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Libros de caballerías castellanos: textos y contextos

José Manuel Lucía Megías





1. Los libros de caballerías castellanos constituyen uno de los géneros narrativos más sobresalientes del siglo XVI, tanto dentro como fuera de la Península Ibérica. Uno de los géneros narrativos más trascendentales, por no decir el fundamental, en el momento en que se están poniendo las bases para la invención de la narrativa moderna; un género que hemos de situar muy por encima de otros (aparentemente) más prestigiosos y mejor estudiados como la ficción sentimental, la picaresca, la pastoril o la bizantina. Algo más de setenta obras diferentes y una difusión con éxito desde finales del siglo XV hasta principios del XVII, tanto en el ámbito de la imprenta como en el universo manuscrito, dan fe de ello.

En los últimos años, han sido muchos los estudios que se han realizado para precisar la cantidad y calidad de las ediciones caballerescas de los siglos XVI y XVII, la trascendencia del género para el desarrollo y la consolidación de los talleres tipográficos hispánicos (frente a la competencia de los flamencos, alemanes, italianos o franceses), así como el análisis y edición de numerosos textos, algunos de ellos inéditos desde el siglo XVI, que han visto a la luz gracias a un ambicioso proyecto editorial del Centro de Estudios Cervantinos (Los libros de Rocinante. Cfr. Bibliografía). Pero todavía queda mucho por hacer; casi todo por analizar, comparar y conocer, tal y como se aprecia al consultar la excelente y útil herramienta que han puesto a nuestra disposición Daniel Eisenberg y Mª Carmen Marín Pina (Bibliografía de los libros de caballerías castellanos, Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza, 2000).

Hay un pasaje del Quijote cervantino que ha venido, por encima de cualquier otro, a precisar una imagen de los libros de caballerías en la mente de los críticos, que les ha permitido pasar por el género de puntillas, aupados en la autoridad otorgada al escritor complutense, uno de los más entusiastas lectores (y autores) del género caballeresco. La escena nos devuelve a la conversación entre el canónigo de Toledo y el cura cervantino, mientras don Quijote se cree encantado.

-Verdaderamente, señor cura, yo hallo por mi cuenta que son perjudiciales en la república estos que llaman libros de caballerías; y aunque he leído, llevado de un ocioso y falso gusto, casi el principio de todos los más que hay impresos, jamás me he podido acomodar a leer ninguno del principio al cabo, porque me parece que, cuál más, cuál menos, todos ellos son una mesma cosa, y no tiene más este que aquel, ni estrotro que el otro.


(I, XLVIII)                


De este modo, el análisis del género caballeresco, de ese conjunto de algo más de setenta títulos diferentes, se ha centrado en un grupo reducido de obras (las mismas que se salvan en el famoso escrutinio de la biblioteca del hidalgo Alonso Quijano), cuyos análisis, al ser todas «una mesma cosa», se han generalizado para el resto. La reciente Bibliografía de los libros de caballerías castellanos ofrece un listado de cifras muy significativo. Al margen de las «Fuentes bibliográficas» (96 títulos) y de las «Obras generales» (526 títulos), sólo los siguientes textos superan la veintena de acercamientos críticos hasta el 2000:

  1. Amadís de Gaula (I-IV): 595
  2. Sergas de Esplandián (libro V de Amadís de Gaula): 73
  3. Lisuarte de Grecia de Feliciano de Silva (libro VII de Amadís de Gaula): 30
  4. Amadís de Grecia de Lisuarte de Grecia (libro IX de Amadís de Gaula): 22
  5. Claribalte de Bernardo de Vargas: 23
  6. Espejo de príncipes y caballeros (I) de Diego Ortúñez de Calahorra: 35
  7. Palmerín de Olivia de ¿Francisco Vázquez?: 63
  8. Primaleón de ¿Francisco Vázquez?: 36
  9. Tristán el Joven: 21

Pero en su gran mayoría, a pesar de formar parte de algunos de los ciclos caballerescos más exitosos como el amadisiano, no llegan, ni con mucho, a esta cifra:

  1. Florisando (libro V de Amadís de Gaula): 8
  2. Florisel de Niquea de Feliciano de Silva (III): 6
  3. Florisel de Niquea de Feliciano de Silva (IV): 11
  4. Silves de la Selva de Pedro de Luján (libro XII de Amadís de Gaula): 6
  5. Belianís de Grecia (I-II) de Jerónimo Fernández: 19
  6. Cirongilio de Tracia de Bernardo de Vargas: 5
  7. Clarián de Landanís (I, libro I) de Gabriel Velázquez de Castillo: 6
  8. Clarián de Landanís (I, libro II) de Álvaro de Castro: 6
  9. Clarisel de las Flores de Jerónimo Jiménez de Urrea: 8
  10. Cristalián de España de Beatriz Bernal: 15
  11. Florindo de Fernando Basurto: 8
  12. Floriseo de Fernando Bernal: 6
  13. Lidamarte de Armenia de Damasio de Frías y Balboa: 8
  14. Olivante de Laura de Antonio de Torquemada: 10

Pero, por encima de todos ellos, son numerosos los textos que permanecen sin estudiar o a los que sólo se ha acercado un crítico, en ocasiones, dentro de un análisis general del ciclo o de un aspecto determinado del género caballeresco. Los números son más que representativos de esta situación:

  1. Lisuarte de Grecia de Juan Díaz (libro VIII de Amadís de Gaula): 2
  2. Florisel de Niquea de Feliciano de Silva (I-II): 2
  3. Belianís de Grecia (III) de Jerónimo Fernández: 0
  4. Belianís de Grecia (IV) de Pedro Guiral de Verrio: 1
  5. Bencimarte de Lusitania: 1
  6. Caballero de la Luna: 1
  7. Floramante de Colonia (parte II de Clarián) de Jerónimo López: 1
  8. Lidamán de Ganail (parte IV de Clarián) de Jerónimo López: 2
  9. Claridoro de España: 1
  10. Clarís de Trapisonda: 1
  11. Espejo de príncipes y caballeros (II) de Pedro de la Sierra Infanzón: 2
  12. Espejo de príncipes y caballeros (III) de Marcos Martínez: 3
  13. Espejo de príncipes y caballeros ([IV]-V): 1
  14. Febo el Troyano de Esteban de Corbera: 2
  15. Félix Magno: 3
  16. Felixmarte de Hircania de Melchor Ortega: 4
  17. Filesbián (o Philesbián) de Candaria: 4
  18. Filorante: 1
  19. Flor de caballerías: 2
  20. Florambel de Lucea (I) de Jerónimo de Enciso: 1
  21. Florambel de Lucea (II) de Jerónimo de Enciso: 0
  22. Florambel de Lucea (III) de ¿Jerónimo de Enciso?: 1
  23. Florando de Inglaterra (II): 2
  24. Reimundo de Grecia (libro III de Floriseo): 0
  25. Leon Flos de Tracia: 1
  26. Lepolemo de Alonso de Salazar: 3
  27. Lidamor de Escocia de Juan de Córdoba: 2
  28. Marsindo: 2
  29. Mexiano de la Esperanza: 2
  30. Platir de Enciso: 2
  31. Policisne de Boecia de Juan de Silva y de Toledo: 3
  32. Polindo: 3
  33. Polismán de Jerónimo de Contreras: 3
  34. Roselao de Grecia (libro III de Espejo de caballerías): 1
  35. Valerián de Hungría de Dionís Clemente: 1

Las cifras hablan por sí solas: dentro del género caballeresco, sólo el Amadís de Gaula, y en menor medida el Palmerín de Olivia, ha merecido la atención de la crítica, lo que no puede ser ajeno el juicio positivo del cura cervantino: «que también he oído que es el mejor de todos los libros que de este género se han compuesto; y así, como a único en su arte, se debe perdonar» (DQ, I, VI).

Si del ámbito de los estudios pasamos al de las ediciones modernas, el panorama no puede ser más desolador: frente a las 24 ediciones (completas o fragmentarias) de los cuatro primeros libros de Amadís de Gaula, el resto de los textos caballerescos o fueron publicados en los años sesenta y setenta del siglo XX en ediciones que están agotadas en la actualidad, como sucede con los meritorios esfuerzos ecdóticos de Giuseppe di Stefano (Palmerín de Olivia) o de Daniel Eisenberg (Espejo de príncipes y caballeros de Diego Ortúñez de Calahorra), o de manera aislada, en colecciones que, en ocasiones, no son de fácil consulta, como sucede con la edición que ha realizado Luzdivina Cuesta del Tristán el Joven, la de María Isabel Muguruza del Olivante de Laura de Antonio de Torquemada o la que Lilia Ferrario de Orduna ha llevado a cabo de los dos primeros libros del Belianís de Grecia de Jerónimo Fernández, dejando a un lado las tesis que han editado un texto y que sólo pueden consultarse en microfichas (en el mejor de los casos). La escasez de ediciones modernas fiables de los textos caballerescos de los siglos XVI y XVII y las referencias críticas alrededor de una interpretación decimonónica de El Quijote cervantino explican, entre otras causas de menor importancia, la escasez de estudios que se han dedicado a los libros de caballerías castellanos y, especialmente, la ausencia de análisis globales al género desde que en 1920 sir Henry Thomas publicara su Spanish and Portuguese Romances of Chivalry. The revival of the Romance of Chivalry in the Spanish Peninsula and its Extension and Influence Abroad (Cambridge: Cambridge University Press, 1920)1. Para romper con este círculo vicioso, para situar en su verdadero contexto el texto cervantino, esa «mesma cosa» con la que comenzábamos, es necesario ofrecer a los investigadores y a los lectores una serie de herramientas críticas. En este sentido, la publicación en 1979 de Castilian Romances of Chivalry in the Sixteenth Century: a Bibliography (Londres: Grant & Cutler) de Daniel Eisenberg supuso un paso de gigante: se comenzó a aclarar el contenido del corpus de textos que debería englobarse bajo el epígrafe de libros de caballerías (asunto al que volveremos más adelante) y se clarificó el amplio espacio que quedaba por explorar. Veinte años después, Daniel Eisenberg y M.ª Carmen Marín Pina ofrecen una segunda edición del citado repertorio, que, sin duda, servirá de punto de partida para todo aquel que se acerque al género caballeresco, dada la riqueza y exhaustividad de los datos que ofrece. Junto a esta herramienta bibliográfica, el profesor Juan Manuel Cacho Blecua está trabajando junto a un equipo de investigadores de varias universidades en una base de datos, tanto bibliográfica como textual, de la materia caballeresca, que podrá ser consultada en Internet. Por su parte, dentro del Parnaseo que dirige Josep Luis Canet, se ha abierto un espacio a la literatura caballeresca gracias a la revista electrónica Tirant. Dirigida por Rafael Beltrán desde la Universidad de Valencia (http://parnaseo.uv.es/tirant).

Junto a estos proyectos, el Centro de Estudios Cervantinos de Alcalá de Henares lleva años trabajando en dos proyectos editoriales que tiene como finalidad acercar al investigador y al lector interesado, el complejo y rico entramado textual de los libros de caballerías castellanos: por un lado, los Libros de Rocinante, en donde se ofrecen ediciones cuidadas de los textos, acompañados de una introducción que analiza los aspectos más significativos de cada libro. Hasta la fecha se han publicado once títulos (cfr. Bibliografía). Por su parte, las Guías de lectura caballeresca tienen la finalidad de ofrecer una serie de informaciones de cada texto agrupadas en torno a los siguientes puntos: argumento (dividido en capítulos), diccionario, lista de personajes, y bibliografía. Hasta la fecha se han publicado 23 guías (cfr. Bibliografía).

Por último, y como material de trabajo para la XXI Edad de Oro, preparamos una Antología de libros de caballerías castellanos (Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 2001), en donde se recogen fragmentos de todos los libros de caballerías castellanos, con un apéndice en donde se abre también un lugar para los textos medievales de corte artúrico.

¿Puede seguir pensándose que todos los libros de caballerías son una «mesma cosa» después de ir conociendo su contenido, las diferentes líneas de evolución de un género que consiguió sobrevivir a varios reyes, que junto a ellos estuvo presente en el camino que va desde la creación del mayor imperio de su tiempo hasta la bancarrota?

La XXI Edad de Oro de la Universidad Autónoma de Madrid se dedicó a los libros de caballerías. Y en este contexto, quisimos centrarnos en los textos, en unos cuantos textos para ir mostrando sus características, tanto las que le ataban a un género como las que se ofrecían como nuevos aires, las que iban ampliando sus fronteras a medida que el público iba decantándose por otras lecturas. Sobre el eje central del ciclo de Amadís de Gaula, desde los cinco primeros libros de Garci Rodríguez de Montalvo hasta la opción humanística que ofrece Pedro de Silva en sus Silves de la Selva, se han ido insertando otros textos, otras formas de ver y entender la literatura caballeresca, mucho más rica de lo que se ha pensado nunca. Una visión al margen del Quijote, una lectura cara a cara con los textos del pasado, sin ideas preconcebidas, sin intentar buscar fantasmas o monstruos donde sólo hay diversión, entretenimiento y ficción. Por este motivo, se acabó el seminario -y así también el libro- con un comentario a los primeros comentaristas de El Quijote, aquellos que, como De los Ríos, Pellicer o Clemencín, consiguieron retirar el texto cervantino del corpus de los libros de caballerías castellanos de los siglos XVI y XVII, alterando así su propia naturaleza. Será durante el siglo XVIII, y no antes, cuando el Quijote pase de ser un libro de caballerías para convertirse en un texto épico en prosa.

2. Volvamos a un aspecto al que nos hemos referido en las páginas anteriores: ¿cuáles son los títulos que deben pertenecer al corpus de los libros de caballerías castellanos? La respuesta depende de los criterios seguidos. Daniel Eisenberg y M.ª Carmen Marín Pina en su Bibliografía de libros de caballerías castellanos limitan el corpus a los textos escritos originalmente en español2, al tiempo que incluyen textos que, difícilmente, entran en los límites del género como el Rosián de Castilla de Joaquín Romero de Cepeda, publicado en las prensas lisboetas de Marcos Borges en 1586 en formato cuarto, por no citar tampoco ese Bernardo del Carpio [n.º 1545] cervantino, o la hipotética continuación del Belianís de Grecia [n.º 1533], que más que atribuirse a Miguel de Cervantes habría que hacerlo al hidalgo Alonso Quijano, tal y como se indica en el primer capítulo de la primera parte de El Quijote.

Hace unos años3, así como en la Antología de los libros de caballerías castellanos (2001), defendimos la necesidad de tener en cuenta dos criterios a la hora de establecer el corpus de los libros de caballerías castellanos: el literario y el editorial, siguiendo el modelo del género editorial, en donde «texto» y «libro» forman una unidad. La naturaleza textual (traducción o texto original) es un criterio más actual que coetáneo: ¿acaso no se utiliza en los libros de caballerías el tópico de la falsa traducción? ¿Acaso el Tirante el blanco cuando sale de las prensas vallisoletanas de Diego de Gumiel lo hace como una traducción de un texto valenciano? Si se tienen en cuenta estos dos criterios, el corpus de los libros de caballerías castellanos queda establecido en los siguientes títulos, que pueden verse ampliado por el descubrimiento de nuevos textos -especialmente manuscritos- como así ha sucedido en los últimos años4:

  • [1] Adramón
  • [2] Amadís de Gaula (I-IV) de Garci Rodríguez de Montalvo
  • [3] Las sergas de Esplandián (V) de Garci Rodríguez de Montalvo
  • [4] Florisando (VI) por Ruy Páez de Ribera
  • [5] Lisuarte de Grecia (VII) de Feliciano de Silva
  • [6] Lisuarte de Grecia (VIII) de Juan Díaz
  • [7] Amadís de Grecia (IX) de Feliciano de Silva
  • [8] Florisel de Niquea (X: parte I-II) de Feliciano de Silva
  • [9] Florisel de Niquea (XI: parte III) de Feliciano de Silva
  • [10] Florisel de Niquea (XI: parte IV) de Feliciano de Silva
  • [11] Silves de la Selva (XII) de Pedro de Luján
  • [12] Arderique (→)
  • [13] Baladro del sabio Merlín (→)
  • [14] Demanda del santo Grial (→)
  • [15] Belianís de Grecia (partes I-II) de Jerónimo Fernández
  • [16] Belianís de Grecia (partes III-IV) de Jerónimo Fernández
  • [17] Belianís de Grecia (parte V) de Pedro Guiral de Verrio
  • [18] Bencimarte de Lusitania
  • [19] Caballero de la Luna (libros III-IV)
  • [20] Cirongilio de Tracia de Bernardo de Vargas
  • [21] Clarián de Landanís (primera parte, libro I) de Gabriel Velázquez de Castillo
  • [22] Clarián de Landanís (primera parte, libro II) de Álvaro de Castro
  • [23] Floramante de Colonia (segunda parte de Clarián de Landanís) de Jerónimo López
  • [24] Clarián de Landanís (libro III) de Jerónimo López
  • [25] Lidamán de Ganail (cuarta parte de Clarián de Landanís) de Jerónimo López
  • [26] Claribalte de Gonzalo Fernández de Oviedo
  • [27] Claridoro de España
  • [28] Clarís de Trapisonda
  • [29] Clarisel de las Flores de Jerónimo de Urrea
  • [30] Cristalián de España de Beatriz Bernal
  • [31] Espejo de caballerías (libro I) de Pedro López de Santa Catalina (→)
  • [32] Espejo de caballerías (libro II) de Pedro López de Santa Catalina (→)
  • [33] Don Roselao de Grecia (libro III de Espejo de caballerías) de Pedro de Reinosa
  • [34] Espejo de príncipes y caballeros (I) de Diego Ortúñez de Calahorra
  • [35] Espejo de príncipes y caballeros (II) de Pedro de la Sierra
  • [36] Espejo de príncipes y caballeros (III [-IV]) de Marcos Martínez
  • [37] Espejo de príncipes y caballeros (V)
  • [38] Febo el Troyano de Esteban Corbera
  • [39] Félix Magno (libros I-IV)
  • [40] Felixmarte de Hircania de Melchor Ortega
  • [41] Filorante
  • [42] Flor de caballerías de Francisco de Barahona
  • [43] Florambel de Lucea (partes I-II) de Francisco de Enciso Zárate
  • [44] Florambel de Lucea (parte III) de Francisco de Enciso Zárate
  • [45] Florando de Inglaterra
  • [46] Florindo de Fernando Basurto
  • [47] Floriseo (libros I-II) de Fernando Bernal
  • [48] Reimundo de Grecia (libro III de Floriseo) de Fernando Bernal
  • [49] Guarino Mezquino (→)
  • [50] Leon Flos de Tracia
  • [51] Lepolemo (El Caballero de la Cruz) de Alonso de Salazar
  • [52] Leandro el Bel (→)
  • [53] Lidamarte de Armenia de Damasio de Frías y Balboa
  • [54] Lidamor de Escocia de Juan de Córdoba
  • [55] Marsindo
  • [56] Mexiano de la Esperanza (primera parte) de Miguel Daza
  • [57] Morgante de Jerónimo Aunés (→)
  • [58] Olivante de Laura de Antonio de Torquemada
  • [59] Oliveros de Castilla (→)
  • [60] Palmerín de Inglaterra (→)
  • [61] Palmerín de Oliva de ¿Francisco Vázquez? (→)
  • [62] Primaleón de ¿Francisco Vázquez?
  • [63] Platir de Francisco de Enciso Zárate
  • [64] Philesbián de Candaria
  • [65] Policisne de Boecia de Juan de Silva y Toledo
  • [66] Polindo
  • [67] Polismán de Jerónimo de Contreras
  • [68] Renaldos de Montalbán (libros I-II) de Luis Domínguez (→)
  • [69] La Trapesonda (libro III de Renaldos de Montalbán) (→)
  • [70] Baldo (libro IV de Renaldos de Montalbán) (→)
  • [71] Selva de Cavalarías (segunda parte) de Antonio de Brito da Fonseca (→)
  • [72] Tirante el Blanco (→)
  • [73] Tristán de Leonís (→)
  • [74] Tristán el Joven
  • [75] Valerián de Hungría de Dionís Clemente

3. ¿Tuvieron todos estos títulos la misma difusión? ¿Cuándo podemos hablar de la decadencia del género en el mercado editorial? ¿Está relacionada esta decadencia de impresión con su difusión? ¿Y con su fortuna literaria?

A Maxime Chevalier se le debe, sin duda, uno de los mejores análisis sobre la difusión y lectura de los libros de caballerías castellanos. Me estoy refiriendo, por supuesto, a su Lectura y lectores en la España de los siglos XVI y XVII (Madrid: Turner, 1976). En aquellos años, las herramientas con las que contaba el filólogo eran escasas5 y mucho el camino por desbrozar, ya que el peso de las lapidarias afirmaciones de don Marcelino Menéndez Pelayo todavía se dejaban notar en la crítica del género caballeresco. Volvamos de nuevo los ojos a los datos editoriales para intentar trazar, sólo de una manera general, el contexto de recepción del conjunto de los textos que se analizarán en este volumen.

A la hora de valorar la producción editorial de los libros de caballerías, hemos de tener en cuenta, en primer lugar, su naturaleza textual: a medida que nos adentramos en el siglo XVI en los textos caballerescos va a primar su carácter de producto editorial (el «libro») frente a su naturaleza literaria (el «texto»). En otras palabras, los textos caballerescos no pueden estudiarse sin proyectarlas en las estrategias editoriales que ponen en juego tanto libreros como impresores para ofrecer al mercado un producto que se consume rápidamente. Entre estas estrategias, destacan las siguientes:

3.1. La estrecha vinculación que se establece entre algunos textos y una determinada ciudad, impresor o librero; el texto caballeresco pasa a convertirse en un mero producto comercial, nacido al amparo de un determinado público o de unas particulares expectativas de ventas.

La imprenta de los Cromberger en Sevilla, casi un monopolio editorial en la primera mitad del siglo XVI, situado en una de las ciudades comerciales más importantes de España ya que en su puerto se concentra el comercio con los nuevos territorios americanos, ha de ser considerada uno de los centros editoriales cruciales para los libros de caballerías (una de las causas de que su forma externa se mantenga inalterable durante la centuria). Su importancia se aprecia no sólo en la cantidad de las ediciones caballerescas (algo menos de cincuenta) sino también en la calidad de sus textos: ostenta el monopolio casi exclusivo de la edición de los libros del ciclo amadisiano, en especial en los años veinte, cuando Juan Cromberger se hace cargo del taller de su padre. Y no olvidemos que Jácome Cromberger, el hijo de Juan, se casará años después con la hija del también impresor sevillano Juan Varela de Salamanca, lo que estrechará aún más las relaciones entre ambos talleres.

El 9 de octubre de 1525 se termina de imprimir en los talleres sevillanos de Jacobo y Juan Cromberger la primera reedición del Lisuarte de Grecia de Feliciano de Silva, libro VII del ciclo amadisiano, cuya editio princeps -sin pena ni gloria- había salido de las prensas de Juan Varela de Salamanca en 1514. Durante los primeros meses del año siguiente, las librerías sevillanas se van a llenar de ejemplares de las primeras partes del ciclo: el 10 de abril termina Juan Varela de Salamanca de imprimir Las sergas de Esplandián (libro V), diez días después, hacen lo propio Jacobo y Juan Cromberger con los cuatro primeros libros de Amadís de Gaula. Es el momento para ofrecer una nueva continuación del ciclo: un nuevo Lisuarte de Grecia, escrito por Juan Díaz y terminado de imprimir el 25 de septiembre en los talleres de Jacobo y Juan Cromberger. Un mes después, el 28 de octubre para ser más exactos, Juan Varela de Salamanca vuelve a ofrecer el Florisando de Ruy Páez de Ribera, el sexto libro amadisiano, el único texto que faltaba para completar el ciclo, tanto en sus continuaciones ortodoxas (las escritas por Feliciano de Silva) como en las heterodoxas (el libro sexto y octavo). En el mercado sevillano, en el espacio de un año se encuentran todos los textos amadisianos hasta ese momento conocidos. Muchos de ellos se irán a conquistar tierras americanas. En cualquier caso, la continuación de Juan Díaz puede entenderse como un producto comercial, producto que no gozó de mucho éxito, ya que no volvió a reeditarse, quizás debido a su estrecha vinculación a una corriente, la realista, que no posee demasiado predicamento entre el público lector (y comprador). Cuatro años después, el 8 de enero, imprime Cristóbal Francés, a costa de Anastasio de Salcedo, la continuación ortodoxa de Feliciano de Silva a su séptimo libro: el Amadís de Grecia, que se reeditó en siete ocasiones a lo largo del siglo XVI; dos, en el taller sevillano de los Cromberger (en 1542 y en 1549): una nueva fórmula; un nuevo éxito.

Mucho más clara aparece esta práctica editorial en las continuaciones del Espejo de príncipes y caballeros de Diego Ortúñez de Calahorra, cuya princeps sale a la luz, con cierto éxito, en las prensas zaragozanas de Esteban de Nájera en 1555. El público al que se destinan las continuaciones se centra en los estudiantes de la Universidad de Alcalá. Blas de Robles y Diego de Jaramillo serán los artífices del negocio, dos libreros que financian la edición de una segunda parte de la obra, firmada por Pedro de la Sierra Infanzón, que se imprime junto a una reedición de la primera parte en 1580. Un único libro, pero con dos textos, tal y como se indica en la portada del primero: «Van añadidas en esta última impresión la cuarta y quinta parte, que hasta agora no han sido impressas». Se trata de una única edición, pero que puede ser desglosada en dos textos diferentes, siguiendo una estrategia habitual en la época para abaratar la compra de los infolios caballerescos: su venta por fascículos. El otro procedimiento editorial para abaratar costes también se aprecia en los ejemplares conservados de esta edición: la utilización de papel de mala calidad y el uso de tipos desgastados6. El éxito de la propuesta no se deja esperar: en Zaragoza, donde todavía debían quedar ejemplares de la reedición que en 1579 había publicado Juan Soler de la primera parte de Diego Ortúñez de Calahorra, este mismo impresor realiza una reedición de la segunda parte en 1581. Por su parte, Diego Fernández de Córdoba publicará en Valladolid una nueva edición con las dos primeras partes entre 1585 y 1586. Pero la historia todavía no ha terminado. En una época en donde la industria editorial hispánica, como el resto de la economía, sufre una grave crisis, no se puede desdeñar la posibilidad de sacarle partido a un éxito comercial, y el ciclo del Espejo de príncipes y caballeros, sin duda, lo es. En 1587, Marcos Martínez publica en las prensas complutenses de Juan Íñiguez de Lequerica, la tercera parte del ciclo, que obtiene un éxito inmediato: al año siguiente, no mucho después del 13 de junio (fecha de la tasa), aparece una reedición a plana y renglón, ahora financiada por Diego Martínez «mercader de libros». Hasta 1617 y 1623 no volverán a ver la luz los textos pertenecientes a este ciclo, siendo los últimos editados en España, más allá del nuevo formato caballeresco con que El Quijote se imprimió en 1605 y en 1615.

3.2. En otras ocasiones, la edición de un libro de caballerías está estrechamente relacionada con aspectos personales de su autor o de algunos de los responsables de su impresión. El 16 de septiembre de 1602 se edita en el taller vallisoletano de los herederos de Juan Íñiguez de Lequerica el último libro de caballerías castellano original que se difunde en letras de molde: el Policisne de Boecia de Juan de Silva y Toledo, «señor de Cañadahermosa, hijo mayor legítimo de los señores de Cañadahermosa», según se indica en la portada. Los avatares hasta llegar a su publicación debieron ser largos, ya que la licencia de impresión está fechada en San Lorenzo de El Escorial el 17 de octubre de 1600. Desde 1588 (ó 1589) no se había publicado ningún libro de caballerías en Castilla, desde esa Tercera parte del Espejo de príncipes y caballeros de Marcos Martínez y desde Las sergas de Esplandián de Garci Rodríguez de Montalvo, ambas publicadas en Alcalá de Henares, en los talleres de Juan Íñiguez de Lequerica y de Juan Gracián, respectivamente. Pero lo que era en las prensas complutenses un producto comercial destinado a un público muy concreto, puede ser ahora entendido como un producto personal, con una determinada finalidad: ofrecer el libro a un protector con la intención de obtener algún favor a cambio; en este caso, el protector se llama don Antonio Álvarez de Boorques «Cavallero del hábito de Santiago, Alguazil Mayor de la santa Inquisición de la ciudad y reino de Granada, gentilhombre de la casa real de su Magestad, y veintecuatro de la ciudad de Córdova, hijo único del señor Licenciado Alonso Nuñez de Boorques, del Supremo y Real Consejo, y de la Cámara, y de la Santa y General Inquisición, y de la señora Doña Francisca Deça Girón, su legítima muger, señores de la villa de Veas, en el reino de Granada», según se indica en la «epístola dedicatoria» que ocupa del folio 2v al 4v.

En otras ocasiones, la edición de un libro de caballerías está financiada por un librero o por un impresor, con la intención de ofrecérsela a un gran señor o como emblema de su negocio ante nuevos mercados. Así sucede con el Olivante de Laura que sale de las prensas barcelonesas de Claude Bornat en 1564 sin nombre de autor, en la que el impresor no deja de dar cuenta de los enormes esfuerzos, tanto económicos como intelectuales, en la epístola dedicatoria dirigida al rey Felipe II. Pero detengámonos en otro caso: la reedición del Amadís de Grecia que se imprime en el taller vallisoletano de Francisco del Canto en 1564. Tanto en la portada como en colofón, queda constancia de la procedencia del dinero que ha hecho posible esta lujosa reedición: el librero Benito Boyer. La impresión nada tiene que ver con las estrategias editoriales que hemos visto en la difusión de un libro de entretenimiento como los que componen en ciclo del Espejo de príncipes y caballeros: texto de 232 folios, en papel de muy buena calidad, en tipos romanos, con letras iniciales de gran hermosura y pertenecientes a un único alfabeto... ¿Qué se esconde detrás de tal lujo de medios en un género que parecía condenado a los tipos de letrería gótica, a los tacos gastados y a la mala calidad del soporte? Quizás en la carta dedicatoria se encuentre la clave; epístola dedicada «al muy magnífico señor Pedro Morejón, Cavallero de la Orden de Sanctiago y Regidor de la muy noble villa de Medina del Campo». Acaba la epístola, como suele ser habitual en el género, poniendo la obra bajo la protección del regidor, sin perder la oportunidad de destacar el gran esfuerzo que le ha supuesto el poder ofrecerle tal libro:

Viendo pues yo que por descuido de los impressores passados casi estava olvidada una obra de tanta erudición, quise, aunque a gran costa de mi trabajo, sacarla a luz. Y porque para salir con tan alta empresa mis fuerças son pocas, determiné atreverme a las de V. M. como a tan mi señor, porque debaxo de sus alas y amparo estará mi buena intención segura de los maldizientes. La obra es de cavallero, y tan insigne como Feliciano de Silva, y no menos la sería la de V. M. en recibirla debaxo de su tutela y amparo, pues en V. M. se halla tan cumplida virtud, cavallería, y maduro consejo; y aunque el servicio sea pequeño, resciba V. M. la voluntad.


(f. 2r)                


En el inventario de los bienes que dejó el librero Benito Boyer a su muerte en 1592, son numerosos los ejemplares de libros de caballerías que había en su tienda: un total de quinientos veinticinco.

Estrategias de avispados libreros o impresores, deseos de agradar a un posible mecenas o benefactor son factores que deben ser tenidos en cuenta a la hora de analizar en su justa medida el mapa de la difusión de los libros de caballerías castellanos durante los siglos XVI y XVII. El hecho de que el género caballeresco pueda ser utilizado con esta finalidad en fechas tan tardías muestra la conservación de un cierto prestigio en determinadas capas sociales, más allá de la dificultad a la hora de encontrar dinero para su difusión en letras de molde.

3.3. ¿Acaso la decadencia de nuevas reediciones a partir de la década de los años ochenta del siglo XVII ha de ser entendida como muestra de la decadencia literaria de los libros de caballerías, cuyos lectores se habían decantando por otras modalidades narrativas, como la novela pastoril, la sentimental o la bizantina? Así parece deducirse del espléndido análisis de Maxime Chevalier, y así se recoge en los comentarios a los pasajes de El Quijote, en los que habla de los libros de caballerías, en especial en aquel famoso con que se termina la segunda parte de la obra:

Y con esto cumplirás con tu cristina profesión, aconsejando bien a quien mal te quiere, y yo quedaré satisfecho y ufano de haber sido el primero que gozó el fruto de sus escritos enteramente, como deseaba, pues no ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías, que, por las de mi verdadero don Quijote, van ya tropezando, y han de caer del todo, sin duda alguna.


(DQ, II, LXXIV)                


Pero el mapa de la difusión de los libros de caballerías a lo largo de los siglos XVI y XVII no estaría completo si no tuviéramos en cuenta una modalidad de difusión que va a ir en aumento en proporción inversa a la crisis económica que sufre la imprenta hispánica a finales de la centuria: la transmisión manuscrita. Los libros de caballerías manuscritos, hasta hace unos años olvidados y desatendidos, muestran la otra cara de la moneda de la difusión de la ficción caballeresca. Si a partir de la década de los ochenta, la difusión impresa de obras originales se hace cada vez más escasa (con la única excepción de las citadas continuaciones de los Espejos de príncipes y caballeros y del Policisne de Boecio), no significa tanto el agotamiento de un género como a la imposibilidad económica de hacer frente a este tipo de publicación, siempre que no haya detrás una estrategia comercial o personal. Por este motivo, el género va a buscar otros ámbitos de transmisión, y los encontrará en el universo del manuscrito, que imposibilita la difusión masiva de una obra, pero que no necesita de una inversión económica inicial. Y de este modo, las tardes de lectura se llenarán de Caballeros de la Luna, Belinflores de Grecia, Bencimartes de Lusitania, Clariodoros de España, Clariseles de las Flores... Y la moda va más allá de los primeros decenios del siglo XVII. En la Biblioteca Nacional de Madrid se conserva un manuscrito voluminoso que se debió escribir y copiar con posterioridad a 1623: la Quinta parte del Espejo de príncipes y caballeros. ¿Por qué posterior a esta fecha? Porque será en este año cuando Pedro Cobarte al imprimir la Tercera parte del libro, la escrita por Marcos Martínez, divida el texto en dos partes, para así poder venderlas por separado, tal y como cinco años antes había hecho con las dos primeras partes del ciclo.

En el corpus de los libros de caballerías manuscritos que hemos conservado (y los que todavía están por descubrir) encontramos las dos modalidades preferidas por los escritores de textos caballerescos: la continuación de libros ya publicados (como así le sucede al hidalgo Alonso Quijano cuando termina de leer las aventuras de Belianís de Grecia) o la escritura de las aventuras de nuevos personajes. En todo caso, es también el campo abonado de la experimentación, de la búsqueda de nuevos lenguajes, de nuevos horizontes dentro del género, tal y como también sucede con los textos impresos.

3.4. No todos los libros de caballerías tuvieron la misma difusión. No todos ellos gozaron de la aceptación de un público más allá de un determinado momento, de un determinado ámbito geográfico. Son escasos los que, como el Amadís de Gaula, tuvieron la fortuna de traspasar fronteras y talleres de impresión. En su mayoría, son textos que se publican y reeditan en un mismo taller y que, vendida la edición, nadie se acuerda de ellos, nadie vuelve a ellos para seguir imprimiéndolos. Es el ejemplo paradigmático de los primeros títulos del Espejo de caballerías, vinculados a la imperial Toledo. Dentro de este panorama general, hay que situar en un plano diferente las ediciones salidas de talleres portugueses, ya que allí la literatura caballeresca va a sobrevivir, tanto en el medio impreso como en el manuscrito, mucho más que en Castilla o que en Aragón. No debe extrañar, así, que las últimas reediciones caballerescas se realicen en talleres lisboetas (Amadís de Grecia de Feliciano de Silva, Simon Lopez, 1596; Primaleón, Simon Lopez, 1598). A las que habría que añadir un libro de caballerías manuscrito: la Segunda parte de Selva de cavalarías famosas de Antonio de Brito, que se conserva en la Biblioteca Nacional de Lisboa en dos códices (Cod/11255 y Cod/615).

Y las cifras se multiplican cuando se trata de textos impresos en portugués, en especial al hablar de las continuaciones del Palmeirim de Inglaterra de Francisco de Moraes, cuya primera edición debió ser anterior a 1547, fecha de la impresión de su traducción castellana, tal y como se aprecia en este listado que, más que exhaustivo, intenta sólo ser ilustrativo:

  • 1587 Terceira Parte da Chronica de Palmeirim de Inglaterra na qual se tratam as grandes cavallerias del seu filho o Principe don Duardos Segundo, Diogo Fernandes (Lisboa, Marcos Borges)
  • 1592 Chronica do famosos caualleyro Palmerín de Ynglaterra. Francisco de Moraes (Lisboa)
  • 1602 Quinta e sexta parte de Palmeirim de Inglaterra. Chronica do famoso principe dom Clarisol de Bretanha, filho do principe dom Duardos de Bretanha, de Baltasar Gonçavel Lobato, (Lisboa, Juan Rodrigues)
  • 1604 Terceira Parte da Chronica de Palmeirim de Inglaterra na qual se tratam as grandes cavallerias del seu filho o Principe don Duardos Segundo, Diogo Fernandes (Lisboa, Jorge Rodrigues)

Y la difusión durante el siglo XVII resulta abrumadora si nos atenemos a los textos originales y a las continuaciones del Palmeirim de Inglaterra difundidos en códices manuscritos:

  1. Chronica do Primaleão, emperador de Grecia. Primeira parte em que se conta das façanhas que obon o principe D. Duardos, conservado en seis copias: Biblioteca Nacional de Lisboa: [1] cod/483 (155 folios), [2] cod/619 (200 folios), [3] cod/620 (365 páginas), [4] cod/658 (202 folios) y [5] cod/6828. Archivio Tôrre do Tombo: [6] cod/1773 (primera parte).
  2. Segunda parte da Cronica do Principe D. Duardos, conservada en cinco ejemplares manuscritos: Biblioteca Nacional de Lisboa: [1] cod/659 (359 ff.), [2] cod/6829. Archivio Tôrre do Tombo: [3] cod/410 y [4] cod/1201. [5] Biblioteca do Paço Ducal de Vila Viçosa.
  3. Tercera parte da Cronica do Principe D. Duardos, conservada en tres manuscritos: Biblioteca nacional de Lisboa: [1] cod/6830. Archivio Tôrre do Tombo: [2] cod/1202 y [3] cod. 1773 (segunda parte).
  4. Chronica do imperador Beleandro, compuesta de dos partes, de la que se conocen al menos dieciséis testimonios: Biblioteca Nacional de Lisboa: cod/343-346 (cuatro volúmenes de 316, 587, 440 y 669 páginas, respectivamente); [2] cod/6037 [2.ª parte]; [3] cod/6482; [4] cod/8385 (282 folios); [5] cod/8871 [1.ª parte] (282 ff.); [6] cod/9269 [1.ª parte] (677 folios); [7] cod/9807 [2.ª parte] (564 ff.); [8] cod/11010 [2.ª parte] (100 ff). Archivo Tôrre do Tombo: [9] cod/875 [1.ª y 2.ª partes]; [10] cod/1200 [1.ª parte]; [11] cod/1761-1763 [2.ª parte]. Biblioteca da Academia das Ciências [Lisboa]: [12] cod/24 [1.ª parte]. Biblioteca Pública do Pôrto: [13] cod/42 [1.ª parte]; [14] cod/23 [2.ª parte]; [15] cod/548 [1.ª parte]. Biblioteca Pública de Braga: [16] cod/Res. 837/838 [completa].

Por otro lado, no hemos de olvidar que, a medida que pasa el tiempo, el primer ámbito de recepción de las obras (el más cercano a sus talleres de impresión o a su ámbito particular de venta) se amplía: las bibliotecas se venden, se dispersan, se trasladan, etc., así como los almacenes de los libreros y de los impresores. En la magnífica biblioteca que consigue reunir el conde de Gondomar a principios del siglo XVII en Valladolid, en la llamada Casa del Sol, se encontraban dieciséis libros de caballerías, según su inventario de 1623, con muy diferente procedencia y cronología:

  • [1] Alcalá de Henares: 1580: Garci Rodríguez de Montalvo, Amadís de Gaula; 1586: Beatriz Bernal, Cristalián de España; 1588: Garci Rodríguez de Montalvo, Las sergas de Esplandián
  • [2] Burgos: 1548: Guarino Mezquino; 1579: Jerónimo Fernández, Belianís de Grecia (III-IV); 1587: Jerónimo Fernández, Belianís de Grecia (I-II)
  • [3] Lisboa: 1549: Chrónica de Taurismundo hijo de Solismundo; 1598: Primaleón
  • [4] Medina del Campo: 1583: Diego Ortúñez de Calahorra, Espejo de príncipes y caballeros
  • [5] Sevilla: 1512: Historia del cavallero Cifar; 1535: Demanda del Santo Grial; 1551: Feliciano de Silva, Florisel de Niquea (III).
  • [6] Toledo: 1580: Palmerín de Olivia
  • [7] Valladolid: 1602: Juan de Silva, Policisne de Boecia
  • [8] Zaragoza: 1584: Feliciano de Silva, Florisel de Niquea (I-II); 1587: Feliciano de Silva, Lisuarte de Grecia

3.5. Valgan estos datos, estas reflexiones sobre los límites de la difusión de los libros de caballerías castellanos para poder situar en su contexto editorial los diferentes textos estudiados en este volumen. Contexto editorial que hace posible rescatar la importancia que el concepto libro («producto comercial») posee en el éxito y la difusión de la ficción caballeresca tanto en la Península Ibérica como en el resto de Europa. El libro de caballerías es un fenómeno cultural que, partiendo de la defensa de una determinada ideología de corte renacentista y monárquica (como muestra la refundición que el medinés Garci Rodríguez de Montalvo realizó del texto medieval del Amadís de Gaula a finales del siglo XV), poco a poco se va transformando en un producto esencialmente editorial, en donde el receptor, el éxito de la propuesta entre el público al que se destina la obra, resulta esencial para fijar algunas de sus características narratológicas y estructurales. Por este motivo, no puede extrañar que a partir de la mitad del siglo XV sea la corriente de ficción de entretenimiento en sus diferentes modalidades, la que triunfe de la mano del prestigio de las continuaciones amadisianas de Feliciano de Silva (los lisuartes, amadises y floriseles que se analizan en este volumen) y del éxito, tanto literario como comercial, del Espejo de príncipes y caballeros de Diego Ortúñez de Calahorra, sin olvidar el Belianís de Grecia de Jerónimo Fernández. Sobre esta propuesta de ficción de entretenimiento, una más en el rico arco de posibilidades narrativas que ofrece el género caballeresco en la primera mitad del siglo XVI, levantará Cervantes su Don Quijote; un libro de caballerías que se basa en el humor, una de las posibilidades que ofrece esta propuesta triunfante entre los lectores y oidores al final de la centuria; pero, al mismo tiempo, Cervantes vuelve los ojos a los primeros textos, a ese primer paradigma representado por el Amadís de Gaula, que se sigue reeditando constantemente; libro antiguo y moderno a un mismo tiempo. Pero no adelantemos conclusiones. Detengámonos un momento en las líneas maestras que los textos caballerescos han ido trazando a lo largo del siglo XVI.

4. Como indicábamos al inicio, el género caballeresco castellano ha recibido una gran atención en los últimos años. Enorme en comparación con la que había gozado en otros tiempos. Seminarios, congresos internacionales, cursos de verano, números monográficos en revistas científicas son una buena prueba de los vientos renovadores de los que es hijo este mismo volumen. Pero aún el camino se ofrece extenso ante nuestros ojos. La historia del género literario de los libros de caballerías está todavía por hacer: la lectura de los mismos se ha realizado casi siempre desde la perspectiva del Quijote; es decir, desde la perspectiva de buscar los referentes literarios a los episodios que protagoniza el caballero manchego, y desde la prioridad dada a la refundición realizada por Garci Rodríguez de Montalvo al Amadís de Gaula medieval, tanto por el lugar de paradigma literario inicial del género como por las críticas positivas que, de los labios del cura, se han atribuido al mismo Cervantes en el Quijote. Esta prioridad, como hemos apuntado, ha tenido como consecuencia la reducción del género caballeresco a este modelo inicial, así como ha convertido, por este mismo proceso reduccionista, el resto de la rica producción de los libros de caballerías a una masa homogénea y repetitiva; una «mesma cosa» en palabras del canónigo cervantino. La edición moderna de algunos títulos inéditos desde el siglo XVI está propiciando la aparición de matices en esta burda imagen inicial. Por este motivo, la XXI Edad de Oro se dedicó exclusivamente al análisis de las líneas maestras de algunos textos caballerescos, esas líneas que les incluyen dentro de un género, esas líneas que los convierten en piezas únicas dentro del rico tapiz de matices que sus miles de páginas encierran. Por supuesto, no fue posible analizar todos los textos, sino que se eligieron algunos paradigmáticos, que sirven para ir marcando las líneas maestras de su evolución a lo largo del tiempo. Fuera de este análisis quedó fuera el ciclo de Palmerín de Olivia, ya que existe publicada una magnífica síntesis, con la misma finalidad y perspectiva, debida a M.ª Carmen Marín Pina (1996c), quien en este volumen ofrece interesantes informaciones sobre un libro de caballerías manuscritos, el Clarisel de las Flores de Jerónimo de Urrea; libros de caballerías manuscritos que han comenzado a estudiarse de una manera global no hace muchos años (Lucía Megías, 1996a).

El volumen se ha articulado a partir de la columna vertebral que supone el ciclo de Amadís de Gaula, en donde confluyen las diferentes líneas de formación, consolidación y evolución del género en la primera mitad del siglo XVI: desde la creación del paradigma inicial (Amadís de Gaula) y su lectura «cristiana» (Sergas de Esplandián), hasta la vertiente realista (Florisando de Páez de Ribera y el Lisuarte de Grecia de Juan Díaz), la humanística (Silves de la Selva de Pedro de Luján), sin olvidar ese modelo narrativo creado por Feliciano de Silva en cinco libros diferentes (Lisuarte de Grecia, Amadís de Grecia y los tres libros que constituyen el Florisel de Niquea), en donde la fantasía, el humor, el erotismo y la mezcla de géneros será la base sobre la que se construirá el modelo de la literatura de entretenimiento caballeresca que triunfará en la segunda mitad de la centuria. Alrededor de este eje, diversos especialistas han ido estudiando una serie de obras, ofreciendo al lector determinadas claves de lectura que permitirá ir situando el resto de la producción caballeresca de la época. Este volumen nace, por tanto, con la pretensión de convertirse en el telón de fondo en el que proyectarse el análisis global del género caballeresco: el gran reto al que deberemos dar una respuesta en los próximos años. Contentémonos ahora con trazar tan sólo unas líneas de evolución de los libros de caballerías, que sirvan de guía de lectura de los diferentes textos analizados en este volumen.

El género caballeresco vive dos épocas de esplendor a lo largo del siglo XVI, que vendrán marcadas por dos modelos literarios, que gozarán de un gran éxito y predicamento en la centuria: el Amadís de Gaula y el Espejo de príncipes y caballeros. Modelos paradigmáticos de la «literatura idealista» y de la «literatura de entretenimiento».

4.1. El paradigma inicial: el Amadís de Gaula de Garci Rodríguez de Montalvo (y en menor medida las Sergas de Esplandián).¿Qué elementos se conjugaron en esta reescritura de un texto medieval para conseguir el éxito de que gozó en su momento, y más allá del siglo XVI, dentro y fuera de Castilla? ¿Qué materiales supo mezclar el medinés Montalvo en su obra para ser el iniciador de un género que, con los pies puestos en la Edad Media, supo mirar de frente a la modernidad? Utilizando (para nuestro provecho) las palabras del canónigo toledano en la primera parte del Quijote, se pueden concretar estos materiales en tres: sujeto, forma y finalidad. ¿El sujeto? La narración de las aventuras bélicas y amorosas de caballeros y damas que ofrecen una imagen «ideal» del mundo de la caballería, siguiendo el modelo de la biografía caballeresca. ¿La forma? Una estructura narrativa muy elaborada, en donde juega una gran importancia la utilización de estructuras folclóricas, fácilmente asimilables por el lector. ¿La finalidad? Crear una «historia fingida», una obra en donde sea posible el didactismo, la defensa de una determinada ideología. Estamos a finales del siglo XV, a principios del siglo XVI, en un momento de grandes transformaciones políticas y sociales: a las puertas de un nuevo siglo, de un giro en la historia. En estos momentos, más que nunca, son necesarios los referentes. Y uno de ellos, serán los libros de caballerías, siguiendo la estela de los textos de Garci Rodríguez de Montalvo, como ha indicado Marín Pina (1996b: 92):

Directa o indirectamente, estos libros se ofrecen a un público vinculado a la monarquía y a las altas esferas del poder, a unos lectores educados en el seno de una sociedad caballeresca en vías de transformación que, al perder la función militar para la que fue creada, se refugia en la imitación ornamental de sí misma. Los lectores hallan recreado en estos libros un mundo caballeresco más o menos idealizado, repleto de aventuras amorosas y bélicas, de espléndidos torneos, justas y fiestas cortesanas, de prodigios y maravillas capaces de perpetuar la ensoñación de la antigua caballería, que pasa a ser, además de recreo con el que atrapar el tiempo pasado y sus ideales, una forma de vida. Al igual que la historiografía o la poesía de cancionero, también estos libros representan de diferente manera la ideología del Estado moderno y algunos participan activamente en la propaganda de la política imperial. Como venía siendo usual en la literatura del tiempo, todos ellos transmiten el nuevo ideario a través de una serie de imágenes de representación del poder real de tipo providencialista y teocéntrico, profético y mesiánico.


El éxito de este paradigma inicial, a pesar de los cambios de mentalidad y de gustos literarios que se van a consumar en el siglo XVI, se mantendrá a lo largo de la centuria, como hemos tenido ocasión de indicar. Recordemos ahora un ejemplo literario. Flor de caballerías es un libro de caballerías manuscrito que se debió escribir hacia 1599 en Granada, si nos atenemos a los datos del único testimonio manuscrito que lo ha conservado (Real Biblioteca de Madrid: ms. 11/3060). En el capítulo quinto de la segunda parte, se narra la Aventura de la Palma de Marte, que va a conseguir el protagonista, Belinflor de Grecia, después de haber luchado contra veinte caballeros: el primero será Esplandián, «príncipe de la Gran Bretaña», mientras que el último será Amadís de Gaula «emperador de la caballería», «algo enojado porque todos los de su linaje habían sido afrentados», que aparece acompañado por el rey Lisuarte de la Gran Bretaña y Arquisil de Roma (Lucía Megías, 1997)7.

Este primer modelo caballeresco, basado en una serie de aventuras organizadas a partir de dos ejes: el de la identidad caballeresca y el de la búsqueda amorosa, llegará a ser muy complejo en su estructura en los primeros libros del ciclo palmeriano: Palmerín de Olivia (1511) y el Primaleón (1512), en donde se incluye tanto un nuevo espacio geográfico (la corte oriental) como la alternancia de aventuras de dos caballeros: Primaleón y don Duardos. En el tercer libro del ciclo, el Platir (1533) de Enciso, adquirirá un enorme protagonismo la virgo bellatrix, la «dama bizarra» que se comporta como un caballero andante, duplicando, de este modo, las aventuras tanto de identidad caballeresca como de búsqueda amorosa. La mujer como receptora de los libros de caballerías será uno de los condicionantes para la posterior evolución del género (Marín Pina, 1991a).

4.2. Como respuesta o desvío a este paradigma inicial de corte «idealista», es posible identificar, entre otras de menor desarrollo, las siguientes formulaciones en la primera mitad del siglo XVI:

4.2.1. Los textos «realistas». Sobre el modelo narrativo y editorial del Amadís de Gaula, primando su valor didáctico, se van a escribir en los primeros decenios del siglo XVI una serie de obras en donde se presta especial atención al realismo y a la verosimilitud; obras, como el Florisando del clérigo Ruy Páez de Ribera (1510), que nacen como una respuesta cristiana a la visión fantástica y mágica que ofrece el Amadís de Gaula y, como él, otros textos caballerescos. Fuera los encantamientos, fuera la magia, fuera todo aquello que pueda suponerse que trastoca la ortodoxia religiosa, la ortodoxia moral. Obras que, como indica Javier Guijarro (1999), se han de leer a la luz de textos considerados realistas como La Celestina o el propio Lazarillo de Tormes (al que también se le ha vinculado con otro texto caballeresco, como el Baldo). Dentro de este grupo hay que sumar el Lisuarte de Grecia de Juan Díaz (libro VIII amadisiano), que constituye la continuación natural del libro sexto del ciclo, el Florisando de Páez de Ribera (de la misma manera, que el libro VI, el Lisuarte de Grecia de Feliciano de Silva parte del encantamiento con que se termina las Sergas de Esplandián, el libro V del ciclo), así como la traducción del Tirante el Blanco (1511), cuya influencia puede rastrearse en otras obras que podrían incluirse dentro de este grupo, impresas todas ellas -no de manera casual- en Valencia: Floriseo (1516), Arderique (1517), Claribalte (1519) y Lepolemo (1521). Dentro de este grupo, especialmente por la importancia que se le concede a su finalidad didáctica, podríamos incluir el último de los libros del ciclo amadisiano, la lectura humanística del mismo debido a Pedro de Luján: Silves de la Selva (1546), así como un caso singular (o quizás no tanto al estudiarlo desde esta perspectiva) como es el que ofrece el Guarino Mezquino (1512), así como las obras que componen el ciclo alrededor de las aventuras de Clarián de Landanís (1518-1528).

4.2.2. Hacia la experimentación caballeresca: los textos de Feliciano de Silva (1514-1551): Los cinco textos caballerescos escritos por Feliciano de Silva, que constituyen la línea ortodoxa (por triunfante) de las continuaciones del ciclo amadisiano, frente a las propuestas realistas del Florisando y del Lisuarte de Grecia de Juan Díaz, a las que denominamos heterodoxas, marcan la senda del modelo narrativo caballeresco que triunfará en la segunda mitad del siglo XVI. El Lisuarte de Grecia (1514), a pesar de ser el texto estructuralmente más apegado a los textos de Garci Rodríguez de Montalvo, se despoja de la finalidad moralizante y didáctica que daba sentido a estos primeros textos caballerescos. El amor, la presencia de elementos propios de la ficción sentimental, serán los protagonistas de la segunda parte de la obra, dando entrada a epístolas amorosas, a poemas intercalados, a largos discursos sobre las penas y consecuencias de ese sentimiento, sobre el que giran los personajes y las aventuras. Y todo ello, en un ambiente cada vez más maravilloso, en un escenario en donde el humor empieza a adquirir un gran protagonismo. El Amadís de Grecia (1530) y la saga posterior de los Floriseles (1532-1551) constituye el mejor ejemplo de la novela de ficción total que llega a crear Feliciano de Silva: ¿El sujeto? La concatenación de mil y una aventuras de distintos personajes, en diferentes espacios, dando entrada a todo tipo de situaciones: amorosas, pastoriles, maravillosas, bélicas... ¿La forma? La multiplicación de protagonistas y de escenarios convierte las obras en un verdadero río de aventuras. El disfraz, elemento del que se supo valer el autor del Primaleón para crear todo tipo de situaciones, permite multiplicar el número de personajes, más allá del recurso anterior del cambio de nombre y de identidad de los caballeros de las primeras entregas del género. ¿La finalidad? La diversión y el entretenimiento.

4.3. El nuevo paradigma: la literatura de entretenimiento: Espejo de príncipes y caballeros (1555) de Diego Ortúñez de Calahorra. Nadie como el canónigo de Toledo en la primera parte de El Quijote ha sabido describir las características más sobresalientes de este nuevo paradigma caballeresco: «Y según a mí me parece, este género de escritura y composición cae debajo de aquel de las fábulas que llaman milesias, que son cuentos disparatados, que atienden solamente a deleitar, y no a enseñar, al contrario de lo que hacen las fábulas apólogas, que deleitan y enseñan juntamente». Y en su interior, la hipérbole8, el erotismo9 y la maravilla10 constituyen algunos de sus elementos más caracterizadores. Narraciones que pretenden entretener antes que enseñar, que se alejan de un esquema estructural fijo, que se suceden como un río desbordado: «No he visto ningún libro de caballerías que haga un cuerpo de fábula entero con todos sus miembros, que más parece que llevan intención de formar una quimera o un monstruo que a hacer una figura proporcionada». Y si fuera poco: «son en el estilo duros; en las hazañas, increíbles; en los amores, lascivos; en las cortesías, malmirados; largos en las batallas, necios en las razones, disparatados en los viajes, y, finalmente, ajenos de todo discreto artificio y por esto dignos de ser desterrados de la república cristiana, como a gente inútil» (DQ, I, XLVIII). Quizás no haya que ser tan extremo en el juicio del conjunto de las obras que forman parte de este segundo paradigma caballeresco. Quizás vengan más a ser descripción de su propia degradación.

En todo caso, tampoco hay que exagerar, al menos no en el libro que muestra el triunfo de este modelo en la segunda mitad del siglo XVI: el Espejo de príncipes y caballeros de Diego Ortúñez de Calahorra, en donde el aspecto didáctico y moralizante ocupa un espacio relevante en la obra. No olvidemos que la obra se presenta como un «espejo» para príncipes y caballeros: espejo en el que reflejarse para educarse. Como indica Axayácatl Campos García en el estudio del ciclo en este mismo volumen, el esquema del linaje (el «enramado genealógico») y el episodio culminante de una gran batalla que permite reunir a todos los caballeros alrededor de un único espacio (lo que también aparece en otros libros de caballerías anteriores) pueden considerarse elementos que le otorgan una estructura a las obras, que lo alejan de esa imagen monstruosa que ha dibujado el canónigo cervantino en nuestras mentes.

4.4. Los libros de caballerías manuscritos: el crisol de diferentes líneas de evolución. Los libros de caballerías manuscritos, de los que en este volumen sólo se ofrece el ejemplo de uno de los más interesantes (el Clarisel de las Flores de Jerónimo de Urrea), constituyen la prueba tanto del éxito de esta nueva propuesta literaria, más allá de la posibilidad de su difusión en la imprenta, como de las diferentes líneas de evolución en las que el género caballeresco buscaba su supervivencia. Al margen de algunas propuestas que pueden fecharse en los primeros decenios del siglo XVI (Adramón y Marsindo), así como algún que otro ejemplo de textos caballerescos pensados para su difusión impresa a la que no llegaron por diferentes causas (la tercera parte del Florambel de Lucea de Enciso, de la que se conserva el contrato de edición), los libros de caballerías manuscritos se sitúan entre los últimos decenios del siglo XVI y los primeros del XVII. En ellos se encontrarán propuestas de todo tipo: desde el libro de caballerías que quiere convertirse en manual de cortesía (en el Claridoro de España se llega a indicar qué deben hacer las mujeres para tener los dientes blancos y el aliento agradable al levantarse) hasta el relato basado en diferentes lances amorosos entre caballeros y damas, en donde adquiere un gran protagonismo el elemento erótico (el Filorante); desde el libro de caballerías cercano a personajes y situaciones de los relatos clásicos (el Clarisel de las Flores de Jerónimo de Urrea) a los caballeros que se acercan, de manera peligrosa, a los héroes de los libros de caballerías a lo divino (Don Mexiano de la Esperanza, Caballero de la Fe). El análisis de este amplio corpus de textos, que viene a desmentir el abandono total del género a finales de la centuria, ofrece, mucho más que los textos impresos de su época, una imagen nítida sobre las diferentes líneas de evolución del género. Son libros que nacen del gusto de sus autores, del presumible gusto del reducido ámbito de oidores o lectores a los que van destinados: lejos quedan las presiones del género editorial, las estrategias editoriales antes indicadas.

5. ¿Acaba aquí la aventura de los textos caballerescos? ¿En la repetición de unos motivos y de unos tópicos que le alejan cada vez más del público culto, para condenarse a la repetición de las lecturas de las ventas y de las plazas? ¿O acaso hemos de imaginar nuevas propuestas, algunas triunfantes, otras fracasadas para revitalizar un género en que, como diría el canónigo de Toledo, se halla «una cosa buena, que era el sujeto que ofrecían para que un buen entendimiento pudiese mostrarse en ellos»?

Al hablar del Amadís de Gaula, de la lectura que Garci Rodríguez de Montalvo realizara de un texto caballeresco medieval, se indicaba cómo había conseguido insuflar nueva vida a un género por todos conocidos. Así lo escribe el profesor Cacho Blecua en este mismo volumen: «Al insertar Montalvo nueva savia en una vieja materia, la historia debió de producir la sensación de ser algo ya conocido y, a su vez, distinto; ofrecía una feliz síntesis de la tradición medieval, pero al mismo tiempo se configuraba con unas nuevas pautas expresivas, narrativas e ideológicas».

Idéntica situación es la que se debió vivir a principios del siglo XVII. Los libros de caballerías que se leían, los que aún gozaban del predicamento del público eran los que habían otorgado protagonismo al entretenimiento. Atrás había quedado el «idealismo», el «realismo», la complejidad narrativa y estructura inicial. La mezcla de géneros, el buscar en la síntesis la fórmula ideal para agradar al mayor número de personas, desde la prosa a la poesía, desde la aventura bélica a la erótica, desde la maravilla a la escena pastoril, desde el engaño y el disfraz hasta el papel cada vez más protagonista de sabios y magos, que llegan a convertir a los caballeros y damas en meras piezas de un gran tablero de juego, desde la altivez cortesana a la presencia de personajes secundarios, que se salen fuera de las normas establecidas, se ha convertido en el modelo de los libros de caballerías que se leían, que se escribían y que se disfrutaban en los saraos de la nobleza, en las habitaciones de la corte o en las ventas de los caminos. En este contexto, que no en el que ve nacer el Amadís de Gaula, la publicación del Quijote de Miguel de Cervantes tuvo que causar una sensación similar: estaban leyendo algo conocido (las aventuras -en este caso, humorísticas- de un caballero, las aventuras típicas y tópicas de un caballero andante junto a su escudero), pero a su vez, era algo distinto: ni el caballero era tal ni las aventuras terminaban como se esperaba. El Quijote, como libro de caballerías, puede calificarse como una «feliz síntesis» de la tradición caballeresca del siglo XVI; pero al mismo tiempo, nace partiendo de «unas nuevas pautas expresivas, narrativas e ideológicas», esas mismas que permitirán su lectura seria en Inglaterra y en Alemania durante el siglo XVIII, la que intentarán sus primeros comentadores rescatar en España a finales de la centuria y en los primeros años del siglo XIX. Por este motivo, hemos querido terminar este volumen estudiando el momento en que el Quijote, de la mano de una serie de críticos enmarcados en unas determinadas ideas, pasa de ser un libro de caballerías, el último libro de caballerías castellano que se difunde por medio de letras de molde en Castilla, para convertirse en un relato épico en prosa, en un texto culto, digno de ser elegido por la recién fundada Real Academia Española para ser publicado, recuperando el formato con que los libros de caballerías castellanos se habían impreso durante el siglo XVI: el folio; frente a ese formato en cuarto que le vio nacer en Madrid en 1605 y en 1605, más vinculado con la difusión de la picaresca. Una vez más, los caminos del sincretismo terminan por confundirse en el Quijote: un libro de caballerías que, escrito teniendo en cuenta la literatura de entretenimiento triunfante en su momento, vuelve sus ojos a la «forma, sentido y finalidad» que ofrece el Amadís de Gaula, dando como resultado el libro de caballerías más realista, más verosímil de los que se hayan escrito. Idealismo, realismo y entretenimiento se dan cita en el texto cervantino, tres de las grandes líneas de evolución y transformación del género caballeresco a lo largo del siglo XVI. Por este motivo, el Quijote, como antes se había indicado con el Amadís de Gaula y con el Espejo de príncipes y caballeros, puede ser considerado como el modelo de un tercer paradigma caballeresco, el que triunfa desde los primeros años del siglo XVII. Un libro de caballerías que, de la mano certera de un escritor en su plenitud, llega a romper los límites del propio género caballeresco; llega a abrir nuevos caminos a la ficción que ni Garci Rodríguez de Montalvo, Feliciano de Silva o Diego Ortúñez de Calahorra pudieron ni soñar, aunque en algunos casos se acercaron de una manera notable y genial, como la lectura de los textos de los libros de caballerías pone de manifiesto. ¿Es en este contexto donde debemos situar las últimas palabras de la segunda parte del Quijote, esas que hablan de «fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías»? ¿Por qué utiliza Cervantes para caracterizar a su Quijote el adjetivo «verdadero»? ¿Acaso estaban «ya» los libros de caballerías tropezando en su época? ¿Es cierto que había de caer «sin lugar a dudas» cuando el ejemplo de los libros de caballerías manuscritos parece demostrar todo lo contrario? Quizás en estas últimas líneas, como así sucede con el resto del capítulo, se está haciendo alusión a un libro de caballerías «fingido y disparatado» que se había publicado un año antes: la Quinta parte de don Quijote firmada por un tal Fernández de Avellaneda; libro que va tropezando -no es lo que el lector de las primeras partes cervantinas estaba esperando- y que, con la publicación de la segunda parte, terminará por caer «sin lugar a dudas». En su contexto, el texto del Quijote se ilumina. Lo mismo les sucede a los textos de los libros de caballerías castellanos, que han de estudiarse en sus múltiples matices y lecturas. Valgan las páginas de este volumen para comprobar el extenso camino que aún nos queda por recorrer. Extenso y apasionante.


 
 
VALE
 
 





Bibliografía esencial sobre libros de caballerías castellanos

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    1. Amadís de Grecia de Feliciano de Silva (n.º 26) por Carmen Laspuertas: 2001.
    2. Arderique (n.º 11) por Dorothy Carpenter: 2000.
    3. Baladro del sabio Merlín (1498) (n.º 1) por Paloma Gracia: 1999.
    4. Baldo (Sevilla, 1542) (n.º 38) por Folke Gernert: 2000.
    5. Cirongilio de Tracia (n.º 41) por Javier Roberto González: 2000.
    6. Clarián de Landanís (Primera parte, Libro primero) (n.º 12) por Antonio Joaquín González Gonzalo: 1998.
    7. Claribalte de González Fernández de Oviedo (n.º 13) por Alberto del Río Nogueras: 2001.
    8. Libro segundo de don Clarián de Landanís (n.º 16) por Javier Guijarro Ceballos: 2000.
    9. Espejo de príncipes y caballeros (parte II) (n.º 60) por José Julio Martín: 2001.
    10. Felixmarte de Hircania (n.º 55) por María del Rosario Aguilar Perdomo: 1998.
    11. Félix Magno (libros I-II) (n.º 40) por Claudia Demattè: 2000.
    12. Félix Magno (libros III-IV) (n.º 51) por Claudia Demattè: 2001.
    13. Florando de Inglaterra (I-II) (n.º 43) por Cristina Castillo: 2001.
    14. Florisando de Páez de Ribera (n.º 5) por Cristina Ramos: 2001.
    15. Florisel de Niquea (parte III) (n.º 45) por Javier Martín Lalanda: 1999.
    16. Floriseo (n.º 10) por Javier Guijarro Ceballos: 1999.
    17. Lidamor de Escocia (n.º 34): por Jorge Francisco Sáenz Carbonell: 1999.
    18. Oliveros de Castilla (n.º 2) por José Manuel Lucía Megías: 1998.
    19. Sergas de Esplandián (n.º 14): por Emilio J. Sales Dasí: 1999.
    20. Lisuarte de Grecia (n.º 19): por Emilio J. Sales Dasí: 1998.
    21. Amadís de Grecia (n.º 26) por Carmen Laspuertas Sarvisé: 2000.
    22. Tristán de Leonís (n.º 3) por Luzdivina Cuesta Torre: 1998.
    23. Tristán de Leonís el Joven (n.º 35) por Luzdivina Cuesta Torre: 1999.



Apéndice I

Testimonios manuscritos y ediciones de los libros de caballerías castellanos11


  1. Adramón [MS]
    • [1] Bibliothèque Nationale de France (París): ms. Esp. 191
  2. Amadís de Gaula (libros I-IV) por Garci Rodríguez de Montalvo
    • [1] [Sevilla], [Meinardo Ungut y Stanislao Polono], [1496] [↓]
    • [2] Zaragoza, Jorge Coci, 1508 (30 de octubre)
    • [3] Sevilla, 1511 [↓]
    • [4] [Roma], Antonio [Martínez] de Salamanca, 1519 (19 de abril)
    • [5] Zaragoza, Jorge Coci, 1521 (30 de julio)
    • [6] Toledo, 1524 [↓]
    • [7] Sevilla, Jacobo y Juan Cromberger, 1526 (20 de abril)
    • [8] Sevilla, Juan Cromberger, 1531 (22 de junio)
    • [9] Venecia, Juan Antonio de Nicolini Sabio, 1533 (7 de septiembre). Edición «corregida» por Francisco Delicado
    • [10] Sevilla, Juan Cromberger, 1535 (22 de junio)
    • [11] Sevilla, Juan Cromberger, 1539 (8 de mayo)
    • [12] Medina del Campo, Juan de Villaquirán y Pedro de Castro, 1545 (1 de diciembre)
    • [13] Sevilla, Jacome Cromberger, 1547
    • [14] Lovaina, Servazio Sasseno (a costa de la viuda de Arnold Birckman), 1551 (20 de octubre)
    • [15] Sevilla, Jácome Cromberger, 1552
    • [16] Burgos, Pedro de Santillana, 1563 (9 de febrero)
    • [17] Salamanca, Pedro Lasso, a costa de Lucas de Junta, 1575
    • [18] Sevilla, Alonso de la Barrera, 1575 (28 de mayo) (a costa de Francisco de Cisneros, mercader de libros)
    • [19] Alcalá de Henares, Querino Gerardo (a costa de Juan Gutiérrez), 1580
    • [20] Sevilla, Fernando Díaz (a costa de Alonso de Mata), 1586 (diciembre)
  3. Las sergas de Esplandián (V libro amadisiano) de Garci Rodríguez de Montalvo
    • [0] ¿Sevilla?, ¿hacia 1496? [↓]
    • [1] Sevilla, Jacobo Cromberger, 1510 (31 de julio) [↓]
    • [2] Toledo, Juan de Villaquirán, 1521 (8 de mayo)
    • [3] [Roma], Jacobo de Junta y Antonio Martínez de Salamanca, 1525 (1 de septiembre)
    • [4] Sevilla, Juan Varela de Salamanca, 1526 (10 de abril)
    • [5] Burgos, a costa de Juan de Junta, 1526 (15 de mayo)
    • [6] Sevilla, Herederos de Juan Cromberger, 1542 (31 de marzo)
    • [7] Sevilla, Jacome Cromberger, 1549 (13 de diciembre)
    • [8] Burgos, Simón Aguayo, 1587
    • [9] Zaragoza, Simón de Portonaris (a costa de Pedro de Hibarra y Antonio Hernández), 1587 (colofón: 1586)
    • [10] Alcalá de Henares, Juan Gracián, 1588
  4. Florisando (VI libro amadisiano) de Rui Páez de Ribera
    • [1] Salamanca, Juan de Porras, 1510 (15 de abril)
    • [2] Toledo, Juan de Cez, 1510 [↓]
    • [3] Sevilla, Juan Varela de Salamanca, 1526 (28 de octubre)
  5. 5. Lisuarte de Grecia (VII libro amadisiano) de Feliciano de Silva
    • [1] Sevilla, Juan Varela de Salamanca, 1514 (22 de septiembre) [↓]
    • [2] Sevilla, Jacobo y Juan Cromberger, 1525 (9 octubre)
    • [3] Toledo, 1534
    • [4] Toledo, Juan de Ayala, 1539 (15 de abril)
    • [5] Sevilla, Domenico de Robertis, 1543 (20 de diciembre)
    • [6] Sevilla, Domenico de Robertis, 1548 (19 de junio)
    • [7] Sevilla, Jacome Cromberger, 1550 (19 de enero)
    • [8] Estrella, Adrian de Anvers, 1564
    • [9] Zaragoza, Pedro Puig y Juan Escarilla (a costa de Antonio Hernández), 1587
  6. Lisuarte de Grecia (VIII Libro amadisiano) de Juan Díaz
    • [1] Sevilla, Jacobo y Juan Cromberger, 1526 (25 de septiembre)
  7. Amadís de Grecia (IX libro amadisiano) de Feliciano de Silva
    • [1] Cuenca, Cristóbal Francés (a costa de Anastasio de Salcedo, mercader de libros), 1530 (8 de enero)
    • [2] Burgos, Juan de Junta, 1535
    • [3] Sevilla, Herederos de Juan Cromberger, 1542 (27 de junio)
    • [4] Sevilla, Jacome Cromberger, 1549
    • [5] Medina del Campo, Francisco del Canto (a costa de Benito Boyer), 1564 (12 de abril)
    • [6] Valencia, Compañía de impresores, 1582
    • [7] Lisboa, Simon Lopez, 1596
  8. Florisel de Niquea (I-II) (X libro amadisiano) de Feliciano de Silva
    • [1] Valladolid, Nicolas Tierri, 1532 (10 de junio)
    • [2] Sevilla, Juan Cromberger, 1536 [↓]
    • [3] Sevilla, Jacome Cromberger, 1546 (25 de octubre)
    • [4] Lisboa, Marcos Borges, 1566 (20 de abril)
    • [5] Zaragoza, Domingo de Portonaris, 1584
    • [6] Zaragoza, Domingo de Portonaris, 1588
  9. Florisel de Niquea (III) (XI libro amadisiano) de Feliciano de Silva
    • [1] Medina del Campo, ¿Pierres Tovans?, 1535 [↓]
    • [2] Sevilla, Herederos de Juan Cromberger, 1546 (6 de marzo)
    • [3] Sevilla, Jacome Cromberger, 1551 (9 de mayo)
    • [4] Évora, Herederos de Andrés de Burgos, s. a. (h. 1550)
  10. Florisel de Niquea (IV) (XI libro amadisiano) de Feliciano de Silva
    • [1] Salamanca, Andrés de Portonaris, 1551 (15 de diciembre)
    • [2] Zaragoza, Pierrez de la Floresta, 1568
  11. Silves de la Selva (XII libro amadisiano) de Pedro de Luján
    • [1] Sevilla, Dominico de Robertis, 1546
    • [2] Sevilla, Dominico de Robertis, 1549 (14 de junio)
  12. Arderique [→]
    • [1] Valencia, Juan Viñao, 1517 (8 de mayo). Ejemplares: Viena: Nationalbibliothek: 27.N.24 | BNFrance: Rés. Y2 253 [Ex libris de Colbert] | Mazarine: Rés. 368*
  13. Baladro del sabio Merlín [→]
    • [1] Burgos, Juan de Burgos, 1498. Ejemplar: Oviedo: Universidad
    • [2] Toledo, Juan de Villaquirán, 1515 (10 de octubre) [↓]
    • [3] Sevilla, [Juan Varela de Salamanca], 1535 (12 de octubre). Ejemplares: BNMadrid: R-r-3.870 | Madrid: Universidad Complutense | BFrance: Rés. m. Y2 22 | British Library: G.10241 [1] | Edimburgo: National Library of Scotland: G.23.a.1º | HABW: 272.5 Hist. 2º | University of Illinois at Urbana Champaign X862D39/ Od1535 | ¿Newberry de Chicago?
  14. Demanda del santo Grial [→]
    • [1] Toledo, Juan de Villaquirán, 1515 (10 de octubre). Ejemplar: British Library: G. 10241 [2]
    • [2] Sevilla, [Juan Varela de Salamanca], 1535 (12 de octubre). Ejemplares: BNMadrid: R-r-3.870 | Madrid: Universidad Complutense | BFrance: Rés. m. Y2 22 | Edimburgo: National Library of Scotland: G.23.a.1º [procede del Marqués de Astorga] | HABW: 272.5 Hist. 2º | University of Illinois at Urbana Champaign X862D39/ Od1535 | ¿Newberry de Chicago?
  15. Belianís de Grecia (partes I-II) de Jerónimo Fernández
    • [1] Sevilla, 1545 [↓]
    • [2] Burgos, Martín Muñoz, 1547
    • [3] Estella, Adriano de Anvers, 1564
    • [4] Burgos, Pedro de Santillana [↓]
    • [5] Zaragoza, Domingo de Portonaris y Ursino, 1580
    • [6] Burgos, Alonso y Estevan Rodríguez, 1587
  16. Belianís de Grecia (partes III-IV) de Jerónimo Fernández
    • [1] Burgos, Pedro de Santillana, 1579
  17. Belianís de Grecia (parte V) de Pedro Guiral de Verrio [MS]
    • [1] Biblioteca Nacional (Madrid): ms. 13.138
    • [2] Nationalbibliothek (Viena): Cod. 5863
  18. Bencimarte de Lusitania [MS]
    • [1] Real Biblioteca (Madrid): ms. II/547
    • [2] Real Biblioteca (Madrid): ms. II/1708
  19. El caballero de la Luna (libros III y IV) [MS]
    • [1] Biblioteca Nacional (Madrid): ms. 8.370 (olim V-150)
    • [2] Biblioteca Nacional (Madrid): ms. 10.247
  20. Cirongilio de Tracia de Bernardo de Vargas
    • [1] Sevilla, Jacome Cromberger, 1545 (17 de diciembre)
  21. Clarián de Landanís (primera parte) de Gabriel Velázquez de Castillo
    • [1] Toledo, Juan de Villaquirán, 1518
    • [2] Sevilla, Jacobo y Juan Cromberger, 1527 (15 de febrero)
    • [3] Lisboa, 1528 [↓]
    • [4] Medina del Campo, Pedro de Castro (a costa de Juan Tomás Fabario Milanés), 1542
  22. Clarián de Landanís (primera parte: libro II) de Álvaro de Castro
    • [1] Toledo, Juan de Villaquirán, 1522 (5 de noviembre)
    • [2] Sevilla, Juan Cromberger, 1535
  23. Floramante de Colonia (II parte de Clarián de Landanís) de Jerónimo López
    • [0] ¿Edición perdida entre 1518 y 1524, en Toledo?
    • [1] Sevilla, Juan Vázquez de Ávila, 1550 (4 de julio)
  24. Clarián de Landanís (libro tercero) de Jerónimo López
    • [1] Toledo, Juan de Villaquirán, 1524 (10 de junio)
    • [2] Sevilla, Juan Varela de Salamanca, 1536 (9 de junio)
  25. Lidamán de Ganail (IV parte de Clarián de Landanís) de Jerónimo López
    • [1] Toledo, Gaspar de Ávila (a costa de Cosme Damián), 1528 (22 de noviembre)
    • [2] Lisboa, 1528 [↓]
    • [3] Sevilla, Sebastián Tragillo, 1549
  26. Claribalte de Gonzalo Fernández de Oviedo
    • [1] Valencia, Juan Viñao, 1519 (30 de mayo)
    • [2] Sevilla, Dominico de Robertis, 1545
    • [3] Biblioteca Nacional (Madrid): ms. 885 (olim E-225): copia de la edición de 1519 realizada por Don Antonio Paz y Meliá hacia 1860 por encargo de Serafín Estébanez Calderón.
  27. Claridoro de España [MS]
    • [1] Biblioteca Nacional (Madrid): ms. 22.070
  28. Clarís de Trapisonda [MS fragmentario]
    • [1] Real Biblioteca (Madrid): ms. II.2504
  29. Clarisel de las Flores de Jerónimo de Urrea
    • [1] Biblioteca Apostolica Vaticana: barberini. lat. 3610 (parte I)
    • [2] Hispanic Society of America (Nueva York): HC 397/715 (parte I)
    • [3] Biblioteca Universitaria de Zaragoza: ms. 162 y 163 (partes II y III)
    • [4] Biblioteca particular de Ángel Conellas (Zaragoza) (parte III: incompleta)
  30. Cristalián de España de Beatriz Bernal
    • [1] Valladolid, Juan de Villaquirán, 1545 (9 de enero)
    • [2] Alcalá de Henares, Juan Íñiguez de Lequerica, a costa de Diego de Xaramillo, mercader de libros, 1586 (colofón: 1587)
  31. Espejo de caballerías (libro I) de Pedro López de Santa Catalina [→]
    • [1] Toledo, Gaspar de Ávila, 1525 (27 de octubre). Ejemplar: Lucca: Archivio di Stato
    • [2] Sevilla, herederos de Juan Cromberger, 1545. Ejemplares: Catalunya: Bon 8-IV-14 | BNFrance: Rés. Y2 216 (lème pièce) | Nápoles: Nazionale: S.Q.XXXI.C.47 [primera parte]
    • [3] Sevilla, Jacome Cromberger, 1551. Ejemplares: BNMadrid: R-24.903 [mútilo de los cinco primeros cuadernos] |UValencia: R-l/159 | BSN: 2º P.o.hisp. 19 | BNFrance: Rés. Y2 218 [Ex libris de Colbert] [portada sustituida por Medina del Campo, Francisco del Canto, 1586], Rés. Y2 221| Mazarine: 307A [Ex libris de Johannes d'Estrées] [portada sustituida por Medina del Campo, Francisco del Canto, 1586] | British Library: G.10240 | Yale University, Beinecke Library: 1979.121 | Argentina: Nacional: 526 F.D.
  32. Espejo de caballerías (libro II) de Pedro López de Santa Catalina [→]
    • [1] Toledo, Cristóbal Francés y Francisco de Alfaro, 1527. Ejemplar: Rouen: Municipale: O 168.
    • [2] Sevilla, Juan Cromberger, 1533. Ejemplares: BNMadrid: R-2.533 British Library: C.38.h.l8 [sólo libro II].
    • [3] Sevilla, 1536: Fuente: Gayangos: lxv: cita a Brunet] [↓]
    • [4] Sevilla, Jacome Cromberger, 1549 (27 de febrero). Ejemplar: BNFrance: Rés. Y2 216 | BSM: 2º P.o.hisp.19 | Nápoles: Nazionale: S.Q.XXXI.C.47 [2]
  33. Roselao de Grecia (libro III de Espejo de caballerías) de Pedro de Reinosa
    • [1] Toledo, Juan de Ayala, 1547 (A costa de Diego Lopes)
    • [2] Sevilla, Jacome Cromberger, 1550 (11 de marzo).
    • [3] Medina del Campo, Francisco del Canto, 1586 [colofón 1585] (A costa de Juan Boyer) (los tres libros juntos). Ejemplares: BNMadrid: R-l 1.344, R-24.903 [libros II y III] | Salamanca: Biblioteca particular de José Antonio Pascual de Tejares | Viena: Nationalbibliothek: 40.R.29 [libros II y III] | BNFrance: Rés. Y2 219-220, Rés. Y2 222-223 | Mazarine: 307A | British Library: G.10240 | Buenos Aires: Biblioteca Nacional: 526 F.D. Ris. 38-39 | Alcalá de Henares, Ramírez, 1577: Vaticano: Rossiana 4466.
  34. Espejo de príncipes y caballeros (I) de Diego Ortúñez de Calahorra
    • [1] Zaragoza, Esteban de Nájera, 1555
    • [2] Zaragoza, Mich. de Guesca, 1562
    • [3] Zaragoza, Juan Soler, 1579
    • [4] Alcalá de Henares, Juan Íñiguez de Lequerica (a costa de Blas de Robles y Diego de Xaramillo), 1580
    • [5] Medina del Campo, Francisco del Canto, a costa de Juan Boyer, mercader de libros, 1583
    • [6] Valladolid, Diego Fernández de Córdoba, 1585 (colofón: 1586)
    • [7] Zaragoza, Juan de Lanaja y Quartenet, a costa de Juan de Bonilla, 1617
  35. Espejo de príncipes y caballeros (II) de Pedro de la Sierra Infanzón
    • [1] Alcalá de Henares, Juan Íñiguez de Lequerica (a costa de Bas de Robles y Diego de Xaramillo), 1580 (colofón: 1581)
    • [2] Zaragoza, 1580 [↓]
    • [3] Zaragoza, Juan Soler (a costa de Francisco Simón), 1581
    • [4] Valladolid, Diego Fernández de Córdoba, 1585 (colofón: 1586)
    • [5] Alcalá de Henares, 1589 [↓]
    • [6] Zaragoza, Pedro Cobarte, a costa de Juan Bonilla, 1617
  36. Espejo de príncipes y caballeros (III [-IV]) de Marcos Martínez
    • [1] Alcalá de Henares, Juan Íñiguez de Lequerica, 1587
    • [2] Alcalá de Henares, Juan Íñiguez de Lequerica, a costa de Diego Martínez, mercader de libros, 1588
    • [3] Zaragoza, Pedro Cobarte, 1623 (tercera y cuarta partes)
  37. Espejo de príncipes y caballeros (V) [MS]
    • [1] Madrid: Biblioteca Nacional: ms. 13.137
  38. Febo el Troyano de Esteban de Corbera
    • [1] Barcelona, en casa de Pedro Malo, 1576
  39. Félix Magno
    • [1] Barcelona, [Carles] Amorós, 1531 [↓]
    • [2] Sevilla, Sebastián Trugillo, 1543
    • [3] Sevilla, Sebastián Trugillo, 1549 (30 de abril)
  40. Felixmarte de Hircania de Melchor Ortega
    • [1] Valladolid, Francisco Fernández de Córdoba, 1556
    • [2] Biblioteca Nacional (Madrid): ms. 22.668 (copia a finales del siglo XVI de la edición de 1556)
  41. Filorante [MS]
    • [1] Madrid: Biblioteca Zabálburu: Ms. 73-240
  42. Flor de caballerías de Francisco de Barahona [MS]
    • [1] Real Biblioteca (Madrid): ms. II/3060 (olim IV.C.2)
  43. Florambel de Lucea (I-II) de Francisco de Enciso Zárate
    1. Primera parte, libros I-III
      • [1] Valladolid, Nicolás Tierri, 1532 (22 de junio)
      • [2] Sevilla, Antonio Álvarez, 1548 (7 de abril)
    2. Segunda parte, libros IV-V
      • [1] Valladolid, Nicolás Tierri, 1532 (25 de septiembre)
      • [2] Sevilla, Andrés de Burgos, 1548 [colofón: 1549] (26 de enero)
  44. Florambel de Lucea (III) de Francisco de Enciso Zárate [MS]
    • [1] Real Biblioteca (Madrid): ms. II.3285
    • [2] Biblioteca Nacional (Madrid): ms. 9.424
  45. Florando de Inglaterra
    • [1] Lisboa, Germán Gallarde, 1545
  46. Florindo de Fernando Basurto
    • [1] Zaragoza, Pedro Hardouin, 1530
  47. Floriseo (I-II) de Fernando Bernal
    • [1] Valencia, Diego de Gumiel, 1516 (10 de mayo)
  48. Reimundo de Grecia (libro III de Floriseo) de Fernando Bernal
    • [1] Salamanca, [Alonso de Porras y Lorenzo de Liondedei], 1524 (10 de julio)
  49. Guarino Mezquino [→]
    • [1] Sevilla, Jacobo Cromberger, 1512. Fuente: Colón. Reg. B., nº 2057: costó en Valladolid 130 mrs. por noviembre de 1514). [↓]
    • [2] Sevilla, Juan Varela de Salamanca, 1527. Ejemplar: BNLisboa: Res. 1254 V
    • [3] Sevilla, Andrés de Burgos, 1548 (10 de mayo)
  50. León Flos de Tracia [MS]
    • [1] Biblioteca Nacional (Madrid): ms. 9.206 (olim Bb.23)
  51. Lepolemo (el Caballero de la Cruz) de Alonso de Salazar
    • [1] Valencia, Juan Jofre, 1521 (10 de abril) (a costa de Juan de Molina)
    • [2] Valencia, Juan Gofre, 1525 (2 de septiembre) [↓]
    • [3] Sevilla, 1528 [↓]
    • [4] Sevilla, Juan Cromberger, 1534
    • [5] Sevilla, Herederos de Juan Cromberger, 1542
    • [6] Valladolid, 1545 [↓]
    • [7] Sevilla, Dominico de Robertis, 1548 (4 de mayo)
    • [8] Toledo, Juan Ferrer, 1552
    • [9] Toledo, Miguel Ferrer, 1562 (15 de julio) [↓]
    • [10] Toledo, Luis Pérez, 1563 (15 de septiembre)
    • [11] Alcalá de Henares, Andrés de Angulo, 1563
    • [12] Sevilla, [Francisco Pérez], [después de 1582]
  52. Leandro el Bel (libro II del Lepolemo) de Pedro de Luján [→]
    • [1] Toledo, Miguel Ferrer, 1563 [19 de mayo]. Ejemplares: BNMadrid: R-9.030 | R-12.646 | R-34.804 | Palacio: I.C.95 [B] | Arsénal: 4º B.L. 4457 | BNFrance: Rés. Y2 307 | British Library: C.39.i.6(2) | Toulouse: Municipale: Rés. B XVI 131
    • [2] Sevilla, Francisco Pérez, s. a., Ejemplar: BNMadrid: R-12.646.
  53. Lidamarte de Armenia de Damasio de Frías y Balboa [MS]
    • [1] Bancroft Library (Universidad de California Berkeley): ms. 118
  54. Lidamor de Escocia de Juan de Córdoba
    • [1] Salamanca, [¿Juan de Junta?], a costa de Juan de Córdoba, 1534
  55. Marsindo [MS]
    • [1] Biblioteca de la Real Academia de la Historia (Madrid): Ms. 9/804 (olim. L.75)
  56. Mexiano de la Esperanza (primera parte) de Miguel Daza [MS]
    • [1] Biblioteca Nacional (Madrid): ms. 6.602
  57. Morgante de Jerónimo Aunés [→]
    • [1] Valencia, Francisco Díaz Romano, 1533. Ejemplar: British Library: C.62.ee.l4
  58. Olivante de Laura de Antonio de Torquemada
    • [1] Barcelona, Claudio Bornat, 1564.
  59. Oliveros de Castilla [→]
    • [1] Burgos, Fadrique Biel de Basilea, 1499 (25 de mayo). Ejemplares: Barcelona: Catalunya: Bon. 9-III-12 I Hispanic Society
    • [2] Valladolid, Juan de Burgos, 1501. [↓]
    • [3] Valencia, s. i., 1505 (dudosa) [↓]
    • [4] Sevilla, Jacobo Cromberger, 1507 (4 de junio). Ejemplar: BNFrance: Rés. Y2 244
    • [5] Sevilla, [Taller de los Cromberger], 1509. [↓]
    • [6] Sevilla, Jacobo Cromberger, 1510 (20 de noviembre). Ejemplar: BNMadrid: R-13.533.
    • [7] Sevilla, Juan Cromberger, 1535. Ejemplares: UValencia: R-l/97 (2) | Chapin Hill, Williams College, Williamstown, Massachusetts.
    • [8] Sevilla, Dominico de Robertis, 1544 (dudosa) [↓]
    • [9] s. l., s. i., s. a. Ejemplar: UValencia: R-1/97.
  60. Palmerín de Inglaterra [→]
    1. Libro I
      1. Toledo, Herederos de Fernando de Santa Catalina, 1547 (24 de julio). Ejemplares: Barcelona: Catalunya: Bon. 8-IV-4 | Santander: Menéndez y Pelayo: 237 | Viena: Nationalbibliothek: 26.125.C | British Library: G.10254
    2. Libro II
      1. Toledo, Herederos de Fernando de Santa Catalina (a costa de Diego Ferrer), 1548 (16 de julio). Ejemplares: Santander: Menéndez y Pelayo: 238 | British Library: G. 10255
  61. Palmerín de Olivia de ¿Francisco Vázquez?
    • [1] Salamanca, Juan de Porras, 1511
    • [2] Salamanca, [¿Juan de Porras?], 1516 (22 de enero) [↓]
    • [3] Sevilla, Juan Varela de Salamanca, 1525 (30 de mayo)
    • [4] Venecia, Gregorio de Gregoris, 1526 (23 de noviembre)
    • [5] Venecia, Juan Paduan y Venturin de Rufinelli, 1534 (agosto)
    • [6] Sevilla, Juan Cromberger, 1536
    • [7] Sevilla, Juan Cromberger, 1540 (15 de septiembre)
    • [8] Sevilla, Jacome Cromberger, 1547 (28 de junio)
    • [9] Sevilla, Jacome Cromberger, 1553 (22 de julio)
    • [10] Toledo, ¿Juan Ferrer?, 1555
    • [11] Medina del Campo, Francisco del Canto (a costa de Juan María de Terranova y Jácome de Liarcari), 1562
    • [12] Toledo, Pedro López de Haro, 1580
    • [13] [Évora], [Cristóbal de Burgos], 1581
  62. Primaleón de ¿Francisco Vázquez?
    • [1] Salamanca, Juan de Porras, 1512 (3 de julio)
    • [2] Salamanca, Juan de Porras, 1516 [↓]
    • [3] Sevilla, Juan Varela de Salamanca, 1524 (1 de octubre)
    • [4] Toledo, Cristóbal Francés y Francisco de Alfaro (a costa de Cosme Damián, mercader de libros), 1528 (20 de febrero)
    • [5] s. l. 1530
    • [6] Venecia, Juan Antonio de Nicolini Sabio (a costa de Juan Batista Pedreçan, mercader de libros), 1534 (1 de febrero). Edición corregida por Francisco Delicado
    • [7] Sevilla, Juan Cromberger (difunto), 1540 (10 de marzo)
    • [8] Medina del Campo, Francisco del Canto (a costa de Benito Boyer), 1563
    • [9] Lisboa, Manuel Joan, 1566
    • [10] Bilbao, Mathias Mares, 1585 [↓]
    • [11] Lisboa, Simon Lopez, 1598
  63. Platir de Francisco de Enciso Zárate
    • [1] Valladolid, Nicolas Tierri, 1533 (16 de mayo)
  64. Philesbián de Candaria
    • [1] Medina del Campo, Pedro de Castro, 1542
  65. Policisne de Boecia de Juan de Silva y Toledo
    • [1] Valladolid, Juan Íñiguez de Lequerica (difunto), 1602
  66. Polindo
    • [1] Toledo, Juan de Villaquirán, 1526 (10 de abril)
  67. Polismán de Jerónimo de Contreras [MS]
    • [1] Biblioteca Nacional (Madrid): ms. 7.839 (olim. V 207)
  68. Renaldos de Montalbán (I-II) de Luis Domínguez [→]
    • [0] Valencia, J. Costilla, [antes de 1511]12 [↓]
    • [1] Toledo, Juan de Villaquirán, 1523 (12 de octubre). Ejemplar: Mazarine: Rés. 369.
    • [2] Sevilla, Jacobo Cromberger, 1525: Fuente: Nicolás Antonio [↓]
    • [3] Salamanca, Alonso de Porras y Lorenzo de Liondedei, 1526. Ejemplares: BNMadrid: R-11.765 [ex libris de Gayangos] | Hispanic Society.
    • [4] Sevilla, Dominico de Robertis, 1545. Ejemplar: British Library: G.10279 (3).
    • [5] Alcalá de Henares, Sebastián Martínez, 1563. Ejemplar: Biblioteca Universitaria de Santiago: 20112 (1).
    • [6] Burgos, Pedro de Santillana, 1564 (17 de mayo, libro II). Ejemplares: UValencia: R-1/161 [« Ex libris Academiae Valentinae legatis ab Excmo. D. Januario Perellós, Marchione de Dos-aguas»] | BNFrance: Rés. Y2 225-226 | British Library: G.10280 (1,2).
    • [7] Alcalá de Henares, Sebastián Martínez, 1564. Ejemplar: Biblioteca Universitaria de Santiago: 20112 (2).
    • [8] Perpiñán, Sansón Arbus, 1585. Ejemplares: BNMadrid: R-13.532 (1,2) | British Library: G.10281 (1,2).
  69. La Trapesonda (libro III de Renaldos de Montalbán) [→]
    • [0] Valencia, Jordi Costilla, 1513 [↓]13
    • [1] Sevilla, Juan Cromberger, 1533 (25 de mayo). Ejemplar: Mazarine: Rés. 369A.
    • [2] Sevilla, Herederos de Juan Cromberger, 1541. Fragmento de esta edición impreso equivocadamente en Crónica del Cid de 1541. No se conoce ningún ejemplar completo: vid. Griffin, entrada 455.
    • [3] Sevilla, Dominico de Robertis, 1543 (25 de junio). Ejemplar: Herzog-August-Bibliothek: 257.9.Hist.2º (1)
    • [4] Sevilla, Juan Cromberger, 1545 (15 de septiembre). Ejemplar: British Library: G.10279 (3).
    • [5] Sevilla, Jacome Cromberger, 1548 (25 de abril). Ejemplar: Múnich: Bayerische Staatsbibliothek: 2º P.p.it.31m/2.
    • [6] Sevilla, Jacome Cromberger, 1550 (dudosa) [↓]
    • [7] Toledo, Juan Ferrer, 1558 (8 de mayo). Ejemplar: BNFrance: Rés. Y2 224
    • [8] Alcalá de Henares, Andrés de Angulo, 1563. Ejemplares: Biblioteca Universitaria de Santiago: 20112 (3) | British Library: G.10280 (3).
    • [9] Perpiñán, Sansón Arbús, 1585. Ejemplares: BNMadrid: R-13.532 (3), R-8.535, R-11.765 | British Library: G.10281 (3).
  70. Baldo (libro IV de Renaldos de Montalbán) [→]
    • [1] Sevilla, Dominico de Robertis, 1542 (18 de noviembre). Ejemplares: Palacio: I.C.96 | BNLisboa: Res. 459V | Herzog-August-Bibliothek: 257.9.Hist.2º (2).
  71. Selva de Cavalarias (segunda parte) Antonio de Brito da Fonseca Lusitano [MS] [→]
    • [1] Libros I-II: Lisboa: Biblioteca Nacional: COD/11255, nº de registro 230687
    • [2] Libro III: Lisboa: Biblioteca Nacional: COD/615
  72. Tirante el Blanco [→]
    • [1] Valladolid, Diego de Gumiel, 1511 (28 de mayo): Ejemplares: Catalunya: Bon. 9-III-1| Museo Massó de Vigo.
  73. Tristán de Leonís [→]
    • [1] Valladolid, Juan de Burgos, 1501 (12 de febrero). Ejemplares: British Library: C.20.d.24 / C.57.1.2.
    • [2] Sevilla, Jacobo Cromberger, 1511. Ejemplar: Washington: Rosenwald Collection of the Library of Congress: PQ 6437, T8 1511.
    • [3] Sevilla, Juan Varela de Salamanca, 1520 (16 de junio). Fuente: Regestrum B de Fernando Colón, nº 4.008: «comprado en Valladolid, el 12 de Nov. de 1521, por 68 mrs». [↓]
    • [4] Sevilla, Juan Varela de Salamanca, 1525 (24 de julio). Ejemplares: Mazarine: 370 | Biblioteca Nazionale di Torino: Ris. 24-11
    • [5] Sevilla, Juan Cromberger, 1528 (4 de noviembre). Ejemplares: BNMadrid: R-8.522 | British Library: G.10259 | Nueva York: Pierpont Morgan Library: E-2 48 E
    • [6] Sevilla, Juan Cromberger, 1533 (4 de noviembre) (dudosa) [↓]
  74. Tristán el Joven
    • [1] Sevilla, Dominico de Robertis, 1534
  75. Valerián de Hungría de Dionís Clemente
    • [1] Valencia, Francisco Díaz Romano, 1540



Apéndice II

Libros de caballerías perdidos o fantasmas


[A] Cuarta parte de Espejo de caballerías: Fuente: Gayangos (lxv): Al fin de la tercera parte de este libro ofreció Pedro de Reynosa una cuarta, que no hemos visto mencionada por ninguno de los que se han ocupado de este linaje de libros. Pero entre los que el duque de Calabria legó, en 1554, al monasterio de San Miguel de los Reyes, de Valencia, hallamos citada una Cuarta parte de Reinaldos de Montalbán, y por separado, Los quatro libros del Espejo de Cauallerias.

[B] Caballero de la Rosa: Valencia, a costa de G. Trincher, 1526: Fuente: Berger [1987: 433-435: doc. B-7]. En un documento del 1 de abril de 1526 Gaspar Trincher [librero] confía al mercader valenciano J. Bages una serie de libros que tiene que ir a vender a Barcelona: «Item seis libros nomenats lo Cavallero de la rosa en Castella». Un ejemplar aparece en la Biblioteca del Duque de Calabria (1550), con el n.º 716. Seguramente se trate de una edición fantasma, ya que puede estar haciendo referencia a ejemplares del Claribalte (n.º 24), impreso por primera vez en Valencia por Juan Viñao en 1516. A Claribalte se le conoce como Caballero de la Rosa.

[C] Leoneo de Hungría: Toledo, 1520. Fuente: Fernando Colón: entrada 4118: Le costó 170 maravedís en Medina del Campo, «a 25 de noviembre de 1524».

[D] Leonís de Grecia: Un ejemplar aparece citado en el inventario de la Biblioteca del Duque de Calabria (1550): n.º 662: «Don Leonís de Grecia, cubierto de pergamino». Quizás se trate de una mala lectura por «Don Lisuarte de Grecia», uno de los continuadores del ciclo amadisiano.

[E] Lucidante de Tracia: Salamanca, [¿Juan de Junta?] 1534. Fuente: Colón, entrada n.º 15.075. Un ejemplar aparece también en el inventario de la Biblioteca del Duque de Calabria: n.º 664: «Lucidante de Tracia», así como en la Biblioteca de los Osorio [A49].

[F] Taurismundo: Lisboa, Diego de Cibdad, 1549. En la Biblioteca del conde de Gondomar, según el inventario de 1623: «Primera parte dela Chronica de Taurismundo hijo de Solismundo Emperador de Grecia. F.º por Diego de Cibdad. Lisboa. 1549». Otro ejemplar aparece citado en el inventario de la Biblioteca del cardenal Dubois: «La Coronica del famoso caballero Taurismundo, hijo del imperador de Grecia Solismundo, imparfaite du titre». Torismundo es un personaje de la 3ª parte de Espejo de Príncipes y Caballeros.



 
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