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Lamentación a la quinta angustia, quando Nuestra Señora tenía a Nuestro Señor en los braços


Fray Íñigo de Mendoza


[Nota preliminar: edición digital a partir de la Edición de Foulché Delbosc, Cancionero castellano del siglo XV, Madrid, Casa editorial Bailly-Baillière, 1912-1915 (Nueva Biblioteca de Autores Españoles; 19-11) pp. 117-120 y cotejada edición crítica de Julio Rodríguez-Puértolas: Fray Íñigo de Mendoza, Cancionero, Madrid, Espasa-Calpe, 1968, pp. 215-222. Seguimos los criterios de actualización ortográfica y puntuación de esta última, cuya consulta recomendamos por ser imprescindible para la correcta apreciación crítica de la obra.]






1     Fijo mío, ya espirastes,
¡ay, que no puedo valeros!
Yo, mi bien, me muero en veros;
¡quán diferente quedastes,
que no puedo conosceros!
Vuestras penas fenescieron
y las mías començaron:
pues mis ojos que las vieron
lloren bien, pues que perdieron
quantos bienes desearon.

2     Pues la cabsa es conoscida
de mi nuevo sentimiento,
a lo bivo del tormento
mi triste boz te combida,
¡o mundo lleno de viento!:
las lágrimas justas son
para tí en dolor tan cierto,
pues que le diste ocasión
desta muerte de pasión
con que está en mis ojos muerto.

3    Conmigo lloren las gentes
y los montes agua suden;
los rayos del sol se muden
y sangre manen las fuentes
por las ansias que me acuden;
perded, cielos, el color,
y peñas, hazéos pedaços;
¡o mar, brama con temor
por mi vida y tu señor,
como está muerto en mis brazos!

4    Los ángeles excelentes
se sientan de mi ventura,
inclinen su fermosura
a mis lágrimas presentes
desleídas en tristura;
la luna se torne escura,
de clipse mortal se enforre;
los prados no den verdura,
y por mi pena tan dura
se seque el Jordán que corre.

5     A las águilas combido,
que se precian de alto buelo,
que pongan dolor al cielo
y griten fuera del nido
mis lástimas con su zelo;
los peces no tomen cebo
ni las aguas lo consientan,
pues no lloro quanto debo;
mi gran dolor y nuevo
las cosas todas lo sientan.

6     Todos los quatro elementos
de tristes fagan mudança;
arda el fuego sin templança;
de dolor bramen los vientos
en muy áspera tardança;
la tierra y sus fundamientos
tiemblen por los daños míos;
ábranse los movimientos
y queden secos y esentos
de agua todos los ríos.

7     Agora me buelvo a tí,
fijo de color mortal,
con pena muy desigual,
muerto y matado de mí,
vencida de ageno mal;
la gracia de que muy llena
el arcángel me dexara,
mudada la sufro en pena
en mirar tu vista buena
sin la lunbre de tu cara.

8     ¿Quién te me paró tan muda?
Tu Padre, ¿por qué no ayuda
esta muerta carne umana
en cruz tan áspera y cruda?
Del cherubín disciplina,
¿do las gracias de tu lengua?
¡O dulcísima dotrina!
¿Quién te puso tan aína
silencio de tanta mengua?


Prosigue el abtor

9    Si los abismos escuchas
y el cerco del sol enciendes,
¡o fijo!, ¿por qué no entiendes
mis bozes grandes y muchas
del dolor en que me prendes?
Vena de todo mi bien,
mi plazer en tí lo ascondes;
¡o rey de Jerusalém!
¿a quién llamaré yo, a quién,
si a tu madre no respondes?

10     Fijo mío muy precioso,
más fermoso que la vida,
un punto non se me olvida:
¡quán lindo y quán glorioso
te parí de luz vestida!
Agora cochillo eres
que me das penas estrañas;
llorad comigo, mugeres,
la muerte de mis plazeres
y el morir de mis entrañas.

11     ¡O cara y suavidad,
gloria que faze sedientos
y más vista y más fanbrientos
quedan de tu claridad
los cielos muy contentos!
¿Quién te paró tan escura?
¿Quién te dio el color que tienes?
¿Quién te robó la figura?
¿Dónde está tu fermosura,
dador de todos los bienes?

12     Muy diferente de sí
está tu bendita cara,
amarilla y no tan clara
como quando te parí
y en mis braços te criara,
ansí que, mi Dios, en verte
pobre, muerto y solitario,
vida me daría la muerte,
porque en todo me concierte
con la tuya de calvario.

13     Yo, la madre sin plazer,
señora de nuevas penas,
veo sin sangre tus venas,
muertas por satisfazer
diversas culpas ajenas;
veo tus ojos sin luz,
muerte de quien los conosce;
todo el siglo se alborosce
de verte al pie de la cruz
do el mundo te desconosce.

14     Veo tus llagas abiertas,
mas no de dolor vazías,
la boca con las enzías
en sangre biva rebueltas,
que es tasa para mis días,
y el coraçón, tesorero
de gloria y sabidoría,
es un sangriento minero,
diferente y lastimero
de la triste vida mía.

15     Veo tus ojos quebrados
y tus cabellos sangrientos;
tus braços, de los tormentos
por fuerça descoyuntados,
me llagan los pensamientos;
llora tanbién su corona,
coraçón triste, y no faltes,
que lo fiere y apasiona
sin ser dina su persona
de tan crueles esmaltes.

16     Llorad tanbién sus añillos,
que son clavos por los nervios,
los quales golpes soberbios
me duelen por mil cochillos
entre los tristes misterios;
llora tanbién su ferida,
sus ansias y grito ronco,
y la sed luego acorrida
con una fiel desleída
al pie del nudoso tronco.

17     ¡O manos muy poderosas,
enclavadas y tan yertas,
qué dolor es veros muertas
sin regir todas las cosas,
soberanas y muy ciertas!
¡Dulces pies que sois firmeza,
centro de los cielos todos,
doble me sois de tristeza,
enclavados con crueleza
con muy desiguales modos!

18    ¡O fermosura sin medio,
o pena de quien te mira!
¡Ay de tu madre que espira
y no tiene otro remedio
mas de quanto te sospira!
Reinos, islas y naciones,
llorad mi larga congoxa,
que el dolor de sus pregones,
que el morir con los ladrones
a mí nunca se me afloxa.

19     Venid, reyes, a mis braços,
y mirad mi mal crescido,
donde se pierde el sentido,
donde se faze pedaços
mi coraçón dolorido;
venid a ver el Señor
y el precio de los humanos;
venid a ver mi dolor,
y a él, como a redentor,
venid a besar las manos.

20     Venid a ver la riqueza
y estremo de amores bivos,
que os libró de ser cabtivos,
muertos en penas de aspereza
por fariseos altivos;
corred, grandes, esta vía,
¡o, vuestro sueño despierte!
¡O, nueva sabidoría,
que muerto sanó este día
la noche de vuestra muerte!


Prosigue el abtor

21    Venid, siglos, sin baraja,
al rey de vuestro concierto,
y pues ya me lo abéis muerto,
servidlo de una mortaja,
que yo no la tengo cierto;
¡o fuente de maravillas,
que viste de luz Apolo
y desnudo en mis rodillas,
desgoznadas sus costillas,
yo no alcanço un paño solo!

22     Venid, vírgines de Sión,
a llorar por vuestro esposo,
tan muerto y tan espantoso
que se os quiebre el coraçón,
lastimadas y sin reposo;
el dote y arras que alcança
para vos en este estado
son feridas sin tenplança,
espinas, clavos y lança,
consagrada en su costado.

23    En esta cruz os espero
con mi San Juan y sobrino,
llorando el bervo divino,
dulce y manso cordero,
vuestro gozo el más contino;
venid, señora[s], de grado,
y ved el mal que poseo;
venid llorando y priado,
porque después de enterrado
no os entierre su deseo.

24     ¡O Israel, tan servido
de mi fijo en ricos dotes!:
yo te suplico que notes
quál lo as muerto y ferido
con rochas bivas de açotes;
vénçate su disfavor,
vénçate mi sentimiento,
non me pongas más pavor,
no renueves mi dolor,
no estorbes su enterramiento.





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