Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

1

Sobre la prensa periódica en la España ilustrada existe una copiosa bibliografía que puede consultarse en M. D. Sáiz (264-276). Tan sólo señalamos, por constituir una guía casi imprescindible sobre este tema crucial, el texto de F. Aguilar Piñal (1978) y el estudio de I. Urzainqui (1995) que constituye la aportación más reciente.

 

2

Con referencia al periódico limeño, fundado a fines de 1790 por el virrey Gil y Taboada, véase el reciente trabajo de J. P. Clément (1997). Está anunciado para el 1998, siempre al cuidado del mismo autor, el segundo volumen: El Mercurio Peruano (1790-95). Antología. Respecto a la publicación habanera véanse VV. AA., El Sesquicentenario (1941), el completo estudio de E. Roig de Leuchsenring (1962) y la antología al cuidado de C. Vitier, F. García-Marruz y R. Friol (La literatura en el «Papel Periódico de la Havana», 1990). Una parte considerable de los trabajos publicados en el periódico habanero han sido incluidos en este último volumen, el cual, de ahora en adelante, se cita en el texto, con el correspondiente número de páginas.

 

3

Entre éstos merecen destacarse la ocupación inglesa de La Habana (1762-3) y la supresión de las distintas barreras que limitaban el libre comercio entre España y sus colonias. La efímera, si bien decisiva, dominación británica al mando de Albemarle representó la apertura del comercio cubano, libre de restricciones monopolistas, con Inglaterra, Jamaica y los puertos de las trece colonias inglesas de Norteamérica, que hasta ese entonces habían estado comunicados con la isla a través del comercio del contrabando. Asimismo, la presencia británica en el puerto cubano trajo como corolario un notable incremento en la importación de mano de obra esclava a buen mercado, que aceleró ulteriormente la capacidad productiva de la industria azucarera, la cual, como es noto, desde sus orígenes -primera mitad del siglo XVII- se había ido desarrollando alrededor del sistema de explotación esclavista. Sobre la ocupación británica de La Habana y los cambios profundos que dicho evento promovió, fundamentalmente en el plano económico, véase H. Thomas (5-48).

 

4

En este sentido, la promulgación en 1778 del conocido Reglamento de Comercio Libre asestó un golpe decisivo al férreo monopolio gaditano, abriendo nuevas posibilidades al comercio habanero en función del aumento de la demanda del azúcar en el mercado internacional. Dicha circunstancia llevó al puerto de La Habana a desarrollar un fecundo movimiento comercial que, a finales del siglo XVIII, logró movilizar grandes capitales para la época a que nos referimos, unos 20 millones de pesos. Una confirmación de la nueva dimensión económica habanera, ligada a esta creciente fase expansiva, nos la ofrece A. Von Humboldt, quien en esos años visitó varias regiones del Caribe: el naturalista prusiano ubica el puerto de La Habana, por su movimiento de exportación e importación, en segundo lugar entre los puertos americanos, tan sólo detrás de Veracruz (cit. Hernández Sánchez-Barba 387).

 

5

Se recuerda que de las cuatro unidades que conformaban el mundo socioeconómico de la isla, fue la región habanera, sin duda, la que en modo evidente ofrecía un conjunto de factores internos capaces de aprovechar estafase expansiva derivada de una favorable coyuntura internacional. Entre 1763 y 1780 la región de La Habana experimenta una serie de profundos cambios que se aceleran en las dos últimas décadas del siglo: entre ellos destacan la transformación de los hateros ganaderos en hacendados plantadores esclavistas de azúcar, germen de la nueva clase dominante, y la expansión del régimen de esclavitud de plantación azucarera, y más tarde también cafetalera, que comienza a desplazar a la esclavitud doméstico-patriarcal como principal motor en las relaciones laborales (Torres Cuevas-Reyes 37-9 y 63-5).

 

6

Respecto a la vastedad de intereses que abarcaba la nueva publicación, C. Vitier señala que «después de un detenido examen, asombra la riqueza de contenidos -filosóficos, científicos, técnicos, sociológicos, psicológicos, económicos, educacionales, literarios, gramaticales- que podemos encontrar, siempre bajo signo crítico, reformista y civilizador» («Introducción» 9).

 

7

El afán de ostentación, conjuntamente al deseo de aparentar, como prácticas que caracterizan no sólo a la aristocracia colonial, sino a no pocos componentes de una emergente clase media urbana, constituyen dos motivos recurrentes que pueblan las páginas del Papel Periódico. Dichos comportamientos son en varias ocasiones motivo de crítica irónica en ambos autores. Véase al respecto nuestros dos recientes estudios: F. Quinziano, «Reformismo» 67-73 y «Fin de siglo», en prensa.

 

8

Véase E. Roig de Leuchsenring (I: 22-29). Los siete «discursos» a los que nos referimos y que constituyen nuestro objeto de estudio son: «Carta sobre el establecimiento de un Hospicio en esta Ciudad» (I), «Carta en que se propone la definición de la Nobleza, Educación y confusión de trajes» (II), «Carta sobre la Nobleza mal entendida» (III), «Carta sobre la educación de los hijos» (IV), «Carta sobre la confusión de las trajes» (V), «Carta crítica de la vieja niña» (VI) y «Carta crítica del hombre muger» (VII), publicados en el Papel Periódico durante los primeros meses de 1791, en los números 14-15 (17 y 20 de febrero), 21 (13 de marzo), 22 (17 de marzo), 23 (20 de marzo), 24 (24 de marzo), 28 (7 de abril) y 29 (10 de abril), respectivamente. Estos escritos han sido incluidos recientemente por E García-Marruz en el citado volumen La literatura en el «Papel Periódico de la Havana» (1990): todas las citas de las Cartas de Caballero remiten a este último texto (51-3 y 56-78).

 

9

Sobre los distintos seudónimos que los críticos asignan a Caballero, algunos de ellos comprobados y otros, por ahora, tan sólo atribuidos al escritor, se reenvía al citado texto La literatura en el «Papel Periódico» (310-1).

 

10

En este sentido, E. Saínz precisa que en la tesis que defiende el padre Caballero «se hace ostensible el reclamo de la autonomía para decidir en lo tocante a la administración de los recursos y a la posibilidad de acrecentar la economía interna» («Caballero» 19).