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Leyendo la historia escrita en la tierra. Manuel Scorza y la epopeya del «Jinete Insomne»

Adriana I. Churampi Ramírez





[...] la libertad es como la mañana. Hay quienes esperan dormidos a que llegue, pero hay quienes desvelan y caminan la noche para alcanzarla. Yo digo que los zapatistas somos los adictos al insomnio que la historia desespera.


(Marcos, 1996)                


Manuel Scorza es el escritor peruano autor de la pentalogía sobre los levantamientos campesinos de los años 60. El Jinete Insomne es la tercera novela de esta epopeya andina que relata los extraños sucesos en la comunidad de Yanacocha y la decisión de su presidente, el anciano Raymundo Herrera, de cumplir la última misión de su vida. La comunidad, despojada de sus tierras, se debate entre la explotación del hacendado y los caprichos de su esposa Pepita. Ella combate el aburrimiento alterando el calendario, de modo que los feriados festivos llegan uno tras otro, lo cual empieza a producir extrañas reacciones en la naturaleza. Los ríos y las corrientes de agua detienen su curso, los viejos no mueren, los relojes agonizan cubiertos de pus y las entrañas de la tierra se estremecen aterradoramente. Raymundo Herrera vive obsesionado por realizar una atrevida misión: trazar los planos de las tierras de la comunidad, y así recuperar ante los tribunales lo que les pertenece. Esto constituye una labor casi imposible, sin embargo cuando le llegue la muerte habrá conseguido cumplir con lo que originalmente se propuso: acabar con el miedo y la pasividad yanacochanas, las verdaderas causas del terremoto. La herencia que le deja a su pueblo es la Rabia despierta, ella sobrevivirá incluso a la masacre con que concluye la novela y renacerá en la próxima hazaña emprendida por el heredero, Agapito Robles, el héroe de la cuarta novela.

Como el título lo menciona, la característica más saltante del presidente es su insomnio. Aunque a veces se describe como «la enfermedad de estar despierto», no se trata de un padecimiento corporal. El mal se inicia cuando la comunidad sale a medir los límites del pueblo en 1705. Nos enteramos así que la lucha de Yanacocha por definir sus fronteras y reafirmar su existencia como pueblo vienen desde 17051. La titánica manera en que Herrera combate el «sueño» que amenaza con derribarlo, parece ser una metáfora de una lucha mayor, mucho más trascendental que el simple dejarse vencer ante el cansancio.

La madrugada que parpadeaba entró en mi corazón. ¡La lucha seguía! ¡No se perdería por mi debilidad! La falta de sueño me trastoca los sentidos. Mientras no acabe de levantar el plano, mientras nuestra queja siga con los ojos abiertos, yo tampoco los cerraré!


(El Jinete Insomne, 181-183)                


Otra característica que intriga a sus oyentes es su obsesión con «la queja». Sólo el respeto que inspiran las sabias decisiones del anciano hacen que el pueblo se limite a escuchar, desconcertado, sus afirmaciones: «[...] estoy parado sobre el suelo de todas las generaciones, detrás de esta queja. El maíz, los hombres, los ríos, las edades, brotan, crecen, se exaltan, mueren, desaparecen. Lo único que permanece es nuestra queja» (El Jinete Insomne, 165). Raymundo Herrera se revela ante los comuneros como un visionario, sólo que ellos no saben de qué habla y él no se toma el trabajo de educarlos. Cuando es elegido presidente de la comunidad, su conducta se vuelve todavía más errática. Empieza a salir cada noche a las calles a insultar a los yanacochanos por cobardes. Incluso pelea con un grupo de comuneros y sólo cuando están a punto de darle una paliza les revela su verdadero objetivo:

Busco, hermanos, encenderles la sangre, contagiarles mi rabia tan grande contra la injusticia. Hace siglos que reclamamos en vano nuestras tierras. Estamos ya acostumbrados al abuso. ¡Reaccionen! Lo que me propongo [...] es que ustedes se enfurezcan.


(El Jinete Insomne, 60-61)                


Cumplida esta tarea de despertar a sus compañeros, Herrera les propone su atrevido proyecto: trazar el plano de las tierras de la comunidad.

La Inusual Longevidad: Siguiendo el relato sabemos que Herrera fue elegido presidente de su comunidad en 1824, a la edad de 63 años, su ancianidad/experiencia fue un importante motivo para concederle el cargo. Sin embargo, durante la revisión de los Títulos de Propiedad de la Comunidad, se menciona «[...] en cinco días del mes de diciembre de mil setecientos y cinco años, don Raymundo Herrera, Principal del repartimiento de Chaupihuaranga, de sesenta y tres años» (El Jinete Insomne, 170). En esa época, él ya participaba en acontecimientos trascendentales. No envejece y se distingue como un activo participante en otros proyectos liberadores emprendidos por su comunidad.

En 1824: Durante las batallas de Junín y Ayacucho, que clausuraron la presencia española en América del Sur, el presidente Herrera entregó batallones de comuneros a los regimientos patriotas. Yanacocha participa a cambio de la promesa de devolución de sus tierras, por supuesto, esto es algo que queda sin cumplir2. Más adelante, en 1881, durante el conflicto entre Perú y Chile (1879), Herrera, aún de 63 años, salva de un incendio los Títulos de Propiedad de la comunidad. En 1914, el pueblo, presa de la miseria, decide emigrar a la Selva buscando mejores terrenos. Tras un largo peregrinaje creen encontrar la tierra prometida al otro lado de los Andes y entre los nuevos colonizadores se encuentra el anciano Herrera. Si seguimos estas descripciones concluimos que Herrera ya debe tener 259 «insomnes» años. Esta cifra no alude sólo a la edad del personaje sino también al mantenimiento de la situación de pobreza de los pobladores condenados a una vida infrahumana. Ellos se encuentran detenidos en un tiempo diferente al que rige para el resto del mundo. Sólo así podemos entender la expresión «el tiempo se ha detenido para ellos». La realidad de abusos, engaños, desalientos y reclamos insolubles, por generaciones, constituye la queja que El Insomne tiene la responsabilidad de mantener viva. Es tan insoportable la situación, que no sólo se ha detenido la edad de El Insomne, también la naturaleza se le une: los ríos se tornan lagos, la semilla no crece, los relojes se pudren, las nubes se detienen. Sólo Herrera conoce la causa: es culpa «de un ladrón imperioso» que «ha parado el tiempo y si quiere detendrá el sol! ¡Por culpa de los cobardes que viven en este pueblo!» (El Jinete Insomne, 60).

El hacendado altera el calendario al suprimir todo tipo de comunicación entre el pueblo y el resto del país: Yanacocha se convierte en un mundo aparte. Pepita la mujer del hacendado, contribuye al caos conmemorando todos los feriados del año uno tras otro. Así combaten los principales el aburrimiento convirtiendo la vida en una jarana constante: «Antes que concluyera 1963, Yanahuanca se preparó para el advenimiento de 1979. Pronto acabó el siglo veinte y comenzó el veintiuno» (El Jinete Insomne, 157). El tiempo experimenta una enloquecida alteración. No es casual el detalle de que, el tiempo, para los campesinos se paralice mientras que para gusto de los principales se adelante locamente. El cataclismo, para unos apunta al pasado, mientras que, para el bienestar de otros, se desboca hacia el futuro.

¿Es subversivo el insomnio? El enigma de Raymundo Herrera se entiende mejor remitiéndonos a la lectura de un notable insomne, Émile Cioran3: «En el insomnio el tiempo es tu enemigo porque es un tiempo en que no puedes insertarte» (Cioran 1996: 68). Es importante resaltar la aplicación de un mal como el insomnio para el caso de estos comuneros postergados, invisibles y explotados. Los insomnes son también habitantes de los márgenes, ellos también se encuentran condenados a la exclusión. Cioran, un insomne por 7 años, resume así esta perspectiva: «[...] el insomnio te coloca fuera de la esfera de los vivos, de la humanidad. Estás excluido [...]. No hay sino esa inmensa noche que está ahí» (Cioran 1996: 67). Sin embargo, Cioran afirma también que al insomne le está permitido acceder a ciertos conocimientos imposibles de comprender por los demás. La razón por la cual los seres humanos soportan la vida, señala él, radica en la posibilidad de la discontinuidad. Una existencia sometida a una absoluta continuidad equivale a un infierno. El insomnio es la desaparición del sueño y un continuo mantenerse despierto. El sueño garantiza la discontinuidad que hace tolerable la vida. El estado de insomnio, la conciencia absoluta de todo, todo el tiempo, es insoportable para el ser humano. La función del sueño es brindar el descanso necesario, mejor dicho, la posibilidad de olvidar todo aquello que mantiene al ser humano alerta y despierto. «En el fondo, ¿para qué dormimos? No tanto para descansar cuanto para olvidar» (Cioran 1996: 225). El insomne es el único ser que vive la infernal experiencia de contemplar permanentemente al mundo y la existencia tal cual es, sin posibilidad de olvido, de sueño, de relajo. Sobrevivir requiere sacrificar la conciencia absoluta, el mirar sin necesariamente absorber todo, ya que es un infierno comprender todo. El exceso de «verdad» resulta una situación insoportable para el ser humano común y corriente.

La idea de Raymundo Herrera de que para asumir la lucha necesita mantenerse constantemente despierto, parte de la consideración de los efectos negativos del «sueño» en la toma de conciencia del atropello, él considera que esta conciencia es fundamental para iniciar el enfrentamiento. El combate el sueño porque lo aleja de la realidad, le permite huir de la visión de las duras condiciones de vida4. En el caso de la explotación el olvido es un mal, una enfermedad. El dormir es una tentación, porque así los campesinos escapan de la dureza de su existencia cargada de miseria. El sueño les permite seguir soportando. Dormir es una distracción que pospone la indignación que debe brotar ante el atropello. Raymundo Herrera está convencido que con el paso de los años, el descanso sólo los conducirá a la pasividad, a la mansedumbre y a la indiferencia.

El Jinete Insomne y su comitiva emprenden la medición de los terrenos, pero regresan a Yanacocha completamente vencidos. El ingeniero que habían contratado, ha sido intimidado por el hacendado y ha desaparecido. El plano no está completo y Herrera empieza a debilitarse. Sin embargo, cuando los comuneros le reprochan su ilusorio proyecto, el anciano los sorprende con la última lección: «He probado lo que quería [...] cuando todos los hombres comprendan que es imposible probar una causa justa entonces comenzará la Rabia. Les dejo de herencia lo único que tengo: mi rabia» (El Jinete Insomne, 215-216).

El enigma de sus palabras será descifrado por el nuevo líder: Agapito Robles, él será el continuador de la semilla plantada, el defensor de la territorialización, el héroe de la próxima novela.

La Rabia, de la que habla Herrera, que fue la que usó para moverlos a la acción funciona como el instrumento provocador, como la «punta de lanza» que obliga a los indígenas a comprender que no están completamente dormidos, que aún son capaces de sentir indignación. En todo caso que su situación no es irreversible. Cuando el anciano Herrera se afana en levantar el plano la comunidad lo acusa de candidez: ¿Es que a su edad aún no sabe que la ley nunca favorece a los indios? Pero él insiste en luchar por la vía judicial para lograr la recuperación de la propiedad de su comunidad. Esto, sin embargo, no significa que él tenga fe en la justicia, como lo señala su respuesta:

La gente que no se saca aún la telaraña de los ojos, lo cree. Esta gente es un obstáculo para la lucha que emprenderemos. No puedo torcer a la fuerza el criterio de esos hombres. Es necesario que comprendan. Para eso necesitan mirar desnudo el abuso.


(El Jinete Insomne, 61-62)                


Esta ardua tarea de «hacer ver» a quienes aún no han tomado conciencia del abuso es algo que comparten los personajes de las cinco novelas de Scorza, ellos pertenecen a la raza de los que «ven». En la primera novela el Nictálope «ve» en la oscuridad, en la noche, mientras todos comparten la ceguera. En la segunda novela, Garabombo es invisible... para los blancos. Nos encontramos, efectivamente, ante un equipo de marginales, de tipos extraños, precisamente porque ven demasiado. Estos pueblos, estas gentes, a las que representan, se encuentran al margen y fuera del tiempo cotidiano porque cuanto más avanza este tiempo «normal» más se enraíza para ellos el olvido de la queja. Es urgente detenerse en el momento en que empezó el error para desde allí clamar la corrección de la injusticia integrando a estos pueblos al devenir histórico. De esa manera se puede entender el simbolismo de la edad de Herrera, su evolución se detiene 259 años antes. Resulta imposible que los Herreras puedan hablar del futuro, del avance, como todos los demás5, partiendo de un hoy que, para ellos, se encuentra situado en el vacío, ya que su ayer se encuentra aún sin solución y ni siquiera existe en sus memorias. Porque el insomnio se vincula también con la necesidad de la memoria, que es a lo que Herrera alude con el simbolismo del mantenimiento de la queja. El encargado de portar El Reclamo no descansa, no duerme, contribuye así a que la lucha se mantenga en pie y sirve de ejemplo para que el resto del pueblo tampoco olvide su objetivo. Esta simbología refuerza la participación de la memoria como elemento vital en la construcción de la historia6 de estos pueblos.

Leyendo la historia escrita en la tierra: La travesía que Herrera inicia parece una tarea infructuosa, considerando que casi siempre los resultados han sido adversos para ellos. Sin embargo, el proceso transformará a la comunidad. En primer lugar, ya tienen los Títulos (emitidos por la Audiencia de Tarma)7 que son la prueba del derecho que reclaman, sólo les falta el plano que demuestre la magnitud del despojo. La tarea no es sencilla, pero lo más importante no será la superación de los obstáculos sino el principio que anima este recorrido. Herrera conduce a la comunidad entera por un viaje de apropiación o recuperación de la memoria de lo que poseyeron, es decir de su historia inscrita en esas tierras. La historia yace, por decirlo de alguna manera, en la tierra, a la vez que ese territorio construye la historia. William Rowe estudia los procesos de la memoria en situaciones de trasmisión oral del conocimiento y señala que entre las modalidades no alfabéticas andinas el paisaje es un punto de referencia en el trazado de la memoria. Esta concepción es diferente a la que maneja la Historia tradicional. En los términos de ésta los «relatos» de los pueblos indígenas no forman parte constitutiva de la versión oficial ya que sus fuentes básicas no se adaptan a los parámetros historiográficos tradicionales.

Analicemos los puntos de referencia a los que Raymundo Herrera recurre en la identificación de las tierras. En el caso de los pueblos indígenas, el problema no sólo lo constituye la ausencia de límites oficiales, ante un tribunal las pruebas materiales tienen que ser escritas, algo que estos pueblos, de tradición ágrafa, no poseen. Más grave aún es la carencia al interior de la comunidad misma, de la memoria sobre aquello que alguna vez fue suyo. El desafío es ¿cómo recuperar aquello que parece ya no existir? Cuando Herrera llega a un pueblo, busca inmediatamente a los ancianos8 que recuerdan las antiguas señales. Esta fuente nos revela ya el rol esencial que desempeñará la memoria en la lucha del pueblo por recuperar su territorio-historia. «Cuando se recorre el territorio para leer en él la historia, hay que hacerlo con los mayores de conocimiento, escuchando su palabra, la palabra mayor, nu wamwam, el otro lugar de vida en donde la historia reside» (Vasco 2000: 18). Cuando las comunidades fueron despojadas de sus tierras, lo primero que hicieron los usurpadores fue eliminar las muestras visibles y formales de territorialidad plantadas por las autoridades indígenas. Sin embargo, un anciano de casi 100 años, aún recuerda «los hitos imposibles de destruir». No se está aludiendo aquí a lo material sino a una cualidad que no radica en el objeto9.

Hay hitos plantados en el fondo de la Laguna de las Garzas. Allí nuestros abuelos enterraron grandes piedras donde están grabadas la «S» y la «J», iniciales de nuestra comunidad.


(El Jinete Insomne, 159-160)                


En la cueva Intimachay, al fondo, existe una roca en forma de mano: abajo están pintadas en rojo y amarillo nuestras letras.


(El Jinete Insomne, 160)                


Remontando la cordillera existe una tierra colorada, infranqueable en época de lluvias [...] Cerca, cubierta por la hierba, encontrarás una muralla de los antiguos. En todas esas murallas hay piedras-campana: suenan si se las toca con un guijarro. Bien. Detrás de la piedra-campana de la muralla Pucush, constan también nuestras iniciales.


(El Jinete Insomne, 160)                


Este recorrido por cada punto que va definiendo la propiedad es fundamental ya que en cada hito la comunidad no sólo descubre los hitos geográficos, sino que, revive también los acontecimientos importantes que forjaron, que «hicieron» a Yanacocha y a los yanacochanos. Ese relato se actualiza en la memoria de los testigos de la comitiva de Herrera10. Ayudados por El Insomne van «leyendo la historia» en las piedras, el lago y el color de la tierra. El recorrido actualiza también su tiempo, factor importante que les brindará los cimientos en su lucha de este momento.

En el territorio, constituyéndolo, existen todos los tiempos, como capas que se han depositado en él y que es necesario levantar, separando, retomando y relacionando precisamente aquellas que son necesarias para conducir la vida de hoy y resolver sus problemas.


(Vasco 2000: 18)                


La memoria se reconstruye, entonces, a partir de un proceso que involucra la participación y compromiso del hoy de los participantes para poder recuperar su ayer.

Al ir atando los cabos de los diversos acontecimientos, en diversos lugares/tiempos de su pasado, los pueblos van formándose una idea de cómo se inserta su existencia en el acontecer actual y vislumbran entonces las posibilidades o rumbos que podrían adoptar en el futuro. En cierta medida se recupera así «la memoria del futuro». La reconstrucción del ayer sucede en el hoy y es un pre-requisito para constituir el mañana.

Este proceso de recuperación histórica se enfrenta con las concepciones tradicionales (sobre fuentes históricas, procesos de construcción identitaria y de memoria) pero revela su validez al tornarse real y palpable. Los campesinos surgen del relato como seres desvalidos, sin armas para combatir en el terreno burocrático hasta que aparece Herrera, que no sólo recupera lo perdido, sino que lo hace en sus propios términos.

La validez del Título de Yanacocha contiene una trampa legal: requiere un plano cuya elaboración es imposible. No físicamente, sino que es imposible de probar formalmente en términos jurídicos tradicionales. La desposesión así reafirmada rubrica la pobreza y miseria de la comunidad, y algo más: la negación de su existencia, de su tradición, de su historia. La discusión se traslada entonces al terreno de la presentación de pruebas desde dos sistemas diferentes.

¿Será aceptada la validez del derecho y la historia de Herrera? Allí radica el dilema planteado por la novela. En teoría las dos formas se complementan. En la realidad Yanacocha ha conseguido probar su existencia en sus términos, pero a nivel formal su argumento carece de valor. Esta intolerancia se expresa en las palabras de Herrera cuando menciona que sólo queda una opción: la rabia y el enfrentamiento. Herrera ha cumplido su tarea: hacer que Yanacocha «recuerde»11 y tome conciencia de la necesidad de la construcción de su historia y de su tiempo. El Jinete Insomne ha «reubicado» a su comunidad, le corresponderá a otros luchar para mantener lo ganado y esta lucha constituirá a su vez la estrategia para revivir constantemente la memoria, porque «la memoria no es ni principal ni exclusivamente un recordar» (Vasco, 2000)12.






Bibliografía

  • Cioran, É. M., Conversaciones, Barcelona, Tusquet Editores, 1996.
  • Marcos, Subcomandante insurgente, «Carta a Mumia Abu-Jamal. Abril de 1999», en Nuestra arma es nuestra palabra, New York, Seven Stories Press, 2001a, pp. 210-214.
  • ——, «Comunicado a la Sociedad Civil Nacional e Internacional», Ejército Zapatista de Liberación Nacional, México 18 de mayo de 1996.
  • ——, «La noche que el Subcomandante Marcos le habló a los intelectuales del Mundo», 12 de marzo del 2001b.
  • Scorza, Manuel, El Jinete Insomne, Caracas, Monte Ávila Editores, 1977.
  • ——, Cantar de Agapito Robles, Barcelona, Plaza & Janés, 1984.
  • Vasco Uribe, Luis Guillermo, «La lucha guambiana por la recuperación de la memoria», en Cristóbal Gnecco y Martha Zambrano (eds.), Memorias hegemónicas, memorias disidentes: el pasado como política de la historia, Bogotá, Instituto colombiano de Antropología e Historia-Universidad del Cauca, 2000, pp. 69-95.


 
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