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ArribaAbajoLo que de aquí acaesçió, prinçipalmente a mí, aunque no dexaré de tocar en algunas cosas agenas porque serán anexas a mi caso

Este señor adelantado don Diego de Almagro, governador de este reyno nombrado el nuevo reyno de Toledo, començó a governar usando sus buenas obras y yntinçión en serviçio de Dios y del Rey y en grado e contentamiento, así de la gente que halló en esta çiudad como de la que abía traído consigo, que no lo puedo más encareçer, honrrando y haziendo merçedes y agradando a todos, no dexando de castigar a los que abían exçedido contra el serviçio del Rey e de sus provissiones. Lo que toca a mí, digo que me abraçó e reçibió como a hijo. E dende a dos días me dixo: «Señor don Alonso, así por ser criado del Emperador mi señor como por vuestra persona y naturaleza, os tengo de tractar como a quien sois. Y pidôs por merçed que, si me olbidare de llamaros a mis consejos e secretos spirituales e temporales, que no dexéis de entrar en ellos, porque en todo os tengo de faboreçer e ayudar».




ArribaAbajoExenplo

Como mi intinçion sea de hazer este libro de mi vida tal qual mejor yo pudiere pasalla, ansí para enmendanme, -pues é jurado y propuesto de lo que en ella pasare asentallo e manifestallo aquí para que quede memoria de mí para siempre jamás,- como para que los que lo leieren, se rixan e corrixan, acuerdo, aunque me ocupe y en alguna manera sea prolijo, de dezir cosas nesçesarias. E porque me pareçe ésta una de las prinçipales del mundo, acuerdo de hazeros saver que después que nuestro governador el adelantado don Diego de Almagro prendió al desaforatado, soverbio en superlativo grado tirano por cavo, Hernando Piçarro, aquel que, como dicho tengo, a Dios ni al Rey no tubo en mucho y a todos los demás en poco y a mí en menos que a nadie, es verdad, como Dios es verdad, desde la dicha su prisión con un criado suyo, que á nonbre de Françisco Maldonado, o su soliçitador, me enbió a halagar y a rogar ubiese piedad dél y no le fuese contrario y no mirase los sinsabores que me abía hecho sino quién yo era, y a conbidar con un cántaro de oro.




ArribaAbajoLo que de aquí subçedió

Todo el tiempo que dicho os tengo estubimos çercados y pasó lo que os tengo contado, el governador don Françisco Piçarro de la probinçia nonbrada la Nueva Castilla pretendía derecho a esta que agora se nombra el nuevo reyno de Toledo, y en lengua de yndios el Cuzco, por lo aver él descubierto e conquistado, no embargante quel que es agora gobernador della, don Diego de Almagro, con su personal e hazienda fué medianero en la descubrir e conquistar, porque en travajos y en yntereses son compañeros mucho tiempo á, e quel Emperador e Rey nuestro señor por su probisión real le abía hecho governador desta dicha probinçia de Toledo, declarando en la dicha probissión que se cumpliesen los límites de la Nueva Castilla e de la dicha gobernaçión de Françisco Piçarro doçientas e setenta leguas, creiendo que el dicho don Diego de Almagro hera muerto, porque abía ydo a descubrir adelante e queriéndolo todo, ansí por lo que tengo dicho como por la propiedad con que nasçimos y compañía con que nos criamos de la señora Codiçia.

Y por socorrer a sus hermanos y hazienda y cristianos questávamos çercados en la çiudad del Cuzco, como ia os tengo dicho, recogió gran suma de gente de a cavallo e de a pie e armas ofensibas e defensivas. E tanbién porque en la çiudad de los Reyes, puerto de mar de la Nueva Castilla, que son çiento e veinte leguas de la de el Cuzco, donde el dicho governador don Françisco Piçarro reside, fué tanbién çercado y apretado de yndios, dexó gran recaudo con su persona en la dicha çiudad de gente y armas e enbió a la del Cuzco quinientos hombres con un capitán montañés y neçio, caveçudo y sin medios ni remedios, como adelante veréis: su nombre Alonso de Alvarado. El qual, demás de la tardança nesçesaria que su governador hizo, él, por capitanear, le ayudó de manera que ya abía baxado a socorrer el Cuzco don Diego de Almagro, cuya es la dicha governaçión, e preso a sus hermanos de don Françisco Piçarro, como ya bos tengo contado.

Y como supo que este pereçoso capitán y tardía gente benía con el socorro, de Escalona que dizen, y estava veintiçinco leguas de la çiudad del Cuzco, acordó el governador don Diego de Almagro de le salir a resçevir con otro quinientos hombres, y a seis leguas dellos enbiar a dezir, como enbió, al capitán e gente que él sabía que benían a socorrer la dicha çiudad e que para el peligro della ya no hera menester, porquél lo abía hecho, pero que él y la gente fuesen bien benidos, que aunque tarde, podrían recaudar e servir a Su Magestad, porque el Yuga yndio, señor desta tierra, estava retirado e lebantado con gran número de naturales; y para lo conquistar e apaçiguar la tierra heran menester. Que los esperava allí para reçibirlos en su governaçión como a gente enbiada por su compañero y basallos del Emperador, como los que acá tenía, para partir con ellos el fructo de la tierra.

Para lo qual enbió por mensageros a Juan de Guzmán e a Diego de Mercado, ofiçiales de Su Magestad, contador e factor, e al liçençiado Françisco de Prado e a Diego y Gómez de Alvarado, parientes deste otro capitán, e a Hernando de Sosa, su secretario escrivano de Su Magestad, para que diese fee de todo lo que pasava, e a mí, el autor dello e deste presente libro.

E caminamos toda una noche e llegamos a amaneçer sobre ellos, a los quales hallamos en una sierra muy fuerte, çercada de muy grandes e muy altas sierras e, por donde se podía entrar, un río caudal e de grandes corrientes que se pasava por una puente en la qual se tenía gran recado de artillería e gente, porque ya por nueva de yndios e de un spañol que se abía ydo a ellos sabían questava socorrida e ocupada la tierra. Y el dicho capitán nos reçibió con gran cortesía e amor, los bragos abiertos, en la puente e nos metió e subió en lo alto de la sierra do tenía el asiento de su real y el cuerpo de la gente, donde abía muchos cavalleros e personas honrradas. E' nos conbidó a comer. E después, junto con los prinçipales de su real, nos dixo: «Señores, io benía a socorrer a la çiudad del Cuzco por el governador don Françisco Piçarro, mi dueño, así porque ésta tiene por su governaçión como porque creió que el señor don Diego de Almagro hera muerto, adelante que fué a descubrir. Agora emos savido que Su Señoría á entrado por fuerza en la dicha çiudad e tomádola e héchose obedeçer por governador e preso a Hernando e a Gonçalo Piçarro para les cortar las caveças, hermanos de nuestro dueño. Por lo qual nos á pareçido prender a Vuestras Merçedes hasta que Su Señoría nos los dé».

Nosotros les respondimos que Hernando Piçarro e Gonçalo Piçarro estavan presos por delitos que abían hecho, así quexas que dellos davan de fuerças e cohechos como por sus yntereses aver lebantado la tierra e aver defendido con mano armada contra las probisiones reales, las quales llevávamos con nosotros e le presentamos; e, que nosotros héramos mensageros e no teníamos culpa alguna. Las quales probissiones no quiso beer ni a nosotros acabar de oír, diziendo que para partir los límites hera menester quel Emperador enbiase partidor, e que dexásemos las spadas, las quales, aunque nos pesó, quitó e nos puso en grillos e cadenas a todos e con grandes guardas e çentinelas.

E un día con muchos yndios nos hizo una cárçel de cal y canto e alrrededor della nos guardavan, a cada quatro nueve hombres, para que no nos fuésemos ni entrase nadi a beernos ni a hablarnos, porque no alumbrásemos a la gente que tenía en su compañía la justiçia que tenía el dicho don Diego de Almagro e la traiçión que cometían contra las probissiones de Su Magestad. E para que los que lo entendían no se pasasen, tenían gran recabdo para que no se pasasen, e dentro en la cárçel con nosotros, dos hidalgos, para que no nos dexasen screvir ni hablar con las guardas de alderredor de la cárçel, los quales dos de día ni de noche no se quitavan de con nosotros.

Y como esto bió el gobernador don Diego de Almagro, bolbióse con la dicha su gente a poner cobro en la dicha çiudad del Cuzco y prisioneros y enbió de la dicha çiudad un alcalde e un scribano e el procurador della a requerirle de parte del Rey que le enbiase sus mensageros que tenía presos e oiese las probisiones reales que de Su Magestad tenía, en que le hazía governador desta tierra, con aperçibimiento que, si ansí no lo hazía, con mano armada se las yría a hazer oír e a sacar sus prisioneros e a castigar como a traidores. A lo qual respondió el pereçoso e cabeçudo capitán, el qual no quería tomar consejo con nadie sino con un Gómez de Tordoia, biejo e bellaco, el qual estubo desterrado de todos los reynos e señoríos del Emperador e Rei nuestro señor e sentençiado a çient mill muertes, e condenada y confiscada toda su hazienda por traidor, un hombre de mala yntinçión, cediçioso de bregas e de rebueltas, enemigo de paz e de justiçia, así por naçer en este signo e criarse en esta condiçión como porque sabía que en abiéndola, le abían de hazer quartos como a malhechor, executando la pena de las sentençias por sus malefiçios, estando la tierra en razón; lo qual le abía consentido sin castigo don Françisco Piçarro por ser d'Estremadura, donde él es, y por aver menester gente en la tierra, por estar alçada.

La respuesta fué que ellos no conoçían otro governador sino a don Françisco Piçarro e que ni querían oír las probisiones de Su Magestad ni dar los prisioneros. Antes los pensavan traer al Cuzco a soltar por fuerça los que Su Señoría tenía, quitándole de travajo no fuese a ellos. Esto respondió el capitán Gómez de Tordoia. Dixo que ia sabía qué cosa hera cartapaçios de los bachilleres del Consejo.

Entonçes el governador don Diego de Almagro, viendo su justiçia e su razón e las grandes causas e ocasiones quéstos le davan a demasiados cumplimientos quél abía hecho con ellos, partió para ellos con quatroçientos e çinquenta hombres y púsose desta otra parte del río e asentó el artillería contra la suya e enbió confesor a dezir que no fuese causa de tanta muerte de españoles como allí se esperava. A lo qual respondió el capitán que hera la verdad como él abía hecho saver con treze de cavallo a su governador el estado en que stava el negoçio; e que él se lo ternía e los prisioneros, hasta que él biniese o enbiase a mandar lo que quisiese; e que hasta entonçes él no abía de renovar cosa alguna, antes morir él y su gente.

Como esto supimos los prisioneros, biendo la fortaleza de la gente e del sitio y la neçesidad en questava puesto el dicho capitán, considerando que el governador don Diego de Almagro se abenturava a perder por nosotros a su buena e justa justiçia e quería ponerla en la bentura de las armas, como la mala e injusta questotros tenían, comparada a la ley de Mahoma, enbiamos a dezir al caveçudo capitán que nosotros queríamos enbiar a dezir a ir o abajar dos de nosotros a la puente, pidiendo a nuestro governador enbiase otros dos, para dar orden en que se bolviese; que si por nosotros quería aventurar su justiçia a tanto riesgo d'españoles, no lo hiziese y esperase a su compañero, que ellos se conçertarían.

Lo qual consintió el dicho capitán y dixo que señalásemos entre nosotros los dos que abían de ir: que fuimos el dicho liçençiado Prado e yo. Y baxamos avajo con el dicho capitán, al qual por camino yo dixe muchas cosas, que en verdad la que menos le combenía que hiziese era muy mejor que lo que le subçedió. Espeçialmente me acuerdo qué le dixe: «Mirá, señor, que ia que sea verdad que contra justiçia estén presos los hermanos de vuestro dueño, que bos pedís con mano armada, no sois juez desta causa ni es açepta a vos y que, aunque bengáys, seréis vençido y que por los daños que dello subçedieren, castigado». Ni esta reprehensión ni buen consejo ni otros consejos e remedios que yo le dava, como hombre desatinado no quiso tomar, e así Dios le dió su pago.

En esta manera que así como llegamos abaxo, començó a jugar el artillería de una parte y de otra e por averlo començado de la parte del governador don Diego de Almagro, enoxóse mucho e mandónos bolver a la prisión. E como león començó su batalla, aunque como çorra se dió después, huyendo por un çerro él y el dicho Gómez de Tordoia, que pareçía abutarda bieja, aunque mejor pudiéramos dezir çorro marido de la çorra. E quedó el dicho governador con alguna gente honrrada e pereçosa en su real y con el capitán Rodrigo Orgoñoso, su lugarteniente general, que es un cavallero baliente, osado e determinado, con la gente de cavallo dió en ellos por el rýo e, como Dios es justo juez y amansa las soberbias de los quedan las causas, verdaderamente podéis creer que quando entraron, no les dava el agua a los estribos, y después, quando se bolbían, se ahogavan e ahogaron muchos, porque iba el río mucho más alto, sin aber llobido. E por la puente entró la gente de manera que los prendieron a los susodichos, como tengo dicho, y los otros se rendieron con matarse tres o quatro no más. Y subieron arriba do estávamos presos e nos sacaron.

Cumpliéronse veintisiete días que padeçimos en aquella prisión, así con las prisiones e soledad como con el peligro que oíamos a nuestros oídos de las guardas: que si los nuestros les apretasen y bençiesen, nos abían de poner fuego a los buýos, que heran de paja, que dentro de la çerca de piedra estavan. De mí os digo que temí más la muerte, porque demás de estar más aprisionado, avíanme amenaçado que porque io abía sido contra Hernando Piçarro, si el governador hiziese justiçia dél, me abían de matar a mí. E cada uno que bía entrar adesora pensava que me quería dar garrote, speçialmente que me tengo en tanto que pensava que sólo averme tenido en tam poco que tanto me aprisionasen bastava para matarme, porque no le matase yo después a él. E ansí nos benimos al Cuzco todos con nuestra vitoria e los dichos Alonso de Alvarado e Gómez de Tordoia presos.

Olvidóseme de deziros como a la entrada deste paso, al salir del río en el recuentro y defensa de la gente contraria, dieron una mala pedrada en el rostro al capitán y lugartheniente general Rodrigo Orgoñoso que lo derribaron en el suelo e lo tubieron por muerto por un rato. E luego subió con la gente a lo alto donde presos estávamos Vasco de Guevara, que hera capitán de la mitad de la gente de a cavallo, e habló al capitán Diego Gutierres de los Ríos, un cavallero de Córdova muy honrrado, a quien avía dexado con doçientos de cavallo el capitán Alonso de Alvarado en nuestra guarda e de su real que allí tenía asentado. Y como benían cansados de la gran cuesta el capitán e gente, con la bitoria benían muy esforçados y con la ventaja. E Diego Gutierres les enbió a dezir que él obedeçería las probisiones, con tanto que no les quitasen las armas ni los prendiesen, y que daría los prisioneros. No le balió su razón ni buen comedimiento, sino cebados con el primer recuentro encontraron con el resto. Y lleváronlos de hecho e de derecho, de manera que si no fuera por el buen recaudo del dicho nuestro capitán y probeimiento del muy cristianísimo nuestro governador, quedaran en camisa, porque la gente baxa robaron a los caídos.

Quiero deziros, aunque lo me apartó de contaros cosas fuera de propósito, no puedo dexar de dezir algunas muy dignas de notar. Yendo el governador a esto susodicho, le salió un yndio capitán con dos mill yndios e le hizo un razonamiento mejor que os lo sabré contar, que me quiso pareçer al del villano del Danubio al senado. El qual es este que se sigue: «Apo, -que quiere dezir 'señor',- yo soi capitán desta gente y hasta agora que heres benido a esta tierra a ponella en razón, yo é andado alçado y é seído en muerte de muchos cristianos. Y aunque á sido alguna causa mi Çapayuga, que es mi solo señor, no bastara, si no fuera los muchos agravios que después que entraron los cristianos en esta tierra emos reçevido. Y no te deves maravillar ni lo deviera de consentir el grande apo de Castilla, -por el Emperador,- porque de antes héramos señores e agora somos esclavos. No solamente an querido los cristianos que les sirvamos como nos serbíamos, el cavallero como cavallero, el ofiçial como ofiçial, y el billano como villano, sino que a todos nos hazen unos. Todos quieren que les traygamos las cargas a cuestas, que seamos albañíes y les hagamos las casas, que seamos labradores y les agamos las sementeras. Mira si á sido razón que se nos haga de mal y que seamos perdonados. Y tú de nuevo nos des orden e remedio como bibamos».

Este mundo ha de ser mayor e mejor e dorado.


Todas las cosas del mundo
e visto que tienen cabo;
Imagen
Por eso no las alavo
sino a Dios ques soberano.

En el mundo ay quatro mares y sin podellos contar, segund son muchos males, y todas y todos las é nabegado y pasado. Y aunquel mundo no lo é andado todo, quédame el día de oy poco por beer dél, que son último del postrero mes del año de mill y quinientos y treynta y siete. Començé a andallo desde el año de mill y quinientos y diez y ocho, como ya en este libro abréys visto. Mundo es bocablo latino. El romançe quiere dezir «limpio» y así quiso Dios que fuese. Y si no lo á sido es porque ansí como Dios quiso darnos libre albedrío para condenarnos o salvarnos, con querer él más que nos salvásemos que nos condenásemos, y fuésemos al paraíso y no al ynfierno. Asý nos lo dió para que ensuçiásemos el mundo, aunque no fué ésta su voluntad, si quisiésemos más lo malo que lo bueno. Los males no os los quiero dezir, porque son ynfinitos y no basta mi juizio ni tinta ni papel, porque así como son muchos, es menester dar lugar y dexallos pasar de la memoria.

De los mares, que son quatro como dicho tengo, os quiero dezir quel uno se llama de Poniente; por la una parte costea a Bizcaya, Olanda y Gelanda y por la otra Irlanda, Yngalaterra, Flandes. La otra se llama el mar de Levante; por la una parte costea parte de Françia, Génoba, Nápoles y Calabria y Pulla y ba a dar a Rodas y a Turquía y por la otra, parte de Berbería, Santa Marta, Málaga, Beneçia y Cartagena. La otra se llama el mar Oçéano por la una parte costea el reyno de Portogal y de Guinea; ba a dar en la Nueva Spaña debaxo del norte; y por la otra, se mete allá debaxo del sol. La otra se llama el mar del Sur; costea por el Perú, el qual está debaxo y en medio de la línea cromuçial; corre hasta el estrecho; por la otra parte corre la costa por Nicaragua y Guatimala y ba a dar a las espaldas de la Nueva Spaña. Y tanbién os quiero dezir que se puede dezir todas estas quatro mares una, porque la una en la otra y la otra en la otra y todas quatro juntamente bierten las aguas unas en otras, sino que se dibiden, partiéndose cada una por un lugar estrecho.

Agora os quiero dezir el cavo y fin de las enemistades, deferençias y competençias, límites y dibisiones destos dos señores governadores, a los quales a entranbos soy en gran cargo, aunque en más a don Diego de Almagro en calidad y en cantidad de amor, de ynterese e de pareçerme questava más llegado al serviçio de Dios e del Rey. Y de las pasiones de entranbos me cabía a mí muy gran parte. Y ansí, siendo mensagero de don Diego de Almagro para don Françisco Piçarro del un real al otro, siempre fuí medianero para que entranbos biviesen en paz y en sosiego. Y así fué elegido por uno de quatro que diesen corte en sus diferençias: de parte de don Françisco Piçarro, un cavallero que se llamava Françisco de Chaves, capitán de gente de cavallo y su pariente, y frai Juan de Olías, probinçial de la orden de los Dominicos; y de la de don Diego de Almagro, Diego Núñez de Mercado, alcaide de Nicaragoa por Su Magestad, e yo.

Y estando puesto en nosotros quatro el partimiento de sus límites de las dichas sus governaçiones e la orden de su paçificaçión para escusar tan gran desserviçio de Dios e del Rey del rompimiento destos dos reales, donde entranbos estavan dos mill cristianos, y a la mira el Iuga, rey del Perú, alçado y levado en quatroçientos cristianos que avían muerto, como milano, sperando la batalla para comer de nuestras carnes y matar el resto, entremetióse un frayle, frai Françisco de Bobadilla, de la orden de Nuestra Señora de la Merçed i probinçial della, estante e abitante en la gobernaçión de don Françisco Piçarro, al pareçer regular y reberendo, y pasó al real de don Diego de Almagro, que de mucho tiempo se conoçían y tubieron mucha conversaçión y alguna amistad.

Y como el diablo busca en casos arduos y de mucha ymportançia asý los ábitos y hombres para engañar, rebistióse en éste. Y díxole: «Muy spantado estoi de Vuestra Señoría, después de averle hablado y acordado su compañía y bieja amistad, de ayer puesto vuestra honrra y vuestro estado e ynterese en manos de cavalleros codiçiosos y poner en tanto peligro lo que con tanto travajo abéis ganado, speçialmente que quatro no pueden determinar este caso, porque los dos dirán lo que conbiene a su dueño y los otros dos lo que conviene al suyo. Debiérades hazer un juez de entranbos de que confiásedes los dos, con compromiso so grandes penas que, sentençiado aquello que les pareçiese, y justo fuese, -pues la justificaçión tanto os conviene a vos,- no obiese demanda ni respuesta». Respondió don Diego de Almagro: «No ay ninguno que no sea de su parte y de la mía de quien esto se pueda fiar, si no fuese de Vuestra Paternidad, y no lo querrá ser,» queriendo cumplir con él con cortesías. Él respondió: «Si en mis manos lo dexáis entranbos, y os juro al ábito de Nuestra Señora de la Merçed que reçibí de daros los límites por çima del Boanco, hazia Lima, hasta que venga juez competente de Su Magestad y Rey nuestro señor».

Holgó tanto don Diego de Almagro de los límites, porque hera lo quél desseava por donde se los dava, y creió tanto del juramento que nos enbió luego a rebocar el poder por la posta e se lo dió a él, de la manera que dicho tengo y el fraile le aconsejó. Lo qual, como oyó don Françisco Piçarro, como cosa puesta en él mismo, como de hecho y contra derecho fué el fraile. E se puso en medio de los dos reales y mandó pareçer ante sý a los dos governadores con cada doze cavalleros armados. E yo, pues este libro es para lo que toca a mi vida y deziros mis peligros y bien y mal andança, fuí uno de los doze que llevó consigo don Diego de Almagro. Al qual y a nos tenía el fraile y don Françisco Piçarro trato doble con mucha gente enboscada para nos prender e matar, si no viniese en lo que él quisiese el dicho don Diego de Almagro. Porque fué llamado so color de quererlos conçertar, primero que lo sentençiase. Plugo a la divina clemençia y al justo don Diego de Almagro que hizo todo lo que quiso el dicho Françisco Piçarro en lo que tocava a soltar a Hernando Piçarro su hermano e otras muchas cosas, fuera de los límites, los quales quedaron al fraile, que podemos comparar con Judas.

E retirados los dos governadores a sus reales, sentençió el fraile, desposeiendo a don Diego de Almagro de toda su governaçión. Por lo qual nos vimos después en muy grandes peligros e travajos. Porque don Diego de Almagro apeló de su engañosa sentençia y dixo que quería perder çinquenta mill castellanos que sobre sý abía puesto de pena, primero que consentirla. Que esto disponen las leyes en los juezes árbitros, quel que no quisiere pasar por la tal sentençia pague la pena que puso sobre sí, speçialmente que él sentençió cosas fuera de propósito, estendiéndose a más de lo que tenía poder, ni le avían hecho juez. Y porque no á parado la cosa, çeso aquí.

Lo que subçedió de los reales e gente de guerra e diferençias que tienen los dos governadores; e de mí, el autor, que con mill castellanos de grande peso e bolumen, en cántaros y pieças, por sierras ásperas con rebatos de guerra, que andamos por nuestros pecados.

Son tan mortales los travajos destas partes que ay nesçesidad que los hombres que a ellos vinieren, -para no spirar los spíritus, para no falleçer de carnes, para no dessperar de la divina ciemençia, -que sean de gran sostén, reçios de condiçión, no presurosos, quiero dezir no muy sabios, porque el sabio espeçialmente esmaltado de agudeza a cada paso se le salta el esmalte y rompe el saco. No digo que sea de carne e de güeso pero que sea de yerro y de azero, considerando, con ello baçilando, ¡o pecador de mí!, que ya que adquiero bienes, ýnchome de pecados, daño la conçiençia, gasto el tiempo, cáenseme las muelas, y si no, derríbanmelas los yndios a pedradas.

Ya que no quiera goçar de la vida eterna, quando abéys alcançado bienes para goçar la terrenal de suçiedades e malos biçios, y aun esto, como digo, os fallesçe al mejor tiempo, pues mientra buscáys los averes para gozallos, es una vida ynfernal. E con la bellaca de la Codiçia pásaseos tanto el tiempo que quando benís a goçallo, ni tenéis dientes para comello ni estómago que lo digista ni cuerpo que lo luza. Quiero dezir que lo mejor es servir a Dios y goçar de la propiedad que Él dió a cada qual e de su vida çelestial. E ya que quiera salir como hize io, triste, cuytado, por los mundos andar para beer e adquirir e triunfar, es menester tener paçiençia y el juizio más reposado que el mío, aunque yo me consuelo mucho con creer que no ay priesa en que Dios no sea ni bien que çient años dure ni mal que a ellos allegue.

Agora quiero tocar en lo que toca estos señores governadores, dando fin sus negoçios y medio a mi vida, dando cuenta de lo que en ellos y después dellos, con ellos y andando por mi camino adelante, de la vida e deste mundo me á acaesçido, ques para lo que se haze este libro.

Conbiene a saver, tanpoco quiero dezir que an de ser los hombres neçios e flojos, sino que corran su carrera medianamente, sino no tan regia ni presurosa que se hagan pedaços por estas penas, como la comida y peor vida que la del ynfierno, si peor puede ser.

Los governadores pararon en esto. Estubo el un real del otro una legua, poco más o menos. Don Françisco Piçarro traýa quinientos de a cavallo y treçientos de a pie, todos escopeteros e ballesteros, queriendo hechar de donde estávamos aposentados, que es un lugar de yndios que se llama Guaytara. Don Diego de Almagro tenía treçientos de a cavallo y çiento de a pie, y no tanto por el menoscavo de la gente, porque, aunque hera menos en cantidad, heran más en conformidad, porque abían andado con él mucho tiempo y largos caminos, descubriendo dónde parar y benían todos hermanados, endeudados y adeudados, el que menos de çinco mill castellanos y otros de a diez e doze porque llegó a baler un cavallo siete mill castellanos y asimismo por el consyguiente subieron los preçios de las cosas nesçesarias. Y no solamente piensan pagar sus deudas con el amor e cargo y larga conversaçión que an tenido y tienen con su governador, sino ser muy ricos en su governaçión. Por lo que están determinados morir antes que dexalla, juntamente con la justiçia que tienen en dársela al Emperador nuestro señor.

Sino, por no dar la batalla en que se hazía el desserviçio a Su Magestad y desplaçer a Dios Todopoderoso, començóse a retirar con tan buen horden, echando el fardaje delante y la gente armada detrás, hechos sus esquadrones, que aunque los contrarios benían dapñinos y desseosos de meter a barato la justiçia, no permitió Dios que se juntasen, así por esto como porque los reales, aunque estavan tan çerca, como tengo dicho, el uno estava en berano y el otro en ybierno, porque don Diego de Almagro estava en la sierra y don Françisco Piçarro en los llanos. Y en la sierra lluebe y nieba el medio tiempo del año y en los llanos, nunca y así biven de regadío. Y como subieron arriba en la sierra los que no abían estado en ella, porque los que traía don Françisco Piçarro todos heran reçién benidos de España, saliendo de la calor y metiéndose en lo frío, como suelen hazer todos los reçién venidos, mareáronse e retiráronse con color de adereçarse para tornar a seguir sus yntereses y pasiones, movidos y aguçiados por Hernando Piçarro su hermano más que por él, porque como dicho tengo es hombre apasionado con poco temor de Dios o del Rey.

Yo, como criado de Su Magestad e persona de calidad e con desseo de me ir a reposar con mi jornal, -que aunque son veynte mill castellanos, porque yo tenía quinze e me dió çinco don Diego de Almagro, no es tan grande quanto á sydo el travajo,- é metido toda la paz que é podido entre Sus Señorías, espeçialmente que a entranbos soy en cargo. Y si sirvo e faborezco a éste, es porque al prinçipio y sazón de sus pasiones e yntereses me allé con él e le prometí serville su buena yntençión e condiçión e clara justiçia, asý con mi persona, siendo mensagero e medianero, diziendo haz a haz mi pareçer y su ierro al governador don Françisco Piçarro y lo que le cumplía, como en ausençia, destotro real escreville a él y a los que le aconsejavan mi pareçer açerca dello.

Y aunque no pongo aquí todas las cartas, porque tengo dicho que no quiero ser prolixo con ellas, porque tengo puestas muchas y no quiero ocupar éste con cartas, áme pareçido después poner algunas que no se pueden escusar, asý porque en ellas se yncluyen palabras que ansí como ansí se abían de screvir, como por mostraros a hazello, porque alguno las leerá que no las sabrá hazer tan bien, aunque muchos no lo abrán menester, que me harán mucha bentaja. Por lo qual pongo esta que me á dado alguna satisfaçión quescreví al padre provinçial de Nuestra Señora de la Merçed, frai Françisco de Bobadilla, del qual os é dado cuenta en este libro, asý porque en el casso de estos dos señores governadores, speçialmente don Diego de Almagro, ha enmendado los exçesos susodichos, requiriendo al governador don Françisco Piçarro en secreto y en público como no tenía razón ni justiçia de romper ni retirar de allí a don Diego de Almagro por muchas causas, speçialmente porque sperava juez que les partiese los límites, como porque me enbió a dezir que le pesava de lo que contra mí avía hecho y dicho. Y por tanto le screvi esta carta primera. Y me respondió la segunda. E después diré el subçeso, sy no muero antes.

«Muy reverendo y muy magnífico señor: Sospechoso estoi de mi bulliçiosa condiçión que piense Vuestra Paternidad, a quien yo desseo servir e agradar e reputarme en su buen juiçio por hombre sosegado y afiçionado en el serviçio de Dios y del Rey y honrra del señor governador don Françisco Piçarro, -que se deve de creer allá que io quiero ronpimiento. Y en verdad que me puedo alabar y zertificar a Vuestra Paternidad que si no obiera sydo por mí e por los ofiçiales de Su Magestad y el liçençiado Prado, ya obiéramos buelto a Lima y Caxca y aun a Lima sin casca. Y así porque el que acometiere es el culpado como porque me acuerdo que, enbiándome el Emperador nuestro señor a mí por capitán general de Ibiça contra Barbarroxa que benía sobrella, me dió por ynstruçión entre otros muchos capítulos uno que dezía ansí: 'Asimismo os mandamos y encargamos que si los moros enemigos de nuestra sancta fee cathólica vinieren sobre la dicha çiudad e ysla e llegáredes a las manos con ellos, travajéis, sin perjuizio de la ventaja de que lo comiençen ellos, de tomar a vida los más que pudierdes, así por ser próximos como por no estorbar lo quel Spíritu Sancto quisiere alumbrar en nuestra sancta fee cathólica. Tanbién quiero dezir que no dexo de aconsejar que muramos y matemos por nuestra lei e por nuestro rey e por lo nuestro, speçialmente pues nos muestran no tener razón ni ser lei de Dios sino de Mahoma, pues se atienen más a la fuerça que al derecho, pues tienen a la puerta el juez que se lo puede dar por justiçia, y tienen más ley con los arcabuçes que no con el mandado de su rey e señor, e que muy claramente muestra e dize y manda y es lei ebangélica que nadie quiera satisfazerse por su voluntad.'

»Y pues Su Magestad querría que a los moros se les diese vida, mire qué hará a los cristianos. Zertifico a Vuestra Paternidad, porque sois cuerpo e alma del señor governador don Françisco Piçarro y yo no menos su servidor que el que más, -y júrolo como Dios es verdad y por su sanctísima Trenidad y por el ávito de Santiago en que me tengo de condenar o salvar,- que a todo lo que sé y siento ay quatroçientos hombres tan unánimes e conformes, tan determinados de morir, tan desseosos de pelear por hecharlo aparte, tan çiertos de bençer como creen en Dios. Y así es verdad, que no aprobecha más por conçiertos ni por fuerça pensar entrar acá en paraíso sin hazer obras que lo merezcan. Y si Su Magestad enbía probissión que señaladamente se le dé, se lo dará, no con tronpetas y atabales pero con lágrimas como hombre quél á ayudado a ganar tanto con su hazienda y vida y ojo.

»Estoy muy spantado que Juan de Ballejo nos á zertificado que Vuestra Paternidad quiere paz y el governador don Françisco Piçarro no quería guerra y que es muy buen cristiano y servidor de Su Magestad. ¡Pecador de mí! Si bosotros soys con nos, ¿quién es contra nos? Si son las pasiones del señor Hernando Piçarro, reportaldo. Si son las importunaçiones de los vezinos del Cuzco, bien sé que el sabio filósofo dize que no á de ser admitido a consejo hombre que tiene pasyón o interese en la materia que se tracta. Mire quel señor Hernando Piçarro es podre y pródigo, y los vezinos del Cuzco son codiçiosos e reboltosos y más zelosos de sus yndios que de sus yndias, porque piensan que se los an de quitar y dar a los de Chile. Y esto, noramala para ellos, es la lealtad que tienen y sobre esto quieren aventurar la fama y la gloria en este mundo de honrra, y en el çielo, de gloria, que á sido Dios servido de dar a este buen biejo. Si es por codiçia deste negro oro, miren en lo que paró el rico abariento y con quánto menos de lo que tienen se contentaran diez años ha, y quán poco le queda que gozar de lo que querría ni de lo que tiene.

»E dicho que es podre Hernando Piçarro, porque es hombre tam podrido y apasionado y tan honrrado questa negra honrra mete a los hombres las almas en el ynfierno y los cuerpos en mucha nesçesidad en este mundo, -speçialmente quando es la codiçia deshordenada,- en enojándose Su Merçed más de lo que es razón, sin mirar a lo que pudiera subçeder adelante, sino a la pasión que lo çiega, que tiene entre manos. Y no abiendo perdido ninguna honrra, como no la á perdido, debíase dé contentar, sin tornarla a ganar, a pesar de Dios y del Rey y riesgo de tantos cristianos. Porque si los que allá están, están de buena tinta, si por todos somos mill, no quedan de todos çiento bivos; y si de mala, ¿para qué quiere tornar a tentar a la fortuna? Porque io le prometo e le zertifico que, si otra bez le prenden, que no le suelten.

»Y pues Su Merçed está en estado conviniente y razonable e seguro y ganado tan honrradamente y en hedad para casar y no le falta honrra ni hazienda para aver una hija de un gran señor, no quiera apañar el çielo con las manos ni dexar de comer capones por obejas magantas. Y pues le é prometido de ser su casamentero, mire que le aviso que me daña en mi offiçio para lo que le desseo, y no sea el diablo que le aya suvido para derriballe. Téngase bien a la cruz en que Dios padesçió por nosotros pecadores; téngase bien al amor que siempre é conoçido dél que tiene al Emperador nuestro señor. Tome enxenplo en Su Magestad; conquistemos ynfieles, si culpa tienen, los cristianos; no queramos ser reyes ni confesores. La justiçia es del Rey; no se la usurpemos; no nos hagamos juezes de nuestras causas. Mire que es muy çierto, quien tiene mal juego, metello-á barato. Mire que de honbres cristianos, -temerosos de Dios y del Rey, animosos y balientes y esforçados,- es sufrir para ganar el çielo y crédicto con su prínçipe. Espeçialmente, atribuyéndo lo a su acatamiento, vençen a sus enemigos, dando lugar al tiempo, justiçia y razón y, a todo rebentar, dar con la carga en el suelo. Y entonçes, hechas todas estas diligençias, tiene hombre fuerzas y enojo y bravosidad y no solamente ayuda al defecto sino el defecto que sobre ello subçede, porque quando biene el crisol, está más açendido, limpio de plomo y de todas escorias y si alguna tiene, el humo la lleva.

»Y en verdad, señor, que desseo toda paz e concordia, y desbelarme en ello me haze ser prolixo en ésta. Y tanbién porque soi tan servidor de Vuestra Paternidad de poco acá que ya que no puedo hablar en presençia, huélgome de hablar en ésta, porque por Juan de Ballejo, como por otras cosas, é conoçido la bondad de Vuestra Paternidad y buen desseo que para este efecto tiene. A quien suplico me tenga por muy grand amigo y servidor, porque por tal me bendo a Vuestra Merçed, sin en ningún tiempo arrepentirme, porque soi mejor y más constante amigo que enemigo, aunquestotro tanbién lo suelo ser razonable. Y asimismo le suplico questé siempre al lado del señor governador y no pueda más el diablo que Vuestra Merçed, porque acá os tenemos por el ángel bueno que Dios le dió en guarda. Dése buena maña como no pueda más el malo que este no sé quién es, y si lo sé, no lo quiero dezir al reverendo padre biçeprobinçial, frai Juan de Olías. No sé para qué quiere sus días sino para gastallos donde pueda servir a Dios y a Su Magestad y morir por la fee de CriSto, para que le pague en la misma moneda. Y pues á mostrado hasta agora tan buena voluntad, le pido por amor de Dios, persevere en ella juntamente con Vuestra Paternidad.

»Y si estamos errados acá, venínos a pedricar, que oýros-emos y obedeçeros-emos. Porque no quiero tener tanta presunçión que puede ser que no lo entendemos. Y así requiero de parte de Dios a Vuestras Merçedes, una e dos e tres vezes, por lo que toca a mi conçiençia, para lo qual no es menester notario, pues es notorio a Dios, que si estamos en oscuridad que nos alumbréys, y si lo están allá, lo mismo, pues que somos todos cristianos. Porque a mí me lleve el diablo el alma, si no temo tanto e aun más el perdimiento del señor don Françisco Piçarro y de su gente que no del señor don Diego de Almagro y de la suya, porque según la razón que se me representa y la fuerza de la tierra y el esfuerço de la gente, sus pensamientos son de ser cada uno dellos lo quede hecho es, un governador, y escusar de ser un estrangero y aun peor. Por lo qual an de morir como lobos dañados.

»Tengo por çierto el bençimiento, pero duéleme el enojo de Dios y del Rey y la pérdida de las ánimas, y no menos, que lo más desto que se pierda, lo que con tantos travajos se á ganado el señor governador don Françisco Piçarro; speçialmente pues cree e puede ser que tiene justiçia. Y sy asý es, la abrá; y si no, ¿para qué la quiere?, porque ia que lo tomase por fuerça y en este negro mundo lo pudiese sustentar, en el claro juizio y perpetua morada lo á de pagar. En lo qual aun pienso servir a Vuestra Paternidad. Porque juro a Dios y a esta que tengo de ir allá a pesar de ruines, porque sé quel diablo se á d'enojar dello, porque no hera io mala pieça para el ynfierno. Si por algo quisiera ir allá, hera por beer al señor factor Guillén Juárez con sus mesuras entre aquellos tizones y al señor theniente dando a executar contra los bienhechores.

»No sé qué mal allaron en el contador Juan de Guzmán, que yba a ymformar a Su Magestad como su ofiçial, por donde se lo estorbaron. Mejor fuera hazer el matalotaje y enseñalle bien el camino. Pues allá se muestran tan servidores de su Rey, no se abían de esconder ni ympedir cosa alguna, porque el que mea claro da una higa al físico. El capitán Françisco de Godoy dizen que anda muy triste. Yba al liçençiado de la Gama como hizo San Juan a la Madre de Dios quando Él permitía que lo maltractasen. Desto fuimos alumbrados por dos ygnoçentes que prendimos y soltamos. Tanbién nos dixeron éstos que Vuestra Paternidad les dezía: 'Vosotros, pecadorçillos, ¿adónde bais? ¿a pelear contra cristianos?'

»Y así çesso, rogando a Nuestro Señor que guarde y acreçiente la muy reverenda y magnífica persona de Vuestra Paternidad, como con hazerle en este mundo padre y en el otro, sancto. Deste asiento de Guaytara, oy, primero de henero 1538 años, a serviçio de Vuestra Paternidad. Don Alonso Enrríquez».




ArribaAbajoLa respuesta que me enbió el padre probinçial

«Muy magnífico señor: La graçia del Spíritu Sancto sea con Vuestra Merçed. Rescibí su carta, tan larga y tan sabia que no tengo otro remedio sino abrebiar en mi respuesta, haziéndole saver que con ella ni sin ella no soy parte para apagar la ira e yntereses destos señores. Remédielo Dios, pues yo no puedo. Y así çeso, pidiendo perdón a Vuestra Merçed, si en algo l'é enojado, protestando de aquí adelante enmendarme en su serviçio. Por cuya vida y estado quedo rogando a Nuestro Señor. De Lima y Casca, a quatro de henero de 1538 años. De su servidor, frai Françisco de Bobadilla, probinçial de Nuestra Señora de la Merçed».

Al tiempo de la partida para Spaña desta tierra, escribo muchas cartas a mis señores parientes e amigos, dándoles quenta della. Y porque señaladamente a mis señores don Juan Alonso, el duque de Medina-Çidonia, y don Pedro Enrríquez de Ribera, heredero del marquesado de Tarifa, y al prior de San Juan y obispo de Córdova, su hermano, scribo de un thenor, como a prinçipales señores míos, confiando en su bondad y en mi voluntad que me dessean, una carta como ésta a cada uno de Sus Señorías. Por pareçerme notable y sabrosa, acordé de ponella aquí, qu'es esta que se sigue:

«Como mi desseo y deuda y deudo son yguales para servir a Vuestra Señoría y porfiosamente cada qual quiere llevar la bentaja, deshechando el deudo por menos poderoso, é procurado de le faboresçer, sustançiándole con mayores travajos y peligros que fué ganada la caveça dél, é propuesto de dar a Vuestra Señoría sumaria quenta de todos ellos, en que se mezclará algún cuento, así de lanças como de rentilla, que por mí á pasado y podré sustentar como mienbro de Vuestra Señoría, y no como hechura, porque de solo Dios lo soi y de mi buena diligençia e ánimo, como de otras cosas de sueño en esta tierra del Perú subçedidas, naturales e compuestas.

»Y porque divertirme generalmente en todo será otros mill cuentos, quedará para quando Dios Nuestro Señor fuere servido que presençialmente me presente en su templo de Sevilla y de allí en el de vuestra morada, que con su ayuda será tan brevemente quésta será a la puerta y yo al unbral. Y porque la caridad vien hordenada prinçipia de sí mismo, quiero primeramente dezir de mi vida pasada y presente, do se sigue la renta del cuento o cuento de renta que della se me siguió; dezir si será de por vida o perpetuo no me determino con premia, porque será a mi eleçión, aunque segund mi condiçión y opinión, hallo que no comen los muertos. Y si es para perpetuidad e memoria, primero la ganaron los padres de Vuestra Señoría por mi buena parte perpetuamente, y de la que tengo, asý de mala como de malo, bien es que no quede ninguna. Y porque de los males y mares que pasé tube nuevo ser y compostura, bolbiéndome al rebés de mi condiçión en el çufrimiento, como lo hazen otros en el mereçimiento, que de ofiçiales son cavalleros y escuderos de açacanes, no me detengo en lo que en ellos pasé, asý porque para Vuestra Señoría será nuevo lenguaje el arte del marear y mal pasar, como porque solamente me ocuparé en lo que me profería a escrevir.

»Yo pudiera ir a España quando fué el señor don Luis, mi hermano, con diez o doze mill ducados, como se fué él, y con más razón pues tengo mayor el desseo que todos los del mundo para me ocupar biendo y sirviendo aVuestra Señoría en la dulçedumbre de nuestra naturaleza, pues é sufrido sus travajos y miserias, aunque dellas me é ayudado para tolerar las que acá se me an ofreçido, que por ser tan grandes no tienen cuento, ny sufrimiento, ni basta aresmética para tenellas en cuenta. Son de guerras y sierras, calores, hambres y fríos, y ríos y çiénagos, y diferençias de guerras entre yndios y entre cristianos, dado que por ygualar el provecho con la carga fuera nesçesario gastar más tiempo del que que me é detenido. Y no me derrengaré con ella, aunque sea de maiores fortunas, ni menos con la del provecho, ayudándome el señor don Garçía mi hermano, que tiene lomos y honbros para la poder sufrir, ni ser tan pequeña que dexe Vuestra Señoría de ser servido y mis deudos y amigos aprovechados, y mis enemigos contrastados, puesto que tengo por çierto que mi abilidad y poder, con el favor de Vuestra Señoría, le escusarán la osadía y atrevimiento que solían tener a mi neçesidad y pobreça. Y digo favor de Vuestra Señoría porque sé que lo que solía mereçer por mí solo, ganaré doblado por él acompañado, digo por el cuento acreçentado de maravedís.

»Con el qual gozaré y pasaré lo que queda de la vida con estado y sin título de conde de Mierda y sin sus oportunidades y obligaçiones y términos y mojones, goçando de los cavallos y no de las ymportunidades de cavallerizo, que contra su voluntad y posibilidad les dan nuebos abissos de juezes y cavallos. No digo los otros ofiçialexos, porque tengo presunçión de tener maestresala, sin doselete de carmesí guarneçido de terçiopelo verde, porque me son aborreçibles los martirios que pasan en su honrrada bejez. No se entiende esto por el bienaventurado conde de la Gomera, sabio, mañoso y contento con su bivir, pues tiene capilla angelical y mesa maestral y casa real y hijos de conde por pajes. En esta manera está siempre en los monesterios; dizen la misa de pontifical; come con todos los frailes; está en el templo más bien adereçado; tiene a sus hijos por pajes. Ya que éste tubo poco, dióle Dios avilidad para saverse baler. No me duelo dél, pero duélome de otros que encubren sus travajos con onestidad y retraerse como ynfanta tras de una manta. Y no así como solía, porque antes que tomasen los títulos, pasavan la vida como regozijados cavalleros y agora siguen la compañía de la triste reyna de Nápoles.

«Y porque Vuestra Señoría no me tenga por desalmado, aunque no me obligo de hazer capilla, despenderé en mis días y en serviçio de Dios parte de mi hazienda, lo que no harán los que toman más estado de lo que sufre su renta, porque lo tal a mi juizio se llama locura, y no la mía. Y déveseme de creer, porque la conozco mejor que nadi; y los cuerdos no se debrían entremeter en su conosçimiento, pues no lo pueden hazer sin que les cueste triunfo. Y pues yo seré tan en breve el mensagero de la cuenta y cuentos que dixe y todo en esta carta, quedará para quando bea e besse las manos de Vuestra Señoría lo que aquí más puedo dezir. Por cuya muy illustre persona y estado ruego a Nuestro Señor guarde y prospere en su çerviçio. Hecha en ... Del buen servidor de Vuestra Señoría. Don Alonso Enrríquez».

En la del señor don Pero Enrríquez se á de poner esto: que «Besso las manos de todos los hermanos de Vuestra Merçed y servidores y allegados, y no a los que no lo son, aunque sean míos, eçepto al señor Juan de Torres, que se las beso sin ello o con ello, y aunque me benda en pública almoneda, quanto más por los rincones, de lo qual ni de él no hago caso para dexar de bivir y morir en su amistad y serviçio. Y pido a Vuestra Merçed que como señor se lo notifique, pues no puede como escrivano. Al señor Hernand Arias de Sayavedra y a mi señora doña Theresa de Arellano besso las manos de Sus Señorías y Merçedes, como ayuntamiento de dignidades, pensé escrevir, y pues así en la voluntad como en el esperança Vuestra Merçed y las suias es todo uno, acordé no gastar más palabras ni tinta ni papel, speçial que donde ésta se escrive bale a diez ducados el pliego.

«En ésta beso las manos de Sus Merçedes. A Vuestra Merçed suplico les dé parte della. Y si mi señora doña Teresa ubiere caído en la cuenta de que no es bien que los alcaldes, espeçial de alarifes e xastres, manden a su marido, dexaré de comprar el cuento y tomaré a cuestas su carga, que aunque boy rico, voy tan humilde y domado que la podré bien sufrir, aunque á de ser con condiçión que me dé çédula del Emperador que pueda arrendar los ofiçios, ramos y circunstançias, porque soi ynformado que á de ser tam privado como Su Merçed para podello hazer, y aun no sé si sería menester çédula de Dios para la conçiençia. Pero con éste yo me abendré, porque aunque es muy poderoso, más que el Çésar, es más misericordioso y humilde».




ArribaAbajoLo que subçedió en la guerra destos señores governadores, speçialmente a mí en ello

Partió el governador don Françisco Piçarro de Lima y Casca al asiento de Guitara, donde el governador don Diego de Almagro estava con su real, ocho leguas el uno del otro, para le prender y matar, y para que, no abiendo parte, serían encubiertos mejor sus exçesos, espeçialmente los de Hernando Piçarro su hermano, que es el que guía la dança como hombre desahuçiado de la divina clemençia y de las merçedes del Emperador nuestro señor. Por los grandes exçesos que codiçiosamente á hecho en estos reinos á acordado comer de todo, sin temer que le haga mal nada. Y dieron al quarto del alva en un paso do estava un capitán con çient hombres, los quales, segund heran buenos y el paso reçio de tomar, demanpararon la fuerça. Y creemos que fué por probeimiento divino, porque no podía dexar de morir mucha gente. Y desque bimos esto, el governador don Diego de Almagro y los que con él estávamos, y por servir a Dios y al Rey y no poner nuestra justiçia en aventura, retirámonos.

Y ellos nos vinieron siguiendo tres días, tomándonos alguna reçaga de toldos y camas y pieças de indios y yndias e negros y negras. Y desque nos apretaron mucho, bolvimos sobrellos e hizímoslos huyr. E prendímosles tres a los que benían a descubrir el campo. Benímonos a aposentar a una probinçia que se llama Vilocas, donde ay mucha comida, y estarnos más çerca del Cuzco. Y el governador don Françisco Piçarro retiróse al valle de Ica, seis jornadas de nosotros, para rehazerse. En esto está hasta aquí.

De mí os digo que viniendo por estas sierras altas y poderosas en un cavallo, que balía dos mill ducados, caímos él y yo e fuímonos despeñando tanto en hondo, sin mentir, como un tiro de ballesta. Hízose pedaços el cavallo, y yo por el mollete, el braço izquierdo y la pierna deste lado, no quebrada como el braço pero casi, y toda desollada, y una herida en la cabeça. Quedé tal que, aunque los que me hallaron me oyeron dezir: «Credo yn Deum», truxéronme tres leguas a un lugar que se llama Atodos, en una hamaca, yndios a cuestas corriendo en dos oras, que quando llegué, no abía savido qué abía pasado ni padeçido. Aquí beréis cómo se gana la saya. Yo os prometo, si ubiera de tornar a pasar lo que é pasado, por ser rei no lo quisiese, antes amaría ser moço de espuelas de un físico. Yten, perdí una negra con mi cama que no hera menester para mi daño, aunque, -las graçias a Dios-, no me faltó, que el governador don Diego de Almagro me dió la mitad de su cama. Tanbién se me perdió plata de mi comer y ropa de mi bestir. Hasta aquí á dos años que estoi contra mi voluntad en estas partes, çercado de indios, en la çiudad del Cuzco. Agora estoi y estaré lo que Dios quisiere, muy más contra mi voluntad, porque me lo ympiden cristianos e las guerras e yntereses destos dos señores governadores, sin ser yo la causadora ni haziente ni consyntiente ni irme nada en ello, ni dessear más para el uno que para el otro. Juro a Dios y a esta . Si no, preguntado quién querría que bença el pleyto, digo que quien tubiere justiçia. Y dando fin a mi desastre y mala andança, pues no supe o pude tener de tan gran cuydado, con desseo de darlo en lo destos señores governadores. En lo qual al presente, si Dios no pone su mano en ello, no hallo prinçipio de paz, quanto más fin.

Yo é quedado malsano, sin pareçerme que tengo braço yzquierdo, porque fué curado con falta de mediçinas, solamente con bendas de lienço, de manteles mojadas con orines, y unas cañas por tablas. Y porque, como dicho tengo, el governador don Diego de Almagro se retiró de pelear, asý por el serviçio de Dios y del Rei, como por la pujanza de gente de los contrarios, que hera al doble de la que él tenía, de la manera que dicho tengo, puso mucha tierra y ríos en medio y benimos a ynbernar a una probinçia que se llama Balsas, adó le pareçió a Su Señoría enbiar a la gran çiudad del Cuzco, do tenía un cavallero muy honrrado que se dezía Diego de Alvarado por su theniente de capitán general, con quatroçientos hombres entre vezinos e moradores y estantes e viandantes, para que luego viniese en persona con los doçientos dellos a las dichas Balsas, que son quarenta leguas, para juntarlos en su real, do tenía quatroçientos, e hazellos seisçientos e rebolver sobre sus contrarios.

Y enbióme a mí para que estubiese en la dicha çiudad del Cuzco por theniente de capitán general con la probisión que prosigue. La qual me á paresçido poner aquí, porque es hecha por un secretario suyo, eloquente e de gran juizio. Y quiero, como dicho tengo, que este libro sea general en cosas nesçesarias, así al gusto de los diferentes lectores como al provecho de las diferentes condiçiones y ynclinaçiones, asý para goçar de leerlo como para aprovecharse de la nota e espiriençias mías.

Y luego que a la dicha probinçia de Bilicas llegó el dicho adelantado governador don Diego de Almagro, cayó tan malo de tan gran enfermedad que pensamos al término del seteno espirara desta presente vida. Y era tan grande la falta que en su real hazía que segund no tiene par ni comparaçión, no os lo sé dezir, sino que demás de ser prínçipe en su condiçión y liberalidad, los más estavan empeñados por lo aver seguido. Teniendo por gran pérdida su persona, abía gran duelo en su real. Y en articulo mortis: «No plega a Dios» -dezía-, «que en tal tiempo me lleve, porque mi demanda es justa e querría salir con ella para serville e pagar a los que me an seguido. No me pesa de mi muerte, porque yo biejo soi y obligado a ella. Pésame de dexar desanparados tantos caballeros y personas honrradas, compañeros y amigos y criados, que por mí andan perdidos. Solamente pido a Dios tiempo para cumplir lo que devo». Y ansí le plugo, porque desta enfermedad le guareçió, aunque llegó en articulo mortis.

Y por la caída y quiebra de mi braço y salud me dyó más de dos mill castellanos de los çinco que me abía prometido. Y porque al presente no tenía oro para podérmelo entregar en la dicha cantidad, mandó darme una çédula, firmada de su mayordomo y contador, en que se hazía dello deudor. Y porque no save screvir ni firmar, éstos firmaron por él. La qual, refrendada de su secretario como scrivano del Rey, signada con su signo, beréys aquí el traslado de bervo ad berbum que es esta que se sigue.

Acavada esta razón que en este capítulo tengo començado, pareçióme ponerlo aquí, así para que beáis el estilo de sus negoçios como de mis negoçiaçiones. Y luego tras ello yrá el traslado de la dicha probisión, conthenida en este capítulo. El qual acavo, haziendo saver cómo nos retiramos a la çiudad del Cuzco, por defender y no ofender, aunque en la yra de los tiranos la fuerza es el derecho. Los quales, aunque a espaçio, benían açia nosotros.

Agora os quiero dezir quám bien merezco las merçedes que este señor me á hecho: lo primero, su buena acostumbrada liveralidad; lo segundo, aver puesto la vida tres vezes por él y otras tantas preso y mal tratado; lo terçero, la caída e quebrada de mi braço sin otros grandes travajos espirituales y corporales que é pasado en su serviçio y en esta mi escritura abréis oído, sim pérdida de mi hazienda; porque en el alcançe que nos hizieron, retraiéndonos de sus contrarios, me mataron una negra que pocos días abía me avía costado seisçientos castellanos. Y en ropa de mi bestir e cama de dormir y plata de mi comer, me robaron quantía, por todo, de dos mill castellanos.

«Por ésta, firmada de mi nonbre, -digo de mi maiordomo e contador Juan de Herrada y Juan Balça, -digo yo el adelantado don Diego de Almagro que es verdad que devo a vos, el señor don Alonso Enrríquez de Guzmán, cavallero de la horden de Santiago, mi lugarteniente de capitán general de la çiudad del Cuzco, siete mill pesos de oro de ley perfecta, que cada peso bale quatroçientos y çinquenta maravedís. Los quales dichos siete mill pesos de oro os los devo porque bos, el dicho don Alonso, me distes e prestastes parte dellos, e el resto a cumplimiento de los siete, yo os hago graçia e merçed e donaçión dellos por muchas e buenas obras que de vos, el dicho don Alonso, é reçibido. Los quales dichos pesos de oro prometo e me obligo io, el dicho adelantado don Diego de Almagro, de os los dar e pagar cada e quando que por bos, el dicho don Alonso Enrríquez, me fueren pedidos e demandados. Fecho a treze de hebrero, 1538 años. Juan de Herrada. Juan Balça».

«Yo, Fernando de Sosa, escrivano de Su Magestad, doi fee que conozco a los dichos mayordomo e contador, Juan de Herrada e Juan Balça, cuyas firmas e letras son lo que deyuso es contenido; e que los dichos juntamente, por mandado del señor governador don Diego de Almagro firman las çédulas de cada que Su Señoría otorga, porque el dicho señor governador no save screvir. E por dende fize aquí mi signo a tal. Hecha ut supra. Hernando de Sosa, escrivano».

«Don Diego de Almagro, adelantado governador e capitán general destos reinos de la Nueva Toledo por Su Magestad, por quanto por estar, como estoi, ausente de la çiudad del Cuzco, ocupado en la conquista e paçificaçión de Mango Iugo e Pangue, señor natural e prinçipal desta tierra, que anda alçado e rebelado en ella contra el serviçio y obidiençia de Su Magestad, y en otras cosas ymportantes a su real serviçio y a la sustentaçión desta tierra e conserbaçión de sus súbditos e basallos, y conbiene y es nesçesario que en la dicha çiudad del Cuzco, por ser caveça destos reynos, aya toda orden, guarda e anparo e recaudo, así para su sustentaçión como para la de sus comarcas, e que una persona en nonbre de Su Magestad y en mi lugar probea e hordene las cosas de la guerra en ella, e considerando que bos, don Alonso Enrríquez de Guzmán, cavallero de la orden de Santiago e criado de la casa real de Su Magestad, sois cavallero hijodalgo de su real serviçio, y la mucha espiriençia que abéis tenido e tenéis, en las cosas de la guerra contra ynfideles, así en cargos que abéis tenido de capitán general de Ybiça por Su Magestad probeído, como siendo maestre de campo de la defensión del çerco de la dicha çiudad, de que abéis dado muy buena cuenta, e por vuestra calidad e sufiçiençia e abilidad, e por lo que a Su Magestad abéis servido; e teniendo que daréis dello la cuenta que sois obligado, y en tanto y hasta que yo otra cosa probea en nonbre de Su Magestad, por la presente en su real nonbre os nonbro, probeo e sostituio, por virtud de su real poder y probisión que para ello tengo, -que por su notoriedad e larga scritura aquí no ba ynserta-, por mi lugartheniente de capitán general en la dicha çiudad e su juridiçión, e bos doi poder e facultad de su real poder e probisión que para ello tengo de Su Magestad, para que uséis y exerçaes el dicho ofiçio en los cargos a él anejos e conçernientes, segund e como yo lo haría e podría, en la dicha çiudad e su juridiçión por virtud de la dicha probisión presente seyendo, ca el mismo poder que para ello tengo de Su Magestad vos conçedo en la dicha çiudad e sus términos, con sus ynçidençias y dependençias, anexidades e conexidades.

«E por ésta mando al consejo, justiçia e regidores, cavalleros, escuderos, ofiçiales e hombres buenos, e otras qualesquier personas, vezinos, estantes, abitantes en la dicha çiudad e sus términos que, hecho por bos, el dicho don Alonso Enrríquez de Guzmán, el juramento e solenidad que en tal casso se requiere, bos ayan e reçiban e tengan por tal mi lugartheniente de capitán general, usando con bos el dicho ofiçio en la dicha çiudad e sus términos e no con otro alguno, e cunpliendo e obedeçiendo vuestros mandamientos y hordenamientos en las cosas que de derecho aya lugar, guardándobos todas las honrras, graçias, merçedes e franquezas e livertades e preeminençias, prerrogatibas e ymunidades que bos deven ser guardadas, e todas las otras cosas, derechos e provechos que por el dicho ofiçio bos deven ser guardadas e debéis aver e goçar, en guisa que bos no mengüe ende cosa alguna, e segund que a mí me deven e pueden obedeçer e acudir, e vos den el favor e ayuda que para el uso del dicho ofiçio fuere nesçesario, so las penas que vos les pusierdes o mandardes poner, ca para las usar y executar en los que remisos y inobidientes fueren y en sus bienes, bos doi poder cunplido, segund dicho es. Fecha en la probinçia de Bilcas de la Nueva Toledo a diez días de hebrero de mill e quinientos e treynta e ocho años. El adelantado don Diego de Almagro. Yo, Fernando de Sosa, escrivano de Su Magestad y del juzgado del dicho governador e capitán general e su secretario la hiz screvir por su mandado».




ArribaAbajoDe cómo salió el dicho gobernador de la çiudad del Cuzco a conquistar el Yuga y a defender la ira e tiranía de los que le querían usurpar su governaçión e de cómo me dexó la dicha çiudad

El dicho adelantado e governador don Diego de Almagro, temeroso de Dios e del Rey, aunque abía acordado salir a defender los términos desta çiudad a Hernando Piçarro y a su gente por dar lugar a que se le amansase su yra e justificar más su causa, acordó no salir della hasta no poder más. E así fué que el dicho Hernando Narro llegó hasta çerca della con ochoçientos hombres, los quatroçientos de a cavallo e çiento e treinta arcabuçeros e çiento ballesteros, las quales armas fueron las que nos bençieron, demás de nuestros pecados. E el dicho gobernador, biernes de Lázaro del año de MDXXXVIII años, salió a dormir media legua de la dicha çiudad con seisçientos hombres, los treçientos de a cavallo, por su lugartheniente de capitán general a Rodrigo Orgoñoso. El qual no os quiero alavar porque sería nunca acavar, en gentileza, sfuerço, e riqueza, del qual esfuerço abía dado señal en Ytalia en un campo que bençió como balentísimo hombre.

E yo quedé en guarda de la dicha çiudad con temor que, biendo salir la gente de armas della, se metería alguna gente de los contrarios, sin que los bieran salir del real las espías que sobre ello teníamos. Otro día, sábado, en la mañana se afrentaron los dos reales e se dió la batalla, que fué la más cruda que entre cristianos se á dado de tan poca gente, haziendo verdadera la profecía que en Spaña, antes que yo acá pasase, oý de un doctor del almirante de Castilla, que era estrólago, que en esta tierra avían de ser muy ricos hombres, pero abían de aver una batalla entre cristianos en que muriesen muchos. Y como el dicho governador yba doliente, encomendó la gente al dicho su lugarteniente, e él yba tras ellos un tiro de ballesta con algunos frayles e clérigos que con él quedaron.

E dióse la batalla desta manera, que así como se afrentaron, el capitán general Rodrigo Orgoñoz dixo a un capitán de los suyos de çinquenta de a cavallo, biendo quel artillería e arcabuçería hazía daño en su gente: «Dad, señor, con vuestra gente en el esquadrón de los peones e desbaratadme aquellos arcabuçeros». El qual le respondió -que no quiero dezir, por su honrra-: «Hecháysme, señor, a la carneçería». Entonçes el dicho Rodrigo Orgoñoz alçó los ojos al çielo y echóse la vista e dixo: «¡Bálgame el poderoso Dios!» E arremetió, como el fuerte jayán, en un poderoso cavallo ruçio haçia el dicho esquadrón e sacó un peón en la punta de la lança, e un arcabuçaço en la cabeça e otro en un muslo e bolvióse a la frontera de su gente de cara de sus enemigos.

Los quales le estavan sperando, como hombres de guerra, como en la verdad lo es Hernando Piçarro, segund allí se mostró e porque le cunplía asý lo hazer, porque con los dichos arcabuçes e ballestas desde lejos hazían gran daño. E como esto bió el dicho capitán Rodrigo Orgoñós y estava desatinado de las heridas y enojado de la respuesta del mal capitán, dixo a su gente: «¡Santiago, y a ellos!» E arremetieron obra de çiento con él, no más entre los quales, que de balientes hombres lo hizieron, personas dignas de notar que me se acordar, y en el primer encuentro murieron, fueron el capitán Pero de Lerma de gente de a cavallo, e un portugués, Nicolás de Lemos, valiente cavallero, e otro cavallero de Xerez que se llamava Diego de Bera Catalán, e el capitán de la guarda del dicho governador, Salinas, e otro cavallero que se llamava Hernando de Alvarado e Gregorio Enrríquez de Herrera. E como arremetieron pocos e malhordenados, fueron desbaratados, aunque mataron de los contrarios obra de veinte, poco más o menos. E bino siguiendo Hernando Piçarro la vitoria hasta la çiudad, que en obra de una legua, que obo desde do se dió la batalla hasta la çiudad, mataron obra de doçientos poco más o menos, e a todos los demás dieron cuchilladas por las caras.

Y el dicho gobernador don Diego de Almagro, desque vió rompida su gente, acogióse a la çiudad en un cavallo que tenía a posta por sí o por no, ado me halló a mí en la plaça, que fué del primero que lo supe. E díxele: «¿Cómo biene Vuestra Señoría asý?» El me respondió: «Vengo desbaratado». E luego llegó un tronpeta e dixo llorando: «Yo bí matar al capitán Rodrigo Orgoñós desta manera: quiso apartarse, creyendo rehazerse con su gente, y el cavallo con muchas heridas no pudo sacarle. E apartáronse ocho o diez contra él, dándole muchas heridas. E yo bí que dió una cuchillada a uno en el pescueço e se lo cortó e dió una gran boz y dixo: '¡Por el poderoso Dios que no's alabaréis vos del bençimiento desta batalla!' E luego cayó e allí le cortaron la caveça al buen cavallero Rodrigo Orgoñós».

Y yo dixe al dicho governador: «Súbase Vuestra Señoría a la fortaleza», -questava ençima de un çerro-, «e no os deis hasta que benga algún capitán». Ansí lo hizo con tres o quatro clérigos e frailes, y después se dió a Felipe Gutierres e a Gonçalo Piçarro. Y lo traxeron e pusieron en un cubo con grillos e cadenas e muchas guardas. E yo, acavado el dicho razonamiento, me bine a mi posada do me hize fuerte con çinco o seis hombres. E asymismo me prendieron en ella e pusieron para guardarme çinco arcabuçeros.

E a las onze de la noche me sacaron al campo los dichos çinco arcabuçeros con sus mechas ençendidas e arcabuçes en los hombros e pusiéronme en un barbecho. E díxome el uno dellos: «Señor, haga Vuestra Merçed cortesía». E yo quité mi bonete e dixe: «Besso las manos a Vuestras Merçedes». Respondiéronme que no hera aquello lo quellos querían, syno dineros, porque sabían questava rico e tenía veinte mill castellanos. Yo les dixe que más era el ruydo quel dinero. Entonçes atáronme las manos muy fuertemente e, apretándome los cordeles, les dixe: «Señores, ¿quánto queréys que os dé?» Y ellos dixeron que çinco mill castellanos, a cada uno dellos mill, «porque beáis quán bien nos abemos con bos». E yo les dixe: «Más me pedís de lo que tengo». Dixo el uno a los otros, para meterme miedo, y tal que me lo metió: «Hagamos lo que nos mandó el señor Hernando Piçarro». Entonçes creý e me zertifiqué que me querían matar por lo que yo abía hecho al dicho Hernando Piçarro e por la crueldad que él abía hecho aquel día.

Por donde me determiné de morir e no darles un maravedí, porque me pareçió que el dinero no abía de escusarme la muerte y hera perder la vida e la hazienda, la qual quise más para mi muger e deudos que no para ellos. E díxeles: «Hazed lo que abéis de hazer, que yo no os tengo de dar un solo marabedí e no lo tengo». E alçé los ojos al çielo e dixe: «A ti, Dios que estás en los altos çielos, alço mis ojos y encomiendo mi ánima». E bolvíme a ellos y dixe: «Hazed lo que abéis de hazer», ya tragada la muerte, no temiéndola mucho, lo uno porque io la mereçía a Hernando Piçarro en dicho y echo contra él, lo otro porque por mi pobreza e por mis pecados o los de mis padres, pues naçí en ella e tenía tanta conbersaçión con esta dama que casi é tenido bida maridable con Su Merçed en mares y en tierras, porque desde que nasçí nunca é parado, a lo menos desde que supe andar hasta oy, ques treinta e tres años.

Entonçes respondieron los arcabuçeros: «Pues tanta gana tenéis de morir que no nos queréis dar algo de lo mucho que tenéis, esperá un poco». Y púsome la mano en derecho del coraçón e desque lo halló, puso la boca del arcabuz en él y echó el polborín en el çebador e metióle fuego. E como el arcabuz no estava armado, no salió. Mas no dexó de meterme el miedo en el cuerpo, ya que no me metió pelota. Dixo luego otro: «Apartaos, que ese arcabuz no sale bien; mejor sale éste». E hizo otro tanto como el pasado. E yo atribuílo a milagro e halçé los ojos al çielo e dixe: «Dios poderoso, hasta aquí te é encomendado el alma, e agora el cuerpo». Entonçes dixo el uno dellos: «Señor don Alonso Enrríquez, hazed como quien soys». E yo respondí: «¿Qué queréis que haga?, que no tengo aquí que os dar». E dixeron: «Todos yremos con bos donde nos lo dierdes. E yo holgué con la tal palabra e dixe: «Yd conmigo a mi posada, que allí os contentaré».

Ellos, aunque con dibisyón, dixeron que heran contentos e desatáronme las manos e benimos a ella, donde fué medianero dellos e de mí un grande amigo mío que se llama el capitán Grabiel de Rojas. E conçertónos por quinientos castellanos, que las dí ese otro día siguiente. El qual me bió Hernando Piçarro; e yo le dixe: «Yo, señor, conozco que os e errado. No queráis más vengança de mí de la que é pasado esta noche pasada», -ques lo que tengo dicho-, «e tenerme debaxo de vuestra mano». Él noblemente dixo que me perdonava; e perdonó.

Verdad es que de aý a dos meses, estando lo una noche casi a media noche en casa de un grande amigo mío que con él vino, que se llama Felipe Gutierres, governador de Beragua, de la qual gobernaçión bino perdido, entranbos con nuestras spadas sentados a un brasero, entraron çinco hombres armados, de punta en blanco, de armas de malla, e poniendo por obra su no sancta yntençión, pusieron mano a las spadas e nosotros a las nuestras, e por espaçio de media ora dímonos tantas de cuchilladas que nos quedaron hechas pedaços las spadas. E como estávamos desarmados, quedamos heridos en esta manera: Felipe Gutierres, una gran cuchillada en una mano, e yo, otra no pequeña en la cabeça e otra en un braço e otra en una pierna; estas dos fueron pequeñas. E dexáronnos con tanto, aunque çierto que ellos debieron pensar que hera quanto bastava para quitarnos las vidas.

Bien creo que Hernando Piçarro no mandó lo tal, pero que se hizo creiendo que le hazían plaçer, porque benían muy de propósito e muchos. E yo no abía hecho por que me hiziesen tanto mal, sino fuese por su parte, porque quien á de matar a otro, á de ser por ynjuria señalada que se haga posponer la vida e alma. E yo no la abía hecho a nadie. E bolviendo al governador don Diego de Almagro, estubo preso, como dicho tengo, desde el día de la batalla hasta el lunes a ocho del mes de jullio del dicho año de MDXXXVIII años, que el desbenturado murió de la manera que aquí os será contado.




ArribaAbajoLa muerte del governador don Diego de Almagro

Fuéle hecho proçesso por el dicho Hernando Piçarro, denegándole los términos del derecho, abrebiándole y dándole priesa. Y por mucha que le dió, duró tres meses e se hizo tan alto como hasta la çintura de un mediano hombre, diziendo e alegando por la parte del gobernador don Diego de Almagro muy singulares cosas en su defensa e justificaçión, asý de serviçios a Dios y al Rey e probisiones de Su Magestad en que les conçedía como defendiéndose de lo que contra él se ponía ser maldad e enbidia del juez e de los testigos, porque los unos por ynterese de aver el premio de Hernando Piçarro e los otros porque heran vezinos desta çiudad e abían miedo que les quytase los yndios para dar a los que consigo abía, traýdo de la jornada de Chile, posponían el temor a Dios e al Rey e aun a la Reyna, madre e muger.

Tanbién alegó que no hera su juez, porque hera teniente del governador su hermano, e don Diego de Almagro hera adelantado e governador e no lo abía de ser sino su Rey e que hera su enemigo e lo abía tenido preso e que no podía tener sano el pecho y que no podía ser juez ni entender en casos criminales, asý por ser de la orden de Santiago como por aver resumido corona, ques proybido en derecho, y otras muy exçelentes y ebidentes cosas. No enbargante lo qual, entró una mañana que fué el dicho día lunes, abiendo hecho gran junta de gente armada, en su casa con mucha muniçión en el dicho cubo donde el dicho adelantado e gobernador don Diego de Almagro estava preso, al qual podremos justamente llamar prínçipe segund su condiçión e señoríos de gente e tierra, la más rica del mundo, que governava por Su Magestad, ques la gran çiudad del Cuzco en esta tierra del Perú, la qual por su persona e hazienda en conpañía del governador don Françisco Piçarro su conpañero, él abía descubierto e ganado e conquistado e poblado, e le notificó una sentençia a muerte.

Y el desbenturado, teniénd ojo por cosa abomynable e contra ley e contra justiçia e razón, spantóse e respondió que apelaba e apeló para antel Emperador e Rey don Carlos su señor. Y Hernando Piçarro respondió que pusyese su ánima con Dios, porque se abía de executar la dicha sentençia. Entonçes el desbenturado viejo yncó las rodillas en tierra e díxole: «Señor comendador Hernando Piçarro, contentaos con la bengança pasada. Mirá que, demás de desservir a Dios y al Emperador, en matarme me days mal pago, porque yo fuí el primer escalón por donde subistes vos y vuestro hermano en lo questáys. Mirad, señor comendador, que os tube en lo que me tenéys, y los de mi consejo me ymportunaban que os cortase la cabeça. Y yo solo os dí la bida. Y pues, siendo yo, señor, hecho por el Enperador adelantado e governador desta tierra, no lo hize, no lo hagáys bos, pues no lo podéys hazer siendo teniente de otro governador como, yo».

Entonçes respondió Hernando Piçarro: «Señor, no hable Vuestra Señoría esas vajezas. Morí tan balerosamente como abéys bibido, que no es de cavalleros eso». El desbenturado biejo respondió: «O señor comendador, que soy humano y temo la muerte, aunque no la temo tanto por mí, que soy biejo y enfermo y poca es mi vida segund razón, como por tanto cavallero e gente noble que queda perdida e huérfana con mi ausençia en pago de tantos travajos e serviçios como an pasado e hecho por el Emperador nuestro señor en mi conpañía». Entonçes Hernando Piçarro dixo que allí le quedava un frayle con quien se confesase, e se salió.

E ansí, confesado espiritual y temporalmente, haziendo su testamento, en el qual dexó por heredero al Emperador, -e declaró que entrél y su compañero de compañía tenían un millón de oro y plata, perlas e piedras, navíos e ganados; -e a su hijo don Diego de Almagro, hijo natural al qual quiso como a sus entrañas, avido en estas partes en una yndia, mançebo de diez y ocho años, le dexó treze mill e quinientos castellanos que tenía, no más al presente; y a una hija que á nonbre doña Ysavel de Almagro dexó mill castellanos con que se metiese monja, e otras muchas mandas e limosnas de prínçipe en mucha cantidad a monasterios e criados. Dexó por albaçeas a Diego de Albarado, e que fuese su theniente en la gobernaçión hasta que Su Magestad probeyese, e a Juan de Guzmán, contador de Su Magestad, al doctor Sepúlbeda, e a Juan de Herrada su mayordomo, e a Juan Balsa, su contador, e a mí, que soy el escritor deste libro. E por tanto, juntamente con mi vida, escribo parte de la suya e de su muerte, pues en la una y en la otra tanta parte me dió de sý.

E ansý, fecha la confysión espiritual e temporal, entró dentro en el dicho cubo el alguaçil maior, que se llamava Alonso de Toro, e un pregonero e un berdugo. Y él dixo: «Señores, ¿esta tierra no es del Rey? ¿Por qué me queréys matar, abiéndole hecho tantos serviçios? Mirad que sy os pareçe que está lejos Su Magestad, presto os pareçerá questá çerca. Y si no creys que ay Rey, mirad que ay Dios que no se le pasa nada por alto». El Toro le dixo que abía de morir, que no le aprovechava nada, dándole mucha priesa que se quitase de con el confesor. Y el pobre biejo dixo que le tornasen a llamar a Hernando Piçarro, que le quería hablar cosas que conbenían.

El qual bino, y díxole el desbenturado biejo: «Señor comendador, ya que me queréys matar el cuerpo, no me matéys el alma, y a bos la honrra. Mirad que soys mi enemigo, y si Dios milagrosamente no me ayuda, no puedo morir con paçiençia. Pues que dezís que estáis satisfecho de que merezco la muerte, remitilda al Emperador. Démela mi Rey o vuestro hermano que es gobernador. Lleváme donde está el uno o el otro. Si lo hazéys por apaziguar e por miedo que con mi vida pasáis peligro e travajo, para lo qual yo os daré la seguridad que quisierdes o fuéredes servido, espeçialmente que no ay lança enyesta, pues en la batalla matastes a mi lugarteniente general, Rodrigo Orgoñós, e otros capitanes e mucha gente de la mía, e mis capitanes tenéys presos, los que quedaron della». Hernando Piçarro respondió que abía de morir, e salióse. E dando el alguaçil maior gran prisa a los clérigos que se apartasen dél para dalle el garrote allí dentro donde estava, como se le dió, le dixo: «Torico» -porque hera un mançebo- «¿cómo te as hecho gabilán? pues poca carne tienes en mí que comer, porque soy todo huesos». Y tubo razón, porque hera un moçuelo criado de Hernando Piçarro que desta entrada le hizieron alguaçil mayor. El qual dixo al verdugo que hiziese lo que abía de hazer. El qual se defendió, diziendo que no abía de matar él un prínçipe como aquél. Con todo se lo hizieron hazer por fuerza. E al tiempo que le echaban la soga a la garganta al desbenturado biejo, començó a dar muy grandes bozes: «¡O tiranos que os alçáys con la tierra del Rey e me matáys sin culpa!» Al qual, después de ahogado, sacaron con pregón real a la plaça de la çiudad junto a la picota, y ençima de un repostero le tubieron dos oras. E de allí fué enterrado en el monesterio de Nuestra Señora de la Merçed.

Al presente nos hemos hecho amigos el dicho Hernando Piçarro e yo, porque éste es bibo y estotro es muerto y es muy ruyn conbersaçión con los muertos. Y por tanto, mientras él quisiere, yo lo seré suyo y trocaré mal por bien, si él quysiere, por hazer buenas ferias para mí e no malas para él. Y por tanto, acuerdo de tener scrito esto, aunque sea en su perjuizio, con yntinçión que, si perseberare e me guardare la dicha amistad y enmendare el dicho Hernando Piçarro lo de asta entonçes, terné secreto este libro; e si no, mostrarlo e declararlo por mí o por mis albaçeas.

Olbidóseme de poner como el pobre biejo, desque más no pudo, dixo: «Hernando Piçarro, señor, enpláçoos para ante Dios Todopoderoso a vos y a todos los que me an tratado esta muerte tan contra razón e justiçia, que dentro de treinta días seáys e parezcáys a juizio conmigo en el otro mundo de perpetua gloria e pena». E luego el reverendo padre comendador de la orden de Nuestra Señora de la Merçed, que para confesarle estava, le dixo: «Señor, eso está proybido en nuestra ley porque pareçe que no puede ser sin odio. El qual, si alguno tenéys, pues soys cathólico y cristianísimo, lo á de deshazer el paso en que stays, pues es para subir a tan alto e glorioso lugar. Acordaos que dixo Cristo al Padre: 'Perdónalos, Señor, que no saben lo que se hazen,' a los que le mataron». Luego respondió el paçiente: «Yo me disisto del emplaço e querella». E ansí pasó desta presente vida de travajos e enbidias para la eterna de gloria sin fin. En la qual estoy çierto él está, conforme a la misericordia de Dios y a su buena vida e muerte.

Agora quiero deziros, como es verdad, que yo quisiera que con los temores e tormentos, peligros e travajos que me hizo pasar este cruel tirano de Hernando Piçarro, que mezclara en ellos alguna recompensa, asý de honrras como de yntereses, teniendo respecto a lo susodicho e averme hecho robar e gastar más de veynte e dos mill castellanos. Y puesto caso que conmigo hizo algunos cumplimientos quando screví este capítulo antes déste, fueron mostrando tenerme en poco, más por temor que no por amor. E ansý quando llegó en España, temiéndose de mi linage e condiçión e no estando él, -considerando esto,- satisfecho que lo estava yo, mirá como hera razón que lo estubiese yo mismo. Començó a desbariar, que bino delante de mí, unas vezes dezía bien, otras mal, otras ni mal ni bien.

Y yo consyderava el poco respecto que tubo a lo que me abía ofendido y robado, o hecho robar, de mi hazienda, sin ni en dicho ni en hecho reconpensarme a ello. Lo que soy obligado al serviçio de Dios Todopoderoso y del Emperador e Rey nuestro señor, -que para ynformarse de las cosas subçedidas me scribió una carta, ques esta que se sigue,- y lo que en ley divina y humana, ansý de cristiano como de cavallero, me obliga a declarar la linpieça que bí y oý en el buen adelantado don Diego de Almagro, generoso y general, franco y liberal, amoroso, misericordioso, justiçiero y reto, muy temeroso de Dios y del Rey, por lo qual murió él. Y por aver dexádomelo encomendado en su testamento y última voluntad, dexándome por su albaçea y mensagero de Su Magestad, fiándome su ánima y su honrra, acordé e determiné de poner cuero y correas e declarar las tramas y suçiedades de Hernando Piçarro y la linpieça e lealtades del dicho adelantado don Diego de Almagro, como beréys, trasladada la dicha carta de su Magestad, en este libro, haziendós saver, primero que todo esto, cómo fuy reçibido en Corte.

Yo llegué domingo, a veyntiseys de junio del año de MDXL en Corte en la villa de Madrid. Y luego, lunes siguiente, me fué a presentar con la nonbrada carta de Su Magestad, que abaxo desto beréys trasladada. Y fueron conmigo los señores marqués del Balle y Fernand Arias de Sayavedra, que á de ser conde del Castellar. Y luego el cardenal arçobispo de Sevilla, presidente del Consejo Real de las Yndias y los oydores de su audiençia, -porquel Emperador estava en Flandes y quedó a gobernar los reynos el cardenal de Toledo y el comendador mayor de León, don Françisco de los Cobos,- los sobredichos del Consejo Real, sin verme ni oýrme, me mandaron aposentar en casa de un alguaçil de Corte, con pena de diez mil ducados açeptase e cunpliese el aposento. Y aunque hizieron caso de mí estos señores, se syntieron por agrabiados los dichos mis padrinos, aunque bien creýmos ellos e yo que, sy yo ubiera bisytado e ymformado a cada uno en su casa destos señores del Consejo de las Yndias, que no me prendieran. Pero yo bine muy de lo biejo, haziendo poco caso de las máculas que me abían puesto e mentiras dichas a Su Magestad, Señoría e Merçedes, acomulándolas a las del justo e desdichado adelantado, quitándome el crédito desta declaraçión, tapándome los oýdos del Emperador y los de su muy alto Consejo, confiando en mis muy grandes e señalados serviçios, sin hazer casso de contentar a los juezes e ynformar, etc.

Y luego que lo supo mi muy amada señora y todo mi bien y mi honrra, mi sobrina, mi señora, la muy illustre señora María de Mendoça, amparro e socorro de los desamparados e agrabiados y más de mí que de nadi, muger del dicho comendador mayor de León, enbióme un presente e una enbajada que es esta que se sigue: seys truchas en dos platos de plata y una torta real en otros dos, y diziendo este cantar: «Mi señora enbía esto a Vuestra Merçed y dize que no reçibaes travajo, porque no lo avéis de tener, mientras ella vibiere; y que mañana se cubrirá su manto y yrá a andar a los del Consejo; y que sy no le aprovechare su ruego, que otro día se pondrá soga y yrá a pedir justiçia». Lo qual no fué menester, syno enbiar a mandar al dicho cardenal y a los del Consejo que me soltasen, sin estar más de medio día en la dicha prisión.

E me pasaron a una casa junto par della que ella mandó baçiar de un maiordomo suyo, aunque por carçelería. Porque como ya os tengo dicho en este mi libro y en otros sabréys, demás de gobernar los reynos d'España en nombre del Enperador, su marido, el comendador mayor, por su gran seso e lealtad, linage y condiçión, ella lo manda por su gentileza e gran bondad e discreçion, porques muy afable e muy discreta, muy illustre. La qual me enbiava a la dicha casa e carçel muchos e muy delicados manjares y regalos. Por cuyo respecto e algún mereçimiento de mi persona me bino a ver el dicho comendador su marido, lo qual fué mucha admiraçión en la Corte, porque asý como supremo gobernador de la justiçia como de las merçedes que Su Magestad acostumbra a hazer a los que le sirben e dessirben, se tubo que dezir en la dicha Corte y aun que escrevir, espeçialmente quél no lo abía de costumbre ni solía bisytar a nadie, como rey e señor, porque asý lo mereçe él y no lo desmereçe su muger. E asymismo por este dechado se sacaron muchos fabores: biniéronme a ber todos los grandes e chicos de la Corte. Y porque tras la dicha carta de Su Magestad y el acusagión que yo e puesto al dicho Hernando Piçarro, os diré en qué á parado mi prisión y lo demás, çeso en ella y en esto por el presente. Y la dicha carta de Su Magestad es la siguiente:

«El Rey.

»Don Alonso Enrríquez de Guzmán: Por quanto a mi serviçio conbiene que luego partaes e salgaes desa tierra en el primer nabío que se hiziere a la bela para estos reynos d'España, luego lo poned por obra. Y sy no me hallardes en ellos, pareçed antel nuestro Consejo Real de las Yndias, que allí os dirán para lo que soys llamado. Y estad advertido que, sí ansy no lo hizierdes, que os mando traer preso. De Barçelona, a XXV de abril del año de mill e quinientos e treynta e ocho años. Yo el Rey. Por mandado de Su Magestad. Cobos, comendador mayor».

Y así como llegó esta çédula, luego, segund dicho tengo, me presenté en el dicho Consejo Real de Yndias, conforme a ella, y siendo preso en lugar de merçedes. Escreví al Emperador, que a la sazón estava en el su condado de Flandes, el agrabio que de Su Magestad y de los de su Consejo Real reçibía, en lugar de premio, por muchas cartas duplicadas; e el thenor de la qual son estas que se siguen:

«Muy poderoso señor: Yo bengo del Perú por mandado de Su Magestad y é sido preso por los de vuestro Consejo Real de Yndias, y esto debía ser lo que en vuestra real çédula me escrevistes que me abían de dezir, para lo que fuý llamado. Y sy yo ubiera hecho porque debiera de ser castigado, bastara para ser olbidado, encomendándome más al salto de mata que a ruego de buenos. Mas como quiero justiçia y non volo misericordia ni la é menester, acuerdo pediros justiçia con protestaçión que no agradeçeré ni terné en merçed a Vuestra Magestad la piadad que de mí tubierdes, pues ni Vuestra Magestad á dexado de hazerme merçedes y fabores ni a mí me á faltado conoçimiento ni seso para conoçello y agradeçello.

Por lo que suplico a Vuestra Magestad y, si menester es, os requiero de parte de Dios, que es sumo juez, que mandéys a los de vuestro Consejo que sin molestias e falsas consequençias me juzguen e sentençien sin largas dilaçiones, con las mayores e más graves penas que los derechos permiten, porque los Piçarros, que mataron a vuestro lugarteniente el adelantado don Diego de Almagro, acomulando mentiras a su bida e muerte deste vuestro gran servidor, que mataron por roballo y por gobernar lo quél gobernava, y por enbidia y escureçer su fama, an ynformado de mí al contrario de la verdad, -creyendo que de mí Vuestra Magestad se abía de ynformar,- como original de sus exçesos, procurando de quitarme el crédicto ante Vuestra Magestad. Por cuya vida, etc. De Madrid. El humil basallo e criado de Vuestra Magestad, que sus sagradas manos e reales pies besa. Don Alonso Enrríquez».

Con estas mis cartas hizieron a Su Magestad larga y entera e verdadera relaçión de mi caso los del Consejo Real de Yndias, desculpándome. En lo qual contra mí no dormía el rapaz biejo ruyn del fiscal, el qual se llamava liçençiado Billalobos, y el gesto de berengena curtida en binagre, buscando testigos e huiendo acusaçiones contra mí. Estube preso syete meses. Mas como Dios es justo y el Emperador cathólico, con ynformaçión que se le dió verdadera, lo remitió a los de su Consejo, encargándoles que me guardasen justiçia. E no lo dixo a sordos, porque otro día que llegó el correo, sin pedillo yo, me soltaron como singulares y escogidos barones que son. Ya creo que os tengo dicho que lo abían dexado de hazer, porque Su Magestad estaba mal ymformado de mí y abía mandado prenderme. Y no querían ni debían soltarme sin consultallo con Su Magestad. Lo qual hizieron muchas bezes en este dicho tiempo, aunque algo pareçieron a Erodes y Pilatos, que condenaron al justo por respecto de Çésar.

Y en este tiempo el príncipe don Felipe, primogénito del Emperador Rey de España, nuestro señor, hera mancebo de catorze años, muy lindo de rostro, aunque mediano de cuerpo, sabio e muy graçioso, muy afable y muy grave, como Enperador y hombre. El qual, por relaçión de algunos que me querían bien, contándole y dorándole cosas mías, -que a su lado estaban,- me codició en tal manera que desseava mi livertad como cosa que le yba mucho en ello. Después que fuý libre, y a besalle las reales manos de Su Alteza, fuý muy bien reçibido, perseberando en esta opinión siempre, de manera que le tomé tanto amor que sin abelle menester, porque yo soi casi biejo y él muy moço, y casi rico y él muy pobre, y con tener yo en poco el mundo y en menos las cosas dél, me é puesto en cuydado de le servir y agradar.

Y asý le dixe un día, -aplicado çierto dicho de un rey que dezía que los hombres con quien se abía de holgar no abían de ser codiçiosos, porque tanto quanto se holgaba con su buena conversación y aborreçí su ynterese y codiçia,- que nunca Dios le cumpliese sus desseos, sy me diese en su vida un maravedí de calidad e cantidad, e que yo le ofrecía dos mil ducados, hasta que me los quysiese o pudiese pagar. Y sy no fuera tanta la obligaçión que tengo de yr a mi muger e casa e hazienda, por mi plaçer nunca me apartara deste prínçipe, el qual creo que Dios nos dyó para más gloria y pena, gloria para el que conosçiere el bien que en ello nos á hecho y pena para el que no lo conosçiere.

Y porque, para dar fin a estos mis negoçios quando el Enperador biniere a estos reynos de Castilla, mediante Dios bolberé a su Corte, dexo estas dos ojas en blanco, adelante desta carta y otras dos o casi, que escreví a los del Consejo de Yndias, que me paresció poner aquí para en ellas concluir esta parte deste libro; y en la otra carta que dicho tengo que escreví a Su Magestad y acusaçión que puse a Hernando Piçarro. Y luego haremos el maior bolumen, entendiendo en lo demás que subçediere, dexando esta materia que casy me tiene ya hecho todo benino.

«Muy magníficos señores: Porques, para todos e para cada uno, suplico que se lea e se buelba a este mi criado y pase la galana, como no soy bisitado como lo suelen ser los presos de la cárcel pública, donde stan los malhechores, de sus juezes, no se deben sentir mis travajos e afrentas por los míos spirituales y corporales y en la orden y honrra de cavallería de señor Santiago que yo tengo, conbiene a saver: que no oygo misa çinquenta días ha; que stoy preso contra justiçia y razon ny por aver hecho cosa que no deba. Antes creo que me prenden por no pagarme syno con yngratitud, porquéste es el remedio de los que deben mucho, como el Emperador nuestro señor a mí. Y si dexo de oír la misa, no es por falta de voluntad ni de un real para pagalla, syno quel clérigo que lo á de ganar no halla quien le fíe adereços para dezirla, aunque tan poco lo ay en mí como en la ley divina debría, por los agrabios que la humana me haze. Porque un reniego de tal que ay de que hechar mano en mi proçeso, -siendo como fué en guerra y en Yndias e con enojo,- y en nonbre de mi linaje e que no se me puede probar otro ni cosa que le parezca, e castigado y asuelto por juez conpetente de Dios e del Rey, como es el obispo del Cuzco, ynquisidor por Dios y juez de comisión por Su Magestad, digno es de perdonar, espeçialmente en hombre que tantos serviçios á hecho en ley divina e humana.

«Porque yo fuí capitán de alemanes en la toma de Tornay, quando lo ganó el Emperador al rey de Françia; y capitán de quinientos hombres quando socorrí a don Miguel de Hurrea, bisorrey de Mallorca, e redimí este reyno en serviçio de Su Magestad, questava rebelado e alçado contra su acatamiento; y con el mismo número de gente estube treze meses defendiendo la isla de Ybiça de moros e françeses; e fuý en ganar los Gelbes de los moros y en defender la tierra del Perú, que no se tornase a su seta, como cavallero e como religioso, peleando e persuadiendo por la fee de Jesu Cristo. E yo é visto a cardenal e cardenales dezir 'reniego de Dio' y no asolberse. Pues por una letra que es una s que acreçenté, yo tengo de morir por ello.

»Yten, tengo gran congoja en este cuerpo, que soy hombre bulliçioso e ganoso de conbersaçión, y áse apagado ya el hervor de los visitadores y estoy metido en esta casa que, sy mucho estoy en ella, no podré salir syno para la güesa. Yten, y mi honrra, como me abéys, señores, dado a creer, todo lo que an querido dezir y creer de mí. Por Dios que me espanto cómo no á avido testigos para poderme quemar, pues la prisión es grande alcahueta dellos, que no ay ningund preso que parezca justo, aunque lo sea, porque todo lo que le an visto hazer atribuyen a delitos, y con la prisyón dan crédicto a ello, que lo jurarán asý, acomulando sus yndiçios con lo que creen que está provado con lo que le prendieron. Y luego dizen, o: 'A Fulano prendieron por putto; yo lo jurara, porque tal día le vi con Fulano de mal arte,' o 'Por ereje le prendieron; yo lo jurara porque le ví mirar al çielo de mal arte.' Y por esto no permiten las leyes que se prenda nadie syn ynformaçión, como lo he sido yo, triste, cuytado, desdichado, y Vuestra Alteza perseverar en el caso, por más que estaes alumbrados.

»Mirá, señores, que devéys de restaurarme en mi honrra y daños. ¿Qué remedios dará Vuestra Alteza para lo pasado? Perdonallo-é con condiçión que sea castigado quien tan mal y mentirosamente engañó a Su Magestad y me dañó a mí, con tanto que no lo sea el marqués y governador don Françisco Piçarro, que así fué engañado como engañó. Y así lo escrivió a Su Magestad como está presentado en el dicho mi proçeso. Consuélame mucho que tanbién fué preso San Gerónimo por hereje, quando menos, y después de preso, no le faltaron testigos que lo era, no siéndolo. Pues hasta agora, muy Poderosos señores, no los á avido para mí. No sé qué milagro queréys mayor que haga Dios por un hombre preso por tan cathólicos juezes, tan calificados, tan altos, y tan poderosos, tan dottos, Y mundano como yo, triste cuytado, que la pobreça me á traído de puerta en puerta, que por fuerça tengo de aver tenido enojado algunos que pudieron dezir de mí, sy Dios no probeyera.

»Yo ví en mis tiempos al Luzero ynquisidor, justo y grand señor, y que prendió, soltó, y condeñó a muchos, altos y baxos, por la Santa Ynquisiçión. De creer es que, siendo escogido por los Reyes Cathólicos; que fué tal qual devía. Después le vi preso y que las piedras dezían que hera hereje. ¡O, señores! ¡Quánto se deve de mirar la ocasión! ¡Porque como dize el filósofo: 'quita la causa y escusarse-á el efetto.' ¡O cómo avéis, señores, dado causa para que oviera avido efetto en mí, sy oviera defetto!

»Iten: no me dexáys cumplir con la señora mi horden, porque no puedo confesarme y comulgarme como manda mi regla este día de Nuestra Señora, que es en agosto, ni estoy dispuesto para ello, que estoy enflascado en agravios, abiéndose tomado por mis serviçios desserviçios. Por mi fee que yo troqué bien; en verdad que é sydo engañado por la mitad del justo presçio. Quiero, señores, dezir una cosa que es para reýr, aunque no es de mi condiçión: yo pensava y aun creýa que avíades de hazer muy gran caso de mí, assí por mis serviçios como por mis avisos; y áseme buelto al revés, como camisa. Tan preso pudiera estar, ya que los libros de Vuestra Alteza lo disponen, en la villa y cumplirse el mandado de Su Magestad, al qual no pesara que se cumpliera primero el de Dios, pues tanbién sería razón que yo biese a mi muger, que á veynte años que estoy descasado por servir a Su Magestad y á seys que no la ví syno este otro día, dos oras.

»Tanbién sería razón que me dexasen comer mi hazienda, pues por no robar lo ageno ni ganalla falsa ni deshonrradamente con juegos ni syn juegos, la fuý a buscar con tantos travajos de mi persona, y no aver hombre que se quexe de mí syno el fiscal, que se quexa de todos, y como de dineros prestados. Y tanbién sería justiçia que mis escrituras se me desembargasen, que me las tiene Vuestra Alteza ocupadas, y muérenseme y vanse mis deudores en otras cosas no tan justas. ¡O justo juez, Jesu Cristo, pídote justiçia! ¡O poderoso señor, hazme justiçia! ¡O Pilatos, quánta honrra y quánta gloria ganaras en determinarte! ¡Quánto más premio sacaras de Cristo que de Çésar! ¿No sentís, señores, lo que yo padezco sin culpa, así en todo lo susodicho como en lo siguiente?

»Siento la pena de mi madre que con sus ochenta años me escrive: 'Hijo, sy es menester que yo vaya a livertaros o a estar presa con vos, yo me esforçaré.' Siento la pena de mi muger que me escrive: 'Agora que pensava que heran acavados vuestros travajos, veo que comiençan.' Siento la pena de mis hermanos, deudos e amigos que andan corridos del plazer que mostraron de ver mis justificaçiones y grandes serviçios, y ningund deserviçio. Siento mi pena misma, en paresçer que les mentí y engañé con aseguralles antes el premio que la culpa de Su Magestad. Lo que más me da pena y me mata como sobrecarga es el gozo, es el plazer, es el gasajado, es la burla y escarnio que hazen, que an y que sienten mis enemigos. ¡Justiçia, señores, justiçia! Mirá que avéys de ser juzgados de otro más poderoso quel Emperador. '¡Y ande la galana, ande; ande la galana!'

»Pónense juezes; quítanse juezes; pónense y dispónense de los negoçios del matador, del rovador, del desfamador, del que dixo: 'Yo me obligo a la prueva; yo no tengo ánima sino honrra, y no quiero paraýso syno ynfierno.' Y quiero vengança del que está comiendo y triunfando y jugando y presentando y gastando lo que robó y saqueó en desacato de Dios y del Rey, el qual se anda paseando por su real alcáçar, pudiendo yrse y ausentarse quando bien visto le fuere, sin que Vuestra Alteza dé quencta a Su Magestad. Y no se dispone de mí, pecador, de mí, servidor, de mí, pobreto, de mí, paçiente, de mí, atormentado, de mí, rovado, de mí que no é pecado en serviçio de Su Magestad. '¡Y pase la galana; pase!'

«Hasta aquí pensava quel reverendísinio cardenal de Sevilla, que ya puedo dezir mi señor, era el causador, no con falta de maliçia, porque en verdad no se avía de sospechar de Su Senoría Reverendísima, syendo tan cathólico prínçipe, como alguno me quiso dar a entender, espeçialmente el fiscal e otros que Su Magestad. Agora veo que Su Señoría Reverendísima, como pastor bono á querido admitirme en su graçia para alcançar la gloria y enbiado a visitar por dos vezes con un su capellán, queriéndome meter, en su aprisco como a oveja de su ganado, pues es mi perlado.

«Yten: veo y an visto Vuestras Merçedes, que yo se la é embiado a mostrar, una carta de Juan Vázquez de Molina, secretario de Su Magestad, en que me escrive que me descargue de las culpas que me an puesto ante Vuestras Merçedes, lo qual é hecho. Señal es que no ay cosa secreta en Su Magestad por do deva estar preso, y que asý como fuera justiçia se me agravaran las prisiones, sy me hallaran culpado, así lo sería a Su Magestad servido, se me aliviasen, hallándome desculpado, ya que del todo no me soltasen hasta que Su Magestad lo mandase. '¡Y ande la galana; ande!'

«Y tanbién no oygo misa, porque no se diga que hago dezir dos a cada clérigo. Don Alonso Enrríquez».

Eacute; acordado escrevir las hojas que os tengo dicho que dexava en blanco, así por lo que á susçedido como por la tardança de Su Magestad y porque a su venida pornernos otro quaderno. Y el susçeso es que por los señores presydente e oydores del Consejo Real de Yndias, que me fué hecho un auto que es este que se sigue:

«Visto el proçeso de don Alonso Enrríquez, fallamos quel fiscal no á provado lo que le á acusado. Por do, dando el dicho don Alonso primero fianças en tres mill ducados de estar juzgado e sentençiado, que devemos dar e damos, desembargar e desembargamos, solas dichas fianças, la persona y bienes del dicho don Alonso, hasta quel dicho fiscal prueve contra él».

E así yo dí las dichas fianças y a mí se me dieron las probisiones nesçesarias por do fuese desembaraçada mi persona y hazienda. Y bien creo y podéys creer que no dexaron de sentençiar el proçeso por no hazerme daño syno por no hazello a lo que avía dicho el fiscal y ellos creýdo en contrario de la verdad, por do abían efettuado en mi persona e hazienda molestias e afrentas e gastos. E también podéis crer que el dicho proçeso no se sentençiara syno que lo enterraran como a cuerpo sin alma ni sin culpa, embiándolo al Limbo como a ygnoçente. Y el mal es que no se acuerdan del daño que me an hecho sin culpa. E lo peor es ques tanto el plazer que yo é resçebido en verme desagraviado que tanpoco me acuerdo del daño pasado. Y tanbién lo hago porque me aprovecharía poco. Ya vos tengo contado el contento que de mí á tomado el prínçipe don Felipe nuestro señor. No os quiero contar el que de Su Alteza yo é resçebido, porque sería nunca acavar, porque divina y humanamente ay tanto que hablar en él, en católico servidor de Dios y verdadero y natural señor nuestro, con todas las cosas anexas e concernientes y nesçesarias e apropiadas a lo uno y a lo otro, así en sosiego como en regozijo, como en palabras y obras, que lo mejor es dar fin en esta plática para no ser prolixo ni començar lo que no se puede acavar, con dar graçias a Dios que lo hizo y nos lo dió, al qual plega por su ynfinita bondad nos lo sustente.

Tomóme mucho amor y socorrióme con su favor de puro misericordioso, doliéndose del agravio quel Emperador su padre me hazía con mala ynformaçión que de mí tenía, acaesçiendo estar a su lado retos y singulares cavalleros que de mi mala andança le ynformavan y poca culpa; combiene a saver: el comendador mayor de Castilla de la horden de Santiago, por nombre don Juan de Çúñiga, su mayordomo mayor, a quien su real persona quedó encomendada por el Emperador su padre; y don Álvaro de Córdova, su cavallerizo mayor; e don Pedro de Córdova, su hermano, maestresala de Su Alteza. Estos dos fueron hijos del conde de Cabra. Yten: don Antonio de Rojas, camarero mayor de Su Alteza; y don Manrrique de Sylba, su maestresala; y don Juan de Venavides, su trinchante; y para hechar el sello desta honrrada cavallería, su maestro Çeriçeo, obispo de Cartagena, aunque todo esto, después de la voluntad de Nos, se movía por ver que me favoresçía y me quería y amava el buen comendador mayor de León, don Françisco de los Covos y la muy illustre señora mía y de todos los neçesytados, doña María de Mendoça su muger.

Por los quales en mi favor y socorro, así por amor de los dos como de su acostumbrada virtud, porque es cavallero de linaje y de horden de Santiago, me socorrió muy resçiamente el comendador Juan de Samano, secretario de Su Magestad y del Consejo de las Yndias, con palabras y obras señaladas, doliéndose de mi sinjustiçia y afeando el caso y abiendo compasión de mi persona e linaje, de la seca acusación quel fiscal me puso, aunque nunca me lo dava él a entender; antes me deçía que meresçía más culpa de la que aquellos señores me davan. Esto hazía sin otras cosas muchas que á hecho a costa de su hazienda por mí, como ya os tengo contado en este libro.

Y dando fin en esto, acavo haziendôs saber cómo el Prínçipe nuestro señor, demás de otros favores y merçedes que me á hecho, en Madrid en el mes de abrill y en el año de MDXLI, de dos pares de guantes que le fueron embiados, adovados por la señora Ynfanta su hermana, que al presente está en Ocaña, me dió e hizo merçed e favor de un par, con muy buenas y amorosas palabras; entre las quales fueron: «Don Alonso, parto con vos; y quien esto os da no os quiere mal. Y más os daría, sy más pudiese».

Eacute;sta es una carta que escreví al Emperador en respuesta de la remisión que Su Magestad hizo, abriendo el coto que avía puesto a los de su Consejo para que me soltasen.

Carcta que escreví a Su Magestad, desque en su Consejo me dieron por libre y su fiscal no pudo contra mí provar nada.

«Sacra Magestad: Porque por otras muchas é dado cuenta a Vuestra Magestad de las grandes molestias y calunias que se me an hecho después que a estos reynos vine y los justos y çiertos descargos que a ellos dí, por do los del vuestro Consejo de las Yndias an libertado mi persona y hazienda, sólo en ésta daré graçias a Dios Todopoderoso por aver abierto camino para que Vuestra Magestad, en cuyo acatamiento estava más culpado, e certifique de mis serviçios y limpieça y conozca la mucha lealtad y notables serviçios quel adelantado don Diego de Almagro, -que aya gloria, en vida y muerte a Vuestra Magestad y sus súbditos, como padre universal de aquellos reynos, á hecho.

«Y porque sobre arduas cosas y negoçios con la bienaventurada venida de Vuestra Magestad a esta tierra daré larga y particular quenta y avisos muy nesçesarios así para seguridad de su real conçiengia como para provecho y aumento de su hazienda y bien de aquellas partes, de que mi estada en ellas se tenga por tan provechosa y nesçesaria como á sido caluniada, dexarlo-é para entonçes, remitiéndome en las demás cosas de acá a vuestro capitán de la guarda, don Luys de la Cueva, con el qual un menguante de luna hablé en caldeo, que es nuestra lengua acostumbrada, para que diese a Vuestra Magestad parte y entero aviso. Por cuya sagrada y cathólica vida con señoría del universo ruego a Dios prospere, ensalçe y aumente como sus súbdittos, criados y vasallos deseamos».

De cómo, escrita esta carta a Su Magestad, me vine a Sevilla a mi naturaleza y estube un año descansando y reformando mi persona y hazienda. Y cómo casaron los illustrísimos duques de Medina y Véjar a su hijo e hija con fiestas e regozijos, de sus puertas adentro, que tubimos e nos hizieron en la çiudad, por las guerras que a la sazón movió el rey de Françia, confederándose con el Grand Turco, al Emperador nuestro señor, en perjuyzio de sus reynos e de nuestra santa fee cathólica.

Yo llegué a ésta dicha çiudad, do hallé a mis señores y amigos, deudos y afiçionados tristes y alborotados, porque de la grave prisión que yo tube e mala ynformaçión Su Magestad de mí, siempre estuvieron sospechosos de mi salud e honrra y hazienda, porque de grandes enfermedades syempre quedan dañados los estómagos, y otras pasiones que, aunque no son peligrosas, son penosas. Y desque me bieron comer de todo, hablando, riendo y holgando, y supieron la verdad, holgámonos todos de la manera siguiente.

La velaçión deste señor que se llama don Juan Claros Pérez de Gudmán, que al presente es conde de Niebla, primogénito del estado del ducado de Medina-Çidonia, con la señora condesa su muger fué en casa del duque de Véjar, que después de ser conde de Venalcáçar, heredero de su padre, segund dicho é en otras partes de este mi libro, heredó este ducado y estado y por esto se llama don Françisco de Sotomayor, porque lo heredó de su padre por línea reta, y de Cúñiga, porquel dicho ducado de Véjar y marquesado de Ayamonte y condado de Gibraleón es de este apellido segundo de la casa, de Çúñiga que heredó e hubo en casamiento con la dicha doña Theresa de Çúñiga su mujer, de quien ya os tengo hecho minçión en este mi libro, los quales fueron padre y madre de la dicha condesa.

Ado se hizieron de la puerta adentro sus casas y palaçio en esta çiudad grand fiesta, que fué una misa solepne que dixo el provisor, que fué el que los veló, con muchos cantores. Fueron sus padrinos el duque y duquesa de Medina-Sidonia, padres del novio. Fué toda la cavallería de Sevilla y hasta una dozena de señoras prinçipales de la çiudad. Luego hubo una grand comida de los más cavalleros, porque pocos fueron los que dexaron de comer, y de las dichas señoras, muy abundante y honrrada y sabrosa, e a la noche una grand colaçión por falta de estómagos y no de otra cosa, la qual fué conforme a la comida. Y dançó el duque de Medina con la duquesa de Véjar y el novio con la novia y otros dos o tres con otras dos o tres señoras, con menestriles altos. E otros días siguientes comieron e çenaron los cavalleros que quisieron en este palaçio. Y dende en quinze o vevnte días truxeron la novia a las casas y palaçio del duque de Medina-Sydonia, padre del novio, en esta guisa.

Pasó lo siguiente: el duque de Medina un domingo después de comer, que fueron doze del presente, y en una mula vaya e pequeña, guarnesçida de terçiopelo con gualdrapa y fluecos dorados, y en su persona una capa lombarda de tela de oro morada y un sayo de lo mismo, y bien acompañado de mucha cavallería, no dexando poco en su casa, fué a la del duque de Véjar por su nuera y tráxola a las tres oras después de mediodía. Y en su compaña venía la señora duquesa de Véjar, su madre, a la qual traýa a su lado el yerno luzidamente vestido. Y el duque truxo a la nuera porque el duque de Véjar avía venido en una sylla, coxo de una pierna, por no poder venir a cavallo, adelante a se hallar con la consuegra. Venían hasta ocho o diez señoras de la çiudad, todas ricamente guarnidas, aunque no em palafrenes syno en mulas con ricos syllones, salvo la nobia, que venía en una yegua blanca.

Y ansý fueron entradas por la plaça y palaçio del duque de Medina. Y en el primer pattio de resçebimiento fueron sonados los ynstrumentos, trompetas y atavales y menestriles altos, porque el duque no quiso que uviese fiesta formada fuera de su casa, por los travajos en que tiene puesto el rey de Françia al Emperador y Rey nuestro señor, confederándose con el Grand Turco, enemigo de nuestra santa fee cathólica. E subiendo arriba, entraron en una grand sala, adereçada de tela de oro con un hermoso y rico dosel de brocado con las armas de los Guzmanes en todo ello y tres truanes bien vestidos con sus guitarras en las manos, cantando galanterías.

Y juntáronse con la duquesa de Medina-Sidonia que estava esperando su nuera con treynta señoras ricamente adereçadas con grand moltitud de gente. Y en sentarse y en mudarse vestidos algunos de los galanes y reposar un poco, vino la noche y la çena, para la qual avía tres o quatro aparadores de plata en un corredor muy grande que casi lo henchían todo. Y la çena fué sabrosa y mostruosa, ansí en los manjares que se comieron como en los que se fingieron, porque con cada serviçio entrava un maestresala de muchos que avía y luego dos maçeros con maças de plata y luego un rey de armas con su cota y armas reales y de la casa y luego un mostruo en hombros de quatro hombres. Combiene a saber: una vez un oso fingido, otra un çiervo, otras, aves y alimañas. E luego lo natural guisado, lo qual me dava a mí mejor gusto.

Las señoras çenaron por sí y los cavalleros por sý, los quales cupieron todos en una mesa en la grand sala, que fueron sesenta, treynta de cada vanda. Ovo seys o syete señores de título. Y sus mugeres con las damas çenaron en otra quadra más adentro por sý, que fueron hasta quarenta, la qual quadra, con hasta otras honze pieças, estavan adereçadas de brocados pelos y rasos, con ricas camas de lo mismo en las más dellas, porque aquella noche se quedaron a dormir allá el duque y la duquesa de Véjar, etc. Y después de çena, dançaron los galanes con las señoras, y después entró una monería que hizieron unos mercaderes de seys alemanes vestidos en calças y en jubón de paño azull y blanco con achas de çera blanca en las manos, y en su compaña traýan seys gitanos bien adereçados e hizieron çiertos bayles y dióse fin por aquella noche. Acavóse a las dos oras. Yo doy fin a esta cuenta, y así se á dado a todo, conforme a la vida humana, porque en la verdad no á de hazer quencta el hombre cuerdo en este mundo más de lo presente, y desto poco, pues á de pasar como lo pasado y lo por venir también. Lo qual pasó en el mes de noviembre, año de MDXLII.

Yo no é dicho en estas fiestas de los señores duques nada de mí, aunque este libro es todo mío y de mi vida. A de ser poco lo que de otros dixere en él, porque no hablo de otro syno por dar propósito a lo mío, aunque tanbién lo hago porque se tome enxemplo, aviso y enmienda de los casos ajenos como de los míos, y algund apetito por no daros a comer un manjar solo, por lo que quiero dexar de dezir lo que a mí toca y atañe. Y como soy deudo y deudor en sangre y en voluntad al duque de Medina, aunque por parte de ser poco el deudo, lo soy tanto del de Véjar y aun creo que más, porque por los Gudmanes tengo con su muger este deudo y por los Enrríquez de Portugal otro tanto e aun creo que más con su marido.

Vestíme en estas postreras fiestas lo mejor que pude de oro, sedas e brocados, porque me vestí este domingo dos vezes y el lunes siguiente una, que fueron tres. Y luego me bolví a mi luto que traýa por mi hermano, don Luys de Guzmán, que avía seys meses que hera fallesçido. Y dende a [...] partí para la Corte, porque el Emperador avía venido en estos reynos de Castilla de los de Aragón, do avía ydo a tener Cortes y a jurar al prínçipe don Felipe su hijo, el qual nos dió Dios para consuelo de la falta quel padre nos suele hazer, pues Dios lo hizo ygual, con nosotros, ygual en la muerte, el qual prínçipe dexe Dios bivir largo tiempo, ques tal que no podré escrevir lo que meresçe en loar con toda la tinta y papel del mundo. Y por esso çeso en lo que toca a Su Alteza y en lo que toca a este capítulo para deziros mucho adelante en este libro lo que me acaesçió con su padre.

Eacute;ste es traslado de una carta que escreví al Emperador luego que llegué a los reynos d'España, como por ella veréys, y el suçeso en las espaldas, como açotes.

«No boy en persona al presente a vesar las reales manos de Vuestra Magestad Çesárea, muy poderoso señor, porque vengo muy travajado de tierras estrañas de mi naçión e condiçion, do é pasado muchas mares y muchos males, ansí en la guerra de los naturales del Perú como otras entre españoles, en las quales é servido mucho a Vuestra Magestad, de lo qual estoy muy contento y doy muchas graçias a Dios. E si algund cargo o culpa en ella me an hechado, será por culparme y cargarme por escusar la culpa y alibianar la carga del que lo á hecho, para quitarme el crédito y, mientras yo me descargare, hazer su fatto. Mas yo llevo mi descargo tan a punto y tan claro con testigos fidedinos y de creer, de quien Vuestra Magestad fía su hazienda y serviçio, que son los ofiçiales de Vuestra Magestad, y prinçipalmente la verdad, que aunque adelgaza, no quiebra, que es hija de hombre que la supo bien criar, a quien me remito.

«También trayo un braço quebrado, porque me despeñé de un çerro muy alto e se hizo pedaços el cavallo y milagrosamente me escapé. Y por venir malsano es menester restaurallo. En pudiendo tomar las riendas del cavallo me partiré luego, y para dar cuenta más por estenso a vuestra Magestad de la dicha tierra. En tanto, é acordado sumariamente darla en este papel, la qual quiero que lo que por él escriviere se me tome a mí y si herrare o no fuere ansí, quiero ser reprehendido y aun castigado como mal vasallo y criado del mejor prínçipe que ay en el mundo, como engañador en tal grado. Y quiero, muy poderoso señor, començar por lo que toca a mí, pues me va más en contentar y servir a Vuestra Magestad que no lo que haga otro, començando por mi salida y acabando por mi entrada.

«Yo salí de la çiudad de Sevilla con liçençia de Vuestra Magestad, la qual tengo, firmada de su real mano y refrendada de su secretario el comendador mayor de León. Y para pasar al Perú me fué menester venir por la ysla Española, adonde estube tres meses, poco más o menos, porque la audiençia real de Vuestra Magestad que allí reside me mandó y encargó de capitán general para Santa Martta, que fuese allá a dar favor e ayuda al oydor desta chancillería, al doctor Ynfante, porque al presente estava allí de camino para yr a tomar resydençia a García de Lerma, governador della y tomada, me quedase yo allí hasta tanto Vuestra Magestad probeyese lo que fuese servido. Y porque tubimos nueva çierta que venía el adelantado de Canaria, don Pedro de Lugo, probeýdo por Vuestra Magestad por governador de allí, con mucha gente, fué yo escusado y la mía que tenía hecha allí.

«Supe en este tiempo como Vuestra Magestad avía mandado que yo no pasase a estas partes por dicho de gentes y no por çédula de Vuestra Magestad ni otro mandado ni requerimiento ni cosa que lo paresçiese ni tal paresçía, porque si tal fuera, desde allí me bolviera a la obidiençia que devo, porque el prinçipal thesoro que yo ando a buscar es servir y acatar a Vuestra Magestad, pues es muy çierto que todo lo al peresçe, sy no es la fama y la gloria, la qual se alcança por ser Vuestra Magetad lugartheniente de Dios Todopoderoso, y la fama por ser mi Rey y mi señor. Demás de no creerlo, me paresçió que, ya que fuese, sería falsa relaçión de alguno o algunos que quieren la rica tierra para sus deudos y deudores. Por lo qual Vuestra Magestad no fuera servido que, dándolo Dios para los cristianos y para vuestros vasallos, syendo yo uno dellos, dejara de gozar dello, espeçialmente no abiendo hecho delito por do le dexara de meresçer ni se me deviera pedir, ni siendo de los proybidos en derecho que a estas partes deven de dexar de venir. Pues sy fué con temor o reçelo de mi bulliçiosa condiçión, yo soy contento, sy no diere buena cuenta de mí, ser castigado. Y ésta es la verdadera justiçia y no que venga el castigo antes de averse hecho, porque la verdad es, muy poderoso señor, que yo conozco que con moçedad y pobreça, como potro sin silla y sin freno, pudiera ser, -y no lo quiero mucho afirmar,- aver sido algo arisco y regozijado, mas no tan desacatado que aya muerto ni por mi causa se aya hecho a nadie ni otros casos semejantes ni que le parezcan ni, en quanto a Dios ni al mundo, penitençia de más que paternoster y después que començé a tener algo, de ave María. De lo qual, quando se me pidiere el cargo, daré el descargo, al qual me remito.

«De allí, muy poderoso señor, vine al Perú. Y allé al governador don Françisco Piçarro en la çiudad de los Reyes. Y luego vino d'España el capitán Hernando Piçarro su hermano, el qual e yo partimos para la çiudad del Cuzco, que son çiento y veynte e çinco o treynta leguas adelante, metido en la syerra la tierra adentro, que es la prinçipal çiudad que los yndios tienen, como entre los cristianos a Roma, así de riqueza como de gente velicosa, adonde resyde el señor de la tierra, Yuga, y otro que se llama Villoma, que es como pontífiçe, y la gran Casa del Sol, que es como San Pedro en Roma, con otras muchas hermitas por los çerros que ellos llaman 'guacas' alderredor de la dicha çiudad, la qual es de muy buenas casas y grandes hedifiçios perpetuos. Y todos los prinçipales caçiques tienen casas en ella para venir a residir, como en corte.

«Hernando Piçarro vino por lugartheniente del governador a cobrar çierto serviçio que Vuestra Magestad lo mandó entre los vezinos. Y estando entendiendo en él, dentro de dos meses se alçó el dicho Yuga y Villoma y toda la tierra y nos cercaron en la dicha çiudad, creo yo y a lo que todos dizen, dozientos mill hombres de guerra. Los quales nos la dieron tan fuerte todo un año que no pensamos escapar dozientos hombres que estávamos dentro, aunque en la verdad no peleavan más de hasta çiento y çinquenta hombres porque los demás estavan enfermos, unos de enfermedad y otros de voluntad. Dexo lo que yo hize, por tres cosas: la primera, porque soy obligado como criado y vasallos de Vuestra Magestad; la segunda, porque lo devo a la casta donde vengo; la terçera, porque no faltará quien lo diga a Vuestra Magestad, y sy no, ello mismo se dirá.

«A cavo de este año o poco más, muy poderoso señor, vino a esta çiudad el governador don Diego de Almagro con la gente que con él avía ydo delante, que es a Chile, a descubrir. Y llegó, antes de la çiudad, a un pueblo que se dize Hurcos, que es siete leguas della. De do se apartó para se ver con el Yuga e Villahoma que estavan en un lugar que se llama Tanvo, siete leguas del Cuzco, porque diz que le abían embiado a dezir el dicho Yuga que, sy matava a los españoles questavan en la çiudad, quél vernía de paz. Y dexó en Hurcos toda su reçaga y gente, sy no fueron çient hombres que llevó consigo. Y embióle dos hombres, los quales el Yuga oyó e despachó muy bien, aunque con algunos temores de venir de paz, pero con mucha esperança. Tornó el governador a embiarle otros dos, los quales le prendieron, diziendo que le querían engañar, diziendo que avía sido ynformado dello. Y vinieron los yndios a darle guaçavara al dicho governador e su gente. El qual se retruxo hazia la çiudad del Cuzco.

«Y quando Hernando Piçarro supo que venía çerca y que no le avía embiado a dezir nada, salióle a resçebir a punto de guerra. E media legua de la çiudad, poco más o menos, encontramos con dos cavalleros que el dicho governador enbiava a Hernando Piçarro para dalle quenta de su venida de Chile, que hera, ansý por no aver hallado más que descubrir que fuese buena tierra como a socorrerle a él y a los españoles questavan en la çiudad del Cuzco, que estavan çercados, como por averle alcançado las provisiones reales de Vuestra Magestad en que le hazía governador, acavados límites del governador don Françisco Piçarro su hermano. Y que sy no le abían embiado mensagero del camino a se lo hazer saber, hera por engañar e contentar al Yuga, que le había embiado a dezir questava mal con los españoles del Cuzco y que no se alterase. Que él no venía a aver pasyón con él syno a partir las governaçiones con el governador don Françisco Piçarro su hermano.

«Y Hernando Piçarro le respondió, teniendo sus reales asentados media legua el uno del otro, que siendo de aquella manera, él fuese muy bien venido y que sería muy bien resçevido y que quando mandase, podría entrar en la çiudad. Y retiróse el dicho Hernando Piçarro y toda la gente que con él estávamos en la dicha çiudad, de do le tornó a embiar a dezir que mirase bien no fuese su entrada para desososegar la çiudad y que desto quería palabra y seguridad. El governador, syn responder a esto, otro día de mañana caminó por unas lomas questán alderredor desta çiudad en son de guerra con sus atambores y vanderas tendidas hazia Hurcos a juntarse con su reçaga. Hernando Piçarro y su gente asymismo salió desta çiudad hazia ellos. Él governador don Diego de Almagro le embió a dezir con el bachiller Guerrero que no se alterase, que él yva a socorrer su reçaga, que le dezían questava gente de guerra con ella. Hernando Piçarro respondió que la gente avía salido fuera de su voluntad, pero que él la haría bolver. Y así lo hizo.

«Y otro día siguiente, que ya estava junto con su gente, desde las Salinas, que es una legua de la dicha çiudad, embió a Juan de Guzmán, contador de Vuestra Magestad en su governaçión, y al bachiller Guerrero y a su secretario Sosa y a otros dos escrivanos que se llaman el uno Gonçalo Hernández y el otro Silva, a requerir a Hernando Piçarro con las provisiones de Vuestra Magestad, diziendo que le pertenesçía el Cuzco e que entrava en su governaçión. Hernando Piçarro las ovedesçió y remitió al cabildo de la dicha çiudad. El qual cabildo se ayuntó y para más abundamiento nos mandó llamar al capitán Hernando Ponçe y a thesorero Alonso Riquelme y al liçençiado Prado y a mí, los quales todos juntamente, visto la real provisión de Vuestra Magestad y su requerimiento, respondimos que los límites no estavan partidos ni savíamos por dónde se abían de partir; que ovedesçíamos la provisyón real y que quanto al cumplimiento, fuese a partilla con el dicho governador don Françisco Piçarro y que partida, desde entonçes le abríamos por resçevido, cabiendo la dicha çiudad en sus límites y governaçión.

«Él se llegó más y se pasó çerca de la dicha çiudad en son de guerra, sus vanderas tendidas. Y ansimismo Hernando Piçarro començó de hazerse fuerte en la dicha çiudad. Y entendiendo el thesorero Alonso Riquelme y el liçençiado Prado en los poner en paz y conçertar, dieron por medio treguas de tres días. En las quales vino don Diego de Almagro, con condiçión que Hernando Piçarro no se fortalesçiese la çiudad, porque no fuesen las treguas para pelear syno para se conçertar. Y Hernando Piçarro vino en ellas desta manera.

«Y otro día siguiente, diziendo que Hernando Piçarro avía hecho la noche pasada derribar unas puentes y fortalesçió la çiudad, y que quería poner en su livertad el cabildo, entró con toda su gente de guerra e prendió a Hernando Piçarro. Y murió un hombre de la una parte y otro de la otra.

«Y yo al salir de mi posada topé con el dicho governador, el qual, desque le dixeron quién hera, se apeó y me abraçó y rogó que me bolviese a mi posada. Y yo le dixe que le encomendava el serviçio de Vuestra Magestad y sosiego de la çiudad. Y él me dixo que se lo traýa a cargo. E yo me bolbí a mi posada y él se apoderó de la çiudad. Y desque fué de día, llamó a cabildo y presentó una ynformaçión de pilotos como la dicha çiudad del Cuzco cabía en los límites de su governaçión, los quales llegavan hasta la çiudad de los Reyes, e que de allí no pasavan los de don Françisco Piçarro, poco más o menos. Y visto esto, unánimes e conformes, le resçibió el dicho cabildo por tal governador. Y luego por la defensa que hizo el dicho Hernando Piçarro e algunas quexas que hubo contra él, hizo proçeso contra él y contra Gonçalo Piçarro su hermano, los quales tubo presos.

«Y desde ay a dos meses, poco más o menos, tubo nueva como venía gente de la çiudad de los Reyes en mucha cantidad. E con quatroçientos hombres, poco más o menos, les salió a resçebir. E desde la Purima, que son honze leguas de la çiudad, supo de un español que vino adelante, que se llama Palomino, como venía un capitán del governador don Françisco Piçarro que se llama Alonso de Alvarado con quinientos hombres de guerra a socorrer al Cuzco que pensava que todavía estava çercado; e que desque supo que estava allí el dicho don Diego de Almagro, se avía hecho fuerte en el río de Avancay, que son syete u ocho leguas adelante.

«Y luego nos rogó y mandó a Juan de Guzmán e a Diego de Mercado, contador y fattor de Vuestra Magestad, e a Diego de Alvarado e a Gómez de Alvarado e al liçençiado Prado e a mí que fuésemos a hablar al dicho Alonso de Alvarado y a su gente y le dixésemos de su parte e ynformásemos de la nuestra como él hera resçebido por governador en el Cuzco en nombre de Vuestra Magestad por su probisión real, la qual y la fee del escrivano dél llevávamos con nosotros. Que le rogava y, sy menester hera, mandava biniese devaxo de su ovidiençia y governaçión y que, haziéndolo ansý, partiría la tierra con ellos como vasallos de Vuestra Magestad e yrían luego a conquistar al Yuga, questava alçado, y conquistar la tierra. Y si no querían, que se bolviesen a su governador y governaçión y desocupasen la suya.

«Acavado nuestro razonamiento, el dicho Alonso de Alvarado nos prendió e puso en prisyones a todos seys y a un escrivano de Vuestra Magestad que llevávamos para requerirle con la provisión real. Y a todos siete nos puso grillos y cadenas y em poco compás nos tapió a piedra y lodo y tubo treynta días. Y no quiso ver la dicha provisión real; antes dixo él e su gente que heran cartapaçios de bachilleres del Consejo, lo qual se verá más largamente en el proçeso que sobre ello está hecho, a lo qual me remito.

«Y don Diego de Almagro, savida la prisyón de sus mensajeros, se retiró a la çiudad del Cuzco y embióle un alcalde y el procurador de la dicha çiudad y un escrivano a requerirle le diese los ofiçiales de Vuestra Magestad y los otros mensajeros que avía embiado, a los quales maltrataron segund y como por el proçeso se verá que está hecho sobre ello, al qual me refiero. Y visto esto, don Diego de Almagro con la más gente que pudo fué sobre el dicho Alonso de Alvarado y su gente y tornólo a requerir. Y como no quisieron, convatióles y entróles el río y murieron de una parte y de otra çinco o seys. Y prendió al dicho Alonso de Alvarado y soltónos y bolvióse a la çiudad del Cuzco, hecha toda la gente una y de su parte. Los quales dixeron que Alonso de Alvarado, su capitán, no les avía dexado ver la probisyón y quando la vieron, le ovedesçieron y tubieron por tal governador.

«Dende en un mes, poco más o menos, vinieron los liçençiados Espinosa y el de la Gama e Guillén Xuárez de Carvajal, fator de Vuestra Magestad, y Fuentmayor, hermano del presydente de Santo Domingo, de parte del governador don Françisco Piçarro, para entender en paçes y conçiertos y soltar a sus hermanos que estavan presos, como dicho tengo.

«Y andando en estos tratos, el dicho Fuentmayor requirió con una probisyón de la chancillería real de Santo Domingo, que fué hecha creyendo que hera muerto el dicho don Diego de Almagro, para que governase su governaçión y, si fuese bivo, mandase a entrambos governadores que estubiesen en paz y estubiese cada uno do les hallase. El governador don Diego de Almagro respondió a todos que él quería llevar el oro que estava recogido en la çiudad de sus quintos reales y a Hernando Piçarro, con su proçeso, preso al primer puerto de mar, para lo embiar a Vuestra Magestad todo. Y ansí nos mandó aperçibir, y fuymos con todo lo susodicho e yo, como tengo provado, para me venir en España.

«E dende la mitad del camino rogónos y mandónos el dicho governador don Diego de Almagro a Diego Núñez de Mercado y al contador Juan de Gudmán y a mí, como a criados de Su Magestad e con su poder, que fuésemos a pasçificar e partir límites, como hombres que syempre conosçió desear paz entre él y su compañero, e le diese navío en el puerto de Chincha, que son treynta leguas de la çiudad de los Reyes, do el governador don Françisco Piçarro resyde, para embiar el dicho oro e a Hernando Piçarro preso: e que entendiésemos con el dicho don Françisco Piçarro de su parte en lo que más conviniese al serviçio de Vuestra Magestad y paz y sosiego de los dos governadores.

«E así fuemos, e platicando en la dicha razón, travajando de los conformar, hallando buen deseo y gana en el dicho governador don Françisco Piçarro, estando en los tratos, segund e como adelante diré, soltóse de la çiudad del Cuzco Gonçalo Piçarro, hermano del dicho don Françisco y Hernando Piçarro, y el capitán Alonso de Alvarado, -que presos quedavan los dos,- y prendieron al capitán Rojas que quedava por theniente del governador don Diego de Almagro, segund e como me remito al proçeso que sobre ello está hecho. Y con çinquenta o sesenta de cavallo se fué adonde estava el governador don Françisco Piçarro e nosotros tratando lo susodicho.

«Los quales, fatigados de las prisyones, encaresçiendo sus honrras e yntereses, metieron tan grand çiçaña al dicho governador don Françisco Piçarro e su gente, con lástimas, dádivas y promesas de parte del dicho Hernando Piçarro y suyas. Y segund paresçe, ansí quedó conçertado quando se apartó dellos el dicho Hernando Piçarro, el qual ansí lo confiesa. E dixo Gonçalo Piçarro en nuestra presençia al dicho governador don Françisco Piçarro que, sy no sacava a su hermano, él con la gente que allí estava le sacarían. Y con esto no pudo dexar de dañarse la negoçiaçión en tal manera que fué causa de la perdiçión, que en verdad tal se puede llamar, pues se perdieron vidas e almas e haziendas, com pasiones, yntereses e cobdiçias.

«Pero todabía con buen zelo el governador don Françisco Piçarro vino a ponerlo en manos y terçería de la manera siguiente: puse, de su parte el governador don Diego de Almagro a Diego Núñez de Mercado, alcalde de Nicaragua, y a mí; y el governador don Françisco Piçarro al biçeprovinçial frayle de los dominicos, fray Juan de Olías, y a Françisco de Chaves, su capitán. Y diéronnos sus poderes vastantes para que nos pusyésemos en un lugar que se llama Maran, que está en medio de la çiudad de los Reyes, do estava el governador don Françisco Piçarro, y de Chincha, adonde estava el dicho don Diego de Almagro, de condiçionalmente, si fuese serviçio de Vuestra Magestad y conviniente a la tierra y cupiese en los límites de su governaçión... que ay treynta leguas desde este pueblo de Chincha hasta la çiudad de los Reyes.

«Y estando nosotros esperando del dicho don Diego de Almagro más abundante poder que el que avíamos traýdo para tratar nuestro compromiso, el qual fué que diésemos horden lo que cada uno de los governadores devía de governar, entre tanto que Vuestra Magestad declarase lo que fuese servido y fuese justiçia, entremetióse un frayle probinçial de la horden de Nuestra Señora de la Merçed que se llama fray Françisco de Bovadilla, y destruyó la cosa desde el prinçipio hasta el cavo; y fué causa y prençipal destruyçión de todo. Para lo qual, por nuestros pecados, fué menester husar el diablo de sus mañas y falsedades, entrando enmaxcarado con este santo ávito. Y este reverendo hombre, el qual fallamos y resydía con el dicho don Françisco Piçarro, y de pura embidia suya y diligençia del diablo trató y negoçió con el dicho governador don Françisco Piçarro y con nosotros que quería yr a ver al governador don Diego de Almagro, porque se conosçían de largo tiempo.

»Y fué y díxole que la cosa quedava muy mal hordenada, porque don Alonso y el alcaide de Nicaragua, que estavan puestos de su parte, quedavan muy amigos con el governador don Françisco Piçarro y que, ya que no hiziesen cosa que no deviesen, que la cosa puesta en quatro, dos de una, parte e dos de otra, como quedava, hera y abía sido començar para nunca acavar; y que a él le constava ser su governaçión hasta la çiudad de los Reyes, asý por el altura y derecho meridiano, como Vuestra Magestad manda que se mida, como por aver visto él la tierra; e que sy era servido dello, quél asystiría con nosotros para remediar las parçialidades que entre nosotros podría aver.

«Don Diego de Almagro, como en la verdad çertifícolo a Vuestra Magestad, hera bueno y deseoso de acavar en este mundo con fama y permaneçer en el segundo de perpetua vida con gloria, y esto no se puede hazer sin tener contento a Dios Nuestro Señor y a Vuestra Magestad, creyólo y gozóse mucho de encaminarse por el reverendo frayle, con mente pía por su santo ávito. Y díxole: 'Padre, aunque Vuestra Paternidad á residido con el governador don Françisco Piçarro, téngoos por buen servidor de Dios Nuestro Señor y del Emperador. Por lo qual yo me quiero fiar de vos y ponerlo todo en vuestras manos, sy el governador don Françisco Piçarro quiere, para que seáys entre nosotros, entre tanto que Su Magestad probee juez de nuestras diferençias.' Al qual respondió el frayle, -lo qual estava provado: 'Pues, sy ansí lo haze Vuestra Señoría, yo os hago juramento por el ávito de Nuestra Señora de la Merçed de os partir límites por el Guarco,'- que son veynte leguas más acá de la çiudad de los Reyes.

»Confiando en esto, el governador don Diego de Almagro nos escrivió una carta, dándonos a entender la satisfaçión que tenía del dicho frayle, y que si el governador don Françisco Piçarro quisiese, le diésemos poder para que quedase todo en sus manos, por el poder que nos avía embiado que hera muy vastante para todo lo que quisiésemos hazer, rogándonos lo tubiésemos por bien y avisándonos que convenía mucho al serviçio de Vuestra Magestad y a su honrra. Así lo tubo Françisco Piçarro e nosotros lo hezimos, aunque él, metiéndolo por la manga, se salió por el cabeçón. Que contraminando maliçias y sospechándolas, sabiendo don Diego de Almagro e nosotros que, soltando a Hernando Piçarro, avía de aver daño, le dimos poder para que partiese los límites y que entendiese en todas las cosas anexas e conçernientes a ellos y paz y sosiego destos reynos de Vuestra Magestad, desde el día de la fecha en adelante; y que no entendiese en cosas pasadas, porque no tocase en la prisyón del dicho Hernando Piçarro ni en la posesión del Cuzco, hasta que Vuestra Magestad y su Real Consejo de las Yndias probeyese lo que fuese justiçia.

»Y lo primero que hizo, syn tener poder para ello, fué quitarle el dicho Cuzco y mandar que se soltase el dicho Hernando Piçarro. Visto el engaño, corrido y agraviado el dicho don Diego de Almagro, y el daño que se sospecharía de la perdiçión de la tierra, como después fué, apeló la sentençia de la manera y forma que se verá por los autos y testimonios e provanças que sobre ello se hizieron, a lo qual me remito.

»Visto esto por los capitanes Hernand Ponçe de León y Françisco de Godoy, amigos de ambas partes y buenas personas y çelosos del serviçio de Dios y de Vuestra Magestad, entraron a dar medios, los quales fueron que estubiese el dicho governador don Diego de Almagro en su Cuzco, como estava, y que deshiziese el pueblo de Chincha, pues lo avía hecho condiçionalmente, y lo hiziese ocho leguas más hazia el Cuzco en un puerto que se dize San Gallán, donde le embiarían un navío para embiar su hijo y sus despachos a Vuestra Magestad, ynformándole de lo que avía servido en el descubrimiento de Chile, porque en llegando a Chincha, lo avía hecho en una valsa, la qual el dicho don Françisco Piçarro la tomó, con tanto que el dicho don Diego de Almagro le diese a su hermano y el oro que llevava, para que él de su mano le quería enbiar a Vuestra Magestad.

»Visto por don Diego de Almagro ser cosa que, si lo cunplieran, era evitar el daño que se hizo, túbolo por bien. E hizo sobre la seguridad dello todo lo que pudo de fianças y pleytomenages y juramentos, asý por Dios como por vida de Vuestra Magestad. El qual fue tomado al dicho governador don Françisco Piçarro y Hernando Piçarro y sus capitanes, que lo mantendrían y no harían los unos ni los otros contra ello en ninguna manera, hasta que juez conpetente por Vuestra Magestad fuese probeído y probeyese justiçia y lo que convenía al serviçio de Vuestra Magestad o provisyón de Vuestra Magestad en lo que declarase; e que cada uno se deshiziese de su gente y embiasen a paçificar la tierra, cada uno por su governaçión.

»Don Diego de Almagro luego lo efettuó y retiróse a San Gallán; pobló su pueblo e hizo allcaldes y regidores e puso horca y picota en nombre de Vuestra Magestad y púsole por nombre la villa de Almagro y començó a deshazer su gente. Esperando el navío en lugar de recaudar, dicho le an otra razón. Llegaron mensajeros del governador don Françisco Piçarro con una probisión de Vuestra Magestad que truxo el capitán Per Anzures, su soliçitador, la qual y el qual avía muchos días que hera venida y el dicho don Diego de Almagro tenía el traslado, -y como cosa que le paresçía que hazía más a su caso no se temía della,- en la qual probee Vuestra Magestad de lo poblado y conquistado por él a don Françisco Piçarro, que es lo que hazía en su caso, y más avaxo, en el de don Diego de Almagro, un pero que le salió podrido: que si alguno de los dichos governadores estubiese en la del otro, por servir más a Vuestra Magestad que se estubiese adonde la dicha provisión le tomase, y el que se syntiese agraviado, se fuese a quexar a Vuestra Magestad, que Vuestra Magestad le desagraviaría.

»E vista esta provisión y requerimiento del dicho don Françisco Piçarro, en que le requería que se saliese de todo lo por él poblado e conquistado, que hera haziéndole bolber a Chille, tornóle a requerir el dicho don Diego de Almagro con lo que en la dicha probisión hazía a su caso que dicho tengo con los mismos mensajeros y un procurador suyo. Lo qual no aprovechó para dexar de venir sobre él el dicho don Françisco Piçarro y Hernando Piçarro con mucha gente y arcabuzería que mediante los medios se estubo proveyendo. Don Diego de Almagro e su gente nos retruximos a la sierra a un lugar fuerte que se llama Guaytara. Y don Françisco Piçarro deshizo el pueblo y prendió a los alcaldes y regidores, y después vino sobre nosotros. Y desque vimos que no se podía defender nuestra fortaleza syn riesgo de una parte o de otra y el menor daño hera muy grande para el serviçio de Dios y de Vuestra Magestad Çesárea, venimos al Cuzco.

»Y desde allí se bolvió el governador don Françisco Piçarro a la çiudad de los Reyes, y vino Hernando Piçarro con ochoçientos hombres de guerra, en que traýan ochoçientos cavallos y arcabuzes çiento e veynte y vallestas çiento e çinco y seys pieças de artillería gruesa. Y don Diego de Almagro llegó un mes antes a la çiudad del Cuzco, adonde vino sobre ella el dicho Hernando Piçarro e su gente. Y por ser de paja la techumbre de las casas y los arcabuzes poder hazer mucho daño detrás de las paredes, salió don Diego de Almagro tres quartos de legua de la çiudad a ver qué quería, con quinientos hombres, trezientos de cavallo y dozientos de pie, y tres o quatro pieças de artillería gruesa.

»Y yo quedéme en la çiudad, porque siempre me é apartado de ofender ni ser ofendido y de enojar a Vuestra Majestad en dicho ni en hecho, como -graçias a Dios- me puedo loar, syn la qual ayuda no me pudiera governar segund el aparejo. Y no faltavan letrados de una parte y de otra que justificaran las causas. Y sin más acá ni más allá, dieron su vatalla y buena pro les haga.

»Vençió Hernando Piçarro. Murieron de su parte veynte e çinco o veynte e seys hombres y de la de don Diego de Almagro, dozientos hombres y otros çiento con sus caras acuchilladas y otros çinquenta mal heridos, los quales de la parte de Hernando Piçarro vinieron siguiendo la vitoria hasta la dicha çiudad. Quedó muerto de la parte de don Diego de Almagro su capitán general Rodrigo Orgoñós, un muy valiente cavaliero y esforçado y muy servidor de Vuestra Magestad, y otros muchos de mucha calidad. Don Diego de Almagro, como hombre doliente, avíase quedado algo atrás y vino con tiempo a la çiudad y metióse en la fortaleza, adonde le prendieron.

»Hiziéronse muchos rovos públicos, aunque los que llegaron a notiçia de Hernando Piçarro mandólo restituyr. Y demás de ver lo de mis vezinos, hablo como testigo presente, que me sacaron aquella noche quatro arcabuçeros al campo a darme tormento para que les diese mi moneda. E hize talla con ellos de quinientos pesos de oro, los quales no consyntió Hernando Piçarro que me los llevasen, quando otro día lo supo.

»Començó a hazer proçeso contra el dicho don Diego de Almagro, el qual turó tres meses. Paresçióle que hera justiçia hazer justiçia dél. La qual hizo desta manera: sentençióle a muerte. Y leýda la sentençia, el dicho don Diego de Almagro, no poco admirado, medroso y espantado, le dixo: 'Yo apelo para ante el Emperador y Rey don Carlos mi Señor, a quien yo mucho é servido, y poco deservido.' No queriéndosela otorgar, le dixo: 'Apelo para ante la chançillería real que reside en la çiudad de Santo Domingo de la ysla Española.' No queriéndosela otorgar, le dixo: 'Apelo para ante el governador vuestro hermano.' Y no queriéndosela otorgar, le dixo: 'Mirad, señor comendador Hernando Piçarro, que yo é seýdo el primer escalón adonde estáis vos y vuestro hermano el governador. Mirá que siendo mi enemigo, no es justo la muerte que me days, aunque obiese hecho por qué.'

»Hincósele de rodillas delante dél e quitósele un paño de cabeça e díxole: 'Mirá esta cabeça hecha pedaços en serviçio del Emperador nuestro señor. Mirad este ojo saltado desta cara en su serviçio y vuestro remedio y de vuestro hermano.' Hernando Piçarro se avaxó y le levantó y le dixo: 'Yo no puedo hazer menos, porque veo que es justiçia y toda mi gente me lo aconseja. Mire Vuestra Señoría que no es de hombres honrrados tanta vaxeça ni tanto temor.' Respondióle: 'O, señor, que Dios temió la muerte, y yo no solamente temo la mía pero temo la de muchos buenos con cuya vida se abían de remediar. Por amor de Dios, me deys adonde quisiéredes la vida, que con lo que me diéredes me contentaré. Y otorgáme mis apelaçiones o qual dellas quisiéredes.'

»Desque vió que no quería y que se salía, dixo: 'Apelo para ante aquel Dios Todopoderoso que es justo juez, y enplázoos para que dentro de quarenta días seáys vos y quantos son en mi muerte ante Su Magestad.' Luego un frayle que allí estava para le confesar le reprobó el dicho emplazamiento, que dixo que no era líçito ni de buen cristiano. Y él dixo que si ansý hera, quél disystía dello. E asý se confesó como cathólico cristiano e hizo su testamento, mostrando en la muerte el deseo de la vida, dexando a Vuestra Magestad por heredero de todos sus bienes, e a mí, como criado de Vuestra Magestad y amigo suyo, por albaçea y testamentario suyo, encomendándome su alma e su honrra e que ynformase a Vuestra Magestad de la verdad.

»E ansí, confesado y testado, en el cubo donde estava preso, ya que le querían dar garrote, -como se lo dieron,- dixo a los que allí estavan: 'Yo muero por aver servido al Emperador. Tanbién mi muerte remeda a la de Cristo, aunque yo soy pecador y Él no lo hera. No vos pido a vosotros perdón; antes ruego a Dios Todopoderoso os perdone.' Y desta manera le dio el ánima y ellos le ahogaron y sacaron muerto a la plaça. Y le pusieron al pie de la picota en un repostero, adonde estubo una ora. Y luego le llevaron al monesterio de Nuestra Señora de la Merçed, adonde se mandó enterrar. Y le acompañó Hernando Piçarro con lágrimas e tristeza, y bien creo que le pesó e sy lo hizo, fué creyendo que con su muerte Vuestra Magestad se sirvía y se apasçiguava esta tierra. Sy fué justiçia o no, remítome a los proçesos y letrados.

»Agora que, como soi albaçea y testamentario y persona de quien confió el crédito de Vuestra Magestad y sus serviçios y honrras, yo é desculpado al governador don Diego de Almagro e a mí, por lo que a mí toca, quiero desculpar a Hernando Piçarro y no al governador don Françisco Piçarro, porque esto está ante Dios y Vuestra Magestad y el mundo, porque ya está tenido y creditado y reputado por cathólico cristiano y fiel vasallo de Vuestra Magestad y muy buena persona. Y lo que toca a Piçarro, digo que como hombre que save la verdad e sin pasyón e que no querría que biniese daño a ninguna de las partes por mí, por averme hallado con él desde el prinçipio hasta el cabo, como dicho tengo en el prinçipio desta mi carta y relaçión que hago a Vuestra Magestad, sy defendió la çiudad del dicho çerco, él lo hizo como valiente capitán y buen servidor de Vuestra Magestad, como hombre que en la verdad ama su real persona. Porque muchas vezes le oý dezir que si, como Vuestra Magestad es su Rey, fuera su ygual vezino, no le tubiera en menos de lo que le tiene ni le dexara de querer como le quiere, loando mucho su cathólica persona.

»Y quando el dicho governador don Diego de Almagro tornó, que no deviera, Hernando Piçarro hizo muchos cunplimientos con él, teniendo respecto al acatamiento de Vuestra Çesaria Magestad y consideraçión a la compañía quel governador don Françisco Piçarro tenía con él y por venir de tan luengas vías y travajos de servir a Vuestra Magestad, y ansimismo escusando muertes de hombres cristianos, vasallos de Vuestra Magestad, espeçialmente que traýa don Diego de Almagro quinientos hombres y Hernando Piçarro tenía dozientos y çinquenta. Y atento lo susodicho, Hernando Piçarro le ofresçió muchos y buenos partidos a la primera entrada de la çiudad del Cuzco al dicho don Diego de Almagro, convinientes al serviçio de Vuestra Magestad y a la paz y sosiego, los quales creo que tomara, amando la paz como syenpre deseó, sy no fuera por su gente. La qual, biéndose poderosa y nesçesitada y travajada, con deseo de descansar y enriqueçer y hechar más cargo al dicho governador don Diego de Almagro y mostrar sus personas, y que, mediante ellas, favoresçiéndose de las probisyones de Vuestra Magestad, fuese governador del Cuzco, para ser gratificados, conforme a esto le hizieron entrar en él, como entró, y después no dexaron de ayudar letrados y otros consejeros. De lo qual, graçias a Dios, yo estoy muy libre, y dél las espero y de Vuestra Magestad. Y después, asý como soys obligado, muy poderoso y cathólico señor, a dar pena por el mal, soys obligado a dar premio por el bien. Lo qual pido e, sy es menester, ante Dios requiero, conforme a mis serviçios, Vuestra Magestad me haga las merçedes de pena o de gloria, para lo qual no pido misericordia syno justiçia.

»Lo que Hernando Piçarro, muy Poderoso señor, hazía con don Diego de Almagro es lo siguiente: partía la çiudad con él y con su gente; ponía un theniente por su hermano don Françisco Piçarro, amigo de don Diego de Almagro, para que tuviese la justiçia en su favor, hasta que los dos se viesen y se conçertasen. Y por ser buen comedimiento y justo creo que le açebtara el dicho don Diego de Almagro, sy no fuera por su gente, como dicho tengo. Y por averlos desculpados a ellos, no acuerdo culparme a mí; por lo qual acuerdo dezir que muchas vezes aconsejé al dicho don Diego de Almagro que no tomase nada por su abtoridad y dexase probeer a Vuestra Magestad, aunque suplese bolverse a Chile, pues él avía servido bien y Vuestra Magestad suele pagar bien al que le sirbe, y que pues tan buenos entendimientos dava a las probisiones reales en su favor, tanto más esperança avía de tener en la justiçia.

»Y al governador Françisco Piçarro dixe, entendiendo en las paçes de los dos, que si algund tuerto le abía hecho y contra derecho don Diego de Almagro, tanto más le obligava a sufrirlo y pasar por ello, pues mientra más tuerto fuese, más se paresçería, pues tenía Rey y esperava juez; y que mirase quel vençido avía de ser vençido y el vençedor perdido y otras cosas que, por no ser prolixo, no digo aquí a Vuestra Magestad que guardo para quando yo me vea con Vuestra Magestad, que será lo más presto que yo pudiere.

»Y dando la culpa a cuya es, que alguno la á de tener, digo e declaro que la tiene el frayle fray Françisco de Bovadilla y Fuentmayor, hermano del presidente de Santo Domingo, que si como vino por juez, quisiera ser medianero y estarse quedo, no llegara a lo que á llegado, sino quiso yr por soliçitador del governador don Françisco Piçarro y dexólos para que se matasen. Y el liçençiado Espinosa murió de una dolençia que le dió, que le llevó en çinco días o seys, e a cavo de quinze que a la çiudad del Cuzco llegó con los susodichos, bien creo que, si no fallesçiera, hiziera grand fructo en serviçio de Dios e de Vuestra Magestad y en la paz e sosiego destos dos governadores. Porque demás de su avilidad e buena yntençión, teníanle respecto entrambos por aver estado devaxo de su mano e jurisdiçión.

»Tanbién creo que si el obispo fray Viçente de Valverde del Perú no parara en la çiudad de los Reyes y, como fué aconsejado y començó a efettuar, viniera a la çiudad del Cuzco, se evitaran los daños o mucha parte dellos. Syno que crea Vuestra Magestad que estos frayles, desque salen de sus monesterios, o los más dellos, pierden el esperança del paraýso. Yo é dicho verdad, Vuestra Magestad, en lo susoescrito e si algo me é acortado, á sido por evitar prolixidad y escándalo. Lo qual va firmado de mi nombre, para lo ansí mantener e sostener por tal verdad, y si menester es, asý lo juro a Dios y al ávito de Santiago que así pasa, y antes más que menos. En lo qual antes me mesuro y templo por acatamiento de Vuestra Magestad y por no le dar pasión, que esedo ni me alargo. Y ruego a Dios Todopoderoso que si afiçión ni pasión ni ynterese ni anbiçión se me sigue para dañar a nadie, me sea demandado e castigado. Y asimismo guarde e acresçiente la cathólica persona real de Vuestra Magestad, para que sirva a Santiago, que Dios y a nos haga merçedes y mantenga justiçia. Es fecha.

»De la junta quel probinçial hizo en Mora de los dos governadores con cada doze cavalleros no doy quenta, porque es larga y no muy nesçesaria, espeçialmente con brevedad; y asimismo de otras cosas que dexo para quando viere a Vuestra Magestad, a quien quanto puedo suplico desta mi carta e relaçión se dé parte y traslado a quien la pidiere y quisiere y contra ello alegar pudiere, porque mi yntençión no es engañar a Vuestra Magestad secreta ni públicamente, syno que lo que dicho tengo, declarado y sacado en limpio, y judgado contraditorio, vean que antes é pecado por corto que por largo, arrimándome a la templança.

»De lo que toca o tocar devo a relaçión y estado de la tierra, yo la é hecho a Vuestra Magestad días á, asý de gente como de los temporales y costellaçiones, mar e tierra, çerros y valles, ríos e caminos de todo lo que yo é visto e andado, y de personas de razón e crédito é oydo. En todo é servido a Vuestra Magestad lo que é podido y ansý lo haré mientra Dios me diere vida. No me á pesado de las falsas relaçiones que de mí le an hecho a Vuestra Magestad, porque abra visto quererme dañar, para que no sea creýdo, y endignar a Vuestra Magestad, para que no sea pagado. Y abráles de sallir al revés, porque abrá acresçentado más en mi créditto, que segund yo lo é gana, no me contentaré con lo que é dicho.

»El liçençiado Caldera vino con el dicho obispo y si este otro hiziera lo que él aconsejava, açertara a ser maestro. Al qual liçençiado Vuestra Magestad deve muchas merçedes, porque por ello y por hazer lo que es obligado á perdido muy grandes yntereses. Cristianísimo e muy poderoso señor, después de aver yo servido a Vuestra Magestad tres años de çerco y conquista de los naturales del Perú y grand çiudad del Cuzco, con cargo de maestre de campo e capitán a costa de mi hazienda e de mi vida, quando a mí e a otros que ayan servido menos que yo se quiso dar e se dió el premio e galardón en el repartimiento de la tierra, llegó una çédula de Vuestra Magestad en que mandava traerme preso, por lo que sospechava de mi bulliçiosa condiçión y malas señales, que pornía en desasosiego la dicha tierra.

»Y pues mis vondades han deshecho las ruynes señales, razón y justiçia es y serviçio de Dios que, pues por ellas Vuestra Magestad me escusó el premio y el galardón, agora conforme a mis obras se me recompensen mis travajos y mi honrra con yntereses y onores, protestando ante Dios, que es sumo Señor y soberano juez, me haga justiçia e lo ponga en voluntad a Vuestra Magestad, de manera que no basten ynbidiosos a poderse vengar de mí por la çesárea mano de Vuestra Magestad y cathólica conçiençia, espeçialmente que por servir y avisar a Vuestra Magestad quiçá me querrán dañar, contraminando mi atoridad y deseo.

»Muchos dizen, muy poderoso señor, y algunos lo escrevirán o dirán a Vuestra Magestad que fué prinçipal discordia la que tubieron los sobredichos governadores, -o por lo menos alguna parte-, la provisión que hordenaron los del vuestro Real Consejo, con que dicho tengo que requirió el uno al otro y el otro al otro. Digo e çertifico a Vuestra Magestad que ni lo uno ni lo otro no fué, porquella venía hordenada como de tan cathólicos y retos varones que en semejante Consejo deven estar, syno que son achaques de hazientes e consyntientes, como más largamente yo declararé por las preguntas que Vuestra Magestad fuere servido que yo declare, porque en más ni allende yo no me tengo que entremeter, porque no quiero hazer mal a nadie ni dexar de servir a Vuestra Magestad.

»Y ansí, vistas y exsaminadas las dichas mis provanças, a Vuestra Sacra Magestad suplico me las mande tornar, porque como van çerradas y selladas, no las é mostrado. O, en defeto de me las bolver, Vuestra Magestad en su real respuesta de mi carta e relaçion, firmada de su real mano, me haga saber lo que por ella paresçe, para que todos sepan lo que en las dichas provanças ante Vuestra Magestad se á mostrado de mis serviçios y obras, porque por lo que dellas conozco tengo por cosa çiercta los testigos que en ella se ponen hablarían cosas en mi favor, pues yo estoy satisfecho que en todos estos tiempos que en el Perú resydí en aquella tierra, ninguno me á hecho ventaja ni en dicho ni en hecho.

»É querido suplicar a Vuestra Magestad me haga esta merçed, porque bien sé que abrá algunos que, por encubrir sus exçesos e delitos, querrían hazer de mis obras buenas lo contrario, y aun por seguir la costumbre del diablo, que es procurar hazer a todos de su color, espeçial pues Vuestra Magestad para ello ya fué servido de les abrir puerta a sus dañadas yntençiones, esto con las çédulas que contra mí embió a aquellas partes, syn que en alguna manera mis obras ni aun mis deseos lo hubiesen meresçido. Por donde, demás de lo que a mis serviçios se deve, Vuestra Magestad está obligado a desengañar los que con estas cosas han resçebido engaño, espeçialmente a los de su Real Consejo de Yndias, que prinçipalmente le resçibieron en mi daño. Los quales aunque como humanos y pecadores han caýdo en hierro semejante, Vuestra Magestad, como persona sagrada y que por parte del lugar que del Spíritu Santo en la tierra tiene, piadosamente se deve creer dél será más puramente alumbrado, no deve tropeçar en semejante ynadvertençia.

»Otrosí, muy poderoso señor y cristianísimo prínçipe, porque puesto caso que, ansí por la mucha claridad que Dios en el juyzio de Vuestra Magestad naturalmente puso como por parte de los cobtidianos alumbramientos que a un tan gran juez en la tierra se deve creer de cada día conçede, Vuestra Magestad en todo, -es muy çierto,- siempre está muy advertido, todavía de las cosas que a sus sagrados oídos no an venido no es justo se crea lo puede estar». Por tanto, para que en lo que toca a su real serviçio y pura conçiençia y el bien e remedio de aquellas partes del Perú, me á pareçido cosa muy conbenible, y nesçesaria con toda brevedad hazer saver a Vuestra Magestad la relaçión de las personas sediçiosas y de mal estilo de bivir que en ellas á avido en el tiempo que digo, de quién y de quáles son y de las obras de cada uno. E si algunas dexare, será por ser de calidad que ny en el probeer se pierde tiempo ni ellas sufren ser escritas, reservándolo para que yo las comunique con su real persona syn otro terçero alguno con otras algunas que para aquel día quedarán reçagadas.

»Quanto a lo primero, por evitar sospecha, que aun en esto no meresçen padesçer, como suso tengo dicho y agora repitto y siempre diré porque es la verdad, los governadores don Diego de Almagro y don Françisco Piçarro son los menos culpados, porque realmente en su condiçión paresçe averlos hecho Dios para no hazer mal contra su acatamiento ni serviçio de Vuestra Magestad ni para hazer cosa que no deviesen, en quanto ellos lo alcançasen a saber. Pero no fué servido de dexar de dar poder a los diablos para que engañasen los hombres. Y así crea Vuestra Magestad que sy en algo han exçedido, á sydo por hombres apasionados y cobdiçiosos y lisongeros; conbiene a saber: el susodicho capitán Alonso de Alvarado, que fué preso por el dicho don Diego de Almagro y después se soltó con Gonçalo Piçarro en y rebolvió a don Françisco Piçarro y a la gente de guerra que con él estava en grandísima manera, por vengarse de la dicha prisyón y algunas palabras quel dicho don Diego de Almagro le dixo. Y ansymismo quando prendieron a don Diego de Almagro, trayéndolo a las ancas Felipe Gutiérrez, governador de Veragua, -para que será testigo,- le dixo el dicho Alonso de Alvarado: 'Almagro, agora quiero que veáis como mi moço puede ser mejor capitán que vos governador.'

»Otrosí venía en conpañía deste capitán Alonso de Alvarado un cavallero natural de Xerez de Vadajoz que se llama Gómez de Tordoya, o es natural de Villanueva de Varcarrotta. Éste, segund dizen y él se preçia, á muerto muchos pesquesidores de Vuestra Magestad que sobre grandes delitos quél á hecho en sus reynos e señoríos le han embiado, y otros de los suyos, espeçial un tío suyo, hermano de su padre, que dizen que mató dentro de una iglesia, como mejor ynformará a Vuestra Magestad el liçençiado Leguiçamo, porque dize él que porque éste por parte de su muger le á acusado, no le consyntieron en Portogal, donde estava huydo, y se á ydo a las dichas tierras del Perú.

«El qual fué con el dicho Alonso de Alvarado en ygual grado, e por él e por su consejo, como su lugartheniente, dió la vatalla al dicho don Diego de Almagro en el dicho río e puente, donde tengo dicho que se hizieron fuertes, y juntamente con el dicho Alonso de Alvarado fué preso. E fué el que dixo a Alonso de Alvarado y toda la gente que con ellos estaban: 'No se os dé nada destas provisiones, que son cartapaçios de bachilleres del Consejo.' Lo qual es verdad y está provado en un proçeso que contra él se hizo, de que es escrivano Martín de Salas, al qual remito. Y asimismo lo dirá Diego de Alvarado y el contador Cristóval de Vega y otros muchos, porque fué muy público. E ansí pasó.

«Dende en poco tiempo se pasó de la parte de don Diego de Almagro, el qual le dió de vestir e aposentó en su casa e mectió en su consejo. E después quando Hernando Piçarro vino sobre el dicho don Diego de Almagro, le amotinava la gente, por do el dicho don Diego de Almagro lo prendió. Y estubo preso, en quanto se dió la vatalla. E luego don Francisco Piçarro le hizo theniente de la justiçia de la çiudad del Cuzco e lo mectió en su casa e queda agora en su compañía. E ansimismo Vosque, alférez del dicho Alonso de Alvarado, no solamente hizo mucho daño en la vatalla, diziendo que recompensava su honrra por aver prendido su primera vandera, pero en las cosas después en la çiudad, abiendo pasado mucho tienpo, entrava a matar los hombres a trayçión.

«Otrosí el capitán Per Ançúrez que fué embiado por el governador don Françisco Piçarro por soliçitador a Vuestra Magestad y vino por capitán de arcabuzeros, que no deviera, para que los yndios se abían alçado, nos dixo al capitán Graviel de Rojas e Alonso de Saavedra, -que serán testigos-, e a mí, e a otros muchos acavado de dar la vatalla: 'Hernando Piçarro me pidió consejo sobre esto que á hecho. E yo le dixe que se satisfiziesen de lo que abían hecho, dándome quenta dello, e que viniese lo que viniese. E ansý lo hizo.

«E ansimismo dixo que sabía de Vuestra Magestad que lo que dezía su real provisión quél truxo, que cada uno se estubiese donde le hallase, no se entendía sy estubiese el dicho don Diego de Almagro en lo conquistado y poblado del dicho don Françisco Piçarro; e presçiávase de aver dado esta declaraçión al dicho don Françisco Piçarro y Hernando Piçarro e toda su gente, presumiendo de privado del reverendísimo cardenal de Sigüença e de criado, que fué su paje, del conde de Osorno, atrebiéndose a dezir y a hazer mucho. Y ansymismo el día que mataron al governador don Diego de Almagro, vino a consolar los presos de su parte, que fueron Varroso su alcalde mayor, Oñate su alguazil mayor, e otros muchos, que ellos dirán e por la prolixidad aquí no pongo: 'Aved paçiençia, que Hernando Piçarro á muerto al governador don Diego de Almagro. E todos fuemos en este paresçer, porque así convenía.

«Otrosí: el capitán Mercadillo, demás de dar muy grandes mañas e ardid por capitanear, ençendió la cosa de arte que paró en la manera que Vuestra Magestad á visto. Y después, porque no le davan la capitanía de la entrada de Xeuxa, quería tornar a rebolver la cosa hasta que se la dieron. Ansimismo rebolvió mucho, hasta llegar a efetto o al defetto de la vatalla, un capitán Diego de Urbina, que diz que se fué de Italia por çiertos delitos que avía hecho, aunque después, segund dizen, quiso pasar de la parte de don Diego de Almagro e sacarlo de la prisión. En lo que toca a éste no me çertifico; Vuestra Magestad se ynforme más, porque no quiero que por mi causa Vuestra Magestad haga hierro ni dañe a nadie, aunque a mi ver la mayor culpa destos negoçios tiene Fuentmayor, hermano del presydente que está en Santo Domingo, ysla Española.

«El qual vino a don Diego de Almagro, quexoso de don Françisco Piçarro, diziendo, segund me dizen,- que yo no se lo oý, pero oýlo a los que con él venían y a testigos que se lo oyeron-, que Françisco Piçarro le avía mandado vender sus cavallos por los fletes que en su navío avía hecho, aunque con título de meter paz con una provisión real que de la dicha chançillería traýa, e como no halló buen acogimiento en el dicho don Diego de Almagro, se partió desabrido dél a don Françisco Piçarro e pidió o açebtó sus negoçios para ante Vuestra Magestad contra el dicho don Diego de Almagro. Por lo qual le dieron que llevase el oro, e catorze mill castellanos para él. Y estoy muy çierto que sy él estuviera en medio con la dicha probisión e de por medio, que no llegara la cosa a lo que llegó, com poco que travajara en ello y menos que sufriera.

«De manera, muy poderoso señor, que a mi paresçer todo lo que dicho tengo e puedo dezir se resume o puede resumir en dos, como los mandamientos de la fee cathólica, y son en este cavallero y en fray Françisco de Bovadilla, el sobredicho probinçial. Verdad es que uno que se llama Huste de Montoya, secretario e consejero del dicho Hernando Piçarro, presumiendo de cortesano y de la casa del comendador mayor de León, sabiendo yo no es aun de sus paniaguados, porque tan mala savandija no suele jazer en su compañía, metió mal en esta cosa, aprobando su partido, obligándose a la pena y a los negoçios sobre lo que susçediese y susçedió. E asý dixo, saliendo a resçebir de la çiudad del Cuzco al governador don Françisco Piçarro y al liçençiado Caldera, que será testigo: 'Paresçiónos por el proçeso y por sus cosas que devía de morir don Diego de Almagro.' Crea Vuestra Magestad que en algunas cosas ymitó la muerte deste pecador a la de Cristo, porque no le faltaron fariseos ni embidiosos, etc.

«Acuerdo, sagrado señor, desculpar um poco al governador don Diego de Almagro y no será tanto quanto sería razón, conforme a la culpa que ante Vuestra Sagrada Magestad le an hechado, porque sus justificaçiones no vasta papel ni tinta ni juyzio humano para contarlo. Solo Dios save la profundidá dello, segund tenía arraigado en su estómago, entrañas e voluntad su santa fe cathólica y vuestro real serviçio, amandôs y temiendôs a entranbos conforme a la ley y razón, como cathólico cristiano y leal vasallo. Mas porque no ay ningund ausente justo y no estándolo yo, no es razón lo esté él, pues me dexó por su alvaçea y testamentario y fió de mí su alma y su honrra, como de hombre de quien confió que diría la verdad a Vuestra Magestad, como vuestro criado y quien bien la save.

«Al presente no quiero de dexar de dezir lo siguiente. Primeramente, cathólico señor, hago saber a Vuestra Magestad que en realidad de verdad el liçençiado Françisco de Prado, viejo y ançiano, dotto en leyes, hombre de mucha espiriençia e conçiençia, le embió a dezir comigo en Guaytara, retrayéndose hazia el Cuzco, que él se quería quedar a declarar a don Françisco Piçarro y a Hernando Piçarro su hermano y a otros capitanes e letrados que con él estavan la justiçia del dicho governador don Diego de Almagro y como ellos venían contra ella. El qual respondió que él avía savido quel liçençiado Barva avía escrito d'España que estavan satisfechos los del Consejo de Vuestra Magestad en estar el dicho liçençiado en su compañía e porque syenpre estubiesen asý e no pensasen que herrava por ygnoçençia ni por maliçia, no lo quería apartar de sý. Y el dicho liçençiado Prado tornó a responder quél no avía herrado ni herraría, si syempre tomase su paresçer. Y adelante en Vilicas le tornó a dezir el dicho liçençiado Prado que se viniese al Cuzco y que si allí le viniesen a ofender, que justamente y conforme a justiçia se podría defender, como governador del dicho Cuzco que hera por Vuestra Magestad, y que hasta esto no abía herrado ni herrava solo un punto y que él se obligava a morir delante, diziendo 'Carlos, Carlos, ¡mueran traydores!' Y ansimismo el liçençiado Guerrero, aunque mançevo, letrado».