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ArribaAbajoArtículo VIII

Versículos 15 y 16

Y la serpiente lanzó de su boca en pos de la mujer agua como un río, con el fin de que fuese arrebatada de la corriente. Mas la tierra ayudó a la mujer; y abrió la   —376→   tierra su boca, y sorbió el río que había lanzado el dragón de su boca.752

117. Estas cuatro palabras como la corriente de un gran río, nos llevan naturalmente, sin poder resistirlo, al paso del mar Rojo. Si se lee con esta advertencia el capítulo XIV del Éxodo, en él se halla la explicación de todo lo que aquí nos dice San Juan, en él se entienden al punto las dos metáforas de que usa. Primera: el agua como río que sale con violencia de la boca del dragón para alcanzar a la mujer que huye, para detenerla y hacerla volver atrás. Segunda: la boca que abre la tierra en favor de la mujer fugitiva, tragándose todo el gran río de agua que va contra ella. Leído este capítulo del Éxodo, no necesitamos de más explicación; todo el enigma queda disuelto.

118. Cuando la mujer misma de que hablamos, en los días de su juventud, viéndose tan perseguida y afligida en Egipto, voló hacia el desierto sobre las dos alas como de águila que se le dieron, ¿qué hizo Faraón? Yo voy, señor, a referir este gran suceso con la misma metáfora, y con las mismas expresiones y palabras de que usa San Juan, sin otra alteración que poner Faraón, donde dice Dragón, y mar donde tierra. Ved si podéis dejar de entenderme. Viendo Faraón que los hijos de Israel huían efectivamente de Egipto, y se encaminaban para el desierto, ayudados y conducidos por aquellas dos alas que Dios les había dado, lleno de un nuevo furor o indignación, arrojó de su boca una gran copia de agua, como un gran río, para alcanzar por este medio a los fugitivos, y hacerlos volver a su servicio: y Faraón lanzó de su boca agua como un río, con el fin de que fuesen arrebatados de la corriente. Pero el mar ayudó a los hijos de Israel, porque abriendo su boca, se tragó toda el agua que Faraón había echado de la suya753.   —377→   ¿No lo entendéis? Confrontad ahora esta metáfora con el texto mismo del Éxodo, y veréis toda la propiedad. Dice Moisés que luego que Faraón supo de cierto que huía todo Israel hacia el desierto, se inmutó su corazón y con él toda su corte: mudose el corazón de Faraón y el de sus siervos754; y sin perder tiempo dio luego orden a sus capitanes que juntasen todos sus ejércitos, y él mismo montando en su carro hizo que le siguiesen seiscientos carros escogidos: y todos los carros que se hallaron en Egipto, y los capitanes de todo el ejército.755 ¿Para qué todo este aparato? Para seguir a Israel que huye, y hacerlo volver a su servicio: con el fin de que fuese arrebatado de la corriente. Veis aquí, pues, el gran río de agua que Faraón arrojó de su boca, esto es, por orden y mandato suyo, exprimido con su palabra. Si acaso extrañáis que los ejércitos de Faraón se expliquen con la metáfora de un río de agua, podéis traer a la memoria que en Isaías se usa de la misma metáfora para anunciar la venida de los ejércitos del rey de Asiria contra todo Israel: Por esto he aquí que el Señor traerá sobre ellos aguas del río fuertes y abundantes, al rey de los Asirios, y todo su poder; y subirá sobre todos sus arroyos, y correrá sobre todas sus riberas.756

119. Dice más Moisés, que estando las tropas de Faraón, o el río que había salido de su boca, a vista de Israel, que estaba acampado en las orillas del mar Rojo, el mismo mar lo ayudó en aquel terrible conflicto; porque abriendo   —378→   su boca, o dividiéndose en dos partes, dio paso franco a los fugitivos, y cuando éstos llegaron a la otra parte, cerró su boca sobre los enemigos que los seguían: los envolvió el Señor en medio de las olas. Y se volvieron las aguas, y cubrieron los carros y la caballería de todo el ejército de Faraón, que habían entrado en la mar en su seguimiento; ni uno sólo quedó de ellos.757 Comparad ahora este texto con aquel otro: Mas la tierra ayudó a la mujer; y abrió la tierra su boca, y sorbió el río que había lanzado el dragón de su boca; y me parece que no podréis menos que reconocer dos misterios del mismo Israel, uno ya pasado y otro todavía futuro, cuando el mismo Dios saque segunda vez su mano omnipotente para poseer las reliquias de Israel758.

120. Con la combinación atenta y juiciosa de estos dos lugares del Apocalipsis y del Éxodo, salta luego a los ojos, y se presenta como de suyo la inteligencia fácil y llana de muchísimas profecías, que anuncian claramente a las reliquias de Israel cosas muy semejantes y aun mayores que las que sucedieron en su salida de Egipto. Primeramente, se entiende al punto, sólo con leerlo, todo el misterio de la expedición de la muchedumbre de Gog, de que se habla difusamente en los dos capítulos XXXVIII y XXXIX de Ezequiel. Esta expedición la pone este profeta luego inmediatamente después de la resurrección metafórica de los huesos áridos y secos de todo el capítulo XXXVII, en el cual, explicando el mismo Dios la metáfora, acaba con decir entre otras cosas: He aquí yo tomaré a los hijos de Israel de en medio de las naciones, a donde fueron; y los recogeré de todas partes, y los conduciré a su tierra.759 Concluido este misterio de   —379→   la vocación y asunción de Israel, empieza luego a profetizar la muchedumbre de gentes de varias partes y naciones, que han de ir contra el mismo Israel, a la tierra que se ha salvado de la espada, y se ha recogido de muchos pueblos a los montes de Israel... Y (hablando con el mismo Israel le dice) subiendo vendrás como tempestad, y como nube, para que cubras la tierra tú y todas tus huestes, y muchos pueblos contigo.760 ¿Quién no ve aquí el gran río de agua que arroja de su boca el dragón contra la mujer que huye? La tierra ayudó a la mujer, dice San Juan, porque abriendo su boca se tragó toda el agua del gran río. Esto mismo dice Ezequiel anunciando el fin de toda aquella infinita muchedumbre: Y sucederá en aquel día (dice el Señor): daré a Gog un lugar famoso para sepulcro en Israel; el valle de los que van hacia el Oriente de la mar, que hará pasmar a los que pasen; y enterrarán allí a Gog, y toda su muchedumbre, y será llamado el valle de la muchedumbre de Gog.761 Otras muchas observaciones se pueden hacer fácilmente sobre esta profecía, si se lee con esta advertencia, en lo cual ya no puedo ahora detenerme.

121. Demás de esto se entienden asimismo otros lugares de los Profetas, como el capítulo XVI de Isaías, que observaremos de propósito en el fenómeno siguiente, párrafo último. Se entiende todo el cántico de Habacuc, capítulo III, se entiende todo el capítulo último de Zacarías, y por abreviar, se entiende también la célebre profecía de   —380→   Joel capítulo III, la cual se ha pensado que habla del juicio universal, que se ha de hacer en el valle de Josafat; mas si se lee todo el capítulo seguido, parece necesario hallar otro misterio infinitamente diverso. El temor de este misterio y de las cosas particulares que aquí se anuncian, con tanta claridad, parece que es el que ha hecho sustituir en su lugar el juicio universal, del que piensan que habla Joel en estas palabras: ...he aquí en aquellos días, y en aquel tiempo, dice el Señor, cuando yo levantaré el cautiverio de Judá y de Jerusalén; juntaré todas las gentes y las llevaré al valle de Josafat; y allí disputaré con ellas en favor de Israel mi pueblo, y de mi heredad, que pusieron dispersa entre las naciones; y repartieron mi tierra, etc.762 En este texto, y en todo lo que se sigue hasta el fin de la profecía reparan muchos en aquellas tres palabras: juntaré todas las gentes; y después en aquellas otras: Salid fuera, y venid todas las gentes del contorno, y congregaos; allí hará Dios caer tus valientes. Levántense, y vayan las gentes al valle de Josafat, porque allí me sentaré para juzgar a todas las gentes al contorno.763 Mas, lo primero, estas palabras, todas las gentes, en frase ordinaria de la Escritura Santa, ¿significan otra cosa las más veces que una gran muchedumbre de varios pueblos, tribus y lenguas? ¿No se dice, por ejemplo, en Zacarías capítulo XIV: reuniré todas las gentes en batalla contra Jerusalén, y será tomada la ciudad764? ¿No dicen las reliquias de Israel   —381→   en el salmo CXVII: Todas las naciones me cercaron, mas yo tomé venganza de ellas en el nombre del Señor765? ¿No nos enseñan los mismos doctores, sobre otros mil lugares de la Escritura, que estas palabras de todos los hijos de Israel, todas las naciones, todas las gentes, todas las familias de las gentes, etc.766, no siempre significan todos los individuos, sino algunos o muchos de cada pueblo, o de cada nación? ¿Por qué, pues, entienden aquí todos los individuos del linaje humano, y éstos no vivos, sino ya muertos y resucitados? Lo segundo, después de la resurrección universal, ¿podrán los judíos, ya restituidos a su tierra, vender a las gentes que a ellos los vendieron en otro tiempo? Pues ésta es una de las cosas que dice Dios a estas gentes en esta misma profecía, o en este juicio que hará de ellas sentado en el valle de Josafat: He aquí yo los levantaré (a los Judíos) del lugar en que los vendisteis, y vuestra paga volveré contra vuestra cabeza. Y venderé vuestros hijos y vuestras hijas por mano de los hijos de Judá, y los venderán a los Sabeos, pueblo apartado, porque el Señor habló.767 Oh, señor mío, no perdamos tiempo, leed por vuestros ojos toda esta célebre profecía, contenida en el capítulo III de Joel. Considerad atentamente, no una u otra palabra de por sí, sino todas sus palabras por su orden, unidas las unas con las otras, como debe hacerse con cualquiera otra Escritura, por humana que sea; y creo firmemente que con esta sola diligencia quedaremos perfectamente de acuerdo.

122. En suma, con la combinación de este lugar del Apocalipsis y del Éxodo, se entiende todo el capítulo VII   —382→   de Miqueas, donde promete el que no puede mentir, que las maravillas que hará cuando saque a Israel de entre las naciones, donde lo tiene desterrado y disperso, serán muy semejantes a las que hizo antiguamente cuando lo sacó de Egipto768; que verán las gentes estas maravillas, como las vieron los Egipcios, y por más esfuerzos que hagan, no conseguirán otra cosa que su propia confusión: Lo verán las gentes, y serán confundidas con todo su poder; pondrán la mano sobre la boca, serán sordas las orejas le ellos. El polvo lamerán como las serpientes, como los reptiles de la tierra se estremecerán dentro de sus casas; al Señor Dios nuestro respetarán, y temerán.769 Finalmente, así como cuando se vio todo Israel a la otra parte del mar Rojo, cuando vio por sus ojos devorado y sumergido, en aguas impetuosas, todo aquel grande y formidable río que iba contra él, salido de la boca de Faraón; cuando vio tan claramente a su favor la mano omnipotente de su Dios, etc., cantó, lleno de un júbilo sagrado y de un religioso pavor, aquel cántico sublime que siempre se lee con admiración en el capítulo XV del Éxodo; así, de un modo perfectamente semejante, cuando la tierra se haya tragado toda el agua del río grande, salida de la boca del dragón, que va contra la mujer que huye al desierto (metáfora clarísima, anunciada por la misma alusión) viéndose ya libre y puesta en seguro por medio de tantas maravillas, cantará también a su Dios aquel otro cántico profético, más sublime en la sustancia que en los accidentes, que ya está preparado en el mismo Miqueas, y con que concluye este profeta toda su profecía.

¿Quién es, o Dios, semejante a ti, que quitas la maldad,   —383→   y olvidas el pecado de las reliquias de tu heredad? No enviará más su furor, porque es amador de misericordia. Se tornará, y tendrá misericordia de nosotros; sepultará nuestras maldades, y echará en el profundo de la mar todos nuestros pecados. Harás verdad con Jacob, con Abrahán misericordia, como lo juraste a nuestros padres desde los días antiguos.770

La soledad de la mujer, según las Escrituras.

123. Llegada finalmente la mujer al lugar que Dios le tiene preparado, será allí apacentada con el pasto conveniente en aquellas circunstancias, por un tiempo, y dos tiempos, y la mitad de un tiempo... o mil doscientos y sesenta días... o cuarenta y dos meses771, que todo suena el espacio de tres años y medio. Sobre este retiro y soledad de la célebre mujer, parece naturalísimo el deseo de algunas noticias más individuales; ya pertenecientes al lugar determinado de la tierra, a donde la han de conducir sus alas por orden de Dios; ya también pertenecientes a sus ocupaciones en la soledad, y a los designios de Dios en una providencia tan extraordinaria.

124. Cuanto a lo primero decimos que aunque el texto del Apocalipsis nada nos dice en particular, pues sólo anuncia el misterio en palabras muy generales; mas combinado este texto con otras noticias bastantemente claras, que se hallan en los Profetas de Dios, podemos discurrir sin temor de alejarnos mucho de la verdad, que el lugar determinado   —384→   de la tierra, en aquel tiempo desierto y solo, donde Dios ha de llevar a esa mujer, será aquel mismo país, prometido con juramento a sus padres para su descendencia: desde el río de Egipto hasta el grande río Eúfrates.772 Dadme atención, y considerad con formalidad las razones en que me fundo.

125. Primeramente, dice San Juan versículo 6, que la mujer después del parto huyó luego a la soledad, donde tenía ya lugar preparado por Dios mismo773; y en los versículos 13 y 14 donde vuelve a hablar más de propósito de esta huida, por haberla interrumpido con la batalla de San Miguel con el dragón, dice que este lugar preparado de Dios, ya desierto y solo, es un lugar propio de la mujer, y preparado de antemano por Dios mismo: Y que fueron dadas a la mujer dos alas de grande águila, para que volase al desierto a su lugar. Ahora, un lugar propio de la mujer, y preparado de antemano por Dios mismo, ¿cuál os parece que podrá ser? Yo no negaré que este reparo, mirado en sí mismo, tiene todo el aire de aquellas sutilezas, sólo buenas o pasables en un discurso panegírico. Por tanto, si en toda la divina Escritura no hubiera otra luz que ésta, yo fuera el primero en confesar que es una luz muy escasa, insuficiente e inservible; por consiguiente, que el lugar determinado de la tierra, donde la mujer debe huir, es una de las cosas que ignoramos. Mas si combinamos esto poco que aquí dice San Juan, con lo que se dice sobre esto mismo en otros muchos lugares de la Escritura de los Profetas, parece que no hay necesidad alguna de esta confesión, y que podremos sin recelo afirmar aquella proposición, produciendo las razones que tenemos.

126. Para lo cual debemos, antes de todo, traer a la memoria, a lo menos en general y en confuso, todas aquellas profecías clarísimas con que hemos probado en varias   —385→   partes, principalmente en el fenómeno V y VII, que el destierro y dispersión actual de los hijos de Jacob, es un castigo de Dios, predicho de mil maneras por sus profetas, y confirmado por la boca del mismo Mesías: Porque éstos son días de venganza, para que se cumplan todas las cosas que están escritas... Y caerán a filo de espada, y serán llevados en cautiverio a todas las naciones.774 Asimismo, que este castigo no debe ser eterno, sino limitado a un determinado tiempo que sólo Dios sabe; que alguna vez se ha de aplacar la justa indignación de Dios, respecto de estos miserables, y convertirse la ira en misericordia; que llegado este tiempo, los sacará el mismo Dios con su brazo omnipotente de todas las tierras y naciones donde él mismo los tiene dispersos, así como los sacó antiguamente de Egipto, y los plantará de nuevo establemente en aquella misma tierra, prometida para ellos a sus padres, y esto a pesar de todas las potestades de la tierra: Aun cuando hubieres sido arrojado hasta los polos del cielo, de allí te sacará el Señor Dios tuyo, y te tomará, e introducirá en la tierra que poseyeron tus padres, y la disfrutarás... Y alzará bandera a las naciones, y congregará los fugitivos de Israel, y recogerá los dispersos de Judá de las cuatro plagas de la tierra.775 De estos anuncios y promesas hallaréis infinitos en los profetas, desde Moisés hasta Malaquías.

127. Pues en esta suposición cierta e innegable discurrimos así. Para que Dios introduzca y plante de nuevo las reliquias de Jacob en la tierra prometida para ellos a sus padres, es necesario que primero les prepare esta misma   —386→   tierra, y esto es lo que dice San Juan: la mujer huyó al desierto, en donde tenía un lugar aparejado de Dios. Esta preparación, según las Escrituras, y según la razón natural, debe comenzar necesariamente por la evacuación de la misma tierra; como quien prepara un palacio o casa para una grande y numerosa familia que se espera de nuevo, a quien la casa misma pertenece en propiedad, lo primero que hace es evacuarla de todas las otras personas que habitan en ella, como que no son ellos los verdaderos y legítimos dueños, y de esta suerte reducir la casa a una verdadera soledad. Ésta, pues, es según las Escrituras la primera cosa que ha de hacer la mano omnipotente del Dios de Abrahán, antes de llamar y congregar todas sus reliquias, o antes de dar alas a la mujer para que huya a la soledad, a su lugar... a un lugar aparejado de Dios. Así lo tiene claramente anunciado el mismo Dios, en el capítulo XXVII de Isaías, como queda observado en el fenómeno quinto, primer aspecto, segunda instrucción. Repárese con nueva y mayor atención en esta profecía, atendiendo bien a todo su contexto, o a los tiempos de que se habla.

Y sucederá: Que en aquel día herirá el Señor desde el cauce del río (el Eúfrates) hasta el torrente de Egipto, y vosotros, hijos de Israel, seréis congregados uno a uno. Y sucederá: Que en aquel día resonará una grande trompeta, y vendrán los que se habían perdido.776

128. Lo cual concuerda perfectamente con lo que se dice en el salmo IX: seréis exterminadas, oh naciones, de la tierra de él.777 Ahora, si esta profecía se ha de cumplir alguna vez, ¿cuándo podrá ser esto, sino en el tiempo y circunstancias de que vamos hablando? Consideradlo bien. Conque es a lo menos sumamente verosímil, que en el   —387→   tiempo de la vocación y asunción futura de Israel, o de la huida de la mujer a la soledad, se verifique o esté ya plenamente verificada esta profecía; por consiguiente, que esté reducida a un verdadero desierto y soledad toda la tierra de promisión, por aquel mismo Señor, que no sólo es omnipotente, sino también infinitamente veraz; y es igualmente verosímil que ésta sea la preparación del lugar de que habla San Juan; la preparación, digo, de un lugar propio de la mujer que ha de huir a él: en donde tenía un lugar aparejado de Dios... para que volase al desierto a su lugar.

129. Fuera de esto, si se quiere dar alguna mayor atención a los Profetas, en ellos se hallan, no digo solamente vestigios, sino luces bien claras de este mismo misterio. Primeramente, en Ezequiel se leen estas palabras.

Vivo yo, dice el Señor Dios, que con mano fuerte, y con brazo extendido, y con furor encendido reinaré sobre vosotros. (Son las expresiones de que usa el Señor hablando de la salida de Egipto.) Y os sacaré de los pueblos, y os congregaré de las tierras, en donde habéis sido dispersos... Y os conduciré a un desierto despoblado, y allí entraré en juicio con vosotros cara a cara. Como disputé en juicio contra vuestros padres en el desierto de la tierra de Egipto, así os juzgaré, dice el Señor Dios. Y os someteré a mi cetro, y os haré entrar en los lazos de la alianza... En olor de suavidad os recibiré, cuando os sacare de los pueblos y os congregare de las tierras en donde estáis dispersos, y seré santificado entre vosotros a vista de las naciones. Y sabréis que yo soy el Señor, cuando os llevare a la tierra de Israel, a la tierra por la que alcé mi mano para darla a vuestros padres. Y allí os acordaréis de vuestros caminos, y de todas vuestras maldades con las que os habéis contaminado, y os desagradaréis de vosotros en vuestros ojos, por todas las maldades que cometisteis. Y sabréis que yo soy el Señor, cuando os hiciere bien por mi nombre, y   —388→   no según vuestros malos caminos, ni según vuestras detestables maldades, casa de Israel, dice el Señor Dios.778

130. Dejando por ahora, no sin repugnancia, las muchas reflexiones que sobre este texto se pudieran hacer, yo reparo solamente en dos expresiones, que son las que hacen a mi propósito actual. Primera: os sacaré de los pueblos, y os congregaré de las tierras, en donde habéis sido dispersos... Y os conduciré a un desierto despoblado. Segunda: cuando os llevare a la tierra de Israel. Estas dos cláusulas, siguiendo el hilo del contexto, suenan visiblemente una misma cosa. Así, el desierto de los pueblos, o la tierra evacuada de los pueblos que en ella habitaban, a donde Dios ha de llevar las reliquias de Israel, será la misma tierra de Israel por la que alzó su mano para darla a los padres de ellos.

131. En Oseas (capítulo II) habla el Señor de la casa de Jacob, usando de la misma metáfora de una mujer, esposa de Dios, arrojada por sus delitos de casa del esposo; y después de haber anunciado los grandes trabajos con que la había de castigar (los cuales vemos ya verificados con toda plenitud) pasa luego a hablar de su futura vocación, y   —389→   de lo que ha de hacer con ella, cuando sea tiempo. Esta consolación empieza desde el versículo 14, y sigue hasta el fin: Por tanto he aquí yo la atraeré; expresión propísima y779 naturalísima780, para significar el afecto de compasión y ternura, y las palabras llenas de amor y cariño con que será llamada; que por eso los LXX y después de ellos Pagnini y Vatablo en lugar de la atraeré, leen, la separaré.

He aquí yo la atraeré, y la llevaré al desierto, y la hablaré al corazón. Y le daré sus viñadores del mismo lugar, y el valle de Achor para entrar en esperanza (o a la puerta de la esperanza); y cantará allí según los días de su mocedad, y según los días en que salió de tierra de Egipto.781

132. Como si dijera: yo llamaré a su tiempo a esta miserable, después que haya sufrido su doble confusión, y en primer lugar la haré llevar a la soledad, donde le hablaré no solamente a los oídos, sino también al corazón. Allí le daré operarios o ministros naturales de aquel mismo lugar, esto es, Israelitas782 de la misma estirpe de Jacob; le daré también segunda vez el valle de Achor, el cual será para ella como la puerta o el principio de su esperanza783. Para entender bien toda la fuerza y propiedad de estas últimas palabras, debemos saber o traer a la memoria que este valle de Achor, ameno, fertilísimo (cerca del cual estaba la antigua Jericó, y según dicen algunos, las mejores viñas de Engaddi, de que se habla en los cantares) fue la primera tierra donde se acampó todo Israel, conducido ya por Josué, después de haber pasado el Jordán, con prodigios muy semejantes al paso del mar Rojo. En   —390→   este valle se empezaron a abrir sus esperanzas, así por el paso milagroso del Jordán que detuvo sus corrientes, o las encaminó perpendicularmente hacia el cielo, como por la milagrosa toma de Jericó, y luego después de la de Hay, como se refiere en el libro de Josué, capítulos VI, VII y VIII. Este valle, pues, dice el Señor aludiendo manifiestamente a aquella primera entrada en la tierra de promisión, que le dará entonces a la mujer que ha de llevar a la soledad para que allí se abran sus esperanzas, viendo otra vez abierta para ella aquella primera puerta de la tierra santa: y la llevaré al desierto, y la hablaré al corazón. Y le daré sus viñadores (u operarios) del mismo lugar, y el valle de Achor para entrar en esperanza (o en la puerta de la esperanza).

133. En Miqueas, capítulo VII, 13, se lee que aquella tierra será desolada por la iniquidad de habitadores784; lo cual ejecutado, habitará en ella la grey de la heredad del Señor, como en un desierto y soledad, o como en las quebradas o bosques del monte Carmelo: Apacenta a tu pueblo con tu cayado, la grey de tu heredad785; se le dice inmediatamente al Mesías o a Dios mismo: apacenta a tu pueblo... la grey de tu heredad a los que moran solos en el bosque en medio del Carmelo. Los tiempos de que habla aquí este profeta es fácil conocerlos por todo su contexto.

134. En Isaías se lee que los pastos propios de esta misma grey, donde ella debía vivir y ser apacentada, según las intenciones de Dios, serán por largo tiempo la habitación y el gozo de los onagros o bestias salvajes786; y para que no se piense que aquí se habla de la cautividad de Babilonia, añade inmediatamente el Profeta, que esto durará hasta que se derrame sobre esta misma grey el espíritu   —391→   de lo alto: Gozo de asnos monteses, pasto de rebaños, hasta que sea derramado sobre nosotros el espíritu de lo alto.787 Que derramado este espíritu, prosigue, sobre esta misma grey de que se habla, entonces el desierto será como un Carmelo; y lo que antes parecía un Carmelo, o un lugar ameno y delicioso, será reputado por un bosque788; metáfora bien expresiva y bien clara del estado actual de la casa de Jacob en comparación de la iglesia de las gentes, que son ahora la casa del mismo Jacob por la fe; y al contrario, de lo que deberá suceder en otros tiempos: porque aún habrá otro tiempo.789 En aquel tiempo, prosigue el Profeta, habitará el juicio en la soledad, y allí mismo se sentará la justicia y se dejará ver con toda su hermosura: Y morará el juicio en el desierto, y la justicia residirá en el Carmelo.790 Que la obra o el fruto de la justicia será la paz; que el culto o adorno de la justicia será el silencio; todo lo cual producirá una verdadera paz y una seguridad inalterable791.

135. Habiendo conocido, a lo menos probablemente, el lugar desierto y solo a donde ha de conducir Dios a la mujer después de su parto misterioso, se sigue ahora naturalmente la consideración, según las Escrituras, de lo que debe pasar en aquella soledad, esto es, de los fines que Dios pretende en llevar allí a la mujer, y tenerla como escondida de la presencia de la serpiente, por espacio de 42 meses, que son puntualmente los que debe durar entre las gentes la gran tribulación anticristiana; hasta que,   —392→   luego después de la tribulación de aquellos días792, se desprenda del monte la piedra; y vuelva del cielo el Rey de los reyes. La inteligencia de este punto nos la ofrecen y facilitan casi todos los profetas, a donde nos remite visiblemente el amado discípulo con sus continuas alusiones.

136. No solamente, pues, ha de sacar Dios segunda vez de Egipto o de todas las naciones a su antigua esposa, según sus promesas infalibles; sino que, según las mismas promesas, la ha de conducir en primer lugar a la soledad793, así como lo hizo la primera vez; para que allí, libre de toda distracción, y desembarazada de todo otro cuidado, dé lugar al espíritu de Dios, a quien no puede recibir el mundo794, y empiece a oír, y entender lo que se le dice al corazón. Para que allí vea y contemple, como reducido a un punto de vista, todo cuanto Dios ha hecho con ella, desde que la sublimó graciosamente a la dignidad de esposa suya; y por otra parte, reducido asimismo a otro punto de vista, todo lo que ella ha hecho con su Dios: os conduciré a un desierto despoblado, y allí entraré en juicio con vosotros cara a cara; expresión vivísima y naturalísima, para significar un juicio mutuo, donde se manifiesta claramente la conducta de ambos esposos, y las razones que pueden producirse de una y otra parte.

137. Por eso les dice el mismo Señor por Isaías: Acercaos a defender vuestra causa... alegad, si acaso tenéis alguna razón poderosa, dijo el Rey de Jacob.795 Y en el capítulo XLIII, después de acordarles las maravillas que hizo para sacarlos de Egipto, añade estas palabras: No os acordéis de las cosas pasadas, y no miréis a las antiguas. Ved que yo las hago nuevas, y ahora saldrán a luz, ciertamente las conoceréis; pondré camino en desierto, y ríos   —393→   en despoblado.796 Pasa luego a hacerles presentes los grandes y continuos beneficios que han recibido de su mano, y la suma e increíble ingratitud con que ha sido siempre correspondido: No me invocaste, Jacob, ni te cuidaste de mí, Israel... Antes me hiciste servir en tus pecados, me has dado pena con tus iniquidades. Yo soy, yo soy el mismo que borró tus iniquidades por amor de mí, y no me acordaré de tus pecados. Tráeme a la memoria, y entremos en juicio a una; relata si alguna cosa tienes para justificarte.797

138. Pues en esta soledad, en esta quietud, en este juicio mutuo, abiertos798 ya los oídos y los ojos de la esposa, y convertidas sus tinieblas en luz, como también le está prometido por estas palabras: haré que delante de ellos las tinieblas se cambien en luz799; se correrá con esto aquella cortina, o se alzará aquel velo denso y tenebroso, que hasta ahora tiene cubierto su corazón: hasta el día de hoy800, dice el Apóstol, y nosotros lo decimos hoy con la misma verdad: el velo está puesto sobre el corazón de ellos. Mas cuando se convirtiere al Señor, será quitado el velo.801 Corrida, digo, esta cortina y alzado este velo, comenzará a ver, y también a entender sus Santas Escrituras; las cuales, por su propia iniquidad madre natural de la ceguedad, y mucho más por culpa manifiesta e innegable   —394→   de sus doctores, han sido y son hasta ahora, respecto de ella, como las palabras de un libro sellado.802 Con esta inteligencia, y con la noticia y recuerdo de todo lo pasado, máximamente de aquel tratamiento inicuo, cruel y bárbaro, con que fue recibido en la santa ciudad su mismo Mesías, que era todo su amor y toda su esperanza, comenzará sin dudar aquel tierno, amargo e inconsolable llanto de que se habla en Zacarías, capítulo XII, y proseguirá sin interrupción hasta que se complete en Jerusalén. En aquel día (dice este profeta) será grande el llanto en Jerusalén... Y plañirá la tierra, familias y familias a solas... y lo plañirán con llanto, como sobre un unigénito, y harán duelo sobre él, como se suele hacer en la muerte de un primogénito.803 Allí, con el corazón enternecido, y al mismo tiempo contrito y humillado, y con los ojos llenos de lágrimas, comenzará a decirle a su Mesías, más con el corazón que con la boca, aquellas tiernas palabras, que ya están registradas en el mismo Profeta: ¿Pues qué llagas son éstas en medio de tus manos?804 Y el Señor le responderá, y le hará sentir la respuesta en lo más íntimo del corazón: De éstas he sido llagado en la casa de aquellos que me amaban (o en la casa de mi amada, como leen los LXX).

139. Allí, en aquella quietud y soledad se le mudará del todo el corazón, derramándose sobre ella aquella agua pura y limpia (símbolo propio del bautismo y del Espíritu de Dios) que se le promete en el capítulo XXXVI de Ezequiel, desde el versículo 24. Por cuanto os sacaré de entre   —395→   las gentes, y os recogeré de todas las tierras, y os conduciré a vuestra tierra. Y derramaré sobre vosotros agua pura, y os purificaréis de todas vuestras inmundicias... Y os daré un corazón nuevo, y pondré un espíritu nuevo en medio de vosotros; y quitaré el corazón de piedra de vuestra carne, y os daré corazón de carne. Y pondré mi espíritu en medio de vosotros, etc.805 Allí les dará el Señor aquellos pastores buenos y excelentes, que se les prometen por Oseas, y por Jeremías, los cuales les darán el pasto conveniente de doctrina, de instrucción y de exhortación, de aliento, de fervor, para que ninguno de sus individuos desfallezca y se eche menos en el número: Y les daré sus viñadores del mismo lugar... Y levantaré sobre ellos pastores, y los apacentarán; de allí adelante no tendrán miedo, ni se asombrarán; y de su número no será buscado ninguno.806 Estos pastores parece serán sus mismas alas, que la han de conducir a la soledad: en donde tenía un lugar aparejado de Dios, para que allí la alimentasen mil doscientos y sesenta días. Allí se santificará con aquella perfecta santificación que se le tiene anunciada y prometida para después de la resurrección metafórica de los huesos áridos y secos: y pondré mi santificación en medio de ellos por siempre.807 Allí derramará sobre ella el Padre celestial con infinita bondad y profusión espíritu de gracia y de oración808; y junto   —396→   con el don de oración, también el espíritu bueno y sumamente necesario, para un pecador, de llanto, de contrición y penitencia: Y haréis memoria de vuestros caminos perversos, y de vuestros depravados afectos; y os serán amargos vuestros pecados, y vuestras maldades. No lo haré yo por vosotros, dice el Señor Dios, tenedlo entendido; confundíos, y avergonzaos sobre vuestros caminos, casa de Israel.809

140. Allí, en aquella soledad, o al entrar en ella descubrirá el Señor (para los fines que él solo sabe, y no tocan a nuestra ignorancia y pequeñez) el arca sagrada de la antigua alianza, y junto con ella el antiguo altar y tabernáculo, que Jeremías, por una orden expresa que recibió de Dios810, sacó del templo, después de destruida Jerusalén por Nabucodonosor, y escondió en una cueva del monte Nevo, situado a la otra parte del Jordán, en la tierra de Moab. Lo cual ejecutado, el mismo Jeremías profetizó: Que será desconocido el lugar, hasta que reúna Dios la congregación del pueblo, y se le muestre propicio. Y entonces mostrará el Señor estas cosas, y aparecerá811 la majestad del Señor, y habrá nube, como se manifestaba a Moisés, etc.812

141. Allí, en suma, se verificarán otras innumerables profecías, de que están llenos los Profetas, especialmente los Salmos, que nos anuncian la conversión, la restitución y asunción futura de las reliquias de Israel, y la mudanza de su estado presente en otro infinitamente diverso, que su misma novedad y grandeza ha hecho increíble. Volved   —397→   a leer con mayor atención la profecía de Oseas, que poco ha apuntamos.

He aquí yo la atraeré, y la llevaré al desierto, y la hablaré al corazón. Y le daré sus viñadores del mismo lugar, y el valle de Achor para entrar en esperanza, y cantar allí según los días de su mocedad, y según los días en que salió de tierra de Egipto. Y acaecerá en aquel día, dice el Señor, me llamará: Marido mío... Y te desposaré conmigo para siempre, y te desposaré conmigo en justicia, y juicio, y en misericordia, y en clemencia. Y te desposaré conmigo en fe, etc.813




ArribaAbajoArtículo último

Versículos 17 y 18

Y se airó el dragón contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra los otros de su linaje, que guardan los mandamientos de Dios, y tienen el testimonio de Jesucristo. Y se paró sobre la arena de la mar.814

142. Este último suceso que anuncia aquí San Juan, parece la consecuencia también última, o la resulta final de la vocación y asunción de las reliquias de Jacob. No habiendo el dragón podido impedir el parto de la mujer, ni tampoco devorarlo; no habiendo después de esto podido   —398→   conseguir entrada, ni audiencia en el tribunal del justo Juez; no habiendo podido resistir al príncipe grande San Miguel que lo arrojó a la tierra con todos sus ángeles; no habiendo podido, en fin, después que fue vencido y arrojado a la tierra, alcanzar815 a la mujer que huía, ni por sí, ni por medio de aquel gran río, que como otro Faraón arrojó de su boca, con el fin de que fuese arrebatada de la corriente, esto es, para hacerla volver a la servidumbre y cadenas de Egipto; dice el texto sagrado que se irritó furiosamente contra la mujer, y quedó como abrasado y ardiendo en vivas llamas de furor: y se airó el dragón contra la mujer. Mas considerando, a pesar suyo, que aquel mal era ya irremediable, y que el pájaro no solamente se le había volado de entre las manos, sino que había volado a cierta soledad, para él ciertamente inaccesible (de la presencia de la serpiente) no quiso perder inútilmente aquel poco tiempo que le quedaba. Tomó, pues, para consolarse de algún modo el último partido y resolución que puede tomar un desesperado. Convirtió toda su indignación, su rabia y su furor contra lo que quedaba en la tierra, de su linaje, que no puede ser otra cosa sino las reliquias del verdadero cristianismo entre las gentes; pues expresamente se dice que estas reliquias, del linaje de la mujer, contra quienes convierte el dragón todas su iras, son aquellos que observan los mandamientos de Dios, y tienen el testimonio de Jesucristo: y se fue a hacer guerra contra los otros de su linaje, que guardan los mandamientos de Dios, y tienen el testimonio de Jesucristo; los cuales, por la fe pura e incorrupta, son linaje de Abrahán, y por una consecuencia necesaria, son del linaje de aquella mujer.

143. Y veis aquí con esto solo mudado todo el teatro o aspecto presente de nuestra tierra. Veis aquí el verdadero principio de la tribulación anticristiana, de que estamos amenazados en todas las Escrituras, y de que nos hablan con tanta claridad y con expresiones tan vivas, así los apóstoles como el Hijo de Dios, según los evangelios.   —399→   Veis aquí revelado, manifiesto, perfecto y consumado aquel mismo misterio de iniquidad, que ya se comenzaba a obrar aún en los tiempos de San Pablo816. Del cual misterio de iniquidad, ya revelado públicamente, sigue luego hablando San Juan en todo el capítulo siguiente, bajo la metáfora de una bestia terrible con siete cabezas y diez cuernos, y de otra bestia aún más terrible de dos solos cuernos, semejantes a los de un cordero; mas con voz o locuela de dragón. Todo lo cual se puede ver de nuevo y considerar con mayor atención en el fenómeno III, desde el párrafo III, a donde me remito por la presente para el perfecto cumplimiento de este fenómeno.

Conclusión

144. Esto es, amigo y Señor mío, lo que juzgo en el Señor, según las Santas Escrituras, sobre la verdadera inteligencia del capítulo XII del Apocalipsis. En esta inteligencia, como acabáis de ver, todo corre naturalmente sin tropiezo, sin embarazo, sin artificio, sin violencia; y todo corre según las Escrituras. Yo no niego que me puedo en esto engañar, así como en otras muchas cosas en que me parece haber encontrado la verdad. Sé que soy, como todos, hijo de Adán, y no tengo privilegio alguno que pueda eximirme de la pensión general a todos los mortales. Por tanto, me creo obligado a protestar, como lo hago en verdad, que todas las cosas que sobre esto he dicho, mi intención no es afirmar como una verdad, demostrada o demostrable, sino solamente proponer y pedir. Proponer estas cosas a la consideración de los sabios, y pedir instantemente consideración, como que la juzgo infinitamente interesante. Para lo cual me parece buena disposición que cualquier juez, aunque sea el ingenio más sublime, ponga primero aparte toda preocupación, y procure quedar en una plena y perfecta indiferencia para tomar o rechazar lo que   —400→   hallare o no, conforme a la verdad. Luego tomando en las manos aquella fiel balanza, que llamamos sentido común, pese en ella escrupulosamente todo este sistema, y toda la inteligencia de la profecía que acabo de proponer; y ésta no solamente en sí misma, según su peso y valor intrínseco, o según los fundamentos en que estriba, que son las Santas Escrituras; sino también respecto de los otros sistemas o inteligencias que hasta ahora se han imaginado. Hecho esto, yo espero la sentencia, y estoy prontísimo a sujetarme a ella.

145. Si la mujer que hemos propuesto no es en la realidad la misma de que habla la profecía (lo cual se deberá primero convencer con buenas razones) a lo menos parece ciertísimo que todo cuanto dice esta profecía se debe verificar, según otras muchas profecías, en esta misma individua mujer de que hemos hablado. Y si todo eso se ha de verificar en ella en algún tiempo, según las Escrituras, ¿qué razón puede haber para repugnar o dudar de que sea ella misma? No se puede negar que esta inteligencia no se conforma, antes repugna manifiestamente a las ideas ordinarias; se pueden seguir de ellas muchas consecuencias, no menos legítimas que desagradables. Mas tampoco se puede negar, por más que se desee, que esta misma inteligencia no repugna, antes se conforma enteramente con todas las Escrituras del Viejo y Nuevo Testamento.

146. Por estas Escrituras sabemos, lo primero, que las naciones llamadas de Dios con tan grandes misericordias, tienen sus tiempos fijos y precisos, señalados ya en la presciencia divina, y en su altísima e inescrutable providencia; los cuales tiempos de misericordia (según dice a las mismas naciones su propio Apóstol con la mayor formalidad y claridad posible), serán solamente para aquellos que permanezcan en bondad; dando como buenos injertos en la buena oliva, aquellos frutos buenos y abundantes que se deben esperar después de un beneficio o de un cultivo tan   —401→   extraordinario; si permanecieres en la bondad, de otra manera serás tú también cortado.817 La cual permanencia en bondad, esto es, en fe y en justicia, se nos anuncia por otra parte, o por otras mil partes, que no se verificará, como queda notado en varias partes de este escrito.

147. Sabemos, lo segundo, por las mismas Escrituras, que las tribus de Jacob, arrojadas de su Dios con... ira, y con... grande indignación818, y castigadas con tan gran severidad, de herida de enemigo con cruel castigo819, tienen del mismo modo sus tiempos de severidad y rigor, señalados en la presciencia y providencia admirable y altísima del mismo Dios; los cuales tiempos, como predica el mismo Apóstol, serán precisamente aquellos en que no durare en las naciones la bondad; pues así como éstas consiguieron misericordia sin buscarla por la incredulidad de los judíos, así alternativamente la conseguirán los judíos: Porque Dios todas las cosas encerró en incredulidad, para usar con todos de misericordia. ¡Oh, profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán incomprensibles son sus juicios, e impenetrables sus caminos!820

148. Ahora, como la verdadera Iglesia cristiana es ciertamente indefectible, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella821, deberá Dios dar alguna providencia, nueva y extraordinaria, hacia el fin de los tiempos de las naciones, para que no falte del todo, aun cuando se haya resfriado la caridad, y apagado casi enteramente la lumbre de la fe por la abundancia de la iniquidad822. ¿Qué providencia será esta? Los doctores, llegando a esta estrechura, y confesando el hecho, aunque a más no poder, procuran   —402→   no obstante llevar hasta el fin la idea favorable. Así dicen que la verdadera Iglesia cristiana en los tiempos terribles de la tribulación del Anticristo, se conservará en aquellos pocos o poquísimos fieles, que quedarán incorruptos, en medio de la general iniquidad. Bien, ésta es una verdad, por sí conocida, que no puede negar quien cree que la Iglesia es indefectible. ¿Cómo ha de ser indefectible, si en algún tiempo faltan todos los fieles, sin quedar algunos que puedan constituirla? Quedarán, pues, algunos fieles, en quienes se conservará la Iglesia hasta la venida del Señor, y éstos serán indubitablemente (o todos o muchos) los que después de la resurrección de los santos subirán juntamente con ellos en las nubes a recibir a Cristo en los aires823. Todo esto, vuelvo a decir, es una verdad. Mas esta verdad, ¿es lo único que hay aquí que considerar? Fuera de esta verdad, ¿no hay todavía otra de mayor consideración? ¿Por qué se olvida, pues, esta verdad? ¿Por qué se olvida, digo, la vocación, la asunción, la restitución, la plenitud de los judíos, tan clara, tan visible, tan patente en todas las Escrituras? ¿Por qué se desprecian tanto estos miserables? Veis aquí de paso la verdadera causa de la oscuridad, a mi parecer, de los Profetas; quiero decir, el desprecio de los judíos, el no querer traerlos a consideración sino en las cosas que les son contrarias, el olvidarlos absolutamente en las favorables; y no obstante, con ellos todo se entiende, y sin ellos nada.

149. La providencia, pues, que según las Escrituras dará el Señor hacia el fin de los tiempos de las naciones para que no falte la Iglesia, antes se aumente, se mejore, se perfeccione, y se dilate por toda la tierra, será la vocación tan anunciada de las reliquias de Israel; así como cuando faltó Israel, o se negó casi todo al convite del gran padre de familias, su providencia fue llamar a las naciones: Porque como también vosotros en algún tiempo no creísteis a Dios, y ahora habéis alcanzado misericordia por la incredulidad de ellos. Así también éstos... alcanzarán   —403→   misericordia. Porque Dios todas las cosas encerró en incredulidad, para usar con todos de misericordia824; la providencia será, según las Escrituras, injerir de nuevo en la buena oliva sus ramas propias y naturales: pues Dios es poderoso para injerirlos de nuevo. Porque si tú fuiste cortado del natural acebuche, y contra natura has sido injerido en buen olivo; ¿cuánto más aquellos, que son naturales, serán injeridos en su propio olivo?825

150. La ceguedad de Israel, prosigue el Apóstol, es un misterio, que no deben ignorar ni tampoco olvidar las gentes cristianas, a quienes el mismo Apóstol dice: porque no seáis sabios en vosotros mismos826; el cual misterio no puede concluirse plenamente hasta que entre la plenitud de las gentes que han de entrar (no cierto todos los llamados, sino los escogidos), y entonces, cuando ya no se halle quien quiera entrar, cuando los que estaban dentro se hayan salido fuera, cuando los que quedaren no queden por la mayor y máxima parte en verdadera bondad, etc., entonces, todo Israel se salvará, como está escrito.827 Entonces el misericordioso y omnipotente Dios de nuestros padres, Extenderá... su mano segunda vez para poseer el resto de su pueblo, que quedará de los Asirios, y de Egipto, y de Fetros, y de Etiopia, y de Elam, y de Sennaar, y de Emat, y de las islas del mar. Y alzará bandera a las naciones, y congregará los fugitivos de Israel, y recogerá los dispersos de Judá de las cuatro plagas de la tierra.828

  —404→  

151. Entonces llamará segunda vez las reliquias de Abrahán, de Isaac y de Jacob, cumpliéndoles fielmente a estos fidelísimos siervos todas las promesas que les hizo aún con juramento: Harás verdad con Jacob, con Abrahán misericordia, como lo juraste a nuestros padres desde los días antiguos.829 Entonces sacará estas reliquias preciosas de entre las naciones todas, donde él mismo las tiene dispersas, las conducirá en primer lugar, sobre alas de águilas (o como sobre alas de águila) al desierto de los pueblos; con prodigios iguales o mayores de los que hizo antiguamente para sacarlos de Egipto, y conducirlos a la soledad del monte Sinaí; los lavará allí de todas sus iniquidades antiguas y nuevas con la sangre del Cordero; los llenará de su espíritu; los renovará enteramente, según el hombre interior830; y obrará en ellos aquella perfecta santificación, y todas aquellas maravillas tan grandes, tan nuevas y tan extraordinarias, que con tanta frecuencia y claridad se encuentran en los profetas de Dios.

152. A todo esto parece que alude aquella voz que se oye del cielo, poco antes de ejecutarse la sentencia que acaba de darse en el Consejo extraordinario de Dios contra la grande Babilonia: Salid de ella, pueblo mío, para que no tengáis parte en sus pecados, y que no recibáis de sus plagas. Porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y se ha acordado el Señor de sus maldades.831



  —405→  

ArribaAbajoFenómeno IX

El tabernáculo de David.

153. Acabamos de observar la gran señal del capítulo XII del Apocalipsis con todos sus misterios. En esta observación hemos visto llamada, iluminada y congregada con grandes piedades, a la antigua esposa de Dios con todas sus reliquias, y conducida a la soledad después de su parto, lleno de peligros y angustias, sobre dos alas de águila grande, así como sucedió antiguamente en los días de su juventud. Hemos notado de paso en esta observación algunas profecías que se enderezan visiblemente a este mismo suceso, aquellas con especialidad que hablan con alusión expresa y clara a la salida de Egipto, al paso milagroso del mar Rojo, y a la soledad del monte Sinaí de esta misma célebre mujer. En suma, habiéndola seguido hasta la soledad, a su lugar... aparejado de Dios, la dejamos allí retirada y segura de la presencia de la serpiente, libre de toda distracción, y ocupada enteramente en nutrirse con aquel pasto espiritual que Dios le ha preparado, y de que tiene una extrema necesidad, para que allí la alimentasen mil doscientos y sesenta días. Ocupada, digo, en oír la lengua erudita, o la doctrina y enseñanza de sus conductores y pastores, y juntamente en oír lo que Dios le habla al corazón; y por consiguiente, en afectos de verdadera penitencia, de agradecimiento, de amor, y de continuo y amarguísimo llanto; y todo esto mientras lo restante de la tierra se abrasa en aquel fuego o peste voracísima que tiene por nombre, según San Pablo, apostasía832;   —406→   según San Juan, todo espíritu que divide a Jesús833; según Isaías, oscuridad... y tinieblas. Porque he aquí que las tinieblas (el anticristianismo según otro nombre más obvio y más vulgar) cubrirán la tierra, y la oscuridad los pueblos; mas sobre ti (se le dice y anuncia a esta misma mujer) nacerá el Señor, y su gloria se verá en ti.834

En aquel día, dice el Señor, reuniré aquella que cojeaba, y recogeré a aquella que había desechado, y afligido. Y reservaré para residuos a la que cojeaba, y la que era afligida, para formar un pueblo robusto.835

He aquí yo mataré a todos aquellos que te afligieron en aquel tiempo, y salvaré a la que cojeaba, y recogeré aquella que había sido desechada; y los pondré por loor y por renombre en toda la tierra de la confusión de ellos.836

154. Si deseáis ahora saber para qué fin primario y principal congregará Dios en aquel día, esta mujer claudicante, que había desechado y afligido, lo podéis saber leyendo las palabras que siguen inmediatamente en el texto de Miqueas: y reinará el Señor sobre ellos en el monte de Sión, desde ahora y hasta en el siglo. De modo que congregará Dios a la claudicante, con todas sus reliquias, para reinar sobre ellas en el monte Sión, desde entonces   —407→   hasta en el siglo; pues hecha esta congregación, añade, vendrá la potestad primera, y el reino de la hija de Jerusalén837. Mas todo esto, ¿qué significa?, ¿qué sentido puede tener? A mí me parece que todo esto no tiene otro sentido que el obvio y natural, atendido el texto con todo su contexto; pues sólo en este sentido es conforme a la838 profecía, con tantas otras que anuncian lo mismo con diversas palabras. Me parece, digo, que con esta mujer claudicante, aquella que Dios había desechado y afligido, y con todas sus reliquias preciosas, selladas en la frente con el sello de Dios vivo, y congregadas en aquel día... con grandes piedades, se va luego a preparar el tabernáculo o el solio de David, que cayó, y de cuya erección y reedificación estable y permanente nos hablan tanto las Santas Escrituras.

Párrafo I

Modo de discurrir sobre este asunto en el sistema ordinario.

Discurso previo

155. El tabernáculo de David o su solio (se puede decir o se dice confiadamente) cayó más de dos mil años ha de aquella altura en que Dios mismo lo había colocado. No sólo cayó por su propio peso, como caen todas las cosas frágiles y corruptibles de nuestro mundo, sino también, y mucho más, por la iniquidad e ingratitud de los reyes sus sucesores, que se sentaron en el mismo solio; pues exceptuando dos o tres, todos los demás fueron pecadores: Excepto David, y Ezequías, y Josías todos cometieron pecado.839 Por lo cual el Dios de sus padres, con indignación, y con grande ira840, no solamente depuso del solio de David, y desheredó para siempre a todos sus hijos y   —408→   descendientes, sino que al mismo solio le dio un impulso violentísimo contra la tierra por medio de Nabucodonosor; lo quebrantó, lo desmenuzó, y lo redujo a polvo y ceniza, como si hubiese pronunciado contra él aquella terrible sentencia: polvo eres, y en polvo te convertirás.841 El mismo David, hablando con Dios en el salmo LXXXVIII, después de hacerle presentes sus promesas, que en este asunto le había hecho aun con juramento, le dice no obstante estas proféticas palabras: Mas tú desechaste, y despreciaste; alejaste a tu Cristo. Has volcado la alianza de tu siervo, has echado por tierra su Santuario. (O su corona, como lee Pagnini; y la paráfrasis Caldea, su corona, su asiento sacudiste contra la tierra.)842 Y es así verdad que el golpe que dio contra la tierra el tabernáculo o solio de David, fue tan terrible por la violencia con que cayó, que desde Nabucodonosor hasta el día presente no se ha podido levantar, ni hay apariencia ni esperanza alguna de que pueda levantarse jamás. Parece una pieza no sólo quebrantada y desmenuzada, sino perfectamente aniquilada.

156. Es verdad (prosiguen diciendo, pues no es posible disimularlo todo), es verdad que muchas profecías anuncian clara y expresamente la reedificación y erección del mismo tabernáculo o solio de David, que cayó y se arruinó del todo hacia los principios del primer imperio; mas estas profecías, añaden, no deben ni pueden entenderse sino en sentido espiritual; y en este sentido verdadero y único, ya todas se han verificado y se están actualmente verificando en la Iglesia presente, la cual es el verdadero tabernáculo de David, o su verdadero solio donde se sienta y reina espiritualmente el hijo de David, Cristo Jesús, etc. Paréceme que he resumido fielmente en pocas palabras todo el   —409→   modo de discurrir, y todo el discurso ordinario de los doctores, así intérpretes como teólogos, en el asunto de que tratamos.

157. De manera, digo yo, que según este modo de discurrir, el tabernáculo o solio de David (de que hablan las Escrituras, ya en contra, ya también en favor) tiene o debe tener dos sentidos, o dos aspectos infinitamente diversos entre sí. Uno puramente material; otro puramente espiritual; uno para recibir castigos y plagas; otro para recibir favores y misericordias; uno para caer, para quebrantarse y desmenuzarse; otro para levantarse después de la caída, entero y sano; uno, en suma, para morir; y otro infinitamente diverso para resucitar. Así, aunque las profecías anuncian con toda formalidad y claridad posible, que aquel mismo solio de David, caído, muerto, sepultado y convertido en polvo, resucitará algún día, y se levantará del polvo de la tierra, que se levantará de nuevo sobre las ruinas de todos los otros solios de la tierra; que se levantará de un modo incorruptible y eterno, etc.; mas esto no será, dicen, ni podrá ser según su primer sentido o aspecto material; sino solamente según el segundo sentido o aspecto espiritual, verdadero y único. En fin, el tabernáculo o solio de David resucitará, y se levantará otra vez, según las Escrituras; mas no en aquel sentido en que cayó y murió, sino en otro sentido perfectísimo en que no ha caído ni muerto jamás.

158. Yo estoy muy lejos de oponerme a este sentido o aspecto espiritual. Lo que aquí se dice o se quiere decir, yo también lo digo, lo creo y lo confieso como una verdad. No hay duda que la Iglesia presente se puede llamar en cierto sentido, un reino, un tabernáculo, un solio, donde reina espiritualmente Jesucristo, por la fe de los creyentes, o donde reina la verdadera fe, y también la verdadera justicia; mas estas palabras, reino, tabernáculo, solio, etc., hablando de la Iglesia presente, son unas palabras no propias, sino visiblemente prestadas. Se usa de ellas con propiedad, mas con propiedad tomada de la semejanza, y   —410→   que está en la semejanza misma, no en la cosa. De este modo decía San Pablo con verdad y propiedad: reinó la muerte desde Adán hasta Moisés.843 De este modo decimos con verdad que en una gran parte del mundo reina Mahoma o el mahometismo, por la fe, aunque falsa y errónea, de los que lo creen y siguen su doctrina. En otra parte no menos grande reina la idolatría, en otra la herejía, en otra la filosofía, en otra la barbarie, etc. Y en este mismo sentido es ciertísimo que en otra gran parte del mundo reina el verdadero cristianismo, que constituye la verdadera Iglesia de Cristo, y por consiguiente reina el mismo Cristo espiritualmente, por la fe de los creyentes, especialmente sobre aquellos que tienen una fe viva.

159. Mas con este solo sentido espiritual, aunque verdadero, ¿será posible verificar plenamente las profecías? ¿La Iglesia presente es en realidad aquel mismo reino, tabernáculo o solio de David, que fue destruido enteramente por Nabucodonosor, que desde entonces hasta ahora está sepultado en el olvido, y a quien anuncian los Profetas de Dios su resurrección, su erección, su reedificación sólida y eterna? Mirad, señor, no os equivoquéis, no queráis reducir por fuerza a una sola idea dos ideas tan diversas entre sí. La Iglesia presente es un cuerpo moral y místico, de quien Cristo mismo es la verdadera cabeza, en quien es el soberano Pontífice, el sumo Sacerdote, el Príncipe de los pastores, el Maestro, el Abogado para con el Padre, la luz, el camino, la verdad, vida, la propiciación, la redención, etc. Todos estos nombres leemos frecuentemente en los escritos de los apóstoles, y nunca el nombre de Rey temporal o de la tierra, sino en la entrada triunfante de los ramos, con las aclamaciones del pueblo, que presto se convirtieron en gritos de rebelión y blasfemias contra el rey de Israel, pidiéndolo para la muerte, y protestando: No tenemos rey, sino a César.844 Pero en el Apocalipsis, cuando ya viene del cielo a la tierra en gloria   —411→   y majestad, entonces ya trae en su vestidura, y en su muslo escrito: Rey de reyes, y Señor de señores845, y por tal será reconocido del universo.

160. Es, pues, Jesucristo, como soberano Pontífice y sumo Sacerdote, la verdadera cabeza de la Iglesia; mas cabeza del todo invisible en sí misma, y sólo visible en su vicario, sucesor legítimo de San Pedro, que el mismo Señor dejó en su lugar, con todas las llaves, y con todas sus veces y autoridad. Ahora, ¿es lo mismo ser soberano pontífice, cabeza visible o invisible de un cuerpo moral y místico, que ser rey de este mismo cuerpo? ¿No hay alguna diferencia grande y notable, aun dentro del cuerpo místico de la Iglesia, entre el sacerdocio y el imperio? ¿Es lo mismo ser en la Iglesia de Cristo sumo sacerdote, supremo pastor, soberano pontífice, cabeza visible o invisible, etc., que ser rey o monarca? Todos los católicos creemos y confesamos como una verdad indubitable que el obispo de Roma, como sucesor legítimo de San Pedro, es el vicario de Cristo, es el sumo sacerdote, el soberano pontífice, el supremo pastor; por consiguiente, es el superior y la cabeza visible del cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia; mas ningún católico cree, a lo menos en estos tiempos, como ni en los siete a ocho primeros siglos, que sea rey o monarca temporal de la misma Iglesia, ni que su potestad sea tan sin límites que se extienda indiferentemente a todo, así espiritual como civil. Lo espiritual toca privadamente al sacerdocio, unido estrechamente con su cabeza visible e invisible. Lo civil (y el sacerdocio mismo en lo que es civil) toca al imperio, al rey, al príncipe, o a la potestad secular. Así como toda la potestad espiritual que hay en la verdadera Iglesia viene de Dios, así viene de Dios toda la civil que hay en el mundo: Porque no hay potestad, sino de Dios; y las que son, de Dios son ordenadas.846 Si tal vez se ha abusado de la una, también   —412→   se ha abusado igualmente de la otra, y no hay que maravillarse; pues son efectos propios y naturales de la enfermedad del hombre, en cuyas manos ha puesto Dios así la una como la otra potestad. Para todos los accidentes posibles se nos ha dejado este remedio único, pero infalible: Con vuestra paciencia poseeréis vuestras almas.847 Ésta es la idea clara y segurísima que nos dan los Evangelios; y conforme a ellos, toda la doctrina de los Apóstoles, así escrita por ellos mismos, como conservada en la iglesia por una tradición y práctica de muchos siglos, constante, uniforme y universal. El querer salir de aquí, es querer confundir las ideas más claras.

161. Del reino, pues, del tabernáculo, del solio del santo rey David, que cayó del todo, y se redujo a polvo desde los principios del primer imperio, de este mismo anuncian los Profetas de Dios, que algún día se levantará de nuevo en la persona del Mesías, hijo de David, según la carne. Mas este reino, este tabernáculo, este trono, este solio (que de estos cuatro nombres usan los Profetas), ¿era acaso algún reino puramente espiritual? ¿Era acaso el tabernáculo de la religión, o el solio del sumo sacerdote? Cierto que no. El sumo sacerdocio pertenecía, por institución divina, a la tribu de Leví y familia de Aarón; no a la tribu de Judá y familia de David: en la cual tribu (dice San Pablo) nada habló Moisés tocante a los sacerdotes.848 Es verdad que el mismo Apóstol añade en el lugar citado que el sumo sacerdocio se trasladó a Cristo, y en Cristo se afirmó para siempre; mas también es verdad que no se trasladó a Cristo por hijo de David, a quien el sumo sacerdocio no pertenecía de modo alguno, ni tampoco por hijo de Aarón, aunque realmente descendiente de Aarón por alguna línea; pues como observa el mismo San Pablo, el sumo sacerdocio de Cristo no es según el orden de Aarón, (mucho menos según el orden   —413→   de David) sino según el orden de Melquisedec. Se trasladó, pues, a Cristo el sumo sacerdocio, y en él se afirmó para siempre, únicamente por voluntad expresa de Dios, que así se lo tenía prometido y jurado en el salmo CX. Juró el Señor, y no se arrepentirá: Tú eres Sacerdote eternamente según el orden de Melquisedec849; (esto es, añade San Pablo) a semejanza de Melquisedec se levanta otro sacerdote, el cual no fue hecho según la ley del mandamiento carnal, sino según la virtud de vida inmortal.850

162. En suma, es ciertísimo que ni el sacerdocio de Aarón ni el de Melquisedec pertenecían a David; luego ni el uno ni el otro se pueden llamar el reino, el tabernáculo, o el solio de David. Luego el sacerdocio eterno que se puso en la persona de Cristo, y que ahora ejercita en la Iglesia presente, que llaman reino espiritual de Cristo, no puede ser el reino, el tabernáculo o solio de David, de que hablan las profecías, que cayó y se disolvió enteramente más de dos mil años ha; no puede haberse verificado en un reino, tabernáculo o solio puramente espiritual, en que David no tuvo parte alguna; pues este tabernáculo o solio espiritual no es otra cosa en realidad que el sumo sacerdocio de Cristo.

163. ¿Qué dijeran de mí si, imitando el modo de discurrir de los doctores, dijese de David mismo lo que aquí dicen de su tabernáculo? Si me atreviese, digo, a avanzar esta proposición: el santo rey David cayó, murió, fue sepultado, se convirtió en polvo, etc.; y aunque es de fe divina por las Escrituras que ha de resucitar (si acaso no ha resucitado ya), mas esta resurrección ya está verificada plenamente, ni hay que esperar otra cosa. ¿Cómo? Espiritualmente. ¿Cuándo? Cuando el Mesías su hijo recibió el sumo sacerdocio, según el orden de Melquisedec, o   —414→   también cuando el alma de David salió del Limbo, y fue glorificada con Cristo el día de la resurrección del Señor, etc. Si este modo de discurrir pareciera insufrible en los principios fundamentales del cristianismo, se puede fácilmente aplicar la semejanza, no digo en todo, sino en el punto particular y preciso en que está la controversia.

164. Si esta semejanza no parece tan justa, puede añadirse esta otra para mayor claridad. San Pedro en su segunda epístola, hablando de su cercana muerte, les dice a los cristianos estas palabras: Porque tengo por cosa justa, mientras que estoy en este tabernáculo, de excitaros con amonestaciones. Estando cierto de que luego tengo de dejar mi tabernáculo, según que también me lo ha dado a entender nuestro Señor Jesucristo.851 Ahora, el tabernáculo de San Pedro, que cuando esto escribía estaba ya muy cerca de caer, efectivamente cayó, fue sepultado, se disolvió y convirtió en polvo; no obstante, todos sabemos y como cristianos creemos y esperamos, que el mismo tabernáculo de San Pedro, de que él mismo habla en este lugar, ha de resucitar algún día, y se ha de levantar entero del polvo de la tierra en que yace; mas esto no debe ni puede entenderse materialmente, sino en otro sentido metafórico y espiritual; y en este sentido verdadero y único ya esto se ha verificado, y se está verificando muchos siglos ha. ¿Dónde, y cómo? No solamente en el templo magnífico del Vaticano, sino en toda la universal Iglesia, que se puede muy bien mirar como un tabernáculo de San Pedro, donde es venerado y honrado de todos los fieles, como que es el Vicario de Cristo, a quien se dijeron inmediatamente aquellas palabras: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.852 Siendo éste el verdadero   —415→   y único sentido de la resurrección y erección del tabernáculo de San Pedro, que cayó en tiempo de Nerón, no tenemos que esperar otra resurrección y erección material del mismo tabernáculo de San Pedro; y el príncipe de los apóstoles deberá contentarse con esto sólo.

165. Yo no pretendo que estas semejanzas o paridades corran en todo; me basta que corran en el punto particular y preciso sobre que disputamos. Así como nos dicen las Santas Escrituras que el tabernáculo de San Pedro, de que él mismo habla, aunque caído, disuelto y hecho polvo desde el imperio de Nerón, se levantará algún día del polvo, que se levantará el mismo que cayó y no otro, que se levantará de un modo más perfecto, y para no volver a caer jamás, etc.; así nos dicen las mismas Escrituras con la misma claridad, que el tabernáculo de David, de que vamos hablando, esto es, su reino, su trono, su solio caído, destruido y convertido en polvo desde el imperio de Nabucodonosor, se levantará también algún día, que se levantará él mismo y no otro, que se levantará de un modo perfectísimo, incorruptible y eterno. Ahora, es ciertísimo, según las Escrituras, que el tabernáculo de San Pedro se ha de levantar algún día de la tierra, no en sentido metafórico y espiritual, sino en sentido propio, físico y real; luego bien podemos asegurar lo mismo del tabernáculo o solio de David, pues el mismo espíritu de verdad que promete en general lo primero, promete también en particular esto segundo: En aquel día (se dice por ejemplo en Amós): En aquel día levantaré el tabernáculo de David, que cayó; y repararé los portillos de sus muros, y repararé lo que había caído; y lo reedificaré como en los días antiguos.853

166. Mas estas y otras profecías semejantes de que hablaremos más adelante, ¿por qué se echan a otros sentidos puramente espirituales? ¿Por qué se pretenden verificar con una violencia tan visible en el sacerdocio, o reino espiritual   —416→   de Cristo, que es la Iglesia presente, cuando este que llaman reino espiritual de Cristo no tiene conexión alguna, ni la más mínima relación con el tabernáculo o reino, o solio de David que cayó? ¿Por qué no se reciben, digo, estas profecías, como se hallan escritas, en su propio y natural sentido? ¿Acaso porque así recibidas, se recibe junto con ellas algún error claro y manifiesto? Así parece que se tira a insinuar, poco he dicho, así se tira a persuadir, aunque muy de prisa, y más suponiendo que probando. Mas era necesario mostrar para esto alguna verdad, clara y manifiesta, e incompatible con lo que tienen, y quieren que se tenga por error, lo cual ni se hace, ni es posible hacer. Si fuese de algún modo posible, ya lo hubieran hecho sin duda alguna. ¿Acaso porque en este sentido propio y natural, la cosa es absolutamente imposible? Muéstrese, pues, esta absoluta imposibilidad, muéstrese en ello alguna repugnancia o contradicción. ¿Acaso solamente porque tomadas dichas profecías en su sentido propio y natural, se concibe difícilmente, o no se concibe de modo alguno cómo puedan verificarse? Leve fundamento por cierto, y sumamente leve y levísimo, respecto de aquellos mismos que creen tantas otras cosas, infinitamente superiores a la inteligencia del hombre en el estado presente. Si este fundamento fuera siquiera tolerable, con éste solo quedaban dueños del campo los filósofos de nuestro siglo, y les poníamos en las manos las armas más terribles para vencernos y aniquilarnos; mas léase lo que advierte Jeremías: He aquí que yo soy el Señor Dios de toda carne; ¿pues hay cosa alguna difícil para mí?854 Y por Zacarías, hablando de estas mismas cosas, dice el Señor: Si parecerá cosa difícil en aquel tiempo a los ojos de las reliquias de este pueblo, ¿acaso será difícil a mis ojos?...855

167. ¿Será difícil a Dios el cumplir fielmente su palabra, sin buscar otros sentidos u otros efugios, indignos de   —417→   su infinita grandeza y de su suma veracidad? ¿No le cumplió fielmente a nuestro padre Abrahán en su propio y natural sentido aquella célebre promesa: Sara tu mujer te parirá un hijo856? Promesa que hizo reír, aunque no dudar al justo Abrahán, que ya contaba cerca de cien años, y a Sara que ya contaba cerca de noventa. ¿Acaso piensas (decía lleno de una verdadera devoción y simplicidad) ¿Acaso piensas que de hombre de cien años nacerá hijo? ¿Y Sara de noventa años ha de parir?857 ¿No le cumplió fielmente a Zacarías, padre de San Juan, una promesa del todo semejante: Tu mujer Elisabet te parirá un hijo858? ¿No le cumplió fielmente a la santísima Virgen María aquella promesa inaudita: He aquí concebirás en tu seno, y parirás un hijo... El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y te hará sombra la virtud del Altísimo859? ¿No nos ha cumplido, en suma, a todos los creyentes aquella promesa admirable, inefable, incomprensible: ...mi carne verdaderamente es comida; y mi sangre verdaderamente es bebida. El que come mi carne, y bebe mi sangre, en mí mora, y yo en él... así también el que me come, él mismo vivirá por mí860?

168. Pues si estas y tantas otras promesas que ha hecho Dios a sus siervos y amigos, las ha cumplido fidelísimamente, según la letra, en aquel mismo sentido, obvio, propio y natural en que ha hablado, ¿por qué razón no podremos o no deberemos creer, que cumplirá del mismo modo lo que tiene prometido al tabernáculo, al solio del   —418→   santo rey David, que cayó? Mas dejando esta disputa, en que tal vez nos hemos detenido más de lo que era necesario, vengamos ya a la observación atenta y fiel de lo que sobre esto hallamos en las Santas Escrituras.

Se considera el primer concilio de la Iglesia cristiana.

Párrafo II

169. Por el capítulo XV de las Actas de los Apóstoles tenemos noticias bastante individuales del primer concilio de la Iglesia, de la causa o motivo porque se congregó, del modo conque se celebró, de lo que en él se definió, etc. Lo que dio ocasión a aquel primer concilio, dice San Lucas, fue la pretensión extravagante y empeño declarado de algunos doctores judíos, ya cristianos; los cuales, con buena intención y con gran celo, mas no según la ciencia, perturbaban no poco el ministerio de San Pablo y de San Bernabé entre las gentes, diciendo a éstas: Si no os circuncidáis según el rito de Moisés, no podéis ser salvos.861 Lo peor de todo era que esta pretensión ridícula la aprobaban y sostenían en Jerusalén misma (esto es, en la corte o centro que entonces era de la Iglesia cristiana) otros muchos doctores, también cristianos, de la secta de los Fariseos que habían creído862, los cuales eran de sentir, y lo decían públicamente: Que era necesario que ellos fuesen circuncidados (los gentiles que creían), y que se les mandase también guardar la ley de Moisés.863 Como ni los Apóstoles, ni los otros discípulos, ni los más de los señores o presbíteros de la iglesia de Jerusalén aprobaban aquella pretensión verdaderamente durísima, y conocidamente inutilísima, determinaron, en fin, juntarse todos en pleno   —419→   concilio para examinar, resolver y establecer lo que sobre este asunto les dictase el Espíritu Santo: Y se congregaron los Apóstoles y presbíteros para tratar de esta controversia.864

170. Habiendo precedido varias altercaciones y disputas, sin concluirse nada por aquella vía, se levantó San Pedro lleno del Espíritu Santo; y callando todos, habló en favor de las gentes865, haciendo en sustancia este simple y admirable discurso.

171. «A los que han creído hasta ahora de las gentes, sin haberse circuncidado, ni pensado en la ley de Moisés, les ha dado Dios el Espíritu Santo, como a los que hemos creído de la circuncisión, y no ha habido en esto diferencia alguna sustancial entre ellos y nosotros; pues Dios que conoce los corazones, los ha purificado por la fe, así como a nosotros; luego la circuncisión y las otras observancias puramente legales, no pueden ser necesarias para la salud; pues vemos que Dios no ha hecho caso de estas cosas, sino que ha mirado, así en la circuncisión como en el prepucio, solamente la fe; luego será una temeridad, o un tentar a Dios, el querer poner sobre las cervices de los nuevos discípulos un yugo durísimo, que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar. Y Dios que conoce los corazones (éste es el texto a la letra), dio testimonio, dándoles a ellos también el Espíritu Santo, como a nosotros. Y no hizo diferencia entre nosotros y ellos, habiendo purificado con la fe sus corazones. ¿Ahora pues por qué tentáis a Dios, poniendo un yugo sobre las cervices de los discípulos, que ni nuestros padres, ni nosotros pudimos llevar? Mas creemos ser salvos por la gracia del Señor Jesucristo, así como ellos.866»

  —420→  

172. A la fuerza de este discurso en boca de San Pedro, dice el historiador sagrado que callaron todos, que es lo mismo que decir: quedaron convencidos. Y cayó toda la multitud; y escuchaban a Bernabé y a Pablo, que les contaban cuan grandes señales y prodigios había hecho Dios entre los gentiles por ellos.867

173. Últimamente habló San Jacobo, no para oponerse de modo alguno al discurso de San Pedro, sino antes para confirmarlo, para ilustrarlo, para aclararlo y consolidarlo de tal modo, que aquel negocio gravísimo quedase entre los creyentes enteramente concluido; y los judíos cristianos, celosos todavía de su ley, se sosegasen y aquietasen del todo, y no pusiesen embarazo a la conversión de las gentes. Así, pues, pidiendo atención a todo el concilio, habló en estos términos.

Varones hermanos, escuchadme. Simón ha contado como Dios primero visitó a los gentiles para tomar de ellos un pueblo para su nombre. Y con esto concuerdan las palabras de los Profetas, como está escrito: Después de esto volveré, y reedificaré el tabernáculo de David, que cayó; y repararé sus ruinas, y lo alzaré. Para que el resto de los hombres busque a Dios, y todas las gentes sobre las que ha sido invocado mi nombre, dice el Señor que hace estas cosas. Conocida es al Señor su obra desde el siglo. Por lo cual yo juzgo, que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios.868

  —421→  

174. Este texto se ha mirado siempre como oscurísimo, y no hay duda que lo es, ya por su extremo laconismo, ya también porque es muy difícil, después de bien considerado, acordarlo con las ideas sobre que disputamos. El modo de explicarlo, y la explicación misma, no menos lacónica, muestran claramente869 un extraordinario embarazo, y por buena consecuencia alguna confusión más que ordinaria. Para poder entender bien así la explicación como el texto mismo (de que hablaremos en el párrafo siguiente), creo que sería una buena disposición saber primero y tener bien presente lo que nos dicen los mismos doctores, sobre aquella célebre pregunta que hicieron al Señor todos los que asistieron y fueron testigos de su admirable ascensión a los cielos. Los que se habían congregado, le preguntaban, diciendo: Señor, ¿si restituirás en este tiempo el reino a Israel?870 Esta pregunta nos dicen ya clara y expresamente que fue un error, originado de lo que habían oído a sus Rabinos sobre el reino del Mesías: Fingieron, por el ordinario error de aquella gente, que el reino del Mesías sería temporal y mundano, cual fue el de David y Salomón; siendo así que los Profetas predijeron que sería espiritual, debiéndose comenzar en el mundo por la fe, y tener su complemento en el cielo por la fruición de Dios.871

175. Sobre esta tan formal decisión, permítasenos hacer estas dos brevísimas preguntas. Primera: ¿dónde están estas predicciones de los profetas, o qué profetas son éstos hasta ahora tan incógnitos, que no se han injerido   —422→   en la Biblia sagrada? Segunda: ¿por qué razón, y con qué equidad se confunden tanto las ideas groseras que han tenido y tienen los judíos sobre el reino de su Mesías, con las predicciones de los Profetas de Dios, que están tan lejos de aquellas groserías? Si la pregunta que los discípulos hicieron al Señor en aquellas circunstancias, hubiese sido algún error, u originada de algún error vulgar entre los suyos, ¿no era naturalísimo, por no decir absolutamente necesario, que el buen maestro les hubiese dicho siquiera aquellas tres precisas palabras que dijo en ocasión semejante a los Saduceos: Erráis, no sabiendo las Escrituras872? ¿No era naturalísimo y aun necesario sacarlos luego al punto de aquel error explicándoles antes de dejarlos un punto de tan grande interés y de tan graves consecuencias? ¿No era naturalísimo y aun necesario (ya que nada les enseñaba positivamente sobre este punto gravísimo) que a lo menos no los confirmase con su respuesta en aquel error? Considérese la respuesta del Señor, y se verá, sin poder excusarlo, que aunque el Señor no les revela el secreto particular y determinado que ellos deseaban saber, esto es, el tiempo preciso de la restitución del reino de Israel; mas los confirma evidentemente en la sustancia de este misterio. Lo que ellos preguntaban era, ¿si el reino de Israel, que según los Profetas se debía restituir por el Mesías, se restituiría luego en aquel tiempo, o no873? Y el Señor les responde que no se metan en averiguar los tiempos y momentos, que el Padre ha puesto en su potestad874; que es lo mismo que les había dicho en otra ocasión, hablando de propósito de su venida: Mas de aquel día, ni de aquella hora nadie sabe, ni los ángeles de los cielos, sino sólo el Padre.875 Luego concede el   —423→   Señor, no sólo tácita, sino clara y expresamente, que hay en realidad tiempos y momentos, puestos en la potestad del Padre para restituir el reino de Israel. Y si no, ¿qué sentido decente y racional pueden tener sus palabras? ¿Qué tiempos y momentos son estos que el Padre ha puesto en su potestad, o ha reservado a sí solo?

176. Si la restitución del reino de Israel por el Mesías es realmente una fábula y un error, como se asegura con tanta franqueza; luego sobre esta restitución, que es de la que se habla, no puede haber tiempos ni momentos reservados en la potestad del Padre. ¿Qué tiempos y momentos se ha de reservar el Padre a sí solo, sin querer que nadie lo sepa, para que suceda una cosa que jamás ha de suceder? ¿Una cosa que no puede suceder? ¿Una cosa que sólo pensarla y esperarla es una estulticia y un error? Entre nosotros, naturalmente poco sinceros, no sería muy de extrañar este modo de hablar, ciertamente doblado; mas en el maestro bueno, en el maestro de toda justicia y santidad, en el maestro de toda verdad, rectitud y sinceridad, se figura no sólo duro y difícil, sino algo más que imposible. Esta imposibilidad se ve crecer sensiblemente en el caso y circunstancias de que vamos hablando. Es a saber, que cuando el Señor dijo estas palabras, hablaba solamente con sus discípulos, hablaba con sus amigos, hablaba con unos hombres que realmente lo amaban y veneraban, y que estaban prontísimos a recibir y creer cualquiera cosa que les dijese, como que eran hombres simples y rectos, sin malicia, ni artificio, ni preocupación. Hablaba con aquellos hombres que él mismo había elegido para maestros del mundo; a quienes había instruido todo el tiempo de su predicación, y aun después de su resurrección no había cesado de instruirlos, apareciéndoseles por cuarenta días, y hablándoles del reino de Dios876; a quienes acababa de decir: Id pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas877; a quienes les   —424→   abrió el sentido, para que entendiesen las Escrituras878; y a quienes había dicho la noche antes de su pasión: a vosotros os he llamado amigos, porque os he hecho conocer todas las cosas que he oído de mi Padre.879 Hablaba, en fin, con hombres incapaces de resistirle, ni de disputar con él sobre las cosas que habían oído, o podían haber oído por el ordinario error de aquella gente.880

177. Pues, ¿es verdad verosímil, ni creíble, ni posible, que el maestro bueno, que era la misma verdad y sinceridad, hablase de este modo a unos hombres como éstos? ¿Es creíble ni posible que en aquellas circunstancias en que ya se ausentaba de ellos, preguntado por ellos mismos sobre un punto tan grave y de tan graves consecuencias, no les hablase con claridad, no los sacase de su error, no les reprendiese su estulticia, no les explicase en cuatro palabras lo que quieren decir los Profetas, cuando anuncian la restitución del reino de Israel? ¿Es creíble que hablase solamente de los tiempos y momentos que el Padre tiene reservados, para que suceda lo que no ha de suceder, ni puede suceder? Cierto que nos hallamos no pocas veces en grandes conflictos, y en angustias casi mortales. Dos escollos terribles e inevitables se ven aquí, mayores sin comparación que Escila881 y Caribdis. Estos últimos se pueden las más veces evitar; ya prescindiendo de ellos absolutamente, o volviendo para atrás; ya navegando por en medio de ellos a igual distancia del uno y del otro; mas respecto de aquellos otros, no aparece medio, ni remedio, ni esperanza alguna. O habéis de tomar rumbo por la diestra o por la siniestra. Por consiguiente, habéis de naufragar sobre un escollo o sobre otro.

178. Si la restitución del reino de Israel por el Mesías es una estulticia y un error, luego el Mesías mismo cuando fue visto en la tierra, y conversó con los hombres882, engañó   —425→   conocidamente a sus mayores amigos que tenía sobre la tierra, hablándoles en este asunto gravísimo con equívoco y doblez, dejándolos voluntariamente en el ordinario error de su nación. Si esto no es creíble ni posible, luego el error estará por la parte contraria; es decir, luego será un verdadero error el afirmar, aunque sea en tono decisivo, que la restitución del reino de Israel por el Mesías es un error. Si esta última consecuencia se oye con espanto, con indignación, y con cierta especie de escándalo, luego deberemos tener por buena y legítima la primera consecuencia; luego será preciso decir y confesar aquí que Jesucristo, el Maestro por excelencia bueno, el Santo de los santos, llamado Fiel y Veraz, no se portó en esta ocasión como quien era; no se portó ni aun siquiera como un hombre honrado; no se portó con aquella franqueza y sinceridad que debían esperar de él sus mayores y sus únicos amigos que tenía en este marido, a quienes había elegido para maestros del mismo mundo, y predicadores de la verdad. Yo busco entre estos dos extremos algún medio razonable, y protesto que no lo hallo. En caso de no hallarse, me inclino sin temor alguno hacia la diestra. Quiero más errar con los apóstoles, y quedar confirmado en el error por el maestro de toda verdad.

Se considera de cerca la explicación del texto de San Jacobo, y de la profecía que cita.

Párrafo III

179. Como no puedo persuadirme que en tiempo de aquel concilio estuviese todavía este santo y los demás Apóstoles y señores, en el ordinario error de su nación, no tengo otra cosa que hacer, sino estudiar sus palabras, estudiar asimismo la profecía citada, y combinar lo uno con lo otro: Simón ha contado como Dios primero visitó a los gentiles para tomar de ellos un pueblo para su nombre. Y con esto concuerdan las palabras de los Profetas,   —426→   como está escrito: Después de esto volveré, y reedificaré el tabernáculo de David.883

180. Todos los intérpretes suponen aquí, lo primero: que San Jacobo habla de la vocación de las gentes, a quienes en aquel tiempo visitaba el Señor por su infinita misericordia, para sacar de entre ellas un pueblo santo. Esta primera suposición es cierta e innegable por todo el contexto. Suponen, lo segundo (no se sabe sobre qué fundamento): que la profecía de Amós, que cita San Jacobo, habla del mismo misterio de la vocación de las gentes, como si para esto solo la citase y no para otra cosa. Por consiguiente suponen, lo tercero: que la reedificación y erección del tabernáculo de David, que cayó, y todas las otras cosas que anuncia seguidamente esta profecía, se han verificado y se están todavía verificando en el misterio mismo de la vocación de las gentes; las cuales, dicen, han formado principalmente, con algunos pocos judíos que han creído, el nuevo espiritual tabernáculo de David, que cayó, esto es, la Iglesia presente, donde reina espiritualmente el Mesías mismo, hijo de David. A esto se reduce en sustancia toda la explicación, y en vano se esperará otra cosa, porque realmente no la hay.

181. Si preguntamos ahora, no satisfechos con estas generalidades, ¿qué significan algunas y muchas cosas bien notables que leemos, así en este texto de San Jacobo, como en el de Amós? Con esto sólo podremos empezar a abrir los ojos, o entrar en alguna duda o sospecha sobre la bondad de esta explicación. ¿Qué significa, por ejemplo, aquella palabra, primero, hablando de la vocación de las gentes? ¿Qué significan aquellas otras: Después de esto volveré? Estas cuatro palabras, que parecen capitales, las omiten no obstante los más de los doctores que he podido ver. Sólo uno hallo que se hace cargo de ellas; mas,   —427→   ¿qué es lo que dice? Dice brevísimamente que aluden a la conversión del centurión Cornelio, llamado de Dios el primero de todos los gentiles, como se refiere en el capítulo X de las Actas de los Apóstoles. Después de lo cual884, quedó abierta la puerta, y empezaron a entrar, y hasta ahora están entrando gentes a millares, que son las que forman principalmente el tabernáculo espiritual de David. Compárese ahora esta explicación con el texto, y se conocerá fácilmente su poca coherencia. De modo que primero visitó Dios a las gentes para sacar de entre ellas un pueblo para su nombre885, lo cual sucedió en la conversión de Cornelio con toda su familia; y después de estas cosas que sucedieron en casa de Cornelio, después de esto, entonces volvió Dios, y edificó de nuevo el tabernáculo espiritual de David886. Y como este tabernáculo de David, según dicen los mismos doctores, no es otra cosa que la Iglesia cristiana, se sigue necesariamente que Dios edificó o fundó la Iglesia cristiana, solamente después de la conversión del centurión Cornelio debió formarse esta Iglesia887.

182. Fuera de esto, ¿qué significan en el texto de Amós aquellas palabras: y lo reedificaré (el tabernáculo de David) como en los días antiguos888? ¿La Iglesia cristiana la ha reedificado Dios como estaba en los tiempos antiguos antes de caer: levantaré el trono de David, que cayó... y lo reedificaré como en los días antiguos? Después de reedificado el tabernáculo de David (prosigue el Profeta) alcanzará el que ara al que siega, y el que pisa las uvas al que siembra; y los montes destilarán   —428→   dulzura, y todos los collados serán cultivados.889 ¿Qué quiere decir esto? Lo que quiere decir, responden, no puede ser otra cosa sino que en la Iglesia de Cristo sus ministros u operarios tendrán siempre sobre sí grandes y continuas ocupaciones; sucediéndose los ministerios unos a otros, sin dejarles un punto de reposo, como sucedió a los Apóstoles, y sucede hasta ahora a los hombres apostólicos. Que los montes destilarán dulzura: esto es, que lloverán consuelos celestiales sobre los verdaderos fieles. Que todos los collados estarán cultivados: esto es, que no habrá pueblo o nación alguna donde no trabajen los ministros de la Iglesia, y donde no recojan algunos frutos para Dios. Últimamente dice el Profeta (y ésta parece la propia llave, o la explicación clarísima de todo lo que acaba de decir): levantaré el cautiverio de mi pueblo de Israel... Y los plantaré sobre su tierra; y nunca más los arrancaré de su tierra que les di.890

183. Parece que aquí debiéramos esperar de la piedad de tantos doctores cristianos alguna conmiseración y misericordia, respecto de los míseros judíos; mas nuestras esperanzas quedan aquí tan desvanecidas como siempre. No hay que esperar consolación alguna, hasta que se cumplan los tiempos de las naciones.891 Los doctores, según su sistema, no se atreven a abrir ni consentir la apertura de una sola puerta, por el prudentísimo temor de alguna pésima e inevitable consecuencia. Así, pues, aquellas palabras con que acaba esta profecía: levantaré el cautiverio de mi pueblo de Israel... Y los plantaré sobre su tierra; y nunca más los arrancaré de su tierra que les di; no   —429→   tienen otro sentido sino éste: yo sacaré de la cautividad del pecado y del demonio, así a las gentes como a los judíos que creyeren, los plantaré sobre su tierra, esto es, en mi iglesia892, y no los moveré jamás de esta tierra que les he dado, si ellos no la dejan por su iniquidad, como la han dejado tantos apóstatas y herejes, etc.

184. Veis aquí, Señor mío, toda la explicación, o como dicen, el verdadero sentido intentado por el Espíritu Santo, así de la profecía de Amós, como del discurso de San Jacobo en el concilio de Jerusalén. Si este sentido puramente acomodaticio es suficiente o no, para contentar plenamente a quien busca en las Escrituras la verdad, no me toca el resolverlo. Cualquiera se lo puede preguntar a sí mismo, pesándolo fielmente en la balanza del sentido común. El mayor trabajo es que en el modo de hablar de los doctores, decisivo e indubitable, no dejan lugar, antes dan señales claras de no querer oír réplica alguna, sino que con esto solo debe quedar este punto gravísimo enteramente decidido y concluido. Si alguno se atreve, no obstante, a alzar la voz, pidiendo alguna buena razón de toda esta inteligencia o sentido, que llaman verdadero y único, no tiene que esperar otra respuesta que tres o cuatro, o más renglones de citas; esto es, que otros muchísimos doctores han entendido así todas estas cosas, y asimismo las han explicado. Bien. Mas esto, ¿quién lo duda? Si todos estos muchísimos doctores han partido desde un mismo principio, y trabajado sobre un mismo sistema, ¿qué mucho que hayan dicho lo mismo? ¿No es esto responder por la cuestión? Lo que aquí se pide no es lo que han pensado otros doctores, que esto no se ignora, sino la razón y fundamentos que han tenido para pensarlo. Si esta razón o fundamentos no se producen, ¿de qué sirve llenar páginas enteras con citas de autores? Bien pudieran citarse dos o tres mil autores, para probar, por ejemplo, que el agua sube en la bomba por el horror   —430→   que la naturaleza tiene al vacío; mas no por eso dejará de ser falsa esta opinión, y de mirarse esta prueba como insuficiente e inútil.

185. Algunos añaden una palabra ciertamente de gran peso, si viniera al caso. Esta inteligencia, dicen, es de todos los intérpretes ortodoxos. Mas esta palabra ortodoxos, ¿a qué propósito se trae aquí? ¿Qué quiere decir esto en el asunto de que hablamos? ¿Acaso que sólo los intérpretes heterodoxos o herejes pueden pensar otra cosa diversa? ¿Acaso que dicha inteligencia es de fe católica, es ortodoxa, es verdadera e indisputable? ¿No veis, Señor, la pretensión y el empeño? ¿No veis el miedo y escrúpulo con que nos quieren espantar?

186. Crece todavía más el empeño y la pretensión. Un autor grave (y con razón estimado por uno de los mejores intérpretes) dice formalmente, citando a otro, que la sobredicha inteligencia de la profecía de Amós, y por consiguiente del texto de San Jacobo, está ya definida como verdadera y literal, contra Teodoro, obispo de Mopsuesta, por el papa Vigilio en el concilio romano893. Cualquiera que lea estas palabras en un autor como éste, erudito y juicioso, es naturalísimo que las crea al punto, sin querer tomar sobre sí el gran trabajo de examinar su verdad; por consiguiente que dé por concluida esta disputa. Yo también la diera al punto por concluida, si esto fuese cierto, o si no fuese evidentemente falso. Digo evidentemente falso, lo primero: porque no consta de la historia que en tiempo de Vigilio, ni cuando fue antipapa, ni cuando fue papa, se haya celebrado en Roma algún concilio. Lo segundo: porque las altercaciones que tanto perturbaron la paz de la Iglesia sobre los tres célebres capítulos, es a saber, sobre algunos escritos de Ibas, obispo de Edesa; de Teodoreto, obispo de Ciro; y mucho más de Teodoro, obispo de Mopsuesta, no pasaron en occidente, sino en   —431→   oriente; no en Roma, sino en Constantinopla. Lo tercero y principal: porque aunque en Constantinopla, no en Roma, se condenaron al fin dichos tres capítulos, y con ellos sesenta proposiciones extraídas de los escritos de Teodoro; mas ninguna de ellas tiene alguna conexión, ni la más mínima relación con el asunto que ahora tratamos. En todas las sesenta proposiciones que ponen los historiadores, no se lee jamás tabernáculo de David, ni profecía de Amós, ni concilio de Jerusalén, ni discurso de San Jacobo, ni otra cosa alguna que con esto pueda equivocarse. Lo más que se halla en la historia (y tal vez de aquí nacería el equívoco) es esto: que los enemigos de Teodoro lo acusaban, entre otras cosas, de que adhería mucho a algunas opiniones de los rabinos; pues decía que el Salmo XXI no habla de Cristo; mas esta acusación general ni sabemos que se presentase al concilio de Constantinopla, ni tampoco que el concilio hablase sobre ella alguna palabra; pues las sesenta proposiciones nada de esto contenían. Yo desafío formalmente a todos los eruditos que me verifiquen de algún modo razonable esta proposición: que así a la letra deba explicarse (el texto de Amós) está definido bajo de excomunión en el concilio Romano, contra Teodoro, obispo de Mompsuesta.894

187. Concluyo este punto con estas dos preguntas. Primera: si esta noticia fuese cierta, ¿es creíble que la ignorasen otros doctores? Segunda: no ignorándola y teniéndola por segura, ¿es creíble que no la produjesen como una prueba la más decisiva de la bondad de su interpretación?

Se propone otra explicación del texto de San Jacobo con todo su contexto.

Párrafo IV

Simón ha contado cómo Dios primero visitó a los gentiles para tomar de ellos un pueblo para su nombre. Y   —432→   con esto concuerdan las palabras de los Profetas, como está escrito: Después de esto volveré, y reedificaré el tabernáculo de David, que cayó.895

188. Parece claro que San Jacobo dice aquí dos cosas muy diversas, que no es bien confundir o disimular; pues él mismo las distingue clarísimamente diciendo que la una debe suceder primero que la otra896. La primera (por confesión unánime de todos los doctores) es la vocación de las gentes, la cual prueba, confirmando el discurso de San Pedro, y asegurando según las Escrituras, que Dios determinaba visitar primero a las gentes (pues los judíos, aunque llamados los primeros, no querían oír) y sacar primero de entre las gentes un pueblo para su nombre897. La segunda, después de ésta, es la vocación, la congregación, la asunción de las reliquias de Israel, disperso entre todas las naciones por su incredulidad: Después de esto volveré y reedificaré. De modo que la primera pertenece únicamente al asunto primario, o único sobre que se había congregado aquel concilio, esto es, a las gentes visitadas y llamadas de Dios, para formar un pueblo nuevo, mayor y mejor que el antiguo; pues éste, llamado en primer lugar con tan grandes instancias, se había ya obstinado en su incredulidad, y no quería congregarse; pues no se ignoraba que debía suceder así según las Escrituras. No se ignoraba la profecía de Daniel, que dice: no será más suyo el pueblo que le negará.898 Ni la de Oseas, que dice: vosotros no sois mi pueblo, y yo no seré vuestro.899 Ni la de Isaías, que dice: Israel no se congregará.900 La segunda se enderezaba a   —433→   sosegar los judíos cristianos celosos todavía de su ley y de su pueblo, asegurándoles que después del misterio de las gentes, llegaría también su tiempo de misericordia para este pueblo infeliz, como está escrito: Después de esto volveré, y reedificaré el tabernáculo de David, que cayó. Para esto son manifiestamente aquellas palabras capitales: primero... después de esto.

189. San Jacobo dice que la profecía de Amós que cita, y generalmente las palabras de los Profetas concuerdan con estas palabras: Dios primero visitó a los gentiles para tomar de ellos un pueblo para su nombre; mas esta concordancia no está en el misterio de la vocación de las gentes considerado en sí mismo, sino considerado como primero, respecto de otro misterio que debe seguirse después de él; de otro modo, las palabras, primero... después de esto, fueran no sólo inútiles, sino algo más que bárbaras, y sería necesario omitirlas del todo para poder dar a la cláusula algún sentido gramatical. Ésta es, pues, la concordancia de que aquí se habla, entre el misterio de la vocación de las gentes, y la reedificación del tabernáculo de David: que aquel misterio es primero, y éste, segundo; aquel ha de preceder, y éste seguir. ¿Cómo es posible que un misterio se preceda a sí mismo? ¿Que sea anterior, y al mismo tiempo posterior a sí mismo? Si la visitación o vocación de las gentes para sacar de entre ellas un pueblo de Dios, es lo mismo que Dios quiere hacer; si después de las cosas que pertenecen a este primer misterio, después de esto, se ha de reedificar el tabernáculo de David, y han de suceder las demás cosas que anuncia la profecía de Amós; luego éstos son dos misterios totalmente diversos; luego la Iglesia presente no puede ser el tabernáculo de David, de que aquí se habla; luego este segundo misterio, posterior al primero, no se ha verificado hasta el día de hoy; pues el primero todavía no se ha concluido; luego se debe verificar en algún tiempo, y por consiguiente se debe concluir en algún tiempo el primer misterio.

190. De esta concordancia de un misterio con otro, hablan   —434→   frecuentísimamente los Profetas, como tantas veces hemos notado en los cuatro fenómenos antecedentes. De esta concordancia habla no pocas veces San Pablo, especialmente cuando dice a las gentes: Porque como también vosotros en algún tiempo no creísteis a Dios, y ahora habéis alcanzado misericordia por la incredulidad de ellos; así también éstos...901 De esta concordancia habló muchísimas veces en parábolas el mismo Mesías, especialmente cuando les dijo a los Escribas y Fariseos: Por tanto os digo, que quitado os será el reino de Dios, y será dado a un pueblo que haga los frutos de él.902 Cuando les hizo darse a sí mismos aquella justísima sentencia: A los malos destruirá malamente; y arrendará su viña a otros labradores.903 Cuando en la parábola de los operarios y de los convidados a la gran cena, les anunció claramente que serían los últimos los que debían ser los primeros; y al contrario, serían los primeros los que debían ser los últimos904; y en otra parte: En verdad os digo que los publicanos y las rameras os irán delante al reino de Dios.905 Y, en fin, cuando dijo que Jerusalén sería destruida, sin que quedase en ella piedra sobre piedra; que aquellos tiempos serían sólo de venganza y de ira, para todo el pueblo de Dios, de quien ella era cabeza; que este pueblo, parte pasaría por el filo de la espada, parte sería esparcido a todos los vientos, y llevado cautivo a todas las gentes, y que Jerusalén sería conculcada de las mismas gentes, hasta que se llenasen los tiempos de las naciones906. Por abreviar, esta misma   —435→   concordancia se ve con los ojos en el cántico, no menos breve que admirable del justo Simeón, el cual, teniendo en sus brazos a la esperanza de Israel, y de todo el universo, en el estado todavía de infancia, anunció lleno del Espíritu Santo que sería primero Lumbre para ser revelada a los gentiles, y, después, para gloria de tu pueblo Israel.907 A todas estas cosas, y otras semejantes que se leen en los libros sagrados, parece aluden aquellas dos palabras: primero... después de esto.

191. Acaso se podrá oponer que ni en la profecía de Amós, ni en los otros Profetas, se leen jamás estas palabras: después de esto volveré; sino siempre o casi siempre estas otras: en aquel día... en aquellos días... en aquel tiempo, etc. Bien, y ¿qué inconveniente se halla en esto? El Profeta dice: en aquel día (sin señalar el día preciso de que habla), en aquel día, dice el Señor, yo resucitaré el tabernáculo de David, que cayó o murió, y lo reedificaré como en los días antiguos. San Jacobo, citando esta profecía, señala el día o tiempo de que habla éste y otros Profetas, y lo señala con estas tres palabras: Después de esto volveré; dando en ellas dos claras contraseñas. Primera: después de estas cosas908. ¿De cuáles? De las que actualmente se habla, esto es, de las pertenecientes al gran misterio de la vocación de las gentes, a quienes Dios visitaba en primer lugar909, para sacar de ellas y formar con ellas un pueblo para su nombre910. Segunda contraseña: yo volveré911. ¿Quién volverá? ¿Adónde, y a qué volverá? Quien volverá no puede ser otro sino aquel mismo hombre noble, (que) fue a una tierra distante para recibir allí un reino, y después volverse912; de   —436→   quien se dijeron aquellas consolantes palabras: ¿Varones galileos, qué estáis mirando al cielo? Este Jesús, que de vuestra vista se ha subido al cielo, así vendrá, como le habéis visto ir al cielo.913 ¿Adónde volverá? Volverá sin duda alguna a esta misma tierra que dejó, y de donde es en cuanto Hombre, y juntamente a aquellos cuyos padres son los mismos, de quienes desciende también Cristo según la carne914; a aquellos mismos que no quisieron reconocerlo, diciendo: No queremos que reine éste sobre nosotros915; y a quienes por esto se les está dando hasta ahora un castigo tan sin ejemplar, mostrándoles Dios tantos siglos ha las espaldas, y no la cara916, como les había predicho y amenazado desde Moisés. ¿A qué volverá? Volverá, según las Escrituras, a resucitar en su propia persona, y a edificar, o reedificar, como en los días antiguos917, (con aquella grandeza y justicia, dignas de un Hombre Dios) el tabernáculo o solio de David su padre, que cayó... En aquel día levantaré el tabernáculo de David, que cayó...918 Después de esto volveré, y reedificaré el tabernáculo de David que cayó...919 Y vendrá el primer imperio, el reino de la hija de Jerusalén.920 Estas últimas palabras del profeta Miqueas, corresponden visiblemente a aquellas otras de Amós: lo reedificaré como en los días antiguos; y ambas anuncian claramente el juicio de   —437→   los vivos, o lo que es lo mismo, el reino del Mesías sobre los vivos.

192. De todo esto que acabamos de decir, se sigue en conclusión que primero ha de recoger Dios de entre las gentes un pueblo suyo en lugar de Israel, que no quiso congregarse, y por eso fue arrojado y disperso entre todas las gentes. Primero ha de llamar y congregar otras ovejas, que no son de este aprisco.921 Primero ha de recoger y congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos; y después que estos hijos de Dios estén recogidos; después que estas ovejas estén aseguradas; después que ya no se halle más que recoger; después que, aun lo que estaba recogido se vaya o saliendo fuera por falta de fe, o corrompiendo dentro por sobra de iniquidad; en suma, después que se llenen los tiempos de las naciones, que son puntualmente aquellos en que estos hijos deben permanecer en bondad, pues con esta precisa condición fueron injertos en la buena oliva: si permanecieres en la bondad; de otra manera serás tú también cortado922; después de todo esto empezará a amanecer otro día, de que tanto hablan los Profetas de Dios, en el cual empezará el mismo Señor a pasarse de las gentes a los judíos, y preparados éstos o sus reliquias preciosas con las preparaciones convenientes, de que ya hemos hablado, volverá también en su propia persona de aquella región longincua a donde fue días ha, para recibir allí un reino, y después volverse.923 Volverá, digo, cuando haya recibido del mismo Padre la potestad, y el honor, y el reino; cuando haya recibido solemnísimamente en el supremo Consejo de Dios la investidura del mismo reino; y cuando volvió, después de haber recibido el reino924; y destruida en primer lugar la gran estatua, cuyo aspecto era terrible; evacuado todo principado, potestad y virtud,   —438→   edificará sobre sus ruinas el tabernáculo de David su padre, o el último reino incorruptible y eterno; la piedra que había herido la estatua, se hizo un grande monte, e hinchió toda la tierra.925

Y se sentará el juicio para quitarle el poder, y que sea quebrantado, y perezca para siempre. Y que el reino, y la potestad, y la grandeza del reino, que está debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo.926

193. Excusad, señor, este defecto en que incurro frecuentemente, de repetir varias veces en diversos lugares ciertos textos particulares de la Escritura. Si éstos se tienen presentes cuando conviene, yo admito con gusto la nota de repetidor.

Párrafo V

Se confirma todo lo dicho con otros lugares de la Escritura.

Primero

194. Isaías hablando del Mesías, dice de él entre otras cosas: se sentará sobre el solio de David, y sobre su reino, para afianzarlo y consolidarlo en juicio y en justicia, desde ahora y para siempre; el celo del Señor de los ejércitos hará esto.927 Si se compara este texto con el de Amós, citado por San Jacobo, y se pesan en balanza fiel, parece imposible hallar entre ellos alguna diferencia digna de consideración. Isaías dice que el Mesías, como hijo de David, a quien están hechas las promesas, se sentará algún   —439→   día sobre su solio y sobre su reino para confirmarlo y corroborarlo en juicio y en justicia. San Jacobo, citando en general las palabras de los Profetas, y en particular la profecía de Amós, dice que el Mesías mismo, que ya entonces se había ido al cielo, volverá a la tierra algún día, y reedificará el tabernáculo de David que cayó, levantándolo del polvo de la tierra donde está sepultado, y que esto será después. Amós dice, que en aquel día928 (el cual día se determina con aquellas tres palabras, después de esto volveré) el Señor resucitará, y levantará de la tierra el tabernáculo de David, que cayó; el mismo que cayó, que se arruinó, que se disolvió, etc., y lo edificará de nuevo, como en los días antiguos.

195. Por estas últimas palabras yo no pienso decir (ni se me podrá atribuir un tal despropósito sin una manifiesta injusticia) que el reino del Mesías, de que hablo, será o podrá ser, como en los días antiguos; haciendo caer la palabra como sobre el modo, y no precisamente sobre la sustancia. Yo pienso y tengo por cierto esto segundo. Si mis judíos han pensado, y piensan hasta ahora lo primero, o alguna otra cosa semejante, ciertamente han errado y yerran en lo más sustancial de sus Escrituras; mas este y otros errores semejantes, manifiestamente groseros, se les podrían fácilmente corregir con sus mismas escrituras, sin darles aquella respuesta dura y terrible, y no menos dura y terrible que mal fundada: niego todo.

Segundo

196. La profecía de Isaías, de que empezamos a hablar, la hallamos expresamente citada en el evangelio929. ¿Por quién? Por el ángel San Gabriel, enviado extraordinario de Dios a la santísima Virgen, elegida para Madre del Hombre Dios. Entre las cosas que el ángel le promete de parte de Dios, una de ellas es lo que contiene y anuncia especialmente la profecía de Isaías: y le dará el Señor   —440→   Dios el trono de David su padre; y reinará en la casa de Jacob por siempre, y no tendrá fin su reino.930 Esta solemnísima promesa, hecha a la santísima Virgen para el Mesías su hijo, parece cierto que hasta ahora no se le ha cumplido a nuestra Señora, y parece del mismo modo cierto, que es la única que no se le ha cumplido hasta ahora; pues todas las otras de que el ángel la aseguró de parte de Dios, se cumplieron luego al punto perfectísimamente en su sentido natural y propio, como es claro por todo el texto sagrado, y por el dogma que se funda en él.

197. Si esta única promesa no se ha cumplido hasta ahora a nuestra Señora, parece necesario que se le cumpla alguna vez en aquel mismo sentido propio y natural en que se cumplieron las otras, pues no hay más razón para aquellas que para ésta. Si ya se le ha cumplido esta promesa, como se intenta suponer, deberá mostrarse con distinción y claridad este perfecto cumplimiento, sin recurrir para esto al sumo sacerdocio de Cristo según el orden de Melquisedec, con el cual el trono de David no tiene conexión alguna, ni la más mínima relación; siendo claro que la promesa no habla del sacerdocio, sino del trono de David931. Esta promesa, pues, ¿cuándo se ha cumplido o cuando se ha podido cumplir? En toda la historia sagrada no hallamos otra cosa sino que el Mesías hijo de David entró una vez públicamente en Jerusalén entre las aclamaciones de la plebe, con aquella pompa nueva e inaudita que refieren los evangelistas, y que ya estaba registrada en Zacarías: Mira que tu rey vendrá a ti justo y salvador; él vendrá pobre, y sentado sobre una asna, y sobre un pollino hijo de asna932; mas también sabemos, que no fue   —441→   recibido, sino desconocido y reprobado. Lejos de ponerlo en el trono de David, lo pusieron seis días después en otro trono de dolor y de ignominia, cual fue la cruz; y la plebe misma que lo había aclamado por hijo de David, clamó contra él a grandes voces: crucifícale, crucifícale.

198. Después de su muerte y resurrección, sabemos de cierto que se fue al cielo, como él mismo había dicho: para recibir allí un reino, y después volverse.933 Sabemos de cierto que allá en el cielo está sentado a la diestra de Dios.934 Sabemos de cierto que allá está sentado en el trono mismo de su Padre935. Sabemos de cierto que allá estará sentado hasta su tiempo: hasta que ponga (le dijo su Padre) a tus enemigos por peana de tus pies936; y como añade el Apóstol: esperando lo que resta...937 Sabemos, en fin, con la misma certidumbre, que volverá algún día a esta nuestra tierra, a juzgar los vivos y los muertos... Y no tendrá fin su reino.938 Mas ni el trono de Dios, adonde ahora está, ni el trono de ignominia donde lo pusieron los suyos, se puede llamar, sin una manifiesta violencia, el trono, o solio, o tabernáculo de David su padre, que le está tan expresamente prometido. No quiero perder la oportunidad que aquí se me ofrece de decir dos palabras sobre cierta noticia, que vulgarmente corre por verdadera, como que se halla expresa en muchísimos intérpretes de la Escritura; es a saber; que aquellas palabras del salmo XCV, Decid en las naciones que el Señor reinó, están corrompidas o truncadas maliciosamente, por los judíos, los cuales les quitaron la palabra latina a ligno, pues debía leerse: dicite in gentibus quia Dominus regnavit... a ligno. Yo no me admirara mucho que los judíos hubiesen   —442→   quitado al texto la palabra a ligno, que tanto podía incomodarlos. Lo que me admira, con grande admiración, es que sabiendo esto los doctores cristianos (pues si no lo supiesen, no es creíble que se atreviesen a publicar esta noticia en sus escritos, que deben, o pueden andar en manos de todos, con peligro de levantar un falso testimonio a los míseros e inermes judíos), que sabiendo, digo, los doctores, que los judíos quitaron al texto sagrado la palabra a ligno, no se la hayan restituido hasta ahora en tantas correcciones que se han hecho de la Escritura; ni se halle esta palabra en las otras versiones, que corren como buenas, fuera de la Vulgata. Ésta es una cosa que no puedo comprender. Los judíos quitaron al texto la palabra a ligno. Bien. O esta noticia es cierta, o no. Si es cierta, luego debe restituirse al texto mismo una palabra tan sustancial, y tan interesante. Si no es cierta, luego debe borrarse la noticia de todos los escritos públicos donde se hallare, pues los judíos, por judíos que sean, no pueden ser condenados, sino según lo alegado y probado, pues son hombres como todos nosotros. Fuera de esto, léase todo el salmo XCV, con ojos imparciales, y se conocerá al punto que la palabra a ligno no viene al caso, pues todo él habla manifiestamente de la venida segunda del Señor en gloria y majestad: Conmuévase toda la tierra a su presencia, decid en las naciones que el Señor reinó. Porque enderezó la redondez de la tierra, que no será conmovida; juzgará los pueblos con equidad. Alégrense los cielos, y regocíjese la tierra, conmuévase el mar, y su plenitud... a la vista del Señor, porque vino, porque vino a juzgar a la tierra. Juzgará la redondez de la tierra con equidad, y los pueblos con su verdad.939

  —443→  

199. Responden a esto que el reino del Mesías de que hablan las Escrituras, no es terreno ni mundano, sino celestial y divino; no temporal, sino eterno; no carnal, sino espiritual. Así, aunque se dice que al Mesías se le dará el trono de David su padre; que se sentará en este trono después de reedificado y levantado del polvo de la tierra; que reinará eternamente en la casa de Jacob, etc.; mas todo esto no puede entenderse literalmente, sino en otro sentido perfectísimo, cual es el alegórico y espiritual; en cuanto el trono de David, sobre todo Israel, fue una figura o sombra del trono espiritual de Cristo, sobre todos los creyentes (que no es otra cosa que su sumo sacerdocio, según el orden de Melquisedec). Yo he protestado en otras partes que no pienso oponerme de modo alguno a lo que se dice o se quiere decir en este sentido alegórico y espiritual; lo cual yo también lo digo y lo creo como todos los fieles. A lo que sí me opongo con todas mis débiles fuerzas, es al empeño y pretensión de los que quieren despóticamente que éste sea el único sentido de las Santas Escrituras, y que el pensar otra fuera de esto es un error, es un sueño, es un despropósito grosero, etc. Mas esto, ¿cómo lo prueban? Yo a lo menos no hallo prueba que me satisfaga.

200. Es ciertísimo que el reino del Mesías de que hablan las Escrituras, no puede ser un reino terreno y mundano, sino celestial y divino; no puede ser un reino temporal, sino eterno; no puede ser un reino carnal, sino espiritual (bien que deba ser no puramente espiritual, sino espiritual y corporal). Es decir, no puede ser el reino del Mesías como los reinos que hasta ahora hemos visto en nuestro mundo. Esto repugna infinitamente, según las Escrituras, al reino de un hombre que no es puro hombre, sino Hombre Dios, en cuya persona están estrechamente unidas las dos naturalezas divina y humana. Por tanto, en lugar de aquellas palabras equívocas que tienen un sonido tan desagradable: reino terreno, reino mundano, se podían sustituir estas otras: reino celestial, reino   —444→   divino; mas existente físicamente en esta nuestra tierra. Sustituidas estas palabras, que son visiblemente las propias, según todas las ideas que nos dan las Santas Escrituras, se viera cesar al punto el gran ruido, o convertirse en una suave melodía, nada disonante aun a los oídos más delicados. Los que quieren que la Iglesia presente sea el reino del Mesías, hijo de David, de que hablan las Escrituras, ciertísimamente condenarán como dura esta proposición:

201. «La Iglesia presente es una Iglesia terrena, y mundana.» Mas no condenarán, antes aprobarán, ésta: «La Iglesia presente es una Iglesia celestial y divina, no obstante que existe física y realmente en este mundo.»

202. Aplíquese, pues, la semejanza, y con esto sólo se verá desvanecido el equívoco, o mitigado el gran ruido. Practíquese la misma diligencia con aquellas otras palabras tan displicentes, como impropias: reino temporal, reino carnal; leyendo en su lugar estas otras: reino eterno, reino espiritual, sin dejar de ser corporal, pues el hombre se compone esencialmente de cuerpo y espíritu. Con esta conmutación de solas las palabras, el fantasma desaparece, y la disputa queda concluida.

203. Con esta misma conmutación o distinción entre palabras propias e impropias, es bien fácil responder a otra gran dificultad que suele oponerse. Jesucristo, dicen, declaró al presidente Pilatos, ante cuyo tribunal estaba como reo de lesa majestad, acusado falsamente de haber querido hacerse rey, y rebelarse contra el César, que su reino no era de este mundo940; luego no hay que esperar el reino de Cristo en este mundo, por más que lo anuncien, o parezca que lo anuncian las Escrituras. Mas esta misma dificultad la deben resolver en primer lugar los mismos que la proponen; pues la Iglesia presente, a quien llaman reino de Cristo, ciertamente no es de otro mundo, sino de éste; ni se compone de ángeles, o de otras criaturas   —445→   incógnitas, sino de hombres racionales del linaje de Adán, que realmente habitan en este mundo y son de este mundo. Responden, y con razón, que Cristo no dijo que su reino no estaba en este mundo, sino que no era de este mundo; así, aunque la Iglesia cristiana está realmente en este mundo, pues se compone de hombres vivos y viadores del linaje de Adán, con todo eso no es de este mundo; ya porque no se conforma, ni es de institución humana, sino divina; ya porque no se conforma, o no debe conformarse con las costumbres y máximas del mundo, que propiamente llamamos mundanas. Bien, luego en este mismo sentido verdadero y por sí conocido, puede muy bien estar en este mundo, según las Escrituras, el reino de Cristo, de que vamos hablando, sin ser reino de este mundo, esto es, sin tener semejanza alguna con los reinos de este mundo, ni conformarse en lo más mínimo con sus máximas y costumbres. En este sentido, y sólo en este sentido dijo el mismo Señor de sí y de sus Apóstoles: No son del mundo, así como tampoco yo soy del mundo.941

204. Fuera de esto, cuando se cita un lugar de la Escritura Santa para probar alguna cosa interesante, parece que debía citarse todo entero, no dos o tres palabras solamente; pues muchas veces sucede (aun en los escritos puramente humanos) que una cláusula no se entiende, ni es posible entenderla bien, sino por sus últimas palabras. Ved aquí el texto entero, que es breve.

Mi reino no es de este mundo; si de este mundo fuera mi reino, mis ministros sin duda pelearían, para que yo no fuera entregado a los judíos; mas ahora mi reino no es de aquí.942

205. Estas últimas palabras, mas ahora, ¿qué significan   —446→   en realidad? Yo temo mucho oscurecerlas si me meto a explicarlas. Por tanto, las dejo sin tocarlas, pareciéndome que ellas se explican a sí mismas, y explican al mismo tiempo todo el texto.

Tercero

206. En el salmo CXXXI habla David (profeta y rey) de la promesa que Dios le tenía hecha, confirmada con juramento, de que el Mesías su hijo se sentaría algún día en su mismo trono; y para mayor confirmación añade que esta promesa de Dios es una verdad que no faltará, ni quedará frustrada: Juró el Señor verdad a David, y no dejará de cumplirla: del fruto de tu vientre pondré sobre tu trono.943 Esta promesa de Dios confirmada con juramento, ¿de quién habla? ¿Habla de Salomón y de los otros reyes de Judá, o habla directa o indirectamente de Cristo Jesús? Los intérpretes dicen o suponen comúnmente que la promesa de Dios habla literal e inmediatamente de Salomón, y de los reyes que siguieron hasta Jeconías o Sedecías, donde cayó el trono de David, y desde cuya época no se ha vuelto a ver en nuestra tierra; y que solamente habla del Mesías en sentido alegórico y espiritual. No obstante, yo me atrevo a decir que la promesa de Dios, confirmada con juramento, habla literalmente, directa o inmediatamente de solo el Mesías; no de Salomón ni de los otros reyes de Judá. La razón en que me fundo es el capítulo II de las Actas de los Apóstoles, desde el versículo 25 hasta el 31. Allí se lee que San Pedro en el mismo día de Pentecostés, a la hora de tercia del día944, acabado de recibir plenísimamente el Espíritu Santo, y hablando públicamente en medio de Jerusalén, no de propia ciencia (que no la tenía) sino como el Espíritu Santo les daba que hablasen945, hizo aquel primer   —447→   sermón divino y admirable, en que convirtió a Cristo cerca de tres mil946.

207. En este primer sermón les probó a los judíos con tres lugares de los Salmos de David tres verdades propias y peculiares del mismo Mesías Jesucristo hijo de David, según la carne. Primera: que aquel mismo Jesús, poderoso en obras y en palabras... que ellos mismos habían reprobado y condenado cincuenta y tres días antes, poniéndole en un madero947, realmente había resucitado, según las Escrituras; de lo cual él mismo y todos los otros apóstoles y discípulos eran testigos oculares; pero lo habían visto después de resucitado, no una sola, sino muchísimas veces, por cuarenta días; habían comido y bebido con él; habían oído su voz; habían recibido sus instrucciones y mandatos antes de partirse para el cielo. Y era imposible según esto, y según las Escrituras, que el infierno lo retuviese mucho tiempo dentro de sí948. Para esto les cita el texto del salmo XV: y además también mi carne reposará en esperanza. Porque no dejarás mi alma en el infierno, ni permitirás que tu santo vea la corrupción.949 Les prueba que estas palabras no pueden hablar de la persona misma de David, pues éste había sido sepultado muchos siglos antes, y su sepulcro era todavía conocido de todos, sin que a ninguno se le hubiese pasado por el pensamiento, que David hubiese resucitado antes de experimentar la corrupción: Varones hermanos, séame lícito deciros con libertad del patriarca David, que murió, y fue enterrado; y su sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy.950 Lo   —448→   segundo: les prueba que el mismo Jesús, hijo de David, después de resucitado había subido a los cielos, según las Escrituras, y esto en presencia del mismo San Pedro, y de todos los apóstoles y discípulos, que daban testimonio público de aquella verdad, para lo cual les cita el salmo CX, diciendo que no puede hablar del mismo David: Porque David no subió a los cielos, y dice con todo eso: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra. Hasta que ponga tus enemigos por tarima de tus pies.951 Lo tercero: les prueba que este mismo Jesús, que había resucitado y subido al cielo, debía volver algún día a esta nuestra tierra, según las Escrituras, y ocupar entonces el trono de David su Padre. Para esto les cita el salmo CXXXI, añadiendo expresamente una circunstancia notable, que no es lícito disimular. Es a saber: que para esto último se prepara el mismo profeta David, hablando de antemano en el salmo XV de la resurrección del Mesías su hijo: Siendo pues Profeta, y sabiendo que con juramento le había Dios jurado que del fruto de sus lomos se sentaría sobre su trono; previéndolo habló de la resurrección del Cristo, que ni fue dejado en el sepulcro, ni su carne vio corrupción.952

208. De estos tres lugares de los Salmos que cita San Pedro, como el Espíritu Santo les daba (a sus apóstoles) que hablasen953, yo sólo necesito estas dos consecuencias, que me parecen legítimas y justas por todos sus aspectos. Primera: así como los dos primeros lugares citados del salmo XV, y del salmo CIX, hablan literal, inmediata y únicamente de Cristo, el uno de su resurrección, el otro de su ascensión a los cielos; así el tercero, que dice: del   —449→   fruto de tu vientre pondré sobre tu trono954; debe hablar literal, inmediata y únicamente de Cristo, no de Salomón, ni de los otros reyes de Judá; pues no hay más razón ni más privilegio para aquellos que para éste, siendo como aquéllos igualmente dictado por el Espíritu Santo, en un mismo día, y en un mismo discurso. Segunda consecuencia: así como los dos primeros lugares citados se cumplieron perfectamente en Cristo, en su propio, natural y literal sentido; así ni más ni menos se deberá cumplir el tercero, por más que se repugne. Tal vez tuvo presente esta repugnancia el que todo lo sabe, pues no contento con afirmar esto tercero con su simple palabra, como lo primero y lo segundo, quiso todavía asegurarlo más, añadiendo un formal y solemne juramento: Juró el Señor verdad a David, y no dejará de cumplirla: del fruto de tu vientre pondré sobre tu trono.955

Siendo, pues, profeta, y sabiendo que con juramento le había Dios jurado que del fruto de sus lomos se sentaría sobre su trono; previéndolo habló de la resurrección del Cristo.

Párrafo VI

Última observación

209. Esta última observación deberá ser inevitablemente algo más difusa que todas las que han precedido en este fenómeno; ya por los varios puntos que comprende; ya por la dificultad más que ordinaria en aclararlos y unirlos entre sí; ya también porque su unión y plena inteligencia nos parece de gran importancia.

210. El capítulo XVI de Isaías empieza con esta misteriosa oración: Envía, Señor, el Cordero dominador de la   —450→   tierra, de la piedra del desierto al monte de la hija de Sión.956 Estas palabras, y todas las que siguen hasta el versículo 6, no hay duda que son oscurísimas, no solamente consideradas en sí mismas, sino aun consideradas con todo su contexto, que es el que suele abrir el verdadero sentido, y aclarar las cosas más oscuras. Ni se conoce por ellas solas, con ideas claras, de qué misterio se habla, ni de qué tiempos, ni a qué propósito se dicen. La explicación que hallo en los intérpretes, confieso simplemente que no me satisface. Dicen todos los que he podido consultar, que el Profeta hace aquí una especie de paréntesis o brevísima digresión. Quieren decir que como acaba de hablar contra Moab en todo el capítulo antecedente que tiene por título: Carga de Moab957, y todavía prosigue en el presente, se le vino a la memoria con esta ocasión la célebre viuda Rut, Moabita, la cual dejando su patria, se vino a la Judea, siguiendo a su suegra Noehemi; y después de algún tiempo se casó con Booz, y fue bisabuela de David: Y Booz engendró de Rut a Obed. Y Obed engendró a Jesse. Y Jesse engendró a David el rey.958 Acordándose el profeta de Rut, Moabita, bisabuela de David, se acordó por consiguiente del Mesías hijo de David, y por David hijo también de Rut. Con este recuerdo, lleno de fe, de esperanza y de un ardientísimo deseo, pide a Dios que envíe cuanto antes al Cordero que debe dominar espiritualmente la tierra, y que lo envíe de la piedra del desierto, esto es, dicen, de Moab o de la Arabia Pétrea, donde vivían los Moabitas, y donde estaba situada la antigua ciudad de Petra; no porque el Mesías hubiese de venir realmente de la Arabia, o de la tierra de Moab; sino aludiendo, dicen, a la patria de Rut, su progenitora, etc. Si proseguimos   —451→   ahora leyendo el capítulo hasta el versículo 6, nos hallamos no obstante, sin poder evitarlo, con otras cosas bien diversas y bien ajenas de todo lo pasado.

211. Yo propongo aquí otra inteligencia de este lugar de Isaías, y pido para ser entendido, no solamente atención, sino también paciencia; pues no me es posible explicarme bien, sino a costa de muchas palabras. Los talentos, aun naturales, los reparte el Criador de todos... a cada uno como quiere.959

212. Primeramente, convengo con todos, y me parece claro e innegable, que el profeta, al empezar el capítulo XVI, hace una especie de paréntesis o breve digresión, en que extiende por un momento su vista hacia otros tiempos muy futuros, y hacia otros sucesos muy diversos y mucho mayores que aquellos de que va hablando. Esto es frecuentísimo en Isaías, y se puede con verdad decir que es de su propio carácter. Para esta breve digresión le da una ocasión bien oportuna, no la viuda Rut, Moabita, sino el mismo Moab, contra quien va profetizando, y cuya profecía se cumplió plenísimamente en tiempo de Nabucodonosor. (Véase todo el capítulo XLVIII de Jeremías.) Mas no puedo convenir en que el paréntesis o digresión de Israel sea tan breve que comprenda solamente el versículo 1; a mí me parece claro que pasa algo más adelante hasta incluir dentro de sí todo el versículo 5, sin lo cual no sé cómo se puede dar algún sentido razonable, y conforme en la historia sagrada, a estos cinco primeros versículos del capítulo XVI; véase aquí el texto seguido.

Envía, Señor, el Cordero dominador de la tierra, de la piedra del desierto al monte de la hija de Sión. Y sucederá que como ave que huye, y pollos que vuelan del nido, así serán las hijas de Moab en el paso del Arnón. Toma alguna traza, junta el Ayuntamiento; pon como noche tu sombra al mediodía; esconde a los que van huyendo, y no descubras a los que andan errantes. Morarán   —452→   contigo mis fugitivos; Moab, sírveles de lugar en que se escondan de la presencia del destruidor; porque fenecido es el polvo, ha sido rematado el miserable (o el que hace miserables), que rehollaba la tierra. Y será establecido el trono en misericordia, y se sentará sobre él en verdad en el tabernáculo de David, quien juzgará y demandará juicio, y dará prontamente a cada uno lo que es justo.960

213. En la suposición, o cierta o sólo probable, de que todos estos cinco versículos entran en el paréntesis o en la digresión del Profeta, yo os digo, señor mío, que todo se entiende o se puede entender naturalísimamente, sin ser necesario recurrir a Rut, Moabita, antiquísima aun en tiempo de Isaías, como ni a Rahab, ni a Tamar, ni a Lía, ni a Rebeca, ni a Sara, todas progenitoras de Cristo, según la carne. Mi modo de discurrir es éste.

214. Acababa Isaías de hablar contra Moab en todo el capítulo XV, y todavía prosigue el mismo asunto en el capítulo XVI. Mas como el carácter propio de este gran Profeta, según se dice en el Eclesiástico (capítulo 48) y queda notado en otras partes, es declinar insensible y casi continuamente a las cosas últimas; con ocasión de hablar de Moab, anunciándole su extrema humillación en castigo de su extrema soberbia, hace en medio de la profecía un como paréntesis o breve digresión, y profetiza en cuatro palabras otras cosas bien singulares, que deben suceder en otros tiempos remotísimos en la misma tierra o país de Moab. Empieza pidiendo a Dios que envíe del cielo al Cordero   —453→   destinado a dominar la tierra961. ¿Qué otro Cordero puede ser éste, destinado a dominar la tierra, sino aquel mismo de quien se hablar en el capítulo V del Apocalipsis? El cual se presenta delante del trono de Dios, recibe de su mano un libro cerrado y sellado, lo abre allí mismo en presencia de todos los conjueces y de todos los ángeles, los llena a todos, con sólo abrirlo, de sumo regocijo que se difunde a todo el universo, etc. ¿Qué otro Cordero puede ser éste, destinado a dominar la tierra, sino aquel de quien se habla en el capítulo VII de Daniel? El cual en los tiempos de la cuarta bestia, esto es en los últimos tiempos, se presenta delante del mismo trono de Dios, como Hijo de Hombre962, y allí recibe de su mano, pública y solemnemente, la potestad, y la honra, y el reino; y todos los pueblos, tribus, y lenguas le servirán a él.963 (Véase el fenómeno antecedente, artículo III.) ¿Qué otro Cordero puede ser éste, destinado a dominar la tierra, sino aquel mismo a quien se le dice en el salmo CX: De Sión hará salir el Señor el cetro de tu poder; domina tú en medio de tus enemigos. Contigo está el principado en el día de tu poder entre los resplandores de los santos964? Esta misma petición se le hace a este Cordero, destinado a dominar la tierra, en el capítulo LXIV de mismo Isaías. ¡Oh, si rompieras los cielos, y descendieras!, a tu presencia los montes se derretirían. Como quemazón de fuego se deshicieran, las aguas ardieran en fuego, para que conociesen tus enemigos tu nombre; a tu presencia las naciones se turbarían, etc.965 Todo lo cual, por más que quiera sutilizarse, es claro   —454→   que no compete de modo alguno razonable a la primera venida del Señor, sino a la segunda, según todas las Escrituras.

215. Añade Isaías en su breve oración, pidiendo a Dios que envíe al Cordero dominador de la tierra: de la piedra del desierto al monte de la hija de Sión. Estas palabras, de la piedra del desierto, miradas en sí mismas, no hay duda que son oscurísimas; mas si se combinan con otros lugares de los Profetas y del mismo Isaías, pueden muy bien entenderse sin violencia, antes con gran naturalidad y propiedad. En Habacuc, por ejemplo, se dice: Dios vendrá del Austro, y el Santo del monte de Farán. La gloria de él cubrió los cielos, y la tierra llena está de su loor. Su claridad como la luz será, rayos de gloria en sus manos.966 ¿Quién puede desconocer aquí y en todo este capítulo la venida del Señor en gloria y majestad? Ahora, el monte Farán está ciertamente en la Idumea, hacia el Austro, respecto de la Palestina; y por esto los LXX, en lugar del Austro, leen: de Teman vendrá; porque Teman era la metrópoli de Idumea. Por otra parte, en el capítulo XXXIV de Isaías, se dice clara y expresamente que el Señor cuando venga en gloria y majestad, vendrá primero directamente a la Idumea: he aquí que bajará sobre la Idumea, y sobre el pueblo que yo mataré, para hacer justicia. La espada del Señor llena está de sangre... porque la víctima del Señor será en Bosra, y la gran matanza en tierra de Edom.967 A este lugar parece que alude San Juan, cuando dice: Y fue hollado el lago fuera de la ciudad, y salió sangre del lago hasta los frenos de   —455→   los caballos por mil y seiscientos estadios.968 Y en el capítulo XIX, 15, se dice del mismo cuando ya viene del cielo a la tierra: y él pisa el lagar del vino del furor de la ira de Dios Todopoderoso.969 Aquí, en la Idumea, hacia el medio día de Jerusalén, tendrá tanto que hacer la espada de dos filos que trae en su boca, cuanto se puede ver y considerar despacio en todo este capítulo XXXIV de Isaías, digno ciertamente de toda consideración, y cuanto se puede ver con mayor claridad en el capítulo XXXVI del mismo Profeta; los cuales lugares y otros semejantes los toma manifiestamente San Juan, y los hace servir todos juntos en el capítulo XIX de su Apocalipsis, como puede fácilmente convencerse de ello cualquiera que quisiere tomar el pequeño trabajo de combinar entre sí estos lugares, en juicio y en justicia, en lo cual yo no puedo detenerme más.

216. Con todas estas advertencias parece ya fácil, o no muy difícil, comprender bien todo el paréntesis con que empieza el capítulo XVI de Isaías: Envía, Señor, el Cordero dominador de la tierra, de la piedra del desierto al monte de la hija de Sión. Después de esta breve oración, empieza luego, dentro del mismo paréntesis, la profecía particular comprendida en los cuatro versículos siguientes: Y sucederá (que es lo mismo que si dijera: sucederá en estos tiempos inmediatos a la venida del Cordero dominador de la tierra) Y sucederá que como ave que huye, y pollos que vuelan del nido, así serán las hijas de Moab en el paso del Arnón. Parece a primera vista que aquí se anuncia una huida verdadera de los Moabitas; los cuales, por temor de algún enemigo formidable que viene contra ellos, desamparan su país y pasan a la otra parte del río o del torrente Arnón. En efecto, así lo suponen los intérpretes, insinuando muy en confuso que todo esto pudo   —456→   haber sucedido, y sucedería en las expediciones de Senacherib o de Nabucodonosor.

217. Mas, ¿cómo podremos componer una huida verdadera de Moab fuera de su país con las palabras que inmediatamente se le dicen? Toma alguna fuerza, junta el Ayuntamiento; pon como noche tu sombra al mediodía; esconde a los que van huyendo, y no descubras a los que andan errantes. Morarán contigo mis fugitivos; Moab, sírveles de lugar en que se escondan de la presencia del destruidor.

218. Por estas palabras se ve claramente que Moab asustado entrará en pensamientos de huir fuera de sus confines, y en parte empezará a moverse; no ciertamente por temor de algún príncipe enemigo que venga contra él, sino por temor de los prófugos que ya se acercan a su tierra, y que vienen huyendo de la presencia del destruidor. Lo cual alude visiblemente a lo que había sucedido en otros tiempos en la misma tierra de Moab, cuando estos mismos prófugos venían huyendo de Egipto; como se puede ver en el capítulo XXII y XXIII del libro de los Números. Así se le dice aquí a Moab que no tema como temió la primera vez; que no se alborote; que no se asuste; que entre primero en consejo antes que huir; mas que no tome el consejo, ni imite la conducta de su antiguo rey Balac, el cual cerró sus puertas, y no quiso hospedar, ni dejar pasar por sus tierras a estos mismos prófugos de Dios; sino que tome ahora otro consejo más humano y más prudente, que se le propone de parte del Señor: Toma alguna traza, junta el Ayuntamiento. ¿Qué consejo es éste? Pon como noche tu sombra al mediodía; esconde a los que van huyendo, y no descubras a los que andan errantes. Prepara para mis prófugos un asilo o una sombra, que sea como la de la noche más oscura en la mitad del día, y escóndelos de modo que sean como invisibles; no los descubras, ni les hagas traición. Ahora, ¿cómo ha de esconder Moab dentro de sí a los prófugos de Dios, si el mismo Moab ha huido fuera de sí a la otra parte del torrente de   —457→   Arnón? Morarán contigo mis fugitivos. (Prosigue el Señor) Moab, sírveles de lugar en que se escondan de la presencia del destruidor; porque fenecido es el polvo, ha sido rematado el miserable que rehollaba la tierra. Habitarán o se hospedarán en tu país mis prófugos por algún poco de tiempo; recíbelos, oh Moab, y escóndelos dentro de ti. No temas que este oficio de humanidad te pueda ocasionar algún perjuicio; porque te hago saber que ya pasa, ya se acaba, o va luego a acabarse el gran polvo de los ejércitos que los persiguen (salidos sin duda de la boca del dragón) y acaba sus días, o los acabará en breve el miserable970, o como leen Pagnini y Vatablo, el opresor, esto es, el que oprime a otros y los hace miserables, y por esto mismo es más miserable que todos; ya se acaba, o va luego a acabarse el que conculcaba la tierra971; el cual, según todo el contexto, parece claro que no puede ser otro sino el figurado en la gran estatua de Daniel.

219. Sería conducente para la plena inteligencia de este lugar de Isaías, advertir aquí y no despreciar estas tres cosas entre otras. Primera: que la tierra o país de Moab está tan cerca de la tierra de Israel o de promisión que sólo las divide el río Jordán: Y habiendo partido (dice Moisés) acamparon en las llanuras de Moab, donde a la otra parte del Jordán está situada Jericó.972 Segunda: que en esta tierra o país de Moab está el célebre monte Nevo, en el que subió Moisés, y vio la heredad del Señor973, donde él mismo murió, mandándolo el Señor974, y donde el profeta Jeremías escondió por orden de Dios975, después de destruida Jerusalén, el arca grande del Antiguo   —458→   Testamento, el tabernáculo y el altar; profetizando de parte del Señor... Que será desconocido el lugar, hasta que reúna Dios la congregación del pueblo, y se le muestre propicio. Y entonces mostrará el Señor estas cosas, y aparecerá la majestad del Señor, y habrá nube, como se manifestaba a Moisés.976 Tercera: que cuando todo Israel, prófugo de Egipto, conducido ya por Josué, pasó el Jordán, como había pasado el mar Rojo, entró luego al punto en el valle fertilísimo de Achor, en donde se empezó a dilatar su corazón, y a abrirse sus esperanzas con la milagrosa toma de Jericó. Todo lo cual nos puede traer fácilmente a la memoria lo que ya queda observado en el fenómeno antecedente, artículo VIII, cuando hablamos de la huida a la soledad de aquella mujer metafórica, a quien deben darse dos alas de grande águila, para que volase al desierto a su lugar, en donde es guardada por un tiempo, y dos tiempos, y la mitad de un tiempo, de la presencia de la serpiente977; o como añade Isaías en el lugar de que vamos hablando: de la presencia del destruidor. Esta mujer que huye al desierto, a su lugar, así como ha de ir directamente al valle de Achor, según le promete Dios por Oseas (capítulo II), así debe pasar segunda vez por la tierra de Moab, y detenerse en ella algún poco de tiempo, como pasó y se detuvo la primera vez, cuando salió de Egipto. Sin esto, ¿cómo podrá verificarse la profecía de Jeremías? Por esto, pues, se le aconseja a Moab de parte de Dios que no cierre otra vez sus puertas a esta mujer que viene huyendo; sino que la reciba con humanidad, y la esconda dentro de sí978.

  —459→  

220. Con estas tres advertencias se entiende ya sin dificultad el último versículo de paréntesis de Isaías. Después de estas cosas, concluye el Profeta, se preparará en misericordia un solio, que será el mismo solio o tabernáculo de David, y en él se sentará el que debe sentarse, y se sentará en verdad... juzgará y demandará juicio, y dará prontamente a cada uno lo que es justo.979 Dos cosas de grande importancia tenemos aquí que considerar, y sería de no pequeña utilidad el considerarlas en juicio y en justicia. Primera: este solio o tabernáculo de David de que aquí se habla, ¿para quién se deberá preparar? ¿Qué persona es esta que después de preparado este solio deberá sentarse en él (según estas palabras)? En verdad... juzgará y demandará juicio. Segunda: ¿cómo o con qué cosas, previas, convenientes o necesarias, se deberá hacer esta preparación?

221. Cuanto a lo primero, suponen los intérpretes (y digo suponen porque hablan en el asunto como de una cosa que no necesita de prueba, por consiguiente hablan con una suma velocidad, sin hacerse cargo de las grandes dificultades que padece dicha suposición), suponen, digo, que aquí no hay otro misterio, sino anunciar el reinado del santo rey Ezequías, que es uno de los tres reyes de Judá que canoniza la Escritura980. Para Ezequías, pues, y para sus sucesores, se prepara, dicen, el solio de David de que habla Isaías en este lugar. Este buen rey se sentará sobre él en verdad; éste buscará o ejercitará con sus súbditos el juicio y la justicia: dará prontamente a cada uno lo que es justo. Para saber ahora de cierto si esta suposición es bien fundada o no, se pregunta: ¿esta preparación del solio de David, de que aquí se habla, cuándo se hizo? Sin duda debió hacerse después que se verificó plenamente lo que se anuncia en los tres versículos que   —460→   preceden inmediatamente, esto es, después que los prófugos de Dios se hospedaron en la tierra de Moab, y en ella se escondieron de la presencia del destruidor, después que pasó el gran polvo que levantaba el mismo vastador, y después que acabó sus días el que conculcaba la tierra. Todo esto se lee seguido con este mismo orden en la brevísima profecía.

222. Siendo esto así, se pregunta otra vez: ¿qué vastador es este que en aquellos tiempos de que quieren que hable la profecía conculcaba la tierra, levantaba tanto polvo, oprimía y hacia miserables a muchos, y cuya ruina precedió a la preparación del solio de David? El vastador, responden (ni hay otra cosa a que recurrir en aquellos tiempos antiquísimos), fue ya la Asiria, ya también la Caldea, ésta con Nabucodonosor, aquélla con Salmanasar; pero más propia y literalmente con Senaquerib. Ahora bien, vamos por partes. Primeramente, los Caldeos con Nabucodonosor no pueden venir al caso respecto de Ezequías. ¿Por qué? Porque éstos devastaron la Judea, y también a Moab, cerca de cien años después de la muerte de Ezequías, y desde aquella época hasta el día presente, en que contamos más de 22 siglos, el solio de David no se ha preparado para persona alguna; antes desde entonces hasta ahora parece yace sepultado en el olvido. Sólo queda, pues, la Asiria con Salmanasar y Senaquerib, y de ésta debemos decir lo mismo a proporción, esto es, que para el punto particular de que ahora hablamos no viene al caso.

223. Salmanasar, rey de Nínive, o de Asiria, es cierto que conculcó todo el reino de Israel o de Samaria, llevándose cautivas las diez tribus que lo componían; ¿mas cuándo? La historia sagrada dice que esto sucedió el año sexto de Ezequías981. Senaquerib, sucesor de Salmanasar, es cierto que conculcó también una gran parte de la Judea, y puso en un gran conflicto y consternación a Jerusalén,   —461→   ¿mas cuándo? La misma historia sagrada dice que esto sucedió el año décimo cuarto del rey Ezequías982; y es bien observar aquí que no consta por instrumento alguno que este príncipe entrase en la tierra de Moab, ni que los Moabitas huyesen de su tierra. Lo que sólo consta es que antes de llegar a Jerusalén un ángel enviado de Dios arruinó todo su ejército, matando en una noche ciento ochenta y cinco mil soldados; con lo cual el príncipe se volvió apresuradamente para su reino. Siendo cierto todo esto, ¿cómo podremos acomodar al rey Ezequías aquellas palabras: Y será establecido el trono en misericordia? Estas palabras, unidas con las que preceden, como debe ser, suponen evidentemente, que cuando se siente en el solio de David la persona de quien se habla, y para quien el solio se debe preparar, ya habrá pasado el gran polvo del que conculcaba la tierra, y acabado sus días el vastador. Conque si este vastador era Senaquerib, el solio se preparó después que Senaquerib huyó para Nínive, dejando su ejército destrozado y muerto. Conque se preparó en el año 14 o 15 del reinado de Ezequías. Conque se preparó para Ezequías 14 años después que Ezequías estaba sentado en él. Conque Ezequías empezó a ser rey de Judá 14 años después que ya lo era legítimamente, y... en verdad. Digo, en verdad, porque esos primeros 14 años del reinado de Ezequías fueron a lo menos tan laudables, como los que se siguieron; y así le dice el mismo Ezequías a Dios en su enfermedad que sucedió luego: Ruégote, Señor, acuérdate te suplico, de como he andado delante de ti en verdad, y con un corazón perfecto, y que he hecho lo que es agradable en tus ojos.983

224. No siendo, pues, ni pudiendo ser Ezequías la persona de quien se habla en aquellas palabras: Y será establecido el trono en misericordia, y se sentará sobre él en verdad en el tabernáculo de David; es preciso buscar otra   —462→   persona a quien esto pueda competer, sin hacer violencia al texto con su contexto, y también sin caer en un verdadero anacronismo. ¿Qué persona puede ser ésta? Buscadla, señor, como quisiereis, y me parece a mí que no hallaréis otra en que descansar que la persona misma del Mesías, hijo de David según la carne, cuando lleguen aquellos tiempos y momentos que puso el Padre en su propio poder.984 Esto es lo que se repugna, y lo que se huye de todos modos en el sistema que examinamos; mas esto mismo parece inevitable, considerando el texto con su contexto, y combinándolo con otras innumerables Escrituras del Viejo y Nuevo Testamento. Al rey Ezequías nada compete, según la historia sagrada, ni del texto, ni del contexto, ni mucho menos de tantas otras Escrituras, perfectamente conformes a esta de que hablamos. Al Mesías, hijo de David, le compete todo, y todo según ésta y según las otras Escrituras. Desde el principio de este capítulo XVI empieza hablando Isaías (por confesión de todos) no de Ezequías, sino del Mesías985. Este Cordero, destinado a dominar la tierra, dicen todos que es ciertamente el Mesías; y a ninguno le ha pasado por el pensamiento que pueda ser Ezequías, no obstante que este rey era descendiente de Rut Moabita, así como lo fueron los otros reyes de Judá. Conque para el Mesías, no para Ezequías, será establecido el trono en misericordia, y se sentará sobre él en verdad, en el tabernáculo de David, quien juzgará y demandará juicio, y dará prontamente a cada uno lo que es justo.

225. Este texto concuerda perfectamente con el capítulo XXXII del mismo Isaías, que empieza así: He aquí que reinará un rey con justicia, y los príncipes presidirán con rectitud. Y este varón será como refugio para el que se esconde del viento, y se guarece de la tempestad986 (expresiones propísimas y semejanzas admirables, que indican   —463→   aquella paz y verdadera felicidad del reino del Mesías, de que tanto hablan otros Profetas y el mismo Isaías, como observaremos de propósito en su propio lugar). Así prosigue diciendo: Y (este rey) será... como arroyos de aguas en sed, y sombra de peña que sobresale en tierra yerma. No se ofuscarán los ojos de los que ven, y las orejas de los que oyen oirán atentamente. Y el corazón de los necios entenderá ciencia, y la lengua de los tartamudos hablará con expedición y claridad. El que es ignorante no será más llamado príncipe, ni el engañador será llamado mayor, etc.987 Dicen que todo esto habla también de Ezequías, que anuncia su reinado feliz; mas, ¿con qué razón se dice esto? ¿Con qué propiedad? ¿Con qué equidad? Si se lee el texto cien veces y se consideran todas sus expresiones, apenas se hallará alguna acomodable al rey Ezequías, ni aun a ninguno otro de los reyes del mundo. Basta leer sus últimas palabras: El que es ignorante no será más llamado príncipe; y, no obstante, sin salir del reino de Judá, el sucesor inmediato de Ezequías fue el más insipiente, y el más inicuo de todos los príncipes. En suma, léanse con este cuidado los tres capítulos siguientes; en ellos se verá que todo camina seguido, y perfectamente conforme al reino del Mesías, que nos anuncian todas las Escrituras, sin que pueda, ni aun de paso, ofrecerse a la imaginación Ezequías.

226. Habiendo observado, y si es lícito hablar así, habiendo conocido la persona para quien se debe preparar, en misericordia, el solio de David, nos queda ahora que observar el otro punto que tenemos suspenso. Es a saber, ¿cómo y con qué cosas se deberá hacer esta preparación? Para cuya inteligencia sería conveniente volver a leer con   —464→   nueva atención los cinco primeros versículos del capítulo XVI de Isaías, advirtiendo en ellos estas tres cosas principales que quedan ya notadas. Primera: la oración misteriosa con que empieza este paréntesis, o esta profecía particular. Envía, Señor, el Cordero dominador de la tierra. Digo oración misteriosa, porque así se me figura por lo que en ella se pide; y esto cuando se va hablando de Moab. Segunda: en el consejo que aquí se le da al mismo Moab: Toma alguna traza, junta el Ayuntamiento988; pon como noche tu sombra al mediodía; esconde a los que van huyendo, y no descubras a los que andan errantes. Tercera: que estos mismos vagos o prófugos, que el Señor llama suyos, habitarán por algún tiempo escondidos en la tierra de Moab989. Observadas estas tres cosas capitales del texto de Isaías, podemos ya sin embarazo alguno dar dos pasos más adelante, sacando de ellas dos conclusiones bien importantes, con la mayor verosimilitud, propiedad y consecuencia que parece posible en estos asuntos.

Primera conclusión

227. En este tiempo de que hablamos, en que los prófugos de Dios, que vienen huyendo de la presencia del destruidor, se hospedarán en la tierra de Moab, descubrirá Dios en esta tierra (donde ciertamente está en una cueva del monte Nevo) el arca sagrada del Antiguo Testamento, el tabernáculo, y el altar que escondió Jeremías por orden de Dios990, después de destruida Jerusalén por Nabucodonosor. Se descubrirá, digo, este depósito sagrado para los fines que Dios solo sabe, y que no hay necesidad de que los sepamos los curiosos. El no saberse los fines de Dios no parece razón, ni es causa suficiente para mirar con tanta indiferencia y aun frialdad una profecía tan clara.

Será desconocido el lugar, hasta que reúna Dios la   —465→   congregación del pueblo, y se le muestre propicio. Y entonces mostrará el Señor estas cosas, y aparecerá la majestad del Señor, y habrá nube, como se manifestaba a Moisés...991

228. El lugar donde queda depositada por orden de Dios el arca sagrada, el tabernáculo y el altar (dice Jeremías), será en los siglos venideros un lugar incógnito y del todo inaccesible, hasta que congregue Dios, según sus promesas infalibles, la congregación de su pueblo, y se muestre propicio y favorable al mismo pueblo; y entonces el mismo Señor manifestará estas cosas, y también sus fines o designios992; y entonces el monte Nevo, situado en la tierra de Moab, será como otro nuevo y admirable teatro, donde se renovarán todos aquellos prodigios que se vieron antiguamente en el monte Sinaí. Y entonces mostrará el Señor estas cosas, y aparecerá la majestad del Señor, y habrá nube, como se manifestaba a Moisés.

229. A esta célebre profecía parece que alude San Juan, según sus continuas alusiones a todas las Escrituras, cuando en el versículo último de su Apocalipsis, capítulo XI, un momento antes de empezar a hablar de los misterios de la mujer vestida del sol, dice así: Y se abrió el templo de Dios en el cielo; y el arca de su testamento fue vista en su templo, y fueron hechos relámpagos, y voces, y terremoto, y grande pedrisco.993 Acaso podrá repararse más de lo necesario en aquella palabra, en el cielo, como si esto se hubiese ya verificado, o se hubiese de verificar allá en el cielo. Mas esto sería no conocer el carácter o distintivo propio y peculiar de la profecía admirable del Apocalipsis. De ninguno de los otros Profetas se dice que subiese al   —466→   cielo en espíritu, para ver allá lo que Dios quería manifestarle. Mas el mismo San Juan nos advierte desde el principio del capítulo IV, desde donde empieza en propiedad la profecía, que todas o las más de sus visiones las tuvo en el cielo, a donde fue en espíritu por providencia o privilegio particular. Después de esto, dice (después de concluidos los tres primeros capítulos, enderezados conocidamente a la Iglesia activa presente, en siete tiempos o estados diversos, bajo la metáfora de siete ángeles, gobernadores de siete iglesias de Asia, o de sus siete luces sobre siete candeleros, etc.) Después de esto miré, y vi una puerta abierta en el cielo, y la primera voz que oí era como de trompeta, que hablaba conmigo, diciendo: Sube acá, y te mostraré las cosas que es necesario sean hechas después de éstas. Y luego fui en espíritu...994

230. Ahora, decidme, señor, con sinceridad: esta profecía de Jeremías tan clara en sí misma, aunque tan oscura y embarazosa en otros principios, ¿se ha verificado o no? La Escritura divina da testimonio claro y manifiesto de no haberse verificado hasta el día de hoy; tanto, que lo confiesan de buena fe los autores más eruditos; diciendo, aunque muy de paso, que se verificará hacia el fin del mundo, cuando vengan Elías y Enoc, los cuales descubrirán este tesoro escondido, para facilitar la conversión de los judíos. Mas difícilmente podrá concebirse que el descubrimiento del arca, del tabernáculo y del altar, pueda ser un medio proporcionado para convertir a Cristo a los judíos, o para facilitar su conversión, si éstos no se suponen ya convertidos y plenamente ilustrados. Contentémonos, no obstante, con lo que aquí se nos concede, esto es, que la profecía de que hablamos hasta ahora no se ha verificado. Luego tampoco se ha verificado la congregación del pueblo de Israel, y la propiciación de Dios, respecto de este pueblo infeliz,   —467→   hasta que reúna Dios la congregación del pueblo. Luego la congregación de este pueblo célebre, del cual está escrito para la primera venida del Mesías que no se congregará995; la propiciación de Dios para con este pueblo, y la manifestación del depósito sagrado con todas las circunstancias que anuncia Jeremías, deberá todo verificarse en algún tiempo, so pena de falsificarse la profecía. Si todo se ha de verificar en algún tiempo, ¿cuándo mejor, según las Escrituras, y según un justo raciocinio, que en el tiempo de que vamos hablando; en el tiempo, digo, en que los prófugos de Dios congregados con grandes piedades, que vienen huyendo, no ya solamente de Egipto, sino también de las cuatro plagas de la tierra, lleguen a hospedarse en la tierra de Moab? ¿Cuándo habiten por algún poco de tiempo en esta tierra: morarán contigo mis fugitivos escondidos de la presencia del destruidor... o de la presencia de la serpiente, como dice San Juan? ¿No parece esto tan verosímil que casi se ve con los ojos y se toca con las manos?

Segunda conclusión

231. Con estos prófugos de Dios que llegan a la tierra de Moab, buscando en ella lugar en que se escondan de la presencia del destruidor, o (lo que parece un mismo misterio) con la mujer del capítulo XII del Apocalipsis, que huye a la soledad, a su lugar... aparejado de Dios... en donde es guardada por un tiempo, y dos tiempos, y la mitad de un tiempo, de la presencia de la serpiente, empezará a levantarse de la tierra, y a prepararse en toda forma el tabernáculo, o solio de David, que cayó. Esta erección del solio de David y no es verosímil ni creíble que suceda en un momento, en un abrir de ojo, como la resurrección de los muertos, la cual no necesita de esta preparación, bastando un hágase de la voluntad del que es Omnipotente. Mas con las criaturas libres obra el Omnipotente con   —468→   mucha lentitud, contemplando su libertad, pues (su sabiduría) alcanza de fin a fin con fortaleza, y todo lo dispone con suavidad.996 Así, pues, será necesario para esto alguna preparación, y para esta preparación será también necesario, como dice San Juan, tiempo y tiempos, y la mitad de un tiempo (alusión clarísima, capítulo XII, versículo 7 de Daniel), el cual tiempo y tiempos, y mitad de un tiempo, dice el mismo Apóstol, corresponde a 1260 días, o 42 meses, o 3 años y medio; no empleados todos en el latíbulo de la tierra de Moab y cercanías del monte Nebo, sino parte en esta tierra (mientras se verifican en ella plenamente los misterios de la profecía de Jeremías, renovándose los prodigios antiguos del monte Sinaí), parte en el valle de Achor pasado el Jordán997, y parte en otros lugares de la tierra santa, según otras profecías, y según las varias ocurrencias de que no es necesario que se nos hable en particular.

232. Para probar esta segunda conclusión no me ocurre otro modo más breve, ni más fácil, ni más eficaz, que remitirme enteramente a todo lo que queda observado en el fenómeno antecedente; y si esto, no obstante, no basta, me parece que podrán suplir abundantemente aquellos cuatro aspectos en que consideramos a los judíos en todo el fenómeno V, y después en el VII. A todo lo cual añadimos aquí, compendiando todo lo dicho, esta simple reflexión.

233. La mujer metafórica del Apocalipsis, o la claudicante de Sofonías y Miqueas, compuesta visiblemente de los prófugos de Dios, congregados con grandes piedades, es claro que huye a la soledad, o es conducida por el brazo omnipotente de su Dios, con gran acuerdo, con grandes designios, y para fines más que ordinarios, proporcionados sin duda a la novedad y grandeza de los sucesos maravillosos, que deben preceder y acompañar su huida. ¿Qué fines o designios pueden ser éstos? No otros, señor mío, sino los que hallamos expresos y claros en la Escritura de   —469→   la verdad. Es a saber, aquellos mismos en sustancia, y, guardada proporción, con los cuales y para los cuales sacó el mismo Dios antiguamente de Egipto a esta misma mujer, compuesta y formada de estos mismos prófugos suyos, y la condujo con tantos prodigios al desierto y soledad del monte Sinaí: Según los días de tu salida de la tierra de Egipto, le haré ver maravillas.998 Y acaecerá que en aquel día, dice el Señor, me llamará: Marido mío... y cantará allí (en el valle de Achor) según los días de su mocedad, y según los días en que salió de tierra de Egipto.999 Y será en aquel día: Extenderá el Señor su mano segunda vez para poseer el resto de su pueblo... y congregará los fugitivos de Israel, y recogerá los dispersos de Judá de las cuatro plagas de la tierra.1000

234. En aquel primer tiempo o aquella primera vez sacó Dios de Egipto a esta mujer, y la condujo, como sobre alas de águila, al desierto y soledad del monte Sinaí. ¿Para qué fin y con qué designios? Primero: para que allí lejos de todo tumulto, y desembarazada de todo otro cuidado, pudiese oír quietamente la voz de Dios. Segundo: para que allí fuese apacentada con el pasto de doctrina, e instruida en las nuevas leyes y ceremonias con que Dios quería ser servido. Tercero: para preparar en ella un pueblo digno de Dios: para que seas a él un pueblo peculiar1001, le decía Moisés; un pueblo consagrado a Dios, conjunto a Dios, que le tributase aquel culto interno y externo que le era tan debido, ya que todos los otros pueblos y naciones lo habían enteramente olvidado. Cuarto, en fin: para celebrar con ella un pacto, un contrato, una   —470→   alianza solemne y estrechísima, que el mismo Dios, habiendo hablado a los padres por los Profetas1002, llamó desposorio formal.

235. De este modo, pues, a proporción, y con los mismos fines y designios sacará Dios segunda vez a esta misma mujer, compuesta de los mismos prófugos suyos, no ya solamente de Egipto, sino de las cuatro plagas de la tierra, y la conducirá con los mismos y mayores prodigios a otra soledad que ya le tendrá preparada, para que allí la alimentasen mil doscientos y sesenta días... en donde es guardada... de la presencia de la serpiente.1003 Y como dice por Oseas, para hablarle no solamente a los oídos y a los ojos, sino mucho más al corazón1004; y para celebrar con ella en misericordia y en justicia, y con fidelidad otro nuevo pacto estable y permanente: y te desposaré conmigo en justicia, y juicio, y en misericordia, y en clemencia. Y te desposaré conmigo en fe (o en fidelidad).1005 No cierto (prosigue diciendo por Jeremías, XXXI, 32), no cierto, según aquel primer pacto o alianza que celebré con vuestros padres, cuando los saqué de la servidumbre de Egipto; pacto que ellos mismos hicieron írrito o inútil con sus frecuentes infidelidades; sino según otro pacto nuevo y sempiterno, que tengo preparado para las dos casas de Israel y de Judá, o para las doce tribus de Jacob.

He aquí que vendrá el tiempo, el Señor; y haré nueva alianza con la casa de Israel, y con la casa de Judá. No según el pacto que hice con los padres de ellos, en el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto; pacto que invalidaron, y yo dominé sobre ellos (o los desprecié, como leen los LXX), dice el Señor.   —471→   Mas éste será el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor. Pondré mi ley en las entrañas de ellos (lo cual corresponde perfectamente a la expresión de Oseas, capítulo II, versículo 14, la hablaré al corazón...), y la escribiré en sus corazones; y yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y no enseñará en adelante hombre a su prójimo, y hombre a su hermano, diciendo: Conoce al Señor, porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el mayor, dice el Señor, porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.1006

236. Acaso se opondrá que San Pablo1007 cita este mismo texto de Jeremías, como si ya en su tiempo se hubiese plenamente verificado. A lo cual se responde que San Pablo cita este texto de Jeremías únicamente para probar a los judíos que el Antiguo Testamento no podía ser eterno, sino que debía tener fin, como es clarísimo por todo su contexto. Esto mismo les prueba en el capítulo VIII de la misma epístola por estas palabras diciendo: Pues llamándolo nuevo, dio por anticuado el primero. Y lo que se da por anticuado y viejo, cerca está de perecer.1008 Mas esto no   —472→   es decir que la profecía que cita se había ya verificado plenamente, sino en aquel punto particular y determinado para que la cita, es a saber, para probar, según las Escrituras, que debía haber otro testamento nuevo y eterno, confirmado solemnemente y sellado irrevocablemente con la sangre del Mesías mismo, así como el antiguo se había confirmado y sellado, en otro tiempo, con la sangre de animales. Porque es imposible que con sangre de toros, y de machos de cabrío se quiten los pecados.1009 Por consiguiente, que el primer testamento debía tener fin, para dar lugar al segundo. Esto es lo que únicamente intenta San Pablo cuando cita esta profecía de Isaías.

237. Sígase ahora leyendo enteramente lo que resta de ella; añádase para adquirir mayores luces la consideración de todo el capítulo entero, y aun del antecedente; y hallamos cosas tan grandes, tan admirables y tan nuevas, que nos vemos precisados a confesar, en verdad, que ni se han verificado, ni se han podido verificar hasta el día de hoy. Los esfuerzos mismos que se hacen, y las violencias de que se usa para suponerlas verificadas, son una prueba la más sensible de que ciertamente no se han verificado hasta el día de hoy; si no se han verificado hasta el día de hoy, luego son cosas reservadas en los tesoros de Dios, para otros tiempos y momentos todavía futuros. Luego llegados tarde o temprano estos tiempos y momentos que puso el Padre en su propio poder, deberán verificarse todas ellas con toda plenitud; pues como dice la Escritura, y lo predica a grandes voces la razón natural: No es Dios como el hombre, para que mienta; ni como el hijo del hombre, para que se mude. ¿Dijo pues, y no lo hará? ¿Habló, y no lo cumplirá?1010

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238. Pues con esta mujer metafórica, vuelvo a decir, compuesta toda de los prófugos de Dios, congregados con grandes piedades (los cuales en su huida deben hospedarse por algún tiempo en la tierra de Moab, para los fines que quedan insinuados, y pasar desde allí luego inmediatamente al valle de Achor) se comenzará a hacer, y se proseguirá haciendo, por un tiempo, y dos tiempos, y la mitad de un tiempo, aquella preparación del solio de David de que habla Isaías: será establecido el trono en misericordia; y después que este solio esté bien preparado en la forma dicha, se sentará sobre él en verdad en el tabernáculo de David, quien juzgará y demandará juicio, y dará prontamente a cada uno lo que es justo.

Resumen y conclusión

239. Lo que acabamos de observar en este último párrafo, corresponde perfectamente a todo cuanto queda observado en todo este fenómeno. Corresponde, lo primero, al texto de Amós, y al de San Jacobo que lo cita: En aquel día levantaré el tabernáculo de David, que cayó; y repararé los portillos de sus muros, y repararé lo que había caído; y lo reedificaré como en los días antiguos.1011

240. Corresponde, lo segundo, al texto de Sofonías y Miqueas: En aquel día... reuniré aquella que cojeaba; y recogeré a aquella que ya había desechado, y afligido... y reinará el Señor sobre ellos en el monte de Sión, desde ahora y hasta en el siglo... y vendrá el primer imperio, el reino de la hija de Jerusalén.1012

241. Corresponde, lo tercero, al texto de Isaías, que   —474→   hablando ciertamente del Mesías, dice: se sentará sobre el solio de David, y sobre su reino; para afianzarlo, y consolidarlo en juicio y en justicia, desde ahora y para siempre... Y le dará el Señor Dios el trono de David su padre.1013

242. Corresponde, lo cuarto, al salmo CXXXI, en que el mismo rey David refiere la promesa, que Dios le tiene hecha y confirmada con juramento, de que el Mesías su hijo se sentaría en su mismo trono: Juró el Señor verdad a David, y no dejará de cumplirla: del fruto de tu vientre pondré sobre tu trono... Siendo pues Profeta, y sabiendo que con juramento le había Dios jurado que del fruto de sus lomos se sentaría sobre su trono, previéndolo, habló de la resurrección de Cristo.1014

253. Corresponde, lo quinto, al capítulo XXIII de Jeremías, digno ciertamente de la mayor atención y reflexión: Mirad que vienen los días, dice el Señor, y levantaré para David un pimpollo justo; y reinará rey, que será sabio; y hará el juicio y la justicia en la tierra. En aquellos días se salvará Judá, e Israel habitará confiadamente... y no dirán ya más: Vive el Señor, que sacó a los hijos de Israel de la tierra de Egipto. Sino: Vive el Señor, que sacó y trajo el linaje de la casa de Israel de la tierra del Norte, y de todas las tierras, a las cuales los había yo echado allá; y habitarán en su tierra.1015

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244. Corresponde, lo sexto, a todo el capítulo XXXVII de Ezequiel, mayormente desde el versículo 20 hasta el fin, donde se leen entre otras estas palabras: Y morarán sobre la tierra que di a mi siervo Jacob... y David mi siervo será príncipe de ellos perpetuamente. Y haré con ellos alianza de paz, alianza eterna tendrán ellos; los cimentaré, y multiplicaré, y pondré mi santificación en medio de ellos por siempre. Y estará mi tabernáculo entre ellos; y yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y sabrán las gentes que yo soy el Señor el santificador de Israel, cuando estuviere mi santificación en medio de ellos perpetuamente.1016

245. Del mismo modo habla el mismo Profeta en el capítulo XXXIX, 25: Por tanto esto dice el Señor Dios: Ahora levantaré cautiverio de Jacob, y me apiadaré de toda la casa de Israel, y me revestiré de celo por mi santo nombre. Y llevarán (o como lee Vatablo: después llevarán) su confusión, y toda su prevaricación con que prevaricaron contra mí, cuando moraren en su tierra confiados, sin temer a nadie. Y cuando los hiciere volver de los pueblos, y los congregare de las tierras de sus enemigos, y fuere santificado1017 en ellos, a los ojos de muchísimas gentes. Y sabrán que yo soy el Señor Dios de ellos, porque los transporté a las naciones, y los congregué   —476→   sobre su tierra, y no dejé allí ninguno de ellos. Y no esconderé más mi rostro de ellos, porque he derramado mi espíritu sobre toda la casa de Israel, dice el Señor Dios.1018

246. Esto mismo había dicho el Señor en el capítulo XXXIV del mismo Profeta desde el versículo 22: Salvaré mi grey, y no será más expuesta a la presa, y juzgaré entre ganado y ganado. Y LEVANTARÉ SOBRE ELLAS UN SOLO PASTOR que las apaciente, a mi siervo David; él mismo las apacentará, y él mismo será su pastor. Y yo el Señor seré su Dios, y mi siervo David príncipe en medio de ellos; yo el Señor he hablado. Y haré con ellos alianza de paz... y sabrán que yo soy el Señor, cuando quebrantare las cadenas del yugo de ellos, y los librare de la mano de los que los dominan. Y no serán más expuestos a la presa de las gentes, ni serán devorados de las bestias de la tierra; sino que morarán confiados sin ningún espanto.1019

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247. A todo lo cual corresponde, en fin, la brevísima y admirable profecía del capítulo III de Oseas: Porque muchos días estarán los hijos de Israel sin rey... y sin sacrificio, y sin altar, y sin efod, y sin terafines. Y después de esto volverán los hijos de Israel, y buscarán al Señor su Dios... y se acercarán con temor al Señor, y a sus bienes en el fin de los días.1020

248. O todas estas cosas, y otras innumerables que omitamos, son sueños o ficciones de los Profetas de Dios, o deberemos esperar su pleno y perfecto cumplimiento.