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Larra y el 98


Jesús Miranda de Larra





Mariano José de Larra, el inmortal escritor romántico, fue considerado por la generación del 98 como su maestro y como un precursor de su ideario. Sus artículos críticos de la situación de aquella triste España que le tocó vivir y de sus atrasadas costumbres, hicieron que el grupo se sintiera plenamente identificado con él. Más tarde, Ramón Gómez de la Serna y sus contertulios "sientan" a Fígaro en la presidencia de su tertulia en el café del Pombo y "le ofrecen" un ágape un 24 de marzo, en el que se celebró su cumpleaños.

La generación del 98 encontró en Fígaro un precedente rebelde. Fue un escritor revolucionario basado en su actitud intelectual crítica. Les dolía España y pretendieron europeizar a su patria para que la democracia, la cultura y la riqueza transformaran la vida y costumbres de sus gentes.

Nace Larra en 1809 en Madrid y muere de dolor y de desesperación 27 años más tarde en una tarde gris y fría de aquel Madrid capital de la España triste y desorientada de 1837. España seguía sin pulso y sin reacción ante los "electrochoques" de Fígaro y así la vio, décadas más tarde, la generación del 98.

Más de 300 artículos escribió Larra, desde "El Duende Satírico del día" hasta su colaboración con "El Redactor General" y "El Mundo" y los escribe para reformar y, muchas veces, los presenta disfrazados de manera jocosa nunca exenta de ironía. Pero la reforma no llegó.

Escribió cosas tales como "... se sabe que llegó la noche, porque la noche llega siempre; no es com la libertad, ni como las cosas buenas, que llegan nunca" o "siempre vamos por el mismo camino y, lo que es peor, por el mismo paraje" y un año más tarde, en 1836, "... no es en los cafés donde se forman los hombres que pueden renovar el país; es en el estudio, es con los libros abiertos..."

También Ganivet, precursor del 98, escribió a Unamuno: "Mientras en España no existan hábitos intelectuales y se corra el riesgo de que las ideas más nobles se desvirtúen y conviertan en armas de sectario, hay que ser prudentes. La sinceridad no obliga a decirlo todo, sino a que lo que se dice sea lo que se piense".

David T. Gies dice de Larra: En "La Nochebuena de 1836" (Larra) acepta con resignación su desesperación. Se da cuenta que ni la literatura, ni su inteligencia, ni sus antiguas esperanzas son capaces de salvarle del vacío. Grita y llora. En un artículo agrio, lleno de autoacusación. Larra revela su profunda impotencia y humillación.

De un disparo de pistola en la sien, unos meses más tarde, se liberó Mariano José de Larra de su angustia de escritor incomprendido y de amante sin respuesta.

El ministro de Gracia y Justicia, vecino del escritor en la calle de Santa Clara número 3, agilizó los trámites permitiendo el entierro en el cementerio extramuros de la Puerta de Fuencarral. El cadáver de Fígaro estuvo expuesto los días 14 y 15 de febrero en la Real Iglesia Parroquial de Santiago y San Juan Bautista y ante él, en desfile de honor, pasaron en un último adiós políticos, artistas, escritores y cuantas personas importantes había en Madrid. Entre los asistentes al entierro, cita Carmen de Burgos en su libro "Fígaro", estaban Martínez de la Rosa, Mesonero Romanos, los condes de las Navas, de Torrejón y de la Cortina, sir Williers, García Gutiérrez, Roca de Togores, los hermanos Madrazo, Hartzenbush. Alenza, Ferrer del Río, Salas y Quiroga, Joaquín María López, Bretón de los Herreros, Vega, Gil y Carrasco, Carnerero, Romea, Latorre, Grimaldi, Delgado, redactores y directores de todos los periódicos de Madrid y las más importantes personalidades de las ciencias, las letras y la política.

A los siete años del enterramiento, se trasladaron los resto de Fígaro al cementerio de la real, ilustre y muy antigua archicofradía sacramental de San Nicolás de París y Hospital de la Pasión, construido extramuros de la puerta de Atocha, ya que se ordenó el derribo del cementerio de Fuencarral.

El 13 de febrero de 1901, Azorín y un grupo de amigos de la denominada generación del 98, vestidos de luto y cubiertos con sombrero de copa, bajaron por la calle de Alcalá desde la Puerta del Sol, en dirección a Atocha. Se dirigieron al cementerio donde reposaba Fígaro y, tras depositar ramitos de violeta. Azorín leyó un discurso de homenaje al maestro. Además de Martínez Ruiz, participaron Ignacio Alberdi, Camilo Barquieta, Pío y Ricardo Baroja, José Fuixá y Antonio Gil.

En 1902, exactamente el 25 de mayo, fueron exhumados los restos de Larra y trasladados al Panteón de Hombres Ilustres del cementerio de San Justo, al otro lado del río Manzanares. La exhumación, presidida por Núñez de Arce, también se realizó con los restos mortales de Espronceda y Rosales.

En la presidencia del duelo, además de su familia, estaba don Francisco Silvela y don Miguel Moya. En la presidencia de la comitiva estuvo el duque de Rivas, en representación del Rey, y el ministro de Instrucción Pública, conde de Romanones, en nombre del Gobierno. Don Antonio López Muñóz representó al Congreso y el señor Lora al Senado.

El 98 resucitó a Larra y, como dijo Azorín, "la juventud actual ama a Larra cada vez más" porque el 98 y el 14, con Ortega y Azaña y la idea de la "España como preocupación", hicieron de Larra un compañero distinguido.

Sigamos leyendo y amando a Larra, porque siempre habrá posibilidad de hacer las cosas mejor.








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