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Acto I


Escena I

 

BASILIO muy afligido, y en un traje lúgubre.

 
BASILIO
¡Ay! cómo en estos valles,
morada antes de amor, hoy del olvido,
Basilio fue dichoso!
¡Oh Tiempo! ¡Tiempo! ¿Dónde presuroso
tan de presto has huido? 5
La crédula esperanza que mi pecho
abrigó tantos años, ¿qué se ha hecho?
¿Es esta, infiel Quiteria, la ventura
de tu zagal amado?
Amado sí, cuando inocente y pura 10
como la fresca rosa,
y mucho más hermosa,
nos dio el Amor sus leyes celestiales,
en fin todo lo alcanza la riqueza,
y en adorar el oro son iguales 15
ciudades y alquerías.
El mérito es tener, y la belleza
cede del poderoso a las porfías,
cual débil caña al viento.
¡Quién temiera traición y fingimiento, 20
¡ay! Quiteria, en tu fe! ni que yo
ahora maldijese impaciente
la lengua engañadora,
que decirme solía:
«Nada temas, Basilio, eternamente 25
Quiteria será tuya: a ti se fía
mi virginal decoro:
como tuyo le guarda y le venera».
¡Que guardarle sirvió, si cuando menos
debiera ser temido, 30
a Camacho tu padre te ha vendido!
¡Oh pechos crudos, de piedad ajenos!
¡Oh Bernardo! No padre,
tirano sí, tal joya
no te la dio para Camacho el Cielo; 35
yo la merezco solo: la he ganado
sirviendo y adorando tantos días;
fruto es de mi cuidado,
y de las ansias mías.
¡Ay! Dámela, cruel, no de mi seno, 40
robes con mano fiera
la inocente cordera
para encerrarla en el redil ajeno.
Y tú aleve pastora,
¿por qué el consejo de tu padre sigues? 45
¡No basta ser señora
del cuitado Basilio? Te faltaba,
sí, del feliz Camacho la riqueza:
pero ¡cuanta ventura te aguardaba
en mi humilde pobreza! 50
¡Cual yo trabaría
alegre para ti de noche y día!
Con abundosos bienes justo el Cielo
premiara mi desvelo.
¡Y que los bienes son con los placeres 55
de un amor mutuo y fino!
Pero tú sigues el común destino,
y desmentir tu condición no quieres.
Sigue, sigue, homicida,
que yo el camino seguiré que el hado 60
le señaló a mi vida,
acabando con ella y mi cuidado
por triste complemento
de tus infieles bodas... Pasos siento.

 (Asustado.)  

Huyamos hacia aquí, que ya insufrible, 65
le es todo a mi dolor.

 (Retirándose.)  



Escena II

 

BASILIO. CAMILO.

 
CAMILO

 (Saliéndole al paso.)  

¡Será posible
hallazgo tan feliz, o mi deseo
me burla en lo que veo!
¡Basilio! ¿Tú en el valle? ¿Tú en mis brazos?
¡Mi querido Basilio! 70
BASILIO
¡Ay Camilo!
CAMILO
¿Qué estrella tan dichosa
a mis ojos te vuelve? Yo temía
algún fin desastrado,
desde el aciago día
en que el fatal concierto fue ajustado 75
de Camacho y Quiteria,
y tú celoso, triste, dolorido,
cual novillo furioso que vencido
fue en la lucha, del valle te ausentaste,
llenándonos de amargo desconsuelo 80
con las sospechas de tu cruda muerte.
BASILIO
¡Pluguiera al justo Cielo
que ella hubiese acabado
con presto golpe mi infelice suerte!
CAMILO
¡Y en el día a las bodas señalado 85
tornas a renovar tus desventuras
entre sus regocijos y alegrías!
¿O has olvidado a tu enemiga bella?
BASILIO
No lo consiente mi contraria estrella,
pastor amigo: las desdichas mías 90
crecen como la llama
por intrincada selva en el estío.
CAMILO
¿Pues qué causa te vuelve?
BASILIO
El más impío
furor, la más rabiosa
determinada voluntad que pudo 95
caber en pecho de pastor. ¡Ay bella
cuanto falsa Quiteria! Está segura
que presto, presto acabará tan crudo
dolor, pues tú lo quieres.
CAMILO
¡Oh anuncio infausto! ¡Oh nueva desventura! 100
¡Ay mísero zagal! Vuelve a tu seso,
y tu clara razón no ultrajes loco
con tan culpable exceso.
BASILIO
¡Aún te parece mi tormento poco!
No, zagal, mi destino 105
es morir por Quiteria. Yo vivía
para adorarla fino.
Hoy a Camacho ha de entregar su mano,
y la esperanza mía
acaba de agostarse. ¡Quién tan vano 110
fruto coger temiera
de tan florida mies! ¡Quién tus palabras,
Quiteria, no creyera!
CAMILO
¡Ay zagal! Que deliras con el cuento
de tu pasada gloria, 115
doblándote las ansias su memoria.
BASILIO
No puedo refrenar el pensamiento.
Tú conoces mi amor: tú, amigo, sabes,
que de la edad más tierna
sola su ley mi voluntad gobierna. 120
   Pared en medio la enemiga mía
de mi casa vivía:
casi a un tiempo nacimos,
y juntos nos criamos,
y casi ya en la cuna nos amamos. 125
Apenas empezaba
a hablar aún balbuciente,
ya con gracia inocente
decía que me amaba,
y a mis brazos corría, 130
y los suyos me daba, y se reía.
Yo la amaba también, y con mil juegos
pueriles la alegraba,
ya travieso saltando
tras ella en la floresta, 135
ya su voz remedando
con agradable fiesta,
ya en pos de algún nevado corderillo
corriendo en rededor de los rediles,
o acechando el pintado jilguerillo 140
en las varas sutiles
llenas de blanda liga.
Voluntad tan acorde y tan amiga
jamás fue vista en una edad tan breve.
El par más fiel de tórtolas amantes 145
en el más hondo valle retiradas,
y solo a acariciarse abandonadas,
eran para los dos ejemplo leve.
Una la voluntad, uno el deseo,
una la inclinación, uno el cuidado, 150
amar fue nuestro empleo
sin saber que era Amor; en tanto grado
que ya por la Alquería
de todos se notaba y se reía
nuestra llama inocente. 155
Después en la puericia floreciente
mi viejo padre a gobernar me puso
el hato de mis cabras, y su padre
igualmente dispuso,
que ella a pastar por los alegres prados 160
sacase sus ganados.
¡Ay! qué felices días!
¡Qué sencillas y puras alegrías!
Si ella se enderezaba hacia un otero,
yo estaba allá primero; 165
y si al valle bajaba,
en el valle esperándola me hallaba.
No hubo flor, no hubo rosa de mi mano
cogida que en su seno no parase;
no hubo dulce tonada 170
que yo no le cantase;
ni nido que en su falda no pusiese.
Mis cabritos saltando la seguían,
y la sal sus corderas me lamían
en la palma amorosas. 175
De esta suerte las horas deliciosas
pasábamos felices,
cuando un deseo de saber nos vino
qué era Amor, de manera
cual si un encanto fuera 180
y a un zagal ya maestro preguntando,
«un niño hermoso, respondió burlando,
halagüeño, festivo, bullicioso,
con alitas doradas,
que causa mil placeres y dolores. 185
Gusta de los pastores,
y de edad floreciente:
el pecho agita, y mil suspiros cría:
hace hablar a los rudos dulcemente,
hace velar, y el corazón abrasa, 190
y olvida del ganado,
pensando sólo en el sujeto amado,
y sólo con su vista da alegría».
Quiteria se encendía,
y yo turbado estaba aquesto oyendo, 195
consigo mismo cada cual diciendo:
yo me agito, y suspiro,
yo canto dulcemente, y yo me abraso,
velo, me quejo, y lloro,
¡ay! A Quiteria. ¡Ay! A Basilio adoro. 200
CAMILO
¡Discurso bien extraño, y más extraña
simplicidad la vuestra!
BASILIO
Desde entonces
sabiendo que era Amor, a amar nos dimos
con inquietud tan rara,
que en vano a ponderártelo bastara, 205
contando un día entero mis venturas.
¡Qué promesas hicimos!
¡Qué afectos! ¡Qué ternuras!
¡Qué dulce libertad! ¡Y qué delicias!
Imagina, Camilo, las caricias, 210
las miradas, los juegos, los favores
que hallarían dos pechos abrasados
en el amor más puro.
CAMILO
Fingírselos no puede el mismo amante
fuera de aquel instante. 215
BASILIO
Siete veces abril tornó florido,
y diciembre aterido,
viviendo yo seguro
sin recelar mudanza,
cuando Camacho ¡oh bárbara memoria! 220
vino a arrojar por tierra mi esperanza;
y yo resuelto me partí del valle
a dar fin a mi vida
desesperado y fiero.

 (Con determinación.)  

No de intención mudé; mas ora quiero 225
que ante sus ojos sea,
y que la ingrata vea
en el momento de sus tristes bodas,
con qué extremo la amaba
este desventurado, 230
y hasta qué punto mi despecho llega.
CAMILO
¡Ay Basilio infelice! Que te ciega
tu celosa pasión.
BASILIO
Quizá mudado
su pecho entonces llorará mi suerte,
vivo gozar queriendo 235
al que ahora por pobre da la muerte.
CAMILO
Consuelo inútil para mal tan grave.
BASILIO
Este me resta solo.
CAMILO
Aún otro queda.
BASILIO
¿Cuál? Dímelo Camilo...
CAMILO
El que tú hablaras
a Quiteria, esforzando 240
su corazón cobarde,
que aún constante te adora,
y por tus celos agraviada llora.
BASILIO
¡Yo a Quiteria! Primero
el fuego será frío, el Sol escuro, 245
y el mayo irá sin flores,
que yo la hable, ni vea.
No, zagal, yo no quiero
ponerme de la infiel a los desvíos
ni a su intención contravenir en nada, 250
turbando en vano con los ruegos míos
la luz serena de sus claros ojos,
ni las purpúreas delicadas rosas
de sus mejillas.
CAMILO
Tu ventura
tú mismo estorbas.
BASILIO
Tu rogar es vano.
255
CAMILO
Pues por no hablarla perderás su mano.
BASILIO
¿Cómo zagal? ¿Qué dices?
CAMILO
Que aún puede haber retorno tu fineza.
De Quiteria el silencio, la tristeza,
su despego a Camacho, su desvío, 260
sus suspiros, sus ojos,
más de una vez me han dicho que te adora.
BASILIO
¡Cuán feliz yo sería!
CAMILO
Bailando en la enramada el otro día
sin ser notado, y viéndola elevada 265
como en ti contemplando,
yo le dije burlando:
«Olvídale, zagala, pues le niegas
el premio a tantas ansias merecido».
Turbose en escuchándome encendido 270
su rostro de vergüenza, y sus mejillas
salpicó alguna lágrima, que en vano
quiso ocultar su mano.
Háblala pues.
BASILIO
¡Oh firme
malograda esperanza! Vuelve, vuelve 275
de nuevo a florecer. Mas ¡sin ventura!
¡Cómo yo la he de hablar en este día
y en tanta confusión! ¡Ay! No me ha dado
Amor tal osadía.
CAMILO
Pues yo por ti lo haré: mira en qué grado 280
tu dicha anhelo, y dispondré de modo
que en secreto os veáis.
BASILIO
¡Ay dulce amigo!
Pues eres de mis lágrimas testigo,
sensible le pondera
mi amor, mi fe sincera. 285
Haz esto, y premio pide; mi ganado,
cuanto vale Basilio todo, todo
está Camilo fiel a tu mandado.
Y a Dios, que podrán verme.
CAMILO
Aquí me espera
dentro de un hora.
BASILIO
Tornaré ligero,
290
cual hambriento cordero
de la madre al balido.

 (Vase.)  



Escena III

 

CAMILO. DON QUIJOTE. SANCHO.

 
CAMILO
¡Cuán fácil es, cuán fácil al olvido,
zagalas vuestro pecho! La corriente
del arroyo, del céfiro el ambiente 295
tienen en su inconstancia más firmeza;
pues torna un solo día
en odio crudo la mayor terneza,
si el orgullo, el antojo, la porfía,
o el interés el ánimo os provoca. 300
¡Felice yo! Que la esperanza loca
lanzar del pecho conseguí... ¿Mas cómo
haré en bullicio tanto, que se vea
con Quiteria Basilio? De su lado
no se aparta Camacho... De zagales 305
todo el valle está lleno... la alegría...
la confusión... las danzas... ¡Ha!... Su hermana...
Petronila es buen medio:
ella es vana, y sagaz, y con envidia
ve a Quiteria dichosa, 310
y ama a Camacho, y, está celosa.
Buscarla, me conviene.
DON QUIJOTE

 (Empezará a descubrirse hablando con SANCHO de modo que al llegar a CAMILO acabe el razonamiento de los dos.)  

¿Bien arrendado a Rocinante dejas?
Que además la cuita de Basilio
solícito me tiene.
SANCHO
Yo me atengo
315
al ricote Camacho: muy bien hizo
la zagala en cogelle;
no sino estar sin blanca, y por las nubes
querer luego casarse: cada oveja,
vaya con su pareja... ¡Cielo santo! 320

 (Viendo a CAMILO.)  

¡Qué garrido zagal! Tal sea mi vida.
¡Qué sayo! ¡Qué limpieza!
DON QUIJOTE
Calla, calla,
Sancho hablador, que tú como villano
sirves al interés. Pastor hermano,

 (Llegándose a CAMILO.)  

hoy que en esta floresta la alegría 325
y el regocijo viven,
¿licencia habrá un andante caballero
de ver con su escudero
unas fiestas tan célebres, y nuevas
cual la fama pregona? 330
CAMILO
Un huésped tal de nuevo las abona.

 (Admirado.)  

Mas ¡qué traje! ¡Qué arreo!...
PRÍNCIPE
Non vos faga
pavor, zagal amigo, su extrañeza.
Un caballero soy, de los que dicen
van a sus aventuras: 335
e que magüer de tiempos tan perdidos
al ocio renunciando y las blanduras,
huérfanos acorriendo y desvalidos,
y enderezando tuertos y falsías,
si el Cielo no le amengua su esperanza, 340
ha de resucitar la antigua usanza.
SANCHO
Es mi Señor el más valiente andante
que tiene el mundo todo. A Rocinante
oprime el fuerte lomo, y deja fechos
cien mil desaguisados. 345
Señora universal de sus cuidados
es la sin par princesa Dulcinea...
CAMILO

 (A SANCHO interrumpiéndole.)  

Yo no os entiendo, amigo.

 (A DON QUIJOTE.)  

Mas vos, señor, en tan felice día
de aquí no partiréis: nuestra alegría 350
venid, venid a honrar, y del esposo
a recibir obsequios, y favores.
DON QUIJOTE
Ya sabidor me hicieron dos pastores,
que es cortés cuanto rico,
siéndolo en todo extremo; 355
y otro que tal la desposada hermosa
como él rico y cortés; y la manera
insólita en que quiere
sus bodas celebrar y su ventura.
CAMILO
Vence la verdad pura 360
cuanto contar pudieron. En riquezas
no hay mayoral alguno que te iguale.
Estas sierras pobladas
tiene con sus vacadas,
y valles y laderas 365
de cabras y corderas,
siendo a par dadivoso que hacendado.
De la hermosa Quiteria enamorado
al fin su honesta mano ha conseguido,
y celebrar los desposorios quiere 370
con mil regocijadas invenciones.
Las grandes y abundosas prevenciones
no me es dado contar: veréis tendido
el albo y rico pan así en rimeros,
cual suele el trigo estar en el ejido. 375
Así veréis arder olmos enteros
cociendo las viandas,
cual si fuesen alumbradas de verano.
Así caza colgada por los robles
cual si su fruta fuera. 380
Ha enramado este valle de manera
que a hurto el Sol ha de entrar, si a vernos viene.
Danzas y bailes de zagalas tiene,
y de zagales juegos y carrera.
Finalmente este día 385
es todo del placer y la alegría
de Quiteria merced a la hermosura,
pues cual la rosa es reina de las flores,
ella lo es de la gracia, y gentileza.
Sus ojos amorosos 390
son más que el Sol lumbrosos,
y sus luengos cabellos
no hay valor para vellos.
De la boca destila miel y azahares,
y su cuello preciado 395
alabastro es labrado.
Venciendo a su beldad su gallardía,
y a esta su honestidad y cortesía.
SANCHO
Pardiez que es la zagala
después de mi señora Dulcinea 400
lo mejor que ver pienso. El oro, el oro
sabe allanarlo todo; y a la larga
a la liebre más suelta el galgo carga.
CAMILO
Decís bien: de Quiteria
otros muchos la mano codiciaron, 405
y en mil tiernas canciones
sus ansias y sus celos ponderaron.
Estos olmos veréis de letras llenos,
que en la ruda corteza
publican su desdén y su belleza, 410
sobre todos Basilio
ya en la niñez más tierna la servía,
y ella su honesto amor favorecía:
mas el oro triunfó de este cuidado.
Es Basilio un zagal tan acabado 415
en gracias cuanto pobre:
suelto y ágil al salto y la carrera,
de dulce voz, de razonar suave,
y gentil hermosura;
y ámala de manera 420
que, cuantos sus finezas conocemos,
algún fin desastrado de él tememos.
DON QUIJOTE
¡Zagal cuidado!
SANCHO
El que fortuna olvida
ha de sobra la vida.
CAMILO
Así es verdad; y solo por ser pobre 425
mientras Camacho ríe,
Basilio triste y despechado llora.
DON QUIJOTE

 (Con entusiasmo.)  

¡Oh riqueza! En mal hora
la madre tierra de su seno duro
te lanzó entre los hombres. 430
Tú lo conturbas todo, y el seguro
amor tornas olvido:
por ti el mérito yaz escurecido,
virtud es otrosí desacatada,
e hubo en el suelo la maldad entrada. 435
Ya non vale, ni afán esclarecido,
ni sangre por la patria derramada,
ni feridas gloriosas
de caballero fuerte...
CAMILO
Permitidme
avisar de la dicha que hoy le viene 440
al felice Camacho.

 (Vase.)  



Escena IV

 

DON QUIJOTE. SANCHO.

 
SANCHO

 (En acción de oler, y muy alegre al descubrir las calderas.)  

¡Sancho! ¡Sancho!
¡Oh qué olor tan divino!
¡Qué calderas aquellas! no las vide
tamañas en mi vida. ¡Pues las ollas!
son seis grandes tinajas. 445
Bien la aventura empieza:
a esto me atengo y no a la gentileza
y gracias de Basilio.
DON QUIJOTE

 (Con mesura.)  

Sancho hijo
non denuestes al pobre, que los bienes
por eso son llamados de fortuna, 450
porque los da sin discreción alguna
esta inconstante diosa;
y es sandez además tanta alegría.

 (Con entusiasmo.)  

Mal haya, a decir vuelvo, el negro día
en que topó codicia con el oro. 455
Por él se amengua el virginal decoro
de la tierna doncella, y puerta tiene
franca el recuestador...
SANCHO

  (Interrumpiéndole.) 

Habilidades
son sin él necedades:
nunca en casa del rico el duelo viene: 460
el dar peñas quebranta: los dineros
vuelven en caballeros.
DON QUIJOTE
El Cielo te confunda y tus refranes.
 

(Un CORO de doncellas galanamente vestidas empieza a asomar por entre la enramada. DON QUIJOTE se entona con mucha gravedad, y SANCHO se admira con sus rústicas demostraciones.)

 
SANCHO
¡Válame Dios! ¡Qué danzas! ¡Qué zagalas!
En solo vellas se me van los ojos. 465
¡Oh qué alegres! ¡Qué sueltas! No parece
sino que sus cabellos extendidos
semejan de oro puro unos manojos.
¡Qué sartas de corales! No hay pagallas.
¡Pues montas los vestidos! 470
¡Oh bien haya Camacho y su riqueza!
Eso que tienes vales.
 

(El CORO irá pasando y dividiéndose en dos bandas.)

 
CORO I
Tras el divino fuego
de su adorada esposa
Camacho vuela ciego 475
cual tierna mariposa.
CORO II
Quiteria desdeñosa
su ardor cubrir procura,
cual virgen vergonzosa,
cual niña mal segura. 480
LOS DOS COROS
Pues baste de extrañezas,
y en tálamo de flores...
CORO I
... goce ya sus finezas...
CORO II
... temple ya sus ardores.
LOS DOS COROS
En tálamo de flores 485
goce ya sus finezas,
temple ya sus ardores.
DON QUIJOTE

 (Indignado.)  

Fuyamos de aquí al punto: no, no quiero,
que el ocio muelle, o femenil halago
me embarguen pensamientos. 490

 (Como fuera de sí.)  

Hay huérfanos, viudas y pupilos
que amparar, hay doncellas
que acorrer, hay gigantes
soberbios y arrogantes
con quien lidiar, ¿y yo me detendría? 495
dulce Señora mía,
no vuestro caballero
non fará sandez tal. Fuyamos Sancho.
SANCHO
¿Cómo es eso de huir? ¿Para esto solo
fue sin yantar dormir en la floresta; 500
y hacerme despertar cuando hacen salva
los pájaros al alba,
hablando de la fiesta
y de Basilio mísero? ¡Ay abuelo!
Sembrasteis alazor, nació anapelo. 505
DON QUIJOTE
Vamos digo.
SANCHO
¿Quién sabe, si aquí puede
saltar tal aventura,
que cuantas hasta ahora hemos tenido
nada con ella sean?


Escena V

 

DON QUIJOTE. SANCHO. BERNARDO. CAMACHO.

 
CAMACHO
Bien venido
seáis a honrarme en mi felice boda; 510
que ya el zagal con quien habéis hablado
de todo me ha informado.
Y así rendido os ruego
deis el último punto a mi alegría
con vuestra compañía. 515
Este es día de gracia y regocijos:
venid a ver los que a Quiteria hermosa
ordenar aunque rústico amor sabe,
y hacedla, en esto solo más dichosa.
DON QUIJOTE
Yo, mancebo gentil, sólo lo fuera 520
si ofertas tales disfrutar pudiera,
como sé agradecellas comedido.
BERNARDO
¿Cómo, señor?
DON QUIJOTE

 (Entonado.)  

En fiestas non es dado
por ley a caballero detenerse,
de las altas empresas olvidado 525
a que el Cielo le llama.
Él te haga con Quiteria venturoso
luengos siglos, Camacho, generoso;
y licencia me da...
SANCHO
Señor, teneos.
¿Cómo queréis partir, y a ruegos tales 530
ser desagradecido,
habiendo siempre sido
la misma cortesía?
Miren que monta un día
para un tan valeroso caballero. 535

 (A BERNARDO.)  

Vos pedídselo, hermano.
BERNARDO
Aunque no quiero,
señor, importunaros, si estas canas,
y esta edad algo pueden,
no hagáis que nuestras súplicas sean vanas.
Y el dichoso Bernardo, de Quiteria 540
padre feliz, añada esta ventura
a cuantas hoy Camacho le asegura.
CAMACHO
Pueda nuestra porfía...
SANCHO
¡Qué dureza!
Dad luego y dais dos veces: que lo mismo
es negar que tardar.
DON QUIJOTE
Agraviaría
545
esas canas, Bernardo venerable,
y tu discreta, afable cortesía,
gentil Camacho, en resistir más tiempo.
Vuestro me constituyo, a vuestro grado,
ordenad, os veréis obedecidos. 550
BERNARDO y
CAMACHO
Hacedlo vos, pues nos tenéis rendidos.
SANCHO
Bueno; cayó. No ayuno
cuentes al importuno.

 (Muy alegre.)  

Dios mejora las horas. Sancho afuera
la escuderil miseria, y al buen día 555
abre y métele en casa. ¡Oh qué bien huele!...
Conforta el airecillo. Buen Bernardo,

 (A BERNARDO.)  

habrá, decid, manera... solamente...,
de probar... no el olor...
DON QUIJOTE
¡Oh vil! ¡Infame!
¡Mal nacido escudero! ¡Así me amenguas! 560
Viven los altos cielos,
donde más latamente se contiene...
CAMACHO
Templaos, señor.
BERNARDO

 (A SANCHO.) 

Venid hacia este lado
que yo os haré placer.
CAMACHO

 (A DON QUIJOTE.)  

A mi Quiteria
la dicha a decir vamos que en vos tiene. 565


Escena VI

 

DON QUIJOTE. SANCHO. BERNARDO. CAMACHO.

 
 

SANCHO yéndose por el un lado con BERNARDO.

 
SANCHO

 (Mirando a lo que dicen los versos, que ha de verse colgado por los árboles.)  

¡Válame Dios que día a Sancho viene!
Tiernas pollas... cabritos... y conejos...
pichones, lechoncillos... allá lejos
asándose un novillo... ¡Ay dulces zaques!
¡Aquí también os hallo! Ya mis ojos 570
finos enamorados,
no pueden de vosotros apartarse.
Ea, Sancho, animarse,
y pues hay vino, afuera los cuidados.
DON QUIJOTE

 (Yéndose con CAMACHO, y un poco detrás como embebido en las memorias de su Dulcinea.)  

Fermosa y encantada Dulcinea, 575
Soberana Señora
de este vuestro afincado caballero,
membraos de mí, pues yo por vos me muero.
 

(CORO I DE ZAGALES Y ZAGALAS.)

 
TODO EL CORO
Ven, dulce Amor:
de tus zagales 580
oye el clamor.
Ven, dulce Amor.
Ven, dulce Amor.
CORO DE ZAGALES
Tú nos previenes
todos los bienes: 585
tú el orbe alientas,
y le sustentas
como señor.
TODO EL CORO
Ven, dulce Amor.
CORO DE ZAGALAS
Sin ti la rosa 590
fresca olorosa
no, nacería:
todo lo cría
tu suave ardor.
TODO EL CORO
Ven, dulce Amor. 595
CORO DE ZAGALES
Con dócil cuello
el joven bello
busca a su amada,
por ti apiadada
de su dolor. 600
TODO EL CORO
Ven, dulce Amor.
CORO DE ZAGALAS
Tú a la doncella
tímida y bella
rindes al blando
yugo, triunfando 605
de su temor.
TODO EL CORO
Ven, dulce Amor.
CORO DE ZAGALES
Tú a sus desvelos
das mil hijuelos
bellos, graciosos. 610
Frutos preciosos
de un mutuo ardor.
TODO EL CORO
Ven, dulce Amor.
CORO DE ZAGALAS
Ven, y en el suelo
la Paz del cielo 615
nunca alterada
reine ayudada
de tu favor.
TODO EL CORO
Ven, dulce Amor.
CORO DE ZAGALES
De tus zagales 620
oye el clamor.
CORO DE ZAGALAS
Ven, dulce Amor.
TODO EL CORO
Ven, dulce Amor.



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