el error que afirma -que el verbo se caracterice por su significado de movimiento o de acción-. Ejemplos como yacer, descansar, etc., constituyen una prueba suficiente. La raíz de tal error se puede encontrar en la interpretación equivocada de la teoría filosófica del verbo.

Tras este razonamiento global, Arbolí analiza por separado cada uno de los cinco argumentos que esgrime Gómez Hermosilla. Veamos cada uno de ellos y las respuestas de Arbolí.


3.4.1.

«Los verbos activos no se resuelven completamente por el sustantivo unido con los nombres adjetivos, o lo que es lo mismo, las oraciones hechas con el verbo sustantivo no enuncian el mismo idéntico pensamiento, que las formadas con verbos activos»49.



Hermosilla explica cómo con el verbo ser y un adjetivo se atribuye al sujeto una simple cualidad, y, por el contrario, con los verbos activos, una acción. Recuerda que Aristóteles había situado a las cualidades y a las acciones en diversas categorías lógicas e ilustra estas afirmaciones con varios ejemplos.

La respuesta de Arbolí insiste en la radical distinción entre las dos formas homónimas y homógrafas -es- con significados y funciones diferentes. Los argumentos de Hermosilla se pueden aceptar ya que en nada inciden en la teoría del verbo único, es más, incluso en los casos en que los verbos activos se puedan descomponer según el modelo analítico, sería desaconsejable ya que los verbos activos se han formado precisamente para dar «soltura y rapidez a la expresión» mediante la síntesis de la afirmación y el atributo.




3.4.2.

El segundo argumento de Hermosilla se refiere a los verbos que, al ser descompuestos, cambian de significado. Los agrupa en cuatro apartados:

  • Los unipersonales (o terciopersonales), llueve, truena, etc. cuyas oraciones resultantes, por carecer de sujetos, serían radicalmente incompletas, p.e. es lloviente, es tronante, equivaldrían a no decir nada.
  • Los rigurosamente pronominales, en los que, al sufrir el cambio sustitutivo, desaparece el pronombre y cambian de significado.
  • El verbo estar.
  • Los tiempos compuestos de la voz activa y las perífrasis pasivas.

Arbolí insiste nuevamente en la diferencia entre el verbo sustantivo y la fórmula afirmativa es, y, a continuación, resuelve cada uno de los problemas presentados por Hermosilla.

  • Para afirmar la existencia actual de un hecho, no es necesario conocer su causa y, cuando se dice llueve, truena, etc., el hecho es el sujeto y la existencia actual es el atributo, «el verbo reasume ambos términos y la relación entre ellos percibida».
  • De manera idéntica soluciona Arbolí la dificultad de análisis de los verbos pronominales. La imposibilidad formal de transformación en una lengua determinada, en nada contradice al hecho de que el verbo implique la afirmación racional. La diferencia de estos verbos con los otros activos es sólo sintáctica o de régimen.
  • En cuanto al verbo estar, Arbolí reconoce la imposibilidad de permutarlo por el verbo ser, pero sostiene que, en las oraciones en que se emplea, también se afirma del sujeto un modo de ser y existir y nunca, un movimiento o una acción.
  • Y, finalmente, la inconvertibilidad de las formas compuestas y perifrásticas en otras con el verbo único es, no se opone a «la verdad inconcusa del principio, que en toda proposición, sea la que fuere su forma, va siempre expresa o implícitamente contenido el signo de la afirmación, la palabra es50».




3.4.3.

Hermosilla aduce otra prueba, de carácter histórico. A su juicio, todas las lenguas tuvieron verbos activos, mucho antes de que uno de ellos adquiriese «la significación metafísica» en que ahora se usa y por la cual recibe el nombre de «sustantivo». Se apoya en tres razones, las dos primeras negativas y la tercera, positiva:

  • No existen lenguas en las que todas las oraciones posibles se formen con el verbo ser-o su equivalente- y un adjetivo.
  • Se desconocen idiomas cuyos verbos activos no hayan existido siglos antes de que uno de ellos hubiese adquirido el valor de afirmación racional.
  • Y, finalmente, se puede probar empíricamente que el verbo ser español, el francés être y el italiano essere, derivados del latino esse, vienen todos del griego e+w , cuya significación inicial era ir o enviar y, posteriormente, llegar, estar en un lugar, estar y, más particularmente, estar fuera de la nada o existir.

Frente a estos argumentos, Arbolí presenta también otro de carácter negativo. Asegura que es imposible conocer el orden cronológico del nacimiento de los diferentes tipos de verbos y, en consecuencia, solamente se atreve a sugerir la hipótesis de su aparición simultánea. Excluidas las pruebas genéticas y cronológicas, concede singular fuerza al hecho indiscutible de la existencia actual, en todas las lenguas, del verbo único es.




3.4.4.

La cuarta prueba de Hermosilla sigue siendo de índole histórica.

«Ni existe, ni ha existido, ni puede existir una lengua sin verbos activos»51.



La explica, sin embargo, apoyándose en los conceptos de la psicología sensualista. Parte de la definición de la sensación como la percepción «de los movimientos comunicados por un cuerpo contiguo al órgano exterior o interior del nuestro, y trasmitidos por un nervio». Según él, el movimiento es la explicación del universo y la clave de la vida humana. Es inconcebible, por lo tanto, una lengua que carezca de medios adecuados, de palabras apropiadas, para significar el movimiento.

Arbolí, no sólo niega el valor de este argumento, sino que, incluso, lo aprovecha en favor de su propia teoría.

«...aunque admitamos el aserto en toda la extensión con que está enunciado, nada se seguirá de él contra la teoría filosófica del verbo. En efecto, no se conoce idioma alguno, antiguo ni moderno, que no tenga verbos adjetivos, esto es, verbos que además de significar la afirmación, expresan alguna propiedad, algún modo, ahora sea la acción, ahora la pasión, la situación, el estado, etc. Esto prueba que las lenguas en sus elementos principales no se formaron poco a poco y lentamente, ó por lo menos, que es natural a la inteligencia humana la propensión á facilitar la rapidez del pensamiento, tanto más encadenado, cuanto mayor es el número de voces á que se liga»52.






3.4.5.

Por último, Hermosilla formula una quinta proposición en términos, también, negativos.

«Suponer una lengua, que sin tener verbos activos tenga nombres adjetivos, es suponer un hecho absolutamente imposible»53.



La demostración sigue dos caminos lógicos, deductivo uno, empírico el otro. El primero es una mera aplicación de la teoría de las sensaciones. Los adjetivos -dice- significan aquellas cualidades físicas que les suponemos a consecuencia de las impresiones que determinaron en nuestros sentidos. Estas sensaciones se expresaron inicialmente por medio de verbos que después fueron derivando en adjetivos. «El hombre no pudo calificar de corredora a la liebre, sin haberla visto correr, ni de rugiente, o rugidor, al león sin haberlo oído rugir»54.

Como prueba empírica, aduce ejemplos de participios y adjetivos derivados de verbos latinos: amans, sanctus...

Arbolí muestra su desacuerdo con los dos supuestos en los que Hermosilla apoya la argumentación: que todos los adjetivos son nombres verbales y que todos los verbos significan acción. Apela a los ejemplos múltiples de verbos derivados de adjetivos y de verbos neutros que se pueden formar tanto en las lenguas antiguas como en las modernas. Advierte que, aunque la definición sensualista de la percepción fuera cierta, no es, ni mucho menos, evidente para la mayoría de los miembros de una comunidad lingüística.

«Esta verdad -afirma- no la conoce la generalidad de los hombres, y ninguno necesita conocerla para ver lo cuadrado, lo redondo, etc.; esto es, para formar las ideas de dichas propiedades, las cuales percibe y afirma, desde que se le manifiesta el objeto, como propiedades ó cualidades suyas, como partes constituyentes de la idea total que del objeto va formando; por consiguiente como verdaderas ideas concretas que es menester enunciar con nombres adjetivos»55.














4. Conclusión

La concepción gramatical de Arbolí está dentro de la línea teórica que viene desde la escolástica, atraviesa el pensamiento renacentista y, tras pasar por la filosofía cartesiana56, llega hasta algunas de las corrientes más modernas lógicas y lingüísticas. La tesis central afirma que los procesos mentales y lingüísticos, virtualmente idénticos, proporcionan al hombre unos medios privilegiados de interiorización y expresión.

Su definición de lenguaje como una facultad exclusiva del hombre, puede considerarse precedente de las teorías que le asignan como función peculiar -además de la comunicativa- la de servir de libre expresión del pensamiento y de respuesta adecuada a situaciones imprevistas.

Cuando niega como explicación suficiente del origen del lenguaje, la mera evolución biológica o el acuerdo previo, está próximo a las corrientes que rechazan las hipótesis puramente mecanicistas del comportamiento humano.

Su noción sincrética formal y funcional del verbo, que contiene implícita o explícitamente la cópula expresiva de la afirmación racional, es el germen de la distinción chomskiana entre la estructura profunda y la superficial. De la misma manera, la definición de Gómez Hermosilla se puede considerar como antecedente próximo de las teorías verbales de Guillaume, Pottier, Lamíquiz...

Como conclusión, podemos afirmar que la Gramática General de Arbolí es un ejemplo ilustrativo de una de las líneas del pensamiento lingüístico del siglo XIX en España, cuyo conocimiento ayuda a explicar la génesis y alcance de doctrinas gramaticales modernas.



 
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